LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Claudio Borghi 100x100

Por Redacción EG · 28 de septiembre de 2022

El Bichi repasa toda su vida. Perdió a su papá de chico y tuvo que salir a trabajar. Sus comienzos en Argentinos, el Mundial de México 86, Bilardo, Menotti, Bielsa…


1 ¿De ver­dad no prac­ti­cás pe­lo­ta pa­ra­da?

No. En Co­lo Co­lo ga­na­mos cua­tro tor­neos y nun­ca hi­ci­mos una. No apues­to a la pe­lo­ta pa­ra­da, si no te­nés un gran eje­cu­tor su­frís mu­chos con­tra­gol­pes. Ma­tías Fer­nán­dez, por ejem­plo, te pa­tea­ba des­de 50 me­tros y te la cla­va­ba en el án­gu­lo, en­ton­ces le de­cía “pa­teá al ar­co”. Pe­dir­le a un ju­ga­dor que se ti­re si es­tá cer­ca del área pa­ra ga­nar un foul es una bar­ba­ri­dad.

2 Si no ha­cés una so­la pe­lo­ta pa­ra­da, los ju­ga­do­res pue­den co­men­tar en voz ba­ja...

Los ju­ga­do­res son es­pe­cia­les. Si ha­cés mu­cha pe­lo­ta pa­ra­da di­cen “es­te es un rom­pe­bo­las”; cuan­do no ha­cés, di­cen “es­te no sa­be”. Si les das li­bre, “es un va­go”; si los en­tre­nás mu­cho, “se le va la ma­no”. La ga­ta flo­ra.

3 Sin re­pe­tir y sin so­plar, to­dos los equi­pos don­de ju­gas­te, em­pe­zan­do por los de pa­pi.

El Por­ve­nir de Cas­te­lar, Ma­ria­no Mo­re­no de Hae­do, Luz y Fuer­za de Mo­rón, Ar­gen­ti­nos Ju­niors, Mi­lan, Co­mo, Neu­cha­tel de Sui­za, Ri­ver, Fla­men­go, In­de­pen­dien­te, Unión de San­ta Fe, Hu­ra­cán, Co­lo Co­lo, O'Hig­gins, Au­dax Ita­lia­no, Pla­ten­se, Co­rre­ca­mi­nos de Mé­xi­co, Wan­de­rers de Chi­le. Son 15 equi­pos más 3 de baby, to­tal 18.

4 ¿Sos un mer­ce­na­rio del fút­bol?

La pa­la­bra “mer­ce­na­rio” no me gus­ta, po­dría ser “gi­ta­no del fút­bol”. Siem­pre fui me­dio in­quie­to en co­no­cer lu­ga­res y cuan­do me pre­gun­ta­ban si que­ría vi­vir en Sui­za o Bra­sil, ob­vio que de­cía que sí.

5 El me­jor Borg­hi se vio en Ar­gen­ti­nos, ¿al­gu­na vez vol­vis­te a es­tar cer­ca de ese ni­vel?

Hu­bo dos co­sas que me ayu­da­ron en Ar­gen­ti­nos: mi ju­ven­tud y el equi­po. Al­gu­nos creen que uno pue­de ju­gar bien en to­dos la­dos, y no es así. Aquel Ar­gen­ti­nos es­ta­ba he­cho pa­ra ata­car y ju­gar bien, y yo so­bre­sa­lía; si el equi­po no es­tá he­cho pa­ra ata­car, se com­pli­ca.

6 ¿Cuán­tos ki­los arri­ba es­tás?

¿Arri­ba de qué? Evi­den­te­men­te no soy un mo­de­lo, pe­ro la gor­du­ra es un pro­ble­ma más pa­ra el que la ve que pa­ra el que la lle­va. Es­toy en 105 ki­los, pe­ro nun­ca me acom­ple­jó el pe­so. De­bo re­co­no­cer que no soy un ti­po preo­cu­pa­do por el fí­si­co, pe­ro tam­bién di­go que es­toy me­di­ca­do por hi­per­ti­roi­dis­mo, por eso tam­bién en­gor­do.

7 ¿Por qué “Bi­chi”?

Me lo pu­so mi vie­jo pe­ro no sé por qué. Mi apo­do de chi­co, en rea­li­dad, es Icho, me lo pu­so mi her­ma­no ma­yor por­que lo hin­cha­ba. Tam­bién me de­cían Chue­co, Ne­gro, Mo­no, y en Chi­le me pu­sie­ron “El Gua­tón Pa­rri­lle­ro”. Gua­tón es pan­zón y pa­rri­lle­ro por­que creen que vi­vo co­mien­do asa­dos, otro mi­to.

Lucha con De Nápoli, de Italia, en México 86. Tras el partido con Uruguay, no jugó más.

8 ¿Por qué de­jas­te la re­pre­sen­ta­ción de ju­ga­do­res?

Te­nía que ven­der­te un ju­ga­dor, lle­va­ba el cu­rrícu­lum, pe­ro cuan­do el otro me pre­gun­ta­ba si lo pon­dría en mi equi­po, le te­nía que de­cir “La ver­dad, que no”. Así no po­día ven­der na­da. No era pa­ra mí.

9 “El Bi­chi te­nía un cor­to­cir­cui­to en el ba­le­ro”. ¿Quién lo di­jo?

El Pu­ma Mo­re­te. Tam­bién di­jo una vez que te­nía un cor­so a con­tra­ma­no, esa me gus­tó... Siem­pre fui un ti­po ra­ro.

10 “Me ten­go que can­sar ju­gan­do, no mar­can­do. Creo en los es­pe­cia­lis­tas”. Lo afir­mas­te co­mo ju­ga­dor, ¿aho­ra pen­sás igual?

Por su­pues­to. “Un po­li­fun­cio­nal es un ju­ga­dor que jue­ga mal en to­dos la­dos”, me en­se­ña­ron. Y es así. Pue­do im­pro­vi­sar en de­ter­mi­na­dos mo­men­tos por una obli­ga­ción. Y cuan­do lo ha­go, le acla­ro al ju­ga­dor: “Te pi­do dis­cul­pas, pe­ro hoy me te­nés que so­lu­cio­nar es­te pro­ble­ma”. No le pue­do pe­dir el mis­mo es­fuer­zo al 10 que al 5.

11 El 10 la pier­de y no mar­ca.

No, pe­ro si el 10 la pier­de tie­ne que gas­tar ener­gía en en­con­trar po­si­cio­nes. Pu­si­ne­ri de­be ha­cer su tra­ba­jo y va a de­pen­der en un mo­men­to de Mon­te­ne­gro y Mon­te­ne­gro va a de­pen­der de Pu­si­ne­ri, pe­ro yo no ne­ce­si­to ni 10 Pu­si­ne­ris ni 10 Mon­te­ne­gros, te­ne­mos que te­ner un equi­po de fút­bol.

12 ¿Có­mo eran los pi­ca­dos en los po­tre­ros de Cas­te­lar?

Mi ba­rrio era de gen­te hu­mil­de, don­de no fal­ta­ban los cho­rros co­mo no fal­tan en Puer­to Ma­de­ro tam­po­co. Ju­gá­ba­mos en una vi­lla en Ca­mi­no de Cin­tu­ra, íba­mos en el 338, par­ti­dos bra­vos en cam­peo­na­tos por pla­ta.

13 Si ti­ra­bas una ra­bo­na ahí, te la da­ban en el pe­cho, ¿no?

Las ra­bo­nas las em­pe­cé a ti­rar en Ar­gen­ti­nos. Las usa­ba co­mo re­cur­so, no co­mo car­ga­da. Es co­mo el ca­ño: al­gu­nos se ti­ran por re­cur­so y otros pa­ra car­gar. Yo no sa­bía pa­tear con la iz­quier­da, to­da­vía no apren­dí, y no me que­da­ba otra que dar­le de ra­bo­na.

14 La más lo­ca que ti­ras­te.

En un clá­si­co con­tra la U pa­teé un pe­nal, me lo ata­ja­ron, el re­bo­te vi­no a la zur­da y le di de ra­bo­na. Me que­rían ma­tar, pe­ro era lo que ha­bía. Hu­bo gen­te que lo en­ten­dió. Aún me lo re­cuer­dan.

15 ¿Quién fue Hi­pó­li­ta?

Mi abue­la. Me pro­te­gió y me ayu­dó mu­cho en mi ca­rre­ra. Mi vie­jo ha­bía fa­lle­ci­do y en mi ca­sa no ha­bía idea de fút­bol. A mí siem­pre me ve­nían a bus­car los pi­bes del ba­rrio pa­ra ju­gar. Mi abue­la quizás pensó que al­go de­bía sa­ber y me lle­vó a Luz y Fuer­za, un club a 12 cua­dras de ca­sa. Me acom­pa­ña­ba to­dos los días, por­que yo era un pi­be de 10 años. Me crió ella cuan­do se mu­rió mi vie­jo, y los ocho her­ma­nos nos tu­vi­mos que re­par­tir.

16 ¿De qué fa­lle­ció tu vie­jo?

Ama­ne­ció muer­to en la co­ci­na de mi ca­sa de un ata­que al co­ra­zón. Es­ta­ba por to­mar­se unos ma­tes pa­ra ir a la­bu­rar. Lo en­con­tró mi her­ma­na ti­ra­do en la co­ci­na. Yo te­nía 10 años. Se hi­zo du­ro por­que él era el úni­co que la­bu­ra­ba, era se­re­no en el IN­TA. Los cua­tro her­ma­nos ma­yo­res tu­vi­mos que sa­lir a la­bu­rar de lo que hu­bie­ra.

Una temporada en el River de Menotti y esta rabona contra el Verona de Italia.

17 ¿Vos qué hi­cis­te?

En­tre los 10 y los 15, to­do ti­po de chan­gas. Re­par­tí so­das, fa­bri­qué jau­las pa­ra pá­ja­ros y fui he­rre­ro. Me las arre­gla­ba bien. Al fi­nal en­tré en una za­pa­te­ría, ter­mi­na­ba el za­pa­to; pe­ro de un día pa­ra el otro el en­car­ga­do se fue y la due­ña me pi­dió que me hi­cie­ra car­go de to­do el ta­ller. Co­mo no sa­bía ha­cer to­das la ta­reas, el tra­ba­jo de una ho­ra me lle­va­ba cin­co, y tu­ve que de­jar Ar­gen­ti­nos, aun­que ya es­ta­ba pi­san­do la cuar­ta.

18 ¿Por qué vol­vis­te?

Vi­no a bus­car­me Pe­ker­man, que era el coor­di­na­dor y le ex­pli­qué que ne­ce­si­ta­ba la pla­ta. Ahí Ar­gen­ti­nos me ayu­dó con un viá­ti­co y vol­ví a ju­gar.

19 ¿Pa­sas­te ham­bre en tu in­fan­cia?

Yo siem­pre pa­so ham­bre (ri­sas)... Pa­ra co­mer ha­bía, pe­ro siem­pre lo mis­mo: so­pa, po­len­ta y gui­so con me­nu­dos de po­llo. Hoy no te co­mo po­len­ta ni ca­gan­do. Otro clá­si­co de mi in­fan­cia era ma­te co­ci­do con sán­gu­che de mor­ta­de­la.

20 Pa­sas­te ham­bre y aho­ra te des­qui­tás.

Yo ten­go gus­to por co­mer, no es que co­mo así por­que es un trau­ma de chi­co.

21 ¿Te mo­les­ta­ba no te­ner al­go, za­pa­ti­llas por ejem­plo?

Siem­pre tu­ve bue­nas za­pa­ti­llas. Iba­mos con los pi­bes del ba­rrio al “Gran Tía” de Hae­do con nues­tras za­pa­ti­llas usa­das, de­já­ba­mos esas y aga­rrá­ba­mos las nue­vas, unas Fle­cha con los dien­tes ade­lan­te. Nun­ca nos aga­rra­ron: no ha­bía tan­tos guar­dias ni cir­cui­to ce­rra­do. Pe­ro acla­ra­lo bien, por fa­vor: no afa­ná­ba­mos, cam­biá­ba­mos. Siem­pre de­já­ba­mos al­go. No era lo me­jor, pe­ro bue­no, afa­nar es aga­rrar y sa­lir co­rrien­do, y eso nun­ca lo hi­ci­mos.

22 Al­gu­na otra obra de ca­ri­dad.

Co­lar­se en el tren. De Mo­rón a Ar­gen­ti­nos te­nía que to­mar dos co­lec­ti­vos y un tren, el Sar­mien­to en Flo­res. Nun­ca sa­ca­ba bo­le­to. A ve­ces aga­rrá­ba­mos uno del pi­so y cuan­do el chan­cho lo pe­día en la sa­li­da se lo ti­rá­ba­mos y, co­mo di­rían en chi­le­no: a apre­tar los ca­che­tes y sa­lir co­rrien­do.

23 Des­pués en la can­cha no co­rrías.

Cla­ro, con to­do el des­gas­te que te­nía en la se­ma­na..

24 ¿Ter­mi­nas­te la es­cue­la?

La pri­ma­ria; se­cun­da­ria no hi­ce. Afor­tu­na­da­men­te, al no ir al co­le­gio me quedó mu­cho es­pa­cio li­bre sin ocu­par, no me en­se­ña­ron tan­tas hue­va­das y las pu­de lle­nar con otras co­sas im­por­tan­tes.

25 ¿Có­mo lle­gas­te a Ar­gen­ti­nos?

Con Ma­ria­no Mo­re­no ju­ga­mos con­tra un equi­po de Ar­gen­ti­nos que iba por los ba­rrios. Me vie­ron, pa­sa­ron el da­to y me vi­nie­ron a bus­car el pa­dre del Che­cho Ba­tis­ta, Os­car Re­fo­jo y Ti­to Pa­ti­ño. Un gran ti­po el pa­pá del Che­cho, le de­bo mu­cho.

“Estos pibes pintan bien”, presentaba El Gráfico. Borghi y Oscar Acosta, el Bicho y Ferro.

26 ¿Fran­cis Cor­ne­jo tam­bién fue tu des­cu­bri­dor?

Es­to de los des­cu­bri­do­res no me gus­ta. Si vie­ne un téc­ni­co y di­ce: “A Sua­zo le en­se­ñé a ju­gar yo”. Es­tá bien, ¿pe­ro cuán­tos más te­nías? ¿Y los otros 20 no apren­die­ron na­da? Fran­cis fue un téc­ni­co más que tu­ve en Ar­gen­ti­nos.

27 ¿Te acor­dás de tu pri­mer via­je en avión?

¡Có­mo ol­vi­dar­me! (ri­sas) Fue en 1981, yo era pen­de­ji­to y tu­ve la des­gra­cia de caer al la­do del Lo­co Sa­li­nas, un via­je al in­te­rior por un Na­cio­nal. “Pi­be, ¿tra­jis­te gui­ta pa­ra la co­mi­da?”, me pre­gun­tó de en­tra­da Sa­li­nas. “Mi­rá que no ten­go un pe­so, no pi­das na­da que no te pue­do pa­gar”. Pa­só la aza­fa­ta, me ofre­ció la co­mi­da y le di­je “No, gra­cias”. Creo que si Sa­li­nas me ve hoy, me si­gue aga­rran­do pa­ra la jo­da.

 

Borghi, puro talento.
 

28 ¿Cuán­do em­pe­zó tu fo­bia por los avio­nes?

Ha­ce dos años. Le hi­ci­mos un es­tu­dio del co­ra­zón a mi hi­jo y no le sa­lió bien. Al día si­guien­te cum­plía 42 años y mi se­ño­ra me hi­zo una fies­ta sor­pre­sa. Y al otro te­nía que via­jar. Mi hi­jo con 10 años y yo con 42, las mis­mas eda­des que te­nía­mos mi vie­jo y yo cuan­do él se mu­rió. Se jun­tó to­do. Me su­bí al avión, me to­có sen­tar­me so­lo y an­tes de des­pe­gar em­pe­cé a trans­pi­rar. No aguan­té más, me ba­jé y me pu­se a llo­rar co­mo un pi­be. El equi­po se fue y yo via­jé en au­to.

29 Con­tra el Ala­jue­len­se no via­jas­te. Es po­co pro­fe­sio­nal.

Pa­só a los cua­tro días de ese he­cho y el con­se­jo mé­di­co fue que no via­ja­ra. Aho­ra vue­lo, no es que me en­can­te, pe­ro via­jo. Me to­mo una pas­ti­lla pa­ra dor­mir, un ron y lis­to.

30 ¿No tar­dó de­ma­sia­do tu chan­ce pa­ra di­ri­gir en Ar­gen­ti­na?

Al con­tra­rio, me lle­gó rá­pi­do. Em­pe­cé en el 2002 co­mo DT y me con­si­de­ro jo­ven pa­ra la pro­fe­sión, ten­go 43 años.

31 ¿Có­mo vis­te el fút­bol ar­gen­ti­no des­de aden­tro, des­pués de tan­to tiem­po?

Se po­dría ju­gar me­jor. Cam­bió mu­cho el dis­cur­so de la gen­te, de lo que quie­re, to­do es “pon­gan hue­vo, pe­ga­le pa­ra arri­ba”. Así se le ha­ce di­fí­cil al ju­ga­dor en­ten­der cuán­do tie­ne que po­ner hue­vo y cuán­do ju­gar bien.

32 Mu­chos pen­sa­ron: “En Chi­le es fá­cil ser cam­peón, va­mos a ver­lo acá”.

Ser cam­peón es di­fí­cil en to­dos la­dos. Aho­ra, que el fút­bol ar­gen­ti­no sea más com­pe­ti­ti­vo, re­sul­ta ob­vio. En Co­lo Co­lo fui­mos cam­peo­nes con cua­tro equi­pos di­fe­ren­tes y ven­dien­do 11 ju­ga­do­res.

33 ¿Per­ci­bís que hay co­mo una lu­na de miel con el pe­rio­dis­mo ar­gen­ti­no?

Pue­de ser, ve­re­mos has­ta cuán­do du­ra. Acá hay mu­chos chi­cos que no me vie­ron ju­gar, otros que sí me co­no­cen y ni pen­sa­ban que po­día ser en­tre­na­dor; al­gu­nos me ve­rán char­la­tán, otros hu­mil­de...

34 ¿Cuál es la cla­ve pa­ra ser un buen DT?

No ol­vi­dar­nos de que fui­mos ju­ga­do­res. El téc­ni­co se ol­vi­da de que fue ju­ga­dor y el ju­ga­dor cree que el DT nun­ca ju­gó fút­bol.

35 ¿Quién es el me­jor DT ar­gen­ti­no?

Bian­chi. No lo co­noz­co, pe­ro ten­go bue­nas re­fe­ren­cias. Ade­más, es el me­jor por­que no es­tá tra­ba­jan­do.

36 ¿Có­mo lo ves a Biel­sa en Chi­le?

El gran pro­ble­ma de Biel­sa es que no co­no­ce mu­cho la idio­sin­cra­cia chi­le­na. El tie­ne que con­ven­cer a los ju­ga­do­res, a la gen­te y al pe­rio­dis­mo. El tra­ba­jo de un en­tre­na­dor es dar ex­pli­ca­cio­nes, aun­que uno no las quie­ra dar. Creo que de­be­ría mez­clar­se con la gen­te.

37 ¿Tu­vis­te con­tac­to con él?

No, y eso me lla­mó la aten­ción, por­que yo es­ta­ba a car­go del equi­po más im­por­tan­te, Co­lo Co­lo, el que apor­ta­ba más ju­ga­do­res a la se­lec­ción, en un mo­men­to iban 11. Hu­bie­ra es­pe­ra­do que me lla­mara pa­ra coor­di­nar, no pa­ra pe­dir con­se­jos.

38 ¿Por qué Ar­gen­ti­nos tie­ne tan buen se­mi­lle­ro?

Por­que his­tó­ri­ca­men­te hu­bo buen gus­to por los ju­ga­do­res y la lí­nea no cam­bia­ba de una di­vi­sión a otra. No es que te pe­dían un gran­do­te cuan­do se ha­cía el cam­bio de di­vi­sión.

39 ¿Por qué le pe­ga­bas tan­to “tres de­dos”?

Se lo co­pié a Teó­fi­lo Cu­bi­llas, en el Mun­dial del 78, un gol de ti­ro li­bre que le hi­zo a Es­co­cia. El fút­bol es imi­ta­ción.

40 ¿Te sen­tís cam­peón del mun­do?

Cla­ro, si ju­gué tres par­ti­dos. Se die­ron dos cir­cuns­tan­cias pa­ra que no rin­die­ra: era muy jo­ven, te­nía 21 años, y no era un ju­ga­dor útil pa­ra Bi­lar­do.

En México 86 con Valdano, Bilardo y Maradona. Jugó tres partidos y luego, al banco.

41 Una vez con­tas­te que en esa Se­lec­ción hu­bo dis­cu­sio­nes fuer­tes, ¿por qué eran?

Hu­bo reu­nio­nes du­ras. Re­cuer­do una, des­pués del par­ti­do en Co­lom­bia, en la gi­ra pre­via, don­de fui­mos un de­sas­tre. Más de uno creía que no to­dos es­ta­ban preo­cu­pa­dos o que les da­ba lo mis­mo dar o no dar el má­xi­mo es­fuer­zo en pos del ob­je­ti­vo.

42 ¿Se pe­lea­ron?

De­pen­de de qué me­dio. El Po­pu­lar di­ría “Pe­lea en el plan­tel”, Cró­ni­ca te pon­dría la pla­ca de “Ul­ti­mo mo­men­to” y La Na­ción hu­bie­ra ti­tu­la­do: “In­ter­cam­bio de pa­la­bras”. Du­ran­te el Mun­dial hu­bo mu­chas de esas.

43 ¿Ma­ra­do­na de Ar­gen­ti­nos o de Mé­xi­co 86?

El de Ar­gen­ti­nos, no ten­go du­das, lo que pa­sa es que nos veía muy po­ca gen­te. Del mis­mo mo­do te di­go que no eli­jo el gol a In­gla­te­rra co­mo el me­jor.

44 A ver...

Los dos go­les a Bél­gi­ca son me­jo­res, pa­ra mí. El de In­gla­te­rra tie­ne mu­chos erro­res. ¿Vos creés que Die­go le hu­bie­se me­ti­do ese gol a Ita­lia o a Uru­guay? Lo ba­ja­ban an­tes. Si ves los go­les a Bél­gi­ca, cuan­do él de­ci­de pa­tear los de­fen­so­res re­cién es­ta­ban sa­can­do la pier­na. Eso te da una idea de la ve­lo­ci­dad men­tal de Die­go. Igual, su me­jor gol en la Se­lec­ción, pa­ra mí, fue el que le me­tió a Leao, en 1979, de Res­to del Mun­do, con una com­ba per­fec­ta.

45 ¿Me­not­ti o Bi­lar­do?

Me­not­ti: hay un an­tes y un des­pués de él en la Se­lec­ción. Apar­te, mi vi­da dia­ria va más con Me­not­ti; es­toy le­jos de ser ob­se­si­vo co­mo Bi­lar­do, aun­que le re­co­noz­co sus vir­tu­des. Co­mo equi­po, igual, me que­do con el del 86.

46 ¿ En qué co­sas de la vi­da te ha­cés la ra­bo­na?

Yo siem­pre ha­go la ra­bo­na, nun­ca ha­go lo que la gen­te es­tá pen­san­do que voy a ha­cer. Eso me ha­ce un ti­po di­fe­ren­te, un ti­po que no va con la co­rrien­te.

En Independiente jugó apenas seis meses en 1990 y posó con la rabona para El Gráfico.

47 ¿La ga­nó Ju­ven­tus o la per­dió Ar­gen­ti­nos a la In­ter­con­ti­nen­tal 85?

La per­dió Ar­gen­ti­nos, si Jo­sé me­tía dos de­fen­so­res ce­rra­ba el par­ti­do 2-1 y éra­mos cam­peo­nes. Pe­ro fi­ja­te una co­sa, siem­pre ha­go el mis­mo test y pre­gun­to quié­nes ju­ga­ron la fi­nal del año an­te­rior y la del pos­te­rior, y ca­si na­die se acuer­da. Eso sig­ni­fi­ca que no siem­pre lo más im­por­tan­te es ga­nar, si­no que va­len otras co­sas.

48 ¿Qué sen­sa­ción pre­do­mi­na­ba cuan­do en­tras­te a ese ves­tua­rio: or­gu­llo o bron­ca?

Tris­te­za, so­bre to­do. Los más gran­des llo­ra­ban, yo pre­gun­ta­ba por qué y me de­cían: no vol­ve­mos nun­ca más. Yo te­nía 21 años y pen­sé que sí, pe­ro no vol­ví más a ju­gar una In­ter­con­ti­nen­tal.

49 Esa fi­nal te ca­ta­pul­tó en to­do sen­ti­do, ¿no?

Sí, pe­ro a la vuel­ta de To­kio se­guía yen­do a en­tre­nar en bon­di. En esa épo­ca era nor­mal. Mis prio­ri­da­des eran: com­prar­le la ca­sa a mi vie­ja, más tar­de una pa­ra mí, y re­cién des­pués el au­to. Juan Ca­ra­co­che, un chi­co que hoy jue­ga en In­de­pen­dien­te, vie­ne en bi­ci a en­tre­narse y el otro día lo aga­rra­ron pa­ra la jo­da en una no­ta. Me ima­gi­no que aho­ra el pi­be de­be es­tar pen­san­do en com­prar­se un au­to pa­ra que no lo jo­dan más. Y tie­ne que ser al re­vés.

50 ¿Es muy dis­tin­to el ju­ga­dor ac­tual al de tu épo­ca?

Sí, hoy los pi­bes es­tán muy ex­pues­tos y a ve­ces ha­cen más lo que la gen­te quie­re que lo que ellos pien­san. Le di­cen “¿Có­mo an­dás en es­te au­to?” y lo obli­gan a com­prar­se un úl­ti­mo mo­de­lo y al fi­nal quie­ren de­mos­trar un es­ta­tus que no tie­nen.

51 La ge­ne­ra­ción Play Sta­tion.

En mi épo­ca ju­gá­ba­mos al Ata­ri, pe­ro era abu­rri­do. Cuan­do me com­pró el Mi­lan fue du­ro: no ha­bía te­lé­fo­no ni in­ter­net, con­se­guías un Cla­rín de dos se­ma­nas an­tes y te lo leías en­te­ro.

52 ¿Có­mo to­mas­te que tu hi­ja se pu­sie­ra de no­via con Cris­tó­bal Jor­que­ra, ju­ga­dor tu­yo en Co­lo Co­lo?

Fue un pro­ble­ma gran­de pa­ra los dos por­que si lo po­nía no iba a fal­tar el es­tú­pi­do que di­je­ra que lo ha­cía por­que es­ta­ba de no­vio con mi hi­ja. Y fui muy in­jus­to, por­que a ve­ces lo sa­ca­ba pa­ra no per­ju­di­car­lo. Los téc­ni­cos so­mos in­jus­tos: si te­ne­mos un hi­jo ma­lo lo que­re­mos ha­cer ju­ga­dor y si es bue­no, no lo po­ne­mos.

53 ¿Por quién te en­te­ras­te del no­viaz­go: por él o por ella?

Por mi mu­jer. El pro­ble­ma em­pie­za cuan­do en­tra a tu ca­sa. Se ha­cen con­ve­nios. Yo fui cla­ro con él: “Acá no soy téc­ni­co tu­yo”. Se le com­pli­ca­ba si sa­lía con mi hi­ja un vier­nes y yo me en­te­ra­ba.

54 Te vi­no a bus­car el Mi­lan y no que­rías ir.

Hoy se ti­ran de ca­be­za. El pro­ble­ma fue que me ven­die­ron sin pre­gun­tar­me, mien­tras es­ta­ba en el Mun­dial. Yo siem­pre fui un ti­po ra­ro, aún si­go sién­do­lo en rea­li­dad, pe­ro las de­ci­sio­nes me gus­tan to­mar­las a mí. En ese tiem­po tam­bién me que­ría el Ra­cing Ma­tra y yo pre­fe­ría ir a Pa­rís. No me equi­vo­ca­ba: el pe­río­do de adap­ta­ción era im­por­tan­te. Apar­te, Pa­rís me gus­ta mu­cho. Bo­lu­do no soy.

Berlusconi lo compró para el Milan, pero el Bichi no jugó nunca un partido oficial.

55 Re­cor­dá tu pri­mer en­cuen­tro con Ber­lus­co­ni.

Me di­jo: “Ve­ni­te a co­mer a ca­sa”. Yo no te­nía mu­cha idea de quién era. Fui­mos con mi se­ño­ra. Lo pri­me­ro que me lla­mó la aten­ción fue que el ti­po se pu­sie­ra la ser­vi­lle­ta en el cue­llo pa­ra co­mer la pas­ta. La ca­sa era una co­sa ex­traor­di­na­ria, con igle­sia, pi­naco­te­ca, es­cul­tu­ras, sa­la de mú­si­ca, y has­ta te­nía una ha­bi­ta­ción blin­da­da. Ape­nas lle­ga­mos, sa­có una ca­ji­ta del bol­si­llo y me di­jo: “Es­to es pa­ra tu se­ño­ra”. No le di bo­la en ese mo­men­to, y en ca­sa mi se­ño­ra pre­gun­tó, lo abrí y era un co­llar. Cuan­do lo ta­sa­mos... ¡ma­mi­ta! Eran unos cuan­tos bi­lle­tes.

56 ¿Pa­ra qué te com­pró Ber­lus­co­ni si nun­ca ju­gas­te?

Cuan­do me com­pró, el téc­ni­co era Lied­holm, el sue­co, y Ca­pe­llo era su ayu­dan­te. Ju­gué un Mun­dia­li­to y me di­je­ron que si an­da­ba bien me que­da­ba en el Mi­lan. Ju­gué bár­ba­ro, me eli­gie­ron el me­jor ju­ga­dor del tor­neo... y me die­ron una pa­ta­da en el or­to. Re­sul­ta que en el me­dio con­tra­ta­ron a Arri­go Sac­chi, com­pra­ron a Gu­llit y Van Bas­ten, y en esa épo­ca solo en­tra­ban dos ex­tran­je­ros por equi­po. Me tu­ve que ir a prés­ta­mo. A lo me­jor, si se­guía Lied­holm yo ter­mi­na­ba ju­gan­do en el Mi­lan. Son los pe­que­ños he­chos que por ahí te cam­bian la ca­rre­ra. El gus­to de un en­tre­na­dor te ca­ga la vi­da, sal­vo que seas un fe­nó­me­no.

57 ¿Pe­ro te lle­gó a ver Sac­chi?

Un fe­nó­me­no Sac­chi. Co­mo no ha­bía ju­ga­do al fút­bol, no po­día mos­trar los ejer­ci­cios. Si al­guien lo ha­cía mal me lla­ma­ba y me de­cía: “A ver, Borg­hi, ha­ga es­to”. Y yo lo ha­cía pa­ra to­dos. Des­pués no me po­nía. Un mons­truo.

58 ¿Se­guís sien­do fa­na del rock na­cio­nal?

Me­nos, por­que los que me gus­ta­ban ya no to­can. Sim­pre me en­can­tó Da­vid Le­bón.

59 ¿Por qué de­cla­ras­te que la mu­jer de Yu­di­ca sa­bía más de fút­bol que Yu­di­ca?

Me te­nía ca­ri­ño la mu­jer de Jo­sé, qui­zás por­que era de la edad de sus hi­jos y me veía des­pro­te­gi­do. Yo me eno­ja­ba con Jo­sé por­que que­ría ju­gar, pe­ro la ver­dad es que me ban­có a muer­te en la épo­ca en que ha­cían fi­la pa­ra pu­tear­me.

60 ¿En Ar­gen­ti­nos te pu­tea­ban?

A mí y a unos cuan­tos más, to­dos fue­ron pu­tea­dos en Ar­gen­ti­nos, has­ta Die­go.

61 ¿En al­gún mo­men­to te sen­tis­te más chi­le­no que ar­gen­ti­no?

Es­toy en un 50 y un 50. En Chi­le me han tra­ta­do muy bien.

62 ¿Co­mi­da chi­le­na o ar­gen­ti­na?

Ma­ris­cos chi­le­nos y car­ne de acá. Mi de­bi­li­dad, el le­chón.

63 Un li­bro.

Tres mo­men­tos de una vi­da, de Her­mann Hes­se.

64 ¿Con quién vi­vís acá?

Mi fa­mi­lia se que­dó en Chi­le y fui a la ca­sa de mis sue­gros, no po­día ir a lo de mis her­ma­nos, que tie­nen to­do ar­ma­do. Ya te di­je: soy un ti­po ra­ro. Apar­te, es una bue­na ex­cu­sa es­tar con los sue­gros, tu mu­jer has­ta pue­de creer que sos un buen ti­po.

65 ¿Tu fa­mi­lia no va a ve­nir?

¿Vos pen­sás que al­gún téc­ni­co pue­de pla­ni­fi­car qué pa­sa­rá el pró­xi­mo año? Mis hi­jos es­tu­dian y no pue­den de­jar el año por la mi­tad. En di­ciem­bre ve­re­mos.

66 ¿Có­mo de­fi­ni­rías tu pa­so co­mo ju­ga­dor de In­de­pen­dien­te?

Cor­to co­mo pol­vo de chan­cho. Me­nos de un año fue. Es­pe­re­mos que co­mo en­tre­na­dor sea dis­tin­to.

67 ¿Vol­vis­te a ver el par­ti­do con Ju­ven­tus?

Com­ple­to ja­más, solo pe­da­zos. No sue­lo ver co­sas mías por­que me da la sen­sa­ción de que es­toy muer­to.

La consagración fue en la Intercontinental 85 entre Argentinos y la Juventus.

68 Tu ído­lo de pi­be.

Lu­que. Se lo di­je cuan­do ju­ga­ba en Unión. Es­ta­ba en la ca­mi­lla, en­tró y em­pe­cé a tem­blar. Y eso que yo ya era un bo­lu­do gran­de, pe­ro no de­ja­ba de ser mi ído­lo.

69 ¿Qué re­cuer­do te­nés del Mun­dial 78?

La vi­drie­ra de la ca­sa de elec­tro­do­més­ti­cos don­de veía­mos los par­ti­dos con los pi­bes del ba­rrio. En ca­sa te­nía una en blan­co y ne­gro, y en la vi­drie­ra lo veía­mos en co­lo­res. El Mun­dial fue cla­ve pa­ra mí, ahí de­ci­dí ser fut­bo­lis­ta.

70 ¿Quién fue el DT que más in­flu­yó en tu for­ma­ción?

Al­ber­to Pom­peo Tar­di­vo. Me aga­rró en las in­fe­rio­res de Ar­gen­ti­nos y me en­se­ñó a ju­gar y co­sas de la hi­gie­ne per­so­nal.

71 ¿Y quién fue el peor?

Mir­ko Jo­sic. No en­ten­día na­da de fút­bol. Ga­nó la Li­ber­ta­do­res con Co­lo Co­lo, una cla­ra mues­tra de que ga­nar no sig­ni­fi­ca que sos el me­jor DT, ni si­quie­ra que sos bue­no. Hay gen­te que jue­ga to­da su vi­da al fút­bol y no lo en­tien­de, co­mo hay otros que lo co­men­tan to­do la vi­da y tam­po­co lo en­tien­den.

72 Te fuis­te de la Se­lec­ción an­tes del Mun­dial y vol­vis­te a los cua­tro días, ¿qué pa­só?

La re­vis­ta Gen­te pu­bli­có que ha­bía apa­re­ci­do un hom­bre di­cien­do ser mi pa­dre, in­clu­so fue­ron al ce­men­te­rio de Mo­rón a ver si es­ta­ba en­te­rra­do, ti­tu­la­ron que mi vie­ja es­ta­ba pos­tra­da, que mi no­via era la nue­va Cy­tersz­pi­ller. Ade­más, mi re­li­gión. Pa­re­cía un rock star, con se­gui­mien­to de fo­tó­gra­fos a to­da ho­ra. No po­día vi­vir así.

73 Se di­jo que te ha­bías cru­za­do mal con Clau­sen y Rug­ge­ri.

Fue men­ti­ra, con Trob­bia­ni me aga­rré en el Mun­dial. El me dio una pa­ta­da, yo otra y así se­gui­mos, por eso los que di­cen que no te­nía el fue­go sa­gra­do, na­da que ver, yo era más ca­len­tón que la pu­ta que lo pa­rió. Tam­bién me aga­rré con Ma­ra­go­ni: él es­ta­ba en la ma­yor y yo en los ju­ve­ni­les. Era un pen­de­jo irres­pe­tuo­so.

74 Co­mo fut­bo­lis­ta eras un re­bel­de, ¿co­mo DT tam­bién?

Yo soy re­bel­de en la vi­da, lo peor que po­dés ha­cer­me es obli­gar­me, por­que ha­go to­do lo con­tra­rio. Soy un ti­po ra­ro, no ha­go lo que la gen­te es­pe­ra.

75 ¿Se­guís mi­ran­do los par­ti­dos por TV sin vo­lu­men?

Sin vo­lu­men y en una te­le chi­qui­ta. En San­tia­go no pue­do fu­mar en cual­quier la­do y ten­go que ir a la co­ci­na. El vo­lu­men lo ba­jo pa­ra no es­cu­char las bo­lu­de­ces que se di­cen.

76 ¿Se di­cen mu­chas bo­lu­de­ces?

Bo­lu­de­ces, pe­lo­tu­de­ces y bu­rra­das. Tam­bién al­gu­nos me gus­tan, eh. El otro día di­je­ron: “Una vo­lea sin pa­rar­la”. ¡To­das las vo­leas son sin pa­rar­la! O di­cen: “To­mó una ma­la de­ci­sión”. La ver­dad, no me atre­ve­ría a afir­mar que Ma­ra­do­na de­ci­dió mal. Es co­mo ver un par­ti­do de te­nis y de­cir que Fe­de­rer pu­so mal la ra­que­ta.

77 ¿Ale­xis Sán­chez se­ría el Borg­hi ac­tual por có­mo vi­ve el fút­bol?

Ale­xis quie­re ju­gar, y a los 18 años pien­sa co­mo un chi­co de 18, no le po­de­mos pe­dir que pien­se co­mo uno de 40.

78 ¿Bor­gui o Bor­yi? Se pro­nun­cia Bor­gui, en ita­lia­no. En Chi­le soy Bor­chi.

79 ¿Por qué arran­cas­te co­mo DT en el fút­bol uni­ver­si­ta­rio?

Bus­ca­ba la­bu­ro co­mo en­tre­na­dor, ar­mé un pro­yec­to y me vi­nie­ron a bus­car de la Uni­ver­si­dad de las Amé­ri­cas. Les co­men­té que mi pro­yec­to era pa­ra fút­bol pro­fe­sio­nal, pe­ro in­sis­tie­ron y en­ton­ces le cam­bié el tí­tu­lo a la car­pe­ta y se la di. Acep­ta­ron y así em­pe­cé. En­se­gui­da me lla­ma­ron de Au­dax, pe­ro co­mo en la Uni­ver­si­dad me pa­ga­ban bien di­ri­gí en los dos lu­ga­res al mis­mo tiem­po, en do­ble tur­no.

80 ¿Pro­me­tés que nun­ca vas a ha­cer una prác­ti­ca a puer­tas ce­rra­das?

Hoy me lla­mó un co­le­ga tu­yo y me di­jo: “Ten­go una bom­ba, sé que co­mis­te con una per­so­na muy im­por­tan­te del fút­bol”. Sí, co­mí con Vei­ra, Mer­lo, Ri­quel­me y el Bu­rri­to Or­te­ga. Le di­je: “Si ca­da vez que co­mo con al­guien del fút­bol va a ser una no­ti­cia, avi­sa­me, por­que acá no ten­go ami­gos car­pin­te­ros, mis ami­gos son del fút­bol”. Si qui­sie­ra jun­tar­me sin que me vean no voy a Puer­to Ma­de­ro. Con es­to di­go que si no me bo­lu­dean, no ha­ré nun­ca prác­ti­cas a puer­tas ce­rra­das. De­pen­de de la in­te­li­gen­cia de los pe­rio­dis­tas.

81 ¿Por qué te jun­tas­te con Or­te­ga?

Lo que­ría co­no­cer yo y tam­bién mi hi­jo, que es­tu­vo de vi­si­ta. Me cau­só una lin­da im­pre­sión.

82 ¿Con quién te des­lum­bras­te más char­lan­do de fút­bol?

Con Me­not­ti, un ti­po muy sa­bio.

83 ¿En qué te sen­tís fuer­te y en qué dé­bil co­mo DT?

Mi de­bi­li­dad es apo­yar de­ma­sia­do al ju­ga­dor cuan­do la gen­te lo pu­tea. Y mi for­ta­le­za es apo­yar siem­pre al ju­ga­dor.

84 ¿Có­mo son tu char­las téc­ni­cas?

Du­ran me­dia ho­ra y las ba­so en las for­ta­le­zas nues­tras. No me in­te­re­sa ate­mo­ri­zar a mi equi­po con el ri­val. Yo te­nía un téc­ni­co que ca­da vez que ju­gá­ba­mos pa­re­cía que en­fren­tá­ba­mos al Real Ma­drid. Yo tra­to de for­ta­le­cer lo pro­pio.

85 ¿Cuán­do se ve­rá el In­de­pen­dien­te de Borg­hi?

A lo me­jor no se ve nun­ca, yo qué sé. Cuan­do jue­gue bien, voy a de­cir que es mi equi­po y cuan­do lo ha­ga mal di­ré “Es­te no es”.

 

Se calzó el buzo de DT del Rojo.
 

86 ¿Por qué Ar­gen­ti­na no lle­ga a una se­mi­fi­nal de Mun­dial des­de 1990?

El pro­ble­ma no es có­mo jue­ga Ar­gen­ti­na las eli­mi­na­to­rias si­no có­mo lle­ga al Mun­dial. Al te­ner Su­da­me­ri­ca el pri­vi­le­gio de cua­tro cu­pos y me­dio, ha­bría que apun­tar al fu­tu­ro. Igual, no soy quién pa­ra dar­le con­se­jos a un téc­ni­co co­mo Ba­si­le.

87 ¿Los ju­ga­do­res de In­de­pen­dien­te te pre­gun­tan por las ra­bo­nas?

No.

88 “Si ju­ga­ba 10 par­ti­dos co­mo ese de Ja­pón, Borg­hi era otro Ma­ra­do­na”. Lo di­jo Pla­ti­ni.

Tam­bién di­jo que era co­mo Pi­cas­so. Si yo ju­ga­ba 10 par­ti­dos co­mo aquel con­tra Ju­ven­tus, hu­bie­ra si­do más que Ma­ra­do­na, pe­ro esos par­ti­dos se dan muy de vez en cuan­do.

89 ¿Coin­ci­dís con los que di­cen que des­pués de Ma­ra­do­na no se vio otro ta­len­to co­mo el tu­yo? ¿Fuis­te un ge­nio que de­ci­dió des­per­di­ciar­se?

Des­de que sur­gió Die­go, to­dos los que vi­ni­mos des­pués lle­va­mos el car­te­li­to del pró­xi­mo Ma­ra­do­na: Ca­nig­gia, Ri­quel­me, Mes­si, Agüe­ro... La gen­te es­pe­ra de uno co­sas que uno no pue­de ha­cer. Es más: me cuen­tan go­les que ja­más hi­ce. Yo no era muy ta­len­to­so, si al­guien en­cuen­tra una ju­ga­da mía en que me pa­sa­ba a tres en una bal­do­sa, que me la ha­ga ver. Yo te­nía una ha­bi­li­dad en ve­lo­ci­dad in­te­re­san­te, na­da más. Un ami­go mío siem­pre di­ce: “Yo, que me co­noz­co des­de chi­qui­to” (ri­sas)... Y yo, que me co­noz­co des­de chi­qui­to, no pien­so co­mo la gen­te: en la vi­da lle­gué a ser mu­chí­si­mo más de lo que hu­bie­se so­ña­do.

90 ¿La gen­te opi­na cual­quier co­sa?

Mi­rá: de fút­bol opi­na­mos to­dos y to­dos pen­sa­mos que lo ha­ce­mos bien. Es co­mo el se­xo. ¿Es­cu­chas­te a al­gún ti­po que di­je­ra “No sé co­ger”? Por eso el di­cho es: “De se­xo y de fút­bol opi­na­mos to­dos y to­dos pen­sa­mos que lo ha­ce­mos bien”.

91 ¿Te fal­ta­ba fue­go sa­gra­do?

Ma­ra­do­na siem­pre ju­gó pa­ra ser el me­jor; hay otros que no ju­ga­mos pa­ra ser los me­jo­res, no lo sen­tía. Pa­ra mí, ga­nar ja­más fue lo más im­por­tan­te. Hoy, co­mo téc­ni­co, nun­ca te voy a de­cir que hay que ga­nar cues­te lo que cues­te, o que afron­ta­mos un par­ti­do de vi­da o muer­te, no man­do esos men­sa­jes. Pe­ro no me fal­ta­ba fue­go.

92 ¿Y cuál es tu men­sa­je hoy: tran­qui­los, si per­de­mos no se ca­lien­ten?

De­pen­de có­mo per­da­mos. Si per­de­mos por­que el equi­po ri­val nos su­pe­ró, es­tá bien. Aho­ra, si per­de­mos por­que so­mos ma­los, me preo­cu­po.

93 ¿Se­guís sien­do mor­món?

Sí, pe­ro ya no ejer­zo. Me pa­só co­mo a tan­tos que he­re­dan la re­li­gión: mis vie­jos eran mor­mo­nes, y yo los se­guí. No te­ner se­xo has­ta el ma­tri­mo­nio es­ta­ba den­tro de los man­da­mien­tos del mor­món. Creía en eso; aho­ra, de ahí a cum­plir­lo...

Frente a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Se asumió mormón, declaró que llegaría virgen al matrimonio y causó gran revuelo.

94 ¿Lle­gas­te vir­gen al ma­tri­mo­nio co­mo afir­ma­bas en esa épo­ca?

No.

95 En un am­bien­te ma­chis­ta co­mo el fút­bol,  ¿no te car­ga­ban com­pa­ñe­ros y ri­va­les?

Al con­tra­rio, me fue muy bien: mu­chas chi­cas me que­rían des­vir­gar. Un ami­go mío di­ce que ja­más le pa­gó a una pros­ti­tu­ta; le da­ba cien dó­la­res pa­ra el ta­xi na­da más (ri­sas). Lo que pasa es que hay gen­te que no quie­re y otra que no pue­de, hay que preo­cu­par­se cuan­do uno no pue­de.

96 ¿Se­guís pen­san­do que no hay que te­ner re­la­cio­nes an­tes de ca­sar­se?

Oja­lá la gen­te pu­die­ra, es un man­da­mien­to de la Bi­blia. Por otro la­do, por más que se quie­ra, nin­gún ma­tri­mo­nio que se lle­ve mal en la ca­ma pue­de ser fe­liz.

97 ¿A tus hi­jos les de­cís que no ten­gan se­xo has­ta que se ca­sen?

Mis hi­jos ha­cen lo que quie­ren con su vi­da, se pue­den equi­vo­car pe­ro ja­más me me­to. Yo no doy con­se­jos, doy ejem­plos. Los con­se­jos a ve­ces se dan y por ahí no se es­cu­chan. El ejem­plo lo te­nés a dia­rio. A mi hi­jo le pue­do de­cir que no soy bo­rra­cho ni me he dro­ga­do, pe­ro ja­más le voy a po­der de­cir que no fu­me. A lo me­jor, vién­do­me, es un buen ejem­plo pa­ra que no fu­men.

98 ¿No te arre­pen­tís de ha­ber di­cho que eras hin­cha de Ra­cing?

No, al fi­nal pa­re­ce que el úni­co hin­cha de un equi­po soy yo. Soy de Ra­cing por­que mi vie­jo era de Ra­cing, y esas co­sas se he­re­dan. Co­mo can­ta Se­rrat, car­ga­mos con la re­li­gión y las cos­tum­bres de nues­tros vie­jos.

99 Si te va mal, los hin­chas de In­de­pen­dien­te te lo van a re­cor­dar.

Pue­de ser, pe­ro agra­dez­can que al me­nos soy ho­nes­to. Ja­más me pon­dría una cam­sie­ta de Ra­cing pa­ra ir a la can­cha de In­de­pen­dien­te y tam­po­co me atre­ve­ría a be­sar la del Ro­jo en des­me­dro de la gen­te de Ra­cing. En el fút­bol hay que te­ner res­pe­to.

100 ¿De quién es tu hi­jo?

De Ra­cing, cuan­do na­ció te­nía la ca­mi­se­ta, el va­so, el ba­be­ro, to­do. No voy a ser yo el úni­co bo­lu­do de la fa­mi­lia...

Por Diego Borinsky (2008).

Fotos: Jorge Dominelli y Archivo El Gráfico.


Ver artículo completo