LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Paolo Montero 100x100: "La garra charrúa no existe, es un mito"

Por Redacción EG · 16 de julio de 2019

Referente de la selección uruguaya, se enfrenta a las 100 preguntas de El Gráfico y deja varias respuestas interesantes. Su paso por la Juventus, su llegada a San Lorenzo y el mito de la ¨garra charrúa¨.


PUBLICADA EN REVISTA EL GRÁFICO EDICIÓN OCTUBRE DE 2005

1 ¿Al­guien te di­ce Ro­nald? Sí. Só­lo dos per­so­nas: el Po­llo Oli­ve­ra, que jue­ga en la Ju­ven­tus, y Pa­blo Li­ma, de Da­nu­bio. Pri­me­ro fue Pa­blo, cuan­do él te­nía 15 años más o me­nos. Mi ma­dre co­no­cía a la ma­dre de él y des­de que se en­te­ró que mi pri­mer nom­bre es Ro­nald me di­ce así. No me mo­les­ta, pe­ro des­de ni­ño me di­cen Pao­lo. En mi fa­mi­lia na­die me di­ce Ro­nald. Soy Ca­be­za o Ca­be­zón.

2 Pe­ro en el fút­bol no te­nés un apo­do de­fi­ni­do... No, es cier­to. Mi pa­dre y mi tío Ale­jan­dro me pu­sie­ron Ca­be­zón des­de chi­co, pe­ro es en la fa­mi­lia na­da más.

3 ¿Có­mo fue tu in­fan­cia? Co­mo la de cual­quie­ra, to­do el día ju­gan­do al fút­bol. Iba a la es­cue­la y, des­pués, al club Ban­co Re­pú­bli­ca. Co­mo mi ma­dre la­bu­ra­ba to­do el día, yo me que­da­ba en el club des­de las dos de la tar­de has­ta las ocho, y ha­cía to­dos los de­por­tes. En­tre­na­ba dos o tres ve­ces por se­ma­na y los do­min­gos ju­gá­ba­mos al baby fút­bol en las es­ca­li­na­tas. Vi­vía­mos en Po­ci­tos, en un de­par­ta­men­ti­to chi­qui­to, con mi her­ma­no, mi her­ma­na, mis pa­dres y mi tío, que tie­ne só­lo tres años más que yo, es co­mo un her­ma­no ma­yor. Y con mi her­ma­no y mi tío ju­gá­ba­mos siem­pre al fút­bol, has­ta que lle­gué a la Pri­me­ra de Pe­ña­rol. Ahí de­jé, por pre­cau­ción. En rea­li­dad, de ni­ño ju­gá­ba­mos a cual­quier co­sa: bás­quet­bol, fút­bol, lo que vi­nie­ra.

Los montero, 1972. Producción de El Gráfico: Paolo –pelota de gajos en mano–, Marcelo y papá.
 

4 ¿Y a Pe­ña­rol có­mo lle­gás? Fui a los 15 años. Me lle­vó un ami­go, pe­ro an­tes ha­bía ido a pro­bar­me a otros equi­pos. Es más, fui a Na­cio­nal, por­que mi pa­dre ha­bía ju­ga­do ahí, pe­ro me re­cha­za­ron por­que de­cían que era muy chi­co de al­tu­ra. A la otra se­ma­na fui a Pe­ña­rol y, por ser el hi­jo de Mon­te­ro Cas­ti­llo, ni me pro­ba­ron y me fi­cha­ron di­rec­ta­men­te.

5 Se dio al re­vés de la ló­gi­ca por­que tu vie­jo ha­bía ju­ga­do en Na­cio­nal y ahí te di­je­ron que no... Sí, pe­ro igual de chi­qui­to siem­pre fui hin­cha de Pe­ña­rol. Ha­bía ido a Na­cio­nal por res­pe­to a mi pa­dre, pe­ro yo siem­pre ha­bía que­ri­do ir a Pe­ña­rol.

6 ¿Y có­mo te hi­cis­te de Pe­ña­rol? Por mi abue­lo ma­ter­no. El es hin­cha a muer­te de Pe­ña­rol y yo an­da­ba siem­pre con él. A mi vie­jo ca­si no lo vi ju­gar, no me acuer­do de su pa­so por Na­cio­nal. La épo­ca en que él ga­nó to­do yo no la vi­ví.

7 ¿Eras fa­ná­ti­co? ¿Te­nías al­gún ído­lo? Sí, era fa­ná­ti­co. Siem­pre me gus­tó el de­fen­sa uru­gua­yo Hu­go De León. Por su per­so­na­li­dad y por­que le gus­ta­ba sa­lir ju­gan­do. El fue el ju­ga­dor que más ad­mi­ré. Y de Eu­ro­pa, a Ba­re­si y a Mal­di­ni.

8 ¿Siem­pre fuis­te de usar la 4? No. Usé la 3, la 6, y un año, en el Ata­lan­ta, me die­ron la 9.

9 Pa­ra des­pis­tar… No ¡Qué voy a des­pis­tar yo! Des­pués, en la Ju­ve me que­dé con el “4”. Y en la se­lec­ción me preguntaron si que­ría el nú­me­ro que usa­ba en mi equi­po y por eso me que­dé con ése. Pe­ro tam­po­co soy de pe­dir nú­me­ro, no tengo preferencias. En San Lo­ren­zo me die­ron la 13. Yo no soy fa­ná­ti­co co­mo esos ju­ga­do­res que pi­den la 10, la 5… No, no me in­te­re­sa.

10 ¿Có­mo era, de chi­co, ser el hi­jo de Mon­te­ro Cas­ti­llo? Con mi vie­jo no ha­blá­ba­mos de fút­bol. Aho­ra sí, pe­ro co­mo a mi ma­dre no le gus­ta el fút­bol, es­ta­ba pro­hi­bi­do. Ni si­quie­ra aho­ra, eh. Si es­tá ella de­lan­te, ni to­ca­mos el te­ma. No de­ja que me ha­blen de fút­bol pa­ra que no es­tén to­do el día ma­qui­nán­do­me. Des­pués, si no es­tá ella, con mi her­ma­no o con mi vie­jo char­la­mos. Pe­ro de chi­co mi pa­dre tam­po­co me iba a ver en las ju­ve­ni­les, me de­jó ha­cer el ca­mi­no so­lo. Igual­men­te, siem­pre fue un or­gu­llo ser el hi­jo de Mon­te­ro Cas­ti­llo. Más por las co­sas que me con­ta­ban, las anéc­do­tas, la cla­se de com­pa­ñe­ro que fue. Y eso te lle­na de or­gu­llo. Pe­ro no pe­só en nin­gún mo­men­to por­que tam­po­co me lo hi­zo sen­tir así.

11 ¿Una anéc­do­ta de él? Uh, no. No dan esos dos ca­se­tes que te­nés ahí pa­ra gra­bar­las. Mi vie­jo siem­pre me ha­bla­ba de los clá­si­cos con Pe­ña­rol y de las fi­na­les con­tra Es­tu­dian­tes. Me de­cía que pa­ra ju­gar con­tra ellos te­nías que ser gua­po por­que si no te ma­ta­ban. Y des­pués ju­gó con Agui­rre Suá­rez, en el Gra­na­da, y me de­cía que eran unos ase­si­nos, unos ka­mi­ka­zes. Siem­pre me con­ta­ba que se ma­ta­ban en la can­cha, pe­ro que des­pués ha­bía mu­cho res­pe­to.

12 Al­gu­na vez, char­lan­do con tu vie­jo, ¿te di­jo al­go de la po­si­ción o de có­mo pe­gar? De pe­gar no. Me acon­se­ja­ba có­mo mar­car y có­mo po­ner el cuer­po. Pe­ro nun­ca me di­jo na­da de pe­gar, eso te na­ce. Pe­gar una pa­ta­da o me­ter un plan­cha­zo, no, si­no fal­tas que a ve­ces hay que ha­cer.

13 En una no­ta en El Grá­fi­co, Trot­ta di­jo que pe­gar una pa­ta­da sin le­sio­nar a ve­ces es bue­no pa­ra el equi­po. A ve­ces sí. Lo que pa­sa es que aho­ra, co­mo se jue­ga tan rá­pi­do, pa­re­ce que te ma­té y no te to­qué. En la can­cha de­cís “uh, lo ma­tó”, pe­ro des­pués lo ves en la te­le y ni lo ro­zas­te. La ve­lo­ci­dad en el jue­go ha­ce que to­do pa­rez­ca muy gro­se­ro.

14 ¿Al­gu­na que te acuer­des en la que pen­sas­te “uy, a és­te lo ma­té”? Ha­ce dos años, a Tot­ti. Ob­via­men­te, me echa­ron. Era un par­ti­do que íba­mos per­dien­do 4-0. Esa fue gro­se­ra. Ni mi­ré la tar­je­ta ro­ja. Le pe­gué y me fui de­re­chi­to pa­ra el ves­tua­rio.

15 Pe­ro así ya sa­be que el pró­xi­mo par­ti­do tie­ne que en­ca­rar al otro cen­tral… No, a ese ni­vel los ju­ga­do­res no tie­nen mie­do. Si no, no lle­gan a ser fi­gu­ras de equi­pos co­mo la Ro­ma. En ese ni­vel son to­dos bue­nos, to­dos gua­pos.

16 ¿Es­tás de acuer­do con es­tar ca­ta­lo­ga­do co­mo un ju­ga­dor du­ro o vio­len­to? En al­gu­nas co­sas sí por­que he te­ni­do ex­pul­sio­nes por pe­gar co­da­zos y pi­ña­zos, y te que­da ese car­tel. Pe­ro mu­chas ex­pul­sio­nes que tu­ve fue­ron por do­ble ama­ri­lla o por úl­ti­mo hom­bre, cuan­do sa­lió esa re­gla a la que me cos­tó adap­tar­me. El car­tel te que­da, pe­ro tam­po­co me in­te­re­sa. Sí sé que jue­go fuer­te y me gus­ta. Me gus­ta sen­tir el con­tac­to del foul y to­do eso. Nun­ca le hi­ce mal a na­die, pe­ro la fa­ma de vio­len­to la ten­go bien ga­na­da, sin du­das.

17 ¿Quién ju­ga­ba más fuer­te: vos o tu vie­jo? Noooo, mi vie­jo. Si ves las imá­ge­nes de los par­ti­dos de esa épo­ca, era te­rri­ble. El otro día pa­sa­ron las pa­ta­das más vio­len­tas y ha­bía co­mo diez del par­ti­do de Es­tu­dian­tes-Mi­lan, en la can­cha de Bo­ca. En esa épo­ca era dis­tin­to, se daban de lo lindo. Aho­ra, co­mo cam­bia­ron to­das las re­glas, te echan por cual­quier co­sa. Esos ju­ga­do­res aho­ra ten­drían que con­tro­lar­se mu­cho más. To­do el mun­do me di­ce que no ten­go ni una uña de mi pa­dre.

 

Papá, en la selección. ¿A quién se parece?
 

18 Es­tu­vis­te 13 años en Ita­lia, ¿te acor­dás al­go del fút­bol uru­gua­yo? Sí, có­mo no me voy a acor­dar. Pe­ro ha cam­bia­do mu­cho. Ya no hay ju­ga­do­res re­fe­ren­tes. El fút­bol en Uru­guay es muy len­to, no te ayu­dan las can­chas. Los ju­ga­do­res no co­bran y no es­tán bien ali­men­ta­dos.

19 ¿Eso se pue­de so­lu­cio­nar? Y… de­pen­de. De­pen­de de los di­ri­gen­tes, de lo que quie­ran ha­cer en el fút­bol. Por­que no se en­tien­de có­mo pue­de ser que no pa­guen los suel­dos cuan­do ven­den 40 ju­ga­do­res por año. Cuan­do el futbolista no es­tá con­ten­to y no pue­de man­te­ner a su fa­mi­lia, es muy di­fí­cil. Yo no sé de dón­de sa­ca el ju­ga­dor uru­gua­yo la mo­ti­va­ción pa­ra se­guir en­tre­nan­do y es­tar es­ti­mu­la­do siem­pre. 

20 ¿Pe­ro cuan­do arran­cas­te tu mo­ti­va­ción era só­lo el di­ne­ro? La mo­ti­va­ción es que amás el fút­bol. Pe­ro me fui pa­ra Ita­lia por la si­tua­ción eco­nó­mi­ca de mi país, que no me da­ba una pro­yec­ción de con­fian­za pa­ra mi fa­mi­lia. Si al ju­ga­dor no le fal­ta­ra na­da, el úni­co com­pro­mi­so que ten­dría se­ría ju­gar al fút­bol. Es­to no só­lo pa­sa en el fút­bol, le pa­sa al que tra­ba­ja do­ce ho­ras por día y no le al­can­za ni pa­ra co­mer. Te po­nés agre­si­vo, te la pa­sás co­rrien­do pa­ra to­dos la­dos y es­tás mal. En el fút­bol pa­sa igual.

21 ¿Có­mo fue lle­gar a Ita­lia sien­do un pi­be de 19 años? Por suer­te en­con­tré su­da­me­ri­ca­nos. Es­tu­ve con Leo Ro­drí­guez, Ale­mão y Va­len­cia­no. Y ade­más, me fui con to­da la fa­mi­lia, que pa­ra mí fue fun­da­men­tal. Cuan­do lle­gás y no es­tás so­lo, no es lo mis­mo. Por eso aguan­té, por­que ir­te tan jo­ven, de la no­che a la ma­ña­na, a un país con un idio­ma distinto, fue jo­di­do.

22 ¿En Berga­mo te­nías un car­ni­ce­ro co­no­ci­do que te ha­cía los cortes co­mo los co­me­mos en Ar­gen­ti­na o en Uru­guay? Sí, lo con­si­guió mi pa­dre. Se hi­zo ami­go de un car­ni­ce­ro y le en­se­ñó có­mo cor­tar el asa­do. Y mi vie­jo lo pre­pa­ra­ba, pe­ro en la es­tu­fa de le­ña, den­tro de la ca­sa. En Ber­ga­mo, si que­rés ha­cer una pa­rri­lla te­nés que ir a pe­dir per­mi­so a la in­ten­den­cia. Por la his­to­ria, las pa­re­des, los mu­ros. En­ton­ces  nos las arre­glá­ba­mos.

23 ¿De los com­pa­ñe­ros que em­pe­zas­te a te­ner en ese mo­men­to, hay al­gu­no que te ha­ya que­da­do gra­ba­do? Siem­pre me acuer­do de los primeros, los de Ata­lan­ta. Des­pués, en la épo­ca de la Ju­ve, tam­bién me to­có com­par­tir el ves­tua­rio con uru­gua­yos. Me hi­ce muy ami­go de Mark Iu­lia­no, éra­mos los dos sol­te­ros del gru­po.

24 Y a los que no eran rio­pla­ten­ses, ¿les pu­dis­te ha­cer to­mar el ma­te? ¿Zi­da­ne pro­bó? Noooo. Zi­da­ne no pro­bó, nun­ca se ani­mó. Mi­ra­ba de reo­jo, pe­ro nun­ca se pren­dió. Da­vids tam­po­co. Te mi­ra­ban ra­ro por­que nos veían to­mar de una bom­bi­lla en la que me­ten la bo­ca 15 per­so­nas. No les gus­ta­ba na­da. Al que pu­de ha­cer pro­bar es a Iu­lia­no, por­que es­ta­ba siem­pre con él. Ojo: tam­po­co es que soy el tí­pi­co uru­gua­yo que an­da con el ma­te aba­jo del bra­zo pa­ra to­dos la­dos. Pe­ro siem­pre nos jun­tá­ba­mos con una ban­da a to­mar ma­te o co­mer un asa­do.

25 ¿Y a los asa­dos sí se pren­dían Zi­da­ne y Da­vids? Ten­go que acla­rar que nun­ca hi­ce un asa­do en mi vi­da, pe­ro a los que se ha­cían en mi ca­sa, sí. Zi­da­ne y Da­vids se han pren­di­do más de una vez. Mi vie­jo lo pre­pa­ra­ba y los in­vi­ta­ba. Se pren­dían siem­pre, no eran bo­lu­dos: hay po­cos res­tau­ran­tes en Tu­rín don­de pre­pa­ren bien la car­ne.

26 ¿Los com­pa­ñe­ros co­mo Zi­da­ne y Da­vids, que de afue­ra se los ve co­mo su­pe­res­tre­llas, có­mo son en rea­li­dad? Son más sim­ples que to­dos no­so­tros jun­tos. Siem­pre di­go que los fe­nó­me­nos son los más hu­mil­des. Son to­do lo con­tra­rio a lo que la gen­te se ima­gi­na. Per­fil ba­jo, sim­ples, la­bu­ran más que cual­quie­ra... Por al­go son los nú­me­ro uno.

27 ¿Cuál fue el cam­peo­na­to que más dis­fru­tas­te? El scu­det­to que ga­na­mos en el úl­ti­mo par­ti­do por­que ha­bía pe­di­do el In­ter. No se lo es­pe­ra­ba na­die, en­ton­ces dis­fru­ta­mos co­mo lo­cos. Ju­gá­ba­mos a la mis­ma ho­ra, y Ram­pu­lla, el go­le­ro su­plen­te, es­ta­ba con la ra­dio y nos iba di­cien­do el re­sul­ta­do. Cuan­do ya es­tá­ba­mos 4-1 y fal­ta­ban cin­co mi­nu­tos, al­gu­nos ju­ga­do­res ya fes­te­ja­ban.

28 ¿Y vos? Yo no soy de fes­te­jar así. De re­pen­te, más en la in­ter­na, pe­ro de­lan­te de las cá­ma­ras no me gus­ta, pa­ra na­da.

29 Es ra­ro que aden­tro de la can­cha seas un lí­der y afue­ra seas bas­tan­te tí­mi­do ¿no? Me gus­ta ha­blar aden­tro de la can­cha, pe­ro no me creo un lí­der. Mi for­ma de ser en el cam­po de jue­go tie­ne que ver con la ma­ne­ra en que in­ter­pre­to el fút­bol. Pa­ra mí, el go­le­ro, los dos za­gue­ros y el vo­lan­te cen­tral son los que tie­nen que di­ri­gir, or­de­nar y ma­ne­jar los tiem­pos en la fa­se de­fen­si­va. En­ton­ces uno tie­ne que or­de­nar un po­co a los gri­tos.

30 No hay mu­chos ju­ga­do­res que va­yan y se que­den el tiem­po que es­tu­vis­te vos en Ita­lia. ¿Qué hay que te­ner pa­ra man­te­ner­se y triun­far? Hay que la­bu­rar y te­ner hu­mil­dad. La­bu­rar, la­bu­rar y la­bu­rar, y no creer­te na­da. A los de­lan­te­ros se les ha­ce más di­fí­cil, por­que el ita­lia­no es un fút­bol muy tác­ti­co. Si vos mi­rás un par­ti­do de allá te abu­rrís. Es pre­fe­ri­ble mi­rar un par­ti­do de In­gla­te­rra, que es más abier­to. Los par­ti­dos en Ita­lia ter­mi­nan la ma­yo­ría 0-0, 1-0 o 1-1. El fút­bol ita­lia­no te abu­rre has­ta cuan­do lo ju­gás. A mí pa­só du­ran­te 13 años…

31 Te­nías ami­gos uru­gua­yos en el To­ri­no, el ri­val de la Ju­ve, y tam­bién te ha­bla­bas con al­gu­nos hin­chas, ¿tu­vis­te pro­ble­mas por eso? Un par de ve­ces, los ca­pos de la barra de la Ju­ve me vi­nie­ron a de­cir co­sas a la prác­ti­ca, pe­ro des­pués lo ha­blé con ellos, acla­ré to­do y no pa­só na­da.

32 ¿Có­mo son los ca­pos, on­da ma­fia? Son fa­ná­ti­cos tam­bién, co­mo los de acá. Pe­ro es di­fí­cil ir­te a las ma­nos. Yo les di­je que los de To­ri­no eran mis ami­gos y que ellos no me iban a ele­gir con quién an­dar. En­ton­ces se lo tuvieron que bancar. En Turín se conocen todos.

33 Fran­cis­co, tu hi­jo, ¿es de Ju­ven­tus o Pe­ña­rol? Ah, yo qué sé. Tie­ne un año re­cién. Que sea de lo que quie­ra. No me mo­les­ta­ría ni que se hi­cie­ra de Na­cio­nal.

34 ¿Có­mo sos co­mo pa­pá? ¿Cam­biás pa­ña­les? Sí, si pue­do ayu­do en to­do. Tra­to de re­bus­cár­me­las. No te voy a men­tir, ha­ce más mi mu­jer, pe­ro si pue­do, co­la­bo­ro.

35 ¿Te gus­ta­ría que fue­ra ju­ga­dor? To­ma­ría el ejem­plo de mi vie­jo y lo de­ja­ría so­lo pa­ra que él pue­da ha­cer su ca­mi­no y que des­pués no di­gan que vos fuis­te es­to y aque­llo. Aun­que yo fui un po­co aco­mo­da­do por­que, al ser hi­jo de Mon­te­ro Cas­ti­llo, en Pe­ña­rol ni me probaron. Tal vez ha­bía 300 atrás de mí que eran me­jo­res.

36 ¿Qué pa­sa­ba si te to­ma­ban la prue­ba? De re­pen­te me pa­sa­ba lo mis­mo que en Na­cio­nal. Tal vez me bo­rra­ban en Pe­ña­rol tam­bién.

Las sonrisas, para otro momento. En plena Recoleta, Montero habló de todo.
 

37 ¿Y hoy que es­ta­rías ha­cien­do? Uuhh, yo qué sé. A mí me gus­ta­ba ser pre­pa­ra­dor fí­si­co, pe­ro en rea­li­dad no sé qué ha­ría. Hu­bie­se se­gui­do es­tu­dian­do y es­ta­ría la­bu­ran­do. Pe­ro no sé, por­que el tra­ba­jo en Uru­guay es­tá muy com­pli­ca­do.

38 ¿Cuan­do te re­ti­res vas a ser DT? No. Me gus­ta­ría se­guir en el fút­bol, pe­ro no de téc­ni­co. Si no, es­tás en la mis­ma, siem­pre con­cen­tra­do, se­guís en la má­qui­na. Me gus­ta­ría ser di­ri­gen­te, ha­cer al­go pa­ra me­jo­rar un po­co el fút­bol uru­gua­yo y que el ju­ga­dor de­je de ser ma­no­sea­do.

39 En Uru­guay siem­pre se ha­bló de una pe­lea en­tre Re­co­ba y vos. ¿Có­mo es la re­la­ción en rea­li­dad? Siem­pre tu­vi­mos res­pe­to. Co­mo en cual­quier la­bu­ro, po­dés te­ner dis­cre­pan­cias con un co­le­ga, pe­ro na­da más. La pren­sa lo agran­dó to­do. Pe­ro es­tá to­do bien, lo he­mos ha­bla­do mil ve­ces. Si vas de fren­te, nun­ca vas a te­ner pro­ble­mas. Los dos fui­mos de fren­te y acla­ra­mos to­do pa­ra lo me­jor de la se­lec­ción.

40 Pe­ro yen­do de fren­te pue­den ge­ne­rar­se cho­ques... Y, bue­no... Hay ve­ces que hay que cho­car. Yo con él choqué un par de veces. Si 25 per­so­nas con­vi­ven du­ran­te un mes o más, es im­po­si­ble que no ha­ya ro­ces. A ve­ces es me­jor que ha­ya pro­ble­mas, por­que des­pués el gru­po se ha­ce más fuer­te.

41 ¿Te tra­jo pro­ble­mas ser fron­tal en la vi­da? Soy fron­tal con las per­so­nas que quie­ro. El res­to qué me im­por­ta. Yo ha­go mi vi­da y el res­to, la su­ya. Des­pués, en el fút­bol nos co­no­ce­mos to­dos. Y ser fron­tal no tie­ne que ser pa­ra mal, si­no pa­ra me­jo­rar. A mí me han di­cho mil co­sas, pe­ro lo to­mo siem­pre a fa­vor del gru­po. Siem­pre pien­so a fa­vor del gru­po, por­que hu­bo só­lo un ju­ga­dor que te lle­va­ba ade­lan­te so­lo: Diego.

42 ¿Lo co­no­cés a Maradona? No, no tu­ve la suer­te. Me en­can­ta­ría, pe­ro no lo co­noz­co per­so­nal­men­te.

43 ¿Có­mo fue te­ner a Pas­sa­re­lla co­mo DT? Un fe­nó­me­no. La ver­dad es que con el ju­ga­dor uru­gua­yo se por­tó muy bien, lo hi­zo va­lo­rar. To­dos los ju­ga­do­res ha­blan bien de él. Lo apre­cio mu­cho.

44 Fos­sat­ti y Me­not­ti te com­pa­ra­ron con él... El pri­me­ro fue Me­not­ti. A par­tir de ahí ya me mi­ra­ban di­fe­ren­te, por­que me es­ta­ban com­pa­ran­do con uno de los me­jo­res za­gue­ros de la his­to­ria del fút­bol. Yo te­nía 18 años. Me com­pa­ró en una gi­ra que hi­ci­mos con Pe­ña­rol. Me­not­ti nos su­bió a un mon­tón de pi­bes de mi ge­ne­ra­ción.

45 ¿Se­guís ha­blan­do con al­gún com­pa­ñe­ro de la Ju­ve? Con Iu­lia­no, con Tu­dor, Mir­ko­vic, Da­vids, Zi­da­ne… Ha­bla­mos por te­lé­fo­no por­que a mí la com­pu­ta­do­ra no me gus­ta. Pe­ro que­dé con una muy bue­na re­la­ción con to­dos de aquel gru­po.

46 En la Ju­ve te­nías un pre­pa­ra­dor fí­si­co que se lla­ma­ba Giam­pie­ro, “el Ma­ri­ne” Ven­tro­ne... (In­te­rrum­pe). ¡Ese es­ta­ba lo­co! ¡Era un crack! En­tre­na­ba muy bien, eh. Pe­ro co­mo era hi­jo de un ma­ri­ne, te po­nía u­nos par­lan­tes y te ha­cía co­rrer con la mú­si­ca de los ma­ri­nes de fon­do. No­so­tros nos ma­tá­ba­mos de ri­sa. Pe­ro no sa­bés có­mo an­dá­ba­mos con él, sen­tía­mos que es­tá­ba­mos en­tre­nan­do pa­ra ir a la gue­rra. Siem­pre nos de­cía que nos iba a lle­var de ex­cur­sión a ver­los, pe­ro nun­ca lo lo­gró. An­tes de los par­ti­dos nos ha­bla­ba y nos mo­ti­va­ba un mon­tón, salíamos a matar. Un per­so­na­je.

47 ¿Y al­gu­na anéc­do­ta de los her­ma­nos Ag­ne­lli? A ve­ces Um­ber­to, el presidente, te lla­ma­ba a las cin­co de la ma­ña­na por­que era un ti­po muy ocu­pa­do y an­tes no te po­día aten­der. Una vez me lla­mó a esa ho­ra, yo no le creí que era él y le cor­té. Des­pués, me vol­vió a lla­mar y sí, era él, de ver­dad. Te lla­ma­ba, te de­cía “ho­la, ¿có­mo an­dás?” y te cor­ta­ba. Yo le que­ría de­cir: “¡No me lla­més más, her­ma­no!”. Des­pués te en­con­tra­bas con otros ju­ga­do­res y te en­te­ra­bas de que lo ha­cía con to­do el mun­do. Pe­ro era un ti­po muy res­pe­ta­do. Lle­ga­ba él y se pa­ra­ba la prác­ti­ca.

48 ¿Eras de sa­lir con los de­más? Nos jun­tá­ba­mos a co­mer en el res­tau­rante de Ci­ro Fe­rra­ra. Y siem­pre or­ga­ni­zá­ba­mos reu­nio­nes gran­des pa­ra fin de año o pa­ra al­gu­na fies­ta. Pe­ro los di­ri­gen­tes no te obli­ga­ban a na­da. No es co­mo di­cen, que te con­tro­lan si a las 12 de la no­che es­tás en tu ca­sa y esas co­sas. Men­ti­ra, po­dés ha­cer lo que quie­ras.

49 ¿Có­mo ca­li­fi­ca­rías la re­la­ción con tu se­lec­ción? Pa­ra mí es lo má­xi­mo. Es más im­por­tan­te que ju­gar en la Ju­ve o en Pe­ña­rol, del que soy hin­cha fa­ná­ti­co. Es lo más im­por­tan­te que exis­te.

50 ¿Y por qué es­tu­vis­te dos años ale­ja­do? Por to­dos los pro­ble­mas que exis­ten, que te van can­san­do. Vos ha­cés to­do pa­ra me­jo­rar y si no se me­jo­ra, te cas­ti­gan. An­tes se de­cía que ve­nía­mos de Eu­ro­pa a ro­bar la pla­ta en la se­lec­ción. Esa no se la cree ni mi hi­jo, que tie­ne un año. Pe­ro la pren­sa es así.

51 ¿Cuán­to tu­vo que ver que sea Fos­sat­ti el DT pa­ra que pe­ga­ras la vuel­ta? Mu­cho. Des­pués del pro­ble­ma gran­de que tu­ve co­mo ca­pi­tán en la Co­pa Amé­ri­ca por los pre­mios, él me de­fen­dió a muer­te. Por­que no­so­tros es­tá­ba­mos lu­chan­do pa­ra que se cum­plie­ra con lo que se ha­bía pro­me­ti­do. Y ahí sa­lió Fos­sat­ti a ban­car­me: “Acá es­tán ha­blan­do que Pao­lo Mon­te­ro tie­ne la cul­pa de to­do y eso no es así”, di­jo.

52 ¿Por qué ele­gis­te San Lo­ren­zo? Hu­go Is­sa y Chi­ro­la Be­las­te­guin, de Glo­bal Fút­bol Ma­na­ger, se en­car­ga­ron de to­do y me di­je­ron que me iba a lla­mar Al­fa­ro. Cuan­do ha­blé con él, le di­je que si se ce­rra­ba yo via­ja­ba a Bue­nos Ai­res. Se ce­rró y me vi­ne pa­ra acá, sin pen­sar­lo. Es un lin­do club y me gus­tó el de­sa­fío de ju­gar en uno de los equi­pos más gran­des de Ar­gen­ti­na.

Debut en el Ciclón ante el Rojo y anticipo a Biglia, en el 1-1. “Estaba muy ansioso”, dice.
 

53 ¿Fun­cio­na la mez­cla en­tre vie­ji­tos, co­mo Car­do­zo y vos, con pi­bes co­mo Wal­ter Gar­cía, Bo­ti­ne­lli, Mon­ti­llo, Ba­rrien­tos…? Por aho­ra es­tá sa­lien­do bien, pe­ro acá la di­fe­ren­cia la es­tán ha­cien­do los pi­bes, no no­so­tros. San Lo­ren­zo tie­ne dos o tres ju­ga­do­res de 18 y 19 años que van a ser el fu­tu­ro del fút­bol, sin du­das.

54 ¿Se pue­de sa­lir cam­peón con va­rios pi­bes? Sí, por qué no. Apar­te, aho­ra en el fút­bol ar­gen­ti­no son to­dos pi­bes. Si em­pe­zás a ver los plan­te­les, te das cuen­ta de que es­tá lle­no de ju­ga­do­res jó­ve­nes.

55 ¿Ca­da cuán­to ves a tu fa­mi­lia? Cuan­do pue­do me voy pa­ra Uru­guay. Mi­ro el par­ti­do o jue­go y me ha­go una es­ca­pa­da. Es só­lo me­dia ho­ra de avión, eso es bue­no.

56 Por los an­teo­jos pa­re­cés un ti­po cul­to. ¿Sos de leer mu­cho? Só­lo cuan­do es­toy de va­ca­cio­nes. Du­ran­te la tem­po­ra­da, muy po­co. Con mi mu­jer nos gus­ta ir a lu­ga­res tran­qui­los, me de­sen­chu­fo: na­da de te­le ni tec­no­lo­gía. Me he leí­do ca­si to­dos los li­bros de Pau­lo Coel­ho, que me re­ga­ló ella. Fui­mos a Pe­tit Saint Vin­cent, la Po­li­ne­sia, Bra­sil, Cos­ta Ri­ca… re­co­rri­mos bas­tan­te. Nos en­can­ta via­jar, tu­ve la suer­te de en­con­trar una per­so­na co­mo yo en ese sen­ti­do.

57 ¿Có­mo la co­no­cis­te? Ha­ce cin­co años, en un bo­li­che de Mon­te­vi­deo. Nos co­no­ci­mos y chau, em­pe­za­mos a sa­lir.

58 Te pe­di­mos al­gu­nas de­fi­ni­cio­nes: En­zo Fran­ces­co­li. Uno de los me­jo­res ju­ga­do­res de la his­to­ria del fút­bol uru­gua­yo.

59 Fos­sat­ti. Un gran­de. Con él he crea­do una re­la­ción más allá del fút­bol.

60 Eu­ge­nio Fi­gue­re­do. El pre­si­den­te de la Aso­cia­ción Uru­gua­ya. Só­lo eso.

61 Zi­ne­di­ne Zi­da­ne. El me­jor ju­ga­dor del mun­do, to­do lo di­fí­cil te lo ha­ce fá­cil, es una co­sa de lo­cos. Me sor­pren­dió su sim­ple­za y tu­ve la suer­te de en­tre­nar cin­co años con él. To­dos los años ha­cía una nue­va.

62 ¿Quién te bai­ló más cuan­do es­ta­bas en Ita­lia? Me acuer­do de que un do­min­go a Mon­te­lla, que es­ta­ba en la Samp­do­ria, no lo pu­de pa­rar de nin­gu­na ma­ne­ra. Iba y ve­nía, me pin­tó la ca­ra. Bah, sí, lo pu­de pa­rar tum­bán­do­lo y des­pués me ex­pul­sa­ron. Pe­ro no fue fuer­te, eh; fue por do­ble ama­ri­lla.

63 ¿Exis­te la “ga­rra cha­rrúa”? No, es un mi­to. Aho­ra, si no ju­gás bien, no ga­nás. Eso que­dó en la his­to­ria. Por suer­te no­so­tros pu­di­mos le­van­tar el ni­vel de la se­lec­ción, ya nos can­sa­ba eso de que só­lo ga­ná­ba­mos po­nien­do hue­vos.

 

Con la celeste enfrentando a Ecuador en Quito.
 

64 ¿Qué ju­ga­dor de la se­lec­ción te sor­pren­dió? Mu­chos, no pue­do ele­gir uno. Pe­ro quie­ro re­mar­car eso: me sor­pren­dió lo bue­no que es el gru­po. Por eso me­re­ce­mos cla­si­fi­carnos pa­ra el Mun­dial.

65 ¿Có­mo la ves? Di­fi­ci­lí­si­mo. Aho­ra jugamos con­tra Ecua­dor, don­de te lle­van a la al­tu­ra, al me­dio­día y no po­dés res­pi­rar, no te en­tra ai­re por nin­gún la­do… Es­tá muuuy di­fí­cil.

66 Du­ran­te las eli­mi­na­to­rias pa­sa­das, se ha­bló mu­cho de un arre­glo en­tre Ar­gen­ti­na, que es­ta­ba cla­si­fi­ca­da, y us­te­des, en la úl­ti­ma fe­cha. Fue un em­pa­te abu­rri­dí­si­mo… Son to­das bo­lu­de­ces de las ma­las len­guas. Yo es­tu­ve en la can­cha y fue to­do men­ti­ra. ¿Có­mo un ju­ga­dor va a arre­glar un par­ti­do? Yo me vi­ne de Ita­lia, en el me­dio de la li­ga, an­tes de en­fren­tar al Mi­lan, pa­ra ma­tar­me ese día y po­der cla­si­fi­car. To­dos nos vi­ni­mos des­de allá. Si hu­bie­se es­ta­do arre­gla­do, ha­brían pues­to otros ju­ga­do­res. Y yo no me co­mía se­me­jan­te via­je…

67 Y aho­ra tam­bién vuel­ven a de­fi­nir con Ar­gen­ti­na. ¿Los de­ja tran­qui­los eso? Es bue­no que ya es­tén cla­si­fi­ca­dos, por­que Ar­gen­ti­na tie­ne una ba­se de ju­ga­do­res que es­tá en Eu­ro­pa, y no sé si van a que­rer arries­gar mu­cho.

68 ¿El fút­bol ita­lia­no es un fút­bol fas­hion? A vos se te ve un ti­po tran­qui­lo, ¿có­mo so­bre­vi­vis­te? Je­, je… Les gus­ta, les gus­ta… Tie­nen to­do: la mo­da, los me­jo­res au­tos. Vi­ven la mo­da ellos. Un po­co me en­gan­ché, pe­ro no al ni­vel de ellos. Me gus­tan las cam­pe­ras ita­lia­nas, los cham­pio­nes o las za­pa­ti­llas, co­mo di­cen us­te­des. Pe­ro de ahí a an­dar de tra­je y eso, nooo. Yo va­que­ros y re­me­ra. Más de es­to, no sal­go.

69 ¿A qué co­sas le te­nés mie­do? A las en­fer­me­da­des. Lo úni­co im­por­tan­te es la sa­lud.

70 ¿Te­nés al­gún vi­cio? El que te­ne­mos to­dos: co­mer un asa­do, to­mar una cer­ve­za. Na­da de dro­gas, ni al­co­hol.

71 ¿Un hobby? Ir­me de va­ca­cio­nes, es­cu­char mú­si­ca, asa­dos con los ami­gos. Des­pués de tan­tos años, ¿sa­bés có­mo lo dis­fru­to aho­ra?

72 ¿Có­mo te ca­yó Al­fa­ro? Muy bien. A mí me gus­tan las per­so­nas cla­ras. Fue muy con­cre­to, no an­du­vo con vuel­tas. Y lo es­toy vien­do aho­ra, es un téc­ni­co pre­pa­ra­do y pla­ni­fi­ca muy bien las co­sas.

73 ¿Fue de­ter­mi­nan­te que él te lla­ma­ra? Y, sí, cla­ro. Ima­gi­na­te: si te lla­ma el téc­ni­co, es fun­da­men­tal. A ve­ces te com­pra el pre­si­den­te y el téc­ni­co no te co­no­ce o no te quie­re, y te­nés que co­mer­te un año de ban­co.

74 ¿Has­ta qué edad un fut­bo­lis­ta pue­de ju­gar sin pro­ble­mas? No sé. Ten­go 34 años y me sien­to muy bien. Soy cons­cien­te de que me ha ayu­da­do mu­cho ha­ber ju­ga­do tan­to en Eu­ro­pa, tra­ba­jan­do con ti­pos co­mo Ven­tro­ne.

75 ¿Sos de amar­gar­te mu­cho cuan­do per­dés un par­ti­do? Y, sí, me que­do ba­jo­nea­do. A ve­ces has­ta me da ver­güen­za sa­lir a la ca­lle. Pe­ro la apren­dés a lle­var.

76 ¿Y en Ita­lia có­mo era? El ta­no se amar­ga mu­cho tam­bién. Es muy pro­fe­sio­nal, pe­ro en al­gu­nas co­sas se pa­re­cen mu­cho a no­so­tros. Los pri­me­ros días des­pués de per­der un par­ti­do tam­bién arran­ca­ban mal la se­ma­na.

77 ¿Quién es el me­jor de­fen­sor de acá? De los uru­gua­yos me gus­ta mu­cho Die­go Lu­ga­no, an­da muy bien. Y de acá me sor­pren­die­ron pi­bes co­mo Wal­ter Gar­cía, Bo­tti­ne­lli, Pa­blo Al­va­ra­do. Si me pre­gun­tás del mun­do, Stam, Nes­ta, Sa­muel… Bue­no, ni qué ha­blar de Mal­di­ni, ob­vio. Can­na­va­ro, Thu­ram…

78 ¿Por qué triun­fan los de­fen­so­res ar­gen­ti­nos en Eu­ro­pa? En Eu­ro­pa no hay de­fen­sas, ca­si. Y los po­cos que hay, ya es­tán to­dos con con­tra­tos lar­gos. En­ton­ces, co­mo en Eu­ro­pa no sa­le nin­gu­no, vie­nen a bus­car acá. El de­fen­sa su­da­me­ri­ca­no es muy bue­no, muy bue­no.

79 ¿En el fút­bol va­le to­do? Yo, de pro­vo­car al ri­val… Mi­rá: he pe­ga­do, re­ci­bi­do, pe­ro ha­blar o pro­vo­car, nun­ca. Yo le sa­ca­ría ama­ri­lla al ju­ga­dor que re­ci­be un foul y pi­de ama­ri­lla cuan­do se le­van­ta.

80 ¿Al­gu­na vez te sa­ca­ron del par­ti­do ha­blán­do­te? En Ita­lia mu­chas ve­ces me ha­cían el ges­to o me de­cían que co­mía pie­dras, por­que ve­nía de Su­da­mé­ri­ca. No voy a de­cir el nom­bre pero era un ju­ga­dor de Sa­ler­ni­ta­na. Nun­ca le con­tes­té. ¿Pa­ra qué? Si yo ju­ga­ba en la Ju­ve y él en la Sa­ler­ni­ta­na. To­do di­cho.

81 ¿Qué es lo que me­nos te gus­ta del fút­bol? Hay mu­cha fal­se­dad en tor­no a los ju­ga­do­res. Te ro­dea gen­te que no te quie­re por lo que sos. Y mu­chas ve­ces, en el fút­bol uru­gua­yo, los di­ri­gen­tes no son los in­di­ca­dos pa­ra ma­ne­jar los clu­bes o la Aso­cia­ción. Y así es­ta­mos, tam­bién.

82 Lo que más te sor­pren­dió en un ves­tua­rio. He te­ni­do muy bue­nos gru­pos. Más que nada re­cuer­do los fes­te­jos. Es bue­no cuan­do te dan dos días li­bres y no ves la ho­ra de vol­ver al ves­tua­rio. Lo más lin­do del fút­bol es el ves­tua­rio, es la esen­cia. Ahí na­ce el gru­po, cre­ce el gru­po o se des­tru­ye el gru­po.

83 ¿Por qué en la Ju­ven­tus nun­ca tras­cien­den los pro­ble­mas de ves­tua­rio y en clu­bes co­mo In­ter o Ro­ma siem­pre sal­ta to­do? De­pen­de mu­cho de la di­ri­gen­cia. En Ju­ven­tus vos po­dés te­ner pro­ble­mas con­mi­go, pe­ro ter­mi­na ahí, lo arre­gla­mos y lis­to. Es­tá to­do muy cui­da­do y la lí­nea que ba­jan des­de arri­ba es muy cla­ra. Así es la hu­mil­dad del hom­bre: hay que sa­ber re­co­no­cer los pro­ble­mas y so­lu­cio­nar­los de fren­te. Por eso nun­ca hu­bo pe­leas. Dis­cu­sio­nes sí, pe­ro pe­leas no. Ade­más, per­día­mos un par­ti­do y nos ca­llá­ba­mos la bo­ca. Eso tam­bién es bue­no: na­die di­ce na­da.

84 ¿No da­ba pa­ra se­guir un par de años más? Me ha­bían ofre­ci­do un nue­vo con­tra­to, pe­ro co­mo no ha­bía ju­ga­do el año an­te­rior, pre­fe­rí ir­me y te­ner con­ti­nui­dad. ¿Si no hu­bie­se es­ta­do Can­na­va­ro? No sé, lo úni­co que pue­do de­cir es que él me­re­ció ser ti­tu­lar, por­que ju­gó muy bien. Se pue­de per­der en la vi­da. Y lis­to, tam­po­co iba a ju­gar to­da la vi­da en la Ju­ve…

85 ¿Sos el ju­ga­dor pre­fe­ri­do de Lip­pi? Noooo, pa­ra na­da. Me apre­cia mu­cho, pe­ro es­tás lo­co… ¡con los ju­ga­do­res que tu­vo! Es ver­dad que lle­gué a la Ju­ve gra­cias a él, por­que me ha­bía di­ri­gi­do en Ata­lan­ta y me pi­dió cuan­do aga­rró. Yo es­ta­ba a pun­to de fir­mar con In­ter, pe­ro ese mis­mo día me con­ven­ció pa­ra que fuera a Ju­ven­tus.

Modelo 2005. Una de sus últimas fotos en Italia. “Daba para seguir, pero quería jugar”, dice.
 

86 ¿Tu re­la­ción con los di­ri­gen­tes era de tan­ta con­fian­za co­mo pa­ra lla­mar­los a la ma­dru­ga­da só­lo pa­ra apu­rar el trans­fer? Sí, ter­mi­né muy bien con ellos. Lla­mé por­que yo iba a ju­gar con Es­tu­dian­tes y no se dio. Pe­ro no se eno­ja­ron, je. Pa­sé los me­jo­res años allá. De no­ve­la.

87 Con­ta­nos cuan­do la po­li­cía chi­na te se­cues­tró an­tes de un amis­to­so pre­vio al Mun­dial… Uhhh, ja­ja, no me ha­gas acor­dar. Fue así: es­tá­ba­mos en el ae­ro­puer­to con Da­río Sil­va, el Ga­to Ro­me­ro y Fa­bián Ca­ri­ni, y de ha­blar in­glés, na­da. Pa­sa­mos con pa­sa­por­te uru­gua­yo, con la vi­sa y to­do, pe­ro no les gus­tó nues­tra ca­ra y nos me­tie­ron en un cuar­to co­mo seis ho­ras. Des­pués nos di­mos cuen­ta de que que­rían pla­ta, pe­ro no te­nía­mos. Y, de ca­sua­li­dad, me cru­cé con un uru­gua­yo que vi­vía en Di­na­mar­ca y es­ta­ba por ne­go­cios, y nos re­co­no­ció. Y ahí nos sal­vó, el lo­co. Nos que­ría­mos ma­tar. Al prin­ci­pio nos ca­gá­ba­mos de ri­sa, pe­ro pa­sa­ban las ho­ras y pen­sá­ba­mos “de acá no sa­li­mos más”. A las seis ho­ras, ¿sa­bés có­mo es­tá­ba­mos? Blan­qui­tos es­ta­ban los ne­gros…

88 ¿Qué pa­só en el Mun­dial 2002? Se des­per­ta­ron tar­de… La chan­ce la per­di­mos con Fran­cia, que ju­gó to­do el par­ti­do con diez. Con Se­ne­gal, es­tuvo to­do bár­ba­ro, pe­ro des­pués de un 0-3 en el pri­mer tiem­po es muy fá­cil sa­lir a me­ter, si ya es­tás ju­ga­do. En esa si­tua­ción, ¿sa­bés có­mo sa­lís a ju­gar? No te im­por­ta si te ha­cen tres o diez. Tu­vi­mos suer­te de em­pa­tar­lo, y ca­si lo ga­na­mos. Y al fi­nal, el ca­be­za­zo del Chen­gue, que que­dó en la his­to­ria por el ges­to de Púa. Se rió el mun­do con esa ima­gen.

89 ¿El fút­bol ar­gen­ti­no es co­mo te ima­gi­na­bas? Me sor­pren­dió lo de la hin­cha­da. Ha­blás y no te es­cu­chás en nin­gu­na can­cha. Le gri­tás a tus com­pa­ñe­ros y no te oyen. Eso es im­pre­sio­nan­te. Me ha­bía pa­sa­do po­cas ve­ces: en Old Traf­ford y en Li­ver­pool.

90 ¿Con­ta­bas las ex­pul­sio­nes cuan­do es­ta­bas en Ita­lia? Yo no, me las con­ta­ban los de­más. Ten­go el ré­cord. Y… al­gún re­cuer­do de­jé en Ita­lia. Mi nom­bre que­dó, pe­ro no le doy bo­la.

91 Y tu­vis­te un imi­ta­dor en la te­le… Ah, sí, un ita­lia­no que vi­vió mu­cho tiem­po en Ar­gen­ti­na. Era un sketch que ha­cía en un pro­gra­ma. Se lla­ma­ba Pao­lo Mon­te­ro y re­par­tía pi­ña­zos y pa­ta­das pa­ra to­dos la­dos, te pe­día dis­cul­pas si no te pe­ga­ba, to­do… Yo me reía, nun­ca me mo­les­tó.

92 ¿Có­mo ex­pli­cás el “doping ga­te” de la Ju­ve? To­do em­pe­zó des­pués de que Zea­man insi­nuó, sin prue­bas, que en la Ju­ve va­rios to­ma­ban una sus­tan­cia pro­hi­bi­da. Cuan­do se die­ron cuen­ta de que la crea­ti­na no es­tá pro­hi­bi­da, si­guie­ron ha­blan­do bo­lu­de­ces. To­do lo que to­ma­mos es le­gal. La FI­FA, ni bien arran­ca la tem­po­ra­da, man­da una lis­ta con to­do lo que se pue­de to­mar. Era una cam­pa­ña en con­tra de la Ju­ve de la ma­yo­ría de la pren­sa. No se en­tien­de por qué. Con lo que ga­na­mos los ju­ga­do­res, con lo que nos pa­gan… ¿vos te pen­sás que los di­ri­gen­tes van a de­jar que un mé­di­co nos do­pe? ¿Sa­bés có­mo lo echan a la mierda?

93 Una vez salió en el diario que varios de los jugadores de la Juve armaron un escándalo con varias prostitutas, en un boliche llamado Viva Lain. ¿Es tan du­ra la pren­sa ita­lia­na co­mo pa­ra in­ven­tar al­go así? Eso es cuan­do vas mal. Si vos que­rés to­mar una ga­seo­sa y vas mal, di­cen que es­tás to­man­do vi­no. Pe­ro no­so­tros no le di­mos bo­la, ni nos preo­cu­pa­mos, por­que el di­ri­gen­te de Ju­ven­tus sa­be en qué an­dás y te ban­ca. Mi­rá si va­mos a ir a un pros­tí­bu­lo to­dos jun­tos pa­ra que sal­ga en los dia­rios. Por fa­vor... En Uru­guay, dos más dos es cua­tro. No sé allá…

94 Con­tra Olim­po se ar­mó una pe­lea en­tre va­rios ju­ga­do­res. ¿Por qué lo fuis­te a bus­car a Páez al vestuario? Son co­sas de los par­ti­dos, que­da ahí. Es co­mo di­go yo: pe­gar, re­ci­bir, ca­llar­se y ca­da uno a su ca­sa.

95 ¿Se­guís con ga­nas de re­ti­rar­te en Pe­ña­rol? Sí, oja­lá me pue­da que­dar mu­cho tiem­po en San Lo­ren­zo, pe­ro el úl­ti­mo año de mi ca­rre­ra me en­can­ta­ría pa­sar­lo en Pe­ña­rol.

96 Una vez el mé­di­co de la se­lec­ción di­jo que vos ju­ga­bas has­ta sin el hí­ga­do. ¿Es así? To­do fut­bo­lis­ta ha­ce cual­quier co­sa pa­ra ju­gar. Y más cuan­do te­nés una cier­ta edad, cuan­do ya no te que­da tan­to. Que­más to­dos los car­tu­chos. A los vein­te años hay que pen­sar me­jor cuán­do pa­rar y cuán­do no. Pe­ro la se­lec­ción ti­ra. Sí, da pa­ra ju­gar has­ta sin el hí­ga­do…

97 ¿Qué es­pi­na te que­dó en tu ca­rre­ra? La más gran­de fue no ha­ber po­di­do ga­nar la Cham­pions, pe­ro soy un agra­de­ci­do del fút­bol. Dios me dio to­do.

98 ¿Y lo me­jor? De­por­ti­va­men­te, ha­ber ju­ga­do en la Ju­ve. Y fue­ra del fút­bol, mi fa­mi­lia. Mis her­ma­nos, mi ma­dre, mi pa­dre, mi hi­jo, mi es­po­sa. No se com­pa­ra con na­da.

99 ¿Qué le que­da por so­ñar a un ti­po que tie­ne me­da­llas de to­dos los co­lo­res en su re­pi­sa? Me que­dan dos sue­ños por cum­plir: po­der ir al Mun­dial de Ale­ma­nia y sa­lir cam­peón con San Lo­ren­zo, que es el pró­xi­mo ob­je­ti­vo que ten­go.

100 ¿Uru­guay cam­peón del mun­do no es un sue­ño? Eh, de­já. Tam­po­co soy bo­lu­do

 

 

Por Tomas Ohanian y Pablo Lechuga

Fotos: Jorge Dominelli.


Ver artículo completo

TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR