PRIMERA DIVISIÓN

Boca, entre la teoría y la realidad

Por Elías Perugino · 07 de febrero de 2016

El equipo de Arruabarrena arrancó el torneo con el mismo bajo nivel que exhibió en los amistosos del verano. Escaso juego, nada de profundidad y un Tevez con una marcha menos son los rasgos distintivos del comienzo.


“El fútbol hablado es hermoso, pero el de la realidad es diferente”, sentenció días atrás Mauro Camoranesi, el actual técnico de Tigre. Campeón del mundo con Italia y de exitosa carrera en Juventus, el tandilense pretendía trazar un límite entre la teoría y la práctica, entre los planes y las concreciones.

El Boca de Arrubarrena es un ejemplo perfecto para validar la frase de Camoranesi. Nadie podría objetar las condiciones potenciales del plantel xeneize. Cuenta con dos futbolistas de primer nivel para cada puesto. El grupo trabaja en condiciones ideales de infraestructura. Objetivos deportivos -que constituyen el motor ideal en el plano motivacional- hay de sobra. Sin embargo, la escuálida prestación del equipo aniquila todos los pronósticos.

El debut frente a Temperley fue la prolongación de un verano plagado de defecciones individuales y desorientación colectiva. En el imperio del “fútbol hablado”, Boca debería tener mucho juego interior a partir del buen pie de sus volantes, ser picante con Tevez, atacar con profundidad por las bandas, salir con solvencia y prolijidad desde el fondo, imponer la jerarquía individual en los duelos de uno contra uno…

Nada de nada. En el fútbol “de la realidad”, hasta ahora cuesta desentrañar a qué quiere jugar Boca. Si desea presionar, y en qué zona del campo. Si pretende controlar la pelota, y a qué ritmo. Pese a la técnica que se le reconoce a jugadores como Pérez, Lodeiro o Gago, Boca no fue capaz de generar circuitos de cinco o seis pases consecutivos. Y ni hablar de ser profundo en las escasas oportunidades que logró construir una combinación medianamente aceptable.

Sin delanteros por afuera en la formación inicial, se suponía que los marcadores laterales “altos” deberían perforar por los costados. Peruzzi y Silva pasaron con más automatismo que sorpresa y oportunidad, pero casi nunca ganaron el fondo para lastimar con el centro atrás, con “el centro de la muerte”. Prefirieron lanzar envíos semi-frontales desde tres cuartos, favoreciendo la cobertura defensiva de Temperley.

Tevez volvió extraño de las vacaciones. “Soy el principal que está jugando mal”, se sinceró. Carlitos, que es un diferente, está necesitando un segundo más para resolver las jugadas. Y ese segundo de más transforma en un jugador normal. Que no siempre puede hacer la diferencia.

La cuestión del centrodelantero también derrama su cuota de incertidumbre. Con Calleri gritando goles en San Pablo y con Osvaldo sin el apto físico para aportar lo suyo desde el arranque, Chávez le está poniendo ganas a su posibilidad. Su sociedad con Tevez todavía no cuaja. Tampoco han sido felices sus apariciones para pivotear de espaldas. Pero se mueve con tenacidad, acaso el ítem que Osvaldo aún debe aprobar.

No hay un protocolo, una regla escrita, pero siempre que arranca un torneo cabe esperar que los equipos tengan un rodaje de cuatro o cinco partidos para acomodarse. Okey. En el caso de Boca, habrá que admitir que no es un equipo en formación, sino un equipo bicampeón al que se le han sumado un puñado de refuerzos para potenciarlo aún más, no todos para ser titulares. Eso agrava su diagnóstico y nos devuelve a la reflexión de Camoranesi: “El fútbol hablado es hermoso, pero el de la realidad es diferente”.

 

 

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