LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

2004. VALDANO: ¿HACIA DÓNDE VA EL FÚTBOL?

Por Redacción EG · 04 de octubre de 2021

Después de un tiempo de demasiada acción como portavoz del Real Madrid, Jorge Valdano tomaba distancia para reflexionar con El Gráfico sobre la evolución y el futuro del fútbol.


An­da­ba con al­go de “pe­re­za” pa­ra ha­blar pú­bli­ca­men­te, aca­so por­que tras cua­tro años co­mo por­ta­voz del Real Ma­drid ter­mi­nó con una so­breex­po­si­ción me­diá­ti­ca que, se­gún pro­pia de­fi­ni­ción, “mi­ran­do pa­ra aden­tro me can­só a mí y mi­ran­do pa­ra afue­ra can­só al res­to de la hu­ma­ni­dad”.

Pe­ro Jor­ge Al­ber­to Fran­cis­co Val­da­no es, de al­gún mo­do, co­mo ese chi­qui­lín al que le ti­ran una pe­lo­ta y pue­de pa­sar­se to­do el día di­vir­tién­do­se con su com­pa­ñía. No im­por­ta la dis­tan­cia, ni los car­gos ocu­pa­dos, ni los años de de­sa­rrai­go. Es pa­sión por el fút­bol. Lo cier­to es que en el ti­ra y aflo­je ci­ber­né­ti­co pa­ra tra­tar de con­cre­tar la en­tre­vis­ta, el ex di­rec­tor ge­ne­ral de­por­ti­vo del club más po­pu­lar del pla­ne­ta uti­li­zó una ci­ta de su re­per­to­rio que fue to­da una se­ñal de acer­ca­mien­to. Es­cri­bió: “Di­cen que An­to­nio Bien­ve­ni­da, uno de los me­jo­res to­re­ros de la his­to­ria, era par­co y sa­bio. Un día, en una pla­za de to­ros, un afi­cio­na­do le di­jo: ‘Maes­tro, só­lo le fal­ta mo­rir en la pla­za’. A lo que Bien­ve­ni­da con­tes­tó: ‘Se ha­rá lo que se pue­da’”.

 

Di Stefano. Con Alfredo compartieron cuatro años en cargos altísimos del Madrid.

Hi­zo lo que pu­do, fi­nal­men­te Val­da­no. Y ha­bló. Ale­ja­do del cen­tro de po­der futbolero, hoy ocu­pa el tiem­po en re­sol­ver al­gu­nas cues­tio­nes pen­dien­tes. Un re­pa­so a su re­cien­te re­co­rri­do di­ce que fue el má­xi­mo di­rec­ti­vo en el área de­por­ti­va del Ma­drid en­tre sep­tiem­bre del 2000 y ju­nio del 2004. En esos cua­tro años, el Ma­drid reor­de­nó sus cuen­tas, cam­bió su es­truc­tu­ra, fue ali­men­tan­do un su­pe­re­qui­po al ad­qui­rir a Fi­go, Zi­da­ne, Ro­nal­do y Beckham (una es­tre­lla por año), se trans­for­mó en la mar­ca más fuer­te de Es­pa­ña y una de las más pe­sa­das del mun­do y con­quis­tó sie­te tí­tu­los: 1 Cham­pions Lea­gue, 1 In­ter­con­ti­nen­tal, 2 Li­gas, 1 Su­per­co­pa de Eu­ro­pa y 2 Su­per­co­pas es­pa­ño­las. Ocu­rrió que en la úl­ti­ma tem­po­ra­da el Ma­drid no con­quis­tó nin­gún tí­tu­lo –aun­que dos me­ses an­tes te­nía to­do por ga­nar­lo– y así Val­da­no que­dó ex­pues­to co­mo res­pon­sa­ble del fra­ca­so y se po­ten­ció su per­fil de “ma­lo de la pe­lí­cu­la”, de hom­bre que de­bía dar la ca­ra an­te ca­da con­flic­to. Por eso se fue. Sin em­bar­go, un mes des­pués de su sa­li­da, Flo­ren­ti­no Pé­rez, el pre­si­den­te que lo ha­bía con­vo­ca­do, arra­só en las elec­cio­nes con el 94% de los vo­tos. In­du­da­ble­men­te, las co­sas en el ám­bi­to fut­bo­lí­sti­co –el que más sue­le pe­sar a la ho­ra de ele­gir a un can­di­da­to– tan mal no se ha­bían he­cho. Aun­que los re­sul­ta­dis­tas adic­tos de la in­me­dia­tez pu­die­ran des­ta­car lo opues­to.

–¿En qué an­dás, Jor­ge?

–To­man­do dis­tan­cia del fút­bol des­pués de un tiem­po con de­ma­sia­da ac­ción. Me gus­ta lo de ac­ción / re­fle­xión; es­tar en los he­chos du­ran­te un tiem­po y mi­rar las co­sas con pers­pec­ti­va du­ran­te otro. Pe­ro re­fle­xio­no tra­ba­jan­do: soy pre­si­den­te de Ma­kea­team, una em­pre­sa de la que soy so­cio y fui fun­da­dor. Nos de­di­ca­mos a la for­ma­ción, lle­va­mos las en­se­ñan­zas del de­por­te al mun­do de la em­pre­sa en te­mas co­mo tra­ba­jo en equi­po, li­de­raz­go y mo­ti­va­ción. Aho­ra em­pe­za­mos a ha­cer el via­je de vuel­ta: lle­var las en­se­ñan­zas de la em­pre­sa al de­por­te pa­ra ase­so­rar en la ges­tión de los clu­bes.

–¿Hu­bo due­lo por la sa­li­da del Ma­drid o no te ge­ne­ró trau­mas?

–No hu­bo due­lo. Co­noz­co po­ca gen­te más rá­pi­da que yo pa­ra dar vuel­ta una pá­gi­na. Por más gran­de que sea la pá­gi­na.

–¿Tu au­toes­ti­ma su­frió al­gún ti­po de le­sión?

–Cum­plí un ci­clo y fue más lar­go de lo nor­mal. Por lo me­nos, de lo nor­mal en mí. Por lo de­más, soy ar­gen­ti­no: an­do bien de au­toes­ti­ma.

–¿Có­mo to­mas­te la fra­se de Flo­ren­ti­no Pé­rez, que un tiem­po des­pués de tu sa­li­da ma­ni­fes­tó que te echa­ba de me­nos?

–Co­mo un re­co­no­ci­mien­to y una cor­te­sía.

Valdano, en una de las salas de reunión del Real Madrid, con la imagen de Florentino Pérez detrás. El presidente dijo que lo echa de menos.

–¿Con es­te mo­vi­mien­to, no te vol­vió a pi­car el bi­chi­to del en­tre­na­dor?

–Esa nos­tal­gia nun­ca la tu­ve. El en­tre­na­dor, hoy, es res­pon­sa­ble has­ta de la ma­la suer­te. No le veo la gra­cia al asun­to. Los pre­si­den­tes, afi­cio­na­dos, pe­rio­dis­tas y tam­bién los ju­ga­do­res só­lo ven dos co­sas en el fút­bol ac­tual: el en­tre­na­dor es­tá dé­bil o el en­tre­na­dor es­tá fuer­te. El pro­ble­ma es que la for­ta­le­za te la dan o te la qui­tan los re­sul­ta­dos. Des­pués, se in­ven­tan teo­rías más o me­nos ima­gi­na­ti­vas, pe­ro lo cier­to es que co­noz­co a muy po­cos que opi­nen pres­cin­dien­do de los re­sul­ta­dos. Pa­ra el per­de­dor no hay pie­dad, no im­por­ta si la de­rro­ta fue no­ble o in­no­ble, si se ju­gó con atre­vi­mien­to o no. Eso lo ex­pli­có muy bien Mar­ce­lo Biel­sa en al­gu­nas rue­das de pren­sa. Con mi hi­jo ti­tu­la­mos esas com­pa­re­cen­cias: “Un hom­bre con­tra el sis­te­ma”.

–¿En la Ar­gen­ti­na no di­ri­gís por vo­lun­tad pro­pia o por fal­ta de pro­pues­tas?

–No se tra­ta de Ar­gen­ti­na, se tra­ta de en­tre­nar. Por el mo­men­to no es­tá en mis pla­nes. Y pro­pues­tas tu­ve en al­gún mo­men­to.

–¿Có­mo ca­li­fi­cás tu ac­tua­ción co­mo di­ri­gen­te del Real Ma­drid?

–El de di­rec­tor ge­ne­ral de­por­ti­vo es un pues­to di­fí­cil por­que el car­go es­tá em­pa­re­da­do en­tre el pre­si­den­te y el en­tre­na­dor. En un club co­mo el Real Ma­drid tie­ne sen­ti­do por­que le da con­ti­nui­dad a un pro­yec­to de­por­ti­vo. For­mal­men­te, me fui apro­ve­chan­do el lla­ma­do a las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les. Lo cier­to es que ya no me sen­tía có­mo­do.

–¿Por qué?

–No re­sul­ta di­fí­cil ima­gi­nar­lo, pe­ro es un asun­to que no con­vie­ne re­vol­ver. Ci­clo ter­mi­na­do y listo.

–¿Có­mo te fuis­te: bien, mal, más o me­nos?

–Hi­ce un gran es­fuer­zo por ir­me sin ha­cer­le da­ño a na­die. An­te mi en­tor­no in­me­dia­to me fui bien, an­te la afi­ción me fui des­gas­ta­do.

–¿Cuá­les fue­ron tus erro­res?

–En el fút­bol hay en­se­ñan­zas acu­mu­la­das que con­vie­ne no per­der de vis­ta. El Real Ma­drid va tan rá­pi­do ha­cia el fu­tu­ro que a ve­ces pier­de de vis­ta las en­se­ñan­zas del pa­sa­do.

–¿El mo­de­lo de “Zi­da­nes y Pa­vo­nes” (su­pe­res­tre­llas y can­te­ra) que apli­cas­te es­tá en du­da?

–Ese mo­de­lo ne­ce­si­ta de tiem­po pa­ra con­so­li­dar­se. Ha­cer en tres años lo que se de­be ha­cer en sie­te es una ma­la idea. ¿Pa­ra qué sir­ven los años? Pa­ra que una po­lí­ti­ca de ce­sio­nes a equi­pos me­dianos nos de­vuel­va a los jó­ve­nes de la can­te­ra con 50 o 100 par­ti­dos en Pri­me­ra, con una ma­yor ma­du­rez. De lo con­tra­rio se pro­du­cen des­com­pen­sa­cio­nes. La pre­sión que su­fre un ju­ga­dor del Real Ma­drid re­quie­re de una ma­du­rez ca­si in­hu­ma­na.

Zidane. El francés fue el segundo galáctico adquirido en la gestión Pérez-Valdano.

–Fue in­creí­ble, por­que avan­za­ron con tran­qui­li­dad en to­das las com­pe­ten­cias en el año y en dos me­ses el cas­ti­llo se vi­no aba­jo de gol­pe…

–En esos me­ses, los úl­ti­mos dos de la tem­po­ra­da pa­sa­da, se de­mos­tró que el ta­len­to es tam­bién una cues­tión de ener­gía. El es­fuer­zo se ha­bía re­par­ti­do en­tre muy po­cos ju­ga­do­res y en los mo­men­tos de­fi­ni­ti­vos el equi­po se ca­yó.

–Sue­le de­cir­se que el Ma­drid tie­ne un ves­tua­rio di­fí­cil. ¿Bian­chi po­dría ma­ne­jar un ves­tua­rio así?

–Nie­go que el ves­tua­rio del Real Ma­drid sea tan di­fí­cil. Bian­chi, por otro la­do, tie­ne ca­te­go­ría pa­ra en­tre­nar a cual­quier equi­po del mun­do.

–En los úl­ti­mos años, ¿nun­ca se te cru­zó por la ca­be­za Bian­chi co­mo técnico del Ma­drid?

–No de­bo con­tes­tar es­ta pre­gun­ta.

–¿Cuán­do y có­mo te en­te­ras­te de que se iba Biel­sa de la Se­lec­ción?

–El día que se fue y por los me­dios.

Una curiosidad del archivo. Valdano se fue de Newell’s a España en 1975; Bielsa debutó en la Lepra el 29/2/1976, con lo que no coincidieron en el equipo mayor. Sin embargo, en esta foto del año 75 se los ve a los dos: Valdano el segundo agachado desde la izquierda; el Loco, imposible no identificarlo. Valdano supone que puede ser un partido de reserva.

–¿Te sor­pren­dió su sa­li­da?

–No es­pe­ra­ba su di­mi­sión, pe­ro sólo por­que no me lo ha­bía plan­tea­do en nin­gu­na con­ver­sa­ción. Ha­bla­mos al­gu­nos días des­pués de su ale­ja­mien­to y por su­pues­to que me re­sul­tó fá­cil en­ten­der­lo.

–¿Le hi­zo ho­nor a su apo­do yén­do­se en el mo­men­to me­nos pen­sa­do?

–De lo­cos era que­dar­se, no ir­se. En me­dio de las pre­sio­nes que su­fría, ir­se era lo más sa­no que po­día ha­ber he­cho. Es di­fí­cil te­ner que pe­lear to­dos los días con­tra tan­ta me­dio­cri­dad. Los me­dio­cres se de­fien­den en­tre sí y ter­mi­nan con­vir­tién­do­se en un po­der. Lo di­go esen­cial­men­te por los me­dios de co­mu­ni­ca­ción. Con mis dis­cul­pas pa­ra las dig­ní­si­mas ex­cep­cio­nes.

–¿Creés que la ad­he­sión del hin­cha por las úl­ti­mas ac­tua­cio­nes era real o que Biel­sa nun­ca se iba a ga­nar el co­ra­zón de la gen­te?

–Lo del “co­ra­zón de la gen­te” no lo en­tien­do muy bien. ¿O to­da la gen­te tie­ne un mis­mo co­ra­zón? La gen­te es ex­traor­di­na­ria­men­te leal a los co­lo­res de su equi­po. A las ideas, bas­tan­te me­nos.

–¿Qué co­sas le pro­vo­ca­ron su cri­sis ener­gé­ti­ca?

–De la ener­gía de Biel­sa tie­ne que ha­blar Biel­sa.

–¿Las pre­sio­nes del G-14 pue­den ha­ber­lo har­ta­do? ¿Qui­zás su re­la­ción con Gron­do­na tam­bién?

–Re­pi­to lo an­te­rior: no soy el in­tér­pre­te de Biel­sa. El ha­bla po­co, pe­ro lo ha­ce con mu­cha cla­ri­dad. El día que lo de­ci­da, po­drá res­pon­der­lo.

–Vos que lo co­no­cés des­de los 15 años, ¿creés que se fue a sal­vo con su or­gu­llo?

–La re­la­ción de Biel­sa con su or­gu­llo me te­mo que no de­be ser fá­cil. Lo que le pue­do de­cir es que yo, en ca­li­dad de ami­go, me sen­tí muy or­gu­llo­so de su ma­ne­ra de ac­tuar en ca­da mo­men­to. En los ma­los y en los bue­nos. Siem­pre me re­pre­sen­tó bien su Se­lec­ción.

–Cuan­do se fue Biel­sa, ¿te sen­tis­te con cha­pa pa­ra ser téc­ni­co de la Se­lec­ción?

–No. Hay otros que es­tán an­tes en esa fi­la.

–¿Pue­de com­pli­car a Pe­ker­man no ha­ber di­ri­gi­do nun­ca a ma­yo­res?

–Creo que Pe­ker­man es­tá pre­pa­ra­do pa­ra es­te de­sa­fío. El error es­tá en pe­dir­le de­ma­sia­do a la Se­lec­ción. Es­tá en un mo­men­to de re­no­va­ción, pe­ro no le so­bra ta­len­to co­mo pa­ra te­ner la obli­ga­ción de ga­nar­lo to­do.

La lo­cu­ra del fút­bol ac­tual, que se con­su­me un téc­ni­co a las cua­tro fe­chas de un tor­neo o que pro­mue­ve la ven­ta de un chi­co de 12 años, es un atrac­ti­vo es­ce­na­rio pa­ra que Val­da­no lo di­sec­cio­ne con su ha­bi­tual lu­ci­dez. Quien fue afi­cio­na­do, ju­ga­dor, co­men­ta­ris­ta, di­rec­tor téc­ni­co y di­ri­gen­te –siem­pre en el sa­lón VIP del fút­bol– y al que só­lo le fal­tó “ser ár­bi­tro y ba­lón”, se­gún ma­ni­fes­tó ha­ce un tiem­po, pue­de abor­dar la pro­ble­má­ti­ca nu­tri­do de las más va­ria­das óp­ti­cas.

–¿Ha­cia dón­de va el fút­bol?

–La pre­gun­ta es de­ma­sia­do am­plia. La ten­den­cia di­ce que hay paí­ses com­pra­do­res y paí­ses ven­de­do­res de ju­ga­do­res; que los equi­pos gran­des cre­cen (en sus po­si­bi­li­da­des eco­nó­mi­cas), y los pe­que­ños, de­cre­cen. Que la te­le­vi­sión tie­ne ca­da día más po­der en la or­ga­ni­za­ción de los cam­peo­na­tos. Que ca­da día se jue­gan más par­ti­dos. Que des­de la ley Bos­man, el trá­fi­co de ju­ga­do­res se hi­zo im­pa­ra­ble. Que del cam­po ha­cia afue­ra el ne­go­cio ca­da día es más gran­de. Del cam­po ha­cia aden­tro, el jue­go si­gue sien­do pri­mi­ti­vo, múl­ti­ple, in­go­ber­na­ble.

Maradona. Con Diego jugaron los Mundiales 82 y 86. Aquí, contra Hungría (82).

–¿En qué eta­pa de evo­lu­ción ubi­cás al fút­bol?

–Co­mo buen sím­bo­lo de es­tos tiem­pos, es un fút­bol que po­ne acen­to en lo co­mer­cial y en lo glo­bal.

–¿Qué sig­ni­fi­ca que úl­ti­ma­men­te triun­fen equi­pos con­ser­va­do­res, que apues­tan más a la des­truc­ción que a la crea­ción, co­mo Gre­cia, Por­to, On­ce Cal­das, Cien­cia­no, Va­len­cia?

–Es mis­ma pre­gun­ta nos la em­pe­za­mos a ha­cer en los años se­sen­ta, con el na­ci­mien­to del ca­te­nac­cio, y sin em­bar­go lue­go dis­fru­ta­mos del Bra­sil del 70, del Ajax de Cruyff, del Mi­lan de Sac­chi… De to­dos mo­dos hay un he­cho sin­gu­lar. Un ju­ga­dor de un gran equi­po jue­ga, hoy, 15 o 20 par­ti­dos más que ha­ce diez años. Los equi­pos me­dia­nos su­fren un des­gas­te me­nor. El can­san­cio ter­mi­na igua­lan­do a los me­jo­res con los peo­res. Den­tro de la fa­ti­ga ge­ne­ral, los equi­pos más con­te­ni­dos tác­ti­ca­men­te –de­fen­si­vos, cau­tos– su­fren un me­nor des­gas­te. La obli­ga­ción de ga­nar que tie­nen los gran­des tam­bién con­tri­bu­ye al can­san­cio. La pre­sión lle­ga a ni­ve­les que no to­dos los ju­ga­do­res son ca­pa­ces de so­por­tar a lo lar­go de una tem­po­ra­da.

–¿Fue ma­lo pa­ra el fút­bol que el Ma­drid se que­da­ra con las ma­nos va­cías el úl­ti­mo año?

–El Real Ma­drid hi­zo una fuer­te apues­ta por el es­pec­tá­cu­lo, pe­ro los gran­des nom­bres pro­pios no son una ga­ran­tía. No hay pro­yec­to que sea “su­bli­me sin in­te­rrup­ción”. El Real Ma­drid es muy gran­de, pe­ro el fút­bol lo es más.

–¿Lo que se ve es me­dio­cri­dad o pa­ri­dad?

–Ha­ce trein­ta años que me ha­cen la mis­ma pre­gun­ta. Con es­to, lo que quie­ro de­cir es que los úl­ti­mos tiem­pos siem­pre nos pa­re­cen los más po­bres. Lo co­lec­ti­vo se im­po­ne a lo in­di­vi­dual por mu­chos fac­to­res, pe­ro tam­bién se ven par­ti­dos bri­llan­tes.

–¿Los téc­ni­cos tra­ba­jan hoy más en la des­truc­ción que en la ges­ta­ción?

–La des­truc­ción se pue­de ha­cer acep­ta­ble­men­te bien con una bue­na or­ga­ni­za­ción. La cons­truc­ción ne­ce­si­ta, ade­más, del ta­len­to in­di­vi­dual. En cuan­to a los en­tre­na­do­res, tra­ba­jan en de­fen­sa pro­pia y el mie­do los ha­ce con­ser­va­do­res.

Cruyff. Al holandés lo enfrentó como jugador y DT. Mantienen muy buena onda.

–¿Por qué es ca­da vez ma­yor el de­se­qui­li­brio por pe­lo­ta pa­ra­da?

–Por­que se jue­ga muy mal con la pe­lo­ta en mo­vi­mien­to.

–¿Có­mo vi­vis­te del otro la­do del mos­tra­dor el te­ma de la ce­sión de ju­ga­do­res a las se­lec­cio­nes? Hu­bo clu­bes, co­mo el Va­len­cia, que no ce­dió a Ai­mar y no fue san­cio­na­do.

–Co­mo un con­flic­to de in­te­re­ses en­tre las fe­de­ra­cio­nes y los clu­bes. Lo cu­rio­so es que una fe­de­ra­ción es­tá for­ma­da por un con­jun­to de clu­bes. El ca­len­da­rio uni­fi­ca­do me­jo­ró al­go el caos exis­ten­te. En cuan­to a las le­yes, han de­ja­do de te­ner va­lor des­de el pri­mer ca­so en que se in­cum­plió sin que se im­pu­sie­ra san­ción. Na­die se que­ja de las con­vo­ca­to­rias pa­ra par­ti­dos ofi­cia­les. El pro­ble­ma son los amis­to­sos que se jue­gan con un afán só­lo re­cau­da­to­rio. Por otra par­te, con­si­de­ro nor­mal que el club al que per­te­ne­ce un ju­ga­dor exi­ja una com­pen­sa­ción si es­tá obli­ga­do a ce­der­lo a su se­lec­ción. Ter­mi­na­rá sien­do así.

–¿Quién es el prin­ci­pal cul­pa­ble del exi­tis­mo ex­tre­mo, que se de­vo­ra un téc­ni­co ca­da cua­tro par­ti­dos? ¿El hin­cha, el di­ri­gen­te, el pe­rio­dis­mo, el per­fil de las so­cie­da­des mo­der­nas?

–Esa pre­gun­ta, el pe­rio­dis­mo se la de­be­ría ha­cer a sí mis­mo. Tal y co­mo es­tá re­gi­do aho­ra, el en­tre­na­dor du­ra lo que quie­ran los re­sul­ta­dos. Co­mo los re­sul­ta­dos son im­pre­vi­si­bles, la du­ra­ción de los en­tre­na­do­res tam­bién se­rá im­pre­vi­si­ble. Los me­dios son igual de res­pon­sa­bles que los di­rec­ti­vos.

–¿El hin­cha tam­bién es­tá muy his­té­ri­co?

–La ma­sa no pien­sa. El hin­cha, en sin­gu­lar, es ca­paz de ma­ti­zar… el lu­nes, cla­ro.

–¿Ves al fut­bo­lis­ta ca­da vez me­nos vo­ca­cio­nal? A la ma­yo­ría no le di­vier­te ver par­ti­dos de fút­bol, no ejer­ci­tan­ la téc­ni­ca des­pués de ho­ra…

–El fút­bol si­gue sien­do una ta­rea vo­ca­cio­nal. Lo que sí ocu­rre es que el ju­ga­dor ac­tual es­tá de­ma­sia­do dis­traí­do con el nue­vo pa­pel de mo­de­lo so­cial y pu­bli­ci­ta­rio que le es­tá to­can­do vi­vir. Tam­bién es ma­yor el gra­do de in­di­vi­dua­lis­mo, des­de el te­lé­fo­no mó­vil y com­pu­ta­do­ra hasta las ha­bi­ta­cio­nes in­di­vi­dua­les, que los va des­vin­cu­lan­do del equi­po.

 

Jorge Valdano jugó en Newell´s, Alavés, Real Sociedad y en Real Madrid, donde se retiró en 1987.

–¿Quién es hoy el me­jor ju­ga­dor ar­gen­ti­no y el me­jor del mun­do?

–El me­jor ju­ga­dor del mun­do es Ro­nal­din­ho. En Ar­gen­ti­na si­go es­pe­ran­do el sal­to de­fi­ni­ti­vo de Ai­mar.

–¿Qué te pro­vo­can ca­sos co­mo el de La­me­la?

–Lo de La­me­la me pa­re­ció la­men­ta­ble. Van a ter­mi­nar fa­bri­can­do un ex ju­ga­dor an­tes de que sea ju­ga­dor. Hu­bo al­gún epi­so­dio, co­mo el de las en­tre­vis­tas con­ce­di­das por el ni­ño­-ju­ga­dor, que no se lo hu­bie­ra po­di­do ima­gi­nar ni el Ne­gro Fon­ta­na­rro­sa.

Di­jo Val­da­no. Y eso que an­da­ba con pe­re­za. Al fin de cuen­tas, ¿al­guien pue­de ima­gi­nár­se­lo sin el uso de la pa­la­bra?

Un equipo habituado a las presiones

Na­ci­da en 1999 a par­tir de una idea de Val­da­no, Ma­kea­team (Ha­cé un equi­po) es una em­pre­sa de­di­ca­da a la for­ma­ción y con­sul­to­ría en ha­bi­li­da­des di­rec­ti­vas, con hin­ca­pié en el tra­ba­jo en equi­po. En la plan­ti­lla se des­ta­can ex de­por­tis­tas co­mo Zu­bi­za­rre­ta o el bra­si­le­ño Raí. Con ofi­ci­nas en España, Mé­xi­co DF y San Pa­blo, Ma­kea­team tie­ne co­mo clien­tes a unas 50 em­pre­sas, en­tre las que se des­ta­can IBM, Te­le­fó­ni­ca, Rep­sol YPF, Xe­rox, el ban­co BB­VA, Erics­son y Block­bus­ter. “En el rit­mo de vi­da ac­tual, la pre­sión y el es­trés avan­zan a pa­sos agi­gan­ta­dos. Y quién me­jor que un de­por­tis­ta de eli­te co­no­ce y es­tá ha­bi­tua­do a esas si­tua­cio­nes de al­to ren­di­mien­to en mo­men­tos crí­ti­cos. Por eso con­ta­mos con los de­por­tis­tas más des­ta­ca­dos, que han te­ni­do que so­por­tar una ten­sión fí­si­ca y men­tal ex­tre­ma”, se pue­de leer co­mo de­cla­ra­ción de prin­ci­pios de la em­pre­sa.

 

Por Diego Borinsky  (2004)

 


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