¡HABLA MEMORIA!

El sistema que no falla: mandar sobre la pelota

Por Redacción EG · 27 de septiembre de 2019

En 1997, Juvenal hace una reflexión sobre lo realmente importante en el fútbol, y no es tanto un sistema táctico, sino más bien son aquellos equipos que logran mandar sobre la pelota los que quedan en el recuerdo.


Un día de 1986 llegó a la Argentina, para dirigir a San Lorenzo de Almagro, el técnico croata Bora Milutinovc. Su último destino había sido la conducción de la Selección Mexicana que jugó el Mundial `86, ganado por Argentina con un Diego Armando Maradona deslumbrante. Entrevistado por el EL GRAFICO, en vez de encontrarnos con un devoto cultor de la táctica y la estrategia, nos sorprendió como enamorado de la técnica. Aquel reportaje, glosando el peculiar castellano de Bora con un toque de humor, se tituló "EN FUTBOL MANDA PELOTA".

Diego Armando Maradona en el instante previo a convertir el gol más grande de todos los tiempos.

Esa expresión del entonces entrenador del Ciclón nos hizo retroceder veinte años. Era abril de 1966 en Madrid cuando Alfredo Di Stéfano nos entregó su particular apreciación sobre el éxito que lo acompañó durante su trayectoria en España: "El Real Madrid era un equipo tan veloz y combativo como cualquier otro de la Liga Española. Pero les llevábamos una gran ventaja: nosotros mandábamos sobre la pelota..."

Hoy, a diez años del paso de Bora por San Lorenzo y a treinta de aquella explicación de La Saeta Rubia, todavía no se ha inventado nada nuevo en materia de fútbol. Los equipos que ganan, los que dejan una huella profunda en el alma del espectador y en la estadística, siguen siendo los que mejor manejan la pelota. Tocándola con precisión, haciéndola circular en sentido cambiante, manejándola con fina técnica y exquisito buen gusto, Brasil sigue estando al tope, Nigeria se consagró campeón olímpico y Colombia lidera con paso firme las Eliminatorias de Sudamérica para el Mundial de Francia'98. Igual que en los Ochenta, cuando el rey se llamaba Diego Armando Maradona. Como en los Setenta, cuando el gran manija era Johan Cruyff. O entre los Cincuenta y Sesenta cuando los dueños de la corona eran Di Stéfano en Europa y Pelé en América. En los Cincuenta, para ser más precisos, en Europa también brillaba la magia de los húngaros de Puskas y Kocsis y en América hacían paredes Labruna y Wálter Gómez. Y qué decir de los Cuarenta, cuando en nuestras canchas las grandes batutas se llamaban Adolfo Pedernera, René Pontoni, Piraña Sarlanga o Rubén Bravo. O diez años antes, cuando el goleador más espectacular era un artista como Arsenio Erico, y José Manuel Moreno era el heredero ideal del legado que iban dejando Antonio Sastre y Roberto Cherro.

Ruben Bravo, el maestro en 1947, amenazando a Quatrocchi, arquero de Rosario Central.

Es cierto que el fútbol cambia todos los días. Pero hay circunstancias que permanecen inmutables a través de los tiempos. Las medidas del campo de juego es una. La cantidad de jugadores tampoco se modificó. Y la pelota, que es siempre redonda y siempre se entrega al que sabe tratarla con más cariño y mejor técnica, sigue siendo el factor dominante y posesivo.

Nadie puede ignorar que el ritmo de las acciones se ha hecho más veloz, más cambiante, más dinámico. Y que, por ese motivo, los rivales que antes estaban a diez o a cinco metros del hombre que recibía el pase, ahora están encima, apretándolo, asfixiándolo. Hay menos espacios y más urgencias, ¿qué duda cabe?

José Manuel Moreno y su elegancia. Emblema de los que dominaron la pelota como pocos.

Sin embargo, esos cambios no impactaban demasiado a un patriarca del fútbol como Adolfo Pedernera. Con esa lucidez que le daban años bien vividos y experiencias bien asimiladas, reflexionaba: "Cuando me hablan de fútbol moderno, compruebo que hoy veo las mismas cosas que ya vi antes.

Y hubo cosas muy buenas de antes que ahora no las veo..." Adolfo tenía razón.

¿Cómo nos ganaron los nigerianos para dejarnos sin la medalla de oro en los últimos Juegos Olímpicos? ¿Corriendo? De ninguna manera. Nos superaron jugando. Controlando el balón, haciéndolo circular con calma, sin urgencia, con participación de todo el equipo para tenerlo, manejarlo, tocarlo, sustraerlo del contacto físico, de la lucha hombre a hombre. Haciendo valer su posesión.

Mandando sobre la pelota. Exactamente así, con los mismos fundamentos, Colombia nos bailó y nos goleó en las Eliminatorias para el Mundial de 1994.

 

Carlos Valderrama en actitud dominante.
 

Hasta el modestísimo Ecuador y el devaluado Perú nos superaron claramente en las Eliminatorias actuales, empleando la misma fórmula de quitamos la pelota y usarla en su provecho.

Hace diez años, cuando más se hablaba del fútbol físico, de la superioridad de la potencia atlética sobre la habilidad y el talento creador, de la preeminencia de la disciplina táctica y la combatividad sobre la imaginación y la riqueza técnica, Maradona hizo trizas esas ideas en el Mundial de México.

Cuando uno recuerda esa Copa del Mundo, surge una opinión unánime: "Con Maradona, Argentina tenía robo..." ¿Porque era un superdotado físico? ¿Porque era más veloz, más fuerte, más dinámico y más ágil que sus rivales? No. Porque la pelota era una prolongación de su anatomía y la manejaba con una facilidad casi insultante. El gran valor de esa conquista que llegó gracias al genio de Maradona fue que cada uno de los factores que sustentan el fútbol recobró su auténtica dimensión, su verdadera importancia.

En USA '94, Brasil obtuvo su cuarta Copa Mundial apoyado en una estructura defensiva casi inexpugnable —salvo para los holandeses, que se atrevieron a atacarlo—, pero ese único fundamento no habría bastado para llegar al triunfo sin los goles de Romario y Bebeto. Tan poco atléticos los dos como Maradona o Ariel Ortega o Panchito Guerrero. Pero llenos de fútbol. Dotados de un manejo fácil y claro, de esa tendencia a simplificar cada jugada, haciendo fácil lo difícil, que tienen los jugadores de técnica depurada y, sobre todo, dueños de una repentización fantástica para resolver con la pelota encima. Por eso, porque sorprenden siempre a rivales que esperan un paso más o un toque para acomodarse, sus definiciones resultan inapelables.

Ricardo Bochini es un fiel exponente de los jugadores que mandaron sobre la pelota.

Estos ejemplos, que podrían multiplicarse indefinidamente, revelan que a través de los años y los cambios de estilos y estrategias, incluso los provocados por las modificaciones reglamentarias que la FIFA y el International Board han incorporado para darle más énfasis al fútbol ofensivo, en cualquier cancha del mundo hay un sistema táctico que nunca falla: MANDAR SOBRE LA PELOTA.

 

 

Por JUVENAL (1997).

Fotos: ARCHIVO "EL GRÁFICO"


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