“Ellos tienen un enganche que juega bien. Es zurdo, te encara y siempre va para su pierna”. Con una tablet en la mano, Matías Biscay intentaba mostrarle a Zacarías Morán Correa los movimientos del jugador a marcar. Era la noche anterior a su debut oficial. 

Con la clasificación a octavos de la Copa Libertadores asegurada, Marcelo Gallardo apostaba a la rotación para la última fecha de la fase de grupos contra Independiente Medellín y allí estaba la posibilidad de “Zaca” de cumplir su sueño después de 10 años de formación y una vida entera recorrida. 

El jugador a marcar no era otro que Juanfer Quintero, a quien desde River ya tenían apuntado. Ese 25 de mayo de 2017, el club celebraba sus 116 años y fue la primera y única vez de Morán Correa con la banda en el pecho. La derrota 2-1 en el Monumental estuvo lejos de opacar lo vivido.

“Sentía los nervios de tener que hacerlo bien, pero quería disfrutarlo por todo lo que me costó. Antes de salir a la cancha, Gallardo me llamó y me dijo ‘te felicito, te lo ganaste’”, recuerda con lujo y detalles aquel día Zacarías Morán Correa, de 26 años, en diálogo con El Gráfico. 

-¿Se te hizo difícil llegar a Primera?

-Sí, la verdad que sí. Por eso cuando me tocó debutar lo disfruté tanto. Lo hice valer y sabía que no me podía relajar por todo lo que me había costado. Pasé de Quinta a Reserva, en Reserva bajaban los de Primera. Cuando subí a Primera, River compró a Arzura y Rossi. Estaban Ponzio y Nico Domingo. Sabía que me había costado un huevo. 

-¿Y fue difícil dejar River? 

-Siempre te decían: “Valoren porque cuando no estén acá se van a dar cuenta lo que es River”. Me cansé de escucharlo, pero lo viví en carne propia. River es una ciudad aparte: los deportes, las actividades, la gente. Es mucha la diferencia. Pero yo siempre me sorprendí, nunca se me hizo un hábito. Y cuando me fui me di cuenta.

LO IMPORTANTE NO ES LLEGAR, LO IMPORTANTE ES EL CAMINO

En una reconstrucción de su carrera, Morán Correa llegó a River en 2007, con edad de infantiles. A los 11 años dejó su San Juan natal para instalarse en la pensión del club. Hizo el recorrido lógico que deben hacer los pibes que quieren llegar a la máxima categoría, siempre como volante central. En 2013 representó a la Selección Argentina en el Mundial Sub 17. Integró la categoría 96 , la misma de Augusto Batalla, Leandro Vega, Emanuel Mammana, Lucas Martínez Quarta, Tomás Andrade, Lucas Boyé y Sebastián Driussi, entre tantos otros, una de las que más juveniles aportó a la Primera de River, el verdadero logro de las divisiones inferiores. En 2016, cuando ya estaba consolidado como el 5 de la Reserva, sufrió la rotura de ligamentos cruzados de la rodilla.

Juntó bronca, afrontó la recuperación y tuvo revancha. En 2017 se convirtió en el jugador de la cantera número 18 del ciclo Gallardo en debutar. Fueron 90 minutos fugaces para la eternidad. Relegado en la consideración, buscó nuevos horizontes en San Martín de San Juan, con la desgracia de que al poco tiempo de llegar sufrió la misma lesión de ligamentos en la rodilla. Como en el juego de la Oca, tocó calavera y volvió a empezar. Con la espina de querer jugar en el fútbol argentino recaló en Chacarita. Llegó la pandemia, el futuro era una amenaza y se la jugó. Dejó todo y junto a su mujer se fue a Richmond Kickers, club de la USL League One, la tercera división de Estados Unidos, en el estado de Virginia. 

-¿Qué te costó más? ¿Llegar a la pensión de River con 11 años o irte a Estados Unidos?

-Las dos en su magnitud fueron complicadas. Siendo consciente me costó más ir a otro país, sin saber qué iba a pasar, en medio de una pandemia, entrar a un vestuario a adaptarme lo más rápido posible al idioma, a la cultura del club… Cuando llegué a River no era consciente de nada. Hoy veo a un nene de 11 años y me pregunto qué hice. Ahí me doy cuenta de que amaba el fútbol y de verdad quería cumplir mi sueño.

-¿Qué recordás al repasar tus inicios en la pensión de River?

-La primera noche lloré. No había celulares. Teníamos permiso para hablar con nuestras familias los viernes en la pensión. Podías ir al locutorio, pero era plata. Era ir al colegio a la mañana, a entrenar a la tarde y después a la pensión. Esa era nuestra rutina. Teníamos psicólogo, algo que hoy más grande lo veo como algo bueno. De hecho sigo teniendo sesiones con Pablo Nigro. 

-¿Cómo eras vos y en qué fuiste cambiando?

-Era un inconsciente. Lo digo sin vergüenza. Con 20 años me ponía mucha presión. Siempre tuve grupos de amigos por fuera del fútbol que me invitaban a hacer algo y yo decía que no. No es que hoy digo ‘qué boludo’ porque esa fue la manera de llegar a Primera, pero fui muy autoexigente. Viví cosas con una edad que tal vez no las debería haber vivido. La vorágine del fútbol es así: se madura rápido y tenés que pensar como un adulto. Yo sabía que no era jugador de River dos horas a la mañana. No, era 24 horas. Tenés que vivir para eso. De chiquito mamé eso, es la presión constante.

-En ese contexto, ¿es fácil para un futbolista descarrilar?

-Sí, totalmente. Y hoy más que nunca. Las redes sociales te descarrilan muy fácil. Te pueden confundir y cada vez es peor. Te hablo cuando sos chico. Ni hablar del tema del dinero. A veces sos chico y cobras cosas que no te corresponden. Hay veces que el talento es solo el 10% y después necesitás muchas cosas más. El resto te puede quitar todo. Siempre lo dije y lo defiendo: un futbolista no puede cobrar más que un doctor, que una persona que deja la vida, que se aísla de un mundo para salvar. Es muy difícil cuando ves esas cosas, sos chico y no tenés una familia o los valores. 

-¿Y qué te dicen tus compañeros cuando te escuchan decir eso?

-Probablemente me vean como un bicho raro pero no me importa. Es mi forma de pensar y defiendo mis valores. Te digo un doctor como te puedo haber dicho un policía, un maestro o un bombero. 

-¿Haberte ido para Estados Unidos te hace verlo diferente?

-Sí, totalmente. Acá no les importa que seas futbolista. Las estrellas acá son los de NFL o NBA. Acá un médico gana más que un futbolista. Acá hay otra realidad y funciona. Y si funciona no sé por qué no lo copiamos. 

-¿Cómo es la USL League One?

-La ventaja que tenemos los sudamericanos es el tener las inferiores. Acá son universidades, aprenden las cosas como profesionales en primera división. El error es venir acá creyendo que uno va a estar sobrado. El fútbol es muy físico, hay diferencia táctica y técnica, pero es muy competitivo. Está creciendo mucho y a medida que crece la MLS crecen las de abajo. 

-¿Que no haya ascensos ni descensos afecta a la competitividad?

-Acá competís para entrar a playoffs y ser campeón. Igual la competitividad es más un tema de cultura. Yo en Argentina vivía una presión cultural, no deportiva. Acá la presión me la impongo. Es algo más personal. Acá perdés y al otro día se olvida. No te van a mirar de costado. Se vive igual, pero no hay tanta crítica cultural, no te están matando. En Argentina perdíamos y era una tragedia, era la muerte. Acá el técnico está desde hace tres años y firmó por tres años más.

-¿Económicamente hay mucha diferencia?

-Tengo la oportunidad de estar bien, no me puedo quejar. Al ser internacional te ven distinto y te dan ese ‘premio’. El club nos da un departamento y también ofrecen la oportunidad de hacer cursos de coaching, que me gustaría meterme el año que viene. 

-¿Y cómo fue la adaptación al idioma, a una cultura diferente?

-Llegué con un inglés muy básico y con el objetivo de que el día que me fuera pueda entablar una conversación sin problemas. Me gusta abrirme e intento salir de la comodidad de hablar el mismo idioma. Sentirme incómodo es lo que me permite aprender. 

-¿Seguís en contacto con gente del mundo River?

-Tengo un grupo de Whatsapp con algunos de la categoría 96 que son amigos.  De esos el único que llegó fue Augusto Batalla, después el resto quedó en el camino. Tengo relación, no sé si amistad, pero sí respeto con varios, que si mando un mensaje me responden. 

-¿Te pasó de sentir que quedás en el olvido?

-Yo sé que ‘Los amigos del campeón’ van a estar. Yo prefiero tener amigos que valgan la pena, contados con los dedos de una mano. Cuando me fui de River me lo hicieron notar las redes sociales. Siempre supe que me podía pasar, me preparé para eso. Traté de ser cuidadoso, nunca le falté el respeto a nadie y fui buen compañero. porque sé que todo vuelve. Cuando me lesioné hubo gente que se preocupó por mí. Por ejemplo, Ricky Confalonieri, uno de los kinesiólogos de River, me ofreció hacer la rehabilitación con él cuando estaba en San Martín de San Juan. 

MÁS ALLÁ DEL FÚTBOL... O NO TANTO

Distintos nombres del mundo River suenan a lo largo de la charla. Sin embargo hay alguien por quien tiene un cariño especial y su punto de contacto tiene que ver con la lectura, uno de sus hobbies. Ahora está leyendo la edición en inglés de “El Alquimista” de Paulo Coelho y un compañero le sugirió comprar “Aprender de los campeones”. Uno de sus libros preferidos es el de los All Blacks, lo lleva a todos lados y fue un regalo de Sandra Rossi, especialista en neurociencia, con dedicatoria de puño y letra y una historia detrás

“Lo leí en el momento justo. Yo era muy chico y ella era como nuestra mamá. Es una genia como profesional. Los días de partido hacíamos trabajos de relajación, de respiración, te preparaba, te iba metiendo. Al día de hoy tengo la aplicación con la que entrenábamos ahí y la uso", revela Morán Correa 

-¿Qué importancia le das a la neurociencia en el fútbol?

-Es importante, pero siempre resaltaban que lo que te hace ganar los partidos es la constancia. Y es verdad. Gallardo tiene todo el mérito, pero hay gente invisible alrededor que hace que River haya ganado tanto.

-River ganó tres títulos mientras estuviste en el plantel profesional. ¿Te colgas la medalla de campeón?

-Me cuelgo la medalla porque estuve con el plantel y entrené todos los días. Me hubiera gustado jugar, ser parte de la final, pero a veces no pueden jugar todos o no estás a la altura. Puede pasar. Sería una falta de humildad no colgármela porque no jugué. 

-¿Y cómo te ves de acá a 10 años?

 -Me encantaría jugar hasta no poder más, hasta sentir que no puedo competir. Me gustaría seguir en Estados Unidos varios años más y probar suerte en Europa, pero tampoco me gusta pensar a largo plazo. Podría vender humo y decir que me gustaría volver a River, pero sé que es muy difícil. Siempre pienso en mi familia y mis amigos, lo que más extraño. 

-¿Te gustaría seguir ligado al mundo del fútbol en un futuro?

-Estoy haciendo el curso de técnico, lo hago online. Le voy metiendo cuando puedo, me mantiene activo y me mantiene haciendo algo. Me gustaría ser entrenador, me gusta la parte táctica, manejar grupos y estoy aprendiendo acá que se maneja distinto. 

TODOS LOS JUVENILES DE RIVER QUE DEBUTARON EN EL CICLO GALLARDO

FOTO DE PORTADA: @RiverPlate