LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

2004. Cholo 100x100

Por Redacción EG · 28 de abril de 2022

En la última parte de su brillante carrera como futbolista, Diego Simeone, uno de los jugadores con más presencias en la historia de la Selección, respondía cien preguntas sin anestesia.


1 ¿Por qué es­tás ju­gan­do se­gui­do de de­fen­sor cen­tral? Es un pues­to que siem­pre me gus­tó. Ya en la épo­ca de Bi­lar­do, cuan­do nos ha­cía ju­gar en dis­tin­tas po­si­cio­nes, a mí me gus­ta­ba la del lí­be­ro. En el In­ter, una vez, se le­sio­nó Ber­go­mi, y el DT pre­gun­tó quién se ani­ma­ba de lí­be­ro. Le­van­té la ma­no y fue mi pri­me­ra vez. En rea­li­dad, en mi ca­rre­ra ju­gué de to­do me­nos de nue­ve y de ar­que­ro.

2 ¿El DT del Atlé­ti­co te pi­dió que ju­ga­ras atrás? Me pro­bó y me lo pi­dió por­que po­día ser útil al equi­po. Fue una car­ta di­fí­cil: de­bu­té cuan­do íba­mos an­teúl­ti­mos y mar­can­do a Eto’o, que es ra­pi­dí­si­mo.

La entrega del Cholo, un clásico, con la camiseta del Atlético de Madrid, en su segundo ciclo en el club.

3 ¿Te que­dás ahí pa­ra siem­pre? Yo me sien­to un me­dio­cam­pis­ta, pe­ro sé que cuan­to más rá­pi­do le aga­rre la vuel­ta a es­ta po­si­ción, más tiem­po me va a que­dar de ca­rre­ra. Atrás no se ne­ce­si­ta tan­to des­gas­te, si­no más con­cen­tra­ción y tran­qui­li­dad.

4 ¿Có­mo na­ció tu fes­te­jo de gol se­ña­lán­do­te la es­pal­da? Por una ca­len­tu­ra que te­nía con Eriks­son, el DT de la La­zio. Tras me­ter un gol cla­ve a la Ju­ve, me sa­có del equi­po. Es­ta­ba re-ca­lien­te, y con­tra el Pia­cen­za me vol­vió a po­ner fal­tan­do 20’, con el par­ti­do 0-0. En­tré, cla­vé el gol y vi­no el fes­te­jo, co­mo di­cién­do­le: “Mi­rá quién soy, mi­rá el nom­bre”. Des­pués, me­tí cua­tro go­les en los úl­ti­mos cua­tro par­ti­dos de esa li­ga, que al fi­nal ga­na­mos.

5 ¿Se en­te­ró al­gu­na vez que la de­di­ca­to­ria era pa­ra él? Los téc­ni­cos sa­ben cuan­do la de­di­ca­to­ria va pa­ra ellos. Es co­mo los pa­dres, cuan­do los chi­cos ha­cen al­go que no que­rés ver, pe­ro en el fon­do lo es­tás vien­do. Eriks­son su­po ma­ne­jar un gru­po con una gran can­ti­dad de fi­gu­ras, que no es fá­cil.

6 En esos ca­sos, ¿no da pa­ra ha­blar con el téc­ni­co? ¿Qué le vas a de­cir? ¿Por qué no jue­go? Mil ex­cu­sas te pue­de dar: “Creo que el otro es­tá me­jor”. Y a otra co­sa. Ade­más, mu­chas ve­ces ju­gás sin es­tar bien y no le de­cís: “Mís­ter, pon­ga a otro por­que no es­toy bien”. Los ju­ga­do­res so­mos muy egoís­tas y nos ca­len­ta­mos por­que nos gus­ta ju­gar.

7 Ju­gas­te 3 años en la Ar­gen­ti­na y lle­vás 14 en Eu­ro­pa, ¿no te hu­bie­ra gus­ta­do ju­gar más en tu país? En 1990 era di­fi­ci­lí­si­mo lle­gar a Ita­lia y que­ría pro­bar. Se dio al­go cu­rio­so: es­ta­ba por em­pe­zar la pre­tem­po­ra­da con Vé­lez y Aloi­sio me di­jo que te­nía me­dia ho­ra pa­ra de­ci­dir si que­ría ir a ju­gar al Pi­sa. Yo es­ta­ba en su ofi­ci­na y mis vie­jos an­da­ban por Mar del Pla­ta. Y Set­tem­bri­ni, mi re­pre­sen­tan­te, es­ta­ba en Ita­lia. No ha­bía te­lé­fo­no mó­vil, un ca­ra­jo. Es­ta­ba so­lo. ¿Y aho­ra qué ha­go? Mi­ra­ba las fo­tos de Tro­glio, Ca­nig­gia, Bal­bo, Sen­si­ni, to­dos con ca­mi­se­tas del cal­cio. Y di­je: voy. Creo que fue una bue­na de­ci­sión, me ayu­dó a ma­du­rar.

   

8 ¿Por qué te de­ci­dis­te? Por las ga­nas de triun­far en un fút­bol don­de to­dos so­ñá­ba­mos ju­gar. Nos le­van­tá­ba­mos los do­min­gos a la ma­ña­na en la con­cen­tra­ción pa­ra ver el fút­bol ita­lia­no.

9 Lo pri­me­ro que pen­sas­te cuan­do te rom­pis­te los li­ga­men­tos an­tes del úl­ti­mo Mun­dial. Es­cu­ché un rui­do muy fuer­te y en­se­gui­da la sen­sa­ción de que me que­da­ba sin Mun­dial. Pe­ro ape­nas me die­ron el diag­nós­ti­co, me sa­lió el fue­go, las ga­nas de pe­lear. Yo siem­pre me cor­to el pe­lo an­tes de los mo­men­tos es­pe­cia­les, co­mo un par­ti­do de­ci­si­vo. Y esa vez me fui a la pe­lu­que­ría an­tes de ope­rar­me. Es­tu­ve 57 días con mu­le­tas. En la es­ca­le­ra de mi ca­sa ha­bía una car­tu­li­na he­cha por mi mu­jer y la de Za­net­ti con los días pre­vis­tos pa­ra la re­cu­pe­ra­ción. Cuan­do iba a bus­car el au­to, pa­sa­ba y ta­cha­ba uno. En el ves­tua­rio de la La­zio es­cri­bía en la pa­red pa­li­tos, co­mo los pre­sos: pa­li­to, pa­li­to y al sép­ti­mo lo ta­cha­ba. Ha­bía que sa­lir a la can­cha an­tes de abril, co­mo fue­ra. Y sa­lí.

10 ¿Có­mo sur­gió eso de cor­tar­se el pe­lo? En Es­pa­ña. Es co­mo la bar­ba. Le­van­tar­me a la ma­ña­na y afei­tar­me pa­ra ir a ju­gar es una sen­sa­ción de es­tar pre­pa­rán­do­me pa­ra al­go. Ton­te­rías de uno.

11 ¿Quién te hi­zo de Ra­cing? Mi vie­jo. Cuan­do no ju­ga­ba, me lle­va­ba siem­pre a la can­cha, fui­mos en la B tam­bién. Mi ído­lo era Fal­ção y de Ra­cing me gus­ta­ban Za­vag­no y Ber­ta. Mi­ra­ba a los “5”.

12 ¿Man­te­nés el es­pí­ri­tu de hin­cha o ya se per­dió? Creo man­te­ner­lo; se pue­de cam­biar cual­quier co­sa me­nos la ma­dre. Y el hin­cha es lo mis­mo. Cuan­do Ra­cing fue cam­peón en el 2001 es­ta­ba en Mar del Pla­ta y se­guí con to­do la de­fi­ni­ción. Des­pués, Cha­truc me re­ga­ló la ca­mi­se­ta, una ale­gría.

13 ¿Cuál era tu pues­to de chi­co? Ju­gué siem­pre de “5” has­ta la Pri­me­ra. De­bu­té de “5”, pe­ro cuan­do vol­vió el Cha­cho Ca­bre­ra, Wi­lling­ton me pa­só de “8”. Y Bi­lar­do me man­da­ba a la iz­quier­da. Te­nía un qui­lom­bo bár­ba­ro. Al fi­nal me hi­ce un me­dio­cam­pis­ta.

14 ¿Por qué sos el ju­ga­dor con más par­ti­dos en la his­to­ria de la Se­lec­ción? Por la con­ti­nui­dad, que es lo más im­por­tan­te que he lo­gra­do. En el fút­bol es muy di­fí­cil te­ner con­ti­nui­dad y sa­ber adap­tar­se. Y yo creo que me su­pe adap­tar a va­rias fun­cio­nes. Al­gu­nos di­rán que ten­go el ré­cord por­que soy un ti­po con suer­te; no lo creo. Me con­si­de­ro afor­tu­na­do por vi­vir de lo que me gus­ta, na­da más.

En el Mundial de Francia 1998 contra Japón, con la vehemencia que lo caracteriza.

15 ¿No te da es­ca­lo­frío pen­sar que sos el pri­me­ro en más de 100 años de fút­bol ar­gen­ti­no? Pen­sar que ten­go más par­ti­dos que Ma­ra­do­na has­ta me da ver­güen­za, aun­que en esa épo­ca se ju­ga­ba me­nos. Tam­bién es ver­dad que los 106 que ten­go los hi­ce ju­gan­do en Eu­ro­pa, y eso to­ma ma­yor va­lor pa­ra mí, por­que me la pa­sé via­jan­do.

16 ¿Te plan­tas­te en 106? La ilu­sión de ju­gar en la Se­lec­ción nun­ca se pue­de per­der. Es sim­ple: des­de chi­qui­to, mi ilu­sión era ju­gar bien en mi equi­po pa­ra lle­gar a la Se­lec­ción. Si hoy pien­so que só­lo me ten­go que de­di­car a ju­gar bien en mi equi­po, me fal­ta­ría al­go, es­ta­ría apa­gan­do un fue­go in­te­rior mío. Soy cons­cien­te de que ca­da vez es más di­fí­cil, que tie­ne que cre­cer otra gen­te, pe­ro ¿por qué qui­tar­me la po­si­bi­li­dad de so­ñar y se­guir pen­san­do que al­gún día, si ha­ce fal­ta, po­dré es­tar?

17 ¿Si te vuel­ven a lla­mar a la Se­lec­ción, no te preo­cu­pa que al­gu­nos hin­chas di­gan: “Otra vez Si­meo­ne”? Si es­to su­ce­de, la ale­gría de per­te­ner al gru­po se­rá tan es­pe­cial, que el res­to no me im­por­ta­rá. Ja­más fui a ju­gar a la Se­lec­ción pen­san­do en el qué di­rán.

18 ¿Qué te di­jo Rug­ge­ri cuan­do lo pa­sas­te con el ré­cord? Ha­ce po­co vi al Ca­be­zón en Ma­drid y le re­cor­dé una anéc­do­ta, que él ni se acor­da­ba, pe­ro yo sí, por­que no me ol­vi­do de na­da. Es­tá­ba­mos con la Se­lec­ción en Men­do­za, y me pre­gun­tó cuán­tos par­ti­dos te­nía. Yo an­da­ría por los 70. Cuan­do le con­tes­té, me di­jo, bien con su es­ti­lo: “Vos no me al­can­zás más”. El otro día se lo re­cor­dé.

19 ¿Te mo­les­ta que en mu­chas par­tes del mun­do te tra­ten de “an­ti Beck­ham”? Es nor­mal el te­ma pu­bli­ci­ta­rio: Beck­ham es un ju­ga­dor ex­traor­di­na­rio, que se mue­ve muy bien en una si­tua­ción en la que no es fá­cil ma­ne­jar­se.

20 ¿Ha­blas­te con él al­gu­na vez de su ex­pul­sión en el Mun­dial 98? No. Una vez, en Man­ches­ter, cuan­do fui­mos a ju­gar por la Cham­pions, él vi­no des­pués del par­ti­do y me pi­dió la ca­mi­se­ta. Pe­ro no hu­bo co­men­ta­rio de la fa­mo­sa ex­pul­sión.

21 El tí­tu­lo que más go­zas­te. Tres. La Co­pa Amé­ri­ca 91, por­que fue el pri­me­ro, por­que éra­mos muy chi­cos y por­que ju­gá­ba­mos muy bien. Cuan­do ter­mi­nó esa Co­pa, íba­mos en el mi­cro con Ba­ti y nos de­cía­mos: ‘Ya no va­mos a ju­gar’. Te­nía­mos ga­nas de se­guir ju­gan­do. Des­pués, la li­ga con el Atlé­ti­co, que se ga­nó tras 19 años; y ver a la gen­te del Atlé­ti­co car­gan­do al me­nos una vez a la del Real fue fa­bu­lo­so. Y no me pue­do ol­vi­dar de la La­zio, que en 102 años ga­nó dos scu­det­to, y en uno par­ti­ci­pé.

 

Con Goyco y la Copa América Chile 91.
 

22 ¿Es cier­to que ca­si per­dés un ojo en la Na­vi­dad de 2002? Sí. Siem­pre uno cree que no le va a pa­sar na­da, y me pa­só. Ha­bía que se­pa­rar las me­chas que es­ta­ban jun­tas en una tor­ta de pe­tar­dos, no lo hi­ce, y la bo­cha de pól­vo­ra me pe­gó en el pó­mu­lo. Se me hin­chó to­da la ca­ra. Sen­tí que ha­bía per­di­do la na­riz, me asus­té mu­chí­si­mo.

23 Con una ma­no en el co­ra­zón, ¿es­ta­bas pa­ra ju­gar el úl­ti­mo Mun­dial? Sí, se­gu­ro.

24 De los tres mun­dia­les que ju­gas­te, ¿a cuál fuis­te con más ilu­sio­nes? A to­dos. El pri­me­ro, por­que era un gru­po que ve­nía de ga­nar dos Co­pas Amé­ri­ca, con Ma­ra­do­na, y la sen­sa­ción de que éra­mos in­ven­ci­bles. Sin bus­car ex­cu­sas, nos fal­tó un po­qui­to de suer­te en los tres mun­dia­les.

25 ¿Có­mo sur­gió el can­ti­to de los ju­ga­do­res en el Mun­dial pa­sa­do? Arran­có con la ban­da de Ve­rón, Cres­po, Hu­sain, el Pio­jo. Un día es­ta­ban en la ha­bi­ta­ción, a la no­che, sa­lie­ron al bal­cón y la em­pe­za­ron a can­tar; los si­guie­ron los chi­cos que nos ayu­da­ban, y sa­li­mos to­dos a can­tar. Más allá del fra­ca­so, el Mun­dial fue al­go muy emo­cio­nan­te.

26 ¿El ves­tua­rio post Sue­cia fue el más tris­te que vi­vis­te? Te­rri­ble. Esa tar­de vi que más allá de la fa­ma y del di­ne­ro, el que llo­ra­ba era el hin­cha. Yo es­ta­ba igual que mis com­pa­ñe­ros: he­cho mier­da.

27 ¿Qué sen­tis­te cuan­do te en­te­ras­te de que no ju­ga­bas con Sue­cia? Que era lo me­jor pa­ra el equi­po. Creo ha­ber ren­di­do los dos par­ti­dos an­te­rio­res, pe­ro con Sue­cia te­nía que ju­gar gen­te fí­si­ca­men­te al cien por cien, y yo no lo es­ta­ba. Mar­ce­lo le­yó eso y op­tó por Ma­tías, que ju­gó un par­ti­da­zo.

28 ¿Qué re­cor­dás de Vic­to­rio Spi­net­to? Que un día apa­re­ció en la prác­ti­ca de la Oc­ta­va de Vé­lez y pa­ró el par­ti­do. Se me acer­có y me pre­gun­tó la edad. Yo an­da­ba por 15. “Bue­no, en dos años tie­ne que es­tar en Pri­me­ra”, me di­jo. Yo pen­sé: “¿Qué di­ce es­te ti­po?”. Y le pe­gó de lle­no to­tal.

29 ¿Qué te di­jo Wi­lling­ton cuan­do te hi­zo de­bu­tar a los 17 años? Na­da es­pe­cial. To­do en mi ca­rre­ra lo to­mé co­mo al­go na­tu­ral, se fue dan­do: des­de mi de­but has­ta mi lle­ga­da a la Se­lec­ción ma­yor.

30 ¿Qué ha­cés si tu ar­que­ro ti­ra un “es­cor­pión” en una ins­tan­cia de­ci­si­va, co­mo Hi­gui­ta? Si la sa­ca, lo aplau­do; si no la sa­ca, lo re­pu­teo. Así de sim­ple.

31 ¿Te sen­tis­te dis­cri­mi­na­do al­gu­na vez en el ex­te­rior? Al re­vés, bas­tan­te res­pe­ta­do.

32 ¿En la Ar­gen­ti­na te va­lo­ran me­nos que en el ex­te­rior? No, en mi país me va­lo­ran bas­tan­te por ha­ber­me vis­to ju­gar en mu­chos equi­pos.

33 ¿Des­cen­der con el Pi­sa fue una frus­tra­ción? En Ita­lia no se vio así, pe­ro pa­ra mí fue do­lo­ro­so. Lo peor fue el se­gun­do año, que no pu­di­mos as­cen­der: me le­sio­né, y de­cían que es­ta­ba de jo­da. Las ton­te­rías que se di­cen cuan­do uno no jue­ga.

34 ¿Qué te de­jó el pa­so por el Se­vi­lla de Ma­ra­do­na y de Bi­lar­do? Fue mi tram­po­lín: em­pe­cé a ser Si­meo­ne en Eu­ro­pa, a ga­nar­me un nom­bre, y va­rios equi­pos se fi­ja­ron en mí: Real, Atlé­ti­co, Ro­ma.

35 ¿Cuál es el re­cuer­do más fuer­te del tí­tu­lo con la La­zio? El Olím­pi­co lle­no, es­pe­ran­do la de­fi­ni­ción de la Ju­ve, con la mú­si­ca de “We are the cham­pions”, fue emo­cio­nan­te. El cam­peo­na­to ita­lia­no es di­fí­cil de ga­nar, so­bre to­do en la La­zio. Con el In­ter se nos es­ca­pó uno in­creí­ble, con si­tua­cio­nes irre­gu­la­res que fa­vo­re­cie­ron a la Ju­ve.

Triunfador. Con Salas y Verón, ganó uno de los dos scudettos que la Lazio tiene en su historia.

36 ¿Qué pen­sas­te al de­bu­tar en la Se­lec­ción: 1-4 con­tra Aus­tra­lia? Fue ra­ro des­de la pre­via: en la pri­me­ra prác­ti­ca me do­blé el to­bi­llo, y Bi­lar­do ve­nía a ver­me a la ha­bi­ta­ción con el ma­sa­jis­ta Mo­li­na. Yo le pe­día a Mo­li­na que me ma­sa­jea­ra des­pa­cio pa­ra que no me do­lie­ra. Bi­lar­do de­cía: “Me­te­le de­dos, me­te­le”. Y me pre­gun­ta­ba: “¿Te due­le?”. Yo ne­ga­ba. Al fi­nal ju­gué, y per­di­mos 4-1. Co­mo nun­ca fui de ba­jo­near­me, sa­bía que des­pués ve­nía otro par­ti­do. Y en ese me­tí un gol, y ga­na­mos.

37 ¿Por qué no fuis­te a los Jue­gos Olím­pi­cos Seúl 88? En la gi­ra pre­via me le­sio­né el de­do chi­qui­to y me los per­dí. Era el más pi­be de to­dos y se tra­ta­ba de un mo­men­to cla­ve pa­ra de­mos­trar que po­día es­tar en el Mun­dial 90. Des­pués tam­bién se me ne­gó en el 92, por­que no cla­si­fi­ca­mos, y pu­de cum­plir el sue­ño en Atlan­ta 96.

38 ¿En el Preo­lím­pi­co 92 fra­ca­sa­ron por ex­ce­so de ve­det­tis­mo? Ha­bía un gru­po de ju­ga­do­res muy bue­nos, pe­ro no lo su­pi­mos plas­mar. Yo me que­ría ma­tar: arran­ca­mos ga­nan­do dos par­ti­dos y con­tra Pe­rú, en el an­teúl­ti­mo del gru­po, íba­mos 1-0 arri­ba. Ya es­tá­ba­mos ca­si aden­tro de las fi­na­les. Co­mo yo te­nía una ama­ri­lla, que­ría lim­piar con otra pa­ra arran­car la fa­se fi­nal. Eso hi­ce fal­tan­do 5 mi­nu­tos, pe­ro nos em­pa­ta­ron so­bre la ho­ra. Y no pu­de ju­gar con­tra Uru­guay. Nos al­can­za­ba con el em­pa­te, pe­ro per­di­mos 2-1 y afue­ra.

39 ¿Quién de­ci­dió ti­rar el off­si­de en el úl­ti­mo mi­nu­to de la fi­nal con­tra Ni­ge­ria en Atlan­ta 96? Pa­ra mí, fue lo ideal. Lo que pa­sa es que Ni­ge­ria tu­vo el cu­lo de que un lí­nea de Tri­ni­dad y To­ba­go adi­vi­na­ra que la pe­lo­ta iba jus­to al ti­po que ve­nía de atrás, un fe­nó­me­no. Ha­bía tres ju­ga­do­res en off­si­de y al que le ca­yó la bo­la jus­to ve­nía de atrás.

40 ¿Qué le di­jis­te a Ro­ma­rio en un Atlé­ti­co-Bar­ça del 94, que te dio una pi­ña? Yo es­tu­ve bien, y él tam­bién. Si jo­dés, es jus­to que te em­bo­quen. Y te la te­nés que co­mer. Y jo­der un po­co es par­te del jue­go, son có­di­gos que hay que man­te­ner.

41 Ahí Cruyff di­jo: “Al ver ju­ga­do­res co­mo Si­meo­ne me dan ga­nas de en­trar a la can­cha y ha­cer jus­ti­cia”. ¿Qué sen­tis­te? Por en­ton­ces yo era rom­pe­bo­las den­tro de la can­cha; Ro­ma­rio ve­nía ca­lien­te y pa­só lo que pa­só. Des­pués, lo de aden­tro de la can­cha de­be que­dar ahí. Ro­ma­rio es­tu­vo bien y no di­jo na­da, y Cruyff sa­le a de­cir que tal y cual. En­ton­ces de­cla­ré que Cruyff se creía Dios.

42 ¿Te arre­pen­tís del pi­so­tón a Ju­len Gue­rre­ro en 1996? Fue un error, eso no hay que ha­cer­lo. En nin­gún mo­men­to pen­sé en las­ti­mar­lo; cuan­do vi la san­gre me asus­té. A par­tir de ahí me ase­si­na­ron to­dos. Y yo, co­mo siem­pre, en vez de me­ter­me pa­ra aba­jo, que­ría pe­lear, dis­cu­tir. Aho­ra cuan­do Cou­to me hi­zo lo mis­mo a mí, que tu­vo la mis­ma ac­ti­tud de cla­var­me los ta­cos, na­die di­jo na­da.

43 ¿Có­mo ha­cías pa­ra ma­ne­jar­te con Gil y Gil? El es muy es­pon­tá­neo y a ve­ces eso no es bue­no. En un mo­men­to di­jo que Ca­mi­ne­ro y yo nos reía­mos de la gen­te. En­ton­ces le con­tes­té: no per­mi­tía que mi vie­jo me fal­ta­ra el res­pe­to, mu­cho me­nos él. A los días, me vi­no a sa­lu­dar: “Aho­ra, to­do lo que ha­bló, va­ya y de­mués­tre­lo en la can­cha”.

44 ¿Al­gu­na vez lle­gas­te tar­de a un en­tre­na­mien­to? En el Ju­ve­nil. Re­cién em­pe­za­ba, con Mo­ha­med de­bía­mos es­tar en Via­mon­te a las 7.30 y lle­ga­mos tar­de. Em­pe­za­mos a pre­gun­tar qué co­lec­ti­vo nos lle­va­ba a Ezei­za. Nos to­ma­mos tres bon­dis y lle­ga­mos co­rrien­do has­ta el vie­jo pre­dio de Ezei­za. A Pa­cha­mé le di­ji­mos: “Lle­ga­mos tar­de, pe­ro te­nía­mos que ve­nir”. Za­fa­mos.

45 ¿No ir al Mun­dial 90 te ba­jo­neó? Que­ría lle­gar, aun­que sa­bía que era chi­co. Mi vie­jo me fue pre­pa­ran­do pa­ra el “no”. El día que fui a la AFA y vi a un com­pa­ñe­ro llo­ran­do, me la vi ve­nir. Pe­ro eso me for­ta­le­ció, me hi­zo en­ten­der la tris­te­za que te ge­ne­ra que­dar­te afue­ra de la Se­lec­ción. A par­tir de en­ton­ces es­pe­ré ca­da lla­ma­do co­mo el úl­ti­mo.

46 ¿Una ma­no ne­gra sa­có a Ar­gen­ti­na de USA 94? Hay al­go que siem­pre me lla­mó la aten­ción. Des­pués de Ni­ge­ria, el Co­co nos dio cua­tro ho­ras li­bres pa­ra co­mer con la fa­mi­lia. Yo fui con Die­go, Goy­co y las mu­je­res. Y Die­go era el hom­bre más fe­liz del mun­do. Me cues­ta creer que un ti­po pu­die­se es­tar con­ten­to si ha­bía he­cho al­go mal.

47 ¿Cuál fue tu pri­me­ra reac­ción al en­te­rar­te? Una enor­me tris­te­za, se nos iba el hom­bre de re­fe­ren­cia. Llo­ra­mos con él, lo abra­za­mos. Vi­vi­mos un po­co lo que se vi­vía en Ar­gen­ti­na, pe­ro allá.

48 El aná­li­sis de los tres mun­dia­les que ju­gas­te. En el 94 te­nía­mos un gran equi­po y nun­ca pu­di­mos en­ten­der có­mo que­da­mos afue­ra. El 98 fue el Mun­dial que es­tu­vi­mos más cer­ca: Ho­lan­da era un equi­pa­zo, pe­ro lo veía­mos vul­ne­ra­bles. Un go­la­zo de Berg­kamp y el can­san­cio que se em­pe­zó a mar­car an­tes nos hi­zo que­dar afue­ra. Y en el 2002 fa­lla­mos en crear po­cas si­tua­cio­nes de gol.

Fue capitán en la Selección que disputó el Mundial 1998. Acá en la previa del partido contra Jamaica.

49 ¿Qué te ge­ne­ra que te di­gan: 0-5 con Co­lom­bia? La his­to­ria se cons­tru­ye de mo­men­tos lin­dos y feos. Y ése fue uno feo, ya que a un gru­po que en 35 par­ti­dos ha­bía per­di­do só­lo uno, en el 36 le lle­gó el 0-5. Fue una gran no­che de to­dos los co­lom­bia­nos, in­clui­do el ar­que­ro.

50 ¿So­ñas­te mu­chos días con Val­de­rra­ma por ese tiem­po? No ha­bía tiem­po por­que se ve­nía Aus­tra­lia. Y te­nía­mos sed de re­van­cha. Ima­gi­na­te lo que era pa­ra un equi­po que ve­nía de ga­nar dos Co­pas Amé­ri­ca que­dar­se sin na­da de gol­pe.

51 ¿Vos le pu­sis­te “prín­ci­pe” a Re­don­do? Sí, ve­nía­mos de la Co­pa Rey Fahd, y era co­mo un prín­ci­pe con el pe­li­to cor­ta­do, por có­mo se mue­ve, por su ma­ne­ra de gus­tar. Re­don­do siem­pre fue ad­mi­ra­do por­que gus­ta ver­lo, qui­zás ha­bía otros ju­ga­do­res con más im­por­tan­cia den­tro del equi­po, pe­ro me­nos lin­dos de ver. En cam­bio, él es vis­to­so, al­to. O sea: al Real Ma­drid le ca­yó jus­to.

52 ¿Char­las­te al­gu­na vez con él por sus re­nun­cias a la Se­lec­ción? Un día nos cru­za­mos en el avión y nos di­ji­mos lo que pen­sá­ba­mos.

53 ¿Por qué siem­pre tu­vis­te esa su­per­fi­cie ru­go­sa en tu ca­ra? Fui a der­ma­tó­lo­gos, pe­ro los ac­nés de chi­co siem­pre han es­ta­do. Es un ras­go que me iden­ti­fi­ca. Nun­ca me acom­ple­jó.

54 ¿Quién te pu­so Cho­lo? Os­car Nes­si, en las in­fan­ti­les de Vé­lez. Un día me em­pe­zó a gri­tar: “Cho­lo, Cho­lo”, por el otro Si­meo­ne. Y que­dó.

55 ¿Cuán­do de­jas­te de ser Cho­li­to pa­ra ser Cho­lo? A par­tir de los pro­ble­mas con la pren­sa del Mun­dial 98. Ahí ya no fui más Cho­li­to.

56 En 1995, di­jis­te: “Mi fan­ta­sía es que­dar­me cua­tro años más acá y vol­ver”. ¿Qué pa­só? Cuan­do fui a Pi­sa, creía que iba dos años, ha­cía la di­fe­ren­cia y me vol­vía, pe­ro en el 95 re­cién lle­ga­ba a Ma­drid y en el 99 es­ta­ba ga­nan­do mi pri­mer tí­tu­lo en Ita­lia. To­do me fue lle­van­do.

57 ¿Has­ta cuán­do pen­sás ju­gar? Ten­go con­tra­to has­ta 2005 con el Atlé­ti­co. Ahí ten­dré 35 años. Me en­can­ta­ría aguan­tar has­ta los 36. Cuan­do em­pie­ce el Mun­dial va­mos a ver có­mo es­ta­mos.

58 ¿En los pla­nes es­tá ju­gar al­gún año en la Ar­gen­ti­na? Hoy no se ges­tó nin­gu­na po­si­bi­li­dad. Si se die­ra, ha­bría que ver.

59 Bi­lar­do di­jo que si que­rías ju­gar acá, te iba a lla­mar. ¿Lo hi­zo? Siem­pre es lin­do que Car­los me ten­ga en sus pla­nes. ¿La de­ja­mos ahí?

60 ¿Al­gu­na vez te pa­sa­ron fac­tu­ras por pe­lear pre­mios? Nun­ca pen­sé lo que pue­de ge­ne­rar ha­blar por al­go del gru­po. Se va y lo que pa­sa, pa­sa.

La primera nota en El Gráfico, en su pieza, con varios trofeos y póster de Diego incluido.

61 ¿Qué es un cau­di­llo? Un ti­po que no tie­ne que ha­blar mu­cho, pe­ro en el mo­men­to que ha­bla es es­cu­cha­do. Lo im­por­tan­te den­tro de los gru­pos no es gri­tar ni ha­blar siem­pre, si­no ser es­cu­cha­do.

62 ¿Sos un cau­di­llo? No lo ten­go que de­cir yo.

63 ¿Cau­di­llo se na­ce? Se na­ce y se va me­jo­ran­do.

64 ¿Ya ar­mas­te un me­dio­cam­po ras­po­so con tus tres hi­jos va­ro­nes? Ras­po­so, no; es­pe­re­mos que ten­gan la per­so­na­li­dad pa­ra ele­gir cuán­do ju­gar y cuán­do me­ter.

65 ¿Qué pen­sás ha­cer cuan­do te re­ti­res? Se­guir li­ga­do al fút­bol, qui­zá co­mo en­tre­na­dor.

66 ¿Te jun­tás en Ma­drid con Val­da­no? Nos cru­za­mos de vez en cuan­do y nos sa­lu­da­mos.

67 ¿No te da en­vi­dia de que com­pren a los me­jo­res ju­ga­do­res? Es­tá bien, tie­nen el po­der pa­ra com­prar­se una Fe­rra­ri y se la com­pran. En­vi­dia no, pe­ro se­ría bue­no que otros equi­pos tu­vie­ran un po­der si­mi­lar pa­ra que los tor­neos sean más pa­re­jos.

68 ¿Có­mo se ha­ce pa­ra ga­nar­le al Real Ma­drid? Es uno de los equi­pos que más va­rian­tes in­di­vi­dua­les po­see, pe­ro de­pen­den de­ma­sia­do de ellas. Al Ma­drid mo­ti­va­do es ca­si im­po­si­ble de ga­nar­le. Le tie­ne que ga­nar un equi­po que se de­fien­da muy bien, que ata­que rá­pi­do y que apro­ve­che ca­da si­tua­ción, por­que só­lo de­fen­dién­do­te no le ga­nás.

69 ¿La ban­da ar­gen­ti­na del Atlé­ti­co se jun­ta con la del Real o hay pi­ca? No hay mu­cha pi­ca, pe­ro tam­po­co gran­des afi­ni­da­des, por eso no me jun­to. Si tu­vie­ra al­gún ami­go, iría. En Mi­lán, me jun­ta­ba con Aya­la y con Guly.

70 ¿Quién ga­na es­ta Cham­pions? Al­gún ita­lia­no, por­que afron­tan los par­ti­dos de­ci­si­vos con ma­yor de­ter­mi­na­ción. Me jue­go por la Ju­ven­tus.

71 Tu día más fe­liz en el fút­bol. Dos: cuan­do ga­na­mos la Co­pa Amé­ri­ca del 91 y cuan­do vol­ví a ju­gar des­pués de la úl­ti­ma le­sión.

72 Y el más tris­te. Cuan­do que­da­mos afue­ra del úl­ti­mo Mun­dial y cuan­do me rom­pí la ro­di­lla.

73 ¿Có­mo fue vol­ver al Atlé­ti­co des­pués de tan­tos años? Siem­pre qui­se vol­ver y siem­pre me qui­sie­ron traer. Me es­tá pa­san­do al­go fe­no­me­nal, por­que jue­go en el equi­po que quie­ro ju­gar. La gen­te me res­pe­ta mu­cho, pe­ro a la gen­te hay que dar­le co­sas por­que no se que­dan con lo que pa­só.

74 ¿A Bi­lar­do lo en­ten­dis­te siem­pre o al prin­ci­pio no le ca­za­bas una? Siem­pre com­pren­dí su es­ti­lo, por­que lo en­ten­día co­mo un ti­po pa­sio­nal. Y pa­ra mí, to­do lo que se ha­ce con pa­sión es es­pec­ta­cu­lar; lo que se ha­ce por di­ver­sión, só­lo pa­ra dis­fru­tar, no me va.

Primera gira, por Australia, año 88, con Bilardo y Hernán Díaz, entre otros.

75 ¿Cuál fue la más lo­ca que te hi­zo? En Aus­tra­lia, mi pri­me­ra gi­ra, me hi­zo en­tre­nar con jean y re­me­ra, so­lo los dos. Los más gran­des se ha­bían ido a pa­sear, el uti­le­ro no es­ta­ba y no ha­bía ro­pa. “No im­por­ta, va­mos así”, me di­jo. Y des­pués de­cía: “Vos pen­sá que es­tá Ba­tis­ta acá, Gius­ti allá…”. Al ra­to lle­ga­ron los gran­des y se ma­ta­ban de ri­sa.

76 ¿Llo­ras­te por el fút­bol? En los mun­dia­les.

77 El me­jor ar­gen­ti­no del mun­do. Ai­mar, Cres­po, Ve­rón y Za­net­ti son muy res­pe­ta­dos.

78 Sos tem­pe­ra­men­tal, ¿te aga­rras­te mu­chas ve­ces a trom­pa­das con com­pa­ñe­ros? Al­gu­nas. Una vez nos aga­rra­mos mal con Cou­to, es­tá­ba­mos los dos ca­lien­tes por­que no ju­gá­ba­mos, cho­ca­mos un po­co y a los ma­no­ta­zos. Des­pués te que­rés ma­tar, por­que pe­lear­te con un com­pa­ñe­ro es muy feo.

79 Los me­jo­res ami­gos que te dio el fút­bol. Za­net­ti, To­ni, Al­mey­da, Bur­gos, Ba­tis­tu­ta.

80 ¿Le fal­tó al­go a tu ca­rre­ra? Ga­né co­pas eu­ro­peas, cam­peo­na­tos es­pa­ñol e ita­lia­no, co­pas ita­lia­na y es­pa­ño­la. Me fal­tó ga­nar un Mun­dial.

81 ¿Có­mo creés que vas a que­dar en los li­bros? Más allá de lo que es­cri­ban, na­die me po­drá qui­tar lo vi­vi­do, que fue muy fuer­te.

82 Aden­tro sos un du­ro, ¿afue­ra tam­bién? Afue­ra soy un ti­po nor­mal, con sus sen­si­bi­li­da­des.

83 Una anéc­do­ta con Die­go. Cuan­do fui­mos de Se­vi­lla a Mar del Pla­ta pa­ra ju­gar un amis­to­so con la Se­lec­ción. El pre­si­den­te no nos de­ja­ba ir, nos ha­bían ro­ba­do el au­to pa­ra que no fué­ra­mos, así que aga­rra­mos un ta­xi, via­ja­mos, mi­cro a Mar del Pla­ta, y Die­go la rom­pió. Así te mar­ca­ba con he­chos lo que era pa­ra él la Se­lec­ción, nun­ca un “no”.

84 ¿Ha­ce mu­cho que no ha­blás con él? Bas­tan­te. Man­te­ne­mos una re­la­ción flui­da con Clau­dia. En Se­vi­lla nos abrie­ron la puer­ta de su ca­sa y, co­mo te di­je an­tes, no me ol­vi­do de na­da.

 

2000. Giovanni Simeone se desahace con una finta de la dura entrada del Cholo, su padre, en el campo de entrenamiento de Lazio, flamante campeón del Calcio. Gio juega hoy en la Selección Argentina. FOTO: ALEJANDRO DEL BOSCO
 

85 ¿Quién te en­se­ñó a ca­be­cear? En el baby, en Es­tre­lla de Oro, yo era muy chi­qui­to y ya te­nía una ju­ga­da con un com­pa­ñe­ro lla­ma­do Pan­cia. La pe­lo­ta no po­día en­trar al área de un la­te­ral, en­ton­ces me po­nía en la mi­tad de la can­cha, el chi­co es­pe­ra­ba mi ca­rre­ra, sin­cro­ni­zá­ba­mos, y le pe­ga­ba un tre­men­do ca­be­za­zo de afue­ra del área. Y con la pe­lo­ta de baby, que es du­ra. Aho­ra, ca­da vez que ha­go un gol, mis hi­jos me car­gan: ¡otra vez de ca­be­za!

86 En el 91 di­jis­te que “la Se­lec­ción es mi vi­da”. ¿Ima­gi­na­bas que ibas a ser el que ju­gó más par­ti­dos? No. Ca­da vez que ju­gué en la Se­lec­ción lo hi­ce pen­san­do que po­dría ser el úl­ti­mo par­ti­do. Me lo in­cul­ca­ron Bi­lar­do, Die­go, Rug­ge­ri. Esa lec­tu­ra me sir­vió pa­ra que de a po­co ju­ga­ra un mon­tón.

87 ¿Creés que te vas a man­te­ner co­mo ré­cord? Las es­ta­dís­ti­cas es­tán pa­ra rom­per­se. Qui­zá na­die pen­sa­ba que al­guien po­día lle­gar a 80 par­ti­dos y el día de ma­ña­na me van a pa­sar a mí tam­bién.

88 ¿Qué pe­só más en tu tra­yec­to­ria: la en­tre­ga fí­si­ca, la téc­ni­ca o tus re­ser­vas es­pi­ri­tua­les? Mi con­ti­nui­dad.

89 ¿Qué sig­ni­fi­ca la cin­ta de ca­pi­tán? Un or­gu­llo enor­me ha­ber­la usa­do en la Se­lec­ción. La cin­ta en sí sig­ni­fi­ca y mar­ca. Cuan­do me to­có usar­la me acor­da­ba de Pas­sa­re­lla, de Ma­ra­do­na, de Rug­ge­ri.

90 ¿Quién de­be ele­gir al ca­pi­tán: el DT o los com­pa­ñe­ros? El en­tre­na­dor. La elec­ción del gru­po no es real, por­que el que mar­ca co­sas es­tá mal vis­to, y el que ce­de, lo con­tra­rio. Y no me pa­re­ce jus­to. Cuan­do Ba­si­le aga­rró, Die­go no es­ta­ba, y di­jo: “El ca­pi­tán es Rug­ge­ri”. Y mar­có una ten­den­cia.

91 ¿Ha­blas­te con Biel­sa tras el Mun­dial? Sí, cuan­do vi­no a sa­lu­dar a los mu­cha­chos de Eu­ro­pa.

92 ¿Re­cu­pe­ró al­go de cré­di­to con el Preo­lím­pi­co? Pa­ra la gen­te y, so­bre to­do pa­ra él, la ne­ce­si­dad se­gui­rá la­ten­te, pe­ro es­te tí­tu­lo rea­fir­ma­rá sus con­vic­cio­nes. Es el pri­mer pa­so cum­pli­do de los tan­tos que ten­drá que cum­plir. Y siem­pre con la res­pon­sa­bi­li­dad de te­ner que ju­gar pa­ra ga­nar.

93 Lo peor que te hi­cie­ron en una can­cha. La es­cu­pi­da de An­to­nio Car­los. Lo peor que pue­den ha­cer­te en un cam­po es es­cu­pir­te, peor que una pi­ña. Igual, des­pués pe­dí que no lo san­cio­na­ran: lo que pa­sa den­tro del cam­po de­be que­dar ahí.

94 ¿Le te­nés mie­do al día des­pués? Res­pe­to. No va a ser fá­cil, por­que el fút­bol es mi pa­sión, pe­ro sé que con el ca­rác­ter que ten­go sal­dré ade­lan­te.

 

Un galán, con Carolina, su mujer.
 

95 ¿Có­mo con­ven­cis­te a tu se­ño­ra pa­ra que de­ja­ra el mo­de­la­je? Nun­ca me gus­tó, en­ton­ces pre­fe­ri­mos que mo­de­la­ra pa­ra mí.

96 ¿Fue un error pe­lear­se con la pren­sa en el Mun­dial 98? Fue un error de las dos par­tes.

97 ¿Vos fuis­te el ideó­lo­go o Pas­sa­re­lla? De­ci­sión gru­pal.

98 ¿Te con­si­de­rás un ti­po ven­ta­je­ro? No. Tra­to de no ha­cer lo que no me gus­ta que me ha­gan.

99 ¿Es­tá bien ga­nar un par­ti­do con una des­leal­tad? Por ejem­plo: que echen a un ri­val que no me­re­ce ser echa­do. Den­tro de la hi­po­cre­sía es­tán los que di­cen que no, pe­ro des­pués la dis­fru­tan si la tie­nen a fa­vor. Y ja­más van a de­cir­le al ár­bi­tro en una fi­nal del mun­do: no co­brés ese pe­nal, que no fue. ¿Por qué te­nés que lle­gar a una fi­nal del mun­do pa­ra dar­te cuen­ta de que to­dos quie­ren ga­nar? Es­ta po­lé­mi­ca se re­su­me con una fra­se: “Es­to es fút­bol”. Y en fút­bol, los bue­nos, nor­mal­men­te, pier­den.

100 ¿Te se­guís po­nien­do el cu­chi­llo en­tre los dien­tes pa­ra ju­gar? Se­gu­ro; el día que de­je de afron­tar ca­da par­ti­do y ca­da en­tre­na­mien­to co­mo el úl­ti­mo, no se­ré yo.

 

Por Diego Borinsky (2004)

Fotos: Diario As y Archivo El Gráfico.


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