LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Roberto Monserrat, el momento del diablo

Por Redacción EG · 12 de enero de 2018

El recordado volante campeón con San Lorenzo y River, se recupera del incendio de su casa, del robo de su auto y de varias situaciones angustiantes. Afronta el presente con optimismo y repasa una carrera marcada por el éxito.


Monserrat y algunos de los recuerdos que logró rescatar del incendio: las chamuscadas carpetas con recortes de sus pasos por Belgrano y River.
“... Conocí la memoria,
esa moneda que no es nunca la misma.
Conocí la esperanza y el temor,
Esos dos rostros del incierto futuro”.
(Jorge Luis Borges)           

Una brisa corre por el barrio. Y parece que las cenizas flotan aún. Están en el aire. Están en la memoria de la familia Monserrat. Todavía no se fueron. Las marcas persisten. Han pasado meses del suceso, pero es imposible de olvidar. No obstante, esas huellas le dan fuerzas al Diablo para levantarse. En su rostro se observa que ha pasado por un período de mucho penar, impotencia y sosiego. Pero también refleja un espíritu de lucha. De salir de ese proceso, que lejos está de ser fácil. Como cuando jugaba: nunca darse por vencido...
Una concatenación de sucesos ingratos e infelices le aconteció en los últimos meses a Roberto Carlos Monserrat. Uno tras otro.
En la siesta del miércoles 19 de julio, la vivienda de la familia Monserrat, ubicada en Valle Escondido, a la salida de la ciudad de Córdoba, se incendió casi en forma total. Se quemó más del 70%. Pero no todo quedó en el incendio... Quizás este artículo podría titularse “el infierno del Diablo”, jugando con su popular sobrenombre, ya que a la semana siguiente del siniestro le robaron el auto. Adentro había documentos, papeles importantes, botines... Y a la otra semana, se dio cuenta de que le habían ingresado a su casa, a lo que le quedaba de ella, y le sustrajeron cheques y armas de caza que tenía guardados.
Dicen que a veces las “malas” te llegan todas juntas. Pero también afirman que después de la tormenta llega la calma. Y Monserrat espera que se concrete la segunda sentencia popular, porque la primera ocurrió vertiginosamente.
Mientras habla con El Gráfico gesticula con las manos y se las observa. Manos que saben lo que es el trabajo. Lo hizo antes de ser futbolista profesional, y lo hace ahora, luego de su exitosa carrera. Su esposa lo escolta en la charla. Mientras relata lo sucedido se cruzan miradas. Se intentan dar fuerzas en esas miradas. La unión familiar en su máxima expresión. Se ríe de la impotencia. Se le nota la bronca por el momento. Busca encontrar una respuesta esperanzadora a la situación. “Lo importante es que ni cuando se me quemó la casa, ni cuando me robaron, estábamos presentes. La familia está bien”, repite.

-¿Tras todo lo que te sucedió en los últimos tiempos, cómo estás ahora?
-Y... uno dice “de mal en peor” por lo que está pasando, pero son cosas que hay que afrontar. Hay muchos amigos, gente que me dice: “¿Cómo mierda hacés para sobrellevar todo esto?”. Pero tenés que darle para adelante. Siempre digo, la vida te da y te quita; y gracias a Dios nunca en 49 años me pasó nada. Pero nada de nada, y de repente te pasan estas cosas, y hay que afrontar. Lo importante es que no es nada de salud y la familia está bien. No es nada trágico. Lo del incendio de la casa, de a poco se va a recuperar. Lo del auto, por suerte se recuperó. Las armas no las recuperaré, pero son cosas materiales. Cuando se incendió la casa, mis hijos no estaban, mi esposa y yo tampoco. Estamos bien. Seguimos laburando y de a poco nos iremos levantando. Nos llevará tiempo, seguro, pero nos vamos a levantar.

"No estoy salvado, tengo que trabajar para vivir. Todavía no asimilé que dejé de jugar al fútbol, no es tan fácil después de haberlo hecho durante 20 años".
“PERDI TODO”
Con optimismo. Así afronta este momento. Cuando sucedió lo del incendio, debido a una falla eléctrica que hizo que el fuego en menos de 30 minutos consumiera gran parte de su hogar, también pudo ver la solidaridad de la gente, de los amigos, de ex compañeros. Por ejemplo durante esos días recibió llamados de Enzo Francescoli, Marcelo Gallardo, el Pampa Biaggio, por citar algunos de los tantísimos que buscaron darle un apoyo de diversas formas. “La familia y esas cosas te dan ganas de seguir luchando. No es fácil, pero tenés que seguir”, exclama el Diablo; al tiempo que agrega: “Rescato el tema humano. La familia vino toda, mis amigos vinieron todos, los vecinos, a los cuales no conocía, vinieron todos a darnos una mano. Nos traían una frazada, un colchón, una taza de café o algo para comer, luces de emergencia. Estamos muy agradecidos con la gente”. Es que con el incendio, la familia Monserrat se quedó con lo puesto, literalmente. No hay exageración.
La charla se lleva a cabo en la parte que quedó del hogar. Estamos en el comedor. A los costados se observan cajas. La heladera todavía tiene el negro del humo. Más allá de que se pintó esa zona, se limpió, todavía quedan rastros de lo que ocurrió. “Uno nunca está preparado para estas cosas, pero hay que poner la cara y la fuerza para salir adelante”, expresa. Su voz se nota firme al realizar esta sentencia. Es un partido especial el que está jugando. La vida es un juego particular. Y él, tal cual lo demostraba en el terreno de juego, afronta este momento de esa forma.

-La noche después del incendio, en un momento te habrás quedado solo y visto lo que el fuego había consumido. ¿En qué pensaste?
-En nada (se toma unos segundos, piensa), por suerte, no sé, por decir, cuando llegué a casa, los bomberos ya estaban guardando sus cosas, haciendo el peritaje, había que firmar papeles, la policía ya se había ido. Es decir, que no me queda la sensación de ver algo, de ver el fuego, el humo. No lo vi. Cuando llegó mi señora, también era tarde. No me quedó esa sensación de “se me está prendiendo fuego la casa y no puedo hacer nada”. Si hubiese estado en ese momento del incendio, o estoy muerto o salvo lo más importante que yo tenía. Pero no estaba. Y quedó en que no me pasó nada, porque no vi nada. Al robo del auto tampoco lo vi, porque estaba con mi nene, que venía de jugar al fútbol, y por suerte no estábamos en el momento. Cuando llegué me encontré que el auto no estaba. Ya se lo habían llevado. Tampoco podía hacer nada.

-¿De las cosas de valor que perdiste, qué es lo que más te duele?
-Perdí todo. En tu dormitorio siempre tenés tus cosas. Y entonces perdí lo que se te ocurra. Todo, desde trofeos, regalos, camisetas, todo lo que tenía guardado. Lo perdí y no lo voy a recuperar nunca. Son cosas que no aparecen más. Pero lo que más lamento es que yo les había hecho para mis tres hijos de Buenos Aires como un libro...

-¿Cómo “como un libro”?
-El día que dejé de jugar al fútbol empecé a guardar todas las cosas que me habían pasado. Cada tres o cuatro horas yo armaba como una especie de libros Yo les había dicho a ellos que cuando tuvieran 18 años, papá les iba a regalar ese libro para que vean lo que pasé, lo que sufrí, lo lindo, todo. Eso es lo que más lamento.

-¿Y qué tenías en ese libro, fotos, recortes, escribías?
-En el 96 me separé y sufrí muchísimo. Mis hijos se fueron a Buenos Aires y yo me quedé a vivir acá, en Córdoba. Y uno cuando está lejos de sus hijos es lo que más siente. Yo seguía jugando al fútbol, pero no tener a mis hijos cerca era doloroso. Por eso armaba ese libro, donde estaba todo lo que pasaba. Es lo que más me dolió cuando se prendió fuego la casa.

-El futbolero seguro se pregunta por las camisetas que tenías de tu época de jugador. ¿Se perdieron todas?
-Sí. Las que estaban en mi casa sí. Pero recuperé hace poco cuatro. ¿Cómo? Cuando yo jugaba, cada vez que iba a un equipo siempre le regalaba a mi abuela, que es la que me crió, a mi viejo y a mis hermanos, la primera camiseta. Mi abuela falleció hace seis años y quedaron guardadas en su mueble. Entonces, el hijo de ella vino hace unos días y me dijo: “Mirá lo que te conseguí”. Y eran una camiseta de Belgrano, otra de San Lorenzo y otra de River. Algo recuperé. Lo demás ya es imposible. Tenía trofeos de San Lorenzo, de River, regalos, relojes de campeonatos grabados con mi nombre, lo perdí todo.

-¿Y tenías alguna camiseta especial que te apena haber perdido?
-No, porque no era un loco de las camisetas. Me di cuenta con el tiempo, después de que me retiré, de las cosas que no hice. Por ejemplo, no haberme sacado fotos con nadie. No cambiaba camisetas con nadie. Tengo amigos ex jugadores que tienen fotos, camisetas, recuerdos de aquella época. Tengo guardada una con Diego (Maradona) de un diario, del día en que se retiró. Esa se salvó. Pero después no tengo más nada. La camiseta del Enzo (Francescoli) la tenía, sí. Pero...

-Fuiste varias veces tapa de El Gráfico, sé que dentro de las cosas que se salvaron te quedaron algunos, pero prácticamente todos quemados.
-Sí, es así. Y están bien guardados. Es porque tengo un amigo que a lo largo de mi carrera guardaba, guardaba, y me hizo unas carpetas. Es un loco de eso. Me hizo tres o cuatro carpetas, de cada equipo donde jugué, espectaculares. Se quemaron, pero el plástico, y la parte de afuera. Yo trato de no tocarlas mucho, porque se nota que adentro está el material, se ven las hojas. Hay que despegarlas una por una.

Las carpetas con recortes eran tesoros para sus hijos. Muy pocas pudieron zafar del siniestro.
RECUERDOS QUE NUNCA SE IRAN
Tal cual contó Monserrat, que debutó en 1989 con la camiseta de Belgrano y logró el ascenso a Primera División con el club cordobés en 1991, hubo amigos y vecinos que colaboraron para la reconstrucción de su hogar, pero también con lo simbólico del futbolista. En ese caso, desde la hemeroteca del club Pirata se comunicaron para colaborar con el archivo de su vida en la institución de barrio Alberdi.
La hemeroteca de Belgrano es una antesala de lo que será en breve el museo del Celeste. Se ha juntado material de diarios, revistas, carnets, colección de imágenes de fotógrafos cordobeses históricos; y dentro de esta, Víctor Baissi, miembro del grupo de socios que llevan adelante este proyecto cultural, encontró fotos de Monserrat y, tras el incendio, se comunicó con el jugador para poder reconstruir al menos esa parte de su pasado futbolístico. “Tiene un archivo de unas 50 fotos mías. Todavía no las he podido ir a buscar, porque con los quilombos que tengo estoy con poco tiempo. Pero sé que eso está”, explica el Diablo

-El futbolero se pregunta por esas cosas, pero después de lo que te pasó, tal vez para vos eso no debe ser importante.
-Y… el día de mañana puede ser importante para mis hijos. Yo a eso ya lo viví, pero tengo hijos que te preguntan. Cuando pasan por la tele algún partido mío de archivo y mi nene lo ve, se pone loco. Le gusta. Por eso estaba bueno tener esos recuerdos, de esos partidos. Yo quería eso por los nenes.

-A propósito, para tus hijos o las nuevas generaciones que no te vieron jugar. ¿Cómo te definirías?
-No sé. Me doy cuenta ahora, después de haberme retirado, que la gente me dice: “Qué jugador que eras”. Pero yo jugando nunca me sentí así. Lo vivía, jugaba. Y ahora cuando lo veo, digo: “Mirá lo que hacía”; y por eso la gente me recuerda, o agradece. Lo que pasa es que logré cosas importantes, estuve en equipos donde salí campeón, tanto en Belgrano, San Lorenzo, River, Villa Dálmine, Racing de Córdoba, Alumni, los Panamericanos con la Selección. La gente se acuerda de eso.

-¿Y extrañás jugar al fútbol profesionalmente?
-Sí, sí, sí... Todavía no puedo asimilar que dejé de jugar al fútbol. Me gustaría seguir jugando, pero ya el cuerpo no da. Me encanta practicar. Cuando dejé de jugar fue porque ya no me daba el físico. A los 39 años ya no se podía competir con pibes de 20. Por eso decidí retirarme.

- Pero estás jugando un torneo amateur, donde compartís equipo con Fernando Galetto. ¿Podés separar que ya no es en forma profesional?
-No. Y no lo disfruto, porque me vuelvo loco.

-¿En qué sentido te volvés loco?
-Porque corro, sigo corriendo, y estás compitiendo con gente que nunca jugó en forma profesional al fútbol. Si hago algo, es porque me gusta y quiero ganar. Cuando pierdo, vengo a casa con una cara…

-¿Aún en estos partidos?
-Sí, y ya estoy viejo. Me dicen que tengo que ir a disfrutar, pero no disfruto. No puedo. Vuelvo todo golpeado, cansado, y si perdí, ni me quedo a comer el asado. Me hace mal. Tengo esa personalidad, me gusta ganar en todo. No voy a jugar por jugar.

-Decís que disfrutaste mucho jugando al fútbol. Si pudieras regresar en el tiempo a un partido en especial, ¿a cuál volverías para jugar?
-Al de Japón, el de River ante la Juventus. Me gustaría volver a jugarlo. Lo disfruté y lo sufrí. No lo ganamos, pero fuimos a ganarlo. Yo nunca había salido de Córdoba y de pronto estaba en Japón jugando la final de la Intercontinental... Es el único partido que me gustaría volver a jugar, pero para ganarlo. Porque si lo ganábamos quedábamos en la historia. Ese partido lo jugamos a todo o nada. Hasta los premios. Apostamos a que si no ganábamos, no cobrábamos premios. Lo queríamos ganar sí o sí.

-Ese River logró el Tricampeonato, más allá de no ganar la Intercontinental, y sí es recordado.
-Yo siempre dije que la culpa ahí la tuvo el técnico. Porque estábamos jugando acá e iban 20 o 25 minutos y ya estábamos ganando todos los partidos. Y allá fuimos, y nos hizo esperar 30 minutos para recién poder atacarlo. Ahí cometió el error Ramón. Se preocupó por el otro equipo y no en lo nuestro. Salimos tricampeones porque a los 20 minutos ya estábamos ganando, ese era nuestro fuerte y de repente allá hicimos otra cosa.

-¿Qué relación tenías con Ramón Díaz?
-Nadie tenía relación con él. De 25 o 30 jugadores, aparte del cuerpo médico, nadie estaba con él. Era un tipo raro. Nadie lo saludaba.

-Pero ganaban.
-Porque teníamos la mentalidad de querer ganar. No porque el técnico sea malo vos vas a fracasar. Tenés que pensar en tu futuro y lograr objetivos. Enzo, Leo Astrada, todos teníamos esa mentalidad ganadora. Y logramos ganar de todo. Después el tipo se dio cuenta, con el tiempo, que no era él. Yo ahora lo veo y te pregunta por la familia, tu vida. Cuando estuvo acá, me invitó a cenar. Cambió un 98% ahora.

-¿Previamente en San Lorenzo habías vivido otra cosa?
-Sí, con el Bambino Veira era otra cosa. Un fenómeno. Me ayudó mucho al irme de Córdoba, porque 24 años sin salir de acá, y de pronto te encontrás con un lugar que nada que ver. Me daba todo el apoyo. Me quería ver bien y sabía que le respondía.

El 70% de la casa del Diablo fue dañada por el incendio. Le está poniendo garra a la reconstrucción.
LAS VUELTAS DE LA VIDA
El Diablo Monserrat salió campeón en San Lorenzo en el 95 después de 21 años de sequía del club de Boedo. Dio cuatro vueltas olímpicas con el Millonario. También celebró en el ascenso con Villa Dálmine, Racing de Córdoba y Alumni de Villa María, además del referenciado ascenso con Belgrano. Pero le quedó una espina con el Celeste. “Los hinchas me quieren, pero los dirigentes nada que ver. Cuando estaba por terminar mi carrera, quise retirarme en Belgrano y no me aceptaron. Era solo por seis meses para despedirme en el club que me había abierto las puertas para ser el que fui, pero no me aceptaron. Me tuve que ir a Racing de Córdoba y ahí demostré que estaba para seguir jugando. No tengo rencor, pero me quedó la espina de no poder retirarme en Belgrano. La gente se acuerda de lo que logré en el club”, narra.
En sus épocas en el club del barrio Alberdi conoció a uno de sus referentes: la Chacha Villagra. “Un fenómeno. Me ayudó mucho. Me hablaba de la vida y del fútbol. Un crack”, recuerda el Diablo a la gloria Pirata de los 90.
El fragmento del poema de Borges que precede la nota habla, aunque en otro contexto, de la memoria, de la esperanza, del temor y del futuro. La memoria propone recordar que Roberto Monserrat trabajó desde los 12 años hasta que llegó a Belgrano a los 18. El rememora que fue albañil, carpintero, carbonero, mecánico e incluso vendió diarios. “Nadie me regaló nada... Mi primer sueldo en Belgrano lo junté, ahorré, y me compré la casa. Siempre supe lo que costaban las cosas. Y cuando pude comprar la casa, me dije: ‘Ya tengo donde dormir. Si el día de mañana me rompo una pierna, ya tengo donde vivir’”. Las cosas del destino. Tanto lucho por la casa y una tarde cualquiera, una falla eléctrica, un chispazo en el cielo raso y... cenizas. “Por eso digo que la vida te da y te quita. Y hay que estar preparado. Me quitó tal vez dos años de mucho trabajo, porque esto sale mucha plata... Pero seguimos trabajando y disfruto de mi familia que está bien, y eso es lo importante. Tengo con mi esposa un salón de fiestas infantiles, llevo a mis chicos a patín, a mi nene a fútbol. La vida es así. Y estoy feliz”. La esperanza.

-Se decía que estabas “salvado” económicamente. ¿Era así? ¿Te afectó mucho en lo económico esta situación?
-No... Yo sigo laburando. Si estuviera salvado, no laburaría más y me rascaría todo el día. Y yo no. Terminé de jugar al fútbol y al otro día ya estaba trabajando en el campo. Si hubiese estado salvado, no me voy. Aunque el campo me ayudó mucho en la cabeza, porque no es tan fácil después de 20 años dejar de jugar al fútbol. Trabajo todos los días. No estoy en el fútbol, pero trabajo. Tengo salón de fiestas infantiles y laburamos con mi señora todos los días. Los fin de semana disfruto un poco del fútbol y los domingos de la familia. Tengo que trabajar para vivir. No estoy en mi casa rascándome. Sí me afectó muchísimo porque perdí todo lo que tenía. Me quedé con lo puesto. Gracias a Dios me quedó ese cuarto de la casa, donde hoy puedo dormir, comer, ver TV y estar con la familia. Eso es material y hay mucha gente que nos ayudó con ropa, colchones... y ahora estamos bien. La plata como viene se va, y se va más de lo que viene”.

Una vieja revista de El Gráfico está ahí, parcialmente quemada. Y él se resiste a tirarla. Adentro hay fotos de un pasado glorioso, que no quiere olvidar, y pretende conservar. Las guardará en una bolsa de nylon, para que, al menos, algo de aquel Diablo Monserrat futbolista permanezca. En la memoria sigue presente.

Por Marcos J. Villalobo / Fotos: Marcelo Ruiz.

Nota publicada en la edición de Diciembre de 2017 de El Gráfico 

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