Las Crónicas de El Gráfico

Caídos en desgracia

El fútbol es tan apasionante como ingrato. De hecho, técnicos y jugadores coinciden en que, al cabo de una carrera, computan más momentos angustiantes que gloriosos. Lo bueno del fútbol es que no discrimina. Hasta a los más poderosos les cabe el espejismo de sentirse desahuciados.

Por Elías Perugino ·

07 de marzo de 2016
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Nico es hincha de un club tradicional del fútbol argentino, pero que no juega en Primera desde hace 32 años. Un equipo que, entre amateurismo y profesionalismo [1], suma 64 temporadas en la máxima categoría. Demasiadas. Las suficientes para haber bordado una historia de triunfos memorables, jugadores exquisitos, técnicos de leyenda y campañas de casi campeón. Porque el equipo de Nico, pese a tantas páginas amarillentas en la hemeroteca del fútbol, jamás dio una vuelta olímpica en Primera. Arañó la posibilidad antes de que él naciera, antes del tobogán sin fin. Y aunque el orgullo del barrio supo ser primero en algunos torneos del ascenso y en una Copa Suecia, el sabor de esa gloria nunca tuvo cuerpo ni consistencia. Fue como esas salsas chirles y aguachentas que ciertos chefs de la modernidad quieren comparar con los tucos portentosos del sur de Italia. Inútil y sin equivalencias.

Nico vive la plenitud de una pasión heredada. El amor por dos colores y un escudo. Por un esplendor que no conoció. Por una ilusión que no se concreta. Apenas si usaba pañales la última vez que ese equipo transitó penosamente por la Primera. Mejor así, no lo hubiera soportado. Porque a Nico le gusta mucho el buen fútbol. Lo juega fenómeno y lo disfruta desde la equidistancia de su sillón. Se pasa tardes enteras viendo partidos de la Premier, la Bundesliga o la Champions. Y pese a que se transformó en un sibarita del fútbol europeo, nunca, jamás de los jamases, pega el faltazo en la platea donde se presenta su equipo de laureles mustios y futbolistas sin ingenio. Sale para la cancha con una sonrisa como la de Mariano Martínez [2] y vuelve, irremediablemente, con el rictus fantasmagórico que se apodera de Alejandro Dolina cuando está muy enojado.

Piadosos y comprensivos, sus amigos, que también son futboleros, le gambetean el tema. Cuando se juntan a tomar algo en el bar de la avenida Corrientes, entre los cinco suman 16 Libertadores y 5 Intercontinentales festejadas. Ninguna suya, obvio. Pero Nico, estoico, mete solito la cabeza en las fauces del león. Comenta con ilusión la llegada de un refuerzo que los otros cuatro ni siquiera saben quién es, mucho menos de qué juega. Y a veces, en esas tardecitas de cerveza y maní con un Bayern Munich-Chelsea en el plasma colgado encima de la barra, masculla desafíos que nadie oye: “Cualquiera sería buen técnico de esos fenómenos. Yo quisiera verlo a Guardiola [3] dirigiéndonos a nosotros. O a Gallardo. A ver si el Muñeco ganaría la Copa con Atlanta [4]…”.

Hace diez días, un comentario parecido tuvo un efecto inédito. La sola mención de Gallardo encendió la charla. Uno de sus cuatro amigos es de River. Y está preocupado a niveles que a Nico se le ocurren disparatados. “Si te quejás vos, qué queda para nosotros…”, le retrucó mientras borroneaba la servilleta donde había bosquejado lo que para él debería ser el once titular de Aníbal Biggeri. Pero el Mundo River, tan en las antípodas Nico, hierve de quejas y presagios amargos. Nada ha sido igual luego del fulgor de la Libertadores. Aún con la zanahoria del Mundial de Clubes recortada en el horizonte de un diciembre que atravesó en penumbras, todas las señales fueron desalentadoras. Decayó el juego y el fuego. Se diluyó la identidad futbolera, a tal punto que Gallardo, luego de la segunda derrota con Boca en el torneo de 30, se animó a diagnosticar que River debía “volver a las bases”. Perdió a figuras determinantes y el recambio no rindió a la misma altura. Consciente o inconscientemente, River sobrevivió esos seis meses paladeando el rédito de la Libertadores ganada con eliminación a Boca incluida –un detalle amplificador– y a la legítima ilusión de hacerle fuerza al Barcelona en Japón. Bien hecho: fueron días para degustarlos como un elixir.

Pero ahora, con la temporada 2016 en pleno carreteo, suena otra canción. Una con acordes de crítica y revisionismo. Una que le renueva el desafío al entrenador: refundar el equipo, insertar nuevas piezas, vitaminizar a las que defeccionaron luego de la primera mutación y potenciar la idea madre con variantes tácticas. Gallardo lo decodificó de inmediato: “Mi desafío es jugar mucho mejor que en 2015”. No vive del recuerdo. A él también le quema el presente.

La simple enunciación de apellidos serviría para radiografiar la situación. Se fueron piezas esenciales como el Melli Funes Mori, Carlitos Sánchez, Kranevitter, Ariel Rojas, Teo Gutiérrez, Cavenaghi... Llegaron y no explotaron Mayada, Viudez, Lucho González, Bertolo, Casco, Saviola, Pity Martínez… Permanecen en una insulsa medianía Balanta, Vangioni, Pisculichi, Ponzio… Y un indiscutido como Barovero ya avisó que no cuenten más con él [5]a partir de junio. Apenas si Alario aportó dividendos inmediatos, aun con la bomba de tiempo de ese hombro que puede salirse en cualquier momento y hacerlo retroceder los veinte casilleros que lo conducen hasta un quirófano.

Del mercado de pases se aguardaba un shock revitalizador, pero resultó un blef. Mientras Boca recapturó a Osvaldo y potenció a un plantel que no padeció bajas sustanciales, River no pudo concretar las incorporaciones que presagiaban un rotundo salto de calidad. Por diferentes motivos, José Sosa y Nacho Scocco se esfumaron en las nubes del deseo. Y hasta el cierre de esta edición apenas había sumado a Nico Domingo, Arzura y Nacho Fernández, tres soldados interesantes para engordar la tropa. El presidente D’Onofrio percibió el desánimo, elogió a Tevez [6] y sacó la espada: “Que los hinchas se queden tranquilos, este River puede repetir lo del 2015. Hace un año dije que me iba a emborrachar con un montón de copas y no me creyeron. Confíen, háganme caso”. Gallardo tampoco se escudó en las excusas: “Creo en el trabajo. Para mí sería muy fácil pedir jugadores. Si no podemos traer a los que queremos para ser mejores, vamos a potenciar a los que ya tenemos”. El Muñeco, se sabe, no es un comprador compulsivo: pide lo que considera necesario y no se conforma con mercadería de segunda selección. Si no viene el jugador que desea, mira para abajo y le pone fichas a la cantera. El y varios de su camada son el mejor ejemplo de la efectividad de esa receta.

Mientras florecían las discusiones y las chicanas, Nico se mantuvo en su burbuja. En su servilleta. Impermeable a ese rosario de angustias que le sonaron obscenas: que River tiene menos recambio que Boca, que equivocó la política de refuerzos, que los históricos vuelven al club cuando están gastados, que así no se puede retener la Copa, que en cualquier momento Gallardo se cansa y rumbea para otro lado…

Así es el fútbol, pensó, y anotó a Franco Olego como uno de sus puntas [7]. Así es el fútbol, pensó, y al lado de Olego metió a Luciano Pons. Así es el fútbol, acordó consigo mismo. Puede sentirse igual de desdichado alguien que sufre hace 32 años que otro que sufre hace 32 días.

Por Elías Perugino. Foto en la web: cafeelbanderin.com.ar

Notas al pie

1 - El primer campeón del fútbol argentino fue Saint Andrew’s, en 1891. 0El primer campeón de la era profesional fue Boca, en 1931.

2 - Aunque filmó 8 películas y protagonizó 5 obras teatrales, el fuerte de este actor argentino de 37 años han sido las tiras para televisión. Participó en varias de altísimo rating, como Son amores, Valientes, Los únicos y Esperanza mía.

3 - Pep solo ha dirigido a dos clubes en primera: Barcelona (2008-2012) y Bayern Munich (2013-2016). Ganó 19 títulos entre ambos ciclos.

4 - El club se fundó el 12 de octubre de 1904. Existen dos teorías respecto a la elección del nombre: 1) En honor a un terremoto ocurrido en la homónima ciudad de  EE.UU. unos meses antes de la fundación. 2) Por un barco de guerra estadounidense llamado así, que había llegado a Buenos Aires para la asunción de Manuel Quintana como presidente de la Nación.

5 - El arquero desea jugar en un destino del exterior sin tanto estrés deportivo, con la finalidad de disfrutar más de su familia.

6 - “Tevez hay uno solo”, sentenció D’Onofrio para destacar el gesto del Apache de retornar al país en su mejor momento, resignando fortunas. Carlitos agradeció sus palabras.

7 - En el primer amistoso de la pretemporada (caída 0-2 ante Gimnasia LP), Olego fue titular en dupla con Jonathan López. Pons jugó para el equipo suplente. Atlanta arrancará el torneo de Primera B enfrentando a Comunicaciones, Español y Fénix.

Nota publicada en la edición de febrero de 2016 de El Gráfico