Las Crónicas de El Gráfico

La gambeta, más que mil palabras sobre la habilidad de Messi

La acción en la que el rosarino desparramó a Boateng, en la primera semifinal de la Champions, ya se hizo eterna.

Por Martín Mazur ·

08 de agosto de 2015
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LAS CAMARAS de ahora son demasiado modernas. Hasta las de tamaño más pocket tienen una resolución capaz de imprimir posters más que simples fotos de 10x15 o 13x18. Las más avanzadas incluso permiten congelar momentos en crudo (.raw) en su tarjeta de memoria, para que la verdadera foto se tome después, una vez ajustados los filtros y parámetros desde una computadora.

Tan modernas llegan a ser estas cámaras, que las fotos, de tan bien, a veces salen mal. No hay ejemplo más claro que la gambeta de Lionel Messi a Jerome Boateng, primera semifinal de Champions League, Camp Nou, 6 de mayo, 3-0.

La tenemos vista infinidad de veces, pero no podemos dejar de verla. Y aun así, tiene ese sabor especial del lujo que perdurará por encima de otros, más espectaculares pero irrelevantes, o en partidos de no tanta trascendencia, o ante un rival contra el que no tenía la historia previa de una final mundialista, o sin presagiar otra obra de arte que estaba a milésimas de segundos de llegar.

Pero no es cosa de adelantarse. Aquí están los protagonistas, regate en plena ejecución, en una imagen que aparece como rota al límite de pensar que podría tratarse de un montaje de dos situaciones completamente distintas, ajenas una a la otra. Por un lado, un jugador a punto de despegar los pies del piso, con los ojos fijos en la pelota  -dos metros por delante- y un jopo que todavía no atina a recibir el shock del arranque demoledor y continúa posado sobre la frente. Por otro lado, un segundo jugador, que parece recortado y pegado burdamente por encima del primero, totalmente ajeno a la acción, con la mirada que apunta hacia otro lado, con una mano que se abre ya pensando en lo que será la caída, los pies juntos, casi atornillados, y otra mano que parece querer agarrarse de una pared invisible. Hemos visto muchas imágenes de este estilo, pero normalmente, son de boxeadores a los que les acaban de dar un golpe de nocaut, y cuyo aterrizaje en la lona es inevitable.

En dónde radica, entonces, lo antinatural de la foto, podrán preguntarse con toda razón. La respuesta está en el foco. La velocidad de enfoque de las cámaras es demasiado superior a la del ojo humano. Tanto, que el argentino y el alemán, o mejor dicho un tren pasando a alta velocidad junto a un girasol que mira al cielo, aparecen perfectamente enfocados, sus perfiles bien nítidos, en una toma que aniquila cualquier sensación de movimiento, de lo que realmente está pasando allí. La aceleración descomunal de este instante sólo es capaz de tener sentido cuando la imagen cobra vida.




JORGE VALDANO suele explicar que Alfredo Di Stéfano logró transformar un fútbol de fotografías en algo nuevo, un deporte con la continuidad del cine. Seis décadas después, Messi transformó a YouTube en un Vine. Sus movimientos por la cancha van dejándonos de regalo loops que se reproducen infinitamente, aunque todavía haya algunos que increíblemente cuestionan su estado de continuidad y su grado de inserción respecto del juego. Los loops de Leo no siempre se producen en situaciones favorables. De hecho, hay algunos de la final de Brasil 2014 que ciertos críticos se le atrevieron a cuestionar. Y en esas acciones se los ve pasar, una y otra vez, a Hummels, en dos ocasiones, o a Özil.

“Si Messi no fue campeón del mundo, se debe principalmente a un motivo que pocos notaron: Boateng jugó en el Maracaná el partido de su vida y fue el gran responsable de haber tenido a Messi bien marcado”, explica el editor de la revista 11Freunde, Christoph Biermann. Boateng, en efecto, aparece en la mayoría de las acciones de Messi en esa noche en Brasil. Cerrando con el pie por encima de la cabeza de Leo, en una acción elástica y sorprendente. Entrándole fuerte al binomio pelota-tobillo de Messi. Ganándole por arriba en un despeje y cortándolo abajo, provocando la caída de Leo y la posterior queja al árbitro. Y salvando el gol en la línea, con el cuerpo de frente a la embestida de Lavezzi, tras aquella corrida de Messi por derecha que había dejado ridiculizado a Hummels y sin chance a Neuer. También es Boateng el único que aparece en el cuadro del tiro que pasó a centímetros del palo izquierdo de Neuer, en el segundo tiempo.

Mario Balotelli se apuró en postear en Instagram la imagen del defensor alemán con la Copa del Mundo, cuando recrudecía la embestida de memes. Era imposible no reírse con ellos, pues significaban un viaje al pasado: allí no había dos futbolistas en acción, sino un Correcaminos y un Coyote, sólo que sin referencia alguna a la marca ACME.

Boateng tuvo peor suerte que Trifon Ivanov, el barbudo defensor de Bulgaria que aterrizó como un Boeing contra Henrik Larsson, en el partido por el tercer puesto de USA 94. Por entonces, no había memes ni redes sociales. Tampoco las había cuando Romario sacó a pasear a Alkorta y luego definió de cachetada, una caricia con desprecio, en el Barcelona 5 - Real Madrid 0 de 1994. En aquella ocasión, la torsión de cintura del español fue mucho más gradual y menos brusca que la de Boateng contra Leo, pero igual terminó en el kinesiólogo.




EL DEFENSOR alemán hoy pasó a ser uno más en una vitrina imaginaria. Los grandes jugadores ridiculizados por Messi ya integran un catálogo que incluye a Sergio Ramos (ganador por varios cuerpos de ventaja), Marcelo, Ricardo Carvalho, Ashley Cole, Roberto Carlos, Cannavaro, Scholes, Robben, Xabi Alonso, David Luiz, Rio Ferdinand y Essien, entre muchos otros menos conocidos. Desparramados en un campo de juego, todas estas víctimas de Messi transformarían a la cancha en una búsqueda del tesoro. Aquí vino el elástico a Scholes. Allá, diez metros más adelante, el sombrero a Evra. No tan lejos, el freno y la calesita a Sergio Ramos. Después de 10 años de carrera, los recorridos por gambetas, frenos, quiebres, sprints, dribblings y caños serían interminables. Si la Messiología aún no creó un mapa virtual para deleitarnos, por favor, ¿qué esperan para hacerlo? Pero eso sí, nada de fotos. Necesitamos que sean en fragmentos de pocos segundos, loops que se reproduzcan infinitamente y en dos velocidades: normal, para poder darle sentido auténtico a la obra, y también en cámara lenta, para intentar dilucidar cómo opera el genio. Jamás lo lograremos, pero la pasaremos muy bien.


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Por Martín Mazur

Nota publicada en la edición de junio de 2015 de El Gráfico