LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Ubaldo Fillol: 100x100

Por Redacción EG · 01 de mayo de 2023

En el día del arquero homenajeamos al que para muchos fue el mejor de la historia del fútbol argentino en su puesto: Ubaldo Matildo Fillol. Pasen y lean un 100 x 100 histórico, otra joya de El Gráfico.


1 ¿A quién se le ocu­rrió “Ubal­do Ma­til­do”? Mi ma­má me pu­so el nom­bre de su pa­dre, el abue­lo Ubal­do, y mi vie­jo no qui­so ser me­nos y agre­gó el del su­yo, Ma­til­do. Se es­ti­la­ba bas­tan­te. Son par­ti­cu­la­res, pe­ro a mí me en­can­tan.

2 ¿Un ar­que­ro de 20 años pue­de ser ti­tu­lar en un Mun­dial o es un pues­to en el que no se pue­de arries­gar? La je­rar­quía no tie­ne edad.

3 ¿Na­va­rro Mon­to­ya no me­re­cía una chan­ce en la Se­lec­ción? Me gus­ta Na­va­rro Mon­to­ya co­mo ar­que­ro, pe­ro creo que lo per­ju­di­có no mos­trar el mis­mo ni­vel en Es­pa­ña que aquí, no tu­vo la mis­ma je­rar­quía en Eu­ro­pa que en Ar­gen­ti­na. Qui­zás por eso no tu­vo la opor­tu­ni­dad.

4 ¿Con es­te Bra­sil hay que pe­lear por el se­gun­do pues­to? Bra­sil tie­ne un equi­po de gran je­rar­quía pe­ro pue­do dar fe, por ha­ber­los en- fren­ta­do mu­chas ve­ces y por ha­ber ata­ja­do en Fla­men­go, que la úni­ca se­lec­ción a la que res­pe­tan, y mu­cho, es a la Ar­gen­ti­na.

2006. El Pato en su hábitat, el arco, con ropa de Selección. Viajó al Mundial de Alemania 2006 para trabajar con los arqueros. Foto: Jorge Dominelli.

5 ¿Cuá­les de­ben ser las vir­tu­des prin­ci­pa­les del buen ar­que­ro? La ma­te­ria pri­ma, en el ar­que­ro, es fun­da­men­tal. Y a tra­vés de lo que vi creo mu­chí­si­mo en la po­ten­cia de pier­nas, en el ca­rác­ter y en los re­fle­jos del ar­que­ro. Hoy, tam­bién es de­ci­si­vo sa­ber ju­gar con la pe­lo­ta. To­do ar­que­ro que no ten­ga buen ma­ne­jo del pie no es­tá en con­di­cio­nes de ju­gar un Mun­dial ni de ata­jar en el al­to ren­di­mien­to.

6 ¿No te fi­jás en el es­ti­lo? Acá se con­fun­dió mu­cho a la gen­te. El ob­je­ti­vo pri­mor­dial del ar­que­ro es que la pe­lo­ta no en­tre en el ar­co; el es­ti­lo es un ac­ce­so­rio.

7¿Qué tra­ba­jas­te en es­ta eta­pa pre­via al Mun­dial? Apun­té mu­cho al tra­ba­jo de pier­nas. En el pre­dio de la AFA ten­go un ca­jón gran­de de are­na, y ahí la­bu­ré bas­tan­te: en la are­na te en­te­rrás y al prin­ci­pio te cues­ta ho­rro­res arran­car, des­pués ad­qui­rís po­ten­cia. Tam­bién les hi­ce un ca­len­ta­mien­to de sal­to en so­ga, co­mo los bo­xea­do­res. Em­pie­zo con 5 es­ta­cio­nes de 50 sal­tos y lle­go a 10 de 100. La ma­yo­ría no es­tá acos­tum­bra­da, in­clu­so los pi­bes más jó­ve­nes no sa­ben ni sal­tar, pe­ro des­pués apren­den.

8 ¿Có­mo tra­ba­jás los re­fle­jos? Con mu­chas pe­lo­tas. Los pon­go de es­pal­das, y cuan­do voy a pa­tear to­co el sil­ba­to, gi­ran, y tie­nen la pe­lo­ta en­ci­ma. Tam­bién ejer­ci­to la reac­ción: los pon­go mi­ran­do el ar­co, a la al­tu­ra del área chi­ca hay dos ju­ga­do­res de ca­da la­do, otros dos ti­pos de­lan­te de la pe­lo­ta fue­ra del área, y cuan­do voy a pa­tear se cru­zan to­dos. Y an­dá a ata­jar­la. Pa­ra re­ten­ción y re­fle­jos uso pe­lo­tas de vo­ley, que re­bo­tan y se mue­ven mu­cho. Otra de las co­sas en las que ha­go hin­ca­pié es en le­van­tar­se rá­pi­do. Hay ar­que­ros que se le­van­tan en 3 o 4 mo­vi­mien­tos, y yo los obli­go a que lo ha­gan en uno so­lo. Se los ex­pli­co ti­rán­do­me al sue­lo. Si bien hay mu­chos vi­deos y li­bros, a es­tos ejer­ci­cios los sa­qué yo. An­tes era ma­te­ria pri­ma ata­jan­do y aho­ra soy ma­te­ria pri­ma ar­man­do ejer­ci­cios.

Manos magicas y cara de nene. La producción para El Gráfico, en los comienzos.

9 ¿Les con­tás co­sas que te pa­sa­ron? Al­go, pe­ro lo ha­re­mos más se­gui­do cuan­do pue­da es­tar con­cen­tra­do con ellos.

10 Vos que te can­sas­te de ata­jar pe­na­les, ¿cuál es la cla­ve? Hay que ser me­dio gi­ta­no, te­ner bue­nos re­fle­jos y bue­nas pier­nas. Gi­ta­no por­que hay que adi­vi­nar, re­fle­jos por­que hay que ir y ma­no­tear y pier­nas por­que por más que adi­vi­nés, si las pier­nas no te dan pa­ra lle­gar, no la sa­cás. Al ar­que­ro mu­chas ve­ces lo co­me la an­sie­dad y se mue­ve an­tes. Yo tra­ta­ba de aguan­tar has­ta lo úl­ti­mo. Si es an­sio­so, al ar­que­ro pier­de el 50% de las con­di­cio­nes.

11 ¿Con­vie­ne ju­gar­se a un pa­lo o que­dar­se en el me­dio? Hay que ju­gar­se. Dey­na a mí me ti­ró una ma­si­ta en el 78, pe­ro si yo no iba a un cos­ta­do, la ma­si­ta en­tra­ba. Los pe­na­les que en­tran fuer­te al me­dio son los me­nos.

12 ¿Un gran ar­que­ro es ne­ce­sa­ria­men­te un buen en­tre­na­dor de ar­que­ros? No, co­mo tam­po­co un gran ju­ga­dor es ne­ce­sa­ria­men­te un buen DT. La me­jor ma­ne­ra de en­se­ñar es sen­tir la do­cen­cia, por­que lo ha­cés con mu­cha más fuer­za. Yo amo la do­cen­cia.

13 Tu ca­so sir­ve pa­ra mos­trar la inu­ti­li­dad del pre­pa­ra­dor de ar­que­ros: apren­dis­te so­lo y fuis­te uno de los me­jo­res. Ce­jas, An­dra­da, Ca­rri­zo, Gat­ti, Po­let­ti y Fi­llol hu­bie­ran ata­ja­do me­jor con un en­tre­na­dor de ar­que­ros. No ten­go du­das. Yo me ma­té por apren­der has­ta el úl­ti­mo en­tre­na­mien­to de mi ca­rre­ra. Y si vos que­rés apren­der, apren­dés. Es lo que les re­mar­co a los chi­cos: tie­nen la gran po­si­bi­li­dad de apren­der tra­ba­jan­do, vien­do (aprie­tan un bo­tón y ven cual­quier par­ti­do) y es­cu­chan­do. No­so­tros apren­di­mos sin tra­ba­jar ni ver ni es­cu­char.

14 ¿Cuál era tu pun­to más fuer­te co­mo ar­que­ro? Lle­ga­ba a pe­lo­tas im­po­si­bles, se­gu­ra­men­te por las pier­nas. De chi­co, en Mon­te, ju­ga­ba to­dos los días al fút­bol y re­par­tía so­das en un ca­rro, su­bía y ba­ja­ba de un va­gón los si­fo­nes, qui­zás esa ac­ti­vi­dad me ayu­dó a de­sa­rro­llar las pier­nas. Pe­ro no tra­ba­jé na­da: las pier­nas, los re­fle­jos y el ca­rác­ter fue­ron na­tu­ra­les. Me en­can­ta­ban los par­ti­dos di­fí­ci­les. Y no me da­ba nun­ca por ven­ci­do. Aden­tro de la can­cha, me sen­tía in­ven­ci­ble. No lo de­cía, pe­ro lo sen­tía.

15 ¿Cuál es la prin­ci­pal fa­len­cia de los ar­que­ros ac­tua­les? Que no ma­ne­jan con pre­ci­sión la re­la­ción tiem­po-dis­tan­cia y que dan re­bo­te. Se com­pli­can con los cen­tros, de­be in­fluir que se jun­ta mu­cha gen­te. Ama­deo sa­lía a des­col­gar­la con una ma­no; aho­ra, si sa­lís así te ba­jan los dien­tes y te rom­pen la cer­vi­cal.

16 ¿Y qué es lo me­jor? Que la ma­yo­ría se es­tá adap­tan­do bien al jue­go con las pier­nas.
Acrobata. Una postal impactante de su capacidad para sacar las pelotas imposibles.

17 ¿Por qué, des­de 1990, no se sa­be quién es el ar­que­ro de la Se­lec­ción has­ta dos días an­tes de em­pe­zar la Co­pa? Por­que se em­pa­re­jó el ren­di­mien­to. An­tes ha­bía uno que le sa­ca­ba una ca­be­za de ven­ta­ja al res­to.

18 Se em­pa­re­jó pa­ra aba­jo. No, no, hay un buen ni­vel. An­tes por ahí es­ta­ba el dis­tin­to, aho­ra hay buen ni­vel y es­tán to­dos muy pa­re­jos.

19 ¿Có­mo se to­mó la de­ci­sión fi­nal con los ar­que­ros? Jo­sé es el téc­ni­co y el que de­ci­de, pe­ro te­ne­mos agen­da abier­ta pa­ra ha­blar de los ar­que­ros. Ob­via­men­te me pre­gun­tó, y yo le di mi opi­nión, co­mo se la di a Biel­sa unos me­ses an­tes del Mun­dial pa­sa­do y se eno­jó.

20 ¿Quién te­nía que ata­jar pa­ra vos en el 2002? Que­da en­tre Mar­ce­lo y yo.

21 ¿Có­mo fue: él te pre­gun­tó o vos te acer­cas­te a su­ge­rir­le? Mar­ce­lo me pre­gun­tó en to­das las eli­mi­na­to­rias, y me ha­cía tra­ba­jar con los ar­que­ros. Siem­pre me res­pe­tó a muer­te, pe­ro cuan­do ter­mi­nó la eli­mi­na­to­ria me pre­gun­tó quié­nes te­nían que ser los tres ar­que­ros del Mun­dial. Le con­tes­té y, ob­via­men­te, no le gus­tó, por­que a par­tir de ahí no me con­sul­tó na­da más, se cor­tó el diá­lo­go y no me lle­vó al Mun­dial. Los tres de él no eran los tres míos y lle­vó a los que él creía que te­nía que lle­var, que es lo que co­rres­pon­de, por­que es el téc­ni­co.

22 ¿Cuál se­rá tu tra­ba­jo en Ale­ma­nia? Jo­sé me pi­dió que es­té con los ar­que­ros. Soy téc­ni­co y mi­ro to­do, pe­ro va a ha­ber co­sas de los ar­que­ros que qui­zás los de­más no per­ci­ban y yo sí. Ha­ré man­te­ni­mien­to, por­que se jue­ga se­gui­do y es un tor­neo cor­to. Se­ría bue­no que los tres ar­que­ros se sien­tan in­ven­ci­bles, que lle­guen a ese pun­to de for­ta­le­za men­tal.

23 ¿Cuál es la cla­ve pa­ra que a Ar­gen­ti­na le va­ya bien? Es de­fi­ni­to­rio que el equi­po al­can­ce el pi­co de ren­di­mien­to en la com­pe­ten­cia. Eso se lo­gra en el día a día, en la con­vi­ven­cia, en la con­cen­tra­ción, en el con­ven­ci­mien­to, en el men­sa­je de Jo­sé. Des­pués, el ju­ga­dor ar­gen­ti­no es de los úni­cos en el mun­do que va al se­gun­do es­fuer­zo cuan­do to­dos pien­san que es­tá muer­to. No hay ju­ga­do­res de esa ra­za en el mun­do. Pe­ro el pi­co de ren­di­mien­to es cla­ve. A no­so­tros nos pa­só en el 82, el pi­co lo ha­bía­mos te­ni­do un año an­tes. Ita­lia, que fue el cam­peón, ve­nía de pe­lear­se con to­dos los pe­rio­dis­tas, arran­có mal en la fa­se ini­cial y de re­pen­te el equi­po se en­con­tró en ple­na Co­pa.
1973. Perico Pérez y el Pato. La pregunta era ¿Fillol o Perico?. Finalmente Ubaldo se quedaría con el puesto en RiIver Plate.

24 Se acer­ca el Mun­dial, ¿sen­tís el cos­qui­lleo de cuan­do eras ju­ga­dor? No. Sé lo que sig­ni­fi­ca un Mun­dial por­que ju­gué tres. Pe­ro al­go que apren­dí y apli­qué en gran par­te de mi ca­rre­ra fue la fra­se de Na­po­león: “Vís­te­me des­pa­cio que es­toy apu­ra­do”. O sea: que no te atra­pe la adre­na­li­na, la an­sie­dad, que­rer ha­cer to­do y no ha­cer na­da.

25 ¿Có­mo lo ves a Jo­sé? Al­gu­nos lo til­dan de frío, con po­co ca­rác­ter. No ten­go nin­gu­na du­da de que Jo­sé tie­ne el men­sa­je y la ca­pa­ci­dad ade­cua­dos pa­ra es­tar don­de es­tá. Es co­mo con los ar­que­ros: la fun­ción pri­ma­ria es evi­tar que le ha­gan go­les. Des­pués, el es­ti­lo es un ac­ce­so­rio, si es frío o no. Per­so­na­li­dad tie­ne, y mu­cha, vi las de­ci­sio­nes que to­mó des­de 1999. Te­ner per­so­na­li­dad no es gri­tar; el que gri­ta es por­que no su­po dar bien el pri­mer men­sa­je.

26 ¿Por qué te pe­leas­te con Me­not­ti en 1975? El Fla­co no me dio mu­cha chan­ce. Al po­co de aga­rrar, me di­jo: “Va a ha­ber dos gi­ras con la Se­lec­ción; us­ted va a ir a la pri­me­ra y a la se­gun­da irá Gat­ti”. En­ten­dí, pe­ro que­ría sa­car­me una du­da, en­ton­ces le pre­gun­té, no co­mo un plan­teo: “Cé­sar, si an­do bien, ¿a la se­gun­da voy, aun­que sea de su­plen­te?”. El Fla­co se ca­len­tó: “Us­ted no me en­ten­dió, si no quie­re no ven­ga, és­tas son las re­glas”. Y chau. Des­pués se com­pli­có por­que hu­bo va­rios cru­ces por la pren­sa y él de­cía que su ar­que­ro era Gat­ti. Ca­da vez sa­lía con más fuer­za a de­fen­der­lo.

27 ¿Te ter­mi­nó me­tien­do La­cos­te en la lis­ta? En el 77 ha­bía una pre­sión tre­men­da de la gen­te y de la pren­sa, por­que an­da­ba es­pec­ta­cu­lar. Un día so­nó el te­lé­fo­no en mi ca­sa: el Fla­co que­ría ha­blar con­mi­go. Nos jun­tó El Grá­fi­co y el 28 de di­ciem­bre de 1977 me vol­vió a con­vo­car. Me in­vi­tó a for­mar par­te del plan­tel. Yo acep­té y le di­je que iba a ju­gar el Mun­dial. Te­nía una mo­ral tre­men­da. El 5 de ene­ro del 78 me pre­sen­té en Vi­lla Ma­ris­ta, me sen­tía un pa­ra­cai­dis­ta, por­que los mu­cha­chos ve­nían de tres años la­bu­ran­do. Gat­ti no se pre­sen­tó, acu­só una le­sión, pe­ro no sé, en Bo­ca ju­ga­ba. Me hu­bie­se gus­ta­do te­ner un po­co más de opo­si­ción (ri­sas).

28 ¿Cuál fue el par­ti­do más di­fí­cil del Mun­dial? Con­tra Bra­sil. Na­die lo nom­bra, pe­ro tu­ve tres ma­no a ma­no. Y con los bra­si­le­ños, eh, que no es lo mis­mo que te­ner­los con otro. Y si nos ga­na­ban, es­tá­ba­mos afue­ra. Ade­más te­nía­mos en­ci­ma la his­to­ria de que no le po­día­mos ga­nar a Bra­sil des­de ha­cía va­rios años.

29 ¿Qué lle­gas­te a pen­sar cuan­do tu­vis­te a Ren­sen­brink ca­ra a ca­ra, en la úl­ti­ma ju­ga­da con­tra Ho­lan­da? No tu­ve tiem­po de pen­sar na­da. Sí re­cuer­do que en­se­gui­da des­pués del ti­ro pen­sé: “So­mos cam­peo­nes”. En el 95 vi­nie­ron de un pro­gra­ma de Ho­lan­da a ha­cer­me una no­ta y fui­mos al ar­co y tu­ve que re­crear la ju­ga­da. ¡Y en­ci­ma me pa­ga­ron!
En el 78 fue una figura decisiva, aunque llegó sobre la hora. Aquí, tapada clave en la final.

30 ¿Qué hi­cis­te la no­che de la con­sa­gra­ción? Fui­mos a la fies­ta en el Al­vear Pa­la­ce y a las tres de la ma­ña­na sa­li­mos en un pa­tru­lle­ro con Pas­sa­re­lla. Me de­ja­ron en Quil­mes, es­ta­ba to­do os­cu­ro, en si­len­cio. Abrí la puer­ta y ex­plo­tó to­do, es­ta­ba mi fa­mi­lia, mis ami­gos, con co­he­tes, pa­pel pi­ca­do. El ba­rrio me es­ta­ba es­pe­ran­do.

31 ¿Qué sa­bías vos, du­ran­te el Mun­dial, de lo que pa­sa­ba en el país? Que ha­bía una gue­rra con­tra el te­rro­ris­mo, y que los mi­li­ta­res nos es­ta­ban de­fen­dien­do. De la ES­MA y las de­sa­pa­ri­cio­nes no sa­bía na­da, co­mo la ma­yo­ría. Al año de ser cam­peo­nes ju­ga­mos la re­van­cha con­tra Ho­lan­da en Sui­za y cuan­do en­tra­mos vi una ban­de­ra que de­cía “Vi­de­la ase­si­no”. No en­ten­día na­da. Pen­sa­ba: “¿Qué di­ce es­ta gen­te? Es­tá ha­cien­do que­dar mal al país”.

32 Cuan­do te en­te­ras­te de la ver­dad, ¿no te dio bron­ca que la dic­ta­du­ra los usa­ra? Re­pug­nan­cia sen­tí, me sen­tí usa­do, con la eu­fo­ria de la Co­pa se ta­pa­ron las bar­ba­ri­da­des que ha­cían. Pe­ro tam­bién ca­da vez sien­to más or­gu­llo de ha­ber de­fen­di­do al país co­mo lo de­fen­dí. Apar­te, el Mun­dial du­ró 30 días y la dic­ta­du­ra, sie­te años. Y en esos años tam­bién ju­gó Vi­las, pe­lea­ron Mon­zón, Ga­lín­dez, co­rrió Reu­te­mann.

33 ¿En el 82 les fal­tó ham­bre de glo­ria? No lle­ga­mos en el pi­co de ren­di­mien­to y fal­tó un po­co de ham­bre. No a to­dos.

34 ¿A quié­nes? No voy a de­cir a quién. Hay co­sas que al­gu­nos lla­man có­di­gos, yo di­go que es la ca­ja ne­gra del fút­bol, por­que el có­di­go es muy per­so­nal, ca­da uno tie­ne el su­yo. Son co­sas que no se cuen­tan, es­tán en la ca­ja ne­gra del fút­bol. La te­nés que en­con­trar, abrir, o que al­guien lo di­ga. Allá él.

35 ¿De quién eras hin­cha de chi­co? De Ri­ver. Mi vie­jo era fa­na y me re­ga­ló una al­can­cía con el di­bu­jo del Mi­llo­na­rio. Des­pués, me hi­ce hin­cha de ca­da club en el que ju­gué. Hoy, si me pre­gun­tan, di­go que soy hin­cha de Quil­mes, por to­do lo que re­pre­sen­ta en mi vi­da: en Quil­mes me pro­bé, vi­ví la ado­les­cen­cia, de­bu­té en Pri­me­ra, co­no­cí a mi se­ño­ra, me ca­sé y na­cie­ron mis hi­jos. Quil­mes es lo má­xi­mo pa­ra mí.

36 ¿Có­mo te re­ci­bió tu vie­jo cuan­do en el úl­ti­mo par­ti­do de tu ca­rre­ra te ata­jas­te to­do y pri­vas­te a Ri­ver de un cam­peo­na­to? Me fe­li­ci­tó por­que era una he­ren­cia dig­na de un hom­bre que de­fien­de lo que tie­ne que de­fen­der. Yo le di­je: “Hoy le di a Ve­lez lo que le di a Ri­ver 10 años, en­tre­ga ab­so­lu­ta y to­tal”. Es­ta­ba or­gu­llo­so.

37 ¿Siem­pre fuis­te ar­que­ro? No. En el club San Mi­guel, en Mon­te, con 13 años, los sá­ba­dos ata­ja­ba en la Cuar­ta y, ape­nas ter­mi­na­ba, ju­ga­ba de cin­co en la Ter­ce­ra.

38 ¿Có­mo se de­fi­nió tu des­ti­no? Vi­ne a pro­bar­me a Quil­mes con Nés­tor Bus­tos, Pan­di­to, un mu­cha­cho de mi pue­blo que fa­lle­ció ha­ce po­co. Cuan­do el téc­ni­co nos pre­gun­tó de qué ju­gá­ba­mos, yo le con­tes­té: “De cin­co o de ar­que­ro”. Se aga­rró una ca­len­tu­ra tre­men­da: “¡¿Có­mo de cin­co o de ar­que­ro, pi­be, us­ted me es­tá car­gan­do?!”. Ha­bía mu­chos pi­bes y en un mo­men­to pi­die­ron: “Un ocho y un ar­que­ro”. Co­mo Pan­di­to era ocho, di­je: voy tam­bién. En­tra­mos diez mi­nu­tos, Pan­di­to me­tió dos go­les, yo ta­pé tres pe­lo­tas y que­da­mos. Es ra­ro, pe­ro me fui a pro­bar sin sa­ber de qué que­ría ju­gar. Qui­zás, si en vez de pe­dir un ar­que­ro, re­cla­ma­ban un 5, la his­to­ria cam­bia­ba.
1978. Fillol adivina el palo y le ataja el penal al legendario polaco Kazimierz Deyna. Fue en el primer partido de la 2da ronda, al final ganaría Argentina 2 a 0 con goles de Mario Kempes.


39 ¿Qué te gus­ta­ba más? A mí me gus­ta­ba ju­gar al fút­bol. No te­nía te­le­vi­sión, ni ra­dio, ni dia­rios; ju­ga­ba al fút­bol, es­tu­dia­ba y re­par­tía so­das. Na­da más.

40 ¿Y de 5 có­mo an­da­bas? Me de­fen­día, no sé si hu­bie­se te­ni­do la ca­rre­ra que tu­ve co­mo ar­que­ro, lo con­fie­so, pe­ro ju­ga­ba bien.

41 Tu pri­mer tra­ba­jo. Re­par­tí so­das y tam­bién la­bu­ré en un res­tau­rante, La En­ra­ma­da se lla­ma, del Ga­lle­go Ri­ve­ro. To­da­vía es­tá. Era la­va­co­pas, pre­pa­ra­ba el ca­fé, ser­vía los pos­tres. Se me di­fi­cul­ta­ba un po­co por­que era chi­co y te­nía que po­ner un ca­jon­ci­to pa­ra lle­gar al mos­tra­dor.

42 ¿Aten­dis­te a al­gún clien­te fa­mo­so? Un día me lla­mó el Ga­lle­go, que es fa­na de Ri­ver, y me pre­sen­tó a al­guien. Le di­jo: “Acá te­ne­mos un buen ar­que­ri­to que un día va a ir a Ri­ver”. El se­ñor me dio la ma­no y en­se­gui­da sen­ten­ció: “Va a ser un gran ar­que­ro por­que aprie­ta fuer­te la ma­no”. Pa­só el tiem­po, y ha­rá unos cin­co años le pre­gun­té al Ga­lle­go por aquel he­cho y me con­tó que el se­ñor ha­bía si­do Re­na­to Ce­sa­ri­ni.

43 ¿En Bue­nos Ai­res có­mo te las re­bus­cas­te? Al pa­sar la prue­ba en Quil­mes, nos pi­die­ron que lle­ve­mos el pa­se, al­go que siem­pre le agra­de­ce­ré a San Mi­guel, que no hi­zo pro­ble­mas. Quil­mes nos da­ba la pen­sión y un tra­ba­jo pa­ra pa­gar­la: me pu­sie­ron en la pa­na­de­ría La Ga­ri­bal­di. Ahí apren­dí a pre­pa­rar pan, fac­tu­ras, ma­si­tas, y des­pués ha­cía el re­par­to.

44 ¿Por qué “Pa­to”? Era la ter­ce­ra prác­ti­ca, no me co­no­cía na­die. El Pa­to Igle­sias, ar­que­ro de la Cuar­ta, no fue y el téc­ni­co me pi­dió si po­día prac­ti­car con ellos. En­se­gui­da, los pi­bes em­pe­za­ron “Pa­to” de acá, “Pa­to” de allá y que­dó.

45 Tu de­but en Pri­me­ra no fue muy aus­pi­cio­so. No lo ol­vi­do más: 1º de ma­yo de 1969, can­cha de Bo­ca, Quil­mes-Hu­ra­cán. Es­ta­ba en la Quin­ta, y Flo­ren­cio Do­val, que me co­no­cía de in­fe­rio­res, me con­vo­có por­que los otros ar­que­ros te­nían pro­ble­mas. A los tres mi­nu­tos, Brin­di­si ya me ha­bía me­ti­do un gol y ter­mi­na­mos per­dien­do 6-3. No fui un de­sas­tre, pe­ro me co­mí seis go­les. ¡Pa­va­da de de­but!

46 ¿Pen­sas­te que no era lo tu­yo? Llo­ré en el ves­tua­rio, llo­ré en el mi­cro que me de­jó en la pen­sión y llo­ré en la pie­za has­ta el otro día a la ma­ña­na. Fue una de­so­la­ción te­rri­ble.
Semifinal de Libertadores 1978 (ida) entre Boca y River. Mouzo la toma en el aire y le pega con alma y vida. La pelota busca el ángulo del arco. El Pato vuela y la saca. Fue 0 a 0 , solo por Fillol.


47 ¿Có­mo le­van­tas­te ese muer­to? Des­pués del par­ti­do, Do­val se fue y aga­rró Fa­rao­ne. El mar­tes en­tre­na­mos y no me dio ni cin­co de bo­la, el miér­co­les lo mis­mo, el jue­ves hu­bo fút­bol y ata­jó Os­car Ca­va­lle­ro y a mí ni una pa­la­bra. Cuan­do ter­mi­nó la prác­ti­ca, gol­peé la puer­ta del ves­tua­rio y le pre­gun­té por qué no me te­nía en cuen­ta. “Pi­be, us­ted es un ca­ra­ ro­ta, se aca­ba de co­mer seis go­les y me pre­gun­ta eso”. Con los años, Car­me­lo me con­fe­só que en ese mo­men­to pen­só: “Es­te pi­be tie­ne unos hue­vos bár­ba­ros”. Ahí me di­jo que me que­da­ra tran­qui­lo por­que te­nía bue­nas re­fe­ren­cias mías, pe­ro que por el mo­men­to iba a ata­jar en re­ser­va.

48 ¿Có­mo ter­mi­nó la his­to­ria? Vol­ví a la re­ser­va y la em­pe­cé a rom­per. En un en­tre­na­mien­to, vi­no Car­me­lo y me pre­gun­tó qué co­mía. Le di­je: una en­tra­da y un pla­to prin­ci­pal. A los po­cos días, es­ta­ba en la pen­sión y cae el Gor­do. “De aho­ra en más –le exi­gió al due­ño–, a es­te pi­be le da dos pla­tos de en­tra­da, dos de prin­ci­pal, pos­tre y las be­bi­das que pi­da, que si el club no le pa­ga, lo pon­go yo de mi bol­si­llo”. Ya me ha­bía vis­to con­di­cio­nes. Al ter­mi­nar el tor­neo fui­mos de gi­ra por Cen­troa­mé­ri­ca. Me di­jo: “Pi­be, lle­gó el mo­men­to. Va a ata­jar en la gi­ra, y des­pués o se va pa­ra Mon­te o se que­da acá”. Era du­ro el Gor­do, pe­ro te la can­ta­ba jus­ta. An­du­ve bien en el pri­mer par­ti­do y en el se­gun­do me abrie­ron la ma­no con un ta­pón de alu­mi­nio. Me per­dí el res­to de la gi­ra. Pen­sa­ba: “Me vuel­vo a Mon­te, me vuel­vo a Mon­te, me vuel­vo a Mon­te”. A la vuel­ta, Car­me­lo me en­ca­ró: “Pi­be, se va a que­dar, le veo bue­na ac­ti­tud, tie­ne mu­cha per­so­na­li­dad”. Y así em­pe­cé.

49 ¿Hi­cis­te la co­lim­ba? Sí, vi­vía en el ca­la­bo­zo por­que me pe­lea­ba mu­cho. Co­mo no me de­ja­ban ir a prac­ti­car, me es­ca­pa­ba por atrás, por el río Quil­mes, atra­ve­sa­ba las vi­llas, me to­ma­ba el co­lec­ti­vo, prac­ti­ca­ba y vol­vía. A la vuel­ta me man­da­ban al ca­la­bo­zo por fal­ta de con­duc­ta.

50 Al­gu­na anéc­do­ta. Quil­mes es­ta­ba en la B y ju­gá­ba­mos un par­ti­do chi­vo con La­nús. Dos di­ri­gen­tes apa­re­cie­ron pa­ra pe­dir mi sa­li­da y el ti­po que es­ta­ba a car­go di­jo: lo de­jo pe­ro me lo traen us­te­des ape­nas ter­mi­na el par­ti­do. Ese día la rom­pí y me hi­cie­ron no­tas pa­ra la ra­dio. “Le quie­ro agra­de­cer a la gen­te de Quil­mes que me fue a bus­car –di­je– y al co­man­dan­te Fu­la­no que me dio per­mi­so”. Es­ta­ba emo­cio­na­do. Cuan­do vol­ví, el ti­po me que­ría ma­tar por­que ha­bía he­cho to­do pú­bli­co. “Tie­ne una se­ma­na más de ca­la­bo­zo”, me di­jo. Y otra vez a la cel­da, a lim­piar y a ha­cer tra­ba­jo for­za­do.

51 ¿Qué re­cor­dás del Me­tro 75, cuan­do se ve­nía la no­che? Era te­rri­ble la adre­na­li­na. Ri­ver lle­va­ba 18 años sin tí­tu­los, se ve­nía el 19, se eva­po­ra­ba to­do. Per­di­mos tres par­ti­dos se­gui­dos, la ven­ta­ja de ocho pun­tos que­dó en tres y el am­bien­te por los pa­si­llos era te­rri­ble.

52 ¿Y La­bru­na qué les de­cía? Nos re­pe­tía su fra­se de ca­be­ce­ra: “¡Va­mos, va­mos, a mo­ver la con­chi­ta!”.

53 ¿Có­mo fes­te­jas­te el día de la con­sa­gra­ción con­tra Ar­gen­ti­nos? Se ha­bía de­cla­ra­do la huel­ga, así que los pro­fe­sio­na­les no pu­di­mos ju­gar. Es­cu­ché el par­ti­do por ra­dio y des­pués me fui a dor­mir. Es­ta­ba con bron­ca por­que ese fes­te­jo era de nues­tra per­te­nen­cia.

54 ¿Es cier­to que La­bru­na te qui­so pe­lear cuan­do te ne­ga­bas a ir a Ri­ver? Sí, fue en 1973, es­tá­ba­mos en Ra­cing, y los di­ri­gen­tes se acer­ca­ron a de­cir­me que Ri­ver me que­ría. Yo les di­je que no te­nía ga­nas, por­que era la épo­ca de las in­ter­nas, los 18 años. Se me acer­có La­bru­na: “¿Us­ted es­tá lo­co? Si no va a Ri­ver, yo mis­mo lo voy a ca­gar a trom­pa­das, ¿me en­tien­de? Ri­ver es la ca­sa blan­ca”.

55 Un per­so­na­je, An­ge­li­to. Una vez se qui­so ha­cer el du­ro: “Mu­cha­chos, no pue­de ser que sean tan im­pun­tua­les, que si les di­go que la prác­ti­ca em­pie­za a las cua­tro, sean las cin­co de la tar­de y to­da­vía si­gan ca­yen­do”. Yo sal­té: “Pe­ro An­gel, ¿có­mo nos di­ce eso si us­ted es el úl­ti­mo en lle­gar?”. Y el Vie­jo sa­lió con una ocu­rren­cia ge­nial: “Lo que pa­sa es que yo sal­go a la ca­lle y la gen­te no pa­ra de fe­li­ci­tar­me, que­ri­do”. Vi­vía a tres cua­dras del es­ta­dio…
Labruna fue su padre futbolístico. En 1983, se murió delante de sus ojos. Todavía le duele.


56 La­bru­na ca­si mu­rió en tus bra­zos. Sí, fue muy feo. Yo ha­bía ido a ju­gar a Bra­sil con la Se­lec­ción y un di­ri­gen­te me con­tó que lo ha­bían ope­ra­do por una her­nia que te­nía en la pan­za y que siem­pre nos mos­tra­ba. Ape­nas lle­gué a Ezei­za, fui a la clí­ni­ca y cuan­do en­tré  la es­ta­ban sa­can­do llo­ran­do a Ani­ta, su mu­jer. Mi­ro al la­do y veo a los mé­di­cos que tra­ta­ban de rea­ni­mar­lo. Se ha­bía in­far­ta­do y le da­ban con elec­tros­hock en el pi­so, man­da­ba unos sal­tos tre­men­dos, pe­ro no lo pu­die­ron sa­car. Lo que to­da­vía no me per­do­no es que no lle­gué a agra­de­cer­le to­do lo que hi­zo por mí. Ese fue el do­lor más gran­de: ha­ber­lo per­di­do sin po­der de­cir­le gra­cias al hom­bre que fue mi pa­dre fut­bo­lís­ti­co, el que más con­fió en mí. An­gel se em­pe­zó a en­fer­mar cuan­do lo trai­cio­na­ron en Ri­ver. Re­cuer­do que ese día me que­dé con Ani­ta, lla­mé a Ar­gen­ti­nos, a Ri­ver. Fue du­rí­si­mo. No quie­ro se­guir ha­blan­do, me ha­ce mal.

57 ¿Le vis­te de cer­ca la ca­ra a la muer­te al­gu­na vez? En 1988 íba­mos a Vi­lla Ge­sell por la ru­ta con mi se­ño­ra, a la no­che. Ve­nía muy rá­pi­do y se nos cru­zó un ca­ba­llo. No pu­de fre­nar: al ca­ba­llo lo par­tí al me­dio, y nos sal­va­mos de ca­sua­li­dad, por­que con el im­pac­to se que­bró el res­pal­do de los asien­tos y que­da­mos acos­ta­dos, si­ no nos cor­ta­ba la ca­be­za. Na­die en­ten­dió có­mo nos sal­va­mos, por­que aún a 80 por ho­ra, si aga­rrás un ca­ba­llo, te ma­tás. Dios es­tu­vo de nues­tra par­te.

58 ¿Qué mun­dial te dio más bron­ca per­der­te: el de 1986 o el 2002? Bron­ca no, por­que no soy ren­co­ro­so, pe­ro sí do­lor, por­que en el 86 ha­bía ju­ga­do to­das las eli­mi­na­to­rias, y por­que de­fi­ni­mos la cla­si­fi­ca­ción en can­cha de Ri­ver con­tra Pe­rú, cuan­do a Uri­be le sa­qué el 1-3. Se­gún Gron­do­na fue una de las me­jo­res ata­ja­das que vio en su vi­da: se vi­no so­lo, de­fi­nió aba­jo y pu­de aga­rrar­la. Era el 3-1 y afue­ra del mun­dial.

59 ¿Qué te ha­bía di­cho Bi­lar­do cuan­do asu­mió en la Se­lec­ción, sien­do que vos ve­nías del pro­ce­so de Me­not­ti? Me tra­tó co­mo uno más, co­mo de­be ser, pe­ro se per­ci­bía en el ai­re que cuan­tos me­nos mu­cha­chos hu­bie­ra de ese cam­peón del mun­do del 78, me­jor.

60 ¿Quién te avi­só que no ibas al Mun­dial 86? Na­die. Eso me do­lió más que no ha­ber ido. Y es lo que si­go re­cla­man­do. Yo es­ta­ba en la Se­lec­ción des­de 1972, ha­bía ju­ga­do tres mun­dia­les, y creo que al­go ha­bía de­ja­do por la Se­lec­ción. Me­re­cía que al me­nos le­van­ta­ran el te­lé­fo­no y me di­je­ran: “Pa­to, no vas”. De to­dos mo­dos, me pu­so fe­liz el tí­tu­lo en Mé­xi­co.

61 ¿Por qué creés que no fuis­te? Esa es una pre­gun­ta pa­ra Bi­lar­do. No sé. Yo no le guar­do ren­cor a na­die, y si hu­bo al­go ex­tra­ño, ya pa­só. Sí ten­go mis con­vic­cio­nes y si en ese mo­men­to  de­fen­dí a Pas­sa­re­lla, la si­go sos­te­nien­do.

62 ¿Vos sen­tís que es­ta­bas pa­ra ata­jar ese Mun­dial? Sí. Ese y el del 90 tam­bién. Pe­ro eso lo creo yo. Y yo no era el téc­ni­co.
1981. En El Gráfico se votó a los mejores jugadores de América del año y terminaron: 1ro. Diego Maradona (Boca), 2do. Arthur Coímbra “Zico” (Flamengo) y 3ro. Ubaldo Fillol (River).

63 ¿Al­gu­na vez ha­blas­te del te­ma con Bi­lar­do? No. A los seis me­ses del tí­tu­lo, me cru­cé con él en una pre­sen­ta­ción de Adi­das y lo fui a sa­lu­dar y fe­li­ci­tar por el tí­tu­lo, só­lo eso.

64 ¿Có­mo su­pis­te que no ibas al 2002? Jo­sé, que era el coor­di­na­dor, me avi­só 30 días an­tes, pe­ro ya me lo ima­gi­na­ba por­que ha­bía per­di­do el diá­lo­go con Mar­ce­lo, des­pués de esa char­la en la que no es­tá­ba­mos de acuer­do.

65 ¿No le pre­gun­tas­te por qué no te lle­vó, cuan­do vol­vió del Mun­dial? No, por­que no vol­ví a tra­ba­jar con los ar­que­ros de la ma­yor, si­no que se­guí con los ju­ve­ni­les. Sí re­cuer­do que el día pos­te­rior al ho­me­na­je por los 25 años del Mun­dial 78, en el que los me­dios des­ta­ca­ron mi ac­tua­ción, Mar­ce­lo se cru­zó del pre­dio de la ma­yor y me di­jo: “Te quie­ro fe­li­ci­tar por lo que hi­cis­te ayer, me emo­cio­nas­te, fue im­pre­sio­nan­te”. Se dio me­dia vuel­ta y se fue.

66 ¿Co­mo te sen­tis­te ese día del 25 ani­ver­sa­rio, que ju­ga­ron en un Mo­nu­men­tal se­mi­va­cío? Yo sien­to or­gu­llo ple­no por lo que hi­ci­mos. Me reen­con­tré con ex com­pa­ñe­ros y va­rios mu­cha­chos en ac­ti­vi­dad vi­nie­ron a ju­gar con no­so­tros, por lo de­más no me preo­cu­pé.

67 ¿Vos coin­ci­días con Biel­sa en que de­bía ata­jar Ca­va­lle­ro en 2002? Dis­cre­ción es mi nom­bre, cau­te­la es mi ape­lli­do.

68 ¿Ca­ja ne­gra? Ca­ja ne­gra.

69 ¿Pas­sa­re­lla te pi­dió opi­nio­nes de ar­que­ros cuan­do fue DT de la Se­lec­ción? No.

70 ¿Te arre­pen­tís de ha­ber­te lar­ga­do co­mo DT cuan­do es­ta­bas có­mo­do en la Se­lec­ción? En ab­so­lu­to. Y lo vol­ve­ría a in­ten­tar. Lo que pa­sa es que yo hi­ce el cur­so de téc­ni­co an­tes de de­jar el fút­bol, pe­ro en­tre el 90 y el 98 de­sa­pa­re­cí del ma­pa.

71 ¿Por qué? Ju­gué mi úl­ti­mo par­ti­do el 21 de di­ciem­bre de 1990, el Vé­lez-Ri­ver en el Mo­nu­men­tal. Al día si­guien­te te­nía que ir a al­mor­zar a lo de Mirt­ha Le­grand, pe­ro me do­bla­ba de do­lor y ter­mi­né en el hos­pi­tal, ope­ra­do de apen­di­ci­tis. A los dos días de sa­lir, me avi­sa­ron que mi vie­jo te­nía leu­ce­mia, que se po­día mo­rir en dos se­ma­nas o dos años, así que de­ci­dí que­dar­me con él y no de­di­car­me a otra co­sa. Vi­vió dos años más y unos días des­pués de su muer­te, su­frí la en­fer­me­dad de mi hi­ja y vol­ví a de­sa­pa­re­cer del mun­do. Cuan­do me qui­se acor­dar ya era 1998, y sal­vo unos me­ses con Ba­si­le en Ra­cing no ha­bía he­cho na­da. No me arre­pien­to, cla­ro.
En andas. Así se retiró tras su último partido, atajando para un 10 con Vélez en River.


72 ¿Des­pués del Mun­dial vas a pro­bar otra vez co­mo DT? Es­toy en un lu­gar de pri­vi­le­gio. Des­pués del Mun­dial no sé qué pa­sa­rá. Na­die sa­be qué va a pa­sar, en rea­li­dad.

73 ¿El am­bien­te te re­sul­tó más hos­til de lo ima­gi­na­do, cuan­do es­tu­vis­te en Ra­cing? No, y me ca­lien­ta que me pre­gun­ten eso, o si ten­go mie­do o si me voy a arre­pen­tir, co­mo si no co­no­cie­ra los ves­tua­rios des­de que ten­go 14 años. Co­no­cí y co­noz­co las re­glas de jue­go. Así que no me sor­pren­dió ni me mo­les­tó na­da.

74 ¿Sen­tís que en Ra­cing no va­lo­ra­ron tu tra­yec­to­ria? Ra­cing te­nía 40 pro­fe­sio­na­les, ha­bían pa­sa­do Ar­di­les, Cap­pa, es­ta­ba de mi­tad de ta­bla pa­ra aba­jo, he­cho mier­da. De­pu­ré el plan­tel, hi­ce una cam­pa­ña de 29 pun­tos, y cuan­do qui­se ar­mar mi plan­tel tra­je­ron los ju­ga­do­res con el tor­neo em­pe­za­do. Es­to lo con­fie­so por pri­me­ra vez: en la se­ma­na pre­via al arran­que del nue­vo tor­neo, un vier­nes con­tra Ar­gen­ti­nos, yo pe­dí ha­blar con Ma­rín pa­ra re­nun­ciar, por­que no ve­nían los re­fuer­zos. Co­mo es­ta­ba en Fran­cia ha­bla­mos por te­lé­fo­no y me pi­dió por fa­vor que no hi­cie­ra na­da. Me con­ven­ció. Ga­na­mos, los ju­ga­do­res no ve­nían, re­nun­cié por se­gun­da vez, me vol­vió a con­ven­cer, ga­na­mos dos par­ti­dos más y los ju­ga­do­res fue­ron lle­gan­do: uno le­sio­na­do, el otro fue­ra de for­ma. Y se dio lo que es­pe­ra­ba, el equi­po ju­ga­ba mal por­que se es­ta­ba ar­man­do. El pro­ble­ma es que no tu­ve la du­re­za pa­ra ir­me al prin­ci­pio. Y des­pués me re­sis­tí por­que sa­bía que ese plan­tel iba a pe­lear el tor­neo, que fue lo que pa­só. A Ra­cing no le pu­de dar el tí­tu­lo pe­ro sí le de­jé un equi­po que pe­leó el tor­neo. Y ese mis­mo téc­ni­co (por Ri­va­ro­la) que pe­leó un cam­peo­na­to con el equi­po que yo ar­mé, des­pués ar­mó otro equi­po, que es el ac­tual. No sien­to en ab­so­lu­to ha­ber fra­ca­sa­do.

75 ¿Te fuis­te ba­jo­nea­do? Do­li­do. Ba­jo­nea­do no, por­que soy un ti­po de mu­cho ca­rác­ter.

76 ¿Quién te lla­mó pa­ra vol­ver a la Se­lec­ción? Gron­do­na. Lo to­mé co­mo un re­co­no­ci­mien­to enor­me.

77 ¿Qué re­cor­dás del día que mu­rió Pe­rón, du­ran­te el Mun­dial 74? Siem­pre fui pe­ro­nis­ta, y me afec­tó, co­mo a ca­si to­dos los mu­cha­chos y a los di­ri­gen­tes. ¡Có­mo llo­ra­ba esa gen­te! Des­pués de ha­cer una mi­sa, pen­sa­mos en no pre­sen­tar­nos a ju­gar, pe­ro nos avi­sa­ron que si lo ha­cía­mos, Ar­gen­ti­na po­día per­der la se­de del Mun­dial 78. Fue mi de­but mun­dia­lis­ta, con­tra Ale­ma­nia De­mo­crá­ti­ca, al­go im­pen­sa­do por­que no me ima­gi­na­ba que iba a ju­gar. El he­cho de ha­ber ido co­mo ter­cer ar­que­ro, me hi­zo sen­tir, a la vuel­ta, que ha­bía ju­ga­do diez años en Eu­ro­pa. Fue una gran ex­pe­rien­cia.

78 ¿O sea que a un Mun­dial de­ben ir dos ar­que­ros pa­ra ata­jar y un ter­ce­ro pa­ra ga­nar ex­pe­rien­cia? No, no, en el fút­bol mo­der­no, si vas es por­que po­dés ju­gar.

79 ¿Te­nías mu­chas cá­ba­las co­mo ju­ga­dor? Só­lo al­gu­nas. Le co­pié una a Ca­va­lle­ro, que en Quil­mes se ti­ra­ba un po­co de al­co­hol en el bu­zo, a la al­tu­ra del pe­cho, an­tes de ju­gar.

80 Nun­ca vol­vis­te a Ri­ver, cuan­do el club sue­le re­cu­pe­rar a los ído­los. ¿Fue por tu sa­li­da con­flic­ti­va de 1983? No lo sé. A mí me hi­cie­ron fa­ma de jo­di­do, pe­ro en nin­gu­no de los otros clu­bes don­de ju­gué y di­ri­gí tu­ve un so­lo pro­ble­ma: Quil­mes, Ra­cing, Ar­gen­ti­nos, Fla­men­go, Atlé­ti­co de Ma­drid y Vé­lez co­mo ju­ga­dor; Ban­field, Ra­cing y la Se­lec­ción, ya de en­tre­na­dor. O sea: fue­ron diez con­tra­tos y no hu­bo nin­gún pro­ble­ma. To­do eso fue un in­ven­to que bus­có en­su­ciar­me, la gen­te de La­cos­te me­tía co­sas en los me­dios y ar­ma­ba el cir­co. Y has­ta me apre­ta­ron a mí y a mi vie­jo.

81 ¿Có­mo te apre­ta­ron? Nos ame­na­za­ron de muer­te. A mi vie­jo lo aga­rra­ron en la ca­lle: se ba­ja­ron ti­pos ar­ma­dos de un Fal­con ver­de, le pe­ga­ron y le di­je­ron: “Que tu pi­be fir­me con­tra­to por­que si no te va­mos a ma­tar”. Sen­tí una re­pug­nan­cia tre­men­da, has­ta pen­sé en de­jar el fút­bol. Y a mí me lle­va­ron a una ofi­ci­na de ellos, que La­cos­te que­ría ha­blar con­mi­go, y me ame­na­za­ron. To­da gen­te ar­ma­da, es­pan­to­so.
1976. Uno de los goles recibidos más duros, en la final del Nacional . La barrera a medio formar, el vía libre del árbitro Ithurralde, el derechazo quirúrgico de Suñé y el viaje sin escalas de la pelota hasta el ángulo izquierdo del Pato Fillol

82 ¿Eras du­ro de arriar con la pla­ta, no? Si en esa épo­ca hu­bie­ra ha­bi­do re­pre­sen­tan­te, ha­bría ter­mi­na­do mi ca­rre­ra en Ri­ver. Se hu­bie­ra evi­ta­do mu­chí­si­mo des­gas­te. Pe­ro no era con­flic­ti­vo, ya lo ex­pli­qué.

83 ¿Qué hi­cis­te con el di­ne­ro que ga­nas­te con el Gor­do de Na­vi­dad? Esas fue­ron men­ti­ras. La Gor­da Ma­to­sas hi­zo co­rrer esa pe­lo­ta, de­cía: “A es­te mi­se­ra­ble le ven­dí el gor­do na­vi­dad y no me dio un pe­so”. In­ven­ta­ban cual­quier bo­lu­dez por el pro­ble­ma del con­tra­to.

84 ¿Te si­gue do­lien­do el gol de Su­ñé de ti­ro li­bre, que de­fi­nió la fi­nal del Na­cio­nal 76 pa­ra Bo­ca? To­dos los go­les que me hi­cie­ron me due­len. Qui­zás ese más por­que no ha­bían da­do la or­den y por­que uno de nues­tro equi­po de­bía ir a la pe­lo­ta. Es­ta­ba de­sig­na­do y no fue. Apar­te, des­pués me en­te­ré de que It­hu­rral­de, el ár­bi­tro, era fa­na de Bo­ca. Hu­bo pi­car­día.

85 ¿Quién era el que te­nía que ir a la ba­rre­ra? Ca­ja ne­gra.

86 ¿Tu hi­ja Na­dia ya se re­cu­pe­ró de la ano­re­xia? Sí, se ca­só, es­tá cu­ra­da, muy bien. Igual, co­no­cien­do có­mo es la en­fer­me­dad, uno de­be pres­tar aten­ción siem­pre.

87 ¿Qué co­sas cam­bias­te vos co­mo pa­dre a par­tir de su en­fer­me­dad? Fui el pri­me­ro que lo di­je en es­te am­bien­te: du­ran­te to­da mi ca­rre­ra vi­ví den­tro de una bur­bu­ja. Y cuan­do me pa­só lo de mi vie­jo y des­pués lo de mi pi­ba me di cuen­ta de que era de car­ne y hue­so. Se hi­zo un clic en mi ca­be­za.

88 ¿Te re­pro­chás al­go? Me de­bo ha­ber equi­vo­ca­do en mu­chas co­sas, pe­ro nun­ca me guar­dé na­da. Yo me mo­ri­ría tran­qui­lo si el día de ma­ña­na com­prue­bo que mis hi­jos me tie­nen el mis­mo ca­ri­ño que yo le tu­ve a mi vie­jo.

89 ¿Qué pa­só con el Lo­co En­ri­que en 1988? Nos ex­pul­sa­ron en un Ri­ver-Ra­cing por pe­lear­nos en el cam­po y al Tri­bu­nal de Pe­nas no se le ocu­rrió me­jor idea que ci­tar­nos al día si­guien­te a la mis­ma ho­ra. Yo es­ta­ba en la sa­la, se abrió el as­cen­sor, y ape­nas lo vi, en­se­gui­da me pa­ré, me sa­qué el re­loj y lo fui a bus­car y nos pe­lea­mos de nue­vo. Ya es­tá arre­gla­do.

90 Eras bas­tan­te ca­len­tón. Sí, y me aga­rra­ba se­gui­do a trom­pa­das, so­bre to­do en la ca­lle. Era de los que se ba­ja­ban del au­to pa­ra pe­lear por­que te pu­tea­ban. Hoy no. Era otra épo­ca, tam­bién, hoy co­rre­rías ries­gos por la dro­ga, el al­co­hol, to­dos es­tán ar­ma­dos. Y con com­pa­ñe­ros me aga­rré una vez so­la, con Jo­ta Jo­ta Ló­pez, y tan­to él co­mo yo nos arre­pen­ti­mos.
1978. Es el final, Argentina campeón del mundo. El Pato de rodillas a punto de recibir al Conejo Tarantini, fue unos segundos antes de la célebre fotografía "El abrazo del alma" de Ricardo Alfieri

91 ¿Se te sa­lía la ca­de­na fá­cil? Se me sa­lía fá­cil la ca­de­na, es cier­to, pe­ro te­nía hue­vos, eh. Cuan­do te ha­bla­ba del ca­rác­ter, vis­te, bue­no...

92 Co­mo téc­ni­co de Ra­cing a ve­ces te eno­ja­bas mal por cier­tas pre­gun­tas, co­mo que se te si­gue sa­lien­do fá­cil la ca­de­na. To­da­vía ten­go mu­cha san­gre en las ve­nas, mu­chí­si­ma. ¿Te acor­dás de la fra­se de Na­po­león “vís­te­me des­pa­cio...”. Bue­no, só­lo a ve­ces…

93 ¿Por qué di­jis­te una vez que Com­mis­so era tu ene­mi­go? Tu­vi­mos una di­fe­ren­cia. Fue un mo­men­to en que se me sa­lió la ca­de­na.

94 ¿Có­mo vis­te la in­ter­na de Ri­ver del ve­ra­no? Me do­lió mu­chí­si­mo por Mos­ta­za, por­que lo quie­ro bien, co­mo ami­go.

95 ¿Es­tás ha­cien­do al­go ade­más de la Se­lec­ción? Doy char­las de ma­ne­jo de gru­po, li­de­raz­go, an­te 200 o 600 per­so­nas, por lo ge­ne­ral em­plea­dos je­rár­qui­cos de em­pre­sas. Es­tá la char­la de me­dia ho­ra y des­pués pre­gun­tan. Pa­ra es­to fui a un cen­tro de ca­pa­ci­ta­ción pa­ra sa­ber ex­pre­sar­me, có­mo di­ri­gir­me a las per­so­nas.

96 ¿Qué es lo que más te pre­gun­tan? Mu­chos quie­ren sa­ber có­mo era el li­de­raz­go en el plan­tel del 78, có­mo se for­ma un lí­der. Pa­ra mí, el lí­der na­ce y lo for­ta­le­ce el gru­po en el día a día. El lí­der no só­lo de­be ser­lo en la can­cha si­no afue­ra, a ve­ces esos li­de­raz­gos lo ejer­cen dos per­so­nas dis­tin­tas, y hay que sa­ber apro­ve­char­los. Es me­jor que el li­de­raz­go es­té com­par­ti­do, por­que así se apun­ta me­jor al gru­po.

97 ¿Quié­nes eran los lí­de­res en el 78? Ha­bía mu­chos: Ar­di­les, Ol­guín, Pas­sa­re­lla, Ga­lle­go y Kem­pes tam­bién lo era den­tro de la can­cha. Yo no era lí­der por­que lle­gué al gru­po con el diá­lo­go ro­to con Me­not­ti, pe­ro ahí la Se­lec­ción es­tu­vo por en­ci­ma de los hom­bres. Ba­sán­do­nos en el ob­je­ti­vo se dio el diá­lo­go que te­nía­mos que te­ner pa­ra ese ti­po de em­pre­sa.

98 ¿El ar­que­ro de­be ser egoís­ta? Lan­da­bu­ru se que­ja­ba por­que no le pres­ta­bas el ar­co nun­ca. Yo vi­vía pa­ra el fút­bol las 24 ho­ras, me sen­tía el me­jor, el fí­si­co me da­ba, ¿por qué iba a de­jar ata­jar a otro? Más que egoís­ta, el ar­que­ro de­be ser des­con­fia­do: no tie­ne que con­fiar en su de­fen­sor, ni en la pe­lo­ta, ni en el pi­que. Pa­ra el ar­que­ro, ser des­con­fia­do es una vir­tud.

99 ¿Y debe tener una personalidad particular, también? El arquero debe tener carácter, no dejarse llevar por delanteros que te vienen a joder, sobreponerte a dificultades de resultados, de comerte un gol y no comerte el siguiente por estar dudando

100 De todos los que viste tras tu retiro, ¿quién fue el más parecido a Fillol?</strong> Ustari es el que más se me parece. Le pega un poquito mejor que yo, nada más... Juan Pablo Carrizo también. Son arqueros serios, de equipo grande: les llega media pelota y la tienen que atajar, no les pesa el escenario.

Diego Borinsky (2006).


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