LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Cristian Jeandet, en primera persona

Por Redacción EG · 31 de marzo de 2014

Se confiesa el entrerriano de 38 años, que jugó en 24 equipos y vivió desde la Liga de Campeones de Africa hasta la posguerra en los Balcanes.


       Nota publicada en la edición de marzo de 2014 de El Gráfico

JEANDET vive en Córdoba y juega en General Paz Juniors. ¿Será su último club o se agregarán otros a la lista?
 SOY UN TROTAMUNDOS. Así me defino y creo que está bien. Nací en Concordia, Entre Ríos. Pero gracias al fútbol viví e hice goles en muchas partes del mundo. Hoy con 38 años juego en General Paz Juniors, Córdoba, en el Torneo Argentino B.

CUESTA, PERO ME ACUERDO de todas: jugué en Primera División, B Nacional, B Metropolitana, Primera C, Argentino A, la liga de Bell Ville, la Copa Libertadores de América, la Liga de Campeones de Africa, en el fútbol de la vieja Yugoslavia, en Chile, Perú, Venezuela, Bolivia, en el ascenso italiano y en la Primera División de Marruecos.

¿QUE ERA EXTRAÑAR? El fútbol me regaló muchas cosas, pero también me quitó otras. Entre ellas, me enseñó a no extrañar. Sí, por estar en continuo movimiento, hoy no sé lo que es extrañar.

EMPECE EN ESTUDIANTES de Concordia, en infantiles. Tenía 12 años. Salí goleador el primer año, con 60 goles en 23 partidos. Al otro año metí 73 goles en 36. Ahí me entregaron una plaqueta por tener el récord histórico, hasta ese momento, de Paraná. Y al poco tiempo, en mi camino apareció Marcelo Bielsa.

LA GENTE DE NEWELL'S justo iba a probar jugadores a Concordia. Yo soy clase 75 y ellos buscaban 70, 71 y 72. Uno de los encargados era Bielsa. Mi DT le preguntó si me podían probar a pesar de tener esa diferencia. Bielsa dijo que si me animaba, sí. Claro, me animé.

15 MINUTOS JUGUE NOMAS, y creo que ni la toqué. Pero Bielsa me seleccionó. Eligieron a ocho chicos, y entre ellos estaba yo.

MI IDOLO SIEMPRE fue Batistuta. Siempre quise ser parecido a él. Mi otro ídolo fue Maradona. Después me gustaba mucho ver al Beto Acosta, la forma de aguantar la pelota, que era lo que no tenía yo cuando arranqué.

SOY TERCO. Una vez que salí de mi casa, supe que no volvería más. Mi mamá no me quería dejar ir. Mi papá, sí. Al principio, en la pensión de Newell’s lloraba todos los días. Era una casa donde vivíamos 22 y yo era el más chico. Incluso, después, me tocó vivir abajo de la tribuna. Me ayudó mucho estar ahí. Compartí con varios jugadores que después llegaron: Claudio Enría, Marcelo Escudero, Andrés Yllana, Pablo Paz…

ESTUVE SEIS AÑOS en las inferiores de Newell´s. Llegué al plantel profesional, pero no pude debutar en Primera. Y ahí empezó el recorrido. Me fui a préstamo a Ferro de Concordia, el Argentino A, por seis meses; no clasificamos y me mandaron a Patronato de Paraná, mismo torneo, llegamos hasta semifinales. Y llegó la posibilidad de Lanús. Pero estaban Enría y el Chupa López, era muy difícil jugar y me fui a Italia. Ahí me apuré.

EN ITALIA JUGUE en tres equipos. Llegué al Fidelis Andria, en Serie B. Tenía un traductor, pero el problema eran los dialectos. Me costó adaptarme, pero sirvió como experiencia. Después pasé por el Casertana y el Firenza. Y crucé el Adriático, a los Balcanes, en la posguerra.

CON LA CAMISETA de Unión Aconquija de Catamarca.
ME HABIAN VENDIDO que iba a una ciudad hermosa que estaba sobre el Danubio. Cuando llegué, hacía un frío increíble. Tenía nieve hasta las rodillas. Encima no había ninguno que hablara español. Así fue mi llegada al FK Sartid, en Smederevo, a 80 kilómetros de Belgrado. En esa época todavía no era Serbia, sino Yugoslavia. Llegué en diciembre y en febrero recién se cumplía un año del término de la guerra.

“PORTERIA, NO”. En Serbia me pasó algo muy raro. Fuimos a una ciudad a jugar un partido, el torneo ya terminaba. En el vestuario el técnico habló algo, que yo, por supuesto, no entendí. A los 30 minutos me llegó una pelota cerca del área, y ahí nomás le pegué al arco. Reventé el travesaño. Entonces vino el capitán de ellos, me hacía gestos y parecía que me insultaba. “¿Y a este qué le pasa?”, me dije. Como me gritaba, lo empujé. Viene rápido el capitán mío, también hablándome mal. Me decían algo así como: “Portería, no. Portería, no”. En el entretiempo le pedí urgente al utilero que llamara al traductor. “¿Qué te pasa? ¡El técnico lo explicó!”, me dijo sorprendido. El técnico había dicho que el partido tenía que terminar 0-0. Si no, el otro equipo se iba al descenso. Hasta el árbitro me puteaba. ¡Una locura, habían arreglado para empatar! Si hacía el gol, me mataban todos. Encima estos venían de una guerra, me agarró un cagazo... Estuve sólo seis meses y me fui.

EN CHILE JUGUE en Palestino y estuve muy poco tiempo. Eramos cuatro argentinos, un grupo lindo, pero faltando unas fechas echaron al técnico y trajeron a otro argentino, Ricardo Dabrowski, que me dijo que no me iba a tener en cuenta. Yo soy de reaccionar... y reaccioné. Poco más y me paga él el pasaje para que me fuera.

HAY QUE ESTAR ATENTO. Mientras estaba en Rosario, entrenándome, lo encontré a Dalcio Giovagnoli. Me dijo que en Central Córdoba estaban en un proyecto importante, que fuera. Fui y había varios chicos que conocía de Newell’s. Me gustó y no me quise ir. Pasé una gran temporada. Llegamos al octogonal, pero nos eliminó el Instituto del Tata Martino, que era un equipazo. Metí 9 goles en esa campaña. Y me fui a Instituto, ya sin el Tata.

TAMBIEN HAY QUE SABER cuándo hay que irse. En Instituto jugué poco y un representante me llevó al Blooming de Bolivia. Parecía bueno: un equipo grande que iba a jugar la Copa. Pero a los tres meses no habíamos cobrado. Estábasmo todos de paro, no nos entrenábamos. Fueron tres meses, con tres técnicos distintos, y no había cobrado nunca. Agarré el bolso y me fui: el mismo representante me llevó a Aurora.

SAMPAOLI, DE MADRUGADA. Con Jorge Sampaoli aprendí mucho estando en Perú. Fue mi técnico en Sport Boys en el 2003. Es un obsesivo del fútbol. Vivíamos en un complejo y coincidimos los dos en el mismo edificio. Yo vivía en el quinto piso; él, en el tercero. Cada dos por tres, golpeaba la puerta a las doce de la noche o una de la mañana. Venía y me llevaba a su departamento. Cuando entraba, en toda la pared él había pegado papeles con canchitas y jugadas armadas. Me decía: “¿Qué te parece si hacemos esta jugada?”, y me mostraba las canchitas pegadas. ¡Era la madrugada y yo estaba dormido, qué me iba a acordar! Era un enfermo del fútbol, pero bien. Bueno, no por nada ahora es un gran técnico que va a dirigir a una selección en la Copa del Mundo. Un tipo muy correcto.

NO SIEMPRE SE ELIGE BIEN. Cuando estaba por nacer mi hija Catalina, la madre quería tenerla en la Argentina. Voy, hablo con los dirigentes de Sport Boys y les digo que me vuelvo. En eso me llama el presidente del Cienciano. Me dice que van a jugar la Sudamericana, que ponga el número que quisiera cobrar, pero que me quieren de delantero. “No, estos se van a quedar afuera en la primera ronda”, pensé yo. Encima me tenía que ir a vivir a Cusco, que para ir de paseo es muy linda, pero por una semana y nada más, porque para vivir es muy fea. Dije que no. Volví al país y me fui a Gimnasia de Entre Ríos a la B Nacional. A ganar en pesos, y mucha menos plata. Tuve la mala suerte de que descendimos, no nos pagaron seis meses y todavía estoy en juicio. Cienciano, mientras tanto, salió campeón de la Copa Sudamericana al ganarle la final a River. Y yo mirándola por tele. Me quería matar.

EN LANUS, con Ruggeri, Fernández D'Alessio y Pininito Mas durante el festejo de la semifinal de la Conmebol 7 ante Colón.
UN VISIONARIO. Encima, después de salir campeón de la Sudamericana, Cienciano fue a Miami a jugar la Recopa contra Boca, y también le ganó. Dos tiros más me quería pegar. No es una espina que tengo en mi carrera, ¡es un cactus! No me arrepiento, aunque me duele. Para colmo, dan las repeticiones seguido por televisión.

VIVO DEL FUTBOL desde los 18 años. A los 14, en Newell’s, ya recibía viáticos. Recorrí el mundo gracias al fútbol, ya que más allá de los países de los equipos donde estuve, hice pretemporada en Austria, jugué la Copa Libertadores con Mineros de Guayana, en Venezuela, pero donde más disfruté fue en Marruecos.

EN 2005 ME INVITARON a ir a Casablanca, Marruecos. En Wydad Casablanca. Una experiencia inolvidable junto a Claudio Ortiz, que fuimos los primeros argentinos en ese torneo. Yo venía de estar en Sport Boys, Sarmiento de Junín y Estudiantes de Caseros. El cambio fue muy grande. Todo el mundo andaba en túnica, el primer día me parecían todos terroristas. Pero después me acostumbré y entendí. Viví de todo. Jugamos la Liga de Campeones de Africa en Mauritana, Malí y Costa de Marfil.
Big Mac, de titular. Se nos complicaba bastante con la comida, queríamos comer carne y como estaba todo en árabe en los menús, pedíamos y siempre venía cualquier cosa menos carne. Salíamos a caminar y nos perdíamos siempre. Era imposible volver, no entendíamos nada. Hasta que una vez encontramos un McDonald’s sobre la costanera y ese comenzó a ser nuestra guía, una señal para cuando no sabíamos dónde estábamos o cuando queríamos comer carne. El Big Mac pasó a ser titular en las comidas.

¿SERA FUTBOLISTA? Tengo cuatro hijos. La más grande es Catalina, después vienen los mellizos Constanza y Jeremías; y Felipe que tiene cinco meses. Jeremías también juega al fútbol y es delantero. Ahora está en Belgrano. Esperemos que este sí salga bueno, ja.

CREO QUE FUI MAL manejado o mal asesorado; las personas que estaban en ese momento conmigo veían la plata e iban para allá. Y yo iba. Me dejé llevar por eso, y si en su momento lo hice, es porque creí que era lo mejor. Hoy pasó el tiempo y pienso, sí, me hubiese gustado estar más tiempo en un club. Pero también es cierto que gracias a eso hice amigos en todas partes del mundo.

ESTUVE EN 24 EQUIPOS, más el equipo donde jugué de niño, y tengo 38 años. El último es General Paz Juniors, al que vine para estar cerca de mis hijos, en Córdoba. Por ahí mis amigos me preguntan qué voy a hacer cuando deje de jugar. No tengo idea, quizás sea porque todavía pienso como jugador a pesar de la edad. Quiero seguir jugando al fútbol. No pienso en el retiro.

Por Marcos Villalobo / Fotos: Viviana Toranzo y Archivo El Gráfico
 

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