Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: hagamos un pacto

Se viene el Mundial y los corazones ya galopan de excitación. Es un estadío de alteración que ya conocemos, tanto como conocemos la profundidad de la depresión posterior si el destino final no es el que imaginamos. Buen momento para transformarnos en cómplices.

Por Elías Perugino ·

03 de julio de 2014
  Nota publicada en la edición de junio de 2014 de El Gráfico

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¿Estás como loco? Yo también. Vos, yo, todos. ¿Qué querés, si ya no queda nada? ¿No viste lo que es la tele? Un bombardeo permanente: notas, reportes de enviados especiales, informes retro, entrevistas con jugadores de todas las épocas… ¿No viste lo que son las tandas? Messi te vende de todo, Cristiano se hace el lindo y te vende lo que no te vendió Leo, el Papa Francisco da su sermón mundialista, nos seguimos emocionando con el abrazo del alma como hace 36 años, y hasta Garcé[1] –¡Garcé!– todavía le puede sacar el jugo a su insólita convocatoria para Sudáfrica 2010…

Ya sé, no se puede más. La ansiedad te carcome por dentro, hierve las venas, aguijonea el estómago, trastorna el sueño. Y claro: querés que el Mundial empiece ya, ahora, “en este mismo instante”, como diría el Mono Burgos. Mirás el fixture, chequeás la lista de 23 de los 32equipos y te mordés la lengua para no decirlo, pero lo pensás: “Este año se nos tiene que dar”. ¿Cómo no se nos va a dar, si está Messi, si vuela Di María, si la mete el Pipita, si la toca el Kun?, te decís. Pero no. Pará la moto. Hagamos un pacto.

¿Sabés cuántas veces llegamos a un Mundial con el pechito inflado y el aire de suficiencia? Desde España 82 para acá, todas menos una. Todas menos México 86, la que ganamos, porque los únicos que creían eran los jugadores, Bilardo y pará de contar. Nosotros no. Nosotros veíamos venir un papelón, y eso que teníamos a Diego, que era el mejor, como hoy lo es Messi.

¿Cómo no íbamos a ganar en el 82, si estaban los campeones del 78 más Maradona y Ramón Díaz? Y nada, pura espuma[2]. ¿Cómo no íbamos a ganar en el 90, si iba la base del 86? Y nada, aunque arañamos la gloria gracias a San Goyco. ¿Cómo no íbamos a ganar en el 94, si Coco Basile había armado la filarmónica del fútbol? Y nada, porque a Diego le cortaron las piernas. ¿Cómo no íbamos a ganar en el 98, si estaban Bati, Orteguita y la supuesta clarividencia mundialista del Gran Capitán? Y nada, apenas un amague. ¿Cómo no íbamos a ganar en el 2002, si habíamos desfilado por las Eliminatorias y respirábamos el aire futboleramente revolucionario de Bielsa? Y nada, papelón histórico con pasaje de vuelta en primera rueda. ¿Cómo no íbamos a ganar en 2006, si jugaba Román, si estaban las camadas de campeones mundiales juveniles, si dirigía el maestro Pekerman? Y nada, pese a que el equipo se marchó de la competencia invicto. ¿Cómo no íbamos a ganar en 2010, si se había dado todo para que estuvieran Maradona en el banco y Messi en el césped? Y nada, paliza táctica de Alemania.

Entonces cortémosla, no nos demos manija. Hagamos un pacto: no somos nada, no nos creamos nada. Ya lo dijo Sabella: no somos ni candidatos, no estamos en la primera línea de fuego. Venimos –mínimo– después de Brasil, Alemania y España. Compartimos –de máxima– un escalón expectante con otras selecciones de nivel respetable y evolución a confirmar en el Mundial, que es el horno donde se cocina la historia. Porque no es ni antes ni después: el asunto es ahí, en ese mes que dura siete partidos.
No somos nada. Metabolicémoslo y no escuchemos a nadie. O escuchemos a los brasileños, que por algo son pentacampeones. Si Scolari dice que ya está[3], que el título no se les escapa por nada del mundo, debe ser así y nosotros vamos de relleno. Eso mismo: hagámonos a la idea de que vamos de relleno, que al fin de cuentas eso cree Scolari que son las otras 31 selecciones. O escuchemos a Zico[4], otra gloria verdeamarelha. Zico dice que prefiere jugar la final con Argentina y no con Uruguay. Está clarito: la prefiere con Argentina porque somos unos pichis, no nos da el cuero para un Maracanazo. Así que mejor no manijearse.

Incluso el pacto debería ser más amplio y abarcar ese collar de elefantes que es el sostenimiento de las cábalas. A propósito: ¿no será ese el gran problema del fútbol argentino? Estamos tan pendientes de las banalidades, tan esclavizados por los ritos absurdos y por las estigmatizaciones más bajas (que tire la primera piedra el que no catalogó a alguien justamente de eso, de piedra), que nos olvidamos de lo sustancial: trabajar y sacrificarnos para ser mejores cada día, alimentar la creatividad, cultivar la solidaridad colectiva. Así que nada de atarse a las cábalas. Siéntense en cualquier sillón, pongan cualquier canal, no calquen el vestuario de un partido a otro, coman lo que se les venga a la gana cada vez. ¿Para qué sostener esas trivialidades estériles? ¿Qué nos aportaron las veces anteriores? No ayuda, no suma, no hará que Messi defina mejor o que Romero ataje un penal. Relájense, disfruten o sufran sin la tortura de subordinarse a las pequeñeces inútiles.

Un ítem más para sellar el pacto: en caso de emergencia, o directamente de desastre, no vale romper el vidrio y manotear la ausencia de Tevez para esgrimirla como excusa y flagelar al entrenador. Ni la de Tevez, ni la de Cambiasso, ni la de Barovero. Ninguna. Bien Carlitos con sus tuits[5] cuando confirmó que quedaba afuera de la lista, fue lo mejor que hizo (afuera de la cancha) desde la Copa América 2011 para acá. Pero si el destino quiere que otra vez nos liguemos un cachetazo, hagamos un esfuerzo sobrehumano para no caer en la tentación de exaltar al que no está. Hoy no hay diferencia entre Tevez y cualquiera de nosotros: es el jugador 24, uno más de la hinchada. Carlitos no es ningún Carlitos, sabe que hizo su parte[6] para que lo dejaran en la tribuna. Y a la bandera del fútbol argentino la van a defender los otros 23. Los cimientos del éxito o el tobogán del fracaso lo van a construir ellos y el cuerpo técnico, nadie más. ¿Para qué retrotraerse a lo que no fue ni será? En este espacio, como en tantos otros, ya se escribió y se tomó postura por casos como los de Tevez, el Cuchu y los arqueros. En ese momento, creemos, servía aportar esa visión, sumar al debate, enriquecer el análisis, porque la lista estaba abierta y los disparadores eran válidos. Remontar el joystick del tiempo al momento en que se confeccionó la lista sería dispersar las energías. Lo escrito, escrito está[7]. Lo elegido, elegido está.

Quedamos así, entonces. Paramos la moto, aterrizamos la ilusión, metalobizamos nuestra condición de simples participantes, cortamos con la dictadura de las cábalas y no lloramos por los ausentes. A ver si así, en una de esas, se alinean los planetas y… Quedamos así. Tenemos un pacto.

Por Elías Perugino

TEXTOS AL PIE

1- El Chino se rió de sí mismo por no haber jugado en Sudáfrica, recordó la bandera que alguna vez le pusieron (“Garcé traé alfajores”) y facturó una publicidad para TeleKino.

2- Aburguesado, el equipo dirigido por Menotti perdió 3 partidos, ganó 2 y se volvió en segunda ronda. No hubo química entre Diego, Ramón, Kempes, Bertoni...

3- “Estoy ciento por ciento seguro de que Brasil será el campeón mundial, por eso acepté el cargo”, declaró el DT brasileño.

4- Jugaba tan bien, tenía tanta clase, que lo apodaron “El Pelé blanco”. Fue multicampeón con su club, el Flamengo, y también jugó en Italia y Japón. Disputó 88 partidos con la selección brasileña, en la que convirtió 66 goles.

5- “Tenemos que entender que nunca fui parte de este proceso en la Selección y no buscar problemas donde no los hay. Les pido a los periodistas, jugadores, cuerpo técnico y dirigentes que todos juntos tiremos para el mismo lado para darle una alegría al pueblo”, escribió en su cuenta @carlitos3210.

6- La relación de Tevez con sus compañeros se deterioró por actitudes personales que cayeron mal en el grupo, como desertar de algunos partidos o declarar que la Selección quitaba prestigio.

7- En nuestro Disparador de diciembre desgranamos nuestra opinión sobre los casos de Tevez y Cambiasso

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