LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Gastón Turus, en primera persona

Por Redacción EG · 03 de enero de 2012

El Gladiador de Alberdi, futbolista que solo jugó en Belgrano en once años de trayectoria. Disputó cuatro promociones para ascender y ganó dos, de las cuales una fue la histórica frente a River.


Nota publicada en la edición diciembre 2011 de la Revista El Gráfico

CUANDO CUELGUE los botines, a Turus le gustaría seguir legado al club cordobés, pero no como entrenador.
EL PRIMER RECUERDO que tengo ligado al fútbol es de cuando jugábamos en una canchita armada en la calle, en la esquina de mi casa, en Colonia Caroya, un pueblo que está a 50 kilómetros de Córdoba capital. Ahí pateábamos toda la tarde hasta que oscurecía y mi mamá me llamaba para hacer la tarea o ir a cenar. Eso me quedó grabado.

MIS PADRES ME INCULCARON que el estudio debía ir paralelo al fútbol. Por eso iba al colegio por la mañana, en Jesús María, y a entrenarme por la tarde, en Córdoba. Lo primordial para mi familia era que terminara el secundario. Después hice el ingreso y seis meses del primer año en Historia, pero dejé porque no me daban los horarios.

LOS CHICOS DEBEN terminar el secundario, por lo menos. El fútbol te da cosas lindas, pero no todos llegan. Además, la carrera se termina a los 35 o 36 años y uno sigue siendo joven. Como no todos salen hechos en lo económico, como yo, habrá que seguir trabajando. Y con un secundario completo, se puede conseguir trabajo más fácil. Estudiar, entonces, suma y sirve para crecer en lo personal.

PASE POR muchas. Viví en pensiones en las que escaseaba todo. Había que aprender a cocinar, a compartir, a ser compañero, a cuidar las cosas de uno porque era tierra de nadie; a hacerse fuerte. El cuidado de las pertenencias era clave porque no solo estaban los chicos del club. La comida era poquita. Si te traías algo de tu casa, lo tenías que guardar con candado. Era duro, pero había que aguantar y meterle.

LA HINCHADA de Belgrano le dedicó un mual a Turus, "El Gladiador de Alberdi".
DEBUTAR EN PRIMERA es algo único, porque la venís peleando hace rato, buscando entrar en un equipo donde hiciste las Inferiores, en el que pasaste buenas y malas. Lo conseguí ante Unión, en agosto de 2000. Dejé mucho de lado: salidas, eventos familiares; entonces, pensás que valió la pena tanto sacrificio. Nunca consideré que ya estaba. Me costó cuatro años consolidarme en Primera. Hoy me entreno como el primer día. Trato de estar al máximo. No me la creo. Llegué por mi esfuerzo.

CUANDO SOS SURGIDO en el club, sentís mucho más el descenso. No había jugado mucho en el primero, en la temporada 2001-2002; pero sí en el segundo, en la campaña 2006-2007. Es doloroso, como un golpe. Parece que vas para atrás.

CUANDO ENCARAMOS el primer partido ante River, por la Promoción, en Alberdi, vimos la formación de ellos y eran todos chicos. Si bien veníamos de la B, teníamos más experiencia en cancha. Se notaba el nerviosismo de los jóvenes por lo que se estaban jugando: nada menos que el prestigio de un club tan grande como River. Vos les veías las caras y sabías que no la pasaban bien. Y lo sintieron; nos dimos cuenta. La moraleja es que no hay que poner a tantos pibes en una situación así; no porque no puedan hacerlo bien, sino porque es complicada la circunstancia. En ese momento, debía tocarles entrar a otro tipo de jugadores.

LA PROMOCION se ganó en Córdoba, porque sacamos una diferencia de dos goles. En Buenos Aires, era tratar de no perder. Cuando Olave atajó el penal en el Monumental, sabía que no se nos podía escapar. Ahí hubo un punto de quiebre. Hicimos historia, porque nosotros ascendimos y descendió un club importante, que consiguió muchos títulos. Fue como si hubiéramos ganado un campeonato. Con River, tapamos las heridas de las promociones perdidas ante Racing y Central.

@ContRelI@A PEZZOTTA no lo veíamos disperso en el segundo tiempo, aunque tampoco era aquel del primer tiempo. Después lo entendimos al enterarnos de lo que le había pasado en el entretiempo. No debe ser nada lindo que te vengan a apretar. Pero hay que destacar su profesionalismo para sacar el partido de la mejor manera. Además, tuvo unos huevos bárbaros de terminar el partido, porque otro árbitro te lo suspende en el entretiempo.

BELGRANO MANTIENE en Primera la misma base de jugadores que tenía en la B Nacional, situación que no había ocurrido cuando ascendí por primera vez en 2006. Este equipo encontró el equilibrio, sabe a qué juega y conoce sus limitaciones. Es compacto y duro, no brilla por ser virtuoso y tiene a dos o a tres jugadores que son diferentes, mientras que los demás acompañamos. El técnico manda un mensaje simple y claro, y solo tratamos de llevarlo a cabo.

FOMENTAMOS LA UNION de grupo. Todas las semanas comemos asados en un quincho. El Picante Pereyra lleva la guitarra: toca y canta muy bien. También hay bongó y maracas. Quiroga, Mancuello y el Cuqui Silvera manejan bien esos instrumentos. No sé si vamos a jugar al fútbol, pero sí armaremos una banda (risas). Nos divertimos así. Esta es una de las cosas del fútbol que nosotros vamos a extrañar cuando nos retiremos.

EL OBJETIVO MAS cercano es mantener la categoría y sumar un buen colchón de puntos. Nosotros tenemos el ejemplo de Godoy Cruz que, además, se metió en las copas con un equipo afianzado. El club ascendió y volvió a manos de los socios, con un presidente, y está todo dado para que Belgrano empiece a crecer en lo deportivo aún más, porque se acomodó en lo institucional.

NO ME SIENTO ídolo en Belgrano. Hay otros jugadores que lo son. Yo intento devolver de a poquito todo lo bueno que me dio el club. Seré un eterno agradecido a los hinchas y a la institución. El club tiene cuatro ascensos y participé de manera activa en dos. Eso es importante y queda marcado, pero me falta para ser ídolo.

NO ME GUSTA el cuarteto, pero sí el rock. Me apasiona ir a los recitales. Ahí logro desconectarme de todo; me siento uno más. Sigo al Indio Solari. Fui a un montón de recitales; solo me falta conocerlo. Estuvimos con los muchachos de La Renga hace poquito en Córdoba y yo estaba contento por el encuentro. Soy futbolista y la gente te quiere conocer, pero yo también tengo a mís ídolos, digamos, y está bueno cruzarlos para charlar un rato.

NO USO REDES sociales. Siento que se meten con la intimidad. Soy más tradicional. De hecho, me enteré por vos -le apunta al cronista- de que tengo una página abierta en Facebook. A todo futbolista le gusta que coreen su nombre, que lo apoyen, y ser reconocido por la gente es hermoso. Algunos me gritan: “Doná sangre” (risas). Yo me brindo al máximo; podré jugar mal o no ser un defensor del todo técnico, pero me voy a matar por la camiseta y por mis compañeros.

LA JUVENTUD NO ES la misma que en nuestra época. Los tiempos cambiaron. Los representantes les llenan mucho la cabeza a los chicos y hay que hacerlos bajar rápido a tierra. Si los tratás bien y con tranquilidad, ellos te escuchan y respetan. Nosotros no marcamos diferencia entre grandes y chicos. La idea es que los más pibes se sientan participes y responsables. Como el mercado está abierto, jugás seis meses bien y te vas a afuera. Por eso, hay que inculcarles que deben afianzarse antes de pegar el salto, porque no todo es color de rosa; no todo lo que te cuentan es verdad siempre.

NOSOTROS SOMOS privilegiados, porque muchos desean ser futbolistas y no todos lo logran. Las cosas, igual, pueden salir bien o mal, como a cualquiera en su trabajo. Somos humanos y también nos equivocamos. Si bien nosotros nos entrenamos dos o tres horas por día, convivimos todo el tiempo con nuestro trabajo y eso hace que no te puedas abstraer nunca. Por eso, necesitás estar rodeado de gente que te acompañe. Quizás llegás a tu casa y perdiste, y te tienen que bancar. Los fines de semana, por ejemplo, estás lejos de tu familia y te perdés acontecimientos importantes. Hay muchas contras detrás de este trabajo que es sacrificado. Pero es lo que elegimos.

UNA TARDE histórica en el Monumental. Turus le gana al pibe roberto Pereyra. Ascenso de Belgrano, descenso de River.
ME MOLESTA del ambiente del fútbol que sea egoísta. Por eso, lo lindo es jugar. Los empresarios no le hacen bien al fútbol, y menos cuando se empieza con el manoseo. Nunca tuve representante y estoy hace 11 años en Primera. Quizás sea especial, pero no necesité de nada raro para llegar hasta acá. Nunca recibí ni vi que ofrecieran dinero para ir para atrás. Tampoco lo aceptaría porque tengo otros ideales. El día que cuelgue los botines me iré tranquilo a casa, porque podré mirar a cualquiera a los ojos y con eso me alcanza.

JUGUE SIEMPRE en Belgrano. No salían oportunidades para irse en su momento, y cuando se dieron al club no le interesaron. Igual, tampoco hice tanta fuerza para irme. Soy un agradecido porque siempre se me valoró en la institución, y uno está cómodo y arraigado. Quizás nunca le pueda devolver a Belgrano todo lo que me dio. Estoy en la última parte de mi carrera, tengo 31 años, entiendo que ya no voy a hacer grandes diferencias en lo económico y quiero quedarme acá.

BELGRANO me dio muchas cosas en mi vida. Es mi segunda familia. Siempre estaré agradecido. Más de la mitad de mi vida la pasé ligado al club, porque me probé a los 12 o 13 años a través de un amigo que me trajo. Empecé a jugar en Primera cuando el club estaba muy mal en lo económico y en lo institucional. Hoy disfruto de un Belgrano que mejoró y que está en un muy buen momento.

NO VOY A SER ENTRENADOR, no podría. A mí me gusta estar adentro de la cancha. De la raya para afuera, es distinto. Si puedo estar ligado al club, bárbaro. Pero pienso en volver a trabajar con mi viejo en la distribución de vinos. No es por heredar, sino por cuidar lo que él tanto luchó para hacer crecer el negocio. No sé si saldré a repartir en la calle, como hace él de lunes a sábado, pero algo se armará. El fútbol no es mi salvación. Igual, soy un agradecido por lo que viví hasta ahora. Gracias a esto conocí provincias, lindos hoteles y hasta pude viajar en avión.

SI NO TE SACRIFICAS ni peleás por lo que querés, estás complicado. Nadie te regala nada. Saber sobreponerte en momentos de adversidad es importante. La vida te devuelve a la larga, pero hay que lucharla para triunfar. La clave es aprender de las malas experiencias para que luego lleguen las buenas.

Por Darío Gurevich / Fotos: Viviana Toranzo
 

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