LAS ENTREVISTAS DE EL GRÁFICO

Matías Caruzzo, sentido de pertenencia

Por Darío Gurevich · 13 de mayo de 2017

Reconoce que adora a Argentinos, pero también que se siente pleno y entero en San Lorenzo. Conversación intimista con un marcador central que reflexiona tanto como juega. Su vida, su mirada sobre el futbolista y la sociedad, qué le faltó en Boca, su admiración por Simeone, la Selección y Bauza, cómo sanear el fútbol argentino, y la reinvención que precisa el Ciclón.


La mirada puesta en redondear un buen año con San Lorenzo, club al que se sumó en el amanecer de 2015.
Matías Caruzzo no se puede sacar el anillo de casado. Los culpables son dos: Yanina, su pareja hace casi dos décadas, y el Flaco Delorte, un duro delantero con el que, producto de un choque y de la posterior mala caída, se fisuró un dedo que jamás le quedó derecho. El marcador central de San Lorenzo, uno de los referentes del plantel, admite rápido, casi sin haber entrado en clima de entrevista, que su familia lo es todo. Aún no sabe si cuando sus hijos sean más grandes (Santino tiene 7 años y Valentino cumplirá 3 el 26 de este mes), les hablará sobre historias vinculadas a su trabajo –al fútbol–, sobre otras cuestiones ligadas a la vida o sobre aquella oportunidad, gloriosa y santa por cierto, en la que le estrechó la mano al Papa Francisco.

“Les contaré de todo un poco. El más grande ya entiende y está pendiente de lo que hago. En ese sentido, se interioriza; y le gusta el fútbol de manera natural. Quiero inculcarles los valores que me transmitieron a mí desde chico: el respeto, la educación, la solidaridad. También, los que adquirí de más grande: el trabajo, la perseverancia e intentar hacer las cosas bien todos los días, que es difícil de lograr. Deseo que sean buenas personas, que es lo más importante. Por otro lado, la experiencia con el Papa fue espectacular. Imaginate que muchos romanos, muchos turistas, lloran al verlo a 200 o 300 metros en la Plaza San Pedro. Y nosotros estuvimos con él en un salón del Vaticano, lo saludamos, le dimos la mano y nos sacamos una foto; una situación inolvidable que me guardo para siempre. Aquel grupo de San Lorenzo tomó la real dimensión de este hecho cuando nos fuimos del Vaticano. Ser contemporáneo con el único Papa argentino de la historia y conocerlo es único”, argumenta.

Su amanecer en el fútbol infantil carece de misterio: jugaba al baby en Flores Club y en Parque, y, a los nueve años, Ramón Maddoni lo llevó a cancha de 11 en Argentinos y arrancó. Pero vamos a establecer una pausa, porque la idea no es redactar su historia de manera cronológica, sino empezar un pregunta-respuesta, que tiene saltos temporales, que toca desde su intimidad hasta los temas más candentes vinculados a su profesión y a su trayectoria.

-¿A qué le tenés miedo?
-No sé si hablar de miedos. Pero comienzan a aparecer a medida que crecés. En lo personal, no me paraliza nada. Pero, junto a mi mujer, nos llevamos un susto con nuestro hijo mayor. Hace cinco años, Santino tenía una inflamación en el bazo, pasamos por diferentes estudios y demás, y no estuvimos bien. Lo cuento por primera vez: me afectó en mi vida, en el plano futbolístico. Gracias a Dios y a la Virgen, salió todo bien.

-Sin contemplar a la familia, ¿qué no te puede faltar en tu vida?
-No sé qué sería, cuando me retire como jugador, si no siguiera ligado al fútbol. Hoy, no me imagino afuera de este ambiente. Todavía tengo la cabeza de un futbolista, y no sé qué espacio podría ocupar.

-¿Qué experiencia te marcó durante tu adolescencia?
-Habíamos sido campeones con la Quinta de Argentinos, en la que Ortigoza también estaba, y se venían momentos decisivos: la firma del contrato, la pretemporada con la Primera. A varios compañeros les tocó ir, a mí no. Más allá de que había estado inactivo en ese año por una operación de hernia inguinal, ahí se produjo un quiebre, porque supe que me faltaba algo más. Seguí trabajando y, a la pretemporada posterior, fui.

-¿Qué era aquello te faltaba?
-Creo que siempre falta algo. Hoy, lo más fácil para el jugador es decir: “El técnico no me pone”. El tema, en cambio, es preguntarse por qué no te pone. Lo viví de grande en Boca: jugué durante mi primer año, y después el Flaco Schiavi llegó y estuve seis meses en los que disputé tres o cuatro partidos de 20. Ahí me pregunté cosas, miré hacia adentro, empecé a disfrutar de situaciones que antes no disfrutaba, y focalicé qué tenía que mejorar para mi beneficio y el del equipo.

-Charlemos sobre el futbolista sin ánimo de victimizarlo. ¿El jugador sufre más de lo que está en el imaginario colectivo?
-Me parece bien la crítica constructiva y la que no es así, y entiendo al hincha porque vi partidos desde la platea, en Argentinos, en Boca y en San Lorenzo, y se me escapó algún insulto; me puse renervioso. Pero no comparto cuando se piensa que al futbolista no le importa ganar o perder, que no le interesa porque tiene plata y demás… Me fui envenenado de la cancha en partidos muy o poco importantes. Cuando perdimos 4-0 la final del torneo local ante Lanús, estuve dos días sin cruzar ni una palabra con mi señora y mis hijos. Porque no me salía. Encima, supe que mi hijo mayor lloró en la platea de River. Me sentía frustrado, fracasado; y solo había perdido un partido de manera espectacular. Capaz que, en ese momento, me hubiera gustado saludar a cada jugador de Lanús. Al margen del apoyo incondicional, la familia se banca momentos bravos, complicados. Porque aquella vez yo había salido segundo y me sentía el peor.

-¿La sociedad le da una trascendencia desmedida al futbolista?
-El jugador es un ser humano normal; algunos creen que somos extraterrestres y no es así. A veces, el futbolista quiere marcar una diferencia en ciertas cuestiones, pero no lo comparto. Somos comunes y corrientes, como las demás personas; y muchos nos ven por televisión porque jugamos al fútbol.

-¿Es verdadero o falso: todos los protagonistas del fútbol caen en algún momento en la picadora de carne?
-¡Verdadero! El fútbol es el mejor reflejo de la vida, y nosotros estamos expuestos. No me quejo; disfruto, aprendo, tomo ciertas cosas. En el fútbol, vivimos a prueba de la consideración de los demás y debemos prepararnos para que nos bochen. La realidad es que, a través de un resultado negativo, se habla de realizar cambios, de mal funcionamiento, y hasta de fin de ciclo. Y, si el resultado es positivo, parece que todo se tiñe de rosa. Para mí, no es así. Por eso, soy de admirar a los jugadores que se mantienen en un mismo nivel en los buenos y malos momentos de sus equipos.

-“La personalidad del jugador se ve en Primera”, afirmó Marcelo Gallardo. ¿Coincidís con él?
-Sí, y la verdad surge adentro de la cancha porque ahí uno se hace valer. De hecho, ahí está el esfuerzo de toda una vida. Y, sin dudas, hay que apuntar al crecimiento; el jugador crece más en las difíciles, porque se fortalece, y debe ser inteligente para aprovechar los buenos momentos, que son pocos.

-¿En qué tramo de tu carrera te transformaste en un defensor de equipo grande?
-No lo sé… Debuté en Argentinos en 2006, cuando el club comenzó a estabilizarse con el promedio del descenso y a pensar en crecer, en pelear por otras cosas. A partir de 2007, 2008, me di cuenta de eso y de que me podía afianzar en Primera División. Después, di un salto grande al pasar de Argentinos a Boca. Me tocó iniciar bien, esperar un poco y alternar buenas y malas. Ahí, pasé por la picadora de carne. Se generalizaron bastantes cosas, quedé expuesto a situaciones por intereses creados, y montones de cuestiones que uno no puede explicar todo el tiempo. Sí me hice cargo de mis errores. En 2014, tuve un paso corto por la Universidad de Chile, un club espectacular, y volví a Argentinos por amor, por la obligación que había de ascender. De hecho, aquel ascenso no lo cuento como un título. Y el día que me enteré de que San Lorenzo me quería, me volvió el alma al cuerpo. Porque era mi vuelta a un grande del fútbol argentino; me llenó y me dio un empujón fuerte. Hace más de dos años que estoy en el club, y lo vivo y lo disfruto igual que el primer día. Sin contar a Argentinos que es mi casa, que me formó, San Lorenzo es el club en el que me siento pleno y entero. Eso es lo mejor de todo.

-¿Solo te faltó ser campeón de América en Boca?
-Mirá, cuando se terminó aquella final ante Corinthians, me pregunté si iba a volver a jugar otra final de Copa Libertadores. Fue una espina. Encima, veníamos bien. Habíamos sido campeones del Apertura 2011. Capaz que no éramos vistosos, pero jugábamos bien. De hecho, le sacamos 12 puntos al segundo. Estábamos en un buen momento, porque un mes después de haber perdido la Libertadores, ganamos la Copa Argentina.

-¿Qué entrenador te hubiera gustado que te dirija?
-Todos hablan de Guardiola y de Mourinho, pero admiro a Simeone. Me encanta cómo lo vive y cómo le va. Es impresionante lo que hizo. Después, que digan lo que quieran: si gana bien o mal. Yo hablo sobre el tipo, sobre cómo vive hasta las prácticas, sobre cómo trabaja. Porque Marquitos Angeleri lo ha tenido y nos ha hecho comentarios.

El zaguero tiene buen manejo de pelota y fortaleza en el juego aéreo. En el CASLA, ya jugó 79 partidos.
-Más allá de tu buen nivel, ¿tenés ventaja para ser convocado a la Selección porque Edgardo Bauza te conoce?
-No me parece que sea una ventaja, sí es bueno. Pero hay un montón de jugadores con cualidades para estar en la Selección que la ven desde afuera. 

-Entre tu idiosincrasia futbolera, generada en Argentinos, y la filosofía de juego de Bauza, ¿hay un abismo de distancia o la diferencia está en los detalles?
-No, no… Se trata de detalles mínimos, de algunos tips de diferencia. De todos modos, la manera de jugar de un equipo cambia con el armado del plantel. Porque el entrenador se debe adaptar a los jugadores que tiene. Con el Argentinos campeón de Borghi, nos plantábamos con línea de tres, sea en La Paternal o en la cancha de San Lorenzo que es gigante. Ganamos en cancha de River, de Racing, de San Lorenzo; empatamos frente a Boca y superamos a Independiente de local. Aquel fue un torneo en el que estuvimos en un pico máximo. Pero hay veces que defender en una determinada zona, quizá, te lleva a explotar mejor tus virtudes. Eso te hace esperar más atrás o ir a buscar más adelante, y depende de cada rival que se enfrenta.

-Bauza miró fijo a cámara y sostuvo: “Estoy convencido de que vamos a salir campeones del mundo”. ¿Le creés?
-Sí, cómo no le voy a creer; además, es lo que queremos todos.

-Ustedes, los protagonistas, conviven con la presión mediática. ¿El Patón pudo haber hecho semejante afirmación por aquella presión?
-No; conociéndolo, sé que no lo dijo por eso. El está convencido de eso. Si la Selección está número 1 en el ranking de la FIFA, si tiene al mejor del mundo que es Messi, por qué no la podemos imaginar como campeón del mundo.    

-Para arreglar el fútbol argentino, ¿debemos esperar que llegue el Big Bang o se puede reconstruir con lo que hay?
-Considero que se puede reconstruir, por qué no. Es difícil opinar sin estar tan empapado del tema, y tampoco soy quién como para decir qué se puede hacer para mejorar. Sí soy optimista para que se mejore, para rearmarlo con la gente que hay. Existen muchos dirigentes que hacen las cosas bien y quedan en evidencia por cómo se desarrollaron sus clubes. No me refiero solo a la parte de fútbol, sino al crecimiento institucional.

-¿Qué aprendizaje te dejó el paro que realizaron ustedes, los futbolistas?
-Lo mejor de aquella reunión fue la unificación. Hubo un pensamiento principal, y creo que se dio por primera vez: apoyar a muchos chicos que la pasaban mal. El reclamo fue justo; se tildaron a jugadores de gremialistas y se hablaron montones de pavadas, como que eran las paritarias del fútbol, por ejemplo. Las paritarias son para pedir aumento, y acá había muchachos que querían cobrar sueldos mínimos atrasados. Por otro lado, existe una realidad: si los clubes grandes no apoyaban esta moción, se iba a hacer muy difícil darles una mano a los que la necesitaban. Aquella vez nos pusimos todos en el lugar de ellos; tocamos fondo. Fue una vergüenza. Porque el mismo día que iba a comenzar el torneo había dirigentes que pagaban el operativo de seguridad, mientras que nosotros estábamos en nuestras casas y sabíamos que no se jugaba. Aquel día salieron a la luz montones de situaciones. Insisto: el reclamo resultó justo al pedir por la gente del ascenso y por mucha de Primera División. A mí me pasó de escuchar el caso de Temperley, que debía casi cinco meses. ¿Cómo hacés para jugar contra ellos? Antes, me ocurrió de enfrentar a Quilmes, que no se concentraba, que debía cinco meses de sueldo… Fue complicado ponerse delante de ellos. Después, hay otras cuestiones: nosotros estamos al día y apoyamos el paro; y los socios de San Lorenzo, que pagan la cuota, podrían renegar porque no jugábamos. Hubieran estado en su derecho, y es respetable. Ese también hubiese sido un razonamiento lógico.

-Cambiemos de tema. ¿Iniciamos una campaña: “Basta de descalificar a los deportistas profesionales al tildarlos de pecho frío”?
-Es que, para mí, eso no existe. Pero mirá: mis amigos íntimos saben que admiro a Roberto Ayala, que no tuvo logros con la Selección Mayor. Ellos me lo discuten, porque se basan en los resultados. “Pero, loco, fue un monstruo, el mejor zaguero central que tuvo la Selección”, les repito.

-Conversemos sobre San Lorenzo. ¿El nivel del equipo en los primeros dos partidos de la Copa Libertadores te intranquiliza?
-No; las dos derrotas me intranquilizan. Competimos en un grupo difícil y, ahora, lo es más aún. Lo que me tranquiliza es que, con poco fútbol y jugando por los puntos por primera vez en el año, hicimos 60 minutos muy buenos en el Maracaná. Después, es cierto: perdimos 4-0. Pero no existe esa diferencia entre Flamengo y San Lorenzo. De todas maneras, ante resultados negativos, rescato cosas positivas.

-¿El equipo está en una etapa de reconstrucción?
-Sí; hay que partir desde una base: no somos el mismo equipo que el semestre pasado. Si lo tenemos claro, vamos a crecer. Debemos reinventarnos. Se nos fueron tres jugadores trascendentes y se sintieron. Han llegado jugadores importantes, como Botta y Piris Da Motta, que se tienen que acomodar a diferentes situaciones: conocer a sus compañeros, a los movimientos del equipo… Eso, seguramente, nos llevará un poco de tiempo. Pero debemos reencontrarnos lo más rápido posible.

-¿En qué aspectos del juego tienen que reciclarse?
-Ante Paranaense, dejamos algunas cuestiones en evidencia durante el primer tiempo. Fuimos a presionar mal y tarde, y, entonces, retrocedimos mal. Creo que nosotros decidimos mal adentro de la cancha. Estaba claro el desarrollo del partido, y el gol que nos convirtieron nos generó muchas dudas y nos hizo jugar un primer tiempo muy malo. Tenemos que mejorar eso y lograr más juego asociado. También, debemos darle más respaldo a Nico Blandi y llegar con más gente al área rival. Tenemos que hacer un esfuerzo para que él no esté tan solo.

Nació el 15/8/1984 en Capital Federal; tiene 32 años. En el Ciclón, sonríe. Porque ahí es feliz.
-¿Lo sustancial es que son competitivos hace más de dos años o, en realidad, con eso no alcanza?
-Protagonizamos cada torneo que jugamos. En la Libertadores, todavía falta. Cuando San Lorenzo salió campeón de América, parecía que no pasaba el grupo y mirá… Y, en el torneo local, estamos entre los primeros. Entonces, no podemos hundirnos por algunos resultados negativos. Por supuesto que estaría buenísimo pasar esa media y confirmarlo al lograr otro campeonato. Desde que me incorporé al club a principio de 2015, jugamos tres finales y ganamos una. Lo bueno es que el plantel no se conforma, quiere más. Esto, también, viene de la mano con el crecimiento institucional que el club tiene hace varios años.

SU ESTADIGRAFO no es ni un personaje público ni un afamado periodista. Jorge, su padre, lleva la cuenta de manera minuciosa de los partidos oficiales que Matías acredita en Primera. Al cierre de esta edición, Caruzzo, que desarrolló su extensa trayectoria casi por completa en nuestro fútbol, disputó 355 encuentros, una cifra llamativa, un número tan imponente que lo invita a reflexionar: “A lo largo de mi carrera aprendí que ante momentos buenos y malos, tanto en el fútbol como en la vida, hay que mantenerse por el mismo camino. Porque lo ideal es hacer las cosas bien todos los días, que es difícil”.

Por Darío Gurevich / Fotos: Maxi Didari

Nota publicada en la edición de abril de 2017 de El Gráfico

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