LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

2006. Carlos Babington 100 x100

Por Redacción EG · 20 de septiembre de 2022

Fiel a su estilo, Carlos Babington responde las 100 preguntas de El Gráfico. Polémico, amigo de sus amigos y enemistado con varias personas, el Inglés repasa su vida ligada al fútbol. Huracán, la Selección y mucho más.


1 Jue­ga Ar­gen­ti­na en River y la gen­te can­ta “el que no sal­ta es un in­glés”. ¿Te sen­tís aludido? No, yo soy bien por­te­ño, ¿qué te pa­sa?

2 ¿Cuán­do na­ce el apo­do? De pi­be me de­cían La­van­di­na, por­que era ru­bio blan­co. Y en al­gún mo­men­to apa­re­ció el “In­glés”, por­que mi abue­lo na­ció en Lon­dres, pe­ro no re­cuer­do ni quién ni cuán­do me lo pu­sie­ron.

3 ¿Por qué te pe­leas­te con Brin­di­si? Te­mas per­so­na­les, na­da que ver con el fút­bol. Desde 1981 no nos hablamos. Ni quie­ro ha­cer­lo.

Con Brindisi armaron una gran sociedad y fueron campeones. Están peleados desde 1981.

4 ¿La de­sig­na­ción de Ba­si­le re­va­lo­ri­za a los téc­ni­cos “va­gos”? Si sien­to or­gu­llo de per­te­ne­cer a es­te clan es por eso, por­que son to­das men­ti­ras. Ten­dría­mos que ver qué es tra­ba­jar en el fút­bol. Cuan­do ju­ga­ba en Co­lom­bia, el téc­ni­co Ochoa Uri­be es­ta­ba se­pa­ra­do y se que­da­ba a vi­vir en el club, ha­cía to­do do­ble tur­no. Les da­ba una pe­lo­ta a los ju­ga­do­res y los te­nía bo­lu­dean­do ocho ho­ras y co­men­ta­ban: “Mi­rá có­mo la­bu­ra es­te ti­po”. De­cían que La­bru­na no tra­ba­ja­ba y fue un ge­nio pa­ra ele­gir ju­ga­do­res. ¿Qué es lo más im­por­tan­te de un téc­ni­co? Sa­ber ele­gir los ju­ga­do­res y sa­car­les el ma­yor pro­ve­cho. A no­so­tros nos til­da­ron de va­gos, por las an­ti­no­mias Me­not­ti-Bi­lar­do. Que bo­li­chea­mos mien­tras el otro es­tu­dia con la com­pu­ta­do­ra. Es­to po­ne un po­co las co­sas en su lu­gar. No só­lo a Ba­si­le, por­que yo no me pue­do que­jar: de los 20 años co­mo téc­ni­co, si pa­sé 5 sin tra­ba­jar, es mu­cho. Di­ri­gí Ri­ver, Ra­cing dos ve­ces, Hu­ra­cán cua­tro.

5 ¿Es ver­dad o mi­to que se la pa­san to­man­do ca­fé y whisky? Whisky yo no to­mo. Aho­ra, que nos gus­ta sa­lir y ha­cer so­bre­me­sa, nin­gu­na du­da. La so­bre­me­sa de fút­bol de La Ra­ya es de to­da la vi­da. Yo me ca­sé muy jo­ven, y mis pri­me­ras pe­leas de ma­tri­mo­nio fue­ron por­que me que­da­ba en La Ra­ya es­cu­chan­do em­bo­ba­do a Pi­po Ros­si, Adol­fo Pe­der­ne­ra, Al­fre­do Di Sté­fa­no y al Ne­ne Rial has­ta las cin­co de la ma­ña­na. Yo era un pi­be de 20 años y pa­ra mí eso era la Bi­blia, es­cu­char a los dio­ses del fút­bol. A ve­ces la ron­da em­pe­za­ba en el al­muer­zo y se ex­ten­día has­ta la ce­na, ha­cía­mos do­ble tur­no. Somos bo­he­mios, el fút­bol tie­ne esas raí­ces.

6 Si se que­da­ban has­ta la ma­dru­ga­da, no prac­ti­ca­ban a la ma­ña­na. Esas son exa­ge­ra­cio­nes, nun­ca fue así. A Co­co le ti­ra­ban los cu­bi­tos del whisky y pa­só a ser el rey de la his­to­ria.

7 Los ju­ga­do­res le de­jan gui­ta a los téc­ni­cos pa­ra ju­gar: ver­da­de­ro o fal­so. Ha­ce unos años me de­sa­yu­né que un ju­ga­dor ha­bía fir­ma­do un con­tra­to por 60 mil dó­la­res y le da­ban 40, por­que el técnico le di­jo que si no le de­ja­ba 20 no lo llevaba. ¿Sa­bés quién era el téc­ni­co? Yo. Me en­te­ré por­que des­pués hi­ce amis­tad con ese ju­ga­dor. ¿A cuán­tos ju­ga­do­res les dirán lo mis­mo y el DT no es­tá en­te­ra­do? En­ton­ces, ¿sa­bés lo que hay que te­ner en es­te am­bien­te? La fren­te al­ta y sa­ber que te com­por­tás bien, por­que se­gu­ro de­be ha­ber ju­ga­do­res que les dan a los téc­ni­cos y téc­ni­cos que les dan a di­ri­gen­tes. Tam­bién hay gen­te de­cen­te. Ten­go el or­gu­llo de haber dirigido siem­pre por de­re­cha. Y nun­ca le di na­da a na­die pa­ra que me lle­va­ran a nin­gún la­do.

8 Hu­ra­cán ga­nó una en­cues­ta co­mo el sex­to gran­de, ¿qué pues­to ocu­pa hoy? Cuan­do los ju­ga­do­res ve­nían al club, yo co­mo DT, les de­cía: “De Hu­ra­cán pa­ra arri­ba hay cin­co equi­pos; pa­ra aba­jo, mil”. Hoy, hay un po­co más de cin­co, reconozco que nos han pa­sa­do unos cuan­tos. Ten­dre­mos que dar­les al­can­ce otra vez.

9 ¿Por qué creés que te eli­gie­ron en Ri­ver co­mo DT? No fue ca­sua­li­dad. Ga­né el as­cen­so con Hu­ra­cán en el 90, hi­ci­mos un cam­pa­ñón en el 91, gané el as­cen­so en el 92 con Ban­field, ter­mi­né se­gun­do del Aper­tu­ra 93 con Ra­cing y eso me ca­ta­pul­tó a Ri­ver, más allá de que Piz­za­rot­ti ha­bla­ra bien de mí o que te­nía un ami­go en co­mún con el di­ri­gen­te Tra­ver­so­ne.

10 ¿Y por qué creés que te echa­ron? No me echa­ron, me fui. De ca­len­tón, por­que si la pi­lo­tea­ba, me hu­bie­ra que­da­do. Ha­bía­mos de­ci­di­do en con­jun­to ti­rar­nos a la Li­ber­ta­do­res por­que Pas­sa­re­lla re­cién asu­mía en la Se­lec­ción y se nos lle­va­ba nue­ve ju­ga­do­res. Y en la Li­ber­ta­do­res es­tá­ba­mos en cuar­tos de fi­nal. Un día me jun­to con los di­ri­gen­tes pa­ra de­fi­nir los re­fuer­zos, en­tre los que es­ta­ba Ra­món Díaz pa­ra ini­ciar su ter­ce­ra eta­pa co­mo ju­ga­dor, y me di­cen que ha­bía cier­to ma­les­tar por la de­rro­ta con­tra Bo­ca. En­ton­ces les plan­teé, de ca­len­tón: “Si no me quie­ren, me voy”. Y me fui. A mí me hi­zo dos go­les Tcha­mi, me ten­go que ma­tar...

11 ¿Por qué que­rían que te fue­ras? Yo ve­nía de reem­pla­zar a Ga­lle­go, y Da­vic­ce le di­jo que te­nía las puer­tas abier­tas del club. Era tan así que va­rias ve­ces vi­no a co­mer a la con­cen­tra­ción con no­so­tros. Y cuan­do se abu­rrió de la Se­lec­ción, fue y le pidió a Da­vic­ce que lo lle­va­ra a Ri­ver de vuel­ta. Da­vic­ce apro­ve­chó mi de­rro­ta con Bo­ca y lo qui­so traer. Pe­ro en el ín­te­rin, Pas­sa­re­lla lo aga­rró a Ga­lle­go: “¿A dón­de te creés que vas? Vos te quedás conmigo”. Y aga­rra­ron a Ra­món Díaz, que ya es­ta­ba arre­gla­do pa­ra ju­gar, y lo me­tie­ron como DT. Y al fi­nal es Ra­món el que le ter­mi­na ca­gan­do la vi­da a Ga­lle­go. El destino.

12 ¿Quién te fa­lló? Da­vic­ce y Ga­lle­go, los dos. Por eso les gri­té el gol cuan­do le ca­ga­mos el cam­peo­na­to en nues­tra can­cha. Sería un ta­ra­do si no re­co­noz­co la ca­pa­ci­dad de Ga­lle­go co­mo DT, pe­ro los úni­cos dos tor­neos que per­dió, se los sa­qué yo. Los dos con Hu­ra­cán, con go­les de Der­lis So­to. Otra vez el des­ti­no.

13 ¿Los ju­ga­do­res pue­den vol­tear a un DT? To­do pue­de pa­sar en el fút­bol, pe­ro siem­pre me jacté de tener un bue­n vínculo con los plan­te­les. Te­nía una re­la­ción es­pec­ta­cu­lar con Fran­ces­co­li, Al­mey­da, con casi to­dos. Esa ver­sión de que me vol­tea­ron los ju­ga­do­res la di­vul­gó al­gu­no pa­ra des­viar lo otro.

14 ¿Ese ma­za­zo de Ri­ver te cor­tó una ca­rre­ra as­cen­den­te como DT? Fue un click. Yo tu­ve dos clicks. El otro fue en el 2001: tras el epi­so­dio en Ri­ver, vol­ví a as­cen­der a Hu­ra­cán, hi­ce un cam­pa­ñón en la “A” y me lla­ma­ron del Ma­llor­ca, que es­ta­ba pa­ra ju­ga­r la Cham­pions. Me lle­vó Caa­ma­ño, el re­pre­sen­tan­te de Cú­per. Me tu­vo una se­ma­na en un ho­tel con otro nom­bre, y so­bre la ho­ra ca­yo un tal Krauss y se que­dó con el lu­gar. Fue el otro click, cuan­do es­ta­ba a pun­to de cum­plir el sue­ño de di­ri­gir en Eu­ro­pa.

15 ¿Qué es lo que más te sor­pren­dió de lo que vis­te aho­ra en Hu­ra­cán? La de­ja­dez de la can­cha, la se­de y La Que­mi­ta. En la se­de hay agu­je­ros en los te­chos, ro­ña acu­mu­la­da has­ta en los tro­feos de la pre­si­den­cia, in­di­gen­tes dur­mien­do en el con­tor­no de la can­cha. Y La Que­mi­ta es Si­be­ria, no tie­ne ni gas.

16 ¿Cuál es la cla­ve pa­ra ha­cer una bue­na pre­si­den­cia? Si Hu­ra­cán no tu­vie­ra la deu­da que tie­ne, de 10 mi­llo­nes de dó­la­res, es un club ma­ne­ja­ble. El pro­ble­ma es el arras­tre: to­do de­be pa­sar por el juz­ga­do de la con­vo­ca­to­ria. Hoy ven­di­mos a Gri­mi en 600 mil dó­la­res, pe­ro esa pla­ta ni la vi­mos: se la lle­vó el juez y 200 mil van pa­ra le­van­tar in­hi­bi­cio­nes. Acá hay que po­ner el ino­do­ro en el ba­ño y la me­sa­da en la co­ci­na, co­mo de­cía el Fla­co. Es­to era tie­rra de na­die, ca­da uno ha­cía lo que que­ría y na­die da­ba cuen­ta de na­da. Hoy, Hu­ra­cán tie­ne la ne­ce­si­dad im­pe­rio­sa de ven­der ju­ga­do­res: es el úni­co re­cur­so pa­ra pa­gar sus deu­das. Siem­pre, des­de Brin­di­si y Ba­bing­ton pa­ra ade­lan­te, vi­vió de los ju­ga­do­res del club. Es­pe­re­mos que es­ta co­rrien­te si­ga.

El inglés, en su nuevo despacho como presidente, con la camiseta histórica del 73 y la foto del equipo.

17 ¿Có­mo fue el click pa­ra pa­sar de DT a di­ri­gen­te? Por es­tar un tiem­po lar­go sin tra­ba­jar, por­que veía co­sas en el club que no me gus­ta­ban, por­que te­nía una ma­la re­la­ción con la Co­mi­sión Di­rec­ti­va. Y por­que la idea siem­pre es­tu­vo. En Hu­ra­cán pa­sé de hin­cha a ju­ga­dor, de ju­ga­dor a téc­ni­co, y de téc­ni­co era ló­gi­co que pa­sa­ra a di­ri­gen­te. No sé si eran és­tos los tiem­pos, pe­ro iba a pa­sar. Hu­ra­cán res­pi­ra fút­bol y yo creo sa­ber un po­co más de fút­bol que al­gu­nos que hi­cie­ron desastres: des­de ha­cer ju­gar al equi­po con ca­mi­se­ta ne­gra y te­la ad­he­si­va en la es­pal­da has­ta men­tir­les a los ju­ga­do­res. De fút­bol en­ten­de­mos to­dos, pe­ro no sa­ben to­dos.

18 ¿Cuál es la di­fe­ren­cia? Un hin­cha pue­de en­ten­der si el dos ju­gó mal o si fue offsi­de; aho­ra, sa­ber lo que hay que ha­cer con un equi­po, có­mo ma­ne­jar­lo, eso no lo sa­ben to­dos, es pro­pio de la pro­fe­sión. Yo pue­do en­ten­der qué es ser pe­rio­dis­ta, pe­ro no sé re­sol­ver en el día a día.

19 ¿Te vol­cas­te a la po­lí­ti­ca por­que no re­ci­bías ofer­tas co­mo DT? Tu­ve ofer­tas, pe­ro uno de­be ele­gir el ca­mi­no. Y sen­tía que no po­día pa­sar de Ri­ver a un re­gio­nal. Me lla­ma­ron del Na­cio­nal B, y cuan­do me ha­bla­ron de Atlé­ti­co de Tu­cu­mán, del re­gio­nal, con to­do el res­pe­to por Atlé­ti­co, me aga­rró una co­sa... En el Na­cio­nal B só­lo po­día di­ri­gir Hu­ra­cán y co­mo no me iban a lla­mar, di­je: “Lar­go, y lo que te­nía pa­ra más ade­lan­te lo ha­go aho­ra”. Mi pos­tu­la­ción era ine­vi­ta­ble. Pe­ro es cier­to: di­ri­gien­do no me vol­caba aho­ra a es­to, la lu­ce­ci­ta del téc­ni­co no se apa­gó.

20 ¿Un ami­go co­mo DT no es pe­li­gro­so? Si la pa­la­bra ami­go es real, tie­ne que ser to­do pa­ra bien. Yo ten­go que sa­ber ubi­car­me y Chi­che (So­sa) me da mar­gen pa­ra char­lar de fút­bol.

21 ¿Có­mo es un día en tu vi­da co­mo pre­si­den­te? Des­de que de­jé de di­ri­gir, en 2003 con Cha­ca­ri­ta, ha­cía de­por­tes to­dos los días: ju­ga­ba al te­nis, pá­del y gim­na­sia aé­ro­bi­ca. Es lo que más ex­tra­ño. Des­de que asu­mí, vi­vo pa­ra Hu­ra­cán, pe­ro me ten­go que or­ga­ni­zar. Por­que si no cui­do mi sa­lud, no voy a po­der. Hoy arran­qué a las 9, a las 10 es­ta­ba en la can­cha por­que ju­gá­ba­mos un amis­to­so, a las 11 fui al ban­co pa­ra ce­rrar la ven­ta de Gri­mi, es­tu­vi­mos has­ta las 3, de ahí fui a ver a un em­pre­sa­rio por un ju­ga­dor, a las 4 en­tré al club y me que­do has­ta las 11. La idea es que pue­da li­be­rar la ma­ña­na, ha­cer un al­to pa­ra co­mer con mi vie­ja, y es­tar en el club de 3 a 11.

22 Siem­pre fuis­te un ti­po fron­tal, ¿aho­ra te­nés que ser más po­lí­ti­co? Así di­cen. No en­tré a Hu­ra­cán por la po­lí­ti­ca, ni me da or­gu­llo ser po­lí­ti­co, pe­ro debo ar­mo­ni­zar. Cuan­do sos DT, de úl­ti­ma ju­gás la tu­ya y los úni­cos que te tie­nen que res­pon­der son los ju­ga­do­res. Acá de­bo res­pon­der­les a los más de mil que me vo­ta­ron.

23 Co­mo DT ha­brás vis­to gran­des de­sas­tres di­ri­gen­cia­les, ¿qué fue lo peor? Yo vi­ví una eta­pa glo­rio­sa en ven­ta de ju­ga­do­res y bo­chor­no­sa en la pla­ta que in­gre­só al club. Dirigí des­de Ba­rij­ho a Lu­cho Gon­zá­lez, pa­san­do por Sixto Pe­ral­ta, Mon­te­ne­gro, Ca­sas y Ca­lan­dria. Fue­ron 20 mi­llo­nes de dó­la­res que por el club ni pa­sa­ron. Eso tam­bién me lle­vó a par­ti­ci­par.

24 ¿La caí­da de Hu­ra­cán sim­bo­li­za la de­ca­den­cia de un barrio? Co­rren a la par, lo que no di­lu­ci­dé es quién levantará a quién. Tra­ta­ré de que Hu­ra­cán le­van­te al ba­rrio.

25 De los úl­ti­mos 20 años, Hu­ra­cán es­tu­vo ca­si la mi­tad en la B. ¿Se trans­for­mó en un club del as­cen­so? Pa­ra na­da, Hu­ra­cán tie­ne es­truc­tu­ra y con­vo­ca­to­ria de la “A” y por eso no pue­de so­bre­vi­vir en la “B” con lo que re­cau­da. Tie­ne la ne­ce­si­dad im­pe­rio­sa de as­cen­der, pe­ro de gua­pos no va­mos a su­bir, lo va­mos a ha­cer ju­gan­do. La his­to­ria es la his­to­ria, no se com­pra. Y Hu­ra­cán es un equi­po gran­de en la his­to­ria del fút­bol. Un grande de­va­lua­do.

26 Pe­ro se acos­tum­bró a ju­gar en la “B”. Por eso la gen­te no se ban­ca más: no aguan­ta más la ca­te­go­ría, no aguan­ta más la car­ga­da, no aguan­ta más ju­gar con De­fen­sa y Jus­ti­cia, con res­pe­to lo di­go. Tie­ne un es­ta­dio, un ba­rrio y una his­to­ria que lo ava­la.

27 ¿Cuán­to re­cau­da Hu­ra­cán en la “B”? Por te­le­vi­sión, 350 mil pe­sos por año, y en la “A” es­ta­ría co­bran­do 4 mi­llo­nes. Por la ca­mi­se­ta, 250 mil pe­sos y en Pri­me­ra sa­ca­ría­mos 800 mil. Son di­fe­ren­cias abismales.

28 ¿Cuán­to co­bra de pri­ma un ju­ga­dor de Hu­ra­cán? ¡¿Qué pri­mas?! No exis­ten. Salvo primer contrato, los suel­dos os­ci­lan en­tre 2 mil y 15 mil.  La ma­yo­ría es­tá en los 5 o 6 mil pe­sos por mes. Y pre­mios, só­lo por as­cen­der.

29 ¿Quién te en­se­ñó el jue­go de me­ter­te el fa­so pren­di­do en la bo­ca? En el se­cun­da­rio, con 13 años, jo­día­mos con esas bo­lu­de­ces: apa­gá­ba­mos el ci­ga­rri­llo con la len­gua, cuan­do que­da­ba chi­qui­to lo tra­gá­ba­mos y lo sa­cá­ba­mos. En la te­le me aga­rra­ron en un par­ti­do y no lo hi­ce más,  me dio ver­güen­za. Es in­creí­ble, pe­ro to­da­vía hoy mu­cha gen­te se acuer­da de esa imagen.

30 ¿Fumabas siendo ju­ga­dor? Em­pe­cé a los 14 años, a es­con­di­das de mi vie­jo, y de­jé ha­ce tres, cuan­do me em­pe­cé a sen­tir tan mal que di­je: de­bo te­ner fuer­za de vo­lun­tad. Y aho­ra me pa­sa to­do lo con­tra­rio: no pue­do ver un ce­ni­ce­ro con ci­ga­rri­llos, los ti­ro a la ba­su­ra.

31 ¿Te es­con­días de los téc­ni­cos pa­ra fa­sear? Fu­ma­ba de­lan­te de los téc­ni­cos, pe­ro cuan­do co­rres­pon­día, co­mo des­pués de una ce­na. Eran otras épo­cas, hoy es ca­si im­po­si­ble.

32 Si co­mo DT veías a un ju­ga­dor fu­man­do, ¿qué ha­cías? No los veía, por­que hoy se cui­dan más. Una vez, bus­ca­ba en la con­cen­tra­ción a Cú­per pa­ra de­cir­le al­go y en­tré de gol­pe a su ha­bi­ta­ción. Yo soy muy cui­da­do­so de eso: fui ju­ga­dor y sé que a los ju­ga­do­res a ve­ces hay que de­jar­los so­los. En­tré, Cú­per ati­nó a guar­dar el fa­so aba­jo y em­pe­zó a sa­lir hu­mo. Le di­je: “Héc­tor, no te ha­gás pro­ble­mas, yo no me eno­jo”.

33 ¿Por qué los jugadores tie­nen que que­dar­se so­los a veces? En oca­sio­nes uno de­be to­mar dis­tan­cia, por ahí se quie­ren reu­nir pa­ra ha­blar co­sas de ellos, o pa­ra fu­mar, por ejem­plo. Por eso nun­ca hay que en­trar de gol­pe.

34 ¿Ju­gar el as­cen­so es más fá­cil o más di­fí­cil que en la “A”? Cuan­do vas ba­jan­do de ca­te­go­ría se da la ló­gi­ca, to­do es me­nor: el es­ta­dio no es de Pri­me­ra, el cés­ped no es de Pri­me­ra, el ár­bi­tro, los ac­ce­sos, y el fút­bol tam­bién. Por eso creo que con ju­ga­do­res de Pri­me­ra en pues­tos cla­ves, se pue­de ga­nar el as­cen­so. Yo uti­li­cé esa re­ce­ta y lo­gré tres as­cen­sos. En el pri­me­ro con Hu­ra­cán 90, tra­je a Cú­per y a Ga­rré, y los me­ché con pi­bes co­mo Mo­ha­med y Qui­roz. En Ban­field, hi­ce lo mis­mo, con el Ne­gro He­rre­ro, Puen­te­du­ra, Sta­fu­za e Hi­guaín. En el se­gun­do del Glo­bo tra­je a Fa­bián Ca­rri­zo y Mo­ner y con Lu­cho Gon­zá­lez y Ca­sas fue muy pa­re­ci­do.

35 ¿Aho­ra apun­tas­te a lo mis­mo? Sí, por eso tra­ji­mos a Ube­da, Cris­tian y Leo Díaz, ti­pos con ex­pe­rien­cia pa­ra que ma­ne­jen la si­tua­ción desde el fondo y que arri­ba jue­guen los pi­bes.

36 El ju­ga­dor más pa­re­ci­do a vos que vis­te. Go­ro­si­to. Lo me­jor que te­nía yo era la pe­ga­da. Pi­po tam­bién, pe­ro con derecha.

37 ¿Cuál es la cla­ve de una bue­na pe­ga­da? Vie­ne de na­ci­mien­to, a mí na­die me en­se­ñó a pa­tear. Al con­tra­rio: 20 téc­ni­cos me qui­sie­ron en­se­ñar a pa­tear con la de­re­cha y nun­ca pu­de apren­der. Me te­nían pa­tean­do con­tra el fron­tón y me ter­mi­na­ba fas­ti­dian­do por­que le pe­ga­ba muy mal.

38 ¿Có­mo era Ba­si­le de com­pa­ñe­ro? En el fa­mo­so Hu­ra­cán del 73, Co­co ve­nía atrás de mu­chos en téc­ni­ca, pe­ro era el lí­der le­jos. Sa­bía ma­ne­jar el ca­rác­ter y el tiem­po de ca­da uno. A mí me pu­tea­ba por­que sa­bía que yo reac­cio­na­ba; a Ava­llay, en cam­bio, lo tra­ta­ba co­mo una ni­ña por­que sa­bía que si lo pu­tea­ba, se caía.

39 ¿Có­mo demostraba su li­de­raz­go? Es una per­so­na­li­dad co­mo la de aho­ra, ava­sa­llan­te. Ate­mo­ri­za­ba a los con­tra­rios y era ca­paz de pe­lear­se por un com­pa­ñe­ro. El día que sa­li­mos cam­peo­nes, Ri­ve­ro, un uru­gua­yo de Gim­na­sia, le di­jo al­go y a la no­che, en vez de ir a fes­te­jar el pri­mer tí­tu­lo en la his­to­ria del club, fue a bus­car al Ne­gro a un bo­li­che. Co­co trans­mi­tía mu­cho, y cuan­do las co­sas ve­nían mal, im­po­nía su res­pe­to.

40 ¿Ima­gi­na­bas ha­ce dos años que Ba­si­le po­día vol­ver a la Se­lec­ción? Co­co tie­ne una ca­pa­ci­dad co­mo po­cos y es un ti­po muy po­pu­lar en cuan­to a su for­ma de ser, es­tá iden­ti­fi­ca­do con el fút­bol de la gen­te, con el ar­gen­ti­no. Y jus­to aho­ra, cuan­do ha­ce un par de años se que­ría ir a la mier­da, cuan­do no es­ta­ba con­ven­ci­do de aga­rrar Bo­ca, al fi­nal le vie­nen to­dos los re­co­no­ci­mien­tos. Así es la vi­da: en 30 años co­mo DT no ganó ni un tor­neo lo­cal, y aho­ra arra­só con to­dos. Es­to es el bro­che de oro de su tra­yec­to­ria. En el Mun­dial 94 el equi­po era una má­qui­na, to­dos sa­be­mos lo que pa­só, y el Co­co nun­ca abrió la bo­ca, se la co­mió y es­pe­ró es­to.

41 ¿Que­ría de­jar to­do? Sí, y va­rios ami­gos, en­tre los que me in­clu­yo, lo con­ven­ci­mos de se­guir.

42 ¿Có­mo na­ció la amis­tad? Co­co vi­no a Hu­ra­cán en el 70, pe­ro ya éra­mos com­pin­ches de sa­li­da de an­tes, cuan­do pa­rá­ba­mos en el Bow­ling de Ca­se­ros y Rio­ja. Se hi­cie­ron ami­gas las fa­mi­lias, sa­lía­mos siem­pre jun­tos y cuan­do na­ce mi hi­jo, Mar­ce­lo, en Ale­ma­nia, le pe­dí si que­ría ser el pa­dri­no. Hoy, Mar­ce­lo es muy com­pin­che del hi­jo del Co­co.

 

Basile, gran amigo y padrino de su hijo.
 

43 ¿Qué apren­dis­te de él? Nun­ca tra­té de co­piar, si­no de ab­sor­ber lo que veía. Y siem­pre qui­se te­ner la ca­pa­ci­dad del Co­co pa­ra lle­gar al ju­ga­dor. Es fron­tal y sim­ple. ­Que no ha­ya ga­na­do un tí­tu­lo lo­cal has­ta el año pa­sa­do es una con­tin­gen­cia. Yo tu­ve téc­ni­cos que eran unos fe­nó­me­nos y no ga­na­ron na­da y otros ma­ma­rra­chos, que te­nían suer­te y mo­ja­ban un tí­tu­lo.

44 ¿Los fe­nó­me­nos? Un téc­ni­co al que nun­ca en­ten­dí por qué no le iba bien en nin­gún la­do, un tipo con una ca­pa­ci­dad bár­ba­ra, es Ca­ye­ta­no Ro­drí­guez. Sa­be un mon­tón, pe­ro no só­lo que no ga­nó un tí­tu­lo si­no que le fue muy mal en ca­si to­dos la­dos. No lo en­tien­do.

45 ¿Ma­ma­rra­chos? Y... pre­fie­ro no nom­brar­los, por­que voy a que­dar mal gra­tis, pe­ro que hay ma­ma­rra­chos que sa­lie­ron cam­peo­nes sin me­re­cer­lo y que no te de­ja­ron na­da, no ten­go nin­gu­na du­da de que exis­ten unos cuan­tos.

46 Co­co te dio em­pu­jón pa­ra em­pe­zar co­mo DT, ¿no? Sí: fue en 1984, Mar­chet­ta se le ha­bía ido a Cór­do­ba y me ofre­ció en­trar co­mo su ayu­dan­te. Em­pe­za­mos en Vé­lez, don­de per­di­mos la fi­nal del Na­cio­nal con­tra Ar­gen­ti­nos, y des­pués as­cen­di­mos con Ra­cing. En el 86 ya me lar­gué so­lo. Y en el 90 me lla­mó pa­ra que di­ri­gie­ra las se­lec­cio­nes ju­ve­ni­les, pe­ro ve­nía de as­cen­der a Hu­ra­cán y te­nía un com­pro­mi­so con la gen­te del club. Al fi­nal fue Mos­ta­za.

47 ¿Qué te su­gie­re el nom­bre “Car­los Gar­del Fút­bol Club”? ¡Qué le­jos va­mos! Pa­lo­mi­no, un de­le­ga­do de Ri­ver, me sa­có de acá en­fren­te, del Par­que Pa­tri­cios, y me lle­vó a Ri­ver. Me ro­bó, por­que es­ta­ba por fi­char pa­ra Hu­ra­cán. Y te­nía es­e equi­po de baby que ju­ga­ba en el Lu­na Park, te­le­vi­sa­do por Ca­nal 7. Jugaba con Ghi­so, con Da­niel La­bru­na, el hi­jo de An­gel ya fa­lle­ci­do que fue muy ami­go mío, An­zar­da y Mer­lo.

48 ¿Có­mo pa­sas­te de Ri­ver a Hu­ra­cán? Me di­je­ron que era muy fla­qui­to y no me po­nían. Co­mo yo que­ría ju­gar, y que­dé li­bre por no ju­gar un año, me fui. Es­ta­ba en la Oc­ta­va.

49 Tu de­but en Pri­me­ra. Fue en 1968, con­tra el Te­ne­ri­fe, en una gi­ra por Eu­ro­pa. Me hi­zo en­trar Pi­po Ros­si en el se­gun­do tiem­po. Es­ta­ba tan ner­vio­so, que las pri­me­ras tres pe­lo­tas me pa­sa­ron al la­do y no las pu­de aga­rrar. Pi­po gri­ta­ba: “Ne­ne, ¿vos cal­zás 32?”

50 De­bu­tas­te en el 68 pe­ro el que te dio con­ti­nui­dad fue Me­not­ti en el 71. To­dos los téc­ni­cos de­cían que ju­ga­ba bár­ba­ro, pe­ro no me po­nía nin­gu­no y es­ta­ba por ra­jar­me. La­rro­sa me consigue una ofer­ta pa­ra ir a Gua­te­ma­la, y justo cae Me­not­ti. Me dijo que me co­no­cía y que iba a ser el con­duc­tor. Me pi­dió que me pu­sie­ra bien fí­si­ca­men­te. Y que me iba a poner.

Producción clásica de El Gráfico de fines de los 60. El Inglés recién aparecía en El Globo.

51 En ese pri­mer par­ti­do la ha­brás des­co­si­do. Me die­ron diez fe­chas. Ca­sa­youz era el juez, no me lo ol­vi­do más. Hi­ce la del bo­lu­do que de­bu­ta: pro­tes­tas, tu­mul­to, le ti­ra­ron una pa­ta­da de atrás al juez y echó al pri­me­ro que te­nía ade­lan­te. Ni lo ha­bía to­ca­do. Por suerte, a la vuel­ta, Me­not­ti me pu­so de nue­vo.

52 Te pi­dió que te pu­sie­ras bien fí­si­ca­men­te por­que te gus­ta­ba mu­cho sa­lir de no­che, ¿no? Me gus­ta­ba sa­lir; mu­cho, no. Sa­lía, pe­ro has­ta los jue­ves. Fui un buen pro­fe­sio­nal. Iba­mos a un bo­li­che tra­di­cio­nal, El Es­ta­blo, don­de no ha­bía ca­ba­llos, pre­ci­sa­men­te, si­no ye­guas (ri­sas). Ve­nían to­dos los ju­ga­do­res, era un bo­li­che de ca­fé, co­pas, reu­nio­nes y chi­cas. Hoy creo que no exis­te un bo­li­che así, con tan­ta on­da.

53 ¿Qué re­cor­dás del pri­mer con­tac­to con Me­not­ti? Des­de el 67, Hu­ra­cán tu­vo a Re­na­to Ce­sa­ri­ni, Pi­po Ros­si, Pe­der­ne­ra, Zu­bel­día y Fa­rao­ne. Y de­trás de es­tos cin­co mons­truos vi­no Cé­sar Luis Me­not­ti, un ti­po de 33 años que no exis­tía, del que de­cían que venía por un ne­go­cia­do. Só­lo se sa­bía que era ayu­dan­te del Gi­ta­no Juá­rez. Los ju­ga­do­res es­tá­ba­mos en guar­dia, pero de a po­co El Fla­co fue te­jien­do, el se­gun­do año tra­jo un par de re­fuer­zos y en el 73 pu­so la fru­ti­lla del pos­tre con el Lo­co.

54 De­fi­ní a Hu­ra­cán 73. El equi­po que más se acer­có al gus­to po­pu­lar de los ar­gen­ti­nos. Sin­to­ni­za­ba la on­da que le gus­ta a la gen­te: gam­be­ta, to­que, ca­ño, som­bre­ro, pa­red, des­bor­de. Al fi­nal del tor­neo se fue­ron Brin­di­si, Hou­se­man y Ava­llay a la Se­lec­ción, y cuan­do fal­ta­ron los tres que la me­tían, se nos com­pli­có. Lle­ga­mos con la so­ga al cue­llo y fui­mos cam­peo­nes por­que Bo­ca, nues­tro per­se­gui­dor, per­dió.

55 ¿Quién es el ma­yor ído­lo en la his­to­ria de Hu­ra­cán? De los que yo vi, Hou­se­man. De lo que di­ce la his­to­ria, Ma­san­to­nio.

56 ¿Hou­se­man ju­ga­ba bo­rra­cho o tam­bién es mi­to? El Lo­co ha ju­ga­do en pe­do, sí, pe­ro no hay que mul­ti­pli­car por diez. Lo hi­zo en el oca­so de su ca­rre­ra, con al­gu­nos di­ri­gen­tes que se im­po­nían so­bre el mé­di­co, que no que­ría fir­mar la planilla. El se es­ca­pa­ba a la vi­lla y vol­vía en pe­do, lo me­tían de­ba­jo de la du­cha, y a la can­cha. Un ac­to cri­mi­nal. Un día me re­be­lé, y les plan­teé a los di­ri­gen­tes que si po­nían al Lo­co así, yo me iba. Al ra­to me fue­ron a bus­car, porque ha­bían cam­bia­do de opi­nión. Ese día, con­tra Bo­ca, ter­mi­nó de­bu­tan­do el Tur­co Gar­cía. El Lo­co fue lo más gran­de que vi, me­jor que Ma­ra­do­na.

57 ¿Por qué Ar­gen­ti­na no fue cam­peón en 2006? Na­die ju­gó me­jor que Ar­gen­ti­na, pe­ro es­te Mun­dial fue ra­ro, sa­lió cam­peón un equi­po que, del pe­lo­tón de can­di­da­tos, era el úl­ti­mo. En es­tas copas, si no jugás co­mo Bra­sil en el 70, es­tás su­pe­di­ta­do a un pe­nal a fa­vor o un pe­nal en con­tra. Y fui­mos in­fe­rio­res en los pe­na­les.

58 ¿Pu­dis­te ha­blar con Mo­ha­med lue­go de su ac­ci­den­te? Ha­blé con la se­ño­ra, y coin­ci­di­mos en que al Tony le han lle­na­do la ca­be­za con­mi­go. Yo lo tu­ve de ju­ga­dor, éramos ami­gos, pe­ro se ofen­dió por­que no lo tra­je en el 2002. Ha­bló mal de mí, pero son co­sas que pue­do en­ten­der. Nos vimos el otro día y nos me­re­ce­mos una char­la, pe­ro aho­ra hay que de­jar pa­sar es­to. Pen­sar lo que le to­có vi­vir en Ale­ma­nia me ate­rra.

59 ¿Qué vas a ha­cer con la ba­rra? Apre­ta­ron feo a va­rios ju­ga­do­res. Si son hin­chas de ver­dad, ten­drán que co­la­bo­rar, por­que el club es­tá en una si­tua­ción com­pli­ca­da. Es­toy dis­pues­to a sen­tar­me a ha­blar con ellos. No sé, su­pon­go que no es­ta­rá bien que lo ha­ga, pe­ro lo haré.

60 ¿Vos fuis­te ba­rra de Hu­ra­cán, no? Sí, pero otra co­sa. Nos jun­tá­ba­mos los días de par­ti­do, yo to­ca­ba el bom­bo. Dis­fru­ta­ba y por ahí nos pe­leá­ba­mos con al­gu­nos a trom­pa­das. No pa­sa­ba de eso. De vi­si­tan­te íba­mos en los ca­mio­nes pla­ye­ros, que no te­nías de dón­de aga­rrar­te. Me cor­ta­ron dos co­sas: el he­cho de em­pe­zar a ju­gar en la Ter­ce­ra y la muer­te del chi­co Héc­tor Sou­to, la pri­me­ra en el fút­bol, en 1967.

61 ¿Es­tu­vis­te en la can­cha ese día? Justo ese día te­nía que ju­gar un campeonato en Pichincha y lle­gué tar­de a la cancha. No es­ta­ba la ba­rra, y me di­je­ron: “Ra­já pa­ra Lu­na que hu­bo qui­lom­bo”. Des­pués me en­te­ré có­mo fue. En esa épo­ca las dos hin­cha­das en­tra­ban por Lu­na, los vi­si­tan­tes pa­sa­ban por de­ba­jo de la hin­cha­da de Hu­ra­cán e iban pa­ra el otro la­do. Pa­re­ce que es­te chi­co de Ra­cing car­gó, le die­ron una pa­ta­da en la bo­ca del es­tó­ma­go y mu­rió as­fi­xia­do. El úni­co que ca­yó fue un com­pa­ñe­ro de mi di­vi­sión, que no ha­bía ido a ju­gar y aca­ba­ba de cum­plir 18 años. Se co­mió tres años en De­vo­to. Lo te­nían en bue­nas con­di­cio­nes, pe­ro se co­mió tres años.

62 ¿Eran de apre­tar a los ju­ga­do­res? Ni te­nía­mos con­tac­to con los ju­ga­do­res. No sé bien cuán­do em­pe­zó eso de la ba­rra me­tién­do­se con los ju­ga­do­res. Cuan­do me fui a Ale­ma­nia, en el 74, no exis­tía; cuan­do vol­ví, en el 78, sí.

63 ¿Quién era tu ído­lo? El pe­rua­no Mi­guel Loay­za. Y ter­mi­né ju­gan­do con él.

64 ¿Por qué re­nun­cias­te en Pla­ten­se, tu pri­mer club co­mo DT? Siem­pre fui muy ca­len­tón. Y cuan­do ter­mi­nó un par­ti­do, la ba­rra hi­zo una em­bos­ca­da y le pe­gó mal a No­va­ri­ni, un de­fen­sor. Lo que más me in­dig­nó fue que un di­ri­gen­te ce­rró una puer­ti­ta pa­ra que no pu­die­ra en­trar la po­li­cía a socorrerlo. Me fui a la mier­da.

65 ¿Nun­ca tu­vis­te mie­do por las ame­na­zas que re­ci­bis­te en Hu­ra­cán? No. Me preo­cu­pa­ba por mi vie­ja, que vi­ve en Pa­tri­cios y le pin­ta­ban la ca­sa po­nien­do “trai­dor” cuan­do me fui a Ra­cing. Pe­ro, pa­ra mí, es­to es fol­clo­re, no creo que na­die ma­te a na­die.

66 ¿Su­fris­te apre­ta­das jo­di­das? Co­mo ju­ga­dor una vez vi­nie­ron a co­par la pa­ra­da en la can­cha, hu­bo un par de ma­no­ta­zos al ai­re y se aca­bó. Co­mo téc­ni­co, una vez la pa­sé muy fea en Ra­cing. Las cir­cuns­tan­cias de la vi­da. Se me ha­bía muer­to un pe­rro, y le ha­bía pro­me­ti­do a Me­mé, mi hi­ja, que le iba a com­prar otro. Me di­je­ron que com­pre en lu­ga­res abier­tos y ha­bía uno por Pas­te­le­ros, don­de nos en­tre­ná­ba­mos. Le di­je: “Ve­ní con­mi­go a la prác­ti­ca y des­pués lo com­pra­mos”. Era la épo­ca de La­lín con­tra Des­té­fa­no. ¡Ma­mi­ta! Es­ta­ba sa­lien­do del pre­dio y se me me­tió un ba­rra aden­tro del au­to. Con chum­bo, una apre­ta­da mal: que te va­mos a ma­tar, que la con­cha de tu ma­dre. Me asus­té por mi hi­ja... Des­pués fui­mos a com­prar el pe­rro.

67 ¿Por qué du­ras­te cin­co par­ti­dos en Cha­ca­ri­ta, en 2003? Me di­je­ron que te­nía que po­ner a un ju­ga­dor que ha­bía com­pra­do Ba­rrio­nue­vo. Re­nun­cié, cla­ro.

68 ¿Te aga­rras­te a pi­ñas con com­pa­ñe­ros? Con varios, siempre por al­gu­na pa­ta­da en las prác­ti­cas: Candedo, Galván...

69 ¿Y con di­ri­gi­dos? No, por­que ten­go otro rol. Por ahí te dan ga­nas, pe­ro no po­dés. A Vi­lla­rreal lo me­tí en una pie­za y le di­je: “No te veo bien con el te­ma de la ro­di­lla, no te voy a te­ner en cuen­ta, pe­ro de acá pa­ra afue­ra di­go lo que vos quie­ras”. Me agra­de­ció y ape­nas me fui, sa­lió a ma­tar­me. Un trai­dor.

70 Los ju­ga­do­res que más te ayu­da­ron. Fa­bián Ca­rri­zo y Cú­per, muy buena gente.

71 ¿Por qué per­dis­te el Aper­tu­ra 93/94 con Ra­cing por un pun­to? Fue un error di­ri­gen­cial. De Vi­cen­te era la fi­gu­ra, su prés­ta­mo ven­cía el 31 de di­ciem­bre, y las úl­ti­mas cua­tro fe­chas fue­ron a fe­bre­ro del 94. El club fran­cés se avi­vó y pi­dió un fan­go­te pa­ra re­no­var el prés­ta­mo, jus­to ha­bía apa­re­ci­do Ki­ki Ga­lar­za, y Des­té­fa­no di­jo que nos que­dá­ra­mos con Ga­lar­za. Yo le de­jé en cla­ro que eran dos co­sas dis­tin­tas. Es­toy se­gu­ro que con De Vi­cen­te éra­mos cam­peo­nes.

72 ¿Y to­da­vía pu­teás a Da­lla Lí­be­ra por ha­ber­se he­cho ex­pul­sar con­tra Fe­rro? Fue una chi­qui­li­na­da. Me­ti­mos el 2-0 y se pu­so a re­vo­lear la ca­mi­se­ta en el me­dio del cam­po. La­mo­li­na le sa­có la se­gun­da ama­ri­lla, nos des­con­ta­ron, se des­ga­rró Qui­roz y se vi­no to­do aba­jo. Nos em­pa­ta­ron 2-2 y per­di­mos la pun­ta. Con el tiem­po, La­mo­li­na me pi­dió per­dón. El juez de­be pen­sar en el es­pí­ri­tu del re­gla­men­to, no en la re­gla fi­ja, y el Lo­co  ja­más quiso sa­car ven­ta­ja.

73 ¿Te fuis­te de Ra­cing por gri­tar un gol de Hu­ra­cán? No gri­té un gol, pe­ro fue una de mis bo­lu­de­ces. Por eso di­go que Hu­ra­cán me dio más do­lo­res de ca­be­za que sa­tis­fac­cio­nes. Yo era DT de Ra­cing, y unos ami­gos míos me pi­die­ron ir a ver Es­pa­ñol-Hu­ra­cán a Es­pa­ñol. Cuan­do Hu­ra­cán em­pa­tó, uno de mis ami­gos gri­tó un gol, pe­ro lo gri­tó bien, tran­qui­lo. De atrás em­pe­za­ron: “Ba­bing­ton, la con­cha de tu ma­dre…”. Ba­ta­lla cam­pal, había que de­fen­derse o co­brar. Me sa­ca­ron en pa­tru­lle­ro, y cuan­do sa­lía, vi­no Ríos Seoa­ne a los gri­tos pi­dien­do que me lle­ven de­te­ni­do. Me me­tie­ron en la co­mi­sa­ría has­ta las 11 de la no­che. A las diez me lla­mó Des­té­fa­no, los hin­chas de Ra­cing es­ta­ban ha­cien­do qui­lom­bo en la se­de por­que se ha­bían en­te­ra­do. “Tran­qui­lo, Juan –le con­tes­té– es­te ga­rrón me lo co­mo yo, avi­sá que re­nun­cio”. Y me fui.

74 ¿Por qué no te re­no­va­ron co­mo DT de Hu­ra­cán des­pués del cam­pa­ñón del 2000/01? Fue un te­ma per­so­nal con Ba­tet. Yo te­nía gran­des chan­ces de di­ri­gir al Ma­llor­ca y me fui con su con­sen­ti­mien­to a Eu­ro­pa, me de­mo­ré unos días y nom­bró a Piaz­za. Des­pués de as­cen­der al equi­po y de ha­cer una gran cam­pa­ña en la pri­me­ra tem­po­ra­da, no ha­bía mo­ti­vos pa­ra no re­no­va­r. El sa­bía que le po­día dar re­sul­ta­dos, pe­ro por ahí pa­ra otras co­sas no le ser­vía.

Segundo ascenso con el Globito, en el 2000. Como DT, también lo había subido en 1990.

75 ¿Te equi­vo­cas­te en aga­rrar la úl­ti­ma vez Hu­ra­cán, en 2002? No. Aga­rré un equi­po de­te­rio­ra­do, in­ten­té pro­bar con los pi­bes, y des­pués Bue­na­ga me echó a los dos par­ti­dos.

76 ¿Cuál as­cen­so de Hu­ra­cán go­zas­te más? El primero era me­jor equi­po, con Mo­ha­med, Del­ga­di­to, Qui­roz y Cú­per. El se­gun­do fue un equi­po de hom­bres, con Mo­ner, Er­bín, Ca­rri­zo, el pa­ra­gua­yo Cá­ce­res.

77 ¿Qué destacás del as­cen­so con Ban­field? La pri­me­ra rue­da de Ban­field fue lo me­jor que me pa­só co­mo téc­ni­co en cuan­to a la in­ter­pre­ta­ción de lo que yo que­ría. Con Puen­te­du­ra, Sta­fu­za, Hi­guaín, San­gui­net­ti, Len­gui­ta, el Ne­gro He­rre­ro, el san­tia­gue­ño Rol­dán (un mons­truo), Wen­sel y Del­fi­no.

78 ¿Tu vie­ja si­gue yen­do a la can­cha? Des­de que de­jé de ju­gar, no va más. Me pi­de que no me ha­ga ma­la san­gre. Tie­ne 76 años.

79 ¿Ca­si ju­gás en In­gla­te­rra? Me que­ría el Sto­ke City, del le­gen­da­rio Gor­don Banks. Fui allá, me en­tre­né, me que­rían sí o sí, pe­ro nun­ca apa­re­cie­ron los pa­pe­les de mis abue­los. Fui­mos al fa­mo­so Fo­reign Of­fi­ce y na­da. Me que­da­ba pa­teán­do­le a Banks, y co­mo vio que le pe­ga­ba bien, me in­vi­tó va­rias ve­ces a co­mer a su ca­sa.

80 ¿Cuán­ta pla­ta te ofre­cían? Ehhh, creo que mil dó­la­res de suel­do y dos mil por el pa­se. (N. de R: da­to co­rrec­to).

81 ¿No te da bron­ca la fá­cil que la tie­nen al­gu­nos chi­cos pa­ra ir­se a Eu­ro­pa? ¿Sa­bés que con­tes­to a eso? Que Tu­cho Mén­dez mu­rió en un ge­riá­tri­co y fue diez ve­ces más que to­dos no­so­tros. Así es la vi­da. Hoy val­dría mu­cho más pla­ta que en­tonces, pe­ro no me pue­do que­jar.

82 ¿Y qué re­cor­dás de tu ex­pe­rien­cia en Ale­ma­nia? Ju­gué cua­tro años en el Wa­tes­cheid 09, un equi­po se­mi­pro­fe­sio­nal que no exis­te más. El pre­si­den­te ejer­cía un po­der muy gran­de so­bre los ju­ga­do­res y los ha­cía tra­ba­jar en la fá­bri­ca; a mí nun­ca me pu­do con­ven­cer.

83 ¿Có­mo fue lle­gar al Mun­dial 74 sobre la hora? Se le­sio­nó Ava­llay en la gi­ra pre­via y via­jé  al final. Lle­gué a la con­cen­tra­ción pa­ra ce­nar. Des­pués de la co­mi­da Cap dio el equi­po pa­ra el de­but y me pu­so co­mo ti­tu­lar. Eso mar­ca el des­con­trol.

84 ¿Igual ju­gas­te pa­ra Hu­ra­cán las fi­na­les con­tra Bo­ca y Cen­tral? Fue una de­ci­sión muy per­so­nal. Jus­to me ha­bían con­vo­ca­do y Me­not­ti me di­jo que lo del Mun­dial era de­ma­sia­do im­por­tan­te co­mo pa­ra arries­gar, pe­ro ha­bía­mos he­cho un es­fuer­zo gran­de, yo soy de Hu­ra­cán, así que arries­gué y por suer­te no me le­sio­né.

85 ¿Es­pe­ra­bas ju­gar el Mun­dial 78, sien­do Me­not­ti el DT? Cla­ro, pe­ro se por­ta­ron co­mo ale­ma­nes que son: lo que se fir­ma, se cum­ple. Me­not­ti via­jó y me di­jo que si ve­nía a ju­gar a Ar­gen­ti­na, iba a te­ner la chan­ce, por­que de afue­ra só­lo iba a traer a Kem­pes. Me que­da­ba un año de con­tra­to y no me qui­sie­ron dar a prés­ta­mo.

Grito celeste y blanco, en Boca, por las eliminatorias 74. En Alemania anduvo bien.

86 ¿Quié­nes son los ami­gos que te dio el fút­bol? Ba­si­le pri­me­ro, Ca­rras­co­sa, Car­li­tos Leo­ne, Er­bín, Fa­bián Ca­rri­zo, Cú­per…

87 ¿A Bo­na­ve­na lo co­no­cis­te? Era­mos com­pin­ches, sa­lía­mos a bo­li­chear con él y el Coco.

88 ¿Sos pro­mo­tor de bo­xeo? No, re­pre­sen­to con unos ami­gos a un bo­xea­dor, Ju­lio Do­mín­guez, pe­ro es un pi­be. Lo ban­ca­mos y te­ne­mos un por­cen­ta­je de la bol­sa que co­bra.

89 ¿Bo­xeo, bu­rros o fút­bol? Siem­pre el fút­bol.

90 ¿Có­mo son las me­sas en Rond Point y en La Ra­ya? Las me­sas de La Ra­ya son eter­nas. Es una me­sa fut­bo­le­ra por­que es un bo­li­che fut­bo­le­ro de to­da la vi­da. Apar­te, hay un gru­po que ha­ce el pre­li­mi­nar en Rond Point pa­ra to­mar al­go. Es una me­sa de ami­gos: Chi­che, Mer­lo, Daul­te, Ba­si­le, Pis­to­la Vás­quez, a ve­ces voy yo.

91 ¿Coin­ci­dís con Mer­lo en que se pue­de te­ner se­xo só­lo has­ta el lu­nes? Un ti­po ca­sa­do no tiene pro­ble­mas si lo ha­ce el vier­nes. Aho­ra, si se tra­ta de una aven­tu­ra con una pi­ba, que no es so­lo en­ca­mar­se, si­no to­mar, sa­lir y acos­tar­se tar­de, hasta lu­nes, mar­tes y por ahí an­da­mos.

92 ¿Los di­ri­gen­tes eli­gen a los téc­ni­cos só­lo por lo que sa­ben o im­por­tan otras co­sas? Deberé co­rro­bo­rar con ac­cio­nes lo que pen­sa­ba cuan­do era téc­ni­co y te­nía di­ri­gen­tes bue­nos y ma­los. Uno de los me­jo­res fue Des­té­fa­no: no me pre­gun­ta­ba có­mo for­ma­ba el equi­po, y cuan­do ve­nía la ma­la, me de­fen­día. Ese es el di­ri­gen­te que yo quie­ro ser con el téc­ni­co. Oja­lá lo lo­gre.

93 ¿Qué son los có­di­gos del fút­bol? Si yo man­do a un ju­ga­dor a mar­car el se­gun­do pa­lo y el ti­po va al pri­me­ro y nos me­ten un gol por el se­gun­do, si no tu­vie­ra có­di­gos lo man­do en ca­na pú­bli­ca­men­te y di­go que la cul­pa la tu­vo Fu­la­ni­to. Los có­di­gos no me per­mi­ten ha­cer­lo, me la ten­go que co­mer, des­pués lo aga­rro so­lo y lo ma­to. Los có­di­gos de­ben exis­tir.

94 De­fi­ní a Re­na­to Ce­sa­ri­ni. Un maes­tro al que aga­rré de chi­co. Un ti­po de otro tiem­po. Se vol­vía lo­co cuan­do le pe­ga­bas mal a la pe­lo­ta, ve­nía con unos za­pa­tos de mil dó­la­res y te en­se­ña­ba dán­do­le a la pe­lo­ta o se po­nía a ha­cer ab­do­mi­na­les con un tra­je ita­lia­no.

95 Pas­sa­re­lla. Un ti­po de­re­cho, con­mi­go se por­tó bien. Des­pués nos de­ja­mos de fre­cuen­tar.

96 Gron­do­na. Tie­ne un bra­zo po­lí­ti­co in­creí­ble. Ca­si no lo ha­bía tra­ta­do, re­cién aho­ra tu­ve dos reu­nio­nes y me fe­li­ci­tó por­que era la pri­me­ra vez que un ti­po de fút­bol lle­ga­ba a pre­si­den­te, tu­vo una pre­dis­po­si­ción bár­ba­ra con­mi­go.

97 ¿Te arre­pen­tís de ha­ber­le de­ja­do en ban­de­ja un tí­tu­lo a San Lo­ren­zo, cuan­do le ga­na­ron 3-2 a Ri­ver? Me da mu­cha bron­ca, pe­ro ten­go las co­sas cla­ras: soy un pro­fe­sio­nal del fút­bol y los ju­ga­do­res no son hin­chas, eran pro­fe­sio­na­les que ju­ga­ban pa­ra Hu­ra­cán.

98 ¿Y vos có­mo se­pa­raste al hin­cha del pro­fe­sio­nal? Pri­me­ro, es im­po­si­ble de­cir­le a un equi­po que sal­ga a per­der. Se­gun­do, ése era un gru­po bár­ba­ro, que es­ta­ba a un pa­so de cla­si­fi­car pa­ra la Mer­co­sur por pri­me­ra vez en la his­to­ria. Ha­bía un in­cen­ti­vo. No po­dés ha­cer na­da, por ahí re­zás pa­ra que te ga­nen, pe­ro los ju­ga­do­res no pien­san así.

99 ¿Vos in­te­rior­men­te no que­rías que ga­na­ran? Por su­pues­to: un ver­da­de­ro hin­cha de Hu­ra­cán no pue­de que­rer que San Lo­ren­zo sea cam­peón, pe­ro pro­fe­sio­nal­men­te de­bía ac­tuar dis­tin­to. Los ju­ga­do­res sa­bían to­do, y es­ta­ban ex­pec­tan­tes de lo que les po­día de­cir.

100 ¿Có­mo se en­tien­de que ha­yas te­ni­do pro­ble­mas en Hu­ra­cán, don­de fuis­te pro­ta­go­nis­ta de las tres vuel­tas olím­pi­cas del club en el pro­fe­sio­na­lis­mo? El úni­co ti­po que es­tá in­dem­ne de to­do en Hu­ra­cán es Hou­se­man, por­que nun­ca par­ti­ci­pó de na­da. En la en­tra­da a la can­cha, hay cua­tro fo­tos: Brin­di­si, Ba­bing­ton, Qui­roz y Mo­ha­med, co­mo cua­tro símbolos de pi­bes del club que lle­ga­ron a sa­car­lo cam­peón. Dos en Pri­me­ra y dos en el as­cen­so. Y los cua­tro fui­mos pu­tea­dos. Qui­zás por es­tar tan ex­pues­tos.

 

Por Diego Borinsky (2006).

Fotos: Jorge Dominelli y Archivo El Gráfico.


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