El Negro Edwards venía de Newell’s donde había rascado varias canillas. Retacón, fornido, morocho y de bigotes, con la azul y oro se ganó el mote de Comisario por su sentido de la ubicación y el anticipo. Recio y firme, Colman estaba hecho a la medida xeneize. Primero compartió la última línea con Otero; después, proveniente de Unión, se sumó Perique. Edwards, de estilo similar, clausuraba el sector izquierdo con fuerza y velocidad. Una fiera que fuera de la cancha era más bueno que Lassie. Igual que el Comisario, que era un tipo afable, sencillo y simpático. Quienes los conocían sólo por su rigor para marcar a los delanteros rivales pensaban en un par de tipos salvajes. Nada que ver. Eran buenos muchachos que hasta tuvieron el orgullo de integrar la Selección.
(Texto: Poggi, Perugino, Borinsky)