LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

2001. El mago ya dio 800 funciones

Por Redacción EG · 17 de abril de 2019

Después de 18 campeonatos en la Liga Nacional, con 6 títulos de campeón y 5 lauros internacionales, Marcelo Milanesio le contaba a O.R.O., por qué decidió dejar de jugar.


Es­ta vez la ra­zón tam­bién tie­ne ra­zo­nes que el co­ra­zón no en­tien­de.

–¿Es tu úl­ti­ma tem­po­ra­da?

–Sí, es mi úl­ti­ma tem­po­ra­da.

Le vuel­vo a pre­gun­tar, no por des­con­fian­za, si­no por­que es­ta­mos en pre­sen­cia de un he­cho his­tó­ri­co.

–¿Es tu úl­ti­ma tem­po­ra­da?

–Sí, es mi úl­ti­ma tem­po­ra­da.

Pun­to. Des­pués de 18 cam­peo­na­tos con­se­cu­ti­vos –to­dos– en la Li­ga Na­cio­nal, de ju­gar siem­pre con la ca­mi­se­ta de su ama­do Ate­nas de Cór­do­ba; con 6 tí­tu­los de cam­peón y 5 lau­ros in­ter­na­cio­na­les; de ha­ber lle­ga­do a los 800 par­ti­dos ofi­cia­les des­de el 26 de abril de 1985; de ha­ber si­do re­co­no­ci­do co­mo el sím­bo­lo de la com­pe­ten­cia, Mar­ce­lo Gus­ta­vo Mi­la­ne­sio de­ci­dió que –a los 36 años– de­be de­jar de ju­gar.

–¿Por qué, Mar­ce­lo?

–Por­que es­toy con­ven­ci­do de que de­be ser así pa­ra en­ca­rar otra vi­da. To­da­vía no sé qué, pe­ro al­go voy a ha­cer y me ten­go fe. No sé, al­gún ne­go­cio, en­tre­na­dor de bás­quet­bol, en­se­ñar, ex­pan­dir­me con Ur­ba­ni­za­cio­nes de Cam­po S. A. que aca­bo de em­pe­zar. Sien­to tam­bién que ya di to­do lo que de­bía dar.

–¿An­tes ya ha­bías pen­sa­do en el re­ti­ro?

–Cuan­do vas cum­plien­do años, y ves que no vas pa­ra arri­ba, que só­lo te man­te­nés o ba­jás tu ni­vel, sen­tís que te es­tá lle­gan­do tu ho­ra. To­da la tem­po­ra­da pa­sa­da pen­sé que era la úl­ti­ma que ju­ga­ba.

El partido Nº 1: 26 de abril de 1985. Marcelo palpita el salto inicial ante Pacífico en Bahía Blanca.

–Pe­ro te veo bár­ba­ro, tan­to aden­tro co­mo afue­ra de la can­cha...

–Yo sé que pue­do se­guir ju­gan­do, pe­ro quie­ro re­ti­rar­me así, co­mo lo hi­ce en la Se­lec­ción, sa­bien­do que to­da­vía no es­toy ter­mi­na­do. Con­cre­ta­men­te, quie­ro ter­mi­nar la ru­ti­na de mi vi­da de aho­ra (que es só­lo dor­mir, co­mer y en­tre­narme o ju­gar) y vi­vir otra vi­da, de­di­car­me más a mí y a mi fa­mi­lia. Mi pa­dre Ma­rio me acon­se­jó que de­bía re­ti­rar­me a tiem­po.

–En la NBA vuel­ve Mi­chael Jor­dan a los 38 años y a John Stock­ton le re­no­va­ron su con­tra­to pa­ra que si­ga ju­gan­do a los 39... ¿Te di­ce al­go?

–No, na­da, só­lo de­sear­les la ma­yor de las suer­tes. Es muy sim­ple: ellos quie­ren se­guir y me pa­re­ce bien. Yo no quie­ro se­guir por­que ya no ten­go ga­nas.

Ate­nas co­men­zó la ac­tual tem­po­ra­da en Ca­ba­lli­to. En la pre­sen­ta­ción de los equi­pos, hu­bo una ova­ción que atro­nó el Et­chart. Fue cuan­do sa­lu­dó un ju­ga­dor vi­si­tan­te: Mar­ce­lo Mi­la­ne­sio, pre­ci­sa­men­te.

De gol­pe, com­pa­ran­do tiem­pos, el mo­men­to y el con­tras­te tra­jo el re­cuer­do de aquel can­ti­to hi­rien­te y bur­lón de las pri­me­ras Li­gas: “¡Mi­la­ne­sio bo­tón!”. Ha­bía na­ci­do de la en­co­na­da ri­va­li­dad en­tre Ferro y Atenas y por sus con­ti­nuas pro­tes­tas a los ár­bi­tros.

Po­drá de­cir­se que en­tre una épo­ca y otra pa­sa­ron 800 par­ti­dos. Es cier­to. Pe­ro aquí hu­bo he­chos tras­cen­den­tes que fue­ron ex­pli­can­do el fe­nó­me­no. La reac­ción de la gen­te sur­gió por­que es­tá más allá de las frías ma­te­má­ti­cas.

Aquí hay una su­ce­sión de imá­ge­nes que con­fi­gu­ra­ron una per­so­na­li­dad hu­ma­na y ca­ris­má­ti­ca que se es­ca­pó del bás­quet­bol.

El pi­be que pro­tes­ta­ba ma­du­ró de tal ma­ne­ra que se con­vir­tió en el ma­yor ído­lo de su de­por­te y fue el úni­co bas­quet­bo­lis­ta en ga­nar el Olim­pia de Oro en 1993. La fi­gu­ri­ta que pro­me­tía bri­lló a tal ni­vel que su ca­mi­se­ta N° 9 de la Se­lec­ción Ar­gen­ti­na pue­de ver­se en el Hall of Fa­me en Spring­field, Es­ta­dos Uni­dos, co­mo tes­ti­mo­nio de una tra­yec­to­ria ejem­plar. El chi­co que se di­ver­tía ca­zan­do pá­ja­ros en su Her­nan­do na­tal se hi­zo hom­bre y cre­ció tan­to has­ta ser hoy el es­po­so de Za­ri­na y el pa­dre de Ale­xía (6 años) y Mai­ra (4). Aquel in­fan­til de la ca­mi­se­ti­ta ama­ri­lla que es­ta­ba to­do el día ju­gan­do en la can­cha abier­ta del CART de Río Ter­ce­ro es tan re­co­no­ci­do e ido­la­tra­do que fue co­mún que ga­na­ra en­cues­tas de po­pu­la­ri­dad en Cór­do­ba y hoy sea la ima­gen de pro­mo­ción y pu­bli­ci­dad de va­rias em­pre­sas.

Mar­ce­lo, ade­más de la ex­ce­len­cia de su jue­go y de su ra­za de cam­peón, co­men­zó a con­mo­ver con su in­creí­ble ré­cord de asis­ten­cia per­fec­ta en la Li­ga Na­cio­nal y siem­pre con la mis­ma ca­mi­se­ta ver­de de Ate­nas. Du­ran­te 13 años y 28 días, en­tre 1985 y 1998, es­tu­vo sin fal­tar a un so­lo par­ti­do de su equi­po. To­ta­li­zó 649 en­cuen­tros con­se­cu­ti­vos. Una frac­tu­ra en el quin­to me­ta­tar­sia­no del pie iz­quier­do, su­fri­da en la fi­nal de la Co­pa de Cam­peo­nes, rea­li­za­da en Ba­hía Blan­ca an­te el Es­tu­dian­tes de esa ciu­dad, lo de­jó inac­ti­vo du­ran­te 77 días. Por eso, el 18 de sep­tiem­bre de 1998, cuan­do Ate­nas en­fren­tó al mis­mo Es­tu­dian­tes en la pri­me­ra fe­cha de la Liga, pa­só a la his­to­ria co­mo el pri­mer día en que Mar­ce­lo no ju­gó. Fal­tó só­lo a 20 par­ti­dos en to­tal.

Milanesio fue considerado dos veces como el mejor jugador de la Liga Nacional. Además cosechó 16 títulos en su extensa carrera.

–Cuan­do lle­gas­te a los 400 par­ti­dos en la Liga Nacional me di­jis­te que el fac­tor prin­ci­pal fue la suer­te. Hoy to­ta­li­zás 800, ¿se­guís pen­san­do igual?

–Pa­ra ha­ber te­ni­do asis­ten­cia per­fec­ta en 649 par­ti­dos con­se­cu­ti­vos, sí, hay que ser ayu­da­do por la suer­te. Pa­ra su­mar 800, no, por­que cual­quie­ra lo pue­de ha­cer. Vas a ver que otros ju­ga­do­res tam­bién van a lle­gar, por­que aho­ra se arran­ca la Li­ga des­de muy tem­pra­no, 16 o 17años, y yo em­pe­cé recién a los 20. Cla­ro, ten­drán que cui­dar­se, en­tre­narse du­ro y ha­cer las co­sas bien.

El nue­vo em­pren­di­mien­to par­ti­cu­lar de Mar­ce­lo es in­te­grar una so­cie­dad in­mo­bi­lia­ria con su ami­go Ig­na­cio Ga­llop­pa y Mau­ri­cio Re­vi­glio­no. Se lla­ma Ur­ba­ni­za­cio­nes de Cam­po S. A. y su pri­me­ra co­mer­cia­li­za­ción es el ba­rrio pri­va­do  Fin­cas del Sur, un country de 188 lo­tes en el Ca­mi­no San Car­los, a un ki­ló­me­tro de la ave­ni­da Cir­cun­va­la­ción y a quin­ce mi­nu­tos del cen­tro de Cór­do­ba.

–Na­cho Ga­llop­pa es cor­do­bés, pe­ro nos co­no­ci­mos por­que coin­ci­di­mos en Os­mar, el ne­go­cio de ar­tí­cu­los elec­tró­ni­cos que está en Mia­mi. Co­mo compartimos la mis­ma afi­ción por el golf, em­pe­za­mos a fre­cuen­tar­nos y nos hi­ci­mos muy ami­gos.

Hay un te­ma tam­bién ine­lu­di­ble: la Se­lec­ción Na­cio­nal ac­tual.

–¿Qué opi­nión te de­jó el Pre­mun­dial de Neu­quén?

–Me que­dé cho­cho por­que fui, ade­más, com­pa­ñe­ro de to­dos ellos. El equi­po ju­gó una bar­ba­ri­dad. Siem­pre di­je que la Se­lec­ción Ar­gen­ti­na es “mi pe­que­ña NBA”, así que me sen­tí muy fe­liz de ver­la ju­gar muy bien. Fue tan ilu­sio­nan­te que el año que vie­ne, cuan­do se acer­que la fecha de inicio del Mun­dial, nos van a dar mu­chas ga­nas de ha­cer las va­li­jas y pe­gar­nos una es­ca­pa­da por In­dia­ná­po­lis.

–¿Qué te gus­tó?

–Cuan­do ves ju­gar al equi­po, te trans­mi­te so­li­dez. Es con­sis­ten­te. To­dos los pues­tos es­tán bien cu­bier­tos con dos ju­ga­do­res en ca­da po­si­ción. Y des­ta­co su per­so­na­li­dad y su ju­ven­tud, lo que le da una gran pro­yec­ción.

–¿Al­go más?

–Es un plan­tel que no tie­ne egoís­mos y por eso su ren­di­mien­to en con­jun­to ha si­do muy bue­no, con una en­tre­ga enor­me, un sa­cri­fi­cio sin lí­mi­tes y una con­duc­ción jus­ta. Lo vi muy me­ti­do al equi­po. Pa­ra mí, el me­jor téc­ni­co que pue­de te­ner es Ru­bén Mag­na­no.

–Sin em­bar­go, vos tu­vis­te en su mo­men­to tus dis­en­sos con Ru­bén...

–Dis­cu­sio­nes de jue­go, pe­ro cir­cuns­tan­cia­les, na­da más.  Ru­bén le dio se­rie­dad y dis­ci­pli­na a la Se­lec­ción. Tra­ba­ja muy bien, es el me­jor.

El partido Nº 800: 10 de octubre de 2001. Marcelo conduce frente a Obras Sanitarias en Córdoba.

–¿Fue ca­sua­li­dad o se hi­cie­ron las co­sas pa­ra lo­grar es­to?

–Aquí no hay na­da de ca­sua­li­dad. Aquí se hi­zo una Li­ga Na­cio­nal cu­ya com­pe­ten­cia sir­vió de gran for­ma­ción y cre­ci­mien­to pa­ra nues­tros ju­ga­do­res. El de­sa­rro­llo se com­ple­tó con lo que yo lla­mo el “gol­pe in­ter­na­cio­nal”. En mi épo­ca siem­pre nos que­já­ba­mos por­que no te­nía­mos com­pe­ten­cia in­ter­na­cio­nal. Pues bien, es­tos chi­cos la tie­nen con to­do lo que les per­mi­te la NBA y Eu­ro­pa.

–Sos el más au­to­ri­za­do pa­ra ha­blar de Mun­dia­les por­que te­nés el ré­cord en­tre los ar­gen­ti­nos de ha­ber ju­ga­do cua­tro cam­peo­na­tos. ¿Qué chan­ces le ves a la Se­lec­ción?

–To­do va a de­pen­der de có­mo fi­nal­men­te va­ya­mos no­so­tros y los otros paí­ses. Si va­mos con el mis­mo equi­po de Neu­quén o con muy po­cos cam­bios, yo le veo bue­nas chan­ces pa­ra pe­lear de igual a igual con­tra las po­ten­cias. Des­pués de 1950, cuan­do se sa­lió cam­peón ju­gan­do de lo­ca­les en el Lu­na Park, es­tá en con­di­cio­nes de cum­plir la me­jor cam­pa­ña de una Se­lec­ción Ar­gen­ti­na en los cam­peo­na­tos mun­dia­les.

–Y cuan­do vos ju­ga­bas, ¿qué pa­sa­ba?

–Lo que te di­je an­tes: no te­nía­mos ro­ce in­ter­na­cio­nal. Por eso po­día­mos ju­gar uno o dos par­ti­dos bien, pe­ro en­se­gui­da nos caía­mos, siem­pre nos fal­ta­ban cin­co pa­ra el pe­so. Nos cos­ta­ba mu­cho.

-¿Po­dés cuan­ti­fi­car una po­si­ción pa­ra In­dia­ná­po­lis?

–Del pri­me­ro al quin­to pues­to

Mis partidos inolvidables

Es­ta elec­ción la hi­zo el pro­pio con­duc­tor de Ate­nas. Le pe­di­mos que de sus 800 en­cuen­tros se­pa­ra­ra los 10 que más re­cuer­da y por qué. El or­den es cro­no­ló­gi­co.

Con Pa­cí­fi­co 82-90, 26 de abril de 1985 en In­de­pen­dien­te de Ba­hía Blan­ca. “Fue el pri­me­ro de la Li­ga Na­cio­nal que cam­bió el bás­quet­bol ar­gen­ti­no. Es di­fí­cil que re­cuer­de uno que per­dí, pe­ro és­te es his­tó­ri­co”.

A Fe­rro 93-80, 19 de di­ciem­bre de 1987 en Ca­ba­lli­to. “Fue el pri­mer tí­tu­lo de cam­peón cuan­do le ga­na­mos a Fe­rro por pri­me­ra vez en Bue­nos Ai­res”.

A Pa­cí­fi­co 77-62, 7 de di­ciem­bre de 1988 en Tres Arro­yos. ”Po­día­mos que­dar eli­mi­na­dos en una  se­mi­fi­nal, pe­ro ga­na­mos sin Pi­chi Cam­pa­na y sin Ger­mán Fi­lloy. Real­men­te dra­má­ti­co”.

A Fe­rro 93-85, 29 de oc­tu­bre de 1989 en el Po­li­de­por­ti­vo de Cór­do­ba. “Per­día­mos por 29 pun­tos el cuarto fi­nal. Reac­cio­na­mos y me­tí 35 pun­tos. Di­cen que fue mi me­jor par­ti­do”.

A Sport de Ca­ña­da de Gó­mez 78-72, 1º de ju­nio de 1990, en el Polideportivo. “Se ha­bía muer­to Pa­li­to Ce­rut­ti y pa­ra no­so­tros era una obli­ga­ción mo­ral sa­lir cam­peo­nes co­mo ho­me­na­je a él. Ga­na­mos y pu­si­mos un 3–0 de­fi­ni­ti­vo en la se­rie”.

A Es­tu­dian­tes de Ba­hía Blan­ca 92-89, 13 de sep­tiem­bre de 1992 en el Po­li­de­por­ti­vo. “Cla­vé el tri­ple pa­ra ga­nar des­de 16,95 me­tros fal­tan­do 1 se­gun­do y 2 dé­ci­mas. Ese Ate­nas tu­vo el mejor por­cen­ta­je de triun­fos, si consideramos un mínimo de 50 partidos”.

Con GE­PU de San Luis 81-84, 20 de ma­yo de 1993 en el Po­li­de­por­ti­vo. “Se­rie fi­nal. Hi­ce el me­jor pa­se de mi ca­rre­ra. De es­pal­das al aro y entre las piernas, una asis­ten­cia a Jer­vis Co­le des­pués de re­co­ger des­de el sue­lo una pe­lo­ta di­vi­di­da con el Ga­llo Pé­rez”.

Con Luz y Fuer­za 91-99, 10 de no­viem­bre de 1995 en Po­sa­das. “La pri­me­ra vez que en­fren­té a mi her­ma­no Ma­rio en la Li­ga. Muy in­có­mo­do”

A Bo­ca Ju­niors 111-90, 24 de ma­yo de 1998 en el Lu­na Park. “Tu­vo la tras­cen­den­cia de ser en el es­ce­na­rio ce­rra­do más his­tó­ri­co del de­por­te ar­gen­ti­no”.

A In­de­pen­dien­tre de Pi­co 70-58, 1º de ju­nio de 1999 en el Po­li­de­por­ti­vo. “Mi úl­ti­mo fes­te­jo de campeón en la Li­ga. Cla­vé un tri­ple es­qui­na­do des­de la pun­ta iz­quier­da que fue de­ci­si­vo”.

Su relación con Atenas: “Nunca hice ni deshice”

Mar­ce­lo lle­gó al club del ba­rrio Ge­ne­ral Bus­tos de Cór­do­ba en el año 1982 cuan­do te­nía 17. To­da­vía no se ha­bía es­ta­ble­ci­do la Li­ga Na­cio­nal, pe­ro Ate­nas le ha­bía echa­do el ojo a su her­ma­no ma­yor, Ma­rio Gui­ller­mo, ac­tual asis­ten­te téc­ni­co del en­tre­na­dor Ho­ra­cio Juan Se­guí.

Ha­bía co­bra­do fa­ma de te­rri­ble go­lea­dor a dis­tan­cia en la épo­ca en que to­da­vía no te­nía va­li­dez el ti­ro de tres pun­tos. Lo fue­ron a bus­car a Río Ter­ce­ro. Don Ma­rio, el pa­dre, acla­ró: “Se van los dos o nin­gu­no”.

Así se pu­so la ca­mi­se­ta de Atenas el me­nor de los Mi­la­ne­sio. El ac­ci­den­te su­fri­do por Gas­tón Bla­si ines­pe­ra­da­men­te lo de­jó en­se­gui­da co­mo due­ño ab­so­lu­to del pues­to de ba­se en el pri­mer equi­po.

Con el tiem­po, Mar­ce­lo fue si­nó­ni­mo de Ate­nas. Tan­to que en el am­bien­te se cree que ha­ce y des­ha­ce a vo­lun­tad.

“Na­da que ver –res­pon­de–. Voy a dar un so­lo ejem­plo: si fue­ra así, Pi­chi Cam­pa­na no se hu­bie­ra ido nun­ca de Ate­nas”.

 

Por: O.R.O.


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