¡HABLA MEMORIA!

1994. Independiente: el fútbol súper

Por Redacción EG · 03 de septiembre de 2019

El Rojo conquistaba su primer Supercopa Sudamericana, nada más y nada menos que frente a Boca. Los de Brindisi vencieron en Avellaneda con gol de Rambert y el Rey sumaba otra copa a su vitrina.


Fue la gran final que el fútbol argentino se debía y nos debía. Una final a puro fútbol. Vibrante, emotiva, con dos equipos que iban al frente, a jugarse por la victoria con armas limpias, nobles, generosas, de fuerte atracción visual, de indudable riqueza estética, tratando cada uno de prevalecer por ser mejor que el oponente.

Hubo un ganador: Independiente. Que venció con esfuerzo, obligado a dejar todo en la cancha, exigido a fondo por un bravo adversario. Un triunfador acostumbrado a vivir estas alegrías porque está preparado para afrontar y resolver este tipo de exigencias.

Hubo un vencido: Boca. Que se fue aplaudido porque también había dejado jirones de dignidad, de orgullo, de actitud protagónica definida y de intenciones futbolísticas elevadas. Entregó todo: inteligencia y fervor, determinación y juego. No le alcanzó.

Tiempo de definiciones. Diez minutos del segundo tiempo, Boca afloja un poco su dominio y un delantero rojo está listo para perfilar la historia. Se llama Sebastián Pascual Rambert, tiene destino de héroe. Corre como un rayo, recibe el pase perfecto de Gustavo López y toca suave, de primera. Magia pura para dejar al Mono Navarro Montoya sin chance de reacción. Independiente ya se siente campeón.

 

Otro ángulo del momento más emocionante del partido. Rambert abría el marcador.

Porque el fútbol se define de distintas maneras, nunca repetidas, siempre inéditas, a veces sorpresivas y muchas veces impensadas. Dos jugadores del nuevo campeón de la Supercopa terminaron con el trabajoso tejido de todo un conjunto: Luis Alberto Islas, imbatible en la defensa del arco de Independiente; Sebastián Pascual Rambert, en otra demostración de su explosiva personalidad de atacante al que no se le puede dar un metro de luz ni un segundo de respiro porque su contundencia es sencillamente mortal.

Uno en cada extremo del campo marcaron la luz de diferencia que separó la alegría roja de la decepción boquense. Islas, impidiendo que el arranque espectacular de Boca culminara en gol de Sergio Daniel Martínez a los 15 segundos y resolviendo luego, una a una, todas las llegadas que generó el juego más armónico, claro y penetrante del equipo de Menotti. Y cuando otro intento del uruguayo que siempre le hace goles, lo había dejado en el camino de su toque suave y bombeado, surgió detrás de Islas la figura joven y elástica del cordobés Arzeno para rechazar esa pelota que ya se metía para premiar al cuadro que más cerca se encontraba de la victoria.

 

Sebastián Pascual Rambert.
 

La superfinal llegaba así al minuto 51 envuelta en la ansiedad, la excitación y el suspenso. Se estaba repitiendo en Avellaneda lo que había sucedido seis días antes en la Bombonera: Boca desperdiciaba sin concretar los momentos psicológicamente favorables que le estaba ofreciendo la lucha. Cuando eso sucede, por una ley inexorable del fútbol, las ocasiones perdidas ahora se lamentan más tarde. Apareció en escena, veloz e impetuoso, incontrolable y voraz, el delantero que podía ponerle su sello a la definición. Rambert armó la pared con Usuriaga y se perdió el gol. Dejó en el camino al arquero boquense, lo atoraron y levantó el tiro final. Dos minutos más tarde, Rambert no perdonó. Entró a bus-car el estupendo pase al claro que metió Gustavo López desde la derecha y, cuando salía Navarro Montoya para achicar-le el ángulo de disparo, se la mandó por arriba con un toque magistral, rumbo a la red, el grito, el festejo, la victoria y la consagración.

Quedaban 35 minutos por delante. Para que Boca cambiara la historia, para que los Rojos afirmaran su conquista. Independiente siguió golpeando sobre la herida abierta en el alma boquense, para no dejarla cicatrizar. Fueron siete, ocho minutos en los que Rambert fue un infierno para quienes, como Fabbri o Mac Allister, habían jugado un partido impecable.

Tres caras felices. Dany Garnero, Miguelito Brindisi y Diego Cagna recién llegados de la cancha, todavía en el túnel, atesoran cada una de las imágenes de un momento mágico. Todo es rojo.

Brindisi frenó, desde el banco, ese ataque insistente de su equipo. Dispuso una movida de piezas que, en realidad, marcaba un cambio de actitud ante el juego. Sacó a Usuriaga y le dio ingreso a Cascini. Independiente pasaba del ataque al contraataque. Boca encontró el respiro que necesitaba para reponerse del impacto emocional que le había provocado el golazo de Rambert y volvió a plantear la lucha en el campo local. Menotti mandó más atacantes de refresco a la cancha: Tréllez por Carranza, Pico por Carrizo. Pero ya nada podía sorprender a un Islas metido como nunca en el juego para atajar, cortar y salir jugando. Y nada podía sacarle la victoria a un equipo equilibrado como siempre, trabajador como nunca, pero además intratable, feroz como tantas veces a la hora de definir un pleito. Un equipo, éste de Miguel Brindisi, que reúne grandes jugadores en lugares clave (el arco, el ataque, como quedó expresado) y en dosis semimortales.

La vuelta al fútbol en un título. Perico Pérez y Gustavo López la disfrutan en andas, Usuriaga sonríe. Independiente campeón.

El final encontró a Independiente yendo a buscar el segundo gol, contraatacando con frialdad y justeza pero sin definir bien en el momento de apuntar y disparar.

Gustavo López denunciaba problemas en su tobillo izquierdo. Garnero no estaba en su tarde más inspirada. Pero Rambert, Cagna y Luli Ríos mantenían su alto nivel de rendimiento. Y Boca se iba quedando, envuelto en la impotencia y en el desánimo. Había luchado mucho. Y también había chocado contra la adversidad. Dos jugadores del equipo de enfrente le habían destrozado la ilusión, quedándose con toda la gloria de un tarde inolvidable.

Los dos habían jugado bien, pero Independiente tuvo un FÚTBOL SÚPER. ¡Salud, viejo campeón! iRey de reyes!

Momento de disfrutar la gloria, al mejor por un instante, de la tan deseada Supercopa. Allí está, a mano.

 

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Por JUVENAL (1994).

COBERTURA FOTOGRÁFICA: EDUARDO FORTE, GERARDO HOROVITZ, FABIAN MAURI, ALEJANDRO DEL BOSCO, OSCAR MOSTEIRIN, GERARDO PREGO, EDUARDO BISCAYART, ANTONIO LEGARRETA, DANIEL ROTHENBERG, OSVALDO MARCARIAN, ALEJANDRO PAGNI, JUAN JOSE BRUZZA, RICARDO BALLESTE, HUGO LAZARIDIS, HUGO RAMOS, DANIEL GONZALEZ y MARCOS ADANDIA.


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