Cada vez queda menos tiempo para verlo en la argentina. “después de junio, por la misma guita, me voy a jugar con mis amigos a don torcuato”, responde sobre el futuro. La fantasía indica que puede ser un caso como el de Ortega y él la alimenta diciendo que si se va a europa va a “sacar pasaportes” para los amigos.
Se puede decir sin temor que Juan Román Riquelme es la más preciada de las joyas de la abuela del fútbol argentino. Y que como tal, en poco tiempo más, ya no será patrimonio cotidiano nuestro. Con un poco de suerte, no será tan malvendido como ocurrió con las otras. Falta poquito para eso. Demasiado poco, dicen, nos queda para gozar de su fútbol antiguamente contemporáneo, capaz de unificar opiniones a su alrededor como pocos jugadores. Y queda claro que, con un pura sangre como él, no nos cabe sólo eso de mirarlo por la tele.
Usted, que tan fácilmente entiende el juego del diez de Boca, sabe algunas cosas de la vida del crack. Hasta el hartazgo escuchó hablar de sus nueve hermanos menores, de su reciente paternidad, de que él solo es el formidable sustento de la humilde familia de Don Torcuato, de la fidelidad a sus amigos y de lo poco que quiere dejar algo de todo esto que contamos por muchos que sean los dólares que vengan de España –casi seguramente-, de Italia o de Inglaterra.
Es probable que usted no sepa que los que lo conocen muy bien sostienen que Riquelme, entre su gente o rodeado de los compañeros de equipo, es de hablar hasta por los codos. Eso es algo que no podremos corroborar: aun sin cámaras o micrófonos y apenas rodeado por un par de amigos/asistentes de Marcos Franchi, Román no agotó más recursos verbales que los que le sugiere la cortesía de su buena onda. El pibe no se mueve de manera confortable ante los periodistas.
–¿Cómo te sentís con esto de ser padre joven en un país bravo como la Argentina?
–Loco de la vida. Flor (2 años y 7 meses) acaba de empezar el jardín. Hace apenas dos días que va y la tienen que echar para que vuelva a la casa. Por suerte, estamos todos bien cuidados.
–¿Qué onda con tus hermanos? ¿Son futboleros? Quizás hasta hay alguno que juega mejor que vos...
–Dieguito (9 años) es el más futbolero de todos. Juega fenómeno al baby, pero forma de dos. Dice que de central tiene más espacio para moverse que adelante. Bueno, toda la familia mira los partidos por la televisión, pero sólo Dieguito pregunta cosas. ¿Por qué no hiciste tal cosa? ¿Por qué Fulano no te pasó la pelota? Todo bien porque es un rato. Por suerte, no estamos todo el día dando vueltas alrededor de esto.
–¿Y los amigos?
–Siempre en Don Torcuato. Son los mismos que de la infancia. Ellos me protegen... En realidad, en Don Torcuato me protegen. Y vivo cerca de donde lo hice siempre. Ellos están ahí nomás, laburando y haciendo lo necesario para alimentar a la familia. No dudaría en ayudarlos si lo necesitaran, pero ellos se la bancan con su trabajo.,
–¿Qué es lo que más disfrutás de la amistad con ellos?
–Que me siguen tratando como siempre más allá de que juegue en la Primera de Boca.
–Esto de ser un tipo tan popular suele traer a la rastra amigos de la fama. ¿Aparecen muchos pesados así? ¿Los tenés calados?
–¿Sabés qué pasa? Debe ser que Don Torcuato queda muy lejos para ellos. Sé que hay mucho plomo dando vuelta, pero no se me acercan. Eso debe ser porque les queda lejos mi barrio.
–¿Y las mujeres?
–(Se sorprende con la pregunta pero sonríe.) Todo bien. No me molestan para nada. Pero también, supongo, para ellas, Don Torcuato debe quedar demasiado lejos.
–¿Cómo te llevás con la plata?
–Hasta ahora me alcanza. Vamos a ver qué pasa después de junio.
–Se pone medio denso el asunto de la renovación, parece...
–Ya lo vengo diciendo desde hace bastante tiempo. El problema no es tanto la transferencia sino que me cuesta mucho imaginar cómo podría arreglar cuatro o cinco años más de contrato con Boca cuando casi no pude firmar por uno. En todo caso, lo que único que me importa ahora es que Boca llegue lo mas lejos posible en los dos torneos. Después vemos qué pasa.
–¿Si hubiera plata elegirías quedarte?
–Por la misma guita... (Piensa un momento.) ...Me voy a jugar con mis amigos a Don Torcuato. Aunque por ahí es más barato llevarlos a todos a jugar a Europa conmigo.
–Estaría bueno que pudiéramos pensar en lo posible, Román
–Mirá, si me voy, ya sé que tendremos que sacar varios pasaportes. Pero dejá, no puedo meter mas energías en este tema. Si hay una buena oferta de Europa, seguramente será muy difícil quedarse. Pero no porque no quiera, sino porque la última vez, de tanto lío, estuve 40 días sin jugar y, además, tuve que aflojar mis exigencias.
–¿Qué pensás de los dirigentes del fútbol argentino?
–Que los jugadores pedimos lo que creemos que merecemos ganar. Y que, a partir de ahí, los que mandan y deciden son ellos. Yo, por lo pronto, pido lo que creo que merezco. Ni un peso más ni menos.
–Macri piensa volcarse a la política. ¿Lo votarías?
–No entiendo nada del tema. En la última elección, decidí el voto dentro del cuarto oscuro. Tendría que ver cómo me siento en ese momento. No tengo una opinión formada.
–¿Qué rescatás especialmente de Bianchi?
–Primero, que fue el que me convenció para que volviese a jugar. Segundo, siento que me quiere mucho. Y tercero, espero no defraudarlo jamás.
–¿Y de Pekerman?
–Es el técnico que me llevó a la Selección. Pasamos momentos lindos con él. Pero se lo trató muy mal por lo del preolímpico. Siempre es así de duro. En Boca pasa lo mismo. La memoria de todos falla muy pronto.
–¿Creés que viene complicado el momento para Boca?
–Tenemos menos plantel que hace un año. Igual yo sigo confiando en mis compañeros y en las cosas que podemos hacer para no bajar de nivel.
–¿Les das bola a los que dicen que sos el mejor del mundo?
–Me encanta que lo digan. Pero tengo en claro que no podés salir a la cancha y esperar que todos te aplaudan. Ojalá alguna vez pudiese convencer a todos.
–¿Y la Selección?
–Está jugando bien. Anda fenómeno en las eliminatorias.
–No, te pregunto por tu relación con el seleccionado. ¿Te extraña no estar en el equipo ni de suplente?
–Ya te dije: no tiene por qué gustarle a todos cómo juego.
–¿Pensás que a Bielsa no le gusta tu forma de jugar?
–No sé. Nunca le pregunté si le gustaba como juego...
Es toda una experiencia esto de charlar semiformalmente con Riquelme. Uno lo ve ahí, tan cómodo dentro de la cancha, tan capaz de sublimar la amasada ante el mejor y más duro defensor del mundo y, de pronto, sentado en un sillón de esos bien amplios y abullonados, se lo ve como un faquir debutante. Definitivamente, no le va esto de las notas. Y con sinceridad, hay que admitir que, a quienes disfrutamos tanto con su fútbol, no nos cabe otra posibilidad que canjear con sumo placer que siga jugando así si, a cambio, nos quedamos sin mucho más que frases de rigor.
Debe ser una buena receta para la gente famosa ésta de detestar la alta exposición. Lo curioso es que, en el mundo de la alta competencia, el perfil de un Fulano como Román sería el del personaje lleno de misterio. Algo así como el Indio Solari del fútbol. Sin embargo, no hay tal misterio. No existe cerca suyo –tampoco en torneo al líder de los Redondos– ningún secreto de divo. Está claro que su fútbol habla lo suficiente. Alrededor del juego de Riquelme no gira una polémica generacional. El sólo hecho de hacer jugar a todos –propios y ajenos– a su ritmo, habitualmente distante del vértigo descerebrado de muchos supuestos modernos de la pelota, lo distingue como merecedor de elogios equivalentes entre el pibe de 15, el papá fana del Bocha y el abuelo que extraña ya un poco menos a Coco Rossi. ¿No se fijaron que parece estar nuevamente de moda eso de andar amasando y pisando la pelota como hace 30 años? Como dijo Ángel Cappa meses atrás, “una de las más agradables sorpresas de la final Intercontinental fue la enorme reivindicación de la amasada que hizo Riquelme. Eso es honrar la historia de nuestro fútbol sin distinción de épocas”.
–A veces parece que te da lo mismo jugar en la Boca, en Tokio, con gente, sin tribunas...
–Parece nomás. Pero no es lo mismo jugar con el Real Madrid o con River que con otros rivales. No digo que me quite el sueño o que no pueda jugar por los nervios. Pero, como nos dijo el técnico antes del partido, una Intercontinental a veces no se juega en toda una vida. Por suerte, creo que jugamos bien y la pudimos ganar.
–Algo de eso hubo... Román, hablemos de tus favoritos.
–Por lo pronto, estoy muy feliz con mis compañeros. (Un rato antes aseguró que el Leche La Paglia será como Bochini.) Creo que, recuperado, el mejor de todos es Ronaldo. Y me encantan Kluivert, Figo y el once del Manchester United (no lo nombró pero aclaramos que se trata de Ryan Giggs).
–¿Equipos?
–Holanda... Y de clubes, Barcelona, Real Madrid y Manchester United.
–Cómo te llevás con los rivales?
–No tengo problemas. Hablo poco y juego mucho. Tengo buena relación con ellos y con los árbitros.
–¿No se te enoja alguno creyendo que tus caños o pisadas son de gaste?
–Por ahora no pasó nada. Y está bien, porque no hay tal gaste. Todo lo que hago es pensando en darle algo bueno al equipo.
–¿Imaginás tu vida sin haber sido futbolista?
–Noooo. Siempre voy a ser un jugador de fútbol.
–¿Qué pensás de los periodistas deportivos?
–Es un trabajo. Miro la televisión y cada vez veo más programas de fútbol. No sé si será bueno, pero debe ser un buen negocio porque cada vez hay más. Y no me molesta para nada cuando se habla de fútbol.
–¿Participarías de uno de estos programas de polémicas del fútbol con técnicos y jugadores?
–No.
–¿Qué más, Román?
–¿Qué más de qué?
–A ver... ¿qué hacés con tu tiempo libre?
–Cuando estoy concentrado, no hago nada. Miro tele y nada más. Cuando estoy libre como mucho asado –carne sin grasa, por supuesto–, algún picado con los amigos, me junto con la familia... Esas cosas que hace cualquiera...
–¿Cine? ¿Música? Parece que sos el discjóckey de la previa de los partidos.
–Me gustan las viejas películas de Olmedo y Porcel. No sé qué tienen, pero me hacen reír. Y de la música, sólo cumbia. El Chelo y el Negro Ibarra están chochos. Y al Rifle Pandolfi (casi una bandera del futbolista rockero) mucho no le va esta onda. Pero se va a tener que acostumbrar a Trinidad, Walter Olmos o Daniel Agostini. ¿Sabés qué pasa? El dueño del minicomponente soy yo.
Paradójicamente, después de tanta incomodidad en la charla –cada vez que alguna pregunta salía de lo futbolístico parecía resbalarse en el sillón–, a la hora de las fotos la única preocupación fue que no se le cayera la pelota de la mano. Ningún sentido tendría, en este contexto, hablarle de aquello de las joyas de la abuela o buscar su complicidad enojándonos porque nuestro fútbol –aun el representado por los equipos más poderosos– no es capaz de evitar que se lleven a nuestros cracks como los argentinos de la plata dulce nos llevábamos televisores a color de Miami, en años en que en la Argentina sólo se veía en blanco y negro.
En la Argentina del descompromiso y de las leyes elásticas a favor del delincuente a nadie se le ocurriría pedir una quita en los precios de las entradas por la venta de los cracks. Aun así, ¿usted se preguntó cuánto menos vale la entrada para ver a River sin Aimar? ¿Y cuando a él se le sume Saviola? ¿Cuánto menos debería cobrarse por Central sin el Equi González? ¿Y Newell’s sin Manso? ¿Y Gimnasia sin Messera? ¿Y San Lorenzo sin Romagnoli? No hablemos de Boca y de Román. Mucho menos de lo que deberían cotizar nuestros dirigentes en la bolsa de los ineptos.
Por estos días, los viajes de Macri a la política y de Bianchi y Riquelme a España (aunque todo el mundo se encargue de desmentir el supuesto acuerdo con el Barcelona) parecen ser el horóscopo xeneize para el mes de junio. El dirigente no habla del tema y difícilmente lo defina hasta que se resuelva su situación procesal. El técnico acusó a la prensa de seguir llenando páginas con falsedades y tiene razón: muchos medios nos dedicamos a hablar de estas incertidumbres en vez de dedicarnos al mal momento futbolístico de Boca. Román no tiene nada que decir sobre lo que ocurrirá después de junio, pero todos parecen estar de acuerdo en privarnos de semejante lujo dentro de una quincena de partidos, con suerte.
Será, tal vez, el desembarco en Europa de la más elocuente marca líquida de nuestro fútbol desde Maradona. Y así lo viven quienes, desde España especialmente, manejan apenas el dinero de los grandes de ese país.
Atrás habrá quedado una etapa brillante de una carrera que recién empieza. Pero también será recuerdo el tiempo de ser insólito suplente de un Boca inocuo y el del insulto de la tribuna cuando, en tiempos de Bilardo, la urgencia era permanente y, con él, la pelota viajaba a la velocidad de la sensatez y el buen gusto o descansaba bajo la suela. Ni un momento ni el otro lo inmutaron. Tampoco lo inquieta esto de ser un outsider dentro de la era del marketing. Algo así como un marginal de la pelota que disfruta con el raro privilegio de estar dentro del establishment sin ser parte de él.
Queda como incertidumbre –y a la vez como ilusión egoísta de nuestra pasión futbolera– el tema del desarraigo. ¿Será como Bochini, que jamás dejó a Independiente? ¿O como el Loco Houseman, que cambió de camiseta pero mandó al carajo diez transferencias a Europa? ¿O como el Burrito Ortega, al cual bastaba ponerle una camiseta argentina o de River para que jugara todo lo que no pudo en España o Italia? Al final de cuentas, ¿qué derecho tienen esos españoles para gozar con uno nuestro tan nuestro como Román? Claro, alguien tendría que poner un billete demasiado pesado para las espantosas administraciones autóctonas. Y usted sabe: como en la Argentina crecen de la nada las vacas, el trigo, los corruptos y los jugadores de fútbol, ya llegará otro que se ponga la diez y no pida tanta plata. Ésa, seguramente, será la ecuación más sencilla para esta historia.
–No te molesto más Riquelme. ¿No me vas a decir que querés hacer después de junio?
–Ya te lo dije. Después de junio quiero jugar con mis amigos. En Don Torcuato. Y por la misma guita, je
Román no, Saviola sí
Gonzalo Bonadeo (2001)