LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Diego Latorre 100x100: "De chico mi abuelo me llevaba a ver a River"

Por Redacción EG · 19 de julio de 2019

El clásico de El Gráfico con Gambeta. Habla de sus años en Boca, sus comienzos en un country, de su paso por Racing.


1 ¿Quién es Die­go La­to­rre? Una bue­na per­so­na, au­tén­ti­ca. Un ti­po tí­mi­do, ne­cio en al­gu­nas co­sas, pe­ro con con­vic­cio­nes, que ge­ne­ral­men­te di­ce lo que pien­sa y pien­sa lo que di­ce.

2 ¿Por qué te­nés va­rias de­cla­ra­cio­nes fuer­tes en tu ca­rre­ra? Por­que pa­san co­sas en el fút­bol, mu­chos tie­nen mie­do y no ha­blan.

3 ¿El equi­po pre­fe­ri­do de La­to­rre era De­por­ti­vo La­to­rre? ¡Pa­ra naaaaaa­da! Pre­gun­ta­le a Ba­tis­tu­ta si era De­por­ti­vo La­to­rre…

 

Histórica dupla de los 90. Latorre y Batistuta.
 

4 Pe­ro no vas a ne­gar que eras fan­fa­rrón. A ve­ces ha­cías con la ma­no que de­fi­nías más o me­nos. Es la pi­mien­ta del fút­bol, el es­pec­tá­cu­lo por arri­ba de to­do. Oja­lá hoy hu­bie­ra ju­ga­do­res que des­pier­ten al­go, uno de­be­ría es­tar agra­de­ci­do a ti­pos así, el úni­co que que­dó de esa guar­dia vie­ja es el Me­lli­zo. Yo era par­ti­cu­lar en los fes­te­jos, por ahí ha­cía una de más, pe­ro ju­ga­ba pa­ra el equi­po, aun­que no po­día re­nun­ciar a mis ca­rac­te­rís­ti­cas: yo me nu­tría de la gam­be­ta.

5 ¿Qué le pre­gun­ta­ría el La­to­rre pa­ne­lis­ta al La­to­rre fut­bo­lis­ta? ¿Có­mo hi­cis­te pa­ra ju­gar en Bo­ca vi­nien­do de un lu­gar que no es el ha­bi­tual y te­nien­do una es­cue­la de fút­bol que no se iden­ti­fi­ca pa­ra na­da con Bo­ca?

6 ¿Y qué res­pon­de­rías? Que lo con­se­guí por­que siem­pre ju­gué el fút­bol que sen­tía. Y eso la gen­te lo per­ci­bía. Y le da­ría un gran va­lor a im­po­ner­me a pe­sar de to­das esas con­tras.

7 Si ha­cías en Ri­ver lo que hi­cis­te en Bo­ca, ¿no creés que se­rías más ído­lo? En Bo­ca vi gen­te que se ti­ra­ba de ca­be­za pa­ra aplau­dir­me. Es cier­to, Bo­ca es otro es­ti­lo de jue­go, mi es­ti­lo se iden­ti­fi­ca más con Ri­ver, por eso hay que va­lo­rar más lo que hi­ce. Igual, sien­to que fui un ti­po muy que­ri­do en Bo­ca. Aho­ra que la gen­te es­tá más fría y ve las imá­ge­nes del pa­sa­do y com­pa­ra con lo ac­tual, me va­lo­ra mu­chí­si­mo, me lo di­cen. No sé si soy más o me­nos ído­lo, sí hay un muy buen re­cuer­do, me sien­to que­ri­do y res­pe­ta­do por la gen­te de Bo­ca. Y más que por el jue­go, me res­pe­tan co­mo in­di­vi­duo.

8 ¿En qué lo no­tás? La gen­te me di­ce por la ca­lle: “Bien, Die­go, siem­pre fuis­te au­tén­ti­co, con erro­res y acier­tos, pe­ro fuis­te vos”.

9 Si hoy te pa­rás en el me­dio de la Bom­bo­ne­ra lle­na, ¿qué ima­gi­nás: aplau­sos o sil­bi­dos? En la ca­lle me re­cuer­dan bien; en ma­sa es otra co­sa. Y por ahí gen­te que me quie­re aplau­dir ter­mi­na sil­bán­do­me. Igual, creo que me aplau­di­rían por to­do lo que hi­ce.

10 Die­gui­to La­to­rre, tu hi­jo de 2 años, ¿es un Die­go bue­no o un Die­go ma­lo? Es un Die­go re­gu­lar: a ve­ces se por­ta bien y otras mal. Igual que Lo­la, de 4. Por suer­te dis­fru­to a mis hi­jos des­de chi­cos, ya re­ti­ra­do. Es una ven­ta­ja, me pue­do ocu­par de to­do. Y se dio de for­ma im­pen­sa­da, por­que bus­ca­mos va­rios años, des­pués mi se­ño­ra per­dió un be­bé, nos cos­tó re­ha­cer­nos y lo en­con­tra­mos de gran­des.

En familia, con Lola y Dieguito, sus dos hijos. Diego los tuvo de grande y los disfruta a pleno.
 

11 ¿El am­bien­te del fút­bol es jo­di­do? Sí, es di­fí­cil, na­die se mo­ja, en el sen­ti­do de que el fut­bo­lis­ta es aris­co, ce­lo­so. Y si de­cís al­go fue­ra del li­bre­to, te mi­ran mal. Tie­ne que ver con que es­ta ac­ti­vi­dad te aga­rra a ve­ces in­ma­du­ro en el as­pec­to per­so­nal, en­ton­ces uno no se aguan­ta una crí­ti­ca o un elo­gio.

12 ¿Por qué creés que te eli­gie­ron pa­ra la TV? Su­pon­go que por­que di­go lo que pien­so, qui­zás por­que veo el fút­bol de ma­ne­ra par­ti­cu­lar: aun­que me im­por­ta el re­sul­ta­do, me in­te­re­sa más el con­te­ni­do, el jue­go. Y Fer­nan­do (por Niem­bro) es un ti­po que, más allá de sus po­si­cio­nes, me res­pe­ta en to­do lo que di­go. Nun­ca me cen­su­ró ni me ta­pó.

13 ¿No te ha­brán bus­ca­do por­que sos un po­qui­to bo­cón? No creo, siem­pre fui muy co­he­ren­te con lo que pen­sa­ba, nun­ca ha­blé por ha­blar. A mí siem­pre me gus­tó ha­blar sin fil­tros, es bue­no que sea así. Si vos pen­sás “ro­jo” y de­cís “ama­ri­llo”, no ter­mi­nás de ser creí­ble, te te­nés que sa­car la más­ca­ra. Qui­zás a us­te­des les pa­re­cía ex­tra­ño que di­je­ra al­go más que “ju­ga­mos bien”, “ju­ga­mos mal”, “hay que se­guir tra­ba­jan­do”, “el sa­cri­fi­cio de la se­ma­na”...

14 ¿En el am­bien­te te fac­tu­ra­ron tu ori­gen de “ni­ño country”? No, por­que siem­pre sen­tí mu­cho amor por el jue­go. El fút­bol es un de­por­te en el cual no tie­nen na­da que ver las cla­ses so­cia­les, lo que dis­tin­gue a un fut­bo­lis­ta es si le gus­ta ju­gar al fút­bol, más que si es po­bre o ri­co.

15 Sin sa­na­ta, ¿de quién eras hin­cha de chi­co? Cuan­do era chi­qui­to, mi abue­lo ma­ter­no, que era fa­ná­ti­co de Ri­ver, me lle­va­ba al Mo­nu­men­tal. Mi ma­má tam­bién es de Ri­ver, mi vie­jo, de Ra­cing, y mi abue­lo pa­ter­no lle­gó a ju­gar en la Pri­me­ra de Ra­cing. Cuan­do en­tré en Fe­rro aga­rré la eta­pa de oro, así que ter­mi­na­ba mi par­ti­do y me iba a la po­pu de Fe­rro. Te pue­do re­ci­tar esos equi­pos de Gri­guol de me­mo­ria.

16 Se di­jo que en el country ju­ga­bas con la de Ri­ver aba­jo. Men­ti­ra. Nun­ca me com­pra­ron una ca­mi­se­ta y nun­ca fui fa­ná­ti­co de nin­gún club por­que mi ver­da­de­ra pa­sión era el te­nis.

17 ¿Quién era tu ído­lo? Me gus­ta­ba los ha­bi­li­do­sos: Alon­so, Bo­chi­ni, Ma­ran­go­ni. Una vez le pe­dí un au­tó­gra­fo al Be­to. Se lo re­cor­dé ha­ce po­co en el pro­gra­ma de Fox y se reía.

18 Sin re­pe­tir y sin so­plar, to­dos los clu­bes don­de ju­gas­te. Bo­ca, Fio­ren­ti­na, Te­ne­ri­fe, Sa­la­man­ca, Ra­cing, Cruz Azul, Cen­tral, Cha­ca­ri­ta, Ce­la­ya (Mé­xi­co), Co­mu­ni­ca­cio­nes (Gua­te­ma­la), Cu­lia­cán y Du­ran­go (los dos úl­ti­mos de Mé­xi­co).

19 ¿No caís­te muy aba­jo al ir a ju­gar a Gua­te­ma­la? El Ce­la­ya fun­dió una se­ma­na an­tes de que em­pe­za­ra el tor­neo, y pre­fe­rí es­tar cer­ca pa­ra vol­ver al año si­guien­te a Mé­xi­co y re­ti­rar­me allí, co­sa que hi­ce. Mé­xi­co siem­pre me gus­tó.

20 ¿Có­mo es el fút­bol de Gua­te­ma­la? Du­ro, so­bre to­do de vi­si­tan­te: en las can­chas te­nés a la gen­te al la­do, te ti­ran de to­do, las pa­ta­das vue­lan a dos me­tros del pi­so. El ha­bi­li­do­so no en­cuen­tra la pro­tec­ción del ár­bi­tro.

21 ¿Y qué te gus­ta tan­to de Mé­xi­co? Me gus­ta el fút­bol y tam­bién co­mo se vi­ve, los lu­ga­res, el cli­ma, que es muy be­nig­no pa­ra los chi­cos. La gen­te no se fi­ja qué ha­cés des­pués del par­ti­do, te ana­li­za só­lo por el do­min­go, con­tás con li­ber­ta­des que acá no exis­ten. A mí me aga­rró de gran­de, con 29 años, cuan­do ve­nía de los líos de Bo­ca y Ra­cing, y allá só­lo me de­di­ca­ba a ju­gar.

22 ¿No te pa­re­ce mu­cho un par­ti­do des­pe­di­da en Mé­xi­co? En Cu­lia­cán de­jé una ima­gen bár­ba­ra: allá es to­do béis­bol y en el pri­mer cam­peo­na­to ga­na­mos el as­cen­so y yo ter­mi­né se­gun­do go­lea­dor. Mi­rá si me que­rrán, que en la se­mi­fi­nal erré un pe­nal y la can­cha lle­na me ova­cio­nó. Y aho­ra los di­rec­ti­vos quie­ren ha­cer­me un par­ti­do des­pe­di­da.

23 Una jo­da de con­cen­tra­ción. Ha­ce po­co me pu­sie­ron un ala­crán al la­do de las za­pa­ti­llas, en Du­ran­go. Yo le ten­go te­rror por­que es­cu­cha­ba que si te pi­ca­ban te­nías que ir a la Cruz Ro­ja den­tro de las cua­tro ho­ras, si no te mo­rías. Era un es­cor­pión mo­ri­bun­do, al que le ha­bían cor­ta­do la co­la, pe­ro me asus­té. Y en Es­pa­ña, en mi pri­mer con­tac­to con el Te­ne­ri­fe, me pu­sie­ron una cin­ta ad­he­si­va en el pe­lo, ¡lo que me cos­tó sa­car­la! Así que­dé (mues­tra la pe­la­da).

24 ¿A quién te­nían de pun­to en Bo­ca? A Sa­tur­no lo vol­vía­mos lo­co. Un ti­po bár­ba­ro, que se pres­ta­ba pa­ra la jo­da. Tam­bién me gas­ta­ban a mí, pe­ro no ha­bía dra­ma, siem­pre fui di­ver­ti­do.

25 ¿Por qué te fuis­te de Fe­rro des­pués de ha­cer las in­fan­ti­les? Me pro­bé a los 8 años y me que­dé has­ta los 12, ju­ga­ba de ocho. Co­mo los pa­dres eran de un cier­to ni­vel, el club nos usa­ba pa­ra com­prar ca­mi­se­tas, pe­lo­tas, y otras co­sas, en­ton­ces mi vie­jo me sa­có.

26 ¿Có­mo fue pa­ra un chi­co de country ir a La Can­de­la? Lle­gué y en­se­gui­da me que­ría vol­ver. Ha­bía­mos ido en un mi­cro es­co­lar, hi­ci­mos la par­te fí­si­ca y eso no me gus­ta­ba na­da. Pe­ro me in­ser­té muy rá­pi­do en el gru­po y em­pe­cé a ju­gar en­se­gui­da…

27 ¿A tus com­pa­ñe­ros no les da­ba bron­ca que fue­ras a en­tre­nar só­lo una vez por se­ma­na? No, por­que me dis­fru­ta­ban los sá­ba­dos, si el pri­mer año me­tí co­mo 20 go­les. Yo no po­día ir a en­tre­nar por­que mis pa­dres no que­rían que de­ja­ra el es­tu­dio, y te­nía una ho­ra y me­dia de via­je de La Pa­ter­nal a San Jus­to, en­ton­ces mi pro­pues­ta fue en­tre­nar los jue­ves y ju­gar los sá­ba­dos. Y acep­ta­ron.

28 ¿Qué son los có­di­gos del fút­bol? Que las co­sas de un ves­tua­rio tie­nen que que­dar ahí, co­mo en cual­quier nú­cleo de tra­ba­jo. Hay co­sas ín­ti­mas que só­lo los ju­ga­do­res y el en­tre­na­dor de­ben sa­ber, se tie­nen que re­sol­ver allí, en el co­ra­zón del tra­ba­jo. Eso son los có­di­gos pa­ra mí. No es­toy de acuer­do con otras co­sas que se lla­man có­di­gos, co­mo po­ner­se el ca­se­te al de­cla­rar.

En un Superclásico defendiendo la camiseta de Boca, quien lo marca es nada más y nada menos que Daniel Passarella.
 

29 ¿Quién fue el res­pon­sa­ble Nº 1 de los éxi­tos de Bo­ca: Ma­cri o Bian­chi? Los dos apor­ta­ron, pe­ro si ten­go que ele­gir uno, Ma­cri.

30 ¿Quién se­ría el La­to­rre de hoy? Gra­cián.

31 Los tres me­jo­res ju­ga­do­res ar­gen­ti­nos y los tres me­jo­res del mun­do. Agüe­ro, Mes­si y Te­vez, de Ar­gen­ti­na. Y en el mun­do, Ro­nal­din­ho, Ka­ká y Ro­nal­do.

32 ¿Có­mo es­tá Ar­gen­ti­na en el mun­do hoy? Bra­sil nos lle­va una pe­que­ña ven­ta­ja, pe­ro es­ta­mos ahí no­más, en­tre los me­jo­res del se­gun­do pe­lo­tón. Qui­zás nos ga­nan por­que son más sim­ples que no­so­tros, no se vuel­ven tan lo­cos con la tác­ti­ca. Pa­ra ellos, la tác­ti­ca no es tan de­ter­mi­nan­te, les dan li­ber­tad a los ju­ga­do­res que se la tie­nen que dar, y con­tie­nen a los ju­ga­do­res que tie­nen que de­fen­der. Y ya es­tá. Es el gran se­cre­to del fút­bol.

33 ¿El cam­peo­na­to ar­gen­ti­no o el me­xi­ca­no? El ar­gen­ti­no es uno de los más com­pe­ti­ti­vos del mun­do; el me­xi­ca­no es más vis­to­so, hay go­les más lin­dos, más erro­res, le pe­gan más de me­dia dis­tan­cia. En Mé­xi­co to­dos los equi­pos sa­len a ga­nar y el que sa­le a de­fen­der­se, pier­de, por­que no tie­ne la cul­tu­ra de­fen­si­va de no­so­tros.

34 ¿Pa­ra qué Mun­dial tu­vis­te más ex­pec­ta­ti­vas de ir: 94 o 98? Pa­ra el 94 es­ta­ba en mi me­jor mo­men­to, ve­nía de dos años bár­ba­ros en el Te­ne­ri­fe, qui­zás me­jor que en Bo­ca. Se de­cía que Ba­si­le me iba a ve­nir a ver jus­to un día que la rom­pí con­tra el Ma­drid, pe­ro al fi­nal no fue. Es­pe­ré el lla­ma­do y no se dio. Fue un ba­jón...

35 ¿Se­guís pen­san­do que al 94 no fuis­te por in­fluen­cia de Ma­ra­do­na? No lo di­je así. Sí hay que en­ten­der que al ju­ga­dor de afue­ra no se lo veía tan­to co­mo aho­ra, si an­da­ba bien sa­lía un re­cua­dro chi­qui­to en La Na­ción y na­da más. Al­gu­nos me pre­gun­tan: ¿por qué no te fue bien en Eu­ro­pa? Y no, vie­jo, pa­rá, mi­rá los vi­deos.

36 ¿Có­mo sur­gió tu fra­se del Die­go bue­no y el Die­go ma­lo? Me la cam­bia­ron. En ese mo­men­to nos com­pa­ra­ban por­que nos lla­má­ba­mos igual y te­nía­mos orí­ge­nes dis­tin­tos, yo ve­nía de un country, en­ton­ces de­cla­ré: “La pren­sa me quie­re ha­cer que­dar a mí co­mo el Die­go bue­no y a él co­mo el Die­go ma­lo y no creo que sea así”. Y en­se­gui­da me­tie­ron el tí­tu­lo.

37 Y cuan­do Ma­ra­do­na di­jo que te iba a ca­gar a trom­pa­das, ¿te la vis­te ne­gra? Nun­ca es­cu­ché esa de­cla­ra­ción. Igual es­ta­ba con la con­cien­cia tran­qui­la, que es lo más im­por­tan­te que pue­de te­ner un hom­bre.

38 ¿A la reu­nión de con­ci­lia­ción con Die­go lle­vas­te a tu mu­jer pa­ra que no vo­la­ran pi­ñas? No, Ya­ni­na vi­no por­que era una char­la de ca­fé que da­ba pa­ra ir con ella. Le di­je a Die­go que ha­bía sa­li­do pu­bli­ca­do al­go que yo no ha­bía di­cho y que eso me do­lía. Al to­que me di­jo que me ol­vi­da­ra y lis­to, fui­mos com­pa­ñe­ros en Bo­ca.

39 Si no hu­bie­ras si­do fut­bo­lis­ta... Qui­zás pro­fe­sor de te­nis, al­go vin­cu­la­do con el de­por­te. O re­ci­bir­me en Eco­nó­mi­cas, que era lo que mis pa­dres que­rían que es­tu­dia­ra.

40 Una co­mi­da. Asa­do, mi­la­ne­sa na­po­li­ta­na y co­mi­da me­xi­ca­na, con mu­cho pi­can­te.

41 ¿La­lín sa­bía al­go de fút­bol? Con La­lín me sa­co el som­bre­ro. Siem­pre fue res­pe­tuo­so con­mi­go y con mis de­ci­sio­nes. Ade­más, es un ti­po muy di­ver­ti­do.

42 ¿Cuán­do fue la úl­ti­ma vez que te to­mas­te un co­lec­ti­vo de lí­nea? Ahhhhhhh, pa­rá, mu­chos años, más de 20…

43 Nom­brá los cin­co com­pa­ñe­ros con los que me­jor que te lle­vas­te. Blas Ar­man­do Giuuuuun­ta, Po­gany, So­ño­ra, Pi­co, Eze­quiel Cas­ti­llo, Derty­cia, Ba­tis­tu­ta… Giun­ta fue el que más me cui­dó. De­cía: “No le pe­guen a Die­gui­to, que el do­min­go nos ha­ce ga­nar pla­ta”. Y cuan­do lo gam­be­tea­ba en las prác­ti­cas, en vez de pe­gar­me, sa­ca­ba la pier­na.

Dúo dinámico. Con Batistuta armaron una dupla temible. Aquí, producción en la Boca.
 

44 ¿Y con los que peor te lle­vas­te? Eso no te lo voy a de­cir... Son po­qui­tos, igual.

45 ¿Con to­dos tus com­pa­ñe­ros de El Equi­po de Pri­me­ra te­nías bue­na on­da o con al­gu­no te lle­va­bas más o me­nos? Siem­pre tu­ve bue­na on­da con to­dos y con el Bam­bi­no, más, yo lo amo al Bam­bi­no, pe­se a que fue mi téc­ni­co en la épo­ca del “ca­ba­ret”. Me co­no­cen, sa­ben que soy un ti­po au­tén­ti­co, res­pe­tuo­so.

46 Siem­pre cri­ti­cas­te bas­tan­te a la tác­ti­ca y aho­ra mo­vés fi­chi­tas en el pi­za­rrón, ¿có­mo se en­tien­de? Nun­ca des­creí de la tác­ti­ca. Si­go cre­yen­do que los par­ti­dos los ga­nan los ju­ga­do­res y que la tác­ti­ca te da un or­den.

47 ¿Pe­ro no te sen­tís ra­ro mo­vien­do fi­chi­tas en el pi­za­rrón? Es pa­ra ilus­trar­le a la gen­te qué pa­só en el par­ti­do, a ve­ces con las pa­la­bras no al­can­za. Pue­de ser que me vea un po­co ra­ro, mis ami­gos tam­bién me car­gan.

48 ¿La fa­ma pe­sa o pa­sa? Las dos co­sas. Pe­sa por­que hay que aguan­tar un mon­tón de co­sas que con­lle­va es­ta pro­fe­sión y des­pués pa­sa por­que si­guen los años y se va.

49 ¿Ale­gre o Ma­cri? Los dos, ca­da uno con su es­ti­lo. Ale­gre es un fe­nó­me­no de per­so­na, ami­go de los ju­ga­do­res. Y Ma­cri es un gran em­pre­sa­rio, lo apre­cio mu­cho.

50 ¿Al­fon­sín o Me­nem? Nin­gu­no de los dos.

51 ¿Eras de go­zar a los ri­va­les a los que les ti­ra­bas ca­ños? Nun­ca ha­blé con los ri­va­les ni fui so­bra­dor. Y siem­pre me ban­qué las pa­ta­das: me le­van­ta­ba y la vol­vía a pe­dir.

 

Jugador fino y elegante que supo conquistar al público de Boca.
 

52 ¿Cuál fue la má­xi­ma en­se­ñan­za que te de­jó Bi­lar­do? Apren­der a sa­cri­fi­car­me por el equi­po cuan­do no te­nía la pe­lo­ta. Yo era muy lí­ri­co y me de­sen­ten­día cuan­do el equi­po con­tra­rio te­nía la pe­lo­ta. Si bien Bi­lar­do no me pi­dió pa­ra Bo­ca, con él siem­pre ju­gué y tu­ve una re­la­ción de res­pe­to.

53 El po­dio de los me­jo­res téc­ni­cos que tu­vis­te. Cap­pa, que es un pa­dre pa­ra mí; el Maes­tro Ta­bá­rez, por­que me aga­rró en una eta­pa di­fí­cil de mi vi­da co­mo es la ado­les­cen­cia, y me ubi­có en un lu­gar don­de no me ha­bían ubi­ca­do: de­lan­te­ro por iz­quier­da, al la­do de Ba­ti; y Car­los Ai­mar, otro ti­po que su­po pro­te­ger­me.

54 Co­mo téc­ni­co, ¿qué co­sas no apli­ca­rías de lo que vi­vis­te? Que mi equi­po pien­se más en el ri­val que en lo que ha­ce­mos. Un con­jun­to de­be te­ner una iden­ti­dad pro­pia.

55 ¿Qué creés que pen­sa­ban tus com­pa­ñe­ros de vos? Que era un buen ti­po, nor­mal. Me di­ver­tía mu­cho con mis com­pa­ñe­ros.

56 ¿Qué sen­tis­te la no­che en que Ser­gio Ber­ti lla­mó a El Equi­po… y di­jo que vos só­lo fes­te­ja­bas cum­plea­ños? Con Ber­ti no hay pro­ble­mas, es­tu­vi­mos jun­tos en Mé­xi­co y to­do bien. Yo, ade­más de cum­plea­ños, fes­te­ja­ba cuan­do me­tía un gol, ha­cía un buen par­ti­do, cuan­do el equi­po ga­na­ba, fes­te­ja­ba to­do, no só­lo cum­plea­ños. La pa­sé bien en el fút­bol.

57 ¿Te aga­rras­te al­gu­na vez a trom­pa­das con un com­pa­ñe­ro? Una vez me aga­rré con Mo­ha­med en el Ce­la­ya: que da­me­la, que no te la doy… y a la no­che es­tá­ba­mos co­mien­do jun­tos. El Tur­qui­to es un pi­be bár­ba­ro, lo ad­mi­ro por­que tie­ne unas con­vic­cio­nes enor­mes.

58 ¿No creés que por tus con­di­cio­nes tu ca­rre­ra es­ta­ba pa­ra más? Pue­de ser, pe­ro hu­bo mo­men­tos cla­ves en los que no tu­ve suer­te ni gran­des re­pre­sen­tan­tes. Cuan­do te­nía que en­trar a Ita­lia y es­ta­ba en un ni­vel al­tís­ti­mo, jus­to lo me­tie­ron pre­so a Aloi­sio. Es­tu­ve tres me­ses en un ho­tel en Ro­ma es­pe­ran­do que lo de­jen sa­lir y des­pués ya en­tré tor­ci­do.

59 ¿Al­gu­na vez pre­fe­ris­te no dar­le un pa­se a un com­pa­ñe­ro por es­tar pe­lea­do él? Nooooo, mi­rá si en un par­ti­do iba a pen­sar una co­sa así.

60 Te fuis­te de Bo­ca a me­dia­dos del 92 y Bo­ca sa­lió cam­peón a fin de ese año. En el 98 pa­só lo mis­mo. Ex­pli­ca­lo. En Bo­ca ga­na­mos la Su­per­co­pa 89 y la Re­co­pa 90, des­pués lo­gra­mos in­vic­tos el Clau­su­ra 91, pe­ro nos ro­ba­ron el tí­tu­lo por­que no nos de­ja­ron ju­gar las fi­na­les ni a Ba­ti ni a mí. A Ne­well’s les fal­ta­ron Gam­boa y Fran­co, pe­ro no se po­día com­pa­rar. Des­pués, en el 92, Bo­ca ga­nó el tor­neo ara­ñan­do. Y a par­tir del 98 la cla­ve pa­ra ga­nar to­do fue Bian­chi.

Gambeta. A poco de arrancar en la Primera de Boca, El Gráfico lo juntó con Rojitas (1989).
 

61 Vas por la ru­ta y es­tá Vi­de­la ti­ra­do, ¿lo le­van­tás? Si es­tá vi­vo, lla­mo a al­guien pa­ra que lo le­van­te; y si es­tá muer­to, pa­ra que se lo lle­ven, pe­ro no lo le­van­to.

62 Cuan­do sa­lías con Zu­le­mi­ta, ¿cuán­tas ve­ces fuis­te a co­mer a lo del pre­si­den­te? Nin­gu­na, ni a Oli­vos ni a la Ca­sa Ro­sa­da.

63 ¿Zu­le­mi­ta via­jó al Preo­lím­pi­co de Pa­ra­guay por­que que­ría pro­mo­ción? Lle­gó en un mo­men­to ino­por­tu­no sin yo te­ner co­no­ci­mien­to de que lle­ga­ba. No me gus­tó.

64 ¿Es jo­di­do de­jar a la hi­ja de un pre­si­den­te? Pa­ra na­da.

65 ¿Qué re­la­ción te­nías con El Abue­lo? Bue­na. Ca­da tan­to lla­ma­ba a mi ca­sa y me de­cía: “Bien, pi­be, se­guí así y de­ci­les a los más gran­des que se pon­gan las pi­las”. Y yo pen­sa­ba: ¿qué voy ha­blar, si en las reu­nio­nes no di­go ni a?

66 ¿Eras de dar­le bo­la al téc­ni­co en la char­la téc­ni­ca o ha­cías la tu­ya? En la char­la le da­ba bo­la, el pro­ble­ma era cuan­do em­pe­za­ba el par­ti­do... (ri­sas).

67 ¿Te asus­tas­te el día de la ba­ta­lla Co­lo Co­lo-Bo­ca por la Co­pa 91? Sí, por­que vi el am­bien­te pe­sa­do des­de el ae­ro­puer­to, con ban­de­ras por el Ca­nal de Bea­gle, por Mal­vi­nas, un cli­ma an­tiar­gen­ti­no. Y en la can­cha fue una gue­rra. Cuan­do em­pe­zó el re­vo­leo, me tu­ve que que­dar quie­to en el me­dio, por­que me ha­bían ro­to dos dien­tes en el par­ti­do con­tra La­nús de la se­ma­na pre­via. Tri­ple frac­tu­ra te­nía, in­clu­so me ha­bían ope­ra­do esa mis­ma no­che y el mé­di­co me di­jo que al mí­ni­mo con­tac­to me vo­la­ban los dien­tes. Igual ju­gué.

68 ¿Có­mo vi­vis­te el día de las fi­na­les con Ne­well’s? Fue des­pués de una prác­ti­ca con la Se­lec­ción, nos que­da­mos con Ba­ti es­cu­chan­do los pe­na­les por ra­dio. Ter­mi­na­mos arro­di­lla­dos, no lo po­día­mos creer.

69 Si en ese mo­men­to te da­ban a ele­gir Bo­ca o la Se­lec­ción… Ele­gía Bo­ca por­que era co­ro­nar el es­fuer­zo de seis me­ses.

70 Di­jis­te que la hin­cha­da de Ra­cing era me­jor que la de Bo­ca, ¿lo sos­te­nés? La hin­cha­da de Ra­cing tu­vo un ges­to muy es­pe­cial con­mi­go, por­que ve­nía de ser re­fe­ren­te de Bo­ca y me re­ci­bie­ron con los bra­zos abier­tos. Eso no lo ol­vi­da­ré nun­ca.

 

Su pase a Racing lo enfrentó con Boca.
 

71 ¿Es­tá bien que un ju­ga­dor fir­me una cláu­su­la por la que no se pue­de cri­ti­car a los di­ri­gen­tes, co­mo te pa­só en Bo­ca? Es­tá bien. Las co­sas in­ter­nas hay que re­sol­ver­las en pri­va­do. 

72 ¿Al­gún téc­ni­co te pi­dió al­gu­na vez que ba­ja­ras el per­fil con tus de­cla­ra­cio­nes? Nin­gu­no.

73 ¿Siem­pre tu­vis­te la au­toes­ti­ma muy al­ta? Siem­pre con­fié en mis con­di­cio­nes, pe­ro tam­bién tu­ve in­se­gu­ri­da­des pro­pias de cual­quie­ra.

74 Pe­ro mu­chas ve­ces ha­blas­te de vos co­mo si fue­ras el me­jor; en el 2002 se­guías di­cien­do que es­ta­bas pa­ra la Se­lec­ción, ¿lo creías de ver­dad? Cla­ro. Yo creo que uno no es más o me­nos por el lu­gar que ocu­pa, si es ge­ren­te o peón, si ga­na un tí­tu­lo más o me­nos.

75 ¿Fuis­te al psi­có­lo­go al­gu­na vez? Me gus­ta­ría ir en al­gún mo­men­to.

76 ¿Por qué te ta­pas­te la na­riz en aquel par­ti­do con­tra Bo­ca? Fue una ca­len­tu­ra del mo­men­to, me dio mu­cha bron­ca que me pu­tea­ran des­pués de to­das las sa­tis­fac­cio­nes que les di. En­ci­ma en un tor­neo de ve­ra­no, por­que si era la fi­nal de un cam­peo­na­to, to­da­vía.

77 ¿Por qué te pe­leas­te con el pre­si­den­te del Cruz Azul? Ter­mi­nó un par­ti­do, di­jo que mis com­pa­ñe­ros no te­nían hue­vos y le con­tes­té que era fá­cil opi­nar des­de la tri­bu­na. Me col­gó. Lo que pa­sa es que el ju­ga­dor me­xi­ca­no, por idio­sin­cra­sia, el pue­blo me­xi­ca­no, en rea­li­dad, no dis­cu­te, no se ma­ni­fies­ta por la ca­lle, qui­zás por la his­to­ria de la con­quis­ta es­pa­ño­la, en­ton­ces ha­cen lo que quie­ren con el ju­ga­dor. Le ha­cen fir­mar con­tra­to en la quin­ta fe­cha, apues­tan a que ha­ya una le­sión o un mal ren­di­mien­to, y lis­to. Y co­mo yo ven­go de otra es­cue­la, tu­ve ro­ces.

78 En 1999 de­cla­ras­te: “Ju­gar en Ri­ver se­ría es­pec­ta­cu­lar”. ¿Fue la res­pues­ta de un no­vio des­pe­cha­do? Ha­bía he­ri­das abier­tas con la gen­te de Bo­ca.

79 ¿Y hu­bie­ras ju­ga­do en Ri­ver? No sé. Una vez, en el cor­te de un pro­gra­ma, Agui­lar me di­jo qué es­pe­ra­ba pa­ra ir a Ri­ver, a lo que le con­tes­té: “Bue­no, lle­va­me”. Pe­ro fue por des­pe­cho.

80 ¿Cuán­do co­men­zó a de­te­rio­rar­se la re­la­ción? Cuan­do es­tás mu­cho tiem­po en un club, la gen­te se iden­ti­fi­ca con 3 o 4 ju­ga­do­res, ya sea cuan­do la ma­no vie­ne bien o mal. En es­te país es­ta­mos muy acos­tum­bra­dos a bus­car cul­pa­bles. Y lo mío fue un des­gas­te con Bo­ca, yo tam­bién ne­ce­si­ta­ba un cam­bio. Cuan­do vol­ví al club, en 1996, es­pe­ra­ba otra co­sa de la so­cie­dad: la gen­te es­ta­ba más ner­vio­sa, iba a la can­cha a pu­tear, a bus­car res­pon­sa­bles.

81 ¿Vos tu­vis­te pro­ble­mas pa­ra co­brar el 15 por cien­to por tu pa­se de Bo­ca a Fio­ren­ti­na? Sí, por co­sas que pa­sa­ron con Aloi­sio. Es co­mún que no se le pa­gue al ju­ga­dor el 15 por cien­to.

82 ¿Por qué el fut­bo­lis­ta no se que­ja si le qui­tan su di­ne­ro? Por­que le ma­ne­jan la ca­rre­ra co­mo quie­ren y no le in­te­re­sa com­pro­me­ter­se. El ju­ga­dor bus­ca ju­gar, no quie­re pro­ble­mas y, cuan­do ame­na­zan con de­jar­lo pa­ra­do, se asus­ta y re­sig­na lo que ha­ya que re­sig­nar. Y si ha­ce lío que­da mar­ca­do y no lo lla­man más.

83 ¿Qué te cri­ti­cás co­mo per­so­na? Muy po­co. No soy un ti­po en­vi­dio­so, al que le mo­les­ta el éxi­to aje­no. Siem­pre hi­ce la mía, lo que sen­tía, no fui pa­ra­noi­co del éxi­to. Tal vez me hu­bie­ra gus­ta­do dar­le más bo­la a la par­te fí­si­ca.

84 “Alon­so es Ri­ver, Bo­chi­ni es In­de­pen­dien­te y La­to­rre es Bo­ca”. Lo di­jis­te en 1993, ¿no se te fue la ma­no? Pue­de ser. La gen­te no tie­ne mu­cha me­mo­ria, pe­ro las co­sas que he vi­vi­do en Bo­ca fue­ron im­por­tan­tes, no sé si com­pa­ra­bles con Alon­so y Bo­chi­ni, pe­ro fue gros­so lo mío en Bo­ca…

85 ¿Es ver­dad que Gam­boa te re­pu­teó tras la eli­mi­na­ción en el Preo­lím­pi­co 92? Nun­ca tu­ve pro­ble­mas con Gam­boa, me pa­re­ce otro de los ti­pos au­tén­ti­cos del fút­bol. Siem­pre pue­de ha­ber cho­ques en­tre dos com­pa­ñe­ros, pe­ro des­pués los pe­rio­dis­tas ha­cen una his­to­ria co­mo si fue­ra una tra­ge­dia.

 

Diego en la selección.
 

86 ¿El fut­bo­lis­ta es lo más pu­ro que tie­ne es­te de­por­te, co­mo di­cen mu­chos ju­ga­do­res? El ju­ga­dor es no­ble, qui­zás vi­ve so­me­ti­do a de­ma­sia­das pre­sio­nes ex­tra­fut­bo­lís­ti­cas, de la gen­te, del pe­rio­dis­mo, pe­ro es no­ble.

87 Tu equi­po ideal de ex com­pa­ñe­ros. Na­va­rro Mon­to­ya; So­ño­ra, Si­món, Sa­muel, Percy Oli­va­res; Ca­mo­ra­ne­si, Re­don­do, Ma­tu­te Mo­ra­les, Ca­pria; Ba­tis­tu­ta y Ca­nig­gia. Es­to de los nor­ma­les, si no ten­dría que po­ner a Ma­ra­do­na…

88 Tu me­jor gol y tu me­jor par­ti­do. De los go­les, eli­jo uno que le me­tí a San Lo­ren­zo, en 1997, en la Bom­bo­ne­ra, des­pués de va­rios ama­gues. Y el me­jor par­ti­do fue un Te­ne­ri­fe-Real Ma­drid en el Ber­na­beu, por la Co­pa del Rey: hi­ce dos go­les y ga­na­mos 3-0.

89 Tu día más fe­liz y tu día más tris­te en el fút­bol. El más fe­liz fue el 4-3 a Ri­ver por la Li­ber­ta­do­res 91: por lo que sig­ni­fi­ca­ba ese par­ti­do y por­que hi­ce el úl­ti­mo gol so­bre la ho­ra. Y en­tre los más tris­tes, es­tá el Bo­ca-Co­lo Co­lo por la Co­pa, y un par­ti­do que to­da­vía hoy lo mi­ro y no lo pue­do creer, un 5-3 que per­di­mos en la can­cha de Ra­cing con­tra Cen­tral.

Su día más feliz. Fue ante River: 4-3 con gol suyo sobre la hora en la Copa 91.
 

90 De 1 a 10, ¿con cuán­to ca­li­fi­cás tu tra­yec­to­ria? Sie­te. Por ahí me fal­tó ir a un Mun­dial y ju­gar en al­gún equi­po im­por­tan­te de Eu­ro­pa. Ga­nar un cam­peo­na­to más o me­nos, pa­ra mí es re­la­ti­vo, por­que el fút­bol es un jue­go de equi­po.

91 Con­tas­te que tu­vis­te dos años bue­ní­si­mos en Te­ne­ri­fe, ¿por qué no te com­pró un gran­de de Eu­ro­pa? Hu­bo un par de ofer­tas de equi­pos chi­cos de Ita­lia y tam­bién me bus­có el Va­len­cia y el Real Ma­drid, pe­ro me de­cla­ra­ron in­trans­fe­ri­ble. Con el Real Ma­drid lle­gué a fir­mar un pre­con­tra­to, pe­ro, por in­fluen­cia de al­guien que no quie­ro nom­brar, se ca­yó el pa­se. Eso me ter­mi­nó gol­pean­do y ya no fui el mis­mo de an­tes.

92 ¿En qué pen­sa­bas cuan­do le dis­te vi­da a tu fra­se más cé­le­bre: “Bo­ca es un ca­ba­ret”? Fue en 1998, ter­mi­na­mos una reu­nión del gru­po en el ves­tua­rio, y diez mi­nu­tos des­pués es­cu­cho por la ra­dio lo que ha­bía­mos ha­bla­do, con lu­jo de de­ta­lles. Me pu­se lo­co, ex­plo­té, al­guien de aden­tro ha­bía con­ta­do to­do. Nun­ca es­tu­ve pre­pa­ra­do pa­ra las trai­cio­nes y sal­té: qui­se de­cir que Bo­ca era un qui­lom­bo, que ha­bía chus­me­río, y me sa­lió “ca­ba­ret”.

93 ¿Ima­gi­na­bas la re­per­cu­sión que po­día te­ner? No. Ese día lle­gué a ca­sa y mi se­ño­ra me co­men­tó que me ha­bían lla­ma­do de to­das las ra­dios. Y no en­ten­día por qué.

94 ¿Te arre­pen­tis­te? No, la gen­te sa­be lo que qui­se de­cir. Eso sí: voy a pe­dir de­re­cho de au­tor, por­que ca­da vez que hay bo­lon­qui en un plan­tel, ci­tan mi fra­se. Los pe­rio­dis­tas no son muy ori­gi­na­les, la ti­ran siem­pre. Es­tu­vo bue­no…

95 El pro­ble­ma de hal­co­nes y pa­lo­mas ex­plo­tó en el 93, cuan­do no es­ta­bas, ¿vos in­tuías que el gru­po era com­pli­ca­do? No. Yo no co­noz­co mu­cho la his­to­ria, só­lo sé que el Be­to Már­ci­co lle­gó al club en el 92, cuan­do yo me iba.

96 ¿El ju­ga­dor de fút­bol vi­ve en una bur­bu­ja? Sí, por­que tie­ne to­das las co­mo­di­da­des. Y se da cuen­ta cuan­do ter­mi­na la ca­rre­ra: ahí cho­ca con­tra la rea­li­dad de la vi­da. Cuan­do sos fut­bo­lis­ta, só­lo ju­gás al fút­bol, des­co­no­cien­do mu­chos pro­ble­mas so­cia­les, de la gen­te, no te in­te­re­san, te ha­cen los trá­mi­tes. Y de re­pen­te te­nés que ha­cer la co­la co­mo cual­quier hi­jo de ve­ci­no. Yo siem­pre tu­ve cla­ro que mi eta­pa em­pe­za­ba y ter­mi­na­ba, y que des­pués te­nía que pre­pa­rar­me pa­ra lo que vi­nie­ra, así tu­vie­ra un pe­so o diez mi­llo­nes en el ban­co.

97 ¿Te gus­ta el apo­do “Gam­be­ti­ta”? Sí, me lo pu­so Víc­tor Hu­go, y res­pon­día a mis ca­rac­te­rís­ti­cas: no le que­ría pa­sar la pe­lo­ta a na­die y ca­si siem­pre ha­cía una de más en el me­dio en vez de ser pro­duc­ti­vo en el área.

98 ¿No sig­ni­fi­ca, a la vez, que no lle­gas­te a ser Gam­be­ta? No, el di­mi­nu­ti­vo te­nía que ver con que era un pi­be. Des­pués, cuan­do pa­sa­ron los me­ses, los par­ti­dos y las pa­ta­das, me fui ha­cien­do más ju­ga­dor, gam­be­tea­ba me­nos y se va­lo­ra­ba más.

99 ¿Cuál fue tu pun­to más fuer­te co­mo ju­ga­dor? Cuan­do ju­ga­ba bien, ge­ne­ral­men­te mi equi­po ga­na­ba. Era de­ci­si­vo en el re­sul­ta­do, me­tía go­les en par­ti­dos cla­ves.

100 Die­go, no me que­dó cla­ro: ¿sos agran­da­do o te­nés la au­toes­ti­ma muy al­ta? Con­fío en mí, siem­pre con­fié en mí pa­ra to­do. Y co­mo no ten­go abue­la, en­ton­ces me lo di­go yo.

 

 

Por Diego Borinsky

Fotos: Jorge Dominelli y Archivo El Gráfico.


Ver artículo completo

TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR