LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

2001. El mundo de Román

Por Redacción EG · 23 de marzo de 2019

Riquelme la estaba rompiendo en Boca, ya tenía las cosas muy claras. En esta entrevista habla de todo, el Xeneize, la Selección y su posible partida a Europa, que se concretaría al año siguiente.


Cada vez queda menos tiempo para verlo en la argentina. “después de junio, por la misma guita, me voy a jugar con mis amigos a don torcuato”, responde sobre el futuro. La fantasía indica que  puede ser un caso como el de  Ortega y él la alimenta diciendo que si se va a europa va a “sacar pasaportes” para los amigos.

Se pue­de de­cir sin te­mor que Juan Ro­mán Ri­quel­me es la más pre­cia­da de las jo­yas de la abue­la del fút­bol ar­gen­ti­no. Y que co­mo tal, en po­co tiem­po más, ya no se­rá pa­tri­mo­nio co­ti­dia­no nues­tro. Con un po­co de suer­te, no se­rá tan mal­ven­di­do co­mo ocu­rrió con las otras. Fal­ta po­qui­to pa­ra eso. De­ma­sia­do po­co, di­cen, nos que­da pa­ra go­zar de su fút­bol an­ti­gua­men­te con­tem­po­rá­neo, ca­paz de uni­fi­car opi­nio­nes a su al­re­de­dor co­mo po­cos ju­ga­do­res. Y que­da cla­ro que, con un pu­ra san­gre co­mo él, no nos ca­be só­lo eso de mi­rar­lo por la te­le.

Us­ted, que tan fá­cil­men­te en­tien­de el jue­go del diez de Bo­ca, sa­be al­gu­nas co­sas de la vi­da del crack. Has­ta el har­taz­go es­cu­chó ha­blar de sus nue­ve her­ma­nos me­no­res, de su re­cien­te pa­ter­ni­dad, de que él so­lo es el for­mi­da­ble sus­ten­to de la hu­mil­de fa­mi­lia de Don Tor­cua­to, de la fi­de­li­dad a sus ami­gos y de lo po­co que quie­re de­jar al­go de to­do es­to que con­ta­mos por mu­chos que sean los dó­la­res que ven­gan de Es­pa­ña –ca­si se­gu­ra­men­te-, de Ita­lia o de In­gla­te­rra.

Es pro­ba­ble que us­ted no se­pa que los que lo co­no­cen muy bien sos­tie­nen que Ri­quel­me, en­tre su gen­te o ro­dea­do de los com­pa­ñe­ros de equi­po, es de ha­blar has­ta por los co­dos. Eso es al­go que no po­dre­mos co­rro­bo­rar: aun sin cá­ma­ras o mi­cró­fo­nos y ape­nas ro­dea­do por un par de ami­go­s/a­sis­ten­tes de Mar­cos Fran­chi, Ro­mán no ago­tó más re­cur­sos ver­ba­les que los que le su­gie­re la cor­te­sía de su bue­na on­da. El pi­be no se mue­ve de ma­ne­ra con­for­ta­ble an­te los pe­rio­dis­tas.

 

El diez deja en el camino a Grana, de Belgrano.
 

–¿Có­mo te sen­tís con es­to de ser pa­dre jo­ven en un país bra­vo co­mo la Ar­gen­ti­na?

–Lo­co de la vi­da. Flor (2 años y 7 me­ses) aca­ba de em­pe­zar el jar­dín. Ha­ce ape­nas dos días que va y la tie­nen que echar pa­ra que vuel­va a la ca­sa. Por suer­te, es­ta­mos to­dos bien cui­da­dos.

–¿Qué on­da con tus her­ma­nos? ¿Son fut­bo­le­ros? Qui­zás has­ta hay al­gu­no que jue­ga me­jor que vos...

–Die­gui­to (9 años) es el más fut­bo­le­ro de to­dos. Jue­ga fe­nó­me­no al baby, pe­ro for­ma de dos. Di­ce que de cen­tral tie­ne más es­pa­cio pa­ra mo­ver­se que ade­lan­te. Bue­no, to­da la fa­mi­lia mi­ra los par­ti­dos por la te­le­vi­sión, pe­ro só­lo Die­gui­to pre­gun­ta co­sas. ¿Por qué no hi­cis­te tal co­sa? ¿Por qué Fu­la­no no te pa­só la pe­lo­ta? To­do bien por­que es un ra­to. Por suer­te, no es­ta­mos to­do el día dan­do vuel­tas al­re­de­dor de es­to.

–¿Y los ami­gos?

–Siem­pre en Don Tor­cua­to. Son los mis­mos que de la in­fan­cia. Ellos me pro­te­gen... En rea­li­dad, en Don Tor­cua­to me pro­te­gen. Y vi­vo cer­ca de don­de lo hi­ce siem­pre. Ellos es­tán ahí no­más, la­bu­ran­do y ha­cien­do lo ne­ce­sa­rio pa­ra ali­men­tar a la fa­mi­lia. No du­da­ría en ayu­dar­los si lo ne­ce­si­ta­ran, pe­ro ellos se la ban­can con su tra­ba­jo.,

–¿Qué es lo que más dis­fru­tás de la amis­tad con ellos?

–Que me si­guen tra­tan­do co­mo siem­pre más allá de que jue­gue en la Pri­me­ra de Bo­ca.

–Es­to de ser un ti­po tan po­pu­lar sue­le traer a la ras­tra ami­gos de la fa­ma. ¿Apa­re­cen mu­chos pe­sa­dos así? ¿Los te­nés ca­la­dos?

–¿Sa­bés qué pa­sa? De­be ser que Don Tor­cua­to que­da muy le­jos pa­ra ellos. Sé que hay mu­cho plo­mo dan­do vuel­ta, pe­ro no se me acer­can. Eso de­be ser por­que les que­da le­jos mi ba­rrio.

–¿Y las mu­je­res?

–(Se sor­pren­de con la pre­gun­ta pe­ro son­ríe.) To­do bien. No me mo­les­tan pa­ra na­da. Pe­ro tam­bién, su­pon­go, pa­ra ellas, Don Tor­cua­to de­be que­dar de­ma­sia­do le­jos.

–¿Có­mo te lle­vás con la pla­ta?

–Has­ta aho­ra me al­can­za. Va­mos a ver qué pa­sa des­pués de ju­nio.

–Se po­ne me­dio den­so el asun­to de la re­no­va­ción, pa­re­ce...

–Ya lo ven­go di­cien­do des­de ha­ce bas­tan­te tiem­po. El pro­ble­ma no es tan­to la trans­fe­ren­cia si­no que me cues­ta mu­cho ima­gi­nar có­mo po­dría arre­glar cua­tro o cin­co años más de con­tra­to con Bo­ca cuan­do ca­si no pu­de fir­mar por uno. En to­do ca­so, lo que úni­co que me im­por­ta aho­ra es que Bo­ca lle­gue lo mas le­jos po­si­ble en los dos tor­neos. Des­pués ve­mos qué pa­sa.

Román no jugó bien contra Belgrano pero metió un pase gol fantástico. En un par de ocasiones se enojó porque sus compañeros jugaban apurados.

–¿Si hu­bie­ra pla­ta ele­gi­rías que­dar­te?

–Por la mis­ma gui­ta... (Pien­sa un mo­men­to.) ...Me voy a ju­gar con mis ami­gos a Don Tor­cua­to. Aun­que por ahí es más ba­ra­to lle­var­los a to­dos a ju­gar a Eu­ro­pa con­mi­go.

–Es­ta­ría bue­no que pu­dié­ra­mos pen­sar en lo po­si­ble, Ro­mán

–Mi­rá, si me voy, ya sé que ten­dre­mos que sa­car va­rios pa­sa­por­tes. Pe­ro de­já, no pue­do me­ter mas ener­gías en es­te te­ma. Si hay una bue­na ofer­ta de Eu­ro­pa, se­gu­ra­men­te se­rá muy di­fí­cil que­dar­se. Pe­ro no por­que no quie­ra, si­no por­que la úl­ti­ma vez, de tan­to lío, es­tu­ve 40 días sin ju­gar y, ade­más, tu­ve que aflo­jar mis exi­gen­cias.

–¿Qué pen­sás de los di­ri­gen­tes del fút­bol ar­gen­ti­no?

–Que los ju­ga­do­res pe­di­mos lo que cree­mos que me­re­ce­mos ga­nar. Y que, a par­tir de ahí, los que man­dan y de­ci­den son ellos. Yo, por lo pron­to, pi­do lo que creo que me­rez­co. Ni un pe­so más ni me­nos.

–Ma­cri pien­sa vol­car­se a la po­lí­ti­ca. ¿Lo vo­ta­rías?

–No en­tien­do na­da del te­ma. En la úl­ti­ma elec­ción, de­ci­dí el vo­to den­tro del cuar­to os­cu­ro. Ten­dría que ver có­mo me sien­to en ese mo­men­to. No ten­go una opi­nión for­ma­da.

–¿Qué res­ca­tás es­pe­cial­men­te de Bian­chi?

–Pri­me­ro, que fue el que me con­ven­ció pa­ra que vol­vie­se a ju­gar. Se­gun­do, sien­to que me quie­re mu­cho. Y ter­ce­ro, es­pe­ro no de­frau­dar­lo ja­más.

–¿Y de Pe­ker­man?

–Es el téc­ni­co que me lle­vó a la Se­lec­ción. Pa­sa­mos mo­men­tos lin­dos con él. Pe­ro se lo tra­tó muy mal por lo del preo­lím­pi­co. Siem­pre es así de du­ro. En Bo­ca pa­sa lo mis­mo. La me­mo­ria de to­dos fa­lla muy pron­to.

–¿Creés que vie­ne com­pli­ca­do el mo­men­to pa­ra Bo­ca?

–Te­ne­mos me­nos plan­tel que ha­ce un año. Igual yo si­go con­fian­do en mis com­pa­ñe­ros y en las co­sas que po­de­mos ha­cer pa­ra no ba­jar de ni­vel.

–¿Les das bo­la a los que di­cen que sos el me­jor del mun­do?

–Me en­can­ta que lo di­gan. Pe­ro ten­go en cla­ro que no po­dés sa­lir a la can­cha y es­pe­rar que to­dos te aplau­dan. Oja­lá al­gu­na vez pu­die­se con­ven­cer a to­dos.

–¿Y la Se­lec­ción?

–Es­tá ju­gan­do bien. An­da fe­nó­me­no en las eli­mi­na­to­rias.

–No, te pre­gun­to por tu re­la­ción con el se­lec­cio­na­do. ¿Te ex­tra­ña no es­tar en el equi­po ni de su­plen­te?

–Ya te di­je: no tie­ne por­ qué gus­tar­le a to­dos có­mo jue­go.

–¿Pen­sás que a Biel­sa no le gus­ta tu for­ma de ju­gar?

–No sé. Nun­ca le pre­gun­té si le gus­ta­ba co­mo jue­go...

En Boca, el club de sus amores, jugó 597 partidos y convirtió 166 goles.

Es to­da una ex­pe­rien­cia es­to de char­lar se­mi­for­mal­men­te con Ri­quel­me. Uno lo ve ahí, tan có­mo­do den­tro de la can­cha, tan ca­paz de su­bli­mar la ama­sa­da an­te el me­jor y más du­ro de­fen­sor del mun­do y, de pron­to, sen­ta­do en un si­llón de esos bien am­plios y abu­llo­na­dos, se lo ve co­mo un fa­quir de­bu­tan­te. De­fi­ni­ti­va­men­te, no le va es­to de las no­tas. Y con sin­ce­ri­dad, hay que ad­mi­tir que, a quie­nes dis­fru­ta­mos tan­to con su fút­bol, no nos ca­be otra po­si­bi­li­dad que can­jear con su­mo pla­cer que si­ga ju­gan­do así si, a cam­bio, nos que­da­mos sin mu­cho más que fra­ses de ri­gor.

De­be ser una bue­na re­ce­ta pa­ra la gen­te fa­mo­sa és­ta de de­tes­tar la al­ta ex­po­si­ción. Lo cu­rio­so es que, en el mun­do de la al­ta com­pe­ten­cia, el per­fil de un Fu­la­no co­mo Ro­mán se­ría el del per­so­na­je lle­no de mis­te­rio. Al­go así co­mo el In­dio So­la­ri del fút­bol. Sin em­bar­go, no hay tal mis­te­rio. No exis­te cer­ca su­yo –tam­po­co en tor­neo al lí­der de los Re­don­dos– nin­gún se­cre­to de di­vo. Es­tá cla­ro que su fút­bol ha­bla lo su­fi­cien­te. Al­re­de­dor del jue­go de Ri­quel­me no gi­ra una po­lé­mi­ca ge­ne­ra­cio­nal. El só­lo he­cho de ha­cer ju­gar a to­dos –pro­pios y aje­nos– a su rit­mo, ha­bi­tual­men­te dis­tan­te del vér­ti­go des­ce­re­bra­do de mu­chos su­pues­tos mo­der­nos de la pe­lo­ta, lo dis­tin­gue co­mo me­re­ce­dor de elo­gios equi­va­len­tes en­tre el pi­be de 15, el pa­pá fa­na del Bo­cha y el abue­lo que ex­tra­ña ya un po­co me­nos a Co­co Ros­si. ¿No se fi­ja­ron que pa­re­ce es­tar nue­va­men­te de mo­da eso de an­dar ama­san­do y pi­san­do la pe­lo­ta co­mo ha­ce 30 años? Co­mo di­jo Án­gel Cap­pa me­ses atrás, “una de las más agra­da­bles sor­pre­sas de la fi­nal In­ter­con­ti­nen­tal fue la enor­me rei­vin­di­ca­ción de la ama­sa­da que hi­zo Ri­quel­me. Eso es hon­rar la his­to­ria de nues­tro fút­bol sin dis­tin­ción de épo­cas”.

–A ve­ces pa­re­ce que te da lo mis­mo ju­gar en la Bo­ca, en To­kio, con gen­te, sin tri­bu­nas...

–Pa­re­ce no­más. Pe­ro no es lo mis­mo ju­gar con el Real Ma­drid o con Ri­ver que con otros ri­va­les. No di­go que me qui­te el sue­ño o que no pue­da ju­gar por los ner­vios. Pe­ro, co­mo nos di­jo el téc­ni­co an­tes del par­ti­do, una In­ter­con­ti­nen­tal a ve­ces no se jue­ga en to­da una vi­da. Por suer­te, creo que ju­ga­mos bien y la pu­di­mos ga­nar.

–Al­go de eso hu­bo­... Ro­mán, ha­ble­mos de tus fa­vo­ri­tos.

–Por lo pron­to, es­toy muy fe­liz con mis com­pa­ñe­ros. (Un ra­to an­tes ase­gu­ró que el Le­che La Pa­glia se­rá co­mo Bo­chi­ni.) Creo que, re­cu­pe­ra­do, el me­jor de to­dos es Ro­nal­do. Y me en­can­tan Klui­vert, Fi­go y el on­ce del Man­ches­ter Uni­ted (no lo nom­bró pe­ro acla­ra­mos que se tra­ta de Ryan Giggs).

–¿Equi­pos?

–Ho­lan­da... Y de clu­bes, Bar­ce­lo­na, Real Ma­drid y Man­ches­ter Uni­ted.

–Có­mo te lle­vás con los ri­va­les?

–No ten­go pro­ble­mas. Ha­blo po­co y jue­go mu­cho. Ten­go bue­na re­la­ción con ellos y con los ár­bi­tros.

–¿No se te eno­ja al­gu­no cre­yen­do que tus ca­ños o pi­sa­das son de gas­te?

–Por aho­ra no pa­só na­da. Y es­tá bien, por­que no hay tal gas­te. To­do lo que ha­go es pen­san­do en dar­le al­go bue­no al equi­po.

–¿Ima­gi­nás tu vi­da sin ha­ber si­do fut­bo­lis­ta?

–Noooo. Siem­pre voy a ser un ju­ga­dor de fút­bol.

–¿Qué pen­sás de los pe­rio­dis­tas de­por­ti­vos?

–Es un tra­ba­jo. Mi­ro la te­le­vi­sión y ca­da vez veo más pro­gra­mas de fút­bol. No sé si se­rá bue­no, pe­ro de­be ser un buen ne­go­cio por­que ca­da vez hay más. Y no me mo­les­ta pa­ra na­da cuan­do se ha­bla de fút­bol.

Su convivencia con la fama es relativamente tranquila porque no se enrosca. “Creo que no me molestan porque Don Torcuato es lejos.”

–¿Par­ti­ci­pa­rías de uno de es­tos pro­gra­mas de po­lé­mi­cas del fút­bol con téc­ni­cos y ju­ga­do­res?

–No.

–¿Qué más, Ro­mán?

–¿Qué más de qué?

–A ver­... ¿qué ha­cés con tu tiem­po li­bre?

–Cuan­do es­toy con­cen­tra­do, no ha­go na­da. Mi­ro te­le y na­da más. Cuan­do es­toy li­bre co­mo mu­cho asa­do –car­ne sin gra­sa, por su­pues­to–, al­gún pi­ca­do con los ami­gos, me jun­to con la fa­mi­lia... Esas co­sas que ha­ce cual­quie­ra...

–¿Ci­ne? ¿Mú­si­ca? Pa­re­ce que sos el discjóc­key de la pre­via de los par­ti­dos.

–Me gus­tan las vie­jas pe­lí­cu­las de Ol­me­do y Por­cel. No sé qué tie­nen, pe­ro me ha­cen reír. Y de la mú­si­ca, só­lo cum­bia. El Che­lo y el Ne­gro Iba­rra es­tán cho­chos. Y al Ri­fle Pan­dol­fi (ca­si una ban­de­ra del fut­bo­lis­ta roc­ke­ro) mu­cho no le va es­ta on­da. Pe­ro se va a te­ner que acos­tum­brar a Tri­ni­dad, Wal­ter Ol­mos o Da­niel Agos­ti­ni. ¿Sa­bés qué pa­sa? El due­ño del mi­ni­com­po­nen­te soy yo.

Pa­ra­dó­ji­ca­men­te, des­pués de tan­ta in­co­mo­di­dad en la char­la –ca­da vez que al­gu­na pre­gun­ta sa­lía de lo fut­bo­lís­ti­co pa­re­cía res­ba­lar­se en el si­llón–, a la ho­ra de las fo­tos la úni­ca preo­cu­pa­ción fue que no se le ca­ye­ra la pe­lo­ta de la ma­no. Nin­gún sen­ti­do ten­dría, en es­te con­tex­to, ha­blar­le de aque­llo de las jo­yas de la abue­la o bus­car su com­pli­ci­dad eno­ján­do­nos por­que nues­tro fút­bol –aun el re­pre­sen­ta­do por los equi­pos más po­de­ro­sos– no es ca­paz de evi­tar que se lle­ven a nues­tros cracks co­mo los ar­gen­ti­nos de la pla­ta dul­ce nos lle­vá­ba­mos te­le­vi­so­res a co­lor de Mia­mi, en años en que en la Ar­gen­ti­na só­lo se veía en blan­co y ne­gro.

En la Ar­gen­ti­na del des­com­pro­mi­so y de las le­yes elás­ti­cas a fa­vor del de­lin­cuen­te a na­die se le ocu­rri­ría pe­dir una qui­ta en los pre­cios de las en­tra­das por la ven­ta de los cracks. Aun así, ¿us­ted se pre­gun­tó cuán­to me­nos va­le la en­tra­da pa­ra ver a Ri­ver sin Ai­mar? ¿Y cuan­do a él se le su­me Sa­vio­la? ¿Cuán­to me­nos de­be­ría co­brar­se por Cen­tral sin el Equi Gon­zá­lez? ¿Y Ne­well’s sin Man­so? ¿Y Gim­na­sia sin Mes­se­ra? ¿Y San Lo­ren­zo sin Ro­mag­no­li? No ha­ble­mos de Bo­ca y de Ro­mán. Mu­cho me­nos de lo que de­be­rían co­ti­zar nues­tros di­ri­gen­tes en la bol­sa de los inep­tos.

Por es­tos días, los via­jes de Ma­cri a la po­lí­ti­ca y de Bian­chi y Ri­quel­me a Es­pa­ña (aun­que to­do el mun­do se en­car­gue de des­men­tir el su­pues­to acuer­do con el Bar­ce­lo­na) pa­re­cen ser el ho­rós­co­po xe­nei­ze pa­ra el mes de ju­nio. El di­ri­gen­te no ha­bla del te­ma y di­fí­cil­men­te lo de­fi­na has­ta que se re­suel­va su si­tua­ción pro­ce­sal. El téc­ni­co acu­só a la pren­sa de se­guir lle­nan­do pá­gi­nas con fal­se­da­des y tie­ne ra­zón: mu­chos me­dios nos de­di­ca­mos a ha­blar de es­tas in­cer­ti­dum­bres en vez de de­di­car­nos al mal mo­men­to fut­bo­lís­ti­co de Bo­ca. Ro­mán no tie­ne na­da que de­cir so­bre lo que ocu­rrirá des­pués de ju­nio, pe­ro to­dos pa­re­cen es­tar de acuer­do en pri­var­nos de se­me­jan­te lu­jo den­tro de una quin­ce­na de par­ti­dos, con suer­te.

Se­rá, tal vez, el de­sem­bar­co en Eu­ro­pa de la más elo­cuen­te mar­ca lí­qui­da de nues­tro fút­bol des­de Ma­ra­do­na. Y así lo vi­ven quie­nes, des­de Es­pa­ña es­pe­cial­men­te, ma­ne­jan ape­nas el di­ne­ro de los gran­des de ese país.

Atrás ha­brá que­da­do una eta­pa bri­llan­te de una ca­rre­ra que re­cién em­pie­za. Pe­ro tam­bién se­rá re­cuer­do el tiem­po de ser in­só­li­to su­plen­te de un Bo­ca ino­cuo y el del in­sul­to de la tri­bu­na cuan­do, en tiem­pos de Bi­lar­do, la ur­gen­cia era per­ma­nen­te y, con él, la pe­lo­ta via­ja­ba a la ve­lo­ci­dad de la sen­sa­tez y el buen gus­to o des­can­sa­ba ba­jo la sue­la. Ni un mo­men­to ni el otro lo in­mu­ta­ron. Tam­po­co lo in­quie­ta es­to de ser un out­si­der den­tro de la era del mar­ke­ting. Al­go así co­mo un mar­gi­nal de la pe­lo­ta que dis­fru­ta con el ra­ro pri­vi­le­gio de es­tar den­tro del es­ta­blish­ment sin ser par­te de él.

Que­da co­mo in­cer­ti­dum­bre –y a la vez co­mo ilu­sión egoís­ta de nues­tra pa­sión fut­bo­le­ra– el te­ma del de­sa­rrai­go. ¿Se­rá co­mo Bo­chi­ni, que ja­más de­jó a In­de­pen­dien­te? ¿O co­mo el Lo­co Hou­se­man, que cam­bió de ca­mi­se­ta pe­ro man­dó al ca­ra­jo diez trans­fe­ren­cias a Eu­ro­pa? ¿O co­mo el Bu­rri­to Or­te­ga, al cual bas­ta­ba po­ner­le una ca­mi­se­ta ar­gen­ti­na o de Ri­ver pa­ra que ju­ga­ra to­do lo que no pu­do en Es­pa­ña o Ita­lia? Al fi­nal de cuen­tas, ¿qué de­re­cho tie­nen esos es­pa­ño­les pa­ra go­zar con uno nues­tro tan nues­tro co­mo Ro­mán? Cla­ro, al­guien ten­dría que po­ner un bi­lle­te de­ma­sia­do pe­sa­do pa­ra las es­pan­to­sas ad­mi­nis­tra­cio­nes au­tóc­to­nas. Y us­ted sa­be: co­mo en la Ar­gen­ti­na cre­cen de la na­da las va­cas, el tri­go, los co­rrup­tos y los ju­ga­do­res de fút­bol, ya lle­ga­rá otro que se pon­ga la diez y no pi­da tan­ta pla­ta. Ésa, se­gu­ra­men­te, se­rá la ecua­ción más sen­ci­lla pa­ra es­ta his­to­ria.

–No te mo­les­to más Ri­quel­me. ¿No me vas a de­cir que que­rés ha­cer des­pués de ju­nio?

–Ya te lo di­je. Des­pués de ju­nio quie­ro ju­gar con mis ami­gos. En Don Tor­cua­to. Y por la mis­ma gui­ta, je

Román no, Saviola sí

 

Gonzalo Bonadeo (2001)


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