¡HABLA MEMORIA!

JOSÉ MANUEL MORENO, UNA LEYENDA DE CARNE Y HUESO

Por Redacción EG · 03 de agosto de 2021

En el día de su nacimiento, homenajeamos al Charro con una histórica entrevista que le realizó el prestigioso Ardizzone en 1971.


Merlo. Cuando la tarde comienza a encorvarse lentamente en el preludio de su despedida. La callejuela de tierra que serpentea entre las casas solitarias, las verjas anónimas, los alambrados sin nombre, los arboles inmóviles... Y allí está la casa que busco. Allí este el testimonio orgulloso de un nombre decorando la portezuela de hierro marginada por esos cipreses gigantescos... "JOSÉ M. MORENO".

 

"Ese fue un lío que tuve en un partido con Gimnasia... Pero las broncas se olvidan."
  
"Es en ese mismo partido con Gimnasia. Me echaron a mí y a Scarone..."
 

Y allí, detenido frente a esas tres palabras, no puedo ahuyentar La leyenda. Más todavía, no puedo expulsar mis recuerdos... ¿Y José aquí...? ¿José aquí, sumergido en este sosiego, recluido en este retiro casi campesino...? ¡José...! Ruidoso, entusiasta, elegante, donjuanesco, con la sangre crepitando de ciudad, de aventura, con toda esa vida que le brotaba de todos sus gestos, con todo ese incurable y generoso orgullo que contagiaban todas sus actitudes. ¡Caray! Porque yo no quiero a Charles Chaplin, a ese que analizan los críticos, a ese que llaman el genio del siglo... ¡No! Yo me sigo quedando con Carlitos, con el mío, con aquel del Pibe, con el vidriero, con aquel que se peleaba con el vigilante grandote, con aquel que siempre se casaba con la muchacha buena... Por eso siento la pueril urgencia de gritar: "¡Jose, aquí estoy...! Vine a verte porque sé que voy a encontrar al otro, al que para mí va a ser siempre el otro..." Y lo grito, lo grito, porque ya yo también me siento el otro... Y se hace la magia porque ese hombre que este ahí, parado frente a la verja, no me defrauda... Es José, José Manuel Moreno, el Charro, el Fanfa, a despecho del tiempo, a pesar de la historia... ¡Qué razón tenla usted, Adolfo, cuando me decía que este le ganaba al tiempo...! Porque le cuento... Apareció en la puerta sostenido en las muletas, el pelo gris, el bigote entrecano, pero era lo mismo aquel José... Sí, el único que existe...

 

Allí este el testimonio orgulloso de un nombre decorando la portezuela de hierro marginada por esos cipreses gigantescos... "JOSÉ M. MORENO".
 

La sonrisa ganadora, la pinta disquera, el pecho siempre inflado y el gesto abierto, con esa cordialidad emocionada que usted conoce... Que yo conozco... "¿Qué pasa, José?" Y la respuesta y el gesto que solo caben en ese único Jose que existe, en ese favorito de la hazaña, en ese elegido por la vida... "¿Qué pasa? Nada... ¿Qué va a pasar? ¿Acaso no me puedo operar como cualquiera?” — Y con la rebeldía de ese orgullo que no va a claudicar nunca, tiro al diablo las muletas, infló más los pectorales y hasta me dio el chiqué de un paso de tango...— "Menos de dos meses y ya estoy para un picado contra cualquiera... ¿Sabés que me dijo el doctor después de los análisis? Que estoy nuevito, como si tuviera veinte años". Y siempre cordial...

Porque este José, tantas veces idealizado en la leyenda de su guapeza, a través de tantas aventuras, es el gran sentimental... El lirico que vivió enamorado de la vida, dándole todo, siempre de frente, pidiéndole poco a cambio. Es el gran sentimental, capaz de vivir aquí, en esta casa solitaria, metido en sus recuerdos, acompañado de sus cosas, saboreando el escogido sosiego de esta tarde que se va muriendo de a poco detrás de los cipreses. “¿Te sorprende que viva aquí...?”, me dice mientras me muestra orgulloso todos los rincones de la quinta... "Mirá—, aquí tengo mi quincho... Allí el parque con flores y plantas. Tengo ese rincón para recibir a los amigos, hasta con un billar... Y no te creas que le escapo a La ciudad. Vos sabes bien que siempre me gustó... Pero para vivir quiero esto... Antes hasta tenía un par de caballos de andar y me mandaba algunos galopes... Ahora voy a tener que esperar un tiempo antes de volver a montar... Pero vení, vamos adentro a charlar más cómodos, mientras tomamos un café..."

 

"Antes hasta tenía un par de caballos de andar y me mandaba algunos galopes... Ahora voy a tener que esperar un tiempo antes de volver a montar... "
 

Los primeros recuerdos…

Y ya está José. ¡Si es fácil! Ya vos sos et otro. Y yo también. Ya podemos ir a los mismos lugares de antes. Encontrarnos con tos personajes de antes, con los amigos de antes... La Boca, un poco más allá del treinta... Vos vivías allí en la calle Martín Rodríguez, en ese convoy que ya se llevó el tiempo... Tu viejo era ese vigilante de entonces, de esos que se hacían amigos de los vecinos, de esos que amenazaban de grupo a los pibes del barrio, pero que después los acompañaban hasta la escuela... Tu vieja, tus tres hermanas y vos... Y vos, atorrante... Atorrante de la calle, atorrante del baldío. Atorrante en la picardía de esa travesura que la misma calle ensena... Y sin embargo, ibas at colegio de San Juan Evangelista, el de la calle Olavarría, ¿te acordás? Allí eras el pibe juicioso, que tenía que portarse bien para poder jugar at fútbol en el patio de baldosas... Hasta tenías que mostrar el comprobante de la misa y de la clase de cate-cismo de todas las tardes... Pensá que por ese entonces empezó todo, José, cuando apenas soñabas... ¿El futuro? ¿Qué futuro? Los pibes de entonces apenas si conocíamos esa palabra. Porque se crecía al bardo... Cada día era nada más que otro partido de fútbol... ¿El futuro? Cualquier laburo. . . Como el tuyo, cuando en las matinées del cine Olimpia ganabas unas chirolas como caramelero... Como cuando fuiste a EL GRAFICO a trabajar de encuadernador, trotando las veinte cuadras diarias de ida y vuelta para no gastar los cinco guitas de aquel boleto obrero... ¿El futuro? Nada más que la pelota, en la calle, en el baldío de la Dársena Sur, en el colegio de "los curas", en cualquier parte... Y la capacidad para salir al frente contra los más guapos, aunque el pobre viejo era representante del orden… ¡Los años de la Boca! Tal vez los años más duros de tu vida... Tal vez los que más duelen en los recuerdos...

 

"¡Qué tiempos aquellos! La Máquina reemplazó a la orquesta y Ramos de cantor."
 

UNA BRONCA Y UN AMIGO

¿Sabés por qué te cuento esto? Para que te des cuenta que yo no fui un guapo de regalo, sino porque a veces no podía contenerme, porque no podía admitir ni la más pequeña ofensa. ¿Me entendés? Resulta que llego a México, la primera vez, cuando fui al España... Los dirigentes eran todos españoles, la mayoría exiliados de la guerra civil... Y fui a la primera entrevista para arreglar contrato... Y vos sabés cómo son los españoles, así abiertos, cordiales... Y había uno de ellos que me preguntaba por mi vida... "¿Así que tú eres hijo de españoles? —me decía halagado— ¿Qué tú eres el gran Moreno? —seguía...—. Pues, que se habrá halagado la madre que te echó al mundo." Y seguía con la madre siempre subiendo el tono, ¿te das cuenta? Mezclando alguna palabra gruesa referida a la vieja... Era el modismo, el hábito de ese buen hombre... Pero ¿qué? Que no aguanté más... Lo tomé como ofensa y ahí nomás lo serví... Y se armó un lío bárbaro y casi se va el contrato al diablo... Después vinieron las explicaciones... Y pedí disculpas. Y el hombre me dio las suyas. Y fuimos grandes amigos... ¿Querés que te diga una cosa? Que ése fue el final de la mayoría de mis líos... Una trompada, dos, diez... Y al final, la copa que junta... Y el español me decía... "Pues, qué carácter que tienes... Yo estaba elogiando a tu madre...".

SALIDA Y GOL

Eso ocurrió creo que en Guayaquil, o en Chile, no recuerdo bien... Pero fue en un Sudamericano, contra Ecuador... Jugaba Di Stéfano y antes del partido le dije: "Mirá, Alfredo, vamos a batir el record del primer gol de un partido... Vos sacás, me la tocás a mí y salís picando... Yo te meto el pelotazo... Y salió. Gol a los treinta segundos... Y aquí viene lo gracioso... Resulta que esa jugada la vio Fernando Riera, el chileno que ahora va a Boca, que jugó conmigo y con Prieto en la Católica... Resulta que Fernando se va a jugar a Francia contratado por el Reims... Y desde allá manda a llamar a un muchacho que también jugó en la Católica de nueve, un tal Infante... Debutan los dos en el Reims y entonces Fernando lo habla a Infante para repetir aquella jugada de Moreno y Di Stéfano... El pito. Y ese Infante sale de raje picando para esperar el pelotazo... Y después de un rato se da cuenta que todo el mundo se había quedado parado mirándolo... ¿Sabés qué había pasado? Que Infante, preocupado por el pique, se había olvidado de hacer la salida... Y quedó la jugada anulada... Hasta lo tomaron por loco.

EL TANGO DE FRANCINI Y PONTIER

Y todo eso vino por la noche... Por la mitad con los músicos, con los cantores, con los artistas... Una noche me encuentro con los dos, con Francini y con Pontier... "José..., ¿a vos nunca te hicieron un tango?" —me preguntan—. Y no me habían hecho ninguno... "Bueno..., mirá, andá el jueves por la noche al Picadilly —te acordás aquel sótano que estaba en Corrientes y Paraná, debajo de la Premiere--, llevate una compañera que te vamos a dar una sorpresa...". Así me dijeron. ¿Y cómo no iba a ir? ¿Compañera para qué? Si entonces encontraba muchas... Y por ahí suena un tango... Y salgo a bailar... Y veo que me dejan solo en la pista... Y no te voy a negar que me gustaba porque era capaz de hacer algún corte... Termina la música y el locutor anuncia... Era el tango que me habían dedicado a mí... "A JOSE MANUEL MORENO" se llama... Mirá... escuchalo... por ahí lo tengo…

 

"El Charro" dando el pintapié inicial del partido en homenaje a su figura
 

El amor propio…

Afuera ya no queda nada de la tarde... Y se está Bien aquí adentro. Es confortable este comedor de José amueblado con acogedora sobriedad... Con ese rincón folclórico donde lucen todos los aperos gauchescos del propietario... Allí están los cabezales de cuero chapeado. Las monturas de cojinillo. La silla inglesa. Los estribos lustrosos. Las espuelas de plata... Porque entre todos los matices de este José está la vocación campera. El tanguero de corte y quebrada de aquel cuarenta ya lejano, aquél de las largas madrugadas en el Tibidabo del Gordo Troilo, en el Chantecler de D'Arienzo, en el Marabú de Di Sarli, es también emotivo recitador de coplas sureñas. Y fue capaz de apretarle las piernas a un reservado de doma con todas las pilchas gauchas y jugarse una rodada en el riesgo de un partido de pato... Porque así fue toda su vida. La intrepidez para decir siempre quiero. Así vivió. Ese fue el misterio de su éxito. Su gran amor propio. Su enorme vanidad. Su vergüenza para no decirla nunca no a nada. Y cuando jugaba su vanidad, cuando importaba su orgullo, entonces ni el dinero contaba. Entonces no contaba nadie más que él. En el fútbol. En la milonga. En la conquista femenina. En la pelea. En la copa. En la integridad de la palabra empeñada. En el gesto para salir a defender al que pierde. En la integridad para jugarse por el amigo. En la generosidad de su bolsillo sin fondo. ¿Cuál era la recompensa que más ambicionaba? El halago. Nada más que el halago de sentirse reconocido, homenajeado, distinguido... "¿Vos te creés que esos aperos los compré o me los regalaron? No... Son todos trofeos, todos premios que gané en domas, carreras de sortijas, partidos de pato... Por eso me gusta tenerlos a la vista..." Ese es José. Y es José cuando retomando el hilo de los años que se fueron me dice con esa vehemencia que no lo abandona nunca... "¿Pero... vos podés creer que algún jugador puede salir a la cancha nada más que por el dinero...? No... Mirá..., te digo que un tipo que actúa así no merece jugar... No, no merece tocar una pelota... Allí adentro no puede importarte nada ni nadie más que vos... Tu amor propio. Tu vergüenza para que no te ganen, para que nadie sea mejor que vas... ¿Querés que te diga? Mirá... Si en aquellos tiempos el Tucho Méndez hacía dos lujos y la gente lo aplaudía, yo quería hacer cuatro lujos para robarle esos aplausos... Para que me aplaudan a mí... Y te digo el Tucho como te puedo nombrar a cualquier otro... ¿Vos recién me preguntabas por qué el público me recuerda...? ¿Y sabés qué pienso? Porque yo siempre respeté al público, porque siempre le di lo mejor que tenía... Vos me dirás que por vanidad, por amor propio, pero si fue por eso, mejor... A mí dame jugadores con vanidad, con vergüenza, con orgullo y con amor propio... Esos son los que nunca pierden porque tienen mucho que dar para defender lo que más quieren... ¿Vos creés que La Máquina era gran equipo porque jugaba bien nada más...? No. Era equipo de hombres. Mira, Adolfo y yo nos entendíamos silbando... Sí, silbando... ¡Qué jugador Adolfo! Y después de un tiempo para poder paramos nos entraron a dar... Y por eso, al final, muchas veces tuvimos que salir para adelante para que no nos avancen... Es mentira que yo fui guapo. No... Ya te dije antes... Subo a un potro, juego al pato, me tiré al Pacífico a buscar corales porque siempre me fascinó la aventura y porque siempre pensé que era capaz de hacer lo que los demás hacían... Te digo que anduve en el fútbol treinta y cinco años... Y jugando. Pero nunca integré un equipo como La Máquina. Para mí fue lo perfecto, casi lo ideal..."

 

"Y arriba siempre fui bien... Era muy difícil que me ganaran en el salto..."
 

LA PLATEA DEL VIEJO...

Y éste debe ser uno de los recuerdos tristes, seguramente el más triste de mi vida... Ocurrió cuando estaba en River, en la primera época... Yo le había comprado una platea al viejo, allí casi encima del túnel, ¿viste ?... Y cuando salíamos al campo, siempre lo hacía segundo. Miraba para atrás y con un ademán saludaba al viejo... Y el pobre Ramos me decía siempre... ¿lo saludaste al viejo?... Y un día se fue, para siempre, ¿me entendés? Pero, yo ni me acordaba de eso... ¿Cómo podía admitir al viejo muerto?... Salimos en el partido siguiente, siempre segundo en la fila... Y me di vuelta, miré para hacer el ademán de siempre... Escuché al pobre Tuerto que me decía: "¿Qué miras, José?" Claro, qué iba a mirar si la platea estaba vacía.

JUEGO DE HOMBRES...

¿Sabes por qué estoy disgustado? Por esta nueva disposición de la que sanciona tanto a los jugadores que van fuerte... Calculá que yo no quiero la violencia ni la mala intención, pero es que así, penando con tanta severidad, vamos a terminar fabricando un fútbol de maricones... ¿Por qué? Porque por temor a la sanción los jugadores van a tener miedo de poner la pierna fuerte... Y la pierna fuerte hay que ponerla... Vos sabés el fútbol que me gustó a mí... Primero jugadores, pero detrás el hombre... Si no, no se ganan partidos. Defensores que sepan jugar, que no te entreguen la pelota en la mandíbula, pero que sean defensores, que te hagan sentir la presencia... Eso quiero, jugadores que nunca bajen los brazos ni que se resignen... Por eso respeto a Racing del sesenta y seis y a Estudiantes... Vamos a penar el juego brusco, la patada intencionada, pero no terminemos fabricando un fútbol de maricones...

EL TANGO...

¿Vos te reís?... A mí me reprochaban las noches de milonga... Pero, ¿sabes qué lindo entrenamiento es el tango para los jugadores ?... Porque mirá... tenés ritmo, después cambio de ritmo en una corrida... Después, manejo de perfiles, como le dicen ahora, trabajo de cintura, piernas... ¿Qué te parece?... Mirá si en una de ésas yo no anduve bien por eso, por bailar tango todas las noches...

HUESPED DEL PRESIDENTE DE MEXICO...

Calculá vos si no es para sentirse halagado... Yo había sido por el fútbol muy amigo de los hermanos Plaza, abogados y gente muy bien de México... Y un día, cuando andábamos con la Católica de gira, aterrizamos por allá... Calculá la noche, los amigos otra vez, los homenajes... Sé que llegué al hotel bien de madrugada... Y apenas si me acuesto llaman a la puerta... Y el acento mejicano... "Oye, Charro..." Abrí. Era uno de los hermanos Plaza... "Y tienes que venir, pues mi hermano quiere homenajearte en la finca... Vístete pronto que abajo tengo un carro..." ¿Y qué? Había perdido tantas noches en mi vida que una más... Arranqué un par de muchachos del equipo y nos fuimos para allá... Como dos horas de auto, hasta la finca... Después otra media hora para encontrar la casa, el tronco como le decimos aquí... ¿Y sabés quién era el dueño de la finca? El doctor Luis María Plaza, presidente de México... Los huéspedes éramos dos... El embajador de los Estados Unidos y yo... ¡Y qué recepción! ¡Ese era un gran amigazo y me quería mucho!...

LAS SIENES GRISES

Fue en el cincuenta, cuando estaba en la Católica... Fue allá un dirigente de Boca para contratarme... Pero me vio jovato, ¿sabés? Con la terraza un cacho gris... De todos modos, arreglamos que yo viajaba a Buenos Aires para convenir el contrato. Pero se ve que el hombre había contado aquí la impresión que le había causado... Y todos estaban medio preocupados... Pero se arregló fácil, porque cuando llegué ni él me conocía... Me había dado la viaba de cosmético en el pelo y en los bigotes y parecía un pibe... ¡Si recién tenía 34 años!... ¡Mirá si me quedaba hilo en el carretel!

LA NOSTALGIA POR EL NUMERO OCHO...

¿Sabés que me quedó un trauma con ese número ocho? ¡Qué sé yo! Será de haberlo usado tanto, aunque a veces lo cambié por el diez... Pero el que quise, el que sigo queriendo fue el ocho... Por eso, cuando voy a ver un partido, los ojos se me van detrás del jugador que lo lleva en la espalda... Aunque ahora, con este balurdo de números por ahí se lo ponen a un wing derecho...

 

"Tengo el parque con flores y plantas, que ciudo personalmente"
 

Los grandes recuerdos...

¡Cómo quiere José todos sus recuerdos! Y en la vehemencia de su relato, en el calor que pone en las descripciones vuelve a ser el único José que existe. No vale el tiempo. No valen las fechas ni pesan los años, Aquí está este José que yo conozco, el otro, el que encontré aquí tal como yo lo había previsto... Sí, adelante, José, con toda la vieja vanidad, con todo el viejo orgullo... "¡Mirá... a veces cuando estoy aquí solo me cuesta creer que yo haya vivido tantos acontecimientos, que me hayan ocurrido tantas cosas...! Vos me hablabas de la Boca, del colegio de San Juan Evangelista... ¿Y sabés cuándo empezó todo, cuándo comprobé que empezaba a cambar mi vida...? Cuando River me llevó a una gira a Brasil. Entonces estaba Hirschil... Tenía 18 años y me llevaban para jugar en la primera... Viajamos en el Conte Grande, que era un barco de primera que hacía la carrera a Europa... El lujo, los bailes, la piscina en cubierta, los dieciocho años míos y un cacho de pinta... Después, Copacabana y alguna morenita que me miró más de la cuenta... ¡Calculá yo! La mishiadura del conventillo, la vida de barrio, sin muchos sobresaltos... Y de golpe el viaje, jugar en primera, empezar a vivir otro mundo... ¿Y entonces qué? Entonces me iba a matar jugando. Primero porque ya me consideraba el mejor. Y después porque nadie me iba a sacar el puesto... A veces oigo decir por ahí que algunos jugadores acusan para no entrar... Preguntale a Adolfo... Nosotros jugábamos de prepotencia, llorábamos de bronca si no nos ponían... ¿Cómo va a jugar mi equipo y yo afuera? Los peleaba a todos... ¿Sabés qué necesita un jugador para triunfar? Estar convencido que en su puesto nadie es mejor que él... Con once tipos que piensen así formas el mejor equipo... No tengas ninguna duda..."

Y después de descubrir esa otra vida, hasta entonces desconocida, es cuando comienza la gran historia... Esa leyenda que tiene que ver con el jugador y con el hombre... El elegante de vestuario bien provisto. El excéntrico que sorprende la noche de Buenos Aires con el primer traje de "piel de tiburón" importado de Brasil. El "punto" ilustre de las noches de Pichín y del Carpintero. El triunfador de las madrugadas del Marabú, donde el halago de la conquista se asociaba a la fama de un cross que liquidaba un pleito... ¡Años del cuarenta! José, figura del fútbol. José, figura de la noche... El éxito del domingo que se prolongaba a lo largo de toda la semana... “A veces pienso en todo eso... Pero yo era así... Y también lo era la época... Pero, ¿decime cuándo defraudé a la gente? ¿Decime cuándo me paré en la cancha? ¿Decime cuándo falté a un entrenamiento? Allí está Adolfo, allí está Carlos Peucelle... Preguntale a cualquiera de ellos. Nunca. Y hasta me quedaba una hora de más dándole a la pelota... ¡Qué tiempos! Me acuerdo que íbamos a sacar en el comienzo del partido y yo le preguntaba a Adolfo o al pobre Ramos... «Che..., ¿dónde nos vemos esta noche?» Pero eran otros tiempos, ¿te das cuenta? Había otros berretines..., y además yo tenía este físico que no me aflojó nunca, que no me afloja ni ahora... que ya doblé los cincuenta..."

 

"¿Sabes qué quiero? Volver a trabajar en el fútbol… pero en mi país, ¿te das cuenta? Quiero trabajar de técnico aquí, en mi tierra... ¿Sabes por qué? Porque me siento capaz, porque sé que puedo ser útil y porque, además, fui alguien como para tener ese derecho... "
 

“Pero por ahí me agarró la fiebre de aventura... Quería viajar, quería conocer otros países, otra gente... Y fue allá por el cuarenta y cuatro cuando me fui a México, al club España, y con buena plata para aquel entonces... ¡Gran época aquella! ¿Sabes qué pasó? Que yo la conquisté a toda esa gente porque me di entero en el fútbol, en la amistad, en el trato con todos... Y ellos me dieron todo... Es que la vida es así... Es el intercambio, es el eterno juego el ida y vuelta... A veces pienso que tuve suerte, que la vida siempre me tiró una ayuda grande... Porque fui allá y me salieron las cosas tan bien que salimos campeones... Y entonces recibí los mejores halagos de toda esa gente, que es muy macanuda, muy hospitalaria para con aquel que es gente con ellos, ¿te das cuenta? Entonces se me abrieron todas las puertas, coseché amigos en todas partes... Y principalmente en la noche, ¿para qué voy a negar? Siempre me cautivó... Íbamos al lugar más bacán de la ciudad de México... El famoso Patio... Allí concurría toda la gente de moda, artistas, toreros, cantantes... Allá estaban actuando Amanda Ledesma con Chupita Stamponi... Preguntale a él, que después fue a vivir conmigo... Fue cuando me vestía de charro con unas pilchas de primera... Allí conocí a Errol Flynn, a Bette Davis. Allí cerca mío, tomando una copa... Y yo siempre fui bastante aficionado a esa vida, a la gente que está en eso... Hasta a veces pienso que pude haber sido tal vez artista de teatro, de cine. .. Por ese tiempo era la gran temporada de los grandes matadores españoles... Y de ellos me hice gran amigo... También era la gran época de los boleros..., ¿te acordás? Y fui casi inseparable de Agustin Lara cuando estaba casado con María Félix... Íbamos a los toros con Jorge Negrete, con Tito Guizar, con Cantinflas... Y me gustaba andar de charro, porque pensaba que ésa era una manera de retribuirle a toda esa gente su amistad, su hospitalidad. Hasta lo entendían como un homenaje que yo les tributaba a ellos... Fuera de que me gustaba de la misma manera que me gustaba aquí vestirme de paisano... Allí me encontré con Muiño, con Alippi, que hacían teatro... Era muy amigo de Jorge Armendáriz... Y ésa era la vida que yo quería, la que siempre me fascinó, menos que el fútbol, pero me atrajo siempre... Y allá tengo las anécdotas más risueñas, más extrañas... Tal vez te habrán contado muchas, algunas un cacho agrandadas, algunas ciertas, pero si alguna vez fui protagonista de alguna bronca, si pegué alguna trompada, no fue por guapo... Ya te digo, siempre fueron las circunstancias que me obligaron y después mi amor propio que siempre me impulsó a reaccionar... Pero te puedo asegurar que allá en México dejé más amigos que enemigos...”

Y ahora mismo me han venido a ver para ofrecerme contrato, porque allá me esperan, porque allá me quieren con ellos. .. ¡Agustín Lara! Cuánto sentí la muerte. .. ¿Sabés cómo era? Como el viejo Discepolín... Igual. Todo lo que sentían en la vida lo volcaban en versos... Los dos, enamorados. Los dos, repletos de talento. Siempre le agradeceré a toda esa gente todo lo que me han dado, porque de alguna manera en el trato me han dejado mucho de su sensibilidad, ¿te das cuenta?...

¡Mirá todo lo que me dio el fútbol! Y todo lo que yo le di... ¿Vos me preguntabas antes por qué siempre la gente me distinguió? Y te lo vuelvo a repetir...: Porque nunca le negué nada el público... ¿Cuántas camisetas vestí? Un montón... River; España, de México; Boca; La Católica, de Chile; Defensor, de Montevideo; Ferro Carril Oeste; Independiente, de Medellín... Y a todas les di todo lo que pude... Y aquí vale otra vez mi orgullo: con todas fui triunfador, con todas dejé grandes recuerdos... Es que, ¿cuál es para vos la mejor virtud de un jugador? La nobleza, eso es lo que importa... La nobleza en la cancha y en la vida... Eso la gente te lo reconoce, te lo agradece... De eso no se podrá olvidar nunca... ¿Y vos creés que yo podré olvidarme mientras viva de aquella tarde en Ferro cuando volví a vestir la casaca de River a mi vuelta de México...? Toda la gente que quedó fuera del estadio, la invasión de cancha, la policía montada en el campo, aquellos tres goles que tuve la suerte de convertir, la vuelta en andas... Por eso, a veces, cuando me quedo solo, se me amontonan todos esos recuerdos... Es que son treinta y cinco años andando por el fútbol, viajando, conociendo toda clase de gentes, fabricando un montón de amigos... Y siempre respetado, ¿me entendés? Siempre ganando, admirado, querido... Y alcanzando algunos círculos a los que nunca soñé que podría llegar... Y así, como fui siempre, sin cambiarme nunca, sin esconderme nunca en la actitud calculadora del que quiere sacar ventaja... Con un montón de locuras, con todas las macanas que vos te puedas imaginar, taureando siempre y si era posible en la más difícil... Alguna vez, por ese amor propio, hasta poniendo por delante la vida en la desventaja de un arma o de la cantidad de contrarios... ¿Y sabes qué pensé? Que nunca se iba a terminar el fútbol... Que me iba a seguir queriéndome toda la vida... Por eso, al final, cuando me fui a Colombia y ya andaba por los cuarenta largos, todavía firmaba como técnico y como jugador... De afuera el buzo de técnico y de abajo la ropa para entrar al campo en cualquier momento, cuando yo creía que podía ser necesario... Y así me retiré. En un domingo del año sesenta, allá en Colombia... En un torneo donde intervenían Boca, creo que Nacional y otros equipos, entre ellos el Independiente de Medellín... Mi equipo iba perdiendo frente a Boca y yo en el banco como técnico... ¿Qué técnico? A los quince minutos del segundo ya no aguantaba más... Me saqué el buzo y entré. Y no sé qué pasó... Lo único que sé es que cambiamos el partido y que al final ganamos... Ese día dije adiós. Tenía cerca de los cuarenta y cuatro... Y pienso que todavía andaba bastante bien, porque cuando ese mismo año llegué a Boca como técnico, el finado Mouriño le decía a los compañeros... « ¿Don José como técnico...? Si hace apenas unos meses nos volvió locos allá en Colombia y él solo nos ganó el partido… »

"Pero no quiero viajar más, quiero quedarme aquí en mi país... Porque ya me llegó la hora de encarrilar un poco mi vida... ¿no te parece a vos? ¿O voy a seguir dando vueltas por el mundo?... Y no porque me sienta aflojar, porque vos sabes bien que yo no pienso aflojar nunca, porque siempre dije quiero."
 

Otra vez todo el gran orgullo. Como siempre el gran amor propio que nunca claudica... El único José que existe. "Pero, ¿qué? ¿Ahora me voy a poner a contar hazañas?... Ahora tengo que pensar en largar estas dos maderas... Dos meses, dos meses nada más y ya estoy otra vez al pelo... Juná, juná la caja..." Y se levanta de la silla, larga las maderas —como dice José—, se pone de perfil y se queda con todo el oxígeno de la habitación... Así inflado, inflado de veras como vivió siempre, como lo conocimos siempre, con la sonrisa ganadora jugando en los labios, con toda esa salud espiritual que siguen alentando en la mirada... "Dos meses, nada más, y vuelve otra vez José... Una biaba en el pelo y otra vez a la lucha… ¿Sabes qué quiero? Volver a trabajar en el fútbol… pero en mi país, ¿te das cuenta? Quiero trabajar de técnico aquí, en mi tierra... ¿Sabes por qué? Porque me siento capaz, porque sé que puedo ser útil y porque, además, fui alguien como para tener ese derecho... ¿Sabes qué número de título tengo como técnico? El número cuarenta y ocho... Preguntale a José D'Amico..., que él estaba en la escuela… Y quiero ser técnico para trabajar en la cancha, porque mirá cómo estoy ya recuperado... Mirá cómo muevo la cintura y las piernas... Pero no quiero viajar más, quiero quedarme aquí en mi país... Porque ya me llegó la hora de encarrilar un poco mi vida... ¿no te parece a vos? ¿O voy a seguir dando vueltas por el mundo?... Y no porque me sienta aflojar, porque vos sabes bien que yo no pienso aflojar nunca, porque siempre dije quiero."

¡Así José!... Así, como fue, como es el único José que existe... El favorito de la hazaña, el elegido de la aventura... La sonrisa ancha, la pinta de "high-life", y el pecho siempre inflado de amor propio, siempre dilatado de vanidad por sentirse José, por sentirse siempre primero. .. Primero entre los primeros... En la cancha, en la vida, allá buceando corales, en las noches largas de toda esa América que le conoció la pinta y la generosidad de esa emoción legítima del romántico incurable que siempre vivió adentro... ¿El tiempo? No. ¿Para qué el almanaque? Sólo las lunas de sus madrugadas interminables, las lunas de muchos cielos... Porque para ser como José es necesario saber mirar para arriba... Afuera todo está en sombras... El cachorro ovejero de José le juguetea entre las piernas... El abrazo me deja un cacho de pena... Porque ahora hay que volver a la vida, a la de todos los días... Por unas cuantas horas fui el otro, con el otro José, con ese que me encontré aquí tal como lo presentía... ¡Como usted me decía, Adolfo! Este será siempre el mismo, porque éste le gana al tiempo. Por suerte. Yo no quiero a Charles Chaplin, el que analizan los críticos ni tampoco al genio del siglo... Sigo queriendo a Carlitos, al mío, aquel del Carlitos vidriero, aquel que se peleaba con el vigilante grandote, aquel que siempre se casaba con la muchacha buena...

 Por OSVALDO ARDIZZONE Fotos: SPERANZA

 

 


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