LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

2007. Astrada 100x100

Por Redacción EG · 06 de enero de 2023

El Jefe responde las cien preguntas de El Gráfico, donde habla de su relación conflictiva con Ramón, su breve paso por Gremio, el secuestro de su papá y cuenta que hasta su hermano –hincha de Boca- lo insultaba en la tribuna.


1 ¿Es cier­to que una vez le di­jis­te a Ra­món Díaz en la ca­ra: “Sos un hi­jo de re mil pu­tas”? De “re mil”, no.

2 ¿Có­mo fue? A me­dia­dos del 96, des­pués de ga­nar la Li­ber­ta­do­res. Sa­lía­mos pa­ra la pre­tem­po­ra­da, vi­no Da­vic­ce y me di­jo: “El téc­ni­co no te quie­re, di­ce que sos con­tra­pro­du­cen­te pa­ra el gru­po, pe­ro mien­tras yo es­té acá, vos no te vas a ir, así que an­dá a la pre­tem­po­ra­da a Tan­dil y es­for­za­te al má­xi­mo”. Allá, Ra­món me co­men­tó que los di­ri­gen­tes me que­rían ven­der, que no es­ta­ban con­for­mes con­mi­go. Me vol­ví lo­co. Y se la can­té cla­ri­ta en la ca­ra: “Vos sos un hi­jo de pu­ta y un ca­gón, por­que no te­nés hue­vos pa­ra de­cir­me las co­sas de fren­te”. El ne­gó. “Va­mos a ha­cer­la fá­cil –se­guí–, el do­min­go vie­ne Da­vic­ce, nos sen­ta­mos los tres y so­lu­cio­na­mos es­to”. El me con­tes­tó que no po­día sen­tar­se con un ju­ga­dor de­lan­te de un di­ri­gen­te. “Bue­no –la ter­mi­né–, en­ton­ces a mí no me bo­lu­dees, por­que el día que me quie­ras bo­lu­dear, yo ca­zo el mi­cró­fo­no y te des­tro­zo”. Al fi­nal, mi­rá có­mo son las co­sas: a la se­ma­na ven­die­ron a Al­mey­da y yo se­guí ju­gan­do.

3 ¿Te bo­lu­deó al­gu­na vez más? En su si­guien­te eta­pa en el club, en el 2002, me li­cen­ció una se­ma­na an­tes del fi­nal del tor­neo pa­ra que no pu­die­ra dar la vuel­ta olím­pi­ca con mis com­pa­ñe­ros. Es más: no me de­ja­ba pi­sar el ves­tua­rio.

Con Ramón nunca se llevó bien, pero mantuvieron las formas y ganaron todo.

4 ¿Y es ver­dad que en esa pre­tem­po­ra­da en la Po­sa­da de los Pá­ja­ros, en 1996, los ju­ga­do­res ha­cían co­la pa­ra bo­xear­lo? Uhhhhh, esa co­la era lar­ga, lar­guí­si­ma...

5 Aho­ra, los ju­ga­do­res de San Lo­ren­zo ha­cen co­la pa­ra abra­zar­lo. Creo que es­tá cam­bia­do.

6 ¿Al­gu­na vez tu­vis­te que fre­nar a al­gún com­pa­ñe­ro que le que­ría pe­gar? A Car­det­ti, en la can­cha de Pal­mei­ras. No creo que fue­ra a pe­gar­le, pe­ro sí le iba a gri­tar el gol en la ca­ra. El ena­no era jo­ven y no te­nía sen­ti­do que se arrui­na­ra así la ca­rre­ra. Yo com­par­tía la ha­bi­ta­ción con él y cuan­do me­tió el gol lo vi ve­nir, sal­té del ban­co y lo in­ter­cep­té con un abra­zo.

7 Te ofre­cen gra­tis a Ame­li pa­ra tu equi­po, ¿lo aga­rrás? No.

8 ¿Y a Tuz­zio? Tam­po­co.

9 ¿Es cier­to que vos te eno­jas­te más con Tuz­zio que con Ame­li por­que te me­tió el pro­ble­ma en el ves­tua­rio? Me eno­jé con Eduar­do por­que me plan­teó una si­tua­ción dis­tin­ta a la que des­pués se dio. Por eso di­go que no le creo a uno ni al otro. Por­que a mí no me ca­gó uno, a mí me ca­ga­ron los dos.

10 El te­ma ex­plo­tó an­tes de la se­mifinal 05 con San Pa­blo. ¿Qué pen­sas­te: se aca­bó to­do, no po­de­mos nun­ca ga­nar la Co­pa? Sa­bía que era muy muy di­fí­cil. Tra­té de aco­mo­dar las co­sas co­mo pu­de y si que­da­ron los dos fue por un de­sa­fío fut­bo­lís­ti­co. Una pe­na. Es­ta­ba con­ven­ci­do de que ese año te­nía­mos to­do pa­ra ga­nar Co­pa y Cam­peo­na­to.

11 ¿Te sor­pren­de que Ame­li ca­si no ha­ya ju­ga­do más al fút­bol des­de aquel af­fai­re? No, no me sor­pren­dió. No sé si le que­dó una eti­que­ta o no, creo que el gol­pe que le pro­du­jo a él en su in­ti­mi­dad fue lo más du­ro. Por lo fut­bo­lís­ti­co, cual­quie­ra qui­sie­ra con­tra­tar a Ame­li.

12 ¿La se­mi­fi­nal de la Li­ber­ta­do­res 2004 la ga­nó Bo­ca o la per­dió Ri­ver? La per­di­mos no­so­tros. Y en un es­cri­to­rio.

13 ¿Por qué? Por no ha­blar a tiem­po. An­tes de esos par­ti­dos, Bian­chi lan­zó eso del com­plot de los ár­bi­tros pa­ra vol­tear a Bo­ca. Y jus­to des­pués sa­lió que Tad­deo, el lí­nea, era hin­cha de Ri­ver. ¿Y quién nos ter­mi­nó ca­gan­do a no­so­tros? Tad­deo. En ese mo­men­to no abrí la bo­ca por­que su­pues­ta­men­te Ri­ver no te­nía la cos­tum­bre de ha­blar de los ár­bi­tros. Al año si­guien­te me pa­só lo mis­mo con Ban­field: en la ida nos in­cli­na­ron la can­cha. Y em­pe­za­ron con que un fa­mi­liar del ár­bi­tro tra­ba­ja­ba en Ri­ver. No aguan­té más y ha­blé. Si el año an­te­rior ha­bla­ba, tal vez pa­sá­ba­mos no­so­tros.

14 ¿Vos creés que te fal­tó ha­blar? Sí, fut­bo­lís­ti­ca­men­te fui­mos muy su­pe­rio­res a Bo­ca.

15 ¿Qué le acha­cás a aquel ar­bi­tra­je? Un pe­nal de Schia­vi a Ma­xi Ló­pez y la ex­pul­sión de Sam­bue­za, que fue de­ter­mi­nan­te, por­que en una mis­ma ju­ga­da pa­sa­mos de te­ner uno más a te­ner uno me­nos: Ro­jas se rom­pió los cru­za­dos y no te­nía­mos más cam­bios.

16 Igual, el Me­lli­zo los hi­zo en­trar co­mo ca­ba­llos. En­tra­mos des­pués de la ro­ja a Sam­bue­za, cuan­do ya es­tá­ba­mos jo­di­dos. ¿Có­mo no voy a en­trar? Yo me es­ta­ba ju­gan­do la vi­da en ese par­ti­do. Si ga­ná­ba­mos esa Co­pa en nues­tro pri­mer se­mes­tre y eli­mi­nan­do a Bo­ca te­nía 10 años de con­tra­to en Ri­ver. Gui­ller­mo siem­pre lo bus­ca­ba a Her­nán. Fi­ja­te que unos me­ses an­tes, en Mar del Pla­ta, en una ju­ga­da que­da­ron en­fren­ta­dos La Ga­ta Fer­nán­dez y el Me­lli­zo. Le gri­ta­mos “pe­ga­le”, pa­ra que pa­tee, por­que en la an­te­rior ha­bía en­gan­cha­do. Y Gui­ller­mo pen­só que era pa­ra él. “¿Por qué no ve­nís a pe­gar­me vos?”, sal­tó. Y le con­tes­té: “De­já, no­so­tros ya nos can­sa­mos de pe­gar­te”. Mi­rá el es­ta­do de lo­cu­ra que te­nía Gui­ller­mo con Her­nán.

17 Igual, ¿no creés que esa no­che en el Mo­nu­men­tal trans­mi­tie­ron mu­cho ner­vio­sis­mo? Sin du­das nos equi­vo­ca­mos, no de­bi­mos ha­ber reac­cio­na­do, ¿pe­ro sa­bés qué di­fí­cil es?

18 De Ri­ver se fue­ron mal Ga­lle­go y Pe­lle­gri­ni. Y des­pués triunfaron afue­ra. ¿Di­ri­gir a Ri­ver es mu­cho más jo­di­do que en otro la­do? No sé si más jo­di­do, es­tás obli­ga­do a sa­lir cam­peón. La gen­te de Ri­ver es­tá acos­tum­bra­da, es­ta­ba, en rea­li­dad, a que de ca­da dos tor­neos, se ga­na­ra uno. Mí­ni­mo.

Herencia. En 1994, El Gráfico lo junto con dos cinco emblemáticos: Merlo y Gallego.

19 ¿Vos tam­bién sen­tis­te que te fuis­te co­mo per­de­dor? Yo ha­go una eva­lua­ción dis­tin­ta. Si en 1 año y 8 me­ses no hu­bié­ra­mos con­se­gui­do na­da, tal vez era pa­ra po­ner esa eti­que­ta, pe­ro ga­na­mos un tor­neo en el pri­mer se­mes­tre, lle­ga­mos a dos se­mifinales de Li­ber­ta­do­res, se pro­mo­vie­ron ju­ve­ni­les y con Bo­ca nos fue bien.

20 ¿Re­nun­cias­te por­que no to­le­ras­te que un gru­po de hin­chas te pu­tea­ra? Pa­ra na­da, si en mi épo­ca de ju­ga­dor me pu­tea­ron bas­tan­te. Me fui por­que el equi­po no res­pon­día y por­que cuan­do ves que des­de afue­ra se les pe­ga de­ma­sia­do a los ju­ga­do­res, la úni­ca for­ma de des­com­pri­mir el am­bien­te es dan­do un pa­so al cos­ta­do. En­ton­ces lle­ga otro en­tre­na­dor, y se aflo­jan las crí­ti­cas con los ju­ga­do­res. No­so­tros tu­vi­mos que ha­cer un gran re­cam­bio a me­dia­dos del 2005 y el pe­río­do de adap­ta­ción a Ri­ver pue­de lle­var­te 6 me­ses o un año y me­dio. El pro­ble­ma es que Ri­ver hoy no tie­ne una ba­se de ju­ga­do­res de in­fe­rio­res, y los que vie­nen de afue­ra no tie­nen en quién apo­yar­se.

21 ¿Her­nán Díaz pen­sa­ba co­mo vos? Cuan­do le di­je que me iba, me co­men­tó: “Si vos es­tás con­ven­ci­do de que es lo me­jor, nos va­mos”. Ya no dis­fru­ta­ba. Y yo pien­so que cuan­do uno de­ja de dis­fru­tar en el lu­gar don­de tra­ba­ja, hay que sa­ber dar un pa­so al cos­ta­do.

22 ¿No te da bron­ca ver que a vos te tra­je­ron re­fuer­zos por chau­cha y pa­li­tos y un año des­pués gas­ta­ron 20 mi­llo­nes de dó­la­res? Yo no pue­do de­cir que los ju­ga­do­res que me tra­je­ron no eran de je­rar­quía por­que les es­ta­ría fal­tan­do el res­pe­to. Cuan­do se ven­dió a Ma­xi Ló­pez, Mas­che­ra­no y Lu­cho Gon­zá­lez se sa­bía que iba a en­trar de­ter­mi­na­do di­ne­ro y que se te­nía que gas­tar otro tan­to pa­ra ar­mar un buen equi­po. Des­pués, no die­ron los nú­me­ros. Yo qué sé, por ahí el ta­ra­do soy yo, que no sé pe­dir, o que no exi­jo que me trai­gan al ju­ga­dor que real­men­te pre­ten­do.

23 En tu pri­me­ra de­cla­ra­ción tras ir­te de Ri­ver di­jis­te que el cuer­po téc­ni­co no ha­bía to­ma­do al­gu­nas de­ci­sio­nes co­rrec­tas. ¿A qué te re­fe­rías? A la si­tua­ción de Ame­li-Tuz­zio, y al­gu­na otra. En esa épo­ca ya se veía que ha­bía gen­te que que­ría par­ti­ci­par y no­so­tros sa­bía­mos que eran obs­tá­cu­los, co­mo lo si­guen sien­do hoy. Se pien­san que son los due­ños del fút­bol den­tro de Ri­ver y son ti­pos que en su vi­da le pe­ga­ron a una pe­lo­ta. An­te eso yo no tran­so, por­que hoy es­tán con­mi­go, ma­ña­na es­tán con vos y cuan­do te fuis­te te des­tro­za­ron.

24 Cuan­do te fuis­te, ¿ima­gi­na­bas que Ri­ver iba a es­tar tres años sin ga­nar un tí­tu­lo? No, pen­sé que iba a ga­nar an­tes, pe­ro no pu­do re­te­ner. Y cuan­do no re­te­nés, es di­fí­cil.

25 ¿Creés que se va a cor­tar rá­pi­do o lo ves pa­ra lar­go? Mien­tras no man­ten­ga un plan­tel, pue­de lle­gar a ser lar­go.

26 ¿Por qué Cos­tan­zo, uno de tus pre­fe­ri­dos, nun­ca lle­gó a con­cre­tar lo que in­si­nua­ba y es­tá per­di­do en Sui­za? Pa­ra mí es un gran ar­que­ro. Tu­vo la ma­la suer­te de que en los mo­men­tos en que es­ta­ba al­can­zan­do su ver­da­de­ro ni­vel, se le­sio­nó. Le pa­só con Ra­món, cuan­do se rom­pió los cru­za­dos y con no­so­tros, con el hom­bro. Es un pi­be re­sis­ti­do por­que era lin­do, por­que se de­cía que an­da­ba con tal y cual mi­na y eso ge­ne­ra­ba en­vi­dia y por­que no ha­bla­ba con la pren­sa. Fran­co se fue a Sui­za pa­ra es­tar tran­qui­lo, y ahí en­con­tró su lu­gar. No es un ti­po apa­sio­na­do, que dis­fru­ta­ba del fút­bol. Fran­co jue­ga por­que le gus­ta has­ta ahí. Su am­bi­ción nun­ca fue lle­gar al Real Ma­drid.

27 ¿Sa­bías de la gra­ve­dad de la adic­ción de Or­te­ga cuan­do di­ri­gías a Ri­ver? No. No­so­tros lo pe­di­mos, hu­bo dos ne­go­cia­cio­nes, pe­ro no se pu­sie­ron de acuer­do. Fut­bo­lís­ti­ca­men­te, Ariel si­gue mar­can­do di­fe­ren­cias. Se­ría bue­no que pu­die­ra re­cu­pe­rar­se por su bien.

28 ¿En tu ca­sa tam­bién sos El Je­fe? No, en mi ca­sa me pa­san por arri­ba. Con el tiem­po que es­toy, me ten­go que ca­llar la bo­ca.

El jefe. Se prestó con humor a la producción de El Gráfico en 1997. Apodo perfecto.

29 ¿No te gus­ta afei­tar­te? Siem­pre apa­re­cés con bar­ba de un par de días. Me cre­ce rá­pi­do, a la me­dia ho­ra. Apar­te me la de­jo pa­ra des­can­sar la ca­ra, pa­ra di­si­mu­lar (ri­sas).

30 ¿Co­mo pa­pá sos muy “cui­da”? Hoy no, den­tro de tres años se­gu­ra­men­te sí. Lu­cia­na tie­ne 11 años y Giu­lia­na cum­ple 5.

31 ¿Có­mo co­no­cis­te y con­quis­tas­te a Ga­brie­la, tu se­ño­ra? Fui­mos jun­tos al co­le­gio, al Leo­nar­do Da Vin­ci, de Bou­log­ne. Des­pués yo re­pe­tí y ella que­dó uno arri­ba. Igual, ahí no pa­sa­ba na­da. Me pu­se de no­vio re­cién a los 19 años.

32 ¿Por qué re­pe­tis­te? Me ha­bía lle­va­do tres y te­nía una pre­via, in­glés, que sa­bía que me iba a acom­pa­ñar de por vi­da. Dí bien his­to­ria y geo­gra­fía y cuan­do tu­ve que dar in­glés, me pre­sen­té, fir­mé y en­tre­gué sin na­da, por­que ade­más te­nía un par­ti­do en Ri­ver. Cuan­do se enteró mi vie­ja, que me ha­bía man­da­do dos me­ses a maes­tra par­ti­cu­lar, ca­si me ma­ta.

33 Si tu pa­pá no hu­bie­ra tra­ba­ja­do a sie­te cua­dras del Mo­nu­men­tal... Es­ta­ría re­pa­ran­do as­cen­so­res con él. Fue muy ra­ro. Yo ju­ga­ba en el baby pe­ro me lle­va­ba mi abue­lo, mi vie­jo no me se­guía. Has­ta que un día, de­sa­yu­nan­do en un bar cer­ca del Mo­nu­men­tal, apa­re­ció un di­rec­ti­vo y con­si­guió una prue­ba. Te­nía ocho años, cuan­do me lo di­jo no en­ten­día na­da.

34 El ti­po del que más apren­dis­te. El To­lo Gallego. Me ayu­dó mu­cho, co­mo DT, co­mo per­so­na, co­mo ga­na­dor. Al prin­ci­pio, cuan­do era ayu­dan­te de Pas­sa­re­lla, pen­sa­ba que no me que­ría, pe­ro con el tiem­po me dí cuen­ta de que el ti­po me es­ta­ba en­ci­ma pa­ra me­jo­rar­me, por­que se veía re­fle­ja­do en su pro­pia his­to­ria, por có­mo me mo­vía en el cam­po. Hoy es el pa­dri­no de la ne­na más chi­ca mía. Y por al­go es. Apar­te, co­mo per­so­na, el To­lo es que­ri­do por to­dos los ju­ga­do­res que tu­vo, eso no es muy co­mún.

35 A ve­ces, igual, por ahí ha­bla y les ti­ra un bom­ba­zo a los ju­ga­do­res. A to­dos a ve­ces se nos sa­le la ca­de­na, pe­ro los ju­ga­do­res nos da­mos cuen­ta si sos o no bue­na per­so­na. El ti­po es­tá siem­pre, tie­ne un co­ra­zón enor­me.

36 ¿Re­cor­dás tu pri­me­ra no­che en una con­cen­tra­ción? Sí, con Mer­lo de en­tre­na­dor y Pas­sa­re­lla co­mo com­pa­ñe­ro de ha­bi­ta­ción. Me me­tí aden­tro de la ca­ma y no emi­tí pa­la­bra, te­nía un ca­ga­zo tre­men­do.

37 Al­gu­na vez di­jis­te que Co­miz­zo te ban­có en el 91. ¿Qué pa­só? Me qui­sie­ron in­vo­lu­crar en un te­ma de dro­gas. In­clu­so me man­da­ron a se­guir. Y el Fla­co sa­lió a res­pal­dar­me. Ha­bló con Da­niel (Pas­sa­re­lla) y le di­jo que no creía que yo an­du­vie­se en na­da ra­ro. Y era la ver­dad.

38 El ti­po más di­ver­ti­do en una con­cen­tra­ción. Bur­gos, por es­cán­da­lo.

39 Con­tá una del Mo­no. La no­che del gol de Chi­la­vert de atrás de mi­tad de can­cha, es­tá­ba­mos en el mi­cro, to­dos muer­tos, ca­be­za ga­cha. Vi­no el Lo­co y lo gol­peó en el hom­bro a Her­nán. “Ya se hi­zo cás­ca­ra, ¡eh!”, le di­jo. ¡Hi­jo de pu­ta!: ¡ya se hi­zo cás­ca­ra! Cuan­do fui­mos a Ja­pón, des­pués de 40 ho­ras de via­je, íba­mos en el mi­cro al ho­tel, to­dos me­dio dor­mi­dos. No lle­gá­ba­mos más. Y de atrás se es­cu­cha­ba: cho­feeeeeeeeer, cho­feeeeeeeeeeeeer. Una, dos, diez ve­ces. “¿Qué ca­ra­jo le pa­sa a es­te ti­po?”, nos pre­gun­tá­ba­mos. “Cho­feeeeeeeeeeeer, ¿cuán­do lle­ga­mos, cho­feeeeeeeeeer?”. Noooo, un hi­jo de pu­ta.

40 Tu pa­ta­da más cri­mi­nal. A Ed­win Con­go, en Co­lom­bia, un par­ti­do por la Li­ber­ta­do­res 99. Nos es­ta­ban pe­gan­do un bai­le te­rri­ble, y el ti­po que­dó ti­ra­do ta­pan­do la pe­lo­ta. Fui, lo pi­sé y le mar­qué to­da la es­pal­da.

41 El ju­ga­dor que más te des­lum­bró. En­zo. Por la sim­ple­za pa­ra ju­gar y por su com­pro­mi­so.

42 ¿Por qué la Ju­ven­tus aplas­tó a Ri­ver en la In­ter­con­ti­nen­tal 96 cuan­do la ve­nían des­co­sien­do en el tor­neo lo­cal? Pri­me­ro, por­que en­con­tra­mos un equi­po su­pe­rior, Y se­gun­do, por­que es­tu­vi­mos 10 días de pre­tem­po­ra­da. En vez de man­te­ner lo fut­bo­lís­ti­co, hi­ci­mos fí­sico y fí­si­co en Ja­pón. Lle­ga­mos to­dos du­ros, y el par­ti­do lo ter­mi­na­mos to­dos aca­lam­bra­dos.

Perfil típico del Jefe: ojos claros, sonrisa, barba de un par de días.

43 ¿Se si­guen jun­tan­do con la ban­da de Ri­ver? Has­ta ha­ce tres años nos jun­tá­ba­mos ca­da tan­to en una pa­rri­lla: So­rin, Ber­ti, En­zo, Her­nán, Or­te­ga, Ri­va­ro­la, Ga­llar­do. Y nos ca­gá­ba­mos de ri­sa de lo que vi­vi­mos. Des­pués se en­frió, pe­ro si hay va­rios y se ar­ma, nos jun­ta­mos.

44 Es­tu­vis­te 27 años ca­si se­gui­dos en Ri­ver, co­mo ju­ga­dor y DT. ¿Te cos­tó cor­tar el cor­dón? No. Soy una per­so­na que le es­ta­ré agra­de­ci­da de por vi­da a lo que me dio Ri­ver, pe­ro sa­bía que un día se cor­ta­ba. La tran­qui­li­dad que yo ten­go es que si voy a ver un par­ti­do de Ri­ver soy bien re­ci­bi­do, si ten­go ga­nas de ir a ver un en­tre­na­mien­to de Ri­ver, tam­bién.

45 ¿Es bue­no o ma­lo arran­car co­mo en­tre­na­dor bien arri­ba pa­ra des­pués te­ner que re­mar­la? To­do pa­sa por el mo­men­to en que se da. Yo no te­nía ex­pe­rien­cia y se me pre­sen­tó a los seis me­ses de re­ti­rar­me. Era Ri­ver. Lo me­jor es es­tar en el lu­gar don­de real­men­te te sen­tís có­mo­do, aun­que el ni­vel de exi­gen­cia con no­so­tros mis­mos sea siem­pre el mis­mo, así se tra­te de Ri­ver o Co­lón. El ob­je­ti­vo que nos pro­po­ne­mos siem­pre es pe­lear el cam­peo­na­to.

46 ¿Te tu­vis­te que ir de Cen­tral por no que­rer al Kily Gon­zá­lez? El Kily no fue el pro­ble­ma. Los di­rec­ti­vos me de­cían: “Ma­ña­na nos sen­ta­mos a fir­mar con el Kily, pa­sa­do nos sen­ta­mos, la se­ma­na que vie­ne nos sen­ta­mos, el Kily es­tá cer­ca”. Así to­dos los días. En un mo­men­to di­je: “Si el Kily quie­re ju­gar acá, que ven­ga y se en­tre­ne, ha­ce tres me­ses que es­tá pa­ra­do”. Por­que si no, ¿des­pués qué pa­sa? Arre­gla con Cen­tral, hay que po­ner­lo en for­ma, y si en las cua­tro pri­me­ras fe­chas nos va mal, nos pu­tean a no­so­tros por no po­ner­lo. En­ton­ces pe­dí que lo de­fi­nie­ran de una vez, por sí o por no. Ahí se con­vul­sio­nó to­do, y di­je­ron que no que­ría al Kily, que no que­ría a Wan­cho­pe, pe­ro to­do men­ti­ra, si­ no, no hu­bie­ran lle­ga­do.

47 ¿To­da­vía te­nés ga­nas de ti­rar a Sca­ra­bi­no por la ven­ta­na? Me pa­só al­go que en mi vi­da me hu­bie­ra ima­gi­na­do. Un diá­lo­go in­só­li­to. Nos di­jo que no po­día­mos se­guir por­que el gru­po in­ver­sor les plan­teó “no­so­tros o ellos” y que ne­ce­si­ta­ban la pla­ta, que le es­ta­ban ven­dien­do el al­ma al dia­blo, aun­que es­ta­ban muy con­for­mes con nues­tro tra­ba­jo. Ahí Pa­blo me di­jo: “¿no me po­drías re­co­men­dar un téc­ni­co?”. Me ca­yó co­mo una bom­ba. El que sal­tó más fuer­te fue Her­nán: “¿Pa­ra qué nos pe­dís un téc­ni­co si igual te lo va a po­ner el gru­po in­ver­sor?”.

48 ¿El pro­ble­ma era con Car­bo­na­ri? Me ofre­cie­ron a Wan­cho­pe y di­je que sí, que fir­ma­ra, que des­pués del Mun­dial tu­vie­ra cin­co días de des­can­so y se su­ma­ra al tra­ba­jo. Y pa­só al­go pa­re­ci­do a lo del Kily. Que sí, que no, que ya vie­ne, que fal­ta, que ve­ní a un al­muer­zo a con­ven­cer­lo. Des­pués lo pa­sea­ron dos no­ches por Ro­sa­rio y ter­mi­nó que­dán­do­se. Pe­ro ha­cían las co­sas al re­vés, no es que nos opo­nía­mos.

49 De los re­fuer­zos que trae un club, ¿cuan­tos pi­de el en­tre­na­dor y cuan­tos ca­ra­me­los de los di­ri­gen­tes se tie­ne que co­mer? No siem­pre lle­ga lo pri­me­ro que uno pi­de, por lo eco­nó­mi­co. Yo no ten­go pro­ble­mas en acep­tar que ven­ga un ju­ga­dor ofre­ci­do por la di­ri­gen­cia aun­que a mí no se me hu­bie­se ocu­rri­do, siem­pre que el ju­ga­dor me sir­va. Si no me sir­ve, no lo acep­to. Por­que hoy es in­cor­po­rar­lo, ma­ña­na es pro­bar­lo, y pa­sa­do que jue­gue. Por ahí te di­cen: “Pue­de ve­nir Fu­la­ni­to, ¿qué te pa­re­ce?”. Veo unos vi­deos y pi­do re­fe­ren­cias. Y por ahí ter­mi­no acep­tan­do. Eso no quie­re de­cir que te me­tie­ron un ju­ga­dor.

50 ¿Por qué acep­tas­te ir a Co­lón? Me gus­tó la pro­pues­ta y el de­sa­fío. Ade­más vi un plan­tel com­pe­ti­ti­vo que se po­día aco­mo­dar al sis­te­ma de jue­go que bus­ca­mos.

51 ¿Qué le pa­sa a Co­lón que siem­pre ame­na­za y des­pués se pin­cha? Co­lón siem­pre for­mó bue­nos plan­te­les, tu­vo gran­des en­tre­na­do­res pe­ro no se con­ven­ció de que pue­de ser pro­ta­go­nis­ta. Los ju­ga­do­res, la gen­te, el am­bien­te. En Co­lón no te­nés esa pre­sión de la gen­te de que hay que ga­nar o ga­nar. Es co­mo que se van con­for­man­do con es­tar cuar­tos o quin­tos. El tor­neo pa­sa­do ter­mi­na­mos sex­tos y lo pri­me­ro que nos di­je­ron es que ha­bía si­do la me­jor cam­pa­ña en los úl­ti­mos cin­co años. Y pa­ra aden­tro nos di­ji­mos: ¿se con­for­man con es­to? A no­so­tros no. Hay que ha­blar­lo mu­cho.

52 ¿Có­mo te lle­gó la in­vi­ta­ción de Ra­fa Be­ní­tez pa­ra co­no­cer Li­ver­pool? A tra­vés de Ga­briel Ma­ca­ya, que co­no­cía a Mau­ri­cio Pe­lle­gri­no. Mau­ri­cio tie­ne mu­cha re­la­ción con Ra­fa. Fui­mos Her­nán, Ga­briel y yo y nos que­da­mos tres días en el club, con­vi­vien­do con él y dur­mien­do ahí. Vi­mos los en­tre­na­mien­tos, tu­vi­mos char­las, es­tu­dia­mos los mo­vi­mien­tos. Nos de­jó mu­cho. El ti­po es un fe­nó­me­no. Y sa­be to­do so­bre no­so­tros. Ra­fa es un en­tre­na­dor que co­lec­cio­na El Grá­fi­co y to­do del fút­bol ar­gen­ti­no, sa­be co­sas ju­ga­dor por ju­ga­dor, un ti­po que vi­ve pa­ra eso.

53 ¿Qué te lla­mó más la aten­ción? En or­ga­ni­za­ción es­ta­mos a años luz. Ellos con­fían ple­na­men­te en el en­tre­na­dor, no por per­der cua­tro par­ti­dos lo van a des­pe­dir. Allá, el téc­ni­co es el que ma­ne­ja la eco­no­mía: hay que com­prar a tal o cual ju­ga­dor y hay que pa­gar­le tan­to, di­cen. Le dan ple­na li­ber­tad, no es­tá ata­do a na­da.

54 ¿Só­lo fue­ron al Li­ver­pool? Tam­bién vi­mos en­tre­na­mien­tos de Real Ma­drid. Eso sí: Ca­pe­llo no fue tan sim­pá­ti­co co­mo Ra­fa y al fi­nal no pu­di­mos ha­blar con él. Lo hi­ci­mos por in­ter­me­dio de Mi­chel, que es­tá en las in­fe­rio­res, y co­no­ce a Es­nai­der y Bur­gos. Con los en­tre­na­mien­tos te vas un po­co de­si­lu­sio­na­do. Ellos com­pi­ten miér­co­les y do­min­go, en­ton­ces su fuer­te es la pre­tem­po­ra­da y el res­to ha­cen man­te­ni­mien­to. Por ahí te ha­cen un tra­ba­jo de for­ta­le­ci­mien­to mus­cu­lar, una trans­fe­ren­cia en el cam­po y los tác­ti­cos son pa­ra­dos, tres o cua­tro mo­vi­mien­tos sin des­pla­za­mien­to y se ter­mi­nó. Por ahí un en­tre­na­mien­to du­ra 45 mi­nu­tos. Y vos de­cís: ¿así se en­tre­na? Cla­ro, pa­sa que tie­nen un mes en la mon­ta­ña de pre­tem­po­ra­da. Y en el año ba­san mu­cho en la re­cu­pe­ra­ción en pi­le­ta.

55 En es­te tor­neo hay cua­tro téc­ni­cos de 1970, dos de ellos de­bu­tan­tes: Cag­na, Mo­ha­med, Si­meo­ne y vos. ¿Son el re­cam­bio? Hay una ca­ma­da jo­ven que le ha­ce bien al fút­bol. Aquí cam­bió bas­tan­te la re­la­ción del en­tre­na­dor con el gru­po. Hoy el ju­ga­dor ne­ce­si­ta que se le es­té en­ci­ma, y hay que co­no­cer más la in­ter­na, cuán­do es­tá bien o mal. En ba­se a esas re­la­cio­nes, des­pués el ju­ga­dor pue­de en­tre­gar­se por com­ple­to ha­cia uno o no.

56 Fuis­te com­pa­ñe­ro de Mo­ha­med en el Preo­lím­pi­co 92. ¿Lo veías pa­ra DT? En aquel mo­men­to, no, nun­ca pen­sé que iba a di­ri­gir. Pe­ro a me­di­da que te lle­ga la ho­ra te vas en­dul­zan­do. El Tur­co es un apa­sio­na­do y tie­ne una re­la­ción muy pa­re­ci­da a la nues­tra con los ju­ga­do­res, di­rec­ta. Es un ti­po fron­tal, ale­gre, trans­pa­ren­te, un ti­po que­ri­do.

57 ¿En el am­bien­te se sa­be quién es que­ri­do y quién no? Por su­pues­to. En es­te am­bien­te sa­bés to­do: qué ha­blan de uno y del otro.

58 ¿A Cag­na le me­tis­te pre­sión en el as­cen­so? Siem­pre fui hin­cha de Ti­gre pe­ro no lo fui a ver. En la eta­pa de Ca­ru­so, al­gu­nos co­no­ci­dos me de­cían que fue­ra a ver­lo, pe­ro co­mo ga­na­ba siem­pre, de­cía “no sea co­sa que va­ya yo, pier­da y me til­den de ye­ta”. Con Die­go pa­só al­go pa­re­ci­do. No ten­go re­la­ción fue­ra de la can­cha con él, pe­ro si nos ve­mos to­ma­mos un ca­fé por­que me pa­re­ce una ex­ce­len­te per­so­na.

59 ¿Con Si­meo­ne se ma­ta­ban a pa­ta­das en las in­fe­rio­res? Sí, los dos éra­mos cin­co y apar­te Ri­ver y Vé­lez eran los me­jo­res equi­pos y ha­bía pi­ca. En los cen­tros nos ma­tá­ba­mos a codazos. Pa­ra mí siem­pre fue un as­que­ro­so el Cho­lo: un ti­po ven­ta­je­ro, que se la pa­sa­ba ha­blan­do de él, un agran­da­do. Has­ta que un día nos en­con­tra­mos en San Ber­nar­do, me in­vi­tó a ju­gar al fút­bol, y em­pe­cé a te­ner me­jor re­la­ción. Des­pués, un fe­nó­me­no, to­do bien.

60 ¿Quién te pu­so “El Je­fe”? Víc­tor Hu­go Mo­ra­les, creo que por el 94, por ahí.

61 ¿Y te gus­ta el apo­do? Por­que en ge­ne­ral los je­fes no son muy que­ri­dos... Es­tá bien el apo­do, no hay pro­ble­mas. Igual, yo no me sien­to un gar­ca, al con­tra­rio.

62 Vos que fuis­te com­pa­ñe­ro de Emi­lia­no Díaz en Ri­ver, ¿te pa­re­ce que es­tá pa­ra la Pri­me­ra de San Lo­ren­zo? No soy quién pa­ra de­cir­lo. Si lo lle­vó Ra­món, de­be es­tar...

63 ¿No es me­dio ma­ri­co­na­zo abra­zar­te to­dos los go­les con Her­nán Díaz? Se­ría ma­ri­co­na­zo si es­tu­vié­ra­mos a los be­sos. Es­pe­ro se­guir abra­zán­do­me, es un buen in­di­cio...

Locura. Así vive los partidos en el banco con su amigo y ayudante Hernán Díaz.

64 ¿Qué fue lo peor que se di­je­ron con Her­nán cuan­do eran ju­ga­do­res? Nos la pa­sá­ba­mos pu­tean­do, pe­ro era lo de me­nos. Las agre­sio­nes más do­lo­ro­sas era cuan­do te de­cían: “¿Pa­ra qué es­tás ahí si no la aga­rrás nun­ca?” o “¿pa­ra qué su­bís to­dos los ti­ros si en el área nun­ca las­ti­más?”. Mu­chas ve­ces nos de­cía­mos ver­da­des, en me­dio del par­ti­do, pa­ra ha­cer­nos reac­cio­nar. Des­pués, ter­mi­na­ba el par­ti­do y éra­mos los pri­me­ros en ma­tar­nos de ri­sa.

65 ¿Qué por­cen­ta­je de co­sas sa­be­mos los pe­rio­dis­tas de lo que ocu­rre en un plan­tel? An­tes te en­te­ra­bas me­nos por­que la re­la­ción pe­rio­dis­ta-ju­ga­dor cam­bió. Hoy, son va­rios los pe­rio­dis­tas que se ha­cen ami­gos de los ju­ga­do­res, y, quie­ras o no, el ju­ga­dor es bo­cón. An­tes, el vín­cu­lo del ves­tua­rio era más ce­rra­do.

66 Igual nos en­te­ra­mos po­co, ¿no? To­do de­pen­de del com­pro­mi­so del gru­po con el en­tre­na­dor: si ese gru­po es­tá com­pe­ne­tra­do y sa­be lo que quie­re, es pro­ba­ble que al pe­rio­dis­ta no le lle­gue. Ca­so con­tra­rio, sa­le en­se­gui­da.

67 ¿El en­tre­na­dor de­be dar ex­pli­ca­cio­nes cuan­do sa­ca a un ju­ga­dor? Se­gún la si­tua­ción. A mí me gus­ta con­ver­sar con el ju­ga­dor. Si ten­go que ex­pli­car­le por­que lo veo de­ma­sia­do ti­ra­do, lo ha­go. Unos lo ne­ce­si­tan y otros no.

68 Vos te re­ti­ras­te de Ri­ver co­mo ído­lo y a los dos años va­rios te in­sul­ta­ban. Lo mis­mo Bu­rru­cha­ga en In­de­pen­dien­te, Go­ro­si­to y Rug­ge­ri en San Lo­ren­zo. ¿Sen­ta­do en el ban­co no te con­su­mís el ca­ri­ño que ga­nas­te co­mo ju­ga­dor? A mí me en­can­ta el fút­bol, soy un apa­sio­na­do y vi­vo de es­to. Y el hin­cha reac­cio­na de la for­ma en que lo sien­te. No pien­sa: “Es­te ti­po ga­nó 12 tor­neos con Ri­ver”. No, te gri­tan: “An­da­te, hi­jo de pu­ta”. No com­par­to, pe­ro es así. La si­tua­ción que se vi­ve en Ar­gen­ti­na ha­ce que la gen­te va­ya a la can­cha a des­car­gar­se.

69 Ja­vier Mas­che­ra­no. El más gran­de de to­dos, el más com­ple­to en su po­si­ción.

70 ¿Cuán­to du­ran tus char­las? Quin­ce mi­nu­tos. Ha­go un re­pa­so de lo que quie­ro pa­ra mi equi­po, que es lo que tra­ba­ja­mos en la se­ma­na, 2 o 3 vir­tu­des del ri­val, la zo­na por don­de los po­de­mos las­ti­mar, pe­lo­ta pa­ra­da, les re­cuer­do un po­co lo que so­mos co­mo equi­po y chau, que sal­gan a de­mos­trar lo que sa­ben.

71 ¿Por qué que­das­te fue­ra del Mun­dial 94? Por­que no par­ti­ci­pé de las eli­mi­na­to­rias. Que­dé afue­ra des­pués del Preo­lím­pi­co de Pa­ra­guay. Esa vez fui con una pu­bial­gia, no po­día ju­gar, pe­ro ter­mi­né ha­cién­do­lo por­que me lo pi­dió el Co­co y al fi­nal me lim­pia­ron por el ni­vel que mos­tré ahí y no por lo que ju­gué en la ma­yor.

72 ¿Ir al Mun­dial 98 fue pa­ra vos mo­ti­vo de or­gu­llo o de bron­ca por no ha­ber en­tra­do ni un mi­nu­to? Or­gu­llo. Me hu­bie­ra gus­ta­do ju­gar, pe­ro no se dio y lo ten­go que acep­tar.

Selección. Fue titular en la Copa América de Chile 91 y estuvo en Francia 98.

73 ¿Por qué creés que des­pués del Mun­dial 2006 a So­rin no lo lla­ma­ron más? Lo hi­cie­ron res­pon­sa­ble de la de­rro­ta, se­gu­ra­men­te por su iden­ti­fi­ca­ción con Pe­ker­man. Siem­pre al­gu­na ca­be­za tie­ne que ro­dar en es­te país...

74 ¿Quién va a ser el pró­xi­mo DT de la Se­lec­ción? Si­meo­ne. Es un ti­po ca­paz, ga­na­dor y tie­ne per­so­na­li­dad pa­ra afron­tar ese car­go.

75 ¿Por qué Fran­ces­co­li nun­ca se en­gan­chó con la idea de ser DT o ma­na­ger de Ri­ver? Es di­fí­cil rein­ser­tar­se des­pués de una ca­rre­ra co­mo la su­ya, te­nés que ser un lo­co co­mo no­so­tros, te tie­ne que gus­tar de­ma­sia­do, te­nés que que­rer se­guir vi­vien­do el día a día, la adre­na­li­na. Y En­zo por ahí pre­fie­re dis­fru­tar de los via­jes, es­tar con su fa­mi­lia. No­so­tros ne­ce­si­ta­mos es­ta adre­na­li­na del fút­bol; qui­zás En­zo no.

76 ¿Qué les pa­sa­ba con Bo­ca, que los te­nían de hi­jos? Se die­ron va­rios par­ti­dos en que los pe­lo­tea­mos, ellos nos lle­ga­ban una vez y te la man­da­ban a guar­dar. Cuan­do en­trá­ba­mos a la can­cha y errá­ba­mos un par de go­les, nos mi­rá­ba­mos y de­cía­mos: “Aho­ra és­tos lle­gan una vez y nos li­qui­dan”. Y era así. Se­gu­ra­men­te ha­bía un com­po­nen­te men­tal. Hoy es al re­vés, Bo­ca no se quie­re en­fren­tar con Ri­ver porque no la viene pasando bien.

77 En los 90 Ri­ver ga­na­ba to­do y Bo­ca na­da. ¿Por qué se dio vuel­ta? Por­que Bo­ca em­pe­zó a ha­cer lo que ha­cía Ri­ver: man­tie­ne una es­truc­tu­ra de equi­po, trae un par de re­fuer­zos y tam­bién ven­de 2 o 3, en­ton­ces el gru­po ter­mi­na­ba aco­mo­dán­do­los.

78 Vie­ne Ma­cri y te po­ne un con­tra­to en blan­co con las con­di­cio­nes que vos que­rés... No, di­ri­gir a Bo­ca ja­más.

79 ¿Tus dos her­ma­nos si­guen sien­do fa­nas de Bo­ca? Ya no, pe­ro en mi épo­ca de ju­ga­dor, el más chi­co iba a la can­cha. Yo le com­pra­ba las en­tra­das en los clá­si­cos y des­pués me en­te­ra­ba de que me pu­tea­ba des­de la tri­bu­na.

80 ¿Qué sig­ni­fi­có el Gre­mio? Fut­bo­lís­ti­ca­men­te fue frus­tran­te, co­mo ex­pe­rien­cia sig­ni­fi­có al­go im­por­tan­te: en Ri­ver no sa­bía qué era sufrir y en Gre­mio tu­ve que arran­car de ce­ro.

Impasse. La única camiseta que utilizó, fuera de la de River: Gremio, en el 2000.

81 ¿En el 2000 te tu­vis­te que ir de Ri­ver por Ra­món Díaz? Des­pués me en­te­ré de que sí. Ve­nía­mos de ga­nar el Aper­tu­ra 99, yo ha­bía an­da­do muy bien, y pe­día un con­tra­to de tres años. Los di­ri­gen­tes me de­cían que no lo po­dían ha­cer. Gre­mio me ofre­ció esa chance y me fui. A la se­ma­na de ir­me, re­nun­ció Ra­món. Y un día des­pués me lla­mó un di­rec­ti­vo y me di­jo: “¿Qué que­rés pa­ra vol­ver”. Más cla­ri­to, echale agua.

82 ¿Te que­das­te ca­len­ti­to cuan­do Ra­món te sa­có a San Lo­ren­zo del bu­che? No, no. Es­to es feo de­cir­lo hoy, pe­ro la ver­dad es que cuan­do nos sen­ta­mos con Sa­vi­no, la mi­tad de los di­ri­gen­tes es­ta­ba a fa­vor y la mi­tad en con­tra. Ellos te­nían que es­tar con­ven­ci­dos del en­tre­na­dor que lle­va­ban. No sir­ve en­trar así, por­que per­dés tres par­ti­dos y te echan. Cuan­do el pi­be que me juntó con Sa­vi­no me di­jo “ma­ña­na lo de­fi­nen”, yo le con­tes­té que ya no me ser­vía. Que­da mal de­cir­lo aho­ra pe­ro es la ver­dad.

83 ¿Le veías al plan­tel ese po­ten­cial de cam­peón que al fi­nal tu­vo? San Lo­ren­zo te­nía bue­nos ju­ga­do­res y con po­co me­jo­ra­ban lo ma­lo que ha­bían he­cho en el se­mes­tre an­te­rior.

84 ¿Creías que Ra­món po­día ser cam­peón en el de­but? No. San Lo­ren­zo cam­bió mu­cho con la in­cor­po­ra­ción de dos ju­ga­do­res, La Ga­ta y Le­des­ma, tu­vo la suer­te de arran­car bien, y que po­co a po­co el res­to se fue­ra ca­yen­do: Bo­ca, Es­tu­dian­tes, Ri­ver. Y apro­ve­chó el mo­men­to.

85 “Le di­mos una ma­no más a Ra­món”, di­jis­te cuan­do le ga­na­ron a Bo­ca y lo sa­ca­ron del cam­peo­na­to. ¿Cuá­les fue­ron las otras? Cuan­do nos di­ri­gía. Al­go lo ayu­da­mos...

86 ¿Ra­món es un bu­rro? No. De­cir que es un bu­rro se­ría una fal­ta de res­pe­to.

87 Pe­ro no­tás que apren­dió. No es que apren­dió, de Ra­món siem­pre di­je que no me gus­tó la for­ma de ma­ne­jar­se que tu­vo con­mi­go. Des­pués, po­dés pen­sar que sa­bés más o me­nos que él, que tra­ba­jás más o me­nos. Tu­vo la suer­te de con­tar con muy bue­nos plan­te­les y su­po apro­ve­char el mo­men­to de ca­da ju­ga­dor, su­po ele­gir. Con­mi­go nun­ca fue fron­tal.

88 ¿Quién era el ver­da­de­ro DT: Ra­món, En­zo o vos? Fue una con­jun­ción: tu­vo un plan­tel que que­ría ga­nar to­do y él su­mó en que no nos mo­les­ta­ba pa­ra na­da, le da­ba li­ber­tad al plan­tel y a par­tir de ahí di­jo jue­ga és­te, és­te y és­te y chau, pe­ro no es que no­so­tros ha­cía­mos char­las por atrás de él, eso tam­po­co es ver­dad.

89 ¿Lo vas a ir a sa­lu­dar en el pró­xi­mo Co­lón-San Lo­ren­zo? No ten­go por qué, no ten­go una re­la­ción di­rec­ta con él.

90 Si lo cru­zás en un ho­tel, ¿te sen­tás a to­mar un ca­fé? Lo sa­lu­da­ría y na­da más.

91 Aho­ra que sos en­tre­na­dor, ¿no te pa­sa eso de en­ten­der más a Ra­món? Pa­ra na­da.

92 Cuan­do eras ju­ga­dor y los pe­rio­dis­tas te pre­gun­ta­ban por Ra­món, ¿có­mo ha­cías? ¿Te mor­días la len­gua? Tra­ta­ba de ma­ne­jar la si­tua­ción por con­ve­nien­cia. Yo acep­ta­ba que te­nía una re­la­ción pro­fe­sio­nal, na­da más que eso, sa­bía que nun­ca me ha­bía que­ri­do. En la pri­me­ra de cam­bio me te­nía que mor­der la len­gua, tam­po­co soy ta­ra­do, yo que­ría se­guir es­tan­do en Ri­ver. Y si per­ma­ne­cí en el club fue por mi in­sis­ten­cia y por có­mo me ma­ne­jé, nun­ca hi­ce qui­lom­bos. Yo sa­bía que me te­nía que pre­pa­rar con to­do y cuan­do ju­ga­ra la te­nía que rom­per, si no era im­po­si­ble que pu­die­ra en­trar.

93 ¿Qué co­sas en­ten­dis­te co­mo DT que an­tes no en­ten­días cuan­do eras ju­ga­dor? Yo si­go sien­do igual, dia­lo­gan­do con el ju­ga­dor de la mis­ma for­ma que lo ha­cía cuan­do ju­ga­ba.

94 Tu día más fe­liz y tu día más tris­te en el fút­bol. El más fe­liz fue el día que de­bu­té, en una li­gui­lla del 89. Mer­lo me hi­zo en­trar en el se­gun­do tiem­po. El más tris­te, ob­via­men­te, el del re­ti­ro. Y no por­que no es­tu­vie­ra pre­pa­ra­do pa­ra el adiós, si­no por­que es­ta­ba vi­vien­do el se­cues­tro de mi vie­jo.

95 ¿Có­mo hi­cis­te pa­ra po­der ju­gar aun­que sea 10 mi­nu­tos esa tar­de? No sé. Yo no que­ría sa­ber na­da, pe­ro me lla­mó Her­nán y me di­jo que se­ría bue­no que me pu­die­ra des­pe­dir, por el bien de mi vie­jo, pa­ra que no tu­vie­ra car­go de con­cien­cia. Tam­bién se dio que los se­cues­tra­do­res no me lla­ma­ban, no te­nía ni una no­ti­cia de mi vie­jo, y me hi­cie­ron ver que de ese mo­do po­día lle­gar a ha­ber un acer­ca­mien­to. Lo hi­ce más que na­da por eso.

En familia. Mamá, papá Rubén y sus dos hermanos, uno de ellos fana de Boca.

96 Aden­tro de la can­cha eras una pil­tra­fa. Es­ta­ba ido, no en­ten­día na­da. Ma­nuel (Pe­lle­gri­ni) que­ría que ju­ga­ra un tiem­po. Yo le di­je: “Ma­nuel, no sé si pue­do es­tar en pie un mi­nu­to”. Es más: los que me sa­ca­ron a dar la vuel­ta olím­pi­ca fue­ron mis com­pa­ñe­ros, yo no que­ría dar­la. To­da esa tar­de, por aden­tro pen­sa­ba en mi vie­jo, el su­fri­mien­to que po­día es­tar pa­san­do. Y to­do el te­ma fa­mi­liar, por­que de­lan­te de mi hi­ja yo no po­día es­tar to­do el día llo­ran­do, te­nía que ha­cer­me el fuer­te, co­mo que no pa­sa­ba na­da. Fue jo­di­dí­si­mo.

97 Vos fuis­te el ne­go­cia­dor, ¿qué les de­cías a los se­cues­tra­do­res? No lle­gás a de­cir­les na­da. Ellos te lla­man, te di­cen “¿cuán­to jun­tas­te?” y pum­ba, te cor­ta­ron. No te­nés un diá­lo­go con el ti­po. Yo in­ten­ta­ba, pe­ro no ha­bía for­ma.

98 ¿Cuál fue el mo­men­to más du­ro? Cuan­do me di­je­ron que fue­ra a bus­car la prue­ba de vi­da. Ti­ra­ban ca­se­tes en ta­chos de ba­su­ra y ha­bía que re­co­ger­los. Al es­cu­char la pri­me­ra, pen­sé: “Chau, es­tá li­qui­da­do”. Te pe­ga muy fuer­te es­cu­char llo­rar a tu vie­jo, la voz en­tre­cor­ta­da. A la se­gun­da, te tran­qui­li­zás y de a po­co te vas en­frian­do. Al es­cu­char­lo me da­ba cuen­ta de que ha­bía co­sas de mi vie­jo y otras que no lo eran; pa­la­bras de él y otras que evi­den­te­men­te eran de los se­cues­tra­do­res y él las leía. Y ahí ar­más dos his­to­rias pa­ra­le­las. Es com­pli­ca­do.

99 ¿En el me­dio te qui­sie­ron me­ji­ca­near el di­ne­ro? Te­rri­ble. El pri­mer lla­ma­do que re­ci­bí de los se­cues­tra­do­res fue a los diez días. An­tes, to­dos los días me lla­ma­ba gen­te dis­tin­ta di­cién­do­me que lo ha­bían vis­to a mi vie­jo en tal o cual vi­lla y que que­rían equis pla­ta. Has­ta me lla­ma­ron des­de la cár­cel, con tar­je­ta. Y era to­do ver­so. Por suer­te lo en­con­tra­ron.

100 ¿Có­mo es­tá tu vie­jo hoy? ¿Le que­da­ron se­cue­las? Se­cue­las que­dan siem­pre des­pués de un epi­so­dio co­mo el que vi­vió, no tie­ne la mis­ma vi­da que te­nía an­tes. Por el fun­cio­na­mien­to que va te­nien­do la ca­be­za tu­vo un de­rra­me ce­re­bral, por ejem­plo. Y to­dos los años una nue­va. De­cí que mi vie­jo es bas­tan­te fuer­te y por suer­te pue­de se­guir con­tán­do­la. Den­tro de to­do, se pue­de de­cir que es­tá bien.

 

 

Por Diego Borinsky

Fotos: Emiliano Lasalvia y Archivo El Gráfico.


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