LAS CRÓNICAS DE EL GRÁFICO

El anónimo, más que mil palabras sobre un arquero sin cabeza

Por Martín Mazur · 28 de junio de 2016

No es un concurso ni tiene premios, pero ¿quién es el que está en la foto? ¿Y a qué club pertenece? ¿Es un arquero conocido? ¿Es un club que ha dejado de existir?


Se dijo muchas veces, pero probablemente nunca con tanta precisión: este arquero no tiene cara.

Cada tanto, entre las curiosidades de un partido surgen imágenes donde la pelota roba temporariamente la identidad de un jugador. En el cuadro queda la camiseta, queda la tribuna, a veces queda el arco o algún rival. Pero lo que no queda es un rostro, falsificado casi magistralmente por la circunferencia de un balón. El resultado es una cara redondísima tallada sin photoshop alguno, situación que los astrónomos denominarían un eclipse perfecto.

Y entonces, inmediatamente surge la trivia, como las que a veces encontrábamos en El Gráfico allá por los años 80. ¿Quién se esconde detrás de la pelota?

Este arquero que no tiene cara no es de los más fáciles de reconocer. En la imagen hay algunos colectivos que nos acercan a la respuesta, pero ninguno que nos garantice el puerta a puerta.

El jugador desenfocado que aparece en el fondo lleva una de las camisetas más distintivas del fútbol mundial, fácilmente vinculada, además, a la historia del fútbol argentino, tras la icónica final de 1967 ante Racing: el Celtic Glasgow.

Y como la publicidad en el pecho difiere de la del arquero sin cara, no es difícil establecer que el de rojo atajó contra el Celtic y no para el Celtic.




El cartel de publicidad aporta otro eslabón: William Hill es el auspiciante de la Copa de Escocia y no tiene estática en partidos internacionales, por lo que se trata de un partido doméstico.

El dato definitivo aparece en el short rojo. El escudo, con letras entrelazadas como el del Fluminense, tiene cinco estrellas por encima: una por cada 10 títulos ganados. La respuesta va tomando forma: solo hay un rival del Celtic capaz de disponer de semejantes pergaminos: el Rangers. Entre ambos protagonizan uno de los clásicos con más historia y rivalidad de la historia del fútbol, The Old Firm.

Pero, paradójicamente, el Glasgow Rangers como tal es un club que ha dejado de existir. Mantiene los colores, los hinchas y la historia, pero la guillotina se activó en 2012, luego de haber ganado tres títulos de liga consecutivos. Las deudas acumuladas por la pésima estrategia presupuestaria (el problema de dar por garantizados ingresos de competiciones europeas y quedar eliminados en primera fase) lo forzaron a un reset doloroso: empezar de cero, sin jugadores profesionales, en la cuarta categoría del fútbol escocés. De jugar la final de la Copa UEFA contra el Zenit en 2008, a enfrentarse al Annan Athletic o al Peterhead en estadios con apenas 500 butacas. Un campeón eyectado sin escalas.

Los votos para mandarlo a la cuarta categoría fueron terminantes: 29 contra 1. El 1, obviamente, fue el del Rangers. No importó su historia, ni la pasión de su gente, ni que fuera una de las locomotoras del negocio, que estimativamente lleva perdidos 40 millones de libras por su ausencia. Nunca podría haber pasado en la Argentina. Se habría hablado de una conspiración intergaláctica, de mantener la paz social, pero por una deuda o por no pagar el IVA, ningún grande (ni chico) argentino habría descendido a las profundidades del fútbol amateur.

Desde que el Rangers dejó de existir y renació cuatro categorías más abajo, cumplió con el objetivo de un ascenso por año, aunque no logró volver a Primera el año pasado: terminó tercero en el campeonato y perdió la final de la liguilla contra el Motherwell. Mientras tanto, The Old Firm no había vuelto a jugarse. La foto es parte del reencuentro, el 17 de abril: Copa de Escocia William Hill. Semifinal, partido único. Y memorable.




El problema que presenta la foto, es que el arquero seguiría siendo un anónimo incluso si la pelota no se hubiera posado caprichosamente sobre su rostro.

Se llama Wesley Foderingham, tiene 25 años y llegó al Rangers para esta campaña como jugador libre, luego de tres años en el Swindon Town. Su día más memorable en el ascenso de Inglaterra no había sido por una atajada, sino por salir reemplazado por Paolo Di Canio a los 21 minutos de juego, tras haberse comido dos goles. No hubo frases de que lo hubiera sacado para protegerlo, pero por poco se van a las piñas.

Como todos los integrantes del plantel del nuevo Rangers, Foderingham es un anónimo. Jugadores desconocidos que sueñan con emular a Brian Laudrup, Davie Cooper, Ally McCoist, Barry Ferguson y muchos otros héroes del pasado. O, en el caso de Foderingham, a las leyendas recientes del arco: el multicampeón alemán Stefan Klos (titular entre 1999 y 2007, 9 títulos) y el internacional escocés Allan McGregor (2007-2012, 11 títulos).

En la tarde de Hampden Park, Foderingham se recibió de héroe. Por la salvada de la foto, en los 90 minutos que terminaron 1-1; por su atajada en el minuto 120, cuando el alargue se extinguía con un 2-2 y él rozó una pelota que tenía destino de ángulo, pero finalmente dio en el travesaño, le pegó en la espalda y se fue al córner. Pero si terminó como héroe fue por haber tapado el cuarto penal, de una serie que luego se extendió hasta llegar a siete ejecuciones por equipo. Pasó el Rangers, 5-4. La última definición por penales entre ambos había sido en 1974.

Tras la eliminación del rival directo (historial: 159 Rangers, 145 Celtic, 98 empates), el arquero sin cara instantáneamente lookeó la foto de perfil de su cuenta en twitter con la atajada y el festejo que lideró, a lo Goycochea tras el penal atajado a Donadoni, rumbo a la mitad de la cancha.

Foderingham llegó a atajar en la Sub 19 de Inglaterra antes de zambullirse en el anonimato. Su impacto lo sitúa como candidato a llegar a la selección en un futuro cercano. En esta campaña suma 23 vallas invictas y fue clave para conseguir el ascenso, asegurado varias fechas antes del final.




Aunque muchos hinchas del Celtic peticionan por la oficialización de la inexistencia del Rangers, y aseguran que esperan a un nuevo y anónimo rival, nacido 4 años atrás y sin títulos en Primera ni en Europa, lo cierto es que a partir de agosto próximo, Escocia volverá a tener su Old Firm. Acción garantizada dos veces en la temporada. Rivalidad garantizada cada día del año. Y los jugadores anónimos, vírgenes en la rivalidad del clásico, entenderán cada vez más aquella frase de Davie Cooper, la leyenda que murió a los 39 años: “Solo hincho por dos equipos en el mundo: el Rangers y el que esté jugando contra el Celtic”.

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Por Martín Mazur

Nota publicada en la edición de mayo de 2016 de El Gráfico

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