LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

1999. Memorias de Lord Willington

Por Redacción EG · 15 de mayo de 2019

Entrevista completa a un jugador único. Brillante en la gambeta, notable armador de juego y autor de auténticos golazos que quedaron impregnados en la memoria colectiva de Vélez.


Daniel Willington es uno de los símbolos de oro de Vélez Sarsfield. Así como Don Pepe Amalfitani es “el” fundador, Carlitos Bianchi “el” goleador y luego el técnico de la era moderna, Don Victorio Spinetto “la” garra y el alma del Fortín como jugador y entrenador, y como José Luis Chilavert es “el” futbolista ganador... así el Daniel es la clase, el talento, el gran estilo, el símbolo de “el” crack vistiendo la V sobre el pecho.

 

Daniel Willington.
 

Nació el 1º de septiembre de 1942 en una barriada de Santa Fe. Pero como de chico su padre, que era un cinco de batalla e inteligencia, mudó a la familia a Córdoba, el Daniel fue para siempre el “cordobés”, como aquel Manuel Benítez de la Córdoba española que inmortalizó su apodo en las corridas de toros. Y le llevó muy poco convertirlo en un grito de batalla de la tribuna, comparable a “¡Elfortín! ¡Elfortín!” (así, todojunto):

–En el año ’62, cuando llegué a Vélez, con 20 años, yo les preguntaba a los jugadores más grandes: “Che, ¿y vos cuánto ganás acá?”. Para saber si había firmado bien o mal, y cómo manejarme, ¿no? Y ellos me decían: “Eso no se pregunta. Ya te vas a dar cuenta solo”. Empecé a jugar y al año siguiente ya eran ellos los que venían a preguntarme: “Che, cordobés, ¿por cuánto firmaste?”. Entonces yo les decía: “Aaaaahhh... ¿te acordás cuando yo recién llegué y te pregunté y vos no me quisiste decir? Bueno, ahora averigualo vos. ¿No era que eso no se pregunta?”.

Cuando Don Pepe Amalfitani lo agarraba fumando, lo retaba en serio.

Lo que había ocurrido era que Don Pepe Amalfitani, con su ojo fundador, había advertido la clase de símbolo que tenía en sus manos. Porque cuando la tribuna de Vélez lo despedía con su “¡Cordobés! ¡Cordobés!” al mismo ritmo de “¡Elfortín! ¡Elfortín!” (así, todojunto, sin separar en sílabas), premiaba no la entrega, ni los goles, ni el triunfo, sino la clase de fútbol, generalmente espectacular y deslumbrante, que había dado Willington. Porque pocas veces jugaba mal. ¡Y cómo jugaba!

WILLINGTON JUGABA ASÍ...

Grandote, con la estatura de un Teté Quiroz o un Carbonari, aunque en otra posición, lo que hoy se llamaría un enganche con llegada al gol. Brillante en la gambeta, porque además de quebrar la cintura como si fuera un chiquito de físico, protegía la pelota con su envergadura. Y encima, guapo. Era la carta que hacía de Vélez un equipo imbatible en el Fortín, ya que al entrar en juego se convertía en la pieza del desequilibrio. Pero es probable que la pegada haya sido la más llamativa de sus virtudes, porque en la década del ’60, cuando se jugaba con una pelota anaranjada mucho más pesada que la actual, reunía precisión y fuerza en una combinación letal al rematar. Y maravillosa, de billar, cuando usaba su panorama e inteligencia para meter cambios de frente, al pie de un lateral, o un pelotazo de 50 metros y hasta más, como si fuera el arquero sacando de la meta, para dejarla en los pies de sus goleadores preferidos, Pichino Carone o el Turco Wehbe: “Hacían goles porque yo los entendía, por eso se la podía pasar bien... Cuando no lo entendés, no hay manera”. Le pegaba con el mismo estilo y precisión de Riquelme, por ejemplo, y comparte con el crack de Boca el gran panorama, pero sumaba una mayor potencia y eficacia en el remate al arco. Un pelotazo suyo en tiro libre era terrible y un penal errado, prácticamente impensable. Y para hacer otra comparación actual, pese a la diferencia de estatura, sus bracitos recogidos sobre las costillas, como si manejara el manubrio de una motoneta al gambetear, se parecían a las gambetas de Raúl, el madrileño, cuando equilibra el cuerpo para pisar el área.

Una postal de la década del ’60, como diría Pinky en sus programas. Las torres del viejo Fortín, demolidas cuando se hizo la remodelación para el Mundial ’78. Y la ropa que vestía Vélez por aquel entonces. La estampa de Daniel con la camiseta alterna.

Pero estamos en épocas de “fútbol económico”, como diría Juan Carlos Lorenzo, al definir la tercera ola que llega tras el “fútbol romántico” y el “fútbol físico”. Y tal vez por eso, los primeros apuntes que a Willington le surgen tienen que ver con el tema:

–¿Vio la casa que tengo en el Barrio Jardín?

–Sí... ¿la que está al lado de la casa de sus padres?

 

Bandoneón y guitarra para acompañar su canto.
 

–Esa. ¿Qué le pareció?

–Bellísima. Además es muy lindo el Barrio Jardín. Esa zona se ve muy residencial.

–Se lo digo porque a mí muchos me tildaron de “loco”. Porque sí. Por prejuicios... Bueno, pero lo que quiero decirle es que estoy bien económicamente. Que sería loco, pero no comía vidrios. Y aparte, si jugué al fútbol desde los 15 años hasta los 36, debe ser porque hice vida de deportista...

BUSCANDO AL DANIEL

Como hace más de 30 años, buscar al Daniel sigue siendo una tarea. Hay que ir hasta la verdulería pequeña que está frente a la cancha de Talleres. Allí se pondrá de pie un señor tímido y amable, a quien hay que preguntarle:

 

Con Esteban, uno de sus hijos, “que juega al rugby”.
 

–Disculpe, estoy buscando a Daniel Willington.

–Ah, sí. Vaya a ese bar, y pregunte por el padre.

–Muy bien, señor. Y ¿cómo se llama el padre?

El señor tímido y amable se pondrá pálido por un instante, hasta intentar una respuesta:

–Se llama... eh... este... ¡Don Willington! ¡Ahí está! ¡Pregunte por Don Willington!

Una vez en el barcito, habrá que escuchar una precisión que va acercando:

–¿Don Willington? No, acá no... ¡Ah, sí! ¡Don Atilio! Es acá a dos cuadras.

Será finalmente doña Elda, la mamá, quien nos indicará cómo encontrarlo. Será en la casa contigua al boliche “El Daniel”, que comparte con Ana María, su primera pareja en muchos años. La casa se especializa en apuestas a las carreras de caballos, al estilo de las Ladbrokers de Buenos Aires, y a esta hora de la mañana muestra todavía los signos de la noche anterior, en que hubo carrera. Pero a la vez, constituye un buen escenario, por el silencio tras la tempestad, para la conversación tranquila, entre café y café, mate y mate...

 

A pescar en el dique Los Molinos. Al fondo, su balsa.
 

–El burrero es tranquilo –explica Ana María mientras esperamos al Daniel– es cafetero y cocacolero, no toma alcohol porque tiene que estar lúcido. Pero acá sobre todo son amigos.

–¿Y ese banderín de Belgrano en la pared? ¿Se han hecho de Belgrano, aquí?

–No... lo que pasa es que lo trajo un señor que es cliente, que es diputado, y que es una buena persona. Si no, no lo pondríamos, por más cliente importante que sea. Pero el de Talleres está, ¿eh? Y el de Vélez, por supuesto.

Entonces, cuando se nombre a Vélez, aparecerá el Daniel. Recién bañado, en buena forma, como que agarra los botines y se va a jugar amistosos a beneficio cada vez que lo convocan... y pese al faso que lo acompaña desde los tiempos en que lo escondía a sus espaldas cuando vivía en el club, y Don Pepe Amalfitani le adivinaba la travesura, giraba para quitarle el pucho encendido, y con severidad paternal lo tiraba a la basura, mientras le dedicaba un reto o le retiraba la palabra.

Cuando vivía en el club que le dio fama, dinero y auto a los 20 años. La sonrisa de siempre.

ENCONTRANDO AL DANIEL

–¿Qué hago hoy? Lo principal es mi tarea como asesor deportivo del gobierno. Estoy en la Secretaría de Deportes. Hace unos dos meses... Soy del PJ de toda la vida. Hice la publicidad de De la Sota en la campaña, así que espero una confirmación...

–¿De dónde le viene la militancia política? ¿De su padre?

–No... él no fue nunca peronista. Pero la casita la hizo con el Plan Quinquenal. Y Don Atilio no permite que uno no sea agradecido.

En la dura cancha de Estudiantes, como si nada, mientras Manera y Bedogni se recriminan.

–¿A quién más le está agradecido usted?

–A mis padres. A Don Pepe Amalfitani. A Don Victorio Spinetto. A Talleres de Córdoba. Y a Vélez Sarsfield. A todos los que me dieron la posibilidad de jugar al fútbol... Don Pepe... era un hombre cerrado, grande de edad, pero conmigo era un chico. No sé qué habrá encontrado en mí. Pero siempre me protegió. Cuando yo tenía 15, 16 años, me vinieron a buscar varios clubes grandes de Buenos Aires, pero al final no concretaban, por el tema de mi conducta... Y él lo sabía. Pero me llevó a Vélez igual. Y lo único que me dijo fue: “Yo confío en vos, no me hagas quedar mal”. Desde entonces me trató como a un hijo. Me administraba la plata. Me enseñó a caminar...

La potencia del crack que gambeteó y se escapa por la izquierda, una acción clásica. Los que lo corren son los duros Silvero y Simeone. Pero el Daniel nunca arrugó...

–¿Cuál era el tema de su conducta?

–Siempre me hacían fama... Pero nada que ver. Toda macana que me pueden achacar, habrá sido afuera de la cancha. Porque en lo deportivo, nunca di motivo. Si no, Don Pepe me hubiera echado. El manejaba todo. No quería salir campeón, él quería masa societaria. Y sin embargo, a mí me retuvo siempre. Una vez River le daba 10 millones, creo, por el año ’64, ’65, y encima 5 o 6 jugadores bárbaros... El se me acercó como si nada y me dice: “Che, Cordobés, ¿vos te quedarías en Vélez?”. Yo le digo: “Pepe, si me pagás la plata ésa...”. “Entonces quedate”, me dice. “Que se queden todos esos en River, vos sos de Vélez”. Y así estuve siempre entre los 10 que más ganaban en el país. Estaban Amadeo Carrizo, Ramos Delgado, Onega, Artime, en River. Roma, Rattin y Marzolini en Boca. Y yo.

–Es decir que en el fútbol lo logró todo...

–No... me faltó... un poco más de haberme dado con el periodismo. Yo era antipático, no sé por qué... A lo mejor me daba bronca que se metieran con mi vida privada. Ardizzone, Panzeri, Diego Lucero, ponían con palabras simples que a lo mejor no jugaba bien. Pero no se metían con lo que yo hacía desde el domingo al miércoles...

Todo el equilibrio del bailarín para el remate final. Y siempre con una sonrisa. Siempre jugando.

–Pero, Daniel, de veras, ¿se puede saber qué hacía?

–¿Y qué iba a hacer? Era joven, tenía 20, 22 años y con auto, que en aquel entonces no cualquiera... De lunes al miércoles salía y a veces no me encontraban. Pero iba al centro, al bowling, al billar, a estar con mis amigos... Incluso a practicar deportes, porque el pingpong es un deporte y me gusta. Y también me gustaba milonguear... Yo bailo todo. Y en el tango, como en el fútbol, hice grandes amigos. Pero amigos, ¿eh? Amigos de verdad. Si le nombrara...

–Nombre, nombre...

–Floreal Ruiz, Argentino Ledesma, Jorge Valdes, Abel Córdoba, el Polaco Goyeneche, Roberto Rufino, Roberto Florio, Oscar Alemán... ¿Sabe lo que me gustaba hacer? Sabía llevar los violines a la orquesta de Pugliese, cuando tocaban en Palermo... Ibamos con mi amigo Piraña, que vendía banderines en la cancha... Nombralo, por favor, así sabe que siempre me acuerdo de él... Yo vivía con ese busca, y el bulín que teníamos se llamaba La Yumba, por el tango de Pugliese. Y teníamos la letra de “La yumba” en la puerta... ¿Le parece que era para meterse con mi vida privada?

Una producción especial para EL GRAFICO de aquellos años. El arte del matador para el remate. Una pelota pesada, a la que se acerca agazapado como un tigre.

–¿La verdad? Sí. Me parece una vida privada fabulosa... ¡¿Y usted conoció a todos esos tipos?!

–¡Y claro! Y aparte, en ese tiempo nos juntábamos los jugadores de todos los equipos después de los partidos para hablar de fútbol... Tengo muy presente al uruguayo Eduardo Collado, somos muy amigos. Y al Heber Mastrángelo, un tipo sensacional, siempre...

CANTANDO LA JUSTA

Ahora interviene Ana María:  “¿Se da cuenta por qué le nombró a todos esos cantores, no? ¡Porque usted no sabe cómo canta!”.

–No le haga caso, soy un aficionado.

 

El gusto eterno por la música.
 

Pero Ana María trae las fotos y él concede:

–Esta fue en mi cumpleaños... y esta otra... sí, me gusta cantar.

–¿Qué canción le gusta?

–Me gusta todo lo que sea popular. Pero mi tema es... el tango “Mis consejos”, ése que el padre le habla al hijo...

Ana María: “Decile quién te acompaña”.

–Y... el maestro Nieto, que es director de la Orquesta del Tango de Córdoba.

Y Ana María cuenta cómo fue el último cumpleaños, que se festejó en el boliche: no hay regalos, no se aceptan. Pero la gente trae la comida, como en la casa. Cinco lechones, miles de salames de La Gloria, bondiola, arrollados de pollo, 300 empanadas, 30 pollos, 180 personas en total...

 

Y por el billar...
 

–La vez anterior, vinieron como 600, 800 personas... No entraban todos. Dijeron vamos a hacerla con tarjeta, pero no me gusta porque suena comercial. Eso fue cuando cumplí 51 años. Ahora tengo 50...

Y sonríe, el Daniel, por primera vez en toda la charla:

–Acá, en esta sala, se pusieron las dos guitarras de tango y el bandoneón. Y allá, al mismo tiempo, se acomodaron las guitarras de folclore. Estuvimos toda la noche...

CATARATA DE APUNTES

   ✔ LO MEJOR QUE ME DIO EL FÚTBOL: “Todos los amigos. Algunos dicen los verdaderos amigos son pocos. A mí no me alcanzan los dedos de los pies para contarlos a todos”.

   ✔ LO PEOR: “Haber estado 10 años en la preselección para los mundiales, y nunca jugar un Mundial. A lo mejor, no quería estar, porque en aquella época no era tan lindo”.

   ✔ LOS MEJORES QUE VI: “Maradona y Pelé. Y Eusebio”. (Nota de la Redacción: de los tres, el que más se parecía a él.)

Un chico transparente llora en cancha de River, que gana 1-0 en tiempo de descuento. El Nicha Sáinz lo consuela.

   ✔ LOS MEJORES DE CÓRDOBA: “Romero y Sánchez, 9 y 8 de Talleres. Y el Lalo Lacasia, el Beto Castro y el Tucumano Juárez”.

   ✔ UN JUGADOR DE VÉLEZ: “Cientos. Allegri, Rugilo, López Espinosa, Callá, Basílico, Cielinsky, Bianchi, Marín, Ovejero, Gallo, Atela, Luna, Ríos, Wehbe, Carone...”.

   ✔ MI MEJOR GOL: “Uno acá en Belgrano, para Talleres, como de 40 metros. Y en la Copa de Oro de Montevideo, jugando para Vélez contra el Spartak de Checoslovaquia. Arranqué gambeteando desde la media cancha y hasta pasé al arquero. Ahí también le hice uno a Mazurkiewicz, el famoso arquero de Peñarol: le mandé un tiro libre de 30 metros y quedó colgada una cosa blanca en la red...”.

   ✔ UNA PROMESA FUTBOLÍSTICA: “Dos. Alonso, el de Gimnasia La Plata. Y Bardaro, el chico de Vélez. El club está muy bien manejado en las inferiores. Tiene la infraestructura. Y la gente, que es lo más importante”.

 

La carita de pibe de Willington.
 

UN CRACK CORDOBÉS: “Varios. Astudillo y Silva en Talleres. Sarría y Jiménez, en Instituto. Jiménez, el 9, tiene un lindo físico”.

UN COMPAÑERO: “El Turco Wehbe y Pichino Carone. Con el Turco hicimos una amistad con las familias. La mamá hacía unas empanadas geniales... Y con Carone, dejamos Vélez juntos, y juntos nos fuimos a México”.

UN PERSONAJE: “Ringo Bonavena. En el ’72 me llevó a Huracán. La delantera era Marcos, Avallay Brindisi y yo. Le hicimos 3-0 a San Lorenzo en Atlanta pero yo le ocupaba el puesto a Babington, que era del club. Era como si él viniera a sacarme el puesto en Vélez”.

 

Un tiro libre contra Racing, en Córdoba, ya veterano.
 

POSDATA

–¿Qué le diría a los que lo criticaban cuando jugaba y lo añoran después?

–Que la gente creía que yo jugaba cuando quería. Pero a lo mejor uno que no sabe ni silbar lo marca a uno y no lo deja jugar... Había un jugador de Atlanta... Collado. No me pegaba una patada y me tenía de hijo. Y no era culpa mía, me marcaba bien...

–¿Vuelve a dirigir, Daniel?

–No, por ahora no... con Talleres ganamos el ascenso. Y con Vélez tuvimos un par de contratiempos y se me tiraron en contra. Dije me voy y chau. Pero veníamos bien, perdimos la semifinal del 87/88 por diferencia de gol, y eso que perdimos los primeros 4 partidos...

 

Quebrando rivales con los brazos en “manubrio”.
 

–Pero si no es técnico, y más allá de la política, ¿no le interesa el periodismo, la empresa deportiva..?    

–Empresario no quiero, porque para mí es traficar con carne humana. Y el fútbol de Córdoba sufrió un bajón por eso. Piense que vino el Piojo López a probarse a Talleres y lo echaron y se tuvo que ir a un club de Segunda División... Y periodista... me vienen a buscar de comentarista, como en el último Talleres y Belgrano... No fui. Puede parecer que uno se mete para serrucharle el piso al que está. Y que quede bien clarito que si me he quedado callado en muchos asuntos es de palabra. Porque si surge una ofensa, no tengo ningún reparo en aclarar las cosas como quieran y donde quieran...

 

Con Angelito Labruna en Talleres.
 

Daniel Willington. Genio y figura. Y guapo. Igual que cuando jugaba.

 

HORACIO DEL PRADO

Fotos: ALEJANDRO PAGNI


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