LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

2007. Alberto Márcico 100X100

Por Redacción EG · 13 de mayo de 2023

Espontáneo, frontal, directo, a lo largo de cien respuestas el Beto Alberto Márcico, uno de los jugadores más talentosos de su época, radiografía al fútbol sin eufemismos.


NOM­BRE: Alberto José Márcico.

NACIMIENTO: 13/5/1960, en Corrientes.

TRA­YEC­TO­RIA CO­MO JU­GA­DOR: Ferro (1980-85), Toulouse, Francia (1985-92), Boca (1992-95) y Gimnasia y Esgrima La Plata (1996-98). Ju­gó en la Se­lec­ción Na­cio­nal 17 par­ti­dos. Ganó los Nacionales 82 y 84 con Ferro, el Apertura 92, Copa Master  y Copa de Oro con Boca.

COMO DT: Dirigió a Nueva Chicago con sus amigos Giunta y Saturno de ayudantes en el Apertura 03 y duró 5 partidos. Fue ayudante de Oscar Tabárez en Boca durante 2002.

 SEÑAS PARTICULARES: Hábil, talentoso e inteligente mediocampista ofensivo o segunda punta, con clara tendencia a pisar el área. Y también a frecuentar los kioscos de golosinas.

De local. En una plaza de Barracas, el barrio donde se crió y donde todavía vive cuando está en Buenos Aires. Foto: Emiliano Lasalvia.

1 San Mar­tín de Tu­cu­mán no les po­día arrui­nar nun­ca el cam­peo­na­to en la Bom­bo­ne­ra en 1992, ¿no? Nooo, los ma­tá­ba­mos a to­dos. De­cían que yo le ha­bla­ba en fran­cés a Os­car­ci­to Acos­ta. ¿Qué fran­cés ni fran­cés? Le ha­bla­ba en cas­te­lla­no. “Us­te­des quie­ren mo­rir to­dos acá”, le decía. Es muy di­fí­cil que un gran­de que lle­ga pri­me­ro a la úl­ti­ma fe­cha pier­da un tí­tu­lo.

2 ¿Qué es ser ca­ma­ri­lle­ro? Ca­ma­ri­lle­ro es el que lle­va gen­te pa­ra su la­do, el ti­po que te arras­tra a la gen­te pa­ra ha­cer qui­lom­bo, el ti­po ne­ga­ti­vo.

3 ¿Vos fuis­te ca­ma­ri­lle­ro? Pa­ra na­da, yo me di­ver­tía, me ca­ga­ba de ri­sa, siem­pre fui un ti­po di­ver­ti­do en los plan­te­les, que ha­cía jo­das sa­nas.

4 ¿Có­mo em­pe­zó la his­to­ria de hal­co­nes y pa­lo­mas? Leg­na­ni, un em­pre­sa­rio, fue el pri­me­ro que lo ti­ró en Po­lé­mi­ca en el Fút­bol y no­so­tros nos equi­vo­ca­mos en no sa­lir a fre­nar esa bo­la de nie­ve. Ha­bía afi­ni­da­des co­mo pa­sa siem­pre en todos los planteles.

5 ¿Vos que eras: hal­cón o pa­lo­ma? Nooo, yo era hal­cón, el más hal­cón de las urra­cas.

6 ¿Có­mo era la ma­no: no se po­dían ni sen­tar a to­mar un ca­fé? En rea­li­dad, ha­bía dos ju­ga­do­res que no que­rían a Navarro Montoya, y los dos eran ami­gos míos, en­ton­ces ti­ra­ban un po­qui­to de mier­da contra él.

7 ¿Quié­nes eran? No, no pue­do...

Beto magico. Producción para El Gráfico. Hincha de Boca, cumplió su sueño.

8 Ya pres­cri­bió, Be­to. Bue­no, es­tá bien. Eran el Chi­no Ta­pia y Es­te­ban Po­gany. A ellos no les gus­ta­ban al­gu­nas ac­ti­tu­des del Mo­no, y me me­tían fi­chas a mí, que­rían que yo fue­ra el ca­pi­tán. Des­pués ha­bla­mos con el Mo­no y le di­ji­mos: “Es­tá bien, Mo­no, se­guí vos co­mo ca­pi­tán, pe­ro pe­leá de otra ma­ne­ra los pre­mios”. Que­ría­mos que fue­ra más enér­gi­co.

9 ¿Qué es lo que me­nos te ban­cás del am­bien­te del fút­bol? Que te van to­dos por atrás. En el fút­bol todos te trai­cio­nan: di­ri­gen­tes, ju­ga­do­res, em­pre­sa­rios, to­dos es­tán en la mis­ma bol­sa. Los ju­ga­do­res cam­bia­ron, de­be ser por­que cam­bió la so­cie­dad. Hoy por cual­quier co­sa se ma­tan, te pi­den ama­ri­lla, hay des­leal­tad.

10 ¿Coin­ci­dís con la fra­se de que “el fut­bo­lis­ta es lo más pu­ro”? Más o me­nos, no la veo tan así, eh.

11 ¿Qué estás haciendo de tu vi­da aho­ra? Voy y ven­go, tres me­ses en Ar­gen­ti­na, dos en Fran­cia, y así voy ro­tan­do. En Fran­cia ten­go con un ami­go un cen­tro de for­ma­ción de fut­bo­lis­tas en la ciu­dad de Auch, a 70 ki­ló­me­tros de Tou­lou­se. Es más que una es­cue­li­ta, tie­ne di­vi­sio­nes in­fe­rio­res y la pri­me­ra com­pi­te en la cuar­ta ca­te­go­ría del fút­bol fran­cés. Ahí for­ma­mos ju­ga­do­res y man­da­mos a Mar­se­lla, Tou­lou­se u otros des­ti­nos: se prue­ban unos días y si les gus­tan se que­dan, pe­ro la pla­ta va to­da pa­ra el club, no hay por­cen­ta­jes pa­ra em­pre­sa­rios ni na­da. Cuan­do es­toy ahí, los en­tre­no.

12 ¿Se­guís re­co­men­dan­do ju­ga­do­res pa­ra el Tou­lou­se? No, eso se aca­bó. Re­co­men­dé al­gu­no co­mo Cas­ci­ni y el Chi­ro­la Ro­me­ro, pe­ro ya no lo ha­go más.

13 ¿Y en Bue­nos Ai­res qué ha­cés? Voy mu­cho a ver a Bo­ca y me ti­ré al ne­go­cio in­mo­bi­lia­rio, esa se­mi­lla que nos me­tió Ti­mo­teo cuan­do ju­gá­ba­mos. Tam­bién voy to­dos los días al gim­na­sio, tra­to de ha­cer 10 ki­ló­me­tros dia­rios de cin­ta pa­ra man­te­ner un po­qui­to la lí­nea. Te ha­ce bien trans­pi­rar.

14 Ha­cés lo que no ha­cías cuan­do eras ju­ga­dor. No, pa­rá, eso es un mi­to. A mí me gus­ta­ba en­tre­narme cuan­do era ju­ga­dor. Apar­te, acá no hay mu­chos se­cre­tos que di­ga­mos: si no te en­tre­nás, no po­dés ju­gar. Sí ad­mi­to que era muy jo­dón, es­ta­ba to­do el día jo­dien­do, me­tía un am­bien­te bár­ba­ro en los gru­pos.

Mucho gusto. Ferro 81: Garré, Cúper, Cañete, Crocco, Márcico y Gómez. Equipazo.

15 ¿En Fe­rro tam­bién eras jo­dón? No, ahí re­cién em­pe­za­ba y es­cu­cha­ba más que na­da. Si ha­cías chis­tes me ca­ga­ban a trom­pa­das. Es­ta­ban Sac­car­di, el Bu­rro Roc­chia, ca­da ne­ne...

16 Vol­vien­do al te­ma en­tre­na­mien­to, te cos­ta­ba dar el pe­so, ¿no? Lo que pa­sa es que cuan­do vol­ví a Bo­ca, en mi quin­to par­ti­do, con­tra Unión, el día que me­tí mi pri­mer gol en Bo­ca, me die­ron un ro­di­lla­zo que me afec­tó el ner­vio ciá­ti­co. En­ton­ces me te­nían que in­yec­tar un Duo De­ca­drón por se­ma­na y me hin­cha­ba, ade­más no me po­día en­tre­nar. Ahí me hin­ché, en­gor­dé, y por ahí que­dó esa ima­gen. Pe­ro yo que­ría ju­gar sí o sí. Des­pués, tan­to San­ti­ni en Tou­lou­se co­mo Ti­mo­teo en Fe­rro y Gim­na­sia me pe­sa­ban to­dos los días.

17 En tu úl­ti­ma eta­pa en Bo­ca te cos­ta­ba mo­ver­te. No exa­ge­re­mos, che. Sí es cier­to que esos úl­ti­mos me­ses, con Mar­zo­li­ni, me de­jé es­tar un po­co. Fue la úni­ca vez que es­tu­ve ex­ce­di­do. Pa­só que al lle­gar, Mar­zo­li­ni me di­jo que iba a ju­gar con Die­go y des­pués me man­dó siem­pre al ban­co. Ahí per­dí mo­ti­va­ción de en­tre­na­mien­to y su­bí de pe­so. No es­ta­ba en una edad pa­ra sen­tar­me en el ban­co, era una edad pa­ra ju­gar.

18 ¿Se­guís vi­vien­do en Ba­rra­cas cuan­do es­tás en Bue­nos Ai­res? Sí, pa­ra mí Ba­rra­cas es el me­jor ba­rrio por­te­ño. Ade­más es mi lu­gar. Cuan­do ten­go tiem­po me ven­go al bar El Pen­sa­mien­to, don­de siem­pre pa­ré. Yo vi­ví en mu­chos la­dos en Bue­nos Ai­res: Re­co­le­ta, Bel­gra­no, Ca­ba­lli­to, pe­ro Ba­rra­cas es mi lu­gar, don­de me crié y don­de si­gue vi­vien­do to­da mi fa­mi­lia, mi vie­ja y mis cua­tro her­ma­nos.

19 ¿Es­tá bue­no te­ner un her­ma­no me­lli­zo? La ver­dad es que los cin­co her­ma­nos so­mos muy uni­dos, te­ne­mos una re­la­ción es­pec­ta­cu­lar. Con el me­lli­zo no nos pa­re­ce­mos tan­to, ade­más en el co­le­gio nun­ca nos pu­di­mos man­dar nin­gu­na es­pe­cial por­que de muy chi­co él tu­vo un pro­ble­ma en la gar­gan­ta y tu­vo que re­pe­tir pri­mer gra­do, así que yo siem­pre iba uno arri­ba.

20 De un la­do, los me­lli­zos Már­ci­co; del otro, los Ba­rros Sche­lot­to: ¿quié­nes son más ma­los? Nooo, los Ba­rros Sche­lot­to, le­jos. Esos son te­rri­bles. Si has­ta los pe­rros que te­nían pu­tea­ban por los due­ños que les ha­bían to­ca­do...

21 ¿Por qué na­cis­te en Co­rrien­tes? Mi pa­pá era ca­pi­tán de bar­co y via­ja­ba mu­cho: ha­cía ca­bo­ta­je, también a Bra­sil y Pa­ra­guay. Ahí nos que­da­mos un tiem­po y na­cí yo, pe­ro a los ocho me­ses nos vi­ni­mos pa­ra acá.

En familia. Con mamá y dos de los hermanos, uno de ellos mellizo (el de pelo corto).

22 ¿In­fan­cia com­pli­ca­da? Vi­vía­mos en Brand­sen 1737, en una ca­sa cho­ri­zo. Era­mos sie­te en una pie­za, yo era el más chi­co. La co­ci­na es­ta­ba enfren­te y el ba­ño al fon­do, to­do pa­ra com­par­tir con las fa­mi­lias de otras seis pie­zas. Pe­ro bien, no su­frí pa­ra na­da, apar­te mis vie­jos no en­se­ña­ron a es­tu­diar y la­bu­rar, nos edu­ca­ron muy bien.

23 Sie­te en una pie­za, ahí no te po­dés pe­lear con na­die. Por suer­te mi vie­jo y mi vie­ja eran muy edu­ca­dos y nos in­cul­ca­ron res­pe­tar­nos. No nos pe­leá­ba­mos nun­ca. Y co­mía­mos en el pa­tio. Yo iba al co­le­gio “Re­pú­bli­ca de Bo­li­via” y co­mía ahí al me­dio­día. Y mis her­ma­nos tra­ba­ja­ban to­dos, así que el al­muer­zo de al­gu­na ma­ne­ra lo za­fábamos. Y a la no­che nos jun­tá­ba­mos.

24 ¿Pa­sas­te ham­bre? En ge­ne­ral no fal­ta­ba la co­mi­da. Y si fal­ta­ba, o co­mía­mos una so­la vez en el día o el me­nú era ma­te co­ci­do con tor­ta fri­ta. Eso siem­pre ha­bía, así que ham­bre no pa­sé. Se com­pli­ca­ba pa­ra ba­ñar­se: ha­bía que ha­cer la co­la y po­ner el que­ro­sén arri­ba pa­ra ca­len­tar la du­cha. Te acos­tum­bra­bas. Ten­dría­mos que vol­ver un po­co a eso pa­ra dar­le más va­lor a las co­sas. En esa ca­sa vi­ví has­ta los 11 años, cuan­do mi vie­jo pu­do aga­rrar una por­te­ría en Mon­tes de Oca 753 y ya es­tu­vi­mos más có­mo­dos, te­nía­mos cua­tro ha­bi­ta­cio­nes. Ahí vi­ví has­ta los 22 años.

25 O sea que ju­ga­bas en la Pri­me­ra de Fe­rro y vi­vías en una por­te­ría. Exac­to. Y me to­ma­ba el 25 en Ba­rra­cas y me ba­ja­ba en Pri­me­ra Jun­ta. El pri­mer de­par­ta­men­to me lo com­pré re­cién en 1983, un año des­pués de ga­nar mi pri­mer tí­tu­lo con Fe­rro, era un PH en Vi­lla Lu­ro.

26 ¿De qué tra­ba­jas­te de pi­be? Bá­si­ca­men­te de ca­de­te. Ves aquel la­bo­ra­to­rio de allá –se­ña­la por la ven­ta­na–, bue­no, ahí tra­ba­jé. Mi her­ma­no me­lli­zo era el ca­de­te de la far­ma­cia de en­fren­te, y otro la­bu­ra­ba en la pa­na­de­ría de la es­qui­na, así que nos cru­zá­ba­mos ha­cien­do los man­da­dos. Tam­bién tra­ba­jé en una ofi­ci­na que ven­día li­bros, así que re­par­tía dic­cio­na­rios y otros li­bros por las ofi­ci­nas.

27 De­bés te­ner una bue­na co­lec­ción de anéc­do­tas co­mo ca­de­te. No tan­to. Por ahí me man­da­ban a com­prar fac­tu­ras y me ha­cía una es­ca­pa­da, pa­ra­ba un ra­ti­to en ca­sa y me to­ma­ba un ca­fé con le­che con un par de me­dia­lu­nas que me afa­na­ba. Co­sas de pi­be, ino­cen­tes.

28 ¿Tu vie­jo no te pu­do ver cam­peón? Mu­rió el 13 de sep­tiem­bre de 1981 de un ata­que car­día­co. Fue a las 5 de la ma­ña­na pe­ro a mí me lo avi­sa­ron re­cién a las 7 de la tar­de, cuan­do ter­mi­nó el par­ti­do que ju­ga­mos con­tra Lo­ma Ne­gra. Se acer­có Ti­mo­teo y me di­jo: “Cam­bia­te rá­pi­do que fa­lle­ció tu pa­pá”. Así, de una. Yo llo­ra­ba co­mo lo­co, no me la es­pe­ra­ba ni a pa­los. Ese año me ayu­dó mu­cho Ca­cho Sac­car­di: a él le ha­bía pa­sa­do al­go pa­re­ci­do dos me­ses an­tes y me ha­bló y me apo­yó. Ca­cho es lo más gran­de que tu­vo Fe­rro.

Campeón Nacional dos veces con Ferrocarril Oeste, en 1982 ante Quilmes, y en 1984 ante River Plate.

29 ¿Có­mo na­ció tu fa­na­tis­mo por Bo­ca? Por mi vie­jo y por el lu­gar don­de vi­vía. Iba con un gru­po de seis ami­gos a ver to­dos los par­ti­dos. Te­nía­mos só­lo 3 car­nets de so­cio, así que en­tra­ban tres, des­pués sa­lía uno con los tres car­nets y ha­cía­mos la tí­pi­ca bi­ci­cle­ta. Hoy no es ne­ce­sa­ria tan­ta so­fis­ti­ca­ción: se lle­van pues­to to­do, te pa­san por arri­ba de los mo­li­ne­tes.

30 ¿Te pe­leas­te al­gu­na vez con ba­rras de otros equi­pos? No, pa­ra na­da, an­tes no ha­bía tan­to qui­lom­bo co­mo aho­ra. El pro­ble­ma em­pe­zó cuan­do lle­gó la fa­lo­pa, por­que hoy se ga­na gui­ta sien­do ba­rra bra­va, es un ne­go­cio, te­nés los di­ri­gen­tes que te ban­can. Y un pi­bi­to, pa­ra ga­nar re­pu­ta­ción en la ba­rra, tie­ne que pe­lear­se, en­ton­ces le me­te un pun­ta­zo a uno y su­be es­ca­lo­nes en el ran­king.

31 ¿Re­cor­dás al­gún par­ti­do en es­pe­cial co­mo hin­cha? Sí, las fi­na­les de la Li­ber­ta­do­res de 1977. Nun­ca vi tan lle­na la can­cha co­mo en aque­lla fi­nal con­tra Cru­zei­ro, la no­che del gol del To­ti Ve­glio, ga­nó Bo­ca 1-0. Y al de­sem­pa­te, en Mon­te­vi­deo, tam­bién me fui con unos ami­gos.

32 ¿Con qué te pa­gas­te el via­je si no te­nías un man­go? Fui en mi­cro, de co­la­do, ti­ra­do en el pi­so. Es cier­to, no te­nía un so­pe, pe­ro an­tes era dis­tin­to: no te­nías pla­ta y te de­ja­ban su­bir, te de­cían “da­le, ne­ne, pa­sá”. Te po­nés a pen­sar y la gen­te en esa épo­ca era más hu­ma­na, no ha­bía pro­ble­mas de gui­ta. Yo te­nía 16 años. Y en­ci­ma, el par­ti­do se tu­vo que pos­ter­gar un día por la ne­bli­na, así que me que­dé dur­mien­do en el mi­cro. No te­nía pa­ra co­mer, pe­ro la gen­te de Bo­ca te da­ba al­go. Fui sin un man­go, con la mis­ma ro­pa, su­cio, to­do, y en­tra­mos a la tri­bu­na em­pu­jan­do con mi ami­go.

33 ¿Tus vie­jos te de­ja­ron ir? Mi vie­ja ca­si me ma­ta. No sa­bía que me ha­bía ido, pe­ro se lo ima­gi­na­ba, por­que yo le ve­nía di­cien­do “mi­rá que ma­ña­na me voy, eh”. Y ella: “No te vas a nin­gún la­do”. Y me fui. Fal­té dos días a la es­cue­la y al tra­ba­jo, pe­ro en el fon­do mi vie­ja sa­bía que yo no era va­go, que tra­ba­ja­ba y es­tu­dia­ba, en­ton­ces no pa­só na­da. Esa la te­nía que ha­cer, no po­día no ir a la fi­nal.

34 Vos pu­dis­te cum­plir el sue­ño del hin­cha en el 92, cuan­do te com­pró Bo­ca. ¿Se sien­te eso o el pro­fe­sio­na­lis­mo ta­pa to­do? Sí, se sien­te. Mi pri­mer día en la Bom­bo­ne­ra, es­ta­ba con el Pro­fe He­rre­ra y tres ju­ga­do­res más pa­ra ha­cer unos tra­ba­jos fí­si­cos, en­tré a la can­cha va­cía y no te po­dés ima­gi­nar mi emo­ción... Y el día que de­bu­té, con­tra Pla­ten­se, ape­nas pi­sé el cés­ped mi­ré pa­ra el lu­gar don­de iba siem­pre co­mo hin­cha, a la tri­bu­na de so­cios, de­ba­jo de La Do­ce. No lo po­día creer. Ade­más, de pi­be vi­vía en Bo­ca. Mis va­ca­cio­nes las pa­sa­ba en la pi­le­ta de Bo­ca, a mi pri­me­ra no­via la co­no­cí en Bo­ca.

35 Tu pa­se a Bo­ca fue una ver­da­de­ra no­ve­la. Es que la gen­te de Tou­lou­se no me que­ría de­jar ir, me que­rían mu­cho. El día que apa­re­ció la ofer­ta de Bo­ca, diez di­ri­gen­tes se reu­nie­ron con­mi­go y me ti­ra­ron so­bre la me­sa un con­tra­to en blan­co por 10 años, de los que po­dían ser tres co­mo fut­bo­lis­ta y el res­to co­mo téc­ni­co o ma­na­ger. Y yo no lo acep­té, mi ob­je­ti­vo era ju­gar en Bo­ca, no pen­sa­ba en otra co­sa. Los ti­pos no me en­ten­dían, no me que­rían de­jar ir. Me san­cio­na­ron. In­clu­so pu­sie­ron una bom­ba mo­lo­tov en la puer­ta de la ca­sa del pre­si­den­te.

Tres generaciones de boquenses: Marzolini, Márcico y Gatti.

36 ¿Có­mo se des­tra­bó? Yo te­nía bue­na re­la­ción con el pre­si­den­te. Un día fui a co­mer a su ca­sa y le di­je que ju­gar en Bo­ca era un sue­ño de to­da la vi­da, así que ter­mi­nó aflo­jan­do. He­ller via­jó a Fran­cia y ter­mi­nó de ce­rrar el te­ma. La pla­ta la pu­so Ale­jan­dro Ro­may, por­que Bo­ca cam­bió pla­ta por cua­tro par­ti­dos te­le­vi­sa­dos pa­ra traer­me a mí.

37 De pi­be te ha­bías pro­ba­do en Bo­ca, no? Sí, te­nía 15 años y me lle­vó mi her­ma­no ma­yor. Ju­gué un pi­ca­do pe­ro no me mi­ra­ban. Mi her­ma­no les gri­ta­ba a los téc­ni­cos: “Mi­ren a és­te, que es hin­cha de Bo­ca, ¿por qué no lo mi­ran?”. No pa­só na­da. En Cha­ca­ri­ta tam­bién me bo­cha­ron. En una prue­ba hay que te­ner un po­co de suer­te pa­ra que te vean. Hoy te dan más bo­la, es dis­tin­to, por­que es­tá el ne­go­cio.

38 ¿A Fe­rro có­mo lle­gas­te? Me pro­bé en Ra­cing, don­de es­ta­ba Ca­cho Gi­mé­nez (Juan Car­los). Que­dé, pe­ro co­mo ha­bía lle­ga­do des­pués del fi­cha­je, no po­día ju­gar. Y me abu­rría co­mo lo­co. En­ton­ces me fui. Te­nía ca­si 17 años. Dos años des­pués, ya bas­tan­te gran­de, con 19 años y me­dio, un ami­go me co­men­tó que en Fe­rro es­ta­ban pro­ban­do. Fui. ¿Y quién to­ma­ba la prue­ba...? Ca­cho Gi­mé­nez.

39 Te to­mó de en­tra­da. “Yo a vos te co­noz­co”, me di­ce. Y en­se­gui­da se acor­dó y me man­dó a ju­gar. An­du­ve bien y me di­jo que me iba a lla­mar al po­co tiem­po.

40 Ha­brás pen­sa­do: más de lo mis­mo. No tu­ve de­ma­sia­do tiem­po. Una se­ma­na des­pués lla­mó a ca­sa y me ci­tó pa­ra ju­gar un par­ti­do ofi­cial de Ter­ce­ra, con­tra All Boys. Yo no es­ta­ba, aten­dió mi her­ma­no. Y cuan­do lle­gó me di­jo que al otro día te­nía que ir a Fe­rro a ju­gar. No te­nía ni bo­ti­nes, así que fui­mos a una ca­sa de de­por­tes, por­que co­no­cía­mos al due­ño y com­pra­mos un par de Ful­ven­ce. Al día si­guien­te fui al ban­co, per­día­mos 3-0, y me hi­zo en­trar en los úl­ti­mos 15 mi­nu­tos. En­tré y me­tí un gol im­pre­sio­nan­te. Al otro día me hi­zo fi­char. ¡Mi­rá qué cu­lo, no!: 15 mi­nu­tos y aden­tro. Así son las co­sas en el fút­bol: siem­pre ne­ce­si­tás un to­que de suer­te. Así em­pe­cé mi ca­rre­ra en el fút­bol de gran­de, con ca­si 20 años, sin ha­cer di­vi­sio­nes in­fe­rio­res.

41 ¿Se no­ta la di­fe­ren­cia por no ha­cer in­fe­rio­res? Lo no­té en los pri­me­ros tiem­pos por­que me aca­lam­bra­ba mu­cho. El te­ma era en lo fí­si­co, no en lo fut­bo­lís­ti­co, por­que yo ve­nía ju­gan­do en la vi­lla por gui­ta, en la vi­lla de la ca­lle Lu­na, cer­ca de la can­cha de Hu­ra­cán. Sá­ba­do y do­min­go ju­gá­ba­mos por gui­ta to­do el día. Esos fi­nes de se­ma­na mu­chas ve­ces du­pli­ca­ba mi suel­do con lo que ga­na­ba ju­gan­do. Pe­ro no ha­bía pro­ble­mas, ni pi­ñas, no se ju­ga­ba con ma­la le­che, ha­bía có­di­gos en la vi­lla. An­tes, aho­ra es di­fe­ren­te. Aho­ra te van a afa­nar los pen­de­jos.

42 Eduar­do Ba­si­ga­lup, com­pa­ñe­ro tu­yo en Fe­rro, te pu­so en el po­dio de los me­jo­res ju­ga­do­res que vio, con Ma­ra­do­na y Zi­da­ne, y di­jo que te per­ju­di­có que es­tu­vis­te en equi­pos chi­cos en tus me­jo­res mo­men­tos. ¿Es así? Y... Ba­si­ga­lup es­tá me­dio lo­co... Es un ami­go, por eso lo di­jo. No sé, pue­de ser que ha­ya te­ni­do mo­men­tos muy al­tos. Yo ju­gué cin­co años en Fe­rro y es­tu­ve tres ve­ces ter­na­do pa­ra el Olim­pia de Pla­ta. La pri­me­ra vez lo ga­nó Gat­ti; la se­gun­da, Bo­chi­ni, cuan­do en rea­li­dad la me­re­cía yo, y la úl­ti­ma fi­nal­men­te lo ga­né, en el 84.

El defensor de River le deja la puerta abierta al túnel del Beto.

43 ¿Quién te en­tre­gó el pre­mio? ¡Vos po­dés creer que no fui a re­ci­bir­lo! Ve­nía ca­lien­te por­que ha­bía ido las dos ve­ces an­te­rio­res y no ha­bía ga­na­do. Así que me en­te­ré es­cu­chan­do la ra­dio. Lo re­ci­bió San­tia­go Ley­den, que des­pués me ca­gó a pe­dos por no ha­ber ido. Pe­ro vol­vien­do a la pre­gun­ta, creo que tu­ve gran­des mo­men­tos, pe­ro sin lle­gar al ni­vel de Die­go, sí a un se­gun­do pe­lo­tón. Apar­te, pa­ra mí, a Zi­da­ne no se lo pue­de com­pa­rar con Pla­ti­ni, na­da que ver. Pla­ti­ni fue diez ve­ces me­jor, era ca­po ca­po, un es­ca­lón por de­ba­jo de Die­go.

44 ¿Por qué un día te plan­tas­te an­te la ba­rra de Fe­rro? Fue en un par­ti­do con­tra Ins­ti­tu­to, yo es­ta­ba sin con­tra­to, por el 20 por cien­to. Me can­ta­ron to­do el tiem­po: “Be­to, hi­jo de pu­ta, la pu­ta que te pa­rió...” Hi­ce un go­la­zo y el Ga­lle­go Gon­zá­lez me se­ña­ló, co­mo pa­ra que me aplau­die­ran. ¡Po­bre Ga­lle­go, lo em­pe­za­ron a pu­tear a él tam­bién! Ter­mi­nó el par­ti­do y tu­ve que sa­lir con cus­to­dia po­li­cial. Y cuan­do se fue la ca­na, pe­gué me­dia vuel­ta con mis her­ma­nos, y en­ca­ré a la ba­rra: “¿Cuál es el pro­ble­ma, pa­pi? Aho­ra que no es­tá la ca­na, ¿con quién me ten­go que pe­lear”. Ba­ja­ron to­do: “No, de­já, Be­to”.

45 ¿Por qué es­ta­bas sin con­tra­to? Por­que esa di­ri­gen­cia en­ca­be­za­da por Ley­den, que era ho­nes­ta y cui­da­ba al club con to­do su amor, ahí se equi­vo­có. Yo me acuer­do de que en el 82 me qui­so el Amé­ri­ca de Mé­xi­co y me ta­sa­ron co­mo en un pa­lo y me­dio, una bar­ba­ri­dad, pe­ro des­pués, cuan­do fui a pe­dir un con­tra­to acor­de, me ofre­cían dos man­gos. No que­rían lar­gar na­da. Si cuan­do fui­mos cam­peo­nes nos re­ga­la­ron un lla­ve­ro de pla­ta. ¡Un lla­ve­ro por el pri­mer cam­peo­na­to en la his­to­ria del club, ¿a vos te pa­re­ce?! Al fi­nal seis ju­ga­do­res fir­ma­mos por el 20 por cien­to y que­da­mos li­bres, en­tre otros Cú­per, Ga­rré, Ba­si­ga­lup y yo. Y per­die­ron un ca­pi­tal va­lio­so.

46 Fi­nal del Na­cio­nal 84: Ri­ver 0-Ferro 3. Mi me­jor par­ti­do en Fe­rro, y uno de los me­jo­res de mi vi­da. Inol­vi­da­ble, que­ría que no se ter­mi­ne más. El Mo­nu­men­tal se que­dó mu­do. Todos los me­dios grá­fi­cos me pu­sie­ron 10. Bailamos al Ri­ver de Alon­so y Fran­ces­co­li. En la re­van­cha, íba­mos 1-0 arri­ba, la hin­cha­da de Ri­ver que­mó los ta­blo­nes y se sus­pen­dió el par­ti­do.

47 ¿Pa­ra qué pin­ta tu hi­jo Lu­cas co­mo fut­bo­lis­ta? Jue­ga bien, yo creo que va a lle­gar, por­que le gus­ta y por­que es­tá en un club lin­do, que es Fe­rro. Se tie­ne que adap­tar al fút­bol ar­gen­ti­no, él hi­zo to­das las in­fe­rio­res en Tou­lou­se. Jue­ga de en­gan­che, de nue­ve, un po­qui­to co­mo yo. Es­tá en la Cuar­ta, el año que vie­ne tie­ne que ir gol­pean­do la puer­ti­ta de Pri­me­ra.

48 ¿Por qué te que­das­te sie­te años en un club me­dia­no co­mo el Tou­lo­se, no te­nías am­bi­cio­nes de cam­peo­nar? Es­ta­ba muy bien yo y mis hi­jos también, no que­ría ir­me. Y sa­li­mos tres ve­ces ter­ce­ros.

En Toulouse jugó siete años y fue Gardel. La mejor etapa futbolística de su vida.

49 Si Pu­si­ne­ri no me­tía ese ca­be­za­zo en 2002... (In­te­rrum­pe) Hoy es­ta­ría­mos tra­ba­jan­do con el Maes­tro Ta­bá­rez o qui­zás nos hu­bié­se­mos que­da­do en Bo­ca uno o dos años más.

50 Se di­jo que el Maes­tro se iba y vos te que­da­bas. Una lo­cu­ra to­tal. Se di­je­ra lo que se di­je­ra, tan­to el Maes­tro co­mo yo te­nía­mos las co­sas muy cla­ras: en cuan­to se fue­ra él, yo me iba atrás. Cual­quier otra co­sa era un dis­pa­ra­te.

51 ¿Có­mo sur­ge el pro­yec­to con Ro­ber­to Di­gón? Me lla­mó por te­lé­fo­no y me pro­pu­so un pro­yec­to de­por­ti­vo, co­mo ase­sor o ma­na­ger, con Bian­chi de téc­ni­co. Las elec­cio­nes son a fin de año. A mí me en­can­ta­ría tra­ba­jar en Bo­ca y Di­gón me pa­re­ce un ti­po muy de­re­cho.

52 ¿A Bian­chi lo co­no­cés de Fran­cia? Ju­gué al­gún Fe­rro-Vé­lez con­tra él, y nos vi­mos en al­gu­na que otra reu­nión de Bo­ca, na­da más que eso. Se­ría un lu­jo po­der tra­ba­jar con él, no só­lo por lo que dio en Bo­ca, es un ti­po del que po­dés apren­der mu­chí­si­mo.

53 Ha­brás mal­de­ci­do por los go­les de Bo­ca con­tra Gre­mio, en­ton­ces. Nooo, yo siem­pre quie­ro que Bo­ca ga­ne. Si tu­vie­ra que es­pe­rar un mal re­sul­ta­do de Bo­ca pa­ra en­trar, no jue­go en ésa. Lo cier­to es que acá no hay mu­cho pa­ra cri­ti­car en lo de­por­ti­vo, só­lo hay que co­rre­gir al­gu­nas co­sas.

54 ¿Có­mo con­ven­cés al hin­cha de Bo­ca de que no le con­vie­ne la con­ti­nui­dad de Ma­cri? Lo que pa­sa es que Ma­cri ya no va a es­tar. Y aun­que se quie­ra se­guir con lo su­yo, se­rá sin Ma­cri. No es un de­ta­lle me­nor. Igual, po­de­mos me­jo­rar al­gu­nas co­sas, co­mo las in­fe­rio­res.

55 ¿Qué co­sas hi­zo mal Ma­cri? En in­fe­rio­res se pue­den pro­mo­ver más chi­cos y no de­be­ría ha­ber tan­tos cam­bios en la con­duc­ción co­mo hu­bo. Y hay que apun­tar más a lo ofen­si­vo, Bo­ca tie­ne que sa­car más ju­ga­do­res ofen­si­vos. Des­pués, en Pri­me­ra, es­tá cla­ro que Bo­ca ga­nó to­do con Ma­cri, pe­ro por su­pues­to no hay que ol­vi­dar que es­ta­ba Bian­chi. Con él em­pe­zó to­do. Pa­ra mí, Bian­chi es el pa­dre de la cria­tu­ra. No ol­vi­de­mos que an­tes de Bian­chi, Bo­ca tu­vo otros téc­ni­cos im­por­tan­tes, así que es­ta era, Bo­ca se la de­be a Bian­chi, él ma­ne­ja­ba to­do.

56 ¿O sea que pa­ra vos a Ma­cri lo sal­vó Bian­chi? A Ma­cri lo sal­vó Bian­chi, sin nin­gu­na du­da. Y a Bo­ca lo sal­va­ron Car­los He­ller y An­to­nio Ale­gre. Te pue­do ase­gu­rar que cual­quier otro que lo aga­rra­ra, Bo­ca de­sa­pa­re­cía o ter­mi­na­ba co­mo Ra­cing, ge­ren­cia­do.

57 ¿Có­mo es tu re­la­ción con Ma­cri? Bue­na, con­mi­go se por­tó bien, cuan­do es­tu­vi­mos con el Maes­tro tu­vi­mos el apo­yo en to­do pa­ra que un téc­ni­co tra­ba­je tran­qui­lo.

A Menotti lo conoció de grande en Boca y fue seducción a primera vista.

58 ¿Quién te lim­pió de Bo­ca co­mo ju­ga­dor: Bi­lar­do o Ma­cri? Los dos.

59 ¿Quién te­nía más ga­nas? Me pa­re­ce que Bi­lar­do. Pe­ro, ojo: yo tam­bién que­ría ir­me. Cuan­do me en­te­ré de que ve­nía Bi­lar­do, no qui­se se­guir por­que no me gus­ta­ba có­mo tra­ba­ja. Yo ha­bía es­ta­do con él en la Se­lec­ción y no tu­ve pro­ble­mas pe­ro tam­po­co te­nía una gran re­la­ción. No me gus­ta­ba por­que era me­dio ma­niá­ti­co pa­ra la­bu­rar, rom­pía mu­cho los hue­vos.

60 ¿Gri­guol no era tan ob­se­si­vo co­mo Bi­lar­do? Pa­ra na­da, es otra co­sa.

61 ¿Te pe­leas­te con Bi­lar­do? No, ni si­quie­ra ha­blé con él ni con Pum­pi­do ni Brown, sus ayu­dan­tes, a los que co­no­cía de la Se­lec­ción. Ja­más tu­vi­mos un ca­ra a ca­ra, no sé por qué. Me se­pa­ra­ron del plan­tel a mí y a va­rios más y nos man­da­ron a en­tre­narnos al Par­que Sar­mien­to. Un día, con ese equi­po de “col­ga­dos” fui­mos a ju­gar un par­ti­do con­tra Gim­na­sia y ahí me vio el Vie­jo Ti­mo­teo. “Quie­ro que ven­gas, pe­ro te­nés que ba­jar 6 ki­los por lo me­nos”, me di­jo. Y ahí fui.

62 ¿El 6-0 a Bo­ca, en la rei­nau­gu­ra­ción de la Bom­bo­ne­ra, lo go­zas­te o lo su­fris­te? Es­ta­ba fe­liz por­que ha­bía­mos que­da­do pun­te­ros, na­da en es­pe­cial. “Gor­do, de­be ser el día más fe­liz de tu vi­da”, me di­jo Cú­per por te­lé­fo­no. Pe­ro na­da que ver. Yo no soy ren­co­ro­so, por lo me­nos en esas co­sas. Lo soy si me ca­ga un ami­go, pe­ro, bue­no, tam­bién es cier­to que yo tam­bién me qui­se ir de Bo­ca cuan­do lle­gó Bi­lar­do, sa­bía que si me que­da­ba no iba a ju­gar.

63 Una di­fí­cil: ¿Gri­guol o Me­not­ti? El pa­pá mío es Ti­mo­teo, pe­ro lo que co­no­cí con el Fla­co Me­not­ti a los 34 años me se­du­jo te­rri­ble­men­te. La­men­to mu­chí­si­mo no ha­ber­lo co­no­ci­do an­tes. Apar­te, Ti­mo­teo y Me­not­ti te­nían co­sas muy pa­re­ci­das.

64 Sin em­bar­go, uno aso­cia a Gri­guol más con Bi­lar­do que con Me­not­ti. Na­da que ver. Ni a Gri­guol ni a Me­not­ti les gus­ta ha­cer tiem­po: con Ti­mo­teo fal­ta­ban cin­co mi­nu­tos, ga­na­bas 1-0 y si no sa­ca­bas rá­pi­do el la­te­ral, se eno­ja­ba. A los dos tam­bién les gus­ta la pe­lo­ta al pi­so.

65 ¿Qué le pa­sa a Gim­na­sia que es­tá cer­ca de ga­nar un tí­tu­lo y se cae al fi­nal? Es­ta vez lo ma­tó el pre­si­den­te, la ca­ga­da que se man­dó con Gi­mé­nez, eso fue un ma­za­zo y ahí em­pe­zó el to­bo­gán. Gim­na­sia es un sen­ti­mien­to, ya se le va a dar.

Foto: Alejandro Del Bosco.

66 ¿Con Ma­tu­ra­na? Ha­bría que en­con­trar un reem­pla­zan­te, por­que Ma­tu­ra­na es muy buen téc­ni­co, pe­ro co­no­ce po­co del fút­bol ar­gen­ti­no.

67 ¿Có­mo es el fút­bol fran­cés? Ra­pi­dí­si­mo, muy pa­re­ci­do al in­glés, se jue­ga mu­cho por aba­jo y en 3 o 4 to­ques es­tán en el ar­co. Es frío, pe­ro muy lin­do pa­ra ju­gar. Y me gus­tó mu­cho por­que es el ver­da­de­ro fút­bol: ga­nás o per­dés, pe­ro si de­jas­te to­do en la can­cha, el hin­cha no se po­ne lo­co, y te aplau­de, así te va­yas al des­cen­so.

68 Tu día más fe­liz en el fút­bol. Cuan­do ga­né los cam­peo­na­tos, tan­to en Fe­rro y en Bo­ca, y cuan­do la Bom­bo­ne­ra me can­tó el fe­liz cum­plea­ños con los en­cen­de­do­res pren­di­dos, un vier­nes a la no­che.

69 El más tris­te. Cuan­do me fui de Bo­ca.

70 ¿Es­ta­bas pa­ra ju­gar al­gún mun­dial? Sí, pa­ra el 86 y el 90 es­ta­ba en ni­vel pa­ra ju­gar. Yo par­ti­ci­pé de las eli­mi­na­to­rias 86 y de ese gru­po que­da­mos 11 ju­ga­do­res afue­ra. Ju­gué en Ve­ne­zue­la el pri­mer par­ti­do, aque­lla vez que ba­ja­mos del mi­cro pa­ra en­trar al ho­tel y de atrás de unas va­llas un ti­po le ti­ró una pa­ta­da a Ma­ra­do­na y le de­jó una pe­lo­ta en la ro­di­lla.

71 ¿Y en el 90 que pa­só? Bi­lar­do man­dó a En­zo Tros­se­ro una se­ma­na pa­ra que me vie­ra, pe­ro se ve que su in­for­me no de­be ha­ber si­do muy bue­no que digamos.

72 ¿No le fal­tó más Se­lec­ción a tu ca­rre­ra? Sí, pe­ro caí en una épo­ca en que es­ta­ban Bi­lar­do en el ban­co y Ma­ra­do­na aden­tro de la can­cha. Si el téc­ni­co hu­bie­se si­do Gri­guol, creo que ha­bría si­do di­fe­ren­te.

En la seleccion jugó poco, con Bilardo y Basile. Se quedó con ganas de un Mundial. En la foto con Burruchaga adelante y Trossero detrás.

73 Tu Se­lec­ción ar­gen­ti­na hoy.  Ab­bon­dan­zie­ri; Iba­rra, Aya­la, Mi­li­to, Hein­ze; Lu­cho Gon­zá­lez, Ve­rón, Mas­che­ra­no, Ri­quel­me; Te­vez y Mes­si.

74 ¿Por qué no te fue bien co­mo DT? En Chi­ca­go co­me­ti­mos un error: con­fiar en 2 o 3 di­ri­gen­tes en los que no ten­dría­mos que ha­ber con­fia­do. Pe­día­mos un ju­ga­dor y nos traían otro, que en­ci­ma era más ca­ro y no lo que­ría­mos. En su mo­men­to lo acep­ta­mos, pe­ro fue un error. Des­pués uno de los di­ri­gen­tes tu­vo un jui­cio pe­nal por­que aga­rró mu­cha gui­ta por afue­ra...

75 Cuán­do un téc­ni­co tam­ba­lea, ¿son va­rios los que es­tán con el se­rru­cho lis­to? Sí, vie­jo, acá se per­die­ron to­do ti­po de có­di­gos. Son muy po­cas las ex­cep­cio­nes...

76 ¿Se pue­de cam­biar? No, las co­sas van pa­ra peor. Acá hay que edu­car a la gen­te, ne­ce­si­tás más es­cue­las y que el maes­tro sea más im­por­tan­te que el alum­no, por­que acá se creen que el alum­no es más im­por­tan­te que el maes­tro. Por­que si el alum­no se sa­ca ma­la no­ta no te­nés que en­ten­der al alum­no. No lo te­nés que en­ten­der pa­ra na­da: te­nés que po­ner­le un uno y an­dá a es­tu­diar, va­go de mier­da, de­ja­te de rom­per las pe­lo­tas. Esos que to­man los co­le­gios por­que no les gus­ta el rec­tor, ¿dón­de la vis­te? ¿Es­ta­mos to­dos lo­cos?

77¿Des­pués de esa ma­la ex­pe­rien­cia en Chi­ca­go, ¿DT nun­ca más? Tu­ve po­si­bi­li­da­des, me ha­bla­ron, pe­ro no me atraía. Igual no ce­rré de­fi­ni­ti­va­men­te nin­gu­na puer­ta... No, por­que si me vie­ne a bus­car Bo­ca, ¿có­mo la voy a ce­rrar?

78 ¿Te fal­ta ha­cer un po­qui­to más de lobby en la te­le­vi­sión? Me lla­ma­ron 50 mil ve­ces pa­ra tra­ba­jar en tevé co­mo pa­ne­lis­ta, pe­ro no me in­te­re­sa. No me gus­ta por­que de­pen­dés mu­cho del pe­rio­dis­ta que ma­ne­ja el pro­gra­ma y te lle­va a de­cir lo que él quie­re. Esas co­sas me dan pe­na.

79 ¿Por qué a Giun­ta, que le va muy bien en el as­cen­so, le cues­ta lle­gar a Pri­me­ra? ¿Es un cír­cu­lo muy ce­rra­do el de Pri­me­ra? El Lo­co ya va a lle­gar a Pri­me­ra. Es un ti­po muy que­ri­do en el am­bien­te, muy que­ri­do por los ju­ga­do­res.

80 El me­jor ami­go que te dio el fút­bol. Giun­ta y Sa­tur­no. Blas Ar­man­do es un ami­ga­zo, lo co­no­cí de gran­de, ya en Bo­ca y se dio una re­la­ción di­fí­cil de ex­pli­car: ter­mi­ná­ba­mos el en­tre­na­mien­to y nos íba­mos a co­mer a un res­tau­rante to­dos los días.

81 ¿Es cier­to que en tu épo­ca de Bo­ca te­nías un BMW ne­gro en el que guar­da­bas de to­do? Sí, es­ta­ba lle­no de ro­pa y de cham­pag­ne. A Bo­ca ve­nía un gor­do a ven­der co­sas y yo siem­pre le com­pra­ba: tres ca­mi­sas, dos pan­ta­lo­nes, y los guar­da­ba en el baúl, así que mi au­to ter­mi­nó sien­do un ro­pe­ro. Le pres­ta­ba al que me pe­día. Tam­bién guar­da­ba cham­pag­ne en una he­la­de­ri­ta y to­má­ba­mos de ahí.

82 ¿Te sor­pren­dió que Ra­món Díaz ga­na­ra el tí­tu­lo en San Lo­ren­zo? No, yo no pen­sa­ba que era un bu­rro, era de los que creían que tu­vo su cuo­ta de res­pon­sa­bi­li­dad en los éxi­tos de Ri­ver. Nun­ca du­dé de su per­so­na­li­dad. La de­mos­tró ju­gan­do, uno de los me­jo­res go­lea­do­res que vi.

83 ¿Y te sor­pren­de que a Pas­sa­re­lla le va­ya tan mal des­de que se se­pa­ró de Ga­lle­go? Pa­ra mí, Pas­sa­re­lla fue siem­pre el Ma­ra­do­na de los de­fen­so­res y es un ti­po que tie­ne mu­chí­si­ma per­so­na­li­dad y co­no­ce mu­cho de fút­bol. La ver­dad que sí, me lla­ma mu­cho la aten­ción que no pue­da te­ner un ren­di­mien­to acor­de a lo que él sa­be y pue­de.

Los dos Betos: Alonso y Márcico.

84 Un pe­rio­dis­ta. Víc­tor Hu­go, Ho­ra­cio Pa­ga­ni, Ale­jan­dro Fab­bri, Ale Fantino y Fer­nan­do Pa­si­ni.

85 Hay ju­ga­do­res que le ha­cen la ca­ma a un téc­ni­co. ¿Ver­da­de­ro o fal­so? Ver­da­de­ro, se la pue­den ha­cer.

86 ¿En Bo­ca pa­só eso con La Vol­pe? No creo, los que más que­rían ser cam­peo­nes eran los ju­ga­do­res.

87 ¿Y cuán­do se la ha­cen? Cuan­do te pe­leas con el téc­ni­co.

88 ¿Los ju­ga­do­res no ven bien que el DT ha­ble mu­cho con la pren­sa? No gus­ta mu­cho.

89 El in­sul­to más di­ver­ti­do que es­cu­chas­te en una can­cha. Yo ju­ga­ba pa­ra Bo­ca, te­nía la ca­mi­se­ta blan­ca, y des­de los pal­cos vie­jos me gri­ta­ron: “Már­ci­co, pa­re­cés un ter­mo­tan­que”. Y le con­tes­té: “Sa­bés que te­nés ra­zón”.

90 ¿Qué se hi­zo mal en el úl­ti­mo Mun­dial? Mes­si de­bió ha­ber te­ni­do más mi­nu­tos en can­cha, so­bre to­do con los ale­ma­nes, que te­nían dos cen­tra­les muy pe­sa­dos. Ese pi­be va pa­ra ser un fe­nó­me­no de ver­dad. No co­mo Die­go, pe­ro ahí, bas­tan­te cer­ca. De to­dos los que pa­sa­ron has­ta aho­ra, es el que es­tá más cer­ca de Die­go. Y des­pués fal­tó ese plus. De­cir: es­te es el mo­men­to de sa­car las tri­pas. Y no se sa­ca­ron las tri­pas con­tra Ale­ma­nia.

91 Los 5 me­jo­res ju­ga­do­res que vis­te. Ma­ra­do­na, Pla­ti­ni, Cruyff, Ro­nal­do y Van Bas­ten.

En Gimnasia sufrió dos serias lesiones en el final pero igual dejó su huella.

92 ¿Hay mu­cha co­me­ta en el mun­do del fút­bol? Sí, es­to se mue­ve to­do por co­me­ta. Y no hay ma­ne­ra de erra­di­car­la, to­do va pa­ra peor. Si aho­ra se ne­go­cian pi­bi­tos de 13 años.

93 ¿Por qué na­die lo de­nun­cia? Por­que es­tán to­dos en la mor­di­da, no les con­vie­ne.

94 ¿Te aga­rras­te a pi­ñas al­gu­na vez con un com­pa­ñe­ro? Con Fe­rra­che, en el Tou­lou­se. Me ha­cía ges­tos y le co­men­té a Ta­ran­ti­ni: de­ci­le que no me ha­ga más ges­tos por­que lo voy a ca­gar a trom­pa­das. No me dio pe­lo­ta, así que lle­gué al ves­tua­rio y lo ca­gué a trom­pa­das, pe­ro lo ca­gué bien a trom­pa­das.

95 ¿Por qué per­die­ron el Aper­tu­ra 95 con Mar­zo­li­ni, iban pri­me­ros có­mo­dos con 6 pun­tos de ven­ta­ja? Por­que nos fal­tó hu­mil­dad y con­duc­ta, ha­bía un po­co de des­con­trol.

96 Si no hu­bie­ras si­do fut­bo­lis­ta... Hu­bie­se si­do pro­fe­sor de gim­na­sia de co­le­gio, eso que­ría ser yo. Una vez sa­lió en El Grá­fi­co que ha­bría si­do cho­rro, pe­ro era en jo­da...

97 ¿Caís­te mu­chas ve­ces en ca­na? Un par. Una vez, es­tá­ba­mos ju­gan­do al bi­llar con mis ami­gos, y hu­bo una raz­zia. Fue en el 78, es­ta­ban los mi­li­ta­res, y nos me­tie­ron por ave­ri­gua­ción de an­te­ce­den­tes. Nos aga­rra­ron un vier­nes y nos lar­ga­ron el do­min­go, en la Co­mi­sa­ría 1ª. Cla­ro, la má­qui­na de an­te­ce­den­tes tar­da­ba 48 ho­ras en dar la in­for­ma­ción.

98 ¿Qué son los có­di­gos del fút­bol?No hay có­di­gos de fút­bol, hay có­di­gos de la vi­da. Los có­di­gos de la vi­da son ser bue­na gen­te, no man­dar en ca­na al otro, ser res­pe­tuo­so, no afa­nar, esos son có­di­gos. La­men­ta­ble­men­te, en el fút­bol y en la so­cie­dad se per­die­ron: hoy te ca­gan a trom­pa­das a un vie­ji­to de 80 años pa­ra afa­nar­le al­go.

99 ¿Por qué se per­die­ron? Por la fa­lo­pa, que arrui­nó to­do. Con el al­co­hol an­tes te em­bo­rra­cha­bas, te do­lía la ca­be­za y te que­rías ir a dor­mir. Si te que­rías pe­lear, te ca­ga­ban a trom­pa­das. La fa­lo­pa, en cam­bio, te ex­ci­ta y te pi­de más. Con la fa­lo­pa te ha­cés el ma­lo y te ca­gan a ti­ros. La fa­lo­pa ma­tó a to­dos. Y lle­ga tan fá­cil... se com­pra en cual­quier es­qui­na.

100 Sos un co­rren­ti­no, con có­di­gos de Ba­rra­cas y un to­que fran­cés. ¿Qué pre­va­le­ce? ¡Una mez­cla ex­tra­ña, no! Pe­ro yo ten­go más de Ba­rra­cas, sin du­das...

 

Diego Borinsky (2007)

 


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