Superclásicos

DE FRENTE A LA HISTORIA

Boca se juega algo más que el pase a semifinales. Llegó la hora de cambiar. De asumir riesgos. De atender las virtudes ajenas sin descuidar las exigencias de una camiseta enorme.

Por Agustín Salvemini ·

12 de mayo de 2021

La vida de Boca desde lo futbolístico es indescifrable. Cuando parece que el ciclo de Miguel Ángel Russo pende de un hilo luego de tocar fondo en Santa Fe, todo se acomoda con la inclusión de tres chicos en la mitad de cancha y se renueva la esperanza a partir de cinco triunfos consecutivos que le permiten acceder a los cuartos de final de la Copa de la Liga Profesional y, al mismo tiempo, sumar 6 puntos en el inicio de la fase de grupos de la Libertadores.

Sin embargo, todo cambió a partir de tres derrotas consecutivas por 1 a 0 y un rendimiento colectivo e individual que evidenció la ausencia de funcionamiento, ya sea con titulares, suplentes o juveniles. Está claro que fallan los futbolistas pero tampoco aparecen respuestas desde el banco. 

Al igual que en Guayaquil, Russo ayer volvió a sorprender a propios y extraños con cambios tardíos e inexplicables. De todos modos, esto no justifica la histeria de López en el banco de suplentes y la lenta caminata de Tevez tras ser reemplazado por Soldano (5 goles en 50 partidos oficiales). 

El domingo, Boca definirá algo más que su futuro en la Copa de la Liga Profesional, un certamen que se miraba de reojo hasta que el destino decidió cruzarlo con River en cuartos de final. La gestión liderada por Juan Román Riquelme sumó dos títulos a las vitrinas del club y alcanzó las semifinales de la Libertadores pero no hay margen para otra derrota en el superclásico. No tanto para el ídolo, que con aciertos y errores, apenas acumula 17 meses en su nueva función, sino para el entrenador y varios de estos jugadores.

Desde que Arruabarrena utilizó la palabra “cagazo” para hablar de la serie de 2015, cuando su equipo era una aplanadora en el plano local e internacional, Boca comenzó a sentirse inferior y a jugar condicionado, principalmente en los duelos decisivos. Los diferentes entrenadores se (pre)ocuparon más del rival que de sus propias fuerzas o virtudes. Y en este contexto no sorprende que algunas de sus principales armas de peligro como Pavón, Cardona o Villa, por citar tres ejemplos, terminen retrocediendo hasta su área para perseguir a los laterales ocasionales de River. Llegó la hora de cambiar. De asumir riesgos. De atender las virtudes ajenas sin descuidar las exigencias de una camiseta enorme.

En definitiva, Boca ya demostró que pudo ganarle un mano a mano a River por la Superliga y luego lo relegó en la pelea por un lugar en la final de la Copa Maradona. Ahora, tras dos empates “positivos” en La Bombonera (2-2 y 1-1), el domingo tendrá una oportunidad ideal para comenzar a revertir la racha negativa de los últimos años.