LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Pedro Troglio 100x100: "Me gusta que me griten bilardista"

Por Redacción EG · 03 de mayo de 2019

Repasa su dura infancia, el día que estuvo cerca de morir, su exitosa carrera en Italia, sus años en la Selección y su amor por Gimnasia. Pedro responde las 100 preguntas de EL GRÁFICO.


“Me gusta que me griten ‘bilardista’” -

NOTA PUBLICADA EN LA EDICIÓN DE LA REVISTA EL GRÁFICO DE AGOSTO DE 2005

1 ¿Cuál fue más lin­do: el gol a la Unión So­vié­ti­ca en Ita­lia 90 o el de chi­le­na en Dál­mi­ne? Más lin­do el de Dál­mi­ne, pe­ro más im­por­tan­te el del Mun­dial. Igual, to­do tie­ne su en­can­to. En la C era pu­ra pa­sión, así que fue emo­cio­nan­te por­que lo es­ta­ba ha­cien­do con el co­ra­zón…

El gol más valioso, contra Unión Soviética, en la primera fase del Mundial 90.

2 Fuis­te cam­peón de Amé­ri­ca, ju­gas­te un Mun­dial con Diego y con Ca­ni, es­tu­vis­te en Ita­lia. Luego de eso, ¿có­mo fue ju­gar en la C? Fue lo mis­mo ju­gar en el San Si­ro que en las can­chas de la C. Al fút­bol lo con­ci­bo de una so­la ma­ne­ra: con pa­sión. Eso lle­vó a que la gen­te de Villa Dálmine se en­ca­ri­ña­ra conmigo, hasta hay una fi­lial con mi nom­bre.

3 ¿Cuán­tas fi­lia­les te­nés? Dos. Una en Gim­na­sia y otra en Dál­mi­ne. Es un pla­cer, un or­gu­llo. El día de ma­ña­na, mi hi­jo ve­rá en la can­cha dos ban­de­ras con mi nom­bre.

4 ¿Có­mo sur­gió la ofer­ta de Dál­mi­ne? En el mo­men­to de ma­yor de­lin­cuen­cia en el país, pen­sa­ba ir­me a Ita­lia pa­ra ju­gar los in­te­rre­gio­na­les. Ahí me lla­mó Pe­pe Ba­sual­do: “Leí que te­nías ga­nas de ju­gar con ami­gos. Ve­ní que va­mos a ar­mar un lin­do gru­po”. Y se ar­mó. Le agra­dez­co a Dios ha­ber ele­gi­do esa po­si­bi­li­dad.

5 Te­nías ofer­tas de Quil­mes, Emi­ra­tos Ara­bes, Ja­pón, Ar­se­nal… ¿Por qué la C? Que­ría re­ti­rar­me en Gim­na­sia. Y cuan­do no se dio, pen­sé: “Ir­me a otro equi­po de la A, con 37 años…” Vis­te có­mo es, al pri­me­ro que ma­tan es al vie­jo… No jus­ti­fi­ca­ba ir a arries­gar mi ca­rre­ra. Lo de Dál­mi­ne era dis­tin­to. Iba­mos un gru­po de vie­jos, y me gus­tó. De úl­ti­ma, éra­mos cin­co pa­ra in­sul­tar. Acep­té y fue una sa­tis­fac­ción enor­me.

6 Pa­cha Car­do­zo, Mon­se­rrat, Pe­pe Ba­sual­do, Po­bers­nik, vos… ¿Cuán­tos años su­ma­ban? Un mon­tón. Tan­ta ex­pe­rien­cia fue có­mi­ca, pe­ro tam­bién emo­cio­nan­te. Can­cha que íba­mos, es­ta­ba lle­na. Iba dos ve­ces por se­ma­na a en­tre­nar y el día del par­ti­do. Ga­na­mos un torneo y en el otro íba­mos pri­me­ros a dos fe­chas del fi­nal. Des­pués, Pe­pe se pe­leó con la di­ri­gen­cia y se fue, igual que Car­do­zo y Mon­se­rrat. En la fi­nal me des­ga­rré a los 5 mi­nu­tos. Per­di­mos con Co­le­gia­les y dije basta, te­nía ca­si 38 años.

7 Fí­si­ca­men­te es­ta­bas bien, pe­ro al­gu­nos com­pa­ñe­ros tu­yos te­nían una pan­za in­te­re­san­te. Es nor­mal. La edad te jue­ga en con­tra, te con­de­na. Yo ve­nía de Pri­me­ra y es­ta­ba bien. Y me fa­vo­re­ció la po­si­ción. No era lo mis­mo ser cinco que ca­rri­le­ro, ahí me hu­bie­ra muer­to.

8 Un ju­ga­dor del as­cen­so di­jo que apro­ve­cha­bas tu cha­pa pa­ra “me­ter sue­la” co­mo lo­co. ¿Quién te di­jo? Sí, mu­chas ve­ces me per­do­na­ban. Pe­ro me­tía por­que me pe­ga­ban a pro­pó­si­to, con bron­ca. De­cían: “Cla­ro, a és­tos no les co­brás na­da por­que son co­no­ci­dos”, y te ve­nían mal. Tu­ve que acos­tum­brarme, pe­ro me hi­ce ju­ga­dor de la C. Y me en­can­tó.

9 ¿Có­mo te lle­va­bas con tus ri­va­les? ¿Te bar­dea­ban? Al­gu­nos sí, otros eran de­ma­sia­do edu­ca­dos. Me pe­dían una fo­to al fi­nal, con ad­mi­ra­ción. Otros, to­tal­men­te des­ca­ra­dos, me de­cían: “Vie­jo cho­to, aban­do­ná”. Me ha­cían ca­len­tar.

10 ¿Qué ju­ga­dor del as­cen­so, sin con­tar la B Na­cio­nal, la pue­de rom­per en Pri­me­ra? Gon­za­lo Ber­ges­sio, de Pla­ten­se. Me pa­re­ce muy in­te­re­san­te. Y Da­niel Ve­ga, de Los An­des.

11 “No ten­go ca­rác­ter pa­ra ser en­tre­na­dor”. ¿Te sue­na esa fra­se del 2000? Sí. Yo creía que el he­cho de te­ner un ca­rác­ter muy… Vis­te cuan­do te ha­blan de la au­to­ri­dad… Me equi­vo­qué en pen­sar eso, por­que uno no es au­to­ri­ta­rio a par­tir de la ca­ra de cu­lo o de un gri­to des­me­di­do. So­mos una fa­mi­lia, pue­do di­ver­tir­me con mis ju­ga­do­res y acep­tar sus bro­mas. Ellos sa­ben que yo soy el que man­da.

12 Tam­bién di­jis­te: “No quie­ro te­ner pro­ble­mas con na­die, por eso no quie­ro ser DT”. ¿Es una pro­fe­sión pa­ra qui­lom­bo? Sí, pe­ro aho­ra me gus­ta. A ve­ces te co­més tus pro­pias pa­la­bras. Co­mo DT, lo más di­fí­cil es ar­mar una lis­ta y de­cir és­te que­da li­bre, és­te se va... Por eso me cos­ta­ba ver­me en­tre­na­dor. Pe­ro bue­no, acá es­toy, lle­ván­do­la de fren­te y con hu­mil­dad.

Le puso el pecho a la crisis del Lobo y logró mantenerlo en Primera. Un gran mérito de Troglio y su grupo de trabajo.

13 ¿Qué va a pa­sar el día que te to­que limpiar a amigos, co­mo le pa­só a Rug­ge­ri en San Lo­ren­zo con Go­ro­si­to? Me pa­só con Scot­ti, No­ce y Tu­rien­zo. Es du­ro, el ju­ga­dor nun­ca lo en­tien­de. So­mos ami­gos afue­ra, aden­tro so­mos téc­ni­co y ju­ga­dor. Cuan­do uno to­ma una de­ci­sión así, la amis­tad se va per­dien­do. Y duele.

14 No que­rías ser DT por­que es muy es­tre­san­te, ¿la pa­sión pu­do más? Sí. Me en­can­ta la pro­fe­sión que ele­gí, me fas­ci­na. Y la emo­ción que vi­ví en el par­ti­do con­tra Ne­well’s, cuan­do Gim­na­sia se sal­vó, fue im­pre­sio­nan­te. Es­toy fe­liz, más allá de que sea una si­lla eléc­tri­ca.

15 ¿Es cier­to que te gus­ta es­cri­bir y ha­cer no­tas? Es­tu­dié pe­rio­dis­mo de­por­ti­vo. Bi­lar­do me di­jo que ha­bía que es­tu­diar por­que cuan­do los ju­ga­do­res y los téc­ni­cos em­pe­zá­ra­mos en te­le­vi­sión, los es­pe­cia­lis­tas iban a mi­rar me­dio mal. De­ci­dí ha­cer el cur­so y fue muy lin­do.

16 ¿El año 85 fue el más du­ro de tu vi­da? Sí, tu­ve una pe­ri­to­ni­tis fe­cal, es­tu­ve 16 se­gun­dos clí­ni­ca­men­te muer­to... Fue­ron ca­si dos me­ses in­ter­na­do, uno en te­ra­pia in­ten­si­va. Me hi­cie­ron tres ope­ra­cio­nes y ba­jé 25 ki­los. Te­nía 19 años, mu­cha ju­ven­tud, que es lo que me sal­vó. Pa­só que un día ju­gué en Cuar­ta y en Ter­ce­ra, don­de re­ci­bí un co­da­zo. Me fui tran­qui­lo, pe­ro em­pe­cé a sen­tir un do­lor aba­jo y me des­ma­yé en el co­lec­ti­vo. Lue­go, dos ve­ces más en mi ca­sa. Cuan­do me lle­va­ron al hos­pi­tal, ya es­ta­ba to­tal­men­te in­fec­ta­do. Me sa­ca­ron ma­te­ria fe­cal de to­do el cuer­po. Me sal­vó la vi­da el doc­tor Bru­ni.

17 ¿Te di­je­ron que no po­días vol­ver a ju­gar? El doc­tor que me ope­ró di­jo que sí, pe­ro otros de­cían que iba a ser di­fí­cil. Por suer­te en­gor­dé en­se­gui­da. Me in­ter­na­ron el 9 de ju­lio, sa­lí el 12 de sep­tiem­bre, vol­ví a en­tre­narme el 15 de oc­tu­bre y en di­ciem­bre ju­gué en Ter­ce­ra. Me que­dó el dia­frag­ma ele­va­do, te­mían que me aho­ga­ra en la can­cha. Pe­ro nun­ca me afec­tó, pe­se a ju­gar en una po­si­ción de ida y vuel­ta cons­tan­te.

18 ¿Por qué tu­vis­te que ti­rar tu pri­mer au­to, un Peu­geot 504? Ese au­to fue una ver­güen­za. El pri­mer día se me inun­dó y pin­ché una go­ma. Des­pués, un ami­go lo sa­có del ga­ra­je y se la pu­so con­tra un pa­lo. De a po­qui­to se fue ha­cien­do pe­da­zos. Al po­co tiem­po ga­na­mos la Li­ber­ta­do­res y con el pre­mio sa­qué un Su­per Eu­ro­pa ce­ro ki­ló­me­tro. Fue mi pla­cer, mi me­jor au­to… Al 504 lo ha­bía com­pra­do en 3500 pe­sos y lo ven­dí en 1000, en só­lo dos me­ses.

19 De pi­be te le­van­ta­bas a la ma­dru­ga­da pa­ra ayu­dar a la­bu­rar a tu vie­jo, ¿qué ha­cían? Mi vie­jo fue co­lec­ti­ve­ro de lar­ga dis­tan­cia. No­so­tros vi­vía­mos en Lu­ján hasta que en 1967 hu­bo una gran inun­da­ción y per­di­mos to­do. Ahí fui­mos a tra­ba­jar a una fá­bri­ca de mue­bles de co­ci­na en Cas­te­lar, don­de nos die­ron una pie­ci­ta con ba­ño. Papá se le­van­ta­ba a las 4.45 y mi vie­ja era mo­dis­ta. Ha­ber aco­mo­da­do a mis vie­jos es el pla­ce­r más gran­de que me dio el fút­bol.

20 ¿En una épo­ca te­nías que or­de­ñar va­cas? No, ayu­da­ba a mi pa­pá a cu­rar las va­cas, que es­ta­ban abi­cha­das en las pe­zu­ñas. Mi vie­jo fue do­ma­dor de ca­ba­llos y yo dis­fru­ta­ba mu­cho cuan­do aga­rra­ba las va­cas. Ti­ra­ba la so­ga y, cuan­do la sol­ta­ba, en­tre mi her­ma­no, él y yo tum­bá­ba­mos la va­ca y la me­tía­mos en un lu­gar don­de las cu­rá­ba­mos. Yo ten­dría 12 años.

21 ¿Qué re­cor­dás de tu tra­ba­jo en la agen­cia de via­jes? Uhhh. Ten­dría 16 años, em­pe­cé co­mo ca­de­te. Ven­día­mos pa­sa­jes a Co­lo­nia. Du­ré has­ta los 17, por­que de­bu­té en Pri­me­ra y de­jé. Di­ga­mos que fue mi pri­mer tra­ba­jo. Lue­go fui con­ser­je de un apart de Re­co­le­ta, mi úl­ti­mo la­bu­ro. Tra­ba­ja­ba de 10 de la no­che a 6 de la ma­ña­na. De los 10 a los 14 años aten­dí un al­ma­cén. Des­pués con mi her­ma­no hi­ci­mos bol­si­tas de re­si­duos. Ade­más tra­ba­ja­ba en el Cír­cu­lo de Lec­to­res. Eso nos per­mi­tía te­ner un man­go pa­ra com­prar jeans, za­pa­ti­llas: las Pam­pe­ro y las Fle­chi­ta, que pa­ra no­so­tros eran inal­can­za­bles.

22 ¿Qué te re­cuer­da un sánd­wich y un ter­mo con ju­go de na­ran­ja? Me en­can­ta lo que me ha­ce acor­dar a mi ni­ñez. Cuan­do sa­lía del co­le­gio y me iba pa­ra Ri­ver, mi vie­ja se iba des­de Cas­te­lar has­ta la es­ta­ción de Mo­rón, aga­rra­ba los li­bros y me da­ba la vian­da. Hoy veo a mis vie­jos gran­des y va­lo­ro to­do eso mu­cho más. Yo lle­gué por ese apo­yo de la fa­mi­lia.

23 ¿A qué edad te pu­dis­te com­prar tu pri­mer jean? Me lo re­ga­ló mi vie­ja a los 16, en uno de sus via­jes pa­ra ver a Ga­rrin­cha, el cu­ran­de­ro. Me tra­jo un pan­ta­lón de mar­ca (Us­top) y me de­cía que te­nía un cor­te bár­ba­ro, pe­ro me ha­cía un cu­lo enor­me y los chi­cos me car­ga­ban. En­ton­ces me com­pró otro igual, le sa­có la eti­que­ta y le pu­so “Wran­gler”. Y ya no me jo­dían.

24 An­tes usa­bas un pan­ta­lón ver­de que le que­dó de la co­lim­ba a tu her­ma­no, ¿tu­vie­ron pri­va­cio­nes de chicos? Fui­mos muy fe­li­ces, tu­vi­mos las pri­va­cio­nes nor­ma­les de una fa­mi­lia que vi­vía pa­ra la co­mi­da y el co­le­gio. A ese pan­ta­lón lo com­bi­na­ba con las Pam­pe­ro ce­les­te tur­que­sa y una ca­mi­sa de jean. Así iba a bai­lar, un de­sas­tre. Con ra­zón no bai­la­ba nun­ca.

25 ¿Cuán­do de­jas­te de ser “sim­pá­ti­co y bo­lu­do” pa­ra ser só­lo “sim­pá­ti­co”? El día que un gru­po de ami­gos me acos­tó: un es­cri­ba­no, dos cons­truc­to­res, un ar­qui­tec­to y un ven­de­dor de pro­pie­da­des. Me gar­ca­ron un mon­tón de gui­ta en una ca­sa. A par­tir de ahí no con­fié ca­si en na­die, sal­vo en la gen­te que ten­go al la­do. De­jé de la­do a los hi­jos de pu­ta.

26 ¿Tu hi­jo Gian­lu­ca jue­ga bien al fút­bol? Muy bien, es un vo­lan­te de­re­cho bár­ba­ro. No lo es­toy lle­van­do a nin­gún la­do por­que tie­ne 10 años. En ca­da par­ti­do se banca el kar­ma de que lo se­ña­len co­mo el hi­jo de Tro­glio.

27¿Al­gu­na vez te die­ron ga­nas de ca­gar a trom­pa­das a un com­pa­ñe­ro? No, tu­ve una re­la­ción ex­ce­len­te con to­dos, más allá de al­gu­na dis­cu­sión. Ca­si no ten­go ene­mi­gos.

28 ¿Hay mu­cha gen­te jo­di­da en el fút­bol? Mu­cha. El jo­di­do apa­re­ce don­de hay pla­ta. Se mue­re por un man­go, bus­ca ca­gar a al­guien.

29 ¿Te acor­dás de es­ta fra­se de Amé­ri­co Pé­rez: “Pi­be, no ser­vís pa­ra ju­gar al fút­bol”? Sí, po­bre Amé­ri­co, fa­lle­ció ha­ce un tiem­po. Me de­jó li­bre en la No­ve­na de Bo­ca. Si lo ana­li­zás, me hi­zo un fa­vor. A los 12, 14 años te po­dés equi­vo­car acer­ca de un ju­ga­dor. A los 16, 17 ya no. Ahí te es­tá fa­llan­do el ojo.

30 ¿El día que te de­ja­ron li­bre ca­si te pi­sa el tren? Ve­nía le­jos, a unos 200 me­tros, pe­ro… Fui a llo­rar al famoso om­bú de Mo­rón y, cuan­do vol­vía, cru­cé la vía sin mi­rar. A ve­ces pen­sás: “Có­mo hi­zo el tren pa­ra aga­rrar a una per­so­na”. Pe­ro cuan­do vos es­tás mal, te col­gás y cru­zás sin mi­rar.

31 Bo­chi­ni siem­pre fue tu ído­lo, ¿de chi­co eras de In­de­pen­dien­te? Has­ta los 10 años. Me hi­ce de Ri­ver cuan­do sa­lió cam­peón en el 75 y cor­tó la ra­cha de los 18 años. De In­de­pen­dien­te me ha­bían he­cho mi her­ma­no y mi pa­pá. Mi vie­ja es de Bo­ca. Des­pués em­pe­cé a ju­gar en Ri­ver y me hi­ce mu­cho más fa­na.

32 ¿Có­mo era ju­gar en Bo­ca sien­do de Ri­ver? No me afec­ta­ba. Yo fui a ju­gar un amis­to­so con el club Cas­te­lar, y Gri­llo y Gan­du­lla me hi­cie­ron que­dar. Pe­ro des­pués me de­ja­ron li­bre y en­tré a Ri­ver, así que fue un sue­ño.

33 ¿Por qué la Chan­cha? Des­pués de las ope­ra­cio­nes que­dé fla­co. Pa­ra re­cu­pe­rar­me em­pe­cé a to­mar unas pas­ti­llas con hor­mo­nas fe­me­ni­nas. En­gor­dé y pa­sé de 62 ki­los a 80. Y me que­dó la Chan­cha Tro­glio. Cuan­do su­bo de pe­so, en­gor­do el cu­lo y los cos­ta­dos. Aho­ra ten­go seis ki­los de más, es­tán to­dos en el cu­lo.

34 Año 1985. Ga­lle­go ti­ra­ba: “Es­te pi­be va a ser un fe­nó­me­no. Fi­ja­te, ¿no ves que es­toy más fla­co por mie­do a que me sa­que el pues­to?”. ¿Que el To­lo se cui­da­ra con la co­mi­da es uno de los gran­des lo­gros de tu ca­rre­ra? Sí. El To­lo fue im­por­tan­te en mi vi­da. Pri­me­ro, por la ma­no que me dio al nom­brar­me. Se­gun­do, por­que él y Alon­so jun­ta­ron pla­ta pa­ra ayu­dar a mis vie­jos cuan­do no po­dían ir a la­bu­rar por­que te­nían que es­tar con­mi­go en el hos­pi­tal. El fue co­mo mi pa­dri­no fut­bo­lís­ti­co.

River fue una de sus etapas doradas. De Núñez saltó al difícil fútbol italiano.

35 ¿A qué edad pa­sas­te a ser ocho? De­jé de ju­gar de cin­co cuan­do Vei­ra me lle­vó a Pri­me­ra. Go­ro­si­to iba por la de­re­cha, De Vi­cen­te por la iz­quier­da y Da­lla Li­be­ra suel­to. Con ese equi­po sa­li­mos cam­peo­nes del Pro­yec­ción 86.

36 ¿Re­cor­dás al­gu­na fra­se bam­bi­nes­ca que ha­ya que­da­do en la his­to­ria? Los “be­lle­za” que uno es­cu­cha aho­ra ve­nían de esa épo­ca. To­do el ha­blar del Bam­bi­no era un po­tre­ro, un ca­fé. Un mo­ti­va­dor que me dio la po­si­bi­li­dad de ju­gar la Li­ber­ta­do­res, el pri­mer im­pul­so.

37 ¿Por qué le fue tan mal en sus úl­ti­mas ex­pe­rien­cias co­mo DT? ¿Es­tá de vuel­ta? No, el fút­bol es así. Te va mal, te va bien. A ve­ces en­trás en una ba­ja­da y no le­van­tás más. La ca­be­za del ju­ga­dor es mu­chí­si­mo y hay que tra­ba­jar so­bre eso. El Bam­bi­no tu­vo una ma­la ex­pe­rien­cia en San Lo­ren­zo y no lo­gró ga­nar, pe­ro en Ne­well’s no le fue tan mal.

38 ¿De qué te dis­fra­zas­te en la des­pe­di­da a Gri­guol de Ri­ver? ¿Es cier­to que el Vie­jo te­nía has­ta una pe­lu­ca? Sí, el Vie­jo te­nía una pe­lu­ca pla­ti­na­da y el Cai Ai­mar es­ta­ba ves­ti­do de ba­ñe­ro de los años 30. Yo no fui dis­fra­za­do, pe­ro me acuer­do de que Rug­ge­ri qui­so dar un dis­cur­so y ti­ró una me­sa en­te­ra con pla­tos, va­sos, cu­bier­tos… Ese día, al Vie­jo le pe­di­mos dis­cul­pas. No arran­có bien con el te­ma del pe­lo lar­go, pe­ro a los seis me­ses el plan­tel se dio cuen­ta de que él, el pro­fe Bo­ni­ni, Ai­mar y Po­lo­la eran de muy bue­na le­che. El Vie­jo fue un pa­dre fut­bo­lís­ti­co, al igual que Bi­lar­do y el Bam­bi.

39 ¿Le guar­dás ren­cor a Ra­món Díaz por no ha­ber­te de­ja­do re­gre­sar a Ri­ver? No. Aho­ra que soy téc­ni­co pien­so dis­tin­to. Ri­ver ve­nía de ser cam­peón. Ju­ga­ba Mon­se­rrat en un equi­po de fi­gu­ras y no ne­ce­si­ta­ba otro vo­lan­te.

40 ¿Cuán­to te do­lió no po­der vol­ver? Me do­lió lo ló­gi­co. Hoy, a la dis­tan­cia, me doy cuen­ta de que son co­sas nor­ma­les.

41 ¿Por qué Pa­ler­mo, Del­ga­do, Cag­na y has­ta Ma­te­llán pu­die­ron re­gre­sar a Bo­ca y en Ri­ver es muy ra­ro que pa­sen esas co­sas? En Ri­ver apa­re­cen ju­ga­do­res con­ti­nua­men­te. Ade­más, yo me fui a los 22 años y vol­ví a los 31. No es que me fui sien­do go­lea­dor de la Li­ber­ta­do­res e ído­lo in­dis­cu­ti­do. Fue un pa­so fu­gaz, 50 par­ti­dos. Vol­ver era más di­fí­cil.

42 ¿Por qué no di­ri­ge Ra­món, el DT más ga­na­dor de la his­to­ria de Ri­ver? Por­que em­pe­zó en Ri­ver y, por la cha­pa que hi­zo, le cues­ta ba­jar. Ló­gi­co: es­pe­ra una chance en un gran­de.

43 En el 86 ti­ras­te: “Ca­ni es un fe­nó­me­no, el me­jor pun­te­ro del país, se­rá el sie­te en la se­lec­ción del 90”. Acer­tas­te. Igual, no era un gran des­cu­bri­mien­to. Ju­ga­ba la Ter­ce­ra de Ri­ver con­tra la Se­lec­ción que des­pués fue cam­peo­na del mun­do, y le pe­gá­ba­mos un bai­le te­rri­ble. Era muy cla­ro que iba a lle­gar.

44 ¿Qué se sien­te de­bu­tar en Ita­lia­ con­tra el Mi­lan de Gu­llit y Van Bas­ten y ga­nar 1-0 con un gol pro­pio? Fue el de­but so­ña­do. Siem­pre me to­có an­dar bien en los debuts.

45 No bien lle­gas­te a Ve­ro­na di­jis­te que que­rías ser cam­peón... Y to­dos se sor­pren­die­ron. Cla­ro, la idea de Ve­ro­na era ga­nar de lo­cal y em­pa­tar de vi­si­tan­te, pe­ro uno ve­nía de Ri­ver… Con esa fra­se le pi­fié to­tal­men­te. Al otro día mis com­pa­ñe­ros se me reían en la ca­ra.

46 ¿Por qué te de­ja­ron pa­ra­do en la La­zio des­pués de ser fi­na­lis­ta en Ita­lia 90? Por­que tu­ve una le­sión gra­ve, no lo­gré re­cu­pe­rar­me y ter­mi­né mal con el DT. Me qui­sie­ron ven­der y no acep­té. Arran­có el cam­peo­na­to y me de­ja­ron col­ga­do seis me­ses, has­ta que vi­no Di­no Zoff. Co­mo an­da­ba bien en las prác­ti­cas, pi­dió que me rein­cor­po­ra­ran. Acep­ta­ron con la con­di­ción de que me fue­ra a fin de año. A par­tir de ahí tu­ve mi me­jor épo­ca en la Lazio, con 10, 12 par­ti­dos bár­ba­ros. Pe­ro ir­me tan mal con los di­rec­ti­vos me ce­rró las puer­tas en mu­chos clu­bes.

47 ¿Te que­das­te con ga­nas de ju­gar en el Na­po­li con Die­go? Sí. Die­go me qui­so lle­var, pe­ro Aloi­sio, mi re­pre­sen­tan­te, me pu­so en Ve­ro­na. Tam­bién me que­dé con ga­nas de ir al Se­vi­lla. Bi­lar­do me lla­mó un día a las cua­tro de la ma­ña­na. Ojo, él me lla­ma­ba de Es­pa­ña, don­de tam­bién eran las cua­tro de la ma­ña­na, no era que es­ta­ba en Ar­gen­ti­na. Esa ma­ña­na ha­bía fir­ma­do con As­co­li por tres años, no pu­de arre­glar, y ce­rró Si­meo­ne. Pe­ro fue un pla­cer que me ha­ya lla­ma­do, aun­que fue­ran las cua­tro de la ma­ña­na. Al Na­ri­gón le per­do­no to­do. Me en­can­ta cuan­do me gri­tan “bi­lar­dis­ta” en la can­cha. Con él apren­dí a que­rer a la Se­lec­ción.

48 Al la­do de los ca­me­ru­ne­ses, en Ita­lia 90, ¿el Mon­cho Mon­zón era un be­bé de pe­cho? -Siii… Pa­ra col­mo, el tú­nel del San Si­ro era an­gos­ti­to y pa­sá­ba­mos los dos equi­pos jun­tos. No te pue­do ex­pli­car: eran osos enor­mes. Pen­sé: “Es­tos nos ma­tan”. Y fue una ba­ta­lla. Tras esa de­rro­ta sur­gió la char­la en la que Bi­lar­do di­jo que si que­dá­ba­mos afue­ra, ti­ra­ba el avión.

49 En la fo­to pa­re­ce que es­tu­vie­ra sus­pen­di­do en el ai­re, ¿có­mo vis­te des­de el ban­co el sal­to de Oman Bi­yik en el gol? Sal­tó ca­si a la al­tu­ra de Sen­si­ni. Te­rri­ble. Era un ju­ga­dor bár­ba­ro. ¿Vis­te cuan­do fes­te­ja­ban los go­les? Eran ga­ce­las. Mi­lla lle­gó a ju­gar un Mun­dial con 42 años. Ade­más, no sa­bías si te­nía 42 o 48.

50 Una vez, di­jis­te: “Los más pi­bes es­tá­ba­mos bien fí­si­ca­men­te, pe­ro el res­to era una en­fer­me­ría”. ¿El error de Bi­lar­do fue ha­ber lle­va­do tan­tos ve­te­ra­nos en ma­las con­di­cio­nes fí­si­cas? No, pa­ra na­da. El Na­ri­gón con­fió mu­chí­si­mo en el gru­po. Y coin­ci­do: un buen gru­po ha­ce de­sas­tres. De­jó a los cau­di­llos del 86 y nos su­mó a los más jó­ve­nes. Y no le sa­lió tan mal, lle­ga­mos a la fi­nal de un cam­peo­na­to muy pe­lea­do y sin bri­llan­tez. A me­di­da que pa­san los mun­dia­les le doy más va­lor a ese lo­gro.

51 ¿Por qué no fuis­te a los Jue­gos Olím­pi­cos de Seúl 88? Por­que no me au­to­ri­zó el Ve­ro­na. Ha­cía un mes que es­ta­ba en el club.

52 ¿Có­mo ha­cías pa­ra que Ca­ni fue­ra tu con­fi­den­te, cuan­do ni en la ca­sa po­dían ha­cer­lo ha­blar? La ma­dre, que Dios la ten­ga en la glo­ria, me de­cía que era in­creí­ble, por­que con­mi­go era un ti­po ex­tra­ver­ti­do, jo­dón y rom­pepe­lo­tas. Eso sí, sa­lía­mos y no ha­bla­ba con na­die. Nos co­no­ce­mos des­de que yo te­nía 14 y él 12.

Con Caniggia se conocieron de pibes y se marcharon juntos para triunfar en Verona.

53 Cuan­do iban a bai­lar, ¿las mi­nas lo se­guían mu­cho a Ca­ni? A él sí, a mí no. Es­tar a su la­do me ma­ta­ba. Si sos feo y es­tás so­lo, za­fás un po­co. Si sos pa­sa­ble, al la­do de Ca­ni sos feo. Siem­pre lo ro­dea­ban las mi­nas.

54 ¿Si­guen sien­do ami­gos? Sí. Es­ta­mos muy le­jos, pe­ro es un ti­po al que quie­ro mu­cho.

55 Ca­nig­gia siem­pre te di­jo que iban a for­mar una du­pla téc­ni­ca. ¿La ves po­si­ble o Ca­ni se re­ti­ra a los 45 años, co­mo una vez di­jis­te? Si quie­re, tie­ne fí­si­co pa­ra se­guir has­ta los 45. En el fút­bol no ju­gás con la cé­du­la. Es­tás bien o es­tás mal. Fi­ja­te que Na­va­rro Mon­to­ya tie­ne 40 y si­gue vo­lan­do sin pro­ble­mas.

56 ¿Ca­ni fu­ma­ba mu­cho? ¿Có­mo ha­cía pa­ra co­rrer tan­to? Tie­ne ese don na­tu­ral, no le afec­ta na­da. Pe­ro no fu­ma­ba de­ma­sia­do, al­gún fa­so en la concentración o en una reu­nión. Un día me de­jó es­cra­cha­do con Bi­lar­do, pe­ro fue cul­pa mía: yo no sa­bía fu­mar, hi­ce una hu­ma­re­da im­pre­sio­nan­te y el Na­ri­gón se dio cuen­ta. Ahí man­dó a Die­go a ha­blar­nos. Fue te­rri­ble.

57 ¿Có­mo fue la Na­vi­dad que pa­sas­te en Ná­po­les con Ma­ra­do­na, en 1990? Un sue­ño. Ver la pa­sión de la gen­te afue­ra de su ca­sa, que en vez de es­tar con los su­yos es­pe­ra­ba a que Die­go sa­lie­ra a sa­lu­dar… Inol­vi­da­ble.

58 Ma­ra­do­na, Ca­nig­gia, Ga­lle­go, Pum­pi­do, Rug­ge­ri y Alon­so, ¿si­guen sien­do tus in­to­ca­bles? Sí. Me ayu­da­ron mu­cho, es gen­te que quie­ro, que me mar­có y que si­go es­cu­chan­do.

59 ¿Es cier­to que Bi­lar­do po­día to­mar cua­tro pas­ti­llas pa­ra dor­mir y se­guía des­pier­to? El pro­fe Eche­va­rría me de­cía siem­pre: “El Na­ri­gón en Tri­go­ria no pa­ra­ba”. Iba por to­das las ha­bi­ta­cio­nes a las dos, tres de la ma­ña­na. El día que nos aga­rra a mí y a Ca­ni con los jue­gui­tos, eran las tres. To­ma­ba pas­ti­llas pa­ra dor­mir, pe­ro no le ser­vían. Vi­vía a full pa­ra la Se­lec­ción.

60 ¿Vos y Ca­ni que­da­ron afue­ra del de­but por­que Bi­lar­do los en­con­tró con los jue­gui­tos? Es una teo­ría, aun­que él di­ga que no. En las prác­ti­cas de la se­ma­na ha­bía­mos si­do ti­tu­la­res, con un muy buen ren­di­mien­to. Y des­pués no apa­re­ci­mos en­tre los on­ce. Nos aga­rró ju­gan­do al fa­mo­so Ma­rio Bros. No po­día­mos res­ca­tar a la Prin­ce­sa, y las ho­ras pa­sa­ban. El Na­ri­gón ha­cía así: en­tra­ba, ce­rra­ba la puer­ta e iba a bus­car un tes­ti­go. Esa no­che tra­jo a Pum­pi­do.

61 ¿Hu­bie­ras vo­ta­do a Bi­lar­do pa­ra pre­si­den­te? Se­gu­ro. Es un ti­po la­bu­ra­dor, con ga­nas. A ve­ces no ha­ce fal­ta ser po­lí­ti­co: tie­ne que ha­ber ga­nas de la­bu­rar. Si se si­gue pos­tu­lan­do Ca­va­llo, que nos di­jo que in­vir­tié­ra­mos en pe­sos mien­tras él te­nía la pla­ta afue­ra, el Na­ri­gón se pue­de pos­tu­lar pa­ra cual­quier co­sa.

62 ¿Veías “Lo de Bi­lar­do”? Sí, me en­can­ta­ba. El Na­ri­gón me di­vier­te. Me gus­ta es­cu­char­lo en la ra­dio y ver­lo ac­tuar, al igual que al Ne­gro En­ri­que, que ha­cía de pin­tor pa­ra­gua­yo.

63 ¿Qué es más di­fí­cil: que Bi­lar­do ga­ne un Mar­tín Fie­rro o Ri­ver la Li­ber­ta­do­res? Que lo pos­tu­len al Na­ri­gón. Que Ri­ver sal­ga cam­peón siem­pre es po­si­ble. La Co­pa cuesta, no es fá­cil. Ade­más, siem­pre son los años que ter­mi­nan en seis: 86, 96 y aho­ra 2006.

64 ¿Al­gu­na vez te pe­lo­tea­ron tan­to co­mo con­tra Bra­sil en Ita­lia 90? Nun­ca. En Ja­pón me to­có per­der 8-1, pe­ro no me ca­ga­ron tan­to a pe­lo­ta­zos. Se es­cu­cha­ba el pin, pin, pin de los pa­los y el tra­ve­sa­ño. Ade­más, la con­tun­den­cia fut­bo­lís­ti­ca: no ha­bía po­si­bi­li­da­des de en­trar, has­ta que Die­go sa­có una ju­ga­da má­gi­ca y se la dio al otro ani­mal, que de­fi­nió bár­ba­ro. Ese 1-0 fue el pol­vo más gran­de de la his­to­ria.

65 Vos ibas por la de­re­cha, ¿es cier­to que Bran­co no po­día man­te­ner­se en pie? Es un mi­to. Bran­co ju­gó el peor par­ti­do de su vi­da, no pu­do con su cruz y nos acu­só de ma­la ma­ne­ra. Es men­ti­ra que se caía. Si hu­bie­ra si­do así, pe­día el cam­bio. Se que­dó por­que po­día se­guir.

66 ¿Qué opi­nás del qui­lom­bo del bi­dón? Qué sé yo. Se ha­brá ma­rea­do por al­go. Es­to de­ja una en­se­ñan­za, al­go que me di­jo el Na­ri­gón: nun­ca hay que to­mar agua del con­tra­rio. Ya es­tá, pa­sa­ron 15 años. Hay que llo­rar en el mo­men­to. Aho­ra que bus­que fa­ma en otro la­do.

67 ¿Qué sen­tis­te cuan­do erras­te el pe­nal con­tra Yu­gos­la­via? Le pe­dí a Dios que se abrie­ra la can­cha y apa­re­cie­ra una es­ca­le­ra gi­gan­te pa­ra me­ter­me de­ba­jo de la tie­rra. Cuan­do Goy­co ata­jó el pri­me­ro, me tran­qui­li­cé. Y cuan­do sa­có el úl­ti­mo, pen­sé: “Te de­bo un mon­tón”.

68 ¿Por qué Ba­si­le te ce­rró las puer­tas de la Se­lec­ción? ¿Por estar en la Se­rie B, con As­co­li? Sí, ju­ga­ba en una ca­te­go­ría que no era tan im­por­tan­te. Ade­más hu­bo cam­bio de téc­ni­co, y el Co­co con­vo­có gen­te nue­va. Aho­ra que soy DT en­tien­do al­gu­nas de­ci­sio­nes. Es más, cuan­do el Co­co es­tu­vo en Ra­cing, y yo lle­ga­ba a Gim­na­sia, me lla­mó pa­ra su­mar­me.

69 ¿Te gol­peó que­dar afue­ra del Mun­dial 94? Te­nía só­lo 28, 29 años. Era jo­ven y es­ta­ba en un buen ni­vel, pe­ro soy rea­lis­ta: fui un ju­ga­dor más den­tro de un mon­tón que ha­bía pa­ra ele­gir.

70 ¿El úl­ti­mo Sub-20 te hi­zo acor­dar a la Se­lec­ción de Ita­lia 90? Sí, era un equi­po bien plan­ta­do, con un ju­ga­dor fan­tás­ti­co co­mo Mes­si y un mon­tón de la­bu­ra­do­res. Le­van­ta­ron una si­tua­ción muy di­fí­cil co­mo la del 0-1 del pri­mer par­ti­do. Ese equi­po tu­vo mu­cho fue­go sa­gra­do. Ade­más, fue cri­ti­ca­do de en­tra­da.

71 ¿Que la La­zio te ha­ya col­ga­do tu­vo que ver con la vic­to­ria contra Ita­lia? Yo te­nía un con­tra­to de bue­na ima­gen, pe­ro no me qui­sie­ron pa­gar por­que de­cían que mi ima­gen se ha­bía de­te­rio­ra­do por los ges­tos que les hi­ce a los ita­lia­nos. No fue­ron pa­ra ellos, si­no pa­ra los pe­rio­dis­tas que nos es­ta­ban ma­tan­do. ¿Qué hi­ce? Me aga­rré los hue­vos o hi­ce unos cor­tes de man­ga. Y los ita­lia­nos no te per­do­nan. Al prin­ci­pio me sil­ba­ban to­das las hin­cha­das ri­va­les.

72 ¿Es ver­dad que des­pués de Ita­lia 90, de 38 par­ti­dos te to­có ir 23 ve­ces al con­trol an­ti­do­ping? Sí. Y za­fé siem­pre, ja­ja­ja. Era una as­que­ro­si­dad. Nos fue­ron a bus­car a to­dos los ar­gen­ti­nos. A Ca­ni, a Bal­bo, que le to­có co­mo nue­ve o diez ve­ces. Des­pués de lo que le pa­só a Ca­ni y a Die­go, creían que los ar­gen­ti­nos po­día­mos caer to­dos en la mis­ma. A lo me­jor pa­só eso, pe­ro tam­po­co es­toy se­gu­ro. No pue­do de­cir que fue sa­ña, era un sor­teo. Quizás aga­rra­ban mi bo­li­lla y la me­tían con la ma­no.

73 Ca­ni sue­ña con Ale­ma­nia, ¿vos lo ves? Siem­pre di­go que con la cé­du­la no se jue­ga. Si vuel­ve en un ex­ce­len­te ni­vel...

74 ¿Có­mo fue vi­vir con Ca­ni en Ve­ro­na? Bár­ba­ro. El vi­vió en ca­sa seis me­ses, has­ta que con­si­guió su de­par­ta­men­to y se mu­dó con sus pa­dres. Afian­za­mos mu­cho más la re­la­ción.

75 ¿Có­mo fue, pa­ra un ti­po que ju­gó un Mun­dial, lle­gar a Ja­pón y ha­cer­le de mo­zo a la gen­te que po­nía pla­ta en el Fu­kuo­ka Blux? Has­ta ahí me creía in­to­ca­ble, pe­ro com­pren­dí que ape­nas era un em­plea­do. Ojo, los días 25, a las nue­ve de la ma­ña­na, es­ta­ba mi pla­ta en el ban­co. La on­da era así: en la fies­ta, el fla­co te lla­ma­ba, te se­ña­la­ba una bo­te­lla y les ser­vías a to­dos. Y cuan­do pa­sa­ban le ha­cía­mos la re­ve­ren­cia. Te pa­ga­ban bien, así que a muer­te con ellos.

76 ¿Cuál es la me­jor anéc­do­ta de tu pa­so por el fút­bol ja­po­nés? Qué per­dí 8-1 y me aplau­die­ron. Y a la sa­li­da la gen­te nos pa­ra­ba pa­ra pe­dir­nos au­tó­gra­fos. Yo pen­sa­ba: “En Ar­gen­ti­na lle­gó a em­pa­tar 0-0 de lo­cal y me ma­tan”. En­ci­ma, eran los oc­ta­vos de fi­nal de una Co­pa.

77 ¿Es ver­dad que dos com­pa­ñe­ros ja­po­ne­ses se de­fen­dían ju­gan­do al tru­co? Sí, les en­se­ña­mos y nos mo­ría­mos. Cuan­do gri­ta­ban re­tru­co era muy có­mi­co. Ellos no di­cen “tru”, di­cen “tu­ru”: tu­ru­co. Y en­ci­ma, por ahí te de­cían pe­lo­tu­do. Muy bue­na on­da los ja­po­ne­ses. Di­vi­nos. Igual, nun­ca per­di­mos un par­ti­do con­tra ellos. Los ca­gá­ba­mos co­mo lo­co. A ve­ces el cua­tro de co­pas va­lía más que el an­cho de es­pa­das, ja.

78 ¿Tu ja­po­nés es­tá a la al­tu­ra del que ha­bla el Pe­la­do Mo­ner? Nooo, mi ja­po­nés es­tá ba­jo, me ha­cía en­ten­der ayu­da­do con las se­ñas. Es­tu­ve allá dos años y me­dio, pe­ro vi­vía­mos mu­chos ar­gen­ti­nos jun­tos, era más di­fí­cil apren­der.

79 ¿Mo­ner es gros­so allá? Sí. Ha­bía has­ta mu­ñe­qui­tos de Mo­ner. Tu­vo un mar­ke­ting fan­tás­ti­co. Aho­ra es co­men­ta­ris­ta de te­le, Gar­del.

80 ¿La ac­ti­tud de Pa­cha­mé, cuan­do te lim­pió del Avis­pa Fu­kuo­ka, si­gue sien­do la de­cep­ción más gran­de de tu ca­rre­ra? Yo te­nía una muy bue­na re­la­ción con el Pa­cha, pe­ro cuan­do lle­gó co­mo ayu­dan­te de cam­po em­pe­zó a te­ner cor­to­cir­cui­tos con los ar­gen­ti­nos. Y en el mo­men­to que aga­rró de téc­ni­co nos de­jó afue­ra a Hu­go Ma­ra­do­na, a Car­li­tos Ma­yor y a mí. Que­da­mos he­ri­dos. Ha­bía­mos an­da­do muy bien, hi­ce 20 go­les, as­cen­di­mos a Pri­me­ra y éra­mos que­ri­dos por la gen­te. Ha­ce un tiem­po, lla­mé al Na­ri­gón, me aten­dió Pa­cha­mé y tu­vi­mos una char­la bue­na. Pe­se a que si­go sin com­par­tir su de­ci­sión, el tiem­po ci­ca­tri­za he­ri­das.

81 En Gim­na­sia, en una épo­ca es­ta­ba de mo­da po­ner­se sa­li­va en el de­do y ti­rar­le a un com­pa­ñe­ro, ¿al­gu­no se eno­jó? Eso lo ha­cían los pen­de­jos: Gat­ti, Cu­fré, Mes­se­ra, Bar­clay y Chi­ro­la Ro­me­ro. Y yo me pren­día, pero lo ha­cía­mos con gen­te que no se iba a eno­jar.

82 ¿Cuál fue la me­jor jo­da de con­cen­tra­ción? A un com­pa­ñe­ro ita­lia­no le ca­gué la al­mo­ha­da. Se acos­tó y de­cía “qué olor, qué olor” y se ta­pa­ba la na­riz con la al­mo­ha­da lle­na de mier­da. Esa la ha­bía apren­di­do en Ri­ver, cuan­do Pum­pi­do, Rug­ge­ri y el res­to ata­ca­ban a los más jó­ve­nes. Una vez me co­rrie­ron has­ta la puer­ta de mi ha­bi­ta­ción y, cuan­do qui­se en­trar, me ha­bían de­ja­do un so­re­te en el pi­ca­por­te. Aho­ra na­da que ver. Los chi­cos son muy bue­nos. An­tes un ves­tua­rio con los gran­des era te­rri­ble. Siem­pre di­go que Pum­pi­do, Rug­ge­ri, Gu­tié­rrez, el Ne­gro En­ri­que y el To­lo Ga­lle­go no eran nor­ma­les. Eran unos hi­jos de pu­ta, ja­ja.

83 ¿Qué te ha­bía he­cho el ita­lia­no pa­ra que le hi­cie­ras eso en la al­mo­ha­da? Me de­sar­mó la ca­ma y me sa­có el col­chón afue­ra. Yo lle­ga­ba muer­to y pen­sé: “¿Es­tás de jo­da, ta­no? Vas a ver”. Mis com­pa­ñe­ros no lo po­dían creer. No en­ten­dían có­mo a un ser hu­ma­no se le ha­bía po­di­do ocu­rrir una co­sa así. Igual, la peor que vi fue una que le hi­cie­ron a un ar­que­ro pa­ra­gua­yo que lle­gó a prés­ta­mo a Ri­ver, Fer­nán­dez, uno que usa­ba un bi­go­ti­to. Es­ta­ba dur­mien­do y Ca­cho Bo­re­lli hi­zo fuer­za, se sa­có un po­co de ca­ca y se la pu­so en el bi­go­te. Era un plan­tel as­que­ro­so. Otra tí­pi­ca era ti­rar­se un pe­do en una bo­te­lla de plás­ti­co con un po­co de ga­seo­sa y ce­rrar­la. Una vez el ma­sa­jis­ta Jo­sé Goz­za es­ta­ba dur­mien­do en el mi­cro, y le des­ta­pa­ron la bo­te­lla en la na­riz. El ti­po vo­mi­tó to­do el mi­cro. Des­pués, en una épo­ca, to­dos com­pra­ron ar­mas y, a la no­che, ve­nían y te po­nían el fie­rro en la ca­be­za, aun­que sin car­gar. Nun­ca más vi una co­sa así. Ese plan­tel no era nor­mal.

84 ¿Qué sen­tis­te cuan­do Gim­na­sia te re­du­jo el 70% del suel­do? Me sen­tí muy mal por­que no lo me­re­cía, siem­pre me ha­bía com­por­ta­do bien con el club. Pe­ro bue­no, ve­nía de una le­sión y te­nía que acep­tar o que­dar li­bre. Eran mis úl­ti­mos años y que­ría ter­mi­nar bien.

85 ¿Có­mo fue pa­sar de la ex­pec­ta­ti­va por la Li­ber­ta­do­res a ju­gar en la C? Pa­ra mí fue lo mis­mo ju­gar la fi­nal de la Li­ber­ta­do­res que la fi­nal con­tra Be­ra­za­te­gui con Dál­mi­ne en J. J. Ur­qui­za, cuan­do hi­ce el gol del cam­peo­na­to. Sen­tí la mis­ma emo­ción. El fút­bol es uno so­lo.

86 ¿Por qué Gim­na­sia no ga­nó un tí­tu­lo? Por­que al fi­nal del torneo em­pie­zan las le­sio­nes, sus­pen­sio­nes, ju­ga­do­res de­ter­mi­nan­tes que se que­dan afue­ra… Eso no quie­re de­cir na­da, por­que otros clu­bes chi­cos han ga­na­do. Pero fue­ron ocho años con Gim­na­sia en un al­to ni­vel.

 

En Gimnasia fue ídolo como jugador.
 

87 ¿Gri­guol te ca­che­tea­ba a vos tam­bién? Sí. En la ca­ra y en el pe­cho. Ten­go ro­ta la pe­lo­ti­ta de la ca­de­ni­ta gra­cias a él. Me pe­gó con el ani­llo y me la hun­dió. Me de­jó to­do co­lo­ra­do.

88 ¿Có­mo se to­ma­ron tu adiós en Go­doy Cruz? Mu­cha gen­te lo to­mó mal y otra lo en­ten­dió. Go­doy Cruz fue un pa­so im­por­tan­te. Cuan­do sur­gió la chan­ce de Gim­na­sia, les dio lás­ti­ma, pe­ro com­pren­die­ron. La des­pe­di­da fue emo­ti­va, más allá de que di­ri­gí ocho par­ti­dos.

89 ¿Có­mo le­van­taste a Gim­na­sia? En ba­se a un lin­do gru­po, que en­ten­dió que no era un de­sas­tre, que po­día sa­lir ade­lan­te. Se tra­ba­jó mu­cho y se to­ma­ron los par­ti­dos co­mo fi­na­les.

90 ¿El ex pre­si­den­te Mu­ñoz es tan per­so­na­je co­mo pa­re­ce? Sí, pe­ro si vos ha­cés las co­sas co­mo co­rres­pon­de, te da la vi­da. Pa­ga, tra­ta de ayudar. Cam­bió lue­go de un co­mien­zo en el que fue mu­cho al cho­que. Par­te de es­ta re­su­rrec­ción tie­ne que ver con su cam­bio.

91 ¿Es­tás en con­di­cio­nes de lle­var a Ca­ni a Gim­na­sia? Se­ría una lin­da aven­tu­ra. Si tie­ne ga­nas de se­guir ju­gan­do, sería lindo que Gim­na­sia fuera par­te de su des­pe­di­da, aun­que sea pa­ra ju­gar 20 mi­nu­tos por par­ti­do.

92 ¿La go­lea­da an­te Es­tu­dian­tes fue el par­ti­do más fe­liz co­mo DT? No, el más fe­liz fue el 1-0 con­tra Ne­well’s, por­que con Es­tu­dian­tes to­da­vía es­tá­ba­mos com­pli­ca­dos. Des­pués de ga­nar­le a Ne­well’s nos sal­va­mos del to­do. El 4-1 fue tre­men­do por la fies­ta que vi­vió la gen­te.

93 ¿Qué es el Lo­bo de Oro? El pre­mio que me dieron en la fies­ta del ani­ver­sa­rio 118, por el ca­ri­ño de la gen­te y la iden­ti­fi­ca­ción con el club.

94 ¿Te acos­tum­brás al amor de la gen­te o te si­gue sor­pren­dien­do? Es­toy acos­tum­bra­do, pe­ro no de­jo de sor­pren­der­me. Por ahí te apa­re­ce un hom­bre de 70 años que se po­ne a llo­rar. Sen­tir es­te ca­ri­ño es im­pre­sio­nan­te. Si me ten­go que que­dar una ho­ra fir­man­do, lo ha­go.

95 ¿Ibas a re­nun­ciar si per­dían con­ Hu­ra­cán de Tres Arro­yos tras un arran­que con tres de­rro­tas? No di­je que iba a re­nun­ciar. Ma­ni­fes­té que si per­día­mos te­nía que po­ner mi re­nun­cia a dis­po­si­ción. No me que­ría ir, pero con cua­tro de­rro­tas con­se­cu­ti­vas hu­bie­ra si­do du­ro.

96 El ju­ga­dor que más te cos­tó. Dos: Do­pa­zo y Hu­mo­ller. No los pu­de pa­sar nun­ca. Con Mal­di­ni me fue bien, pe­ro con esos dos...

97 La pu­tea­da más gra­cio­sa que te ha­yan di­cho. A ve­ces me cues­ta pro­nun­ciar la erre y en al­gu­na no­ta ha­bré pa­ti­na­do. En­ton­ces, uno me gri­tó: “Da­le, gan­go­so hi­jo de pu­ta, apren­dé a ha­blar”. Me em­pe­cé a reír y la gen­te me aplaudió porque me lo ha­bía to­ma­do bien.

Pedrito y sus camisetas del fútbol grande. Terminó su campaña en Villa Dálmine, en la C.

98 El día que tu­vis­te más mie­do en una can­cha. En San­ta Fe. Már­ci­co iba a pa­tear un pe­nal y al la­do ca­yó de pun­ta un cu­lo de bo­te­lla. Nos lle­ga­ba a caer en la ca­be­za y nos ma­ta­ba.

99 La me­jor anéc­do­ta con Die­go. Cuan­do sa­lió de la ca­sa en Ná­po­les es­con­di­do en el baúl del au­to, con Clau­dia al vo­lan­te. Es un pla­cer es­tar a su la­do, Diego me brin­da paz.

100 Es­tu­dias­te pe­rio­dis­mo, ¿qué no po­drías de­jar de pre­gun­tar­te? Si Gim­na­sia va a sa­lir cam­peón. Es la ilu­sión de los hin­chas, y yo quie­ro que­dar en la his­to­ria por eso. Es di­fí­cil, pe­ro no im­po­si­ble.

 

Por Marcelo Orlandini

Fotos: Alejandro Del Bosco y Archivo El Gráfico.


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