LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Racing, héroes para siempre

Por Martín Estévez · 26 de diciembre de 2017

El 4 de noviembre se cumplen 50 años desde que Racing ganó la Copa Intercontinental, primer título mundial para el fútbol argentino. Reunimos a seis protagonistas del glorioso “equipo de José” para recordar el pasado, pero también conocer su presente. Con ustedes, Rulli, el Chango Cárdenas, Oscar Martín, el Bocha Maschio, Parenti y Spilinga.


Seis leyendas de Racing levantan la Copa Intercontinental en Avellaneda.
Una nota tradicional los mencionaría como guerreros, leones invencibles, ídolos de hierro. Pero quedarnos con eso sería injusto para ellos. Sería anclarlos al pasado. Hoy, Juan Carlos Rulli (80 años), Juan Carlos Cárdenas (72), Oscar Martín (83), Humberto Maschio (84), Fernando Parenti (76) y Antonino Spilinga (77) tienen recuerdos de gloria, pero no viven de eso, sino del presente. Cada vez que se juntan, conversan sobre algún viejo partido, sí, pero mucho más sobre sus situaciones actuales. A veces se sienten un poco olvidados, a veces andan delicados de salud: un poco por su edad, lógicamente, pero también porque en nuestra sociedad no hay un cuidado especial sobre las personas con mucha edad. Maltratamos a “nuestros viejos”, sin darnos cuenta de que ese será el trato que recibiremos nosotros mismos cuando nos toque. Por eso, esta nota tiene doble valor. Porque conmemora el 50° aniversario del Racing campeón del mundo, y porque, como dice Parenti, “estas cosas logran que no seamos solamente un poster en una pared, sino que nos permiten seguir siendo personas de carne y hueso, seguir siendo parte del club”.

Pocos días antes de juntarlos en el estadio, se contaba con la presencia de Juan José Pizzuti, director técnico de aquel equipo, pero cuestiones de salud le impidieron estar. También Nelson Chabay y Jaime Martinoli atraviesan un momento en el que deben cuidarse más que de costumbre. “No tengas dudas de que, igual, todos están acá –asegura Rulli–. Los que hoy no pudieron venir y los que ya se nos fueron, como Perfumo, Cejas, el Torito Raffo, Mori… Todos están acá, con nosotros”.

Racing sale a la cancha en el Centenario de Montevideo, para la tercera final Intercontinental.
RACING DE ARGENTINA
La Academia, campeona cinco veces entre 1949 y 1961, comenzó una crisis en 1964 que llegó a su punto más profundo en 1965. “Fue un momento bastante feo –recuerda Oscar Martín, capitán del equipo–. Había un montón de problemas institucionales, económicos, de organización, y también en lo futbolístico. Un montón de cosas que uno quiere olvidar rápido. La situación comenzó a mejorar cuando Pizzuti tomó al equipo. El y el profesor Rufino Ojeda, preparador físico, fueron los artífices de una gran mejora que arrancó en lo futbolístico, porque no había conducción y el barco estaba a la deriva, pero a partir de ellos el club se empezó a organizar, empezamos a tomar conciencia de lo que podíamos ser”.
En septiembre de 1965, Racing sumaba 13 puntos en 18 fechas y estaba ¡último! en la tabla de posiciones. La llegada de Pizzuti generó una reacción instantánea: de los siguientes 58 partidos por el torneo local, la Academia perdería solamente 2.
El equipo terminó 5° en 1965 y se armó con fuerza para el 66. “Cuando arrancó el año –explica Cárdenas– había un plantel de como 40 jugadores. Pizzuti tuvo que elegir quiénes se quedaban, y la verdad es que acertó en todo. Enseguida se incorporó el Bocha (Maschio) y a partir de ahí cada uno se dedicó a lo que mejor sabía hacer, siempre con orden, audacia y siendo protagonistas”.

-Usted se fue en el 57 y volvió en el 66, a los 33 años, después de estar una década en Italia. ¿Cómo encontró al club?
-Maschio: Yo venía con la idea de terminar mi carrera en Racing, y cuando llegué, me encontré con un equipo que llevaba 14 partidos invicto y que ya tenía su impronta, su idea de cómo jugar al fútbol, mérito de Pizzuti y el profe Ojeda, dos fenómenos. Físicamente, Racing era el mejor equipo del país, era avasallador. Pizzuti me conocía bien y me trajo para poner un poco la pausa. Me encontré con un plantel que, además de jugar bien, era muy unido. Sin desmerecer a los rivales, éramos conscientes de que podíamos ganarle a cualquiera.
-Cárdenas: El Bocha volvió de Italia serio, de saquito, corbata, y nosotros éramos todos pibes, desarreglados. En uno de los primeros entrenamientos, el Panadero Díaz me dice: “Vamos a agarrar al viejo ese y lo hacemos correr hasta que no aguante más”. Y le pedimos al preparador físico que nos exigiera a los tres, así que nos puso a correr. Primero, iba adelante el Panadero, después yo, él iba atrás y nosotros nos mirábamos, nos reíamos. Dos vueltas, tres vueltas, y en un momento nos empezamos a cansar. El Bocha seguía como si nada, seguía, seguía, y en la cuarta no pudimos más. Frenamos, y el Panadero me dijo: “Qué viejo hijo de puta, ¡no para más!” (risas). Ahí se ganó nuestro respeto.

-¿En qué se diferenciaba Racing de los mejores equipos de Italia?
-Maschio: Los equipos italianos jugaban todos igual, con el famoso catenaccio, con líbero, y se caracterizaban por el contragolpe. Racing, en cambio, tenía más juego, era netamente ofensivo. Incluso, a veces, lo dejábamos a Perfumo solo en defensa. Los laterales, Martín y el Panadero Díaz, se iban al ataque, y Basile se paraba en el mediocampo. Pero Perfumo tenía un gran sentido de quite para llegar justo a tiempo a la pelota y al rival, anticipaba como nadie. Confiábamos mucho en él. Teníamos un equipo muy completo en todas las líneas. El Panadero Díaz sabía con la pelota, Mori marcaba bien en el medio y, adelante, Martinoli te daba pases donde quería, y el Yaya Rodríguez se destacaba por el juego corto y la gambeta. Y los demás acompañábamos, cada uno se dedicaba a lo que mejor sabía hacer.

Salida de la Academia, pero en el segundo partido, jugado en Racing.
Maschio tiene la grandeza de remarcar el trabajo de todos los que no están presentes y decir que ellos solo “acompañaban”. Humberto, para los que no lo saben, era el crack de ese equipo, el cerebro en un Racing que se hizo famoso por su intensidad y por el “centro a la olla”, jugada en la que la mitad del equipo invadía el área rival y algún compañero tiraba el centro a la carrera. ¿Era tan así? “Racing era práctico, rápido, un equipo en el que el pase nunca tardaba –analiza Cárdenas–. No eran tanto ollazos, sino que desbordábamos mucho por afuera, especialmente Martinoli, que no tiraba centros, sino que te daba pases a la cabeza o a los pies. Aquel equipo comenzó con la premisa de tener poco la pelota, de que la toquemos todos, que hubiera circulación, que hiciéramos bien los relevos. En mi caso, en los años previos había sido goleador, pero cuando llegó Pizzuti nos pidió que los tres delanteros rotáramos en todo el ataque, y también acertó. Era un equipo muy práctico, por eso revolucionó todo. No cualquiera está 39 fechas sin perder como estuvimos nosotros”.
“Pocos lo saben –añade Martín–, pero en el único partido que perdimos en el 66, contra River, el micro nos dejó a 15 cuadras de la cancha de ellos, porque no podía entrar. Tuvimos que caminar costeando las vías del ferrocarril, y llegamos con el tiempo justo al vestuario”.
Parenti vuelve a traer el recuerdo de Perfumo, fallecido en 2016: “Yo jugué con Roberto desde la Cuarta División de River. Eran tan excelente que, si en vez de jugar de 2 jugaba de 5, hubiera sido más que Franz Beckenbauer. Tenía capacidad técnica, remate, todo”. “Yo prácticamente hice una carrera paralela con Roberto –agrega Cárdenas–, y ya de joven se veía su gran personalidad. Todos lo queremos de alguna manera y lo tenemos en el recuerdo. El tenía una personalidad especial: cuando veníamos a lo de Tita, si había jugo, quería gaseosa; si había medialunas, quería bolas de fraile. Pero siempre riéndose”.
Tita es Elena Mattiussi, la mujer más importante en la historia de Racing, encargada durante décadas de la pensión en la que vivían los jugadores de las divisiones inferiores. “Racing nos dio la posibilidad de conocer a una gran mujer como Tita –se emociona Cárdenas–. Ella unía a todos. No solo a nuestra generación, sino a las anteriores. Todos nos juntábamos en lo de Tita a tomar mate”. Rulli relata: “Con Miguel Angel Mori teníamos una cábala: todos los domingos, antes del partido, la abrazábamos a Tita en el rincón del corner. Era como una madre o una tía para nosotros”.
En 1966, Racing batió el récord de partidos sin perder (39, solo superado por Boca en 1999) y se consagró campeón argentino con cinco puntos de ventaja sobre River. Había nacido, para nunca morir, “el equipo de José”.

Raffo empata a la segunda final, en Avellaneda.
RACING DE AMERICA
El siguiente paso fue la Copa Libertadores, que comenzó con triunfo ante River el 8 de marzo de 1967, y se extendió durante nada menos que 20 partidos: ningún equipo jugó tanto en una Copa como Racing aquella vez. Pese a competir con genios como Agustín Mario Cejas y Luis Carrizo, Spilinga atajó en 4 de esos 20 partidos. “Teníamos un gran equipo, a los cinco minutos ya estábamos rodeando el arco contrario. Pizzuti y Ojeda eran una maravilla. Atacaban todos, pero nunca te sentías desprotegido porque estaba Perfumo; nunca vi a un defensor como él. Los suplentes entrábamos con un estado de ánimo tremendo, como jamás vi en otro equipo”.
Durante la primera ronda, en la que Racing ganó el grupo contra River, dos equipos de Colombia y dos de Bolivia, sucedió un famoso viaje a Medellín, en el que el avión que los transportaba estuvo a punto de caer.

-En ese viaje estuvieron presentes los seis, ¿qué recuerdan?
-Rulli: A mí me marcó la vida. Recién ahora, 50 años después, le he perdido un poco el miedo a los aviones. No voy a detallar todo lo que sufrimos porque llevaría media hora, pero fue un momento terrible.
-Cárdenas: Es que una cosa es contarlo y otra es vivirlo. Fue una cosa tan terrible que narrarlo no es fácil, cuesta describir todo lo que sentimos en ese viaje.
-Maschio: Tenía que bajar un jet para que subiéramos, pero no bajó, así que nos subimos todos a un avión chiquito. En ese momento podías estar sin cinturón de seguridad, así que, de pronto, yo me fui para arriba y me golpeé la cabeza contra el techo, lo mismo le pasó a una azafata. “¡Nos matamos!”, grité yo. ¡Flotaba todo, los sacos, las corbatas! El Panadero Díaz, que estaba en el baño, cuando salió no entendía nada.
-Rulli: Cuando por fin aterrizamos, a mí me tuvieron que bajar entre cuatro en una sillita, porque tenía todo el cuerpo contracturado. Días después, Luis Carrizo, que era muy pícaro, intuitivo, dijo: “Si nos salvamos de esto, vamos a ser campeones”.
-Maschio: Poco después viajamos de Medellín a Bogotá con el mismo piloto, así que le preguntamos qué había pasado. “Acá hay muchos pozos de aire, de milagro no se rompieron las alas”, nos dijo. “Pero si era un pozo de aire, ¿por qué también anduvimos de costado?”, nos sorprendimos. “Ah –nos explicó tranquilo–, eso fue porque cuando pude estabilizar el avión, me encontré con una montaña, así que la tuve que esquivar”.

En la segunda fase, Racing lideró el grupo que compartió con River, Colo-Colo de Chile y Universitario de Perú, pero antes perdió un partido de local contra los peruanos. “Ese día empezamos ganando –rememora Cárdenas–. Después nos empataron, y Chumpitaz metió un tiro desde 40 metros que le pegó en el pecho a Cejas y se metió. Cuando terminó ese partido, nos juntamos todos en la pieza de Agustín (Cejas) para hablar, porque nos podíamos quedar afuera. Empezamos a tomar un poco, estábamos tristes, así que ya no nos importaba nada. Y a Cejas lo empezamos a cargar, le pusimos “Resorte”, un apodo que después le quedó. Lo insultábamos, pero en broma, riéndonos. De golpe, Agustín se agarró la cara, ¡y se largó a llorar! No sabíamos cómo pedirle disculpas, era un fenómeno como arquero”. “Cejas era muy divertido –lo recuerda Maschio, muy cercano a él hasta su muerte en 2015–. Tenía un poder de imitación tremendo. En los asados que hacíamos, que duraban tres o cuatro horas, nos hacía matar de risa. Tiempo después, cuando él trabajaba en una confitería que tenía con un amigo, su mujer sufrió un cáncer y Agustín, desde el viernes a la noche hasta que volvía a trabajar el lunes, la cuidaba como pocas veces vi. Un tipo extraordinario”.
La Academia ganó el desempate contra Universitario en Santiago de Chile y llegó a la final de la Libertadores ante Nacional de Montevideo. Un doble 0-0 que también necesitó un desempate en Chile: el 25 de agosto de 1967, Racing se impuso 2-1.

-Fernando, en aquel momento había un solo cambio y a usted le tocó entrar en esa última final. ¿Qué le dijo Pizzuti?
-Parenti: Una de las virtudes de José era que, antes de entrar, te decía exactamente lo que tenías que hacer. Cada uno sabía su tarea y también sabía cómo iba a jugar el rival. En esa época, los cambios solo se podían hacer en el primer tiempo, así que entré por Joao Cardoso, que había metido el 1-0. Al ratito, armamos una jugada con el Bocha, la tocó el Chango (Cárdenas) y Raffo metió el 2-0. Para el segundo tiempo, Pizzuti me dijo: “Nando, ojo con las subidas de Ubiña”. Y tenía razón, porque atacaron mucho con él. Lo pudimos controlar y fuimos campeones. Ese Racing era un movimiento constante, casi no había distancia entre líneas: íbamos todos juntos y volvíamos todos juntos. No había baches en los que los contrarios pudieran jugar. En medio del partido rotábamos, cambiábamos de puesto. Eramos un equipos indescifrable.

-¿Pizzuti los retaba mucho?
-Parenti: Decía lo justo. Yo soy muy devoto de la virgen de Luján y un día, en el entretiempo, estaba rezando con la estampita de la virgen. Por atrás pasó José y me gritó: “Fernando, ¡rece menos y corra más!” (risas).
-Spilinga: Yo había jugado con él en la Reserva de Boca, lo conocía de chico. Entonces, cuando lo tuve como técnico, lo tuteaba, hasta que un día me dijo: “Pero cómo… ¿usted tutea al maestro?”. Y hasta hoy, nunca más lo tuteé (más risas).
-Maschio: Siempre fui muy amigo de José, desde que jugué con él. Y siempre fue muy coherente. Nosotros no concentrábamos, pero la noche anterior al partido teníamos que estar en casa a las 9. Yo vivía a dos cuadras de una estación y a la noche iba a comprar el diario, la sexta. Una vez pasó el control del club a las 9, para que firmara la planilla, y mi mujer le dijo que yo había ido a comprar el diario y que en dos o tres minutos volvía. “Pizzuti nos dice que si no está, tenemos que poner que no está”, le respondieron, y tuve que pagar 5000 pesos de multa. No era poca guita, eh (risas). El era muy amigo mío, pero si me tenía que multar, me multaba. Con la plata de las multas, comprábamos cosas y las donábamos a algún hospital de niños.

Cárdenas levanta la copa en un vestuario repleto.
RACING DEL MUNDO
Ningún equipo ni selección argentina había sido campeón del mundo, y la Academia tenía la chance de lograrlo contra el poderoso Celtic de Escocia, que había arrasado en una Copa de Campeones en la que compitieron Atlético de Madrid, Liverpool, Ajax, Real Madrid y hasta al Inter de Helenio Herrera, campeón intercontinental en 1964 y 1965. “Helenio declaró después de la final que Celtic era invencible –remarca Spilinga–. Pero eso es porque no conocía a Racing”.
“Antes de cada práctica, José daba charlas de media hora –cuenta Maschio–. Hablaba de la vida y de nosotros. Del rival, nunca. La única vez que nos habló sobre el rival en una práctica fue antes del Celtic. Había viajado a Escocia y nos trajo un librito a cada uno donde decía cómo jugaban, qué hacían y qué no hacían. Y el día del partido nos repitió exactamente lo que estaba en la cartilla”. Cárdenas agrega un dato: “En las semanas previas a la Intercontinental, él se carteaba con Alfredo Di Stéfano y con Omar Sívori, y les pedía que le contaran más cosas sobre el Celtic”.
El primer partido fue el 18 de octubre, en Glasgow, donde el Celtic ganó 1-0. “Yo compartía habitación con Miguel Angel Mori, que era fanático del mate –sonríe Oscar Martín–. Yo no era muy matero, pero lo acompañaba. El llevaba los implementos del mate a todos lados. Llegamos a Escocia y, en la habitación, sacó un calentador de su maletín. Me pidió que fuera a buscar fósforos y, cuando prendió, la bocha donde se encendía el fuego saltó debajo de la cama, que tenía una arpillera abajo, y se empezó a prender fuego todo (risas). Mientras pegábamos toallazos para apagar las llamas, yo le decía: ‘¡Ahora se prende fuego el hotel y nos echan a todos!’”.
La revancha fue en Avellaneda y arrancó mal: Gemmell, de penal, puso el 1-0 para el Celtic. En el momento más delicado, apareció Norberto Raffo y empató el partido. “El Torito Raffo era un apasionado del fútbol y del gol –recuerda Martín, a nueve años de la muerte del Torito–. Yo lo conocí en la Selección, estábamos en Montevideo cuando lo compró Racing. Hablaba todo el tiempo de los rivales, de fútbol. Era increíble, por su poca estatura, las condiciones que tenía para cabecear. Yo jugué con un gran cabeceador como Rubén Sosa, pero siempre me llamó más la atención lo de Raffo porque, pese a que no era alto, cabeceando era mortal”.

Juan José Pizzuti, armador de un gran equipo, durante una de sus charlas previas a las prácticas.
-Chango, todos se acuerdan de su gol en el tercer partido, pero si usted no hacía el 2-1 en Avellaneda, ni siquiera llegaban al desempate…
-Cárdenas: No podía ser que no lo hiciéramos, porque en ese equipo hacían goles todos… ¡salvo Cachito Rulli! (risas). El fútbol argentino venía de un 1965 muy mezquino, y ese Racing hizo una revolución total, porque teníamos mucha libertad para atacar, especialmente por afuera. Atacábamos todos.
-Rulli: En la Intercontinental fue importantísimo Nelson Chabay, que jugaba en todos los puestos de la defensa y hasta de 5. A él nunca se lo reconoció como merecía.
-Cárdenas: Es cierto, no era común encontrar un tipo que jugara con tanta facilidad de 5, de 4, de 2… Y en las finales contra el Celtic jugó de 3, porque estaba lesionado el Panadero Díaz. Tenía que marcar a Jimmy Johnstone, que era el mejor de ellos. Tenía una gambeta rarísima, en velocidad, y arrancó imparable. Nos acercamos a Chabay y le dijimos : “¡Nos está dando un baile!”. “Déjenme a mí”, nos respondió, y en la primera en la que Johnstone se le fue por afuera, le dio una patada y lo tiró afuera de la cancha. Se le acercó Esteban Marino, el árbitro, y todos pensamos que lo echaba. Pero los dos eran uruguayos, así que Marino le dijo: “Nelson… la próxima que sea con pelota” y lo dejó seguir jugando.

Racing ganó 2-1 en Avellaneda y forzó un desempate que se jugó el 4 de noviembre de 1967 en Montevideo. Cejas; Martín, Perfumo, Basile, Chabay; Rulli, Joao Cardoso, Maschio; Raffo, Cárdenas y el Yaya Rodríguez fueron los once titulares aquel día, acompañados desde cerca por el Panadero Díaz, Mori, Martinoli, Parenti, Spilinga, Luis Carrizo, Néstor Rambert, Antonio Manillo, Rodolfo Vilanoba y Oscar Cáceres. A los 10 minutos del segundo tiempo, el Chango Cárdenas metió un zurdazo épico desde 30 metros, y le dio a la Academia el 1-0 y el título mundial.

“Ese día me expulsaron mal, faltando pocos minutos, así que me fui al vestuario. Al ratito entró un periodista de El Gráfico, El Veco (Emilio Laferranderie). De golpe, me abrazó y se largó a llorar. “¿Qué le pasa?”, le dije asombrado. “¡Ganaron, son campeones del mundo!”, me decía él. “¿Y por eso llora?”, le respondí yo, pero no por jactancia: en ese momento no tomé dimensión de lo que estaba pasando. Nos habíamos acostumbrado a jugar esos partidos: fueron 20 por la Libertadores, dos de ellos desempates, y tres más por la Intercontinental. Estábamos tan metidos en el partido a partido que no nos dábamos cuenta de lo que estábamos logrando”.

Parenti, Cárdenas, Martín, Maschio, Rulli y Spilinga en el estadio de Racing, donde hubo 125.000 personas en la segunda final de la Intercontinental.
El final de la nota fue prácticamente una charla entre ellos, una enumeración de historias que merecen ser contadas en primera persona.

-Maschio: Antes de la segunda final del mundo contra el Celtic, Racing nos debía un montón de plata. Estábamos concentrados y decidimos hablar con los dirigentes. Les dijimos: o nos pagan o nos vamos. 
-Rulli: Vinieron con un cheque y se lo dimos a Oscar Martín, que era el capitán, para cobrarlo después de los partidos y repartir la plata. Ganamos acá, ganamos en Montevideo y, cuando volvíamos en el avión, vino Raúl Prieto, excelente dirigente, y nos dijo: “Perdón, muchachos, pero si se fijan, el cheque no lo van a poder cobrar, porque no le pusimos ningún valor” (risas).
-Cárdenas: Racing estaba en ese momento como estuvo durante cuarenta años: aunque ganábamos todo, aunque íbamos primeros, siempre nos debían plata. Una vez nos cansamos, fuimos unos cuantos a la sede y lo agarramos al tesorero. El decía: “¡No hay plata, no hay plata!”. Racing tenía una caja fuerte inmensa y la tuvo que abrir para mostrarnos que no había nada. Pero Luis Carrizo vio una bolsa con monedas y le dijo: “Ahí hay plata”. Se la llevó y, cuando llegamos a un hall, tiró las monedas al piso y dijo: “Ahí está, muchachos, agarren, agarren”.
-Rulli: Carrizo era muy especial, muy cómico. Siempre pagaba multas por llegar tarde.
-Cárdenas: Siempre estaba contento. En un partido la rompió y un periodista, serio, le dijo: “Qué bien anduvo, Luis, volaba para acá, volaba para allá”. Y él, con la misma seriedad, le respondió: “Claro, porque antes de jugar me tomé un té de golondrina” (risas).
-Rulli: Una vez nos quedamos ocho horas en un aeropuerto porque el avión tenía problemas de presurización, entonces Carrizo se compró una guitarra. Yo la di vuelta y vi que estaba rajada atrás. “Luis, te metieron el perro, está rota”, le dije. “No te hagas problemas –me respondió–, le pongo un enchufe y la hago eléctrica”.
-Maschio: ¿Se acuerdan por qué se levantó la clausura de la cancha en el 83? Gracias a Jorge Porcel y a este que está acá (señala a Félix Geraci, amigo de Porcel y de aquel plantel). Ellos organizaron un festival en el Luna Park y recaudaron más de 300.000 pesos. Con esa plata, se reparó la cancha.
-Geraci: Ese festival lo pensamos con Cacho Pisani y Clemente Bourgarel, periodista partidario. Para mí es un honor juntarme con ellos: este equipo generaba alegría porque podía jugar mal, pero la actitud siempre estaba. Racing unió a todos los argentinos, fue la única vez que todos los hinchas quisieron que ganara un argentino. Ni antes ni después volvió a pasar. En Ezeiza, cuando volvieron, había banderas de todos los equipos.

-¿Qué es lo mejor que les pasó por haber sido campeones del mundo?
-Cárdenas: Para mí fue muy especial, porque debuté a los 16 años y jugué casi toda mi carrera en el club. Voy a estar eternamente agradecido a Racing, porque me formó como ser humano, me dio la posibilidad de hacer lo que me gusta, me educó, me dio amigos.
-Spilinga: Yo de chico escuchaba nombrar a Tucho Méndez, Bravo, Pizzuti, Simes, Sued… Después de eso, jugar en Racing y con estos compañeros fue una satisfacción enorme. Son todos grandes personas.
-Parenti: Lo mejor es todo lo que vivimos juntos. No hay muchas personas que hayan sido campeonas del mundo en algo. Y aunque los hinchas de Racing nos agradecen cada vez que pueden, nosotros también tenemos que agradecerles a ellos, porque nos da mucha alegría haber sido parte de todo esto.
-Maschio: Lo más lindo de todo es que seguimos estando juntos, nosotros seis, Pizzuti, Martinoli, Chabay… Ahora sentimos incluso más orgullo de haber sido campeones del que sentimos hace 50 años.
-Martín: Lo mejor para mí es haber tenido tantos años a los compañeros que tuve. No había figuras, no había un Maradona, un Messi. Eramos todos de 7 puntos y, entonces, dejábamos todo. El que entraba se desvivía, y el que estaba afuera hacía más fuerza que los que estábamos adentro. Pasan los años y la gente mayor les explica a los más jóvenes quiénes fuimos nosotros: esa es una de las satisfacciones más grandes que hay.
-Rulli: Yo quería jugar al fútbol desde muy chico, y Racing me dio esa posibilidad. La gente no lo sabe, pero es cierto que nosotros nos seguimos viendo muy seguido. No fue que pasamos, no fue solo una Copa del Mundo, conseguimos algo más profundo: un grupo unido y 50 años de Amistad.

Por Martín Estevez / Fotos: Maxi Didari.

Nota publicada en la edición de Noviembre de 2017 de El Gráfico 

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