El pibe enrulado que vendía diarios a los porteños en la esquina de Córdoba y Rodríguez Peña nunca se imagino que iba a ser campeón olímpico. Había viajado con solo 15 años a los JJOO de Ámsterdam en 1928 representando al país en la categoría Gallo, siendo el integrante más joven de la delegación, pero había llegado hasta cuartos de final. Cuatro años después en tres días, consecutivos derrota sin discusión a a los contrincantes para llegar a la final. Lo esperaba un alemán de mayor contextura física, Josef Schleinkofer, pero nada iba a detener a Carmelo Ambrosio en su camino al Oro.
¡Salud campeón!
Carmelo Robledo con su derrotado en la final olímpica.