Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: Anímense de una vez

El deporte argentino cerró uno de los años más gratificantes. Se multiplicaron los logros individuales y colectivos, los Juegos Olímpicos dejaron una linda sensación y hay crédito para el futuro. Sin embargo, algo duele, pega abajo, indigna.

Por Elías Perugino ·

21 de enero de 2013
 Nota publicada en la edición de enero de 2013 de El Gráfico

Imagen Fuegos artificiales
Fuegos artificiales
¿Por qué sera? ¿Por qué será que quienes nos desenvolvemos en el ambiente deportivo terminamos el 2012 con un sabor agrio en la boca, si los hechos invitaban a todo lo contrario? ¿Por qué será que nos envolvió una pátina de lánguido fastidio, si en pocas temporadas se sucedieron episodios como los que disfrutamos en el año que acaba de terminar?

Fijate, andá anotando... En 2012 vimos al mejor Messi de la historia. Un exterminador de récords que parecían imbatibles[1]. Maduro, exquisito, asombroso y eficaz, Leo cobró el protagonismo que se le reclamaba en la Selección. Se asumió como amo y señor del equipo, derritió las barreras de los más escépticos y cosechó el cariño que merecía de parte del hincha argentino. De su mano, y de la serena, pero firme conducción de Alejandro Sabella, la Selección redondeó un año brillante, se posicionó inmejorablemente en las Eliminatorias, modeló una identidad colectiva y afirmó a cuatro jugadores[2] que permiten sostener, sin falsos argumentos, que Argentina ostenta la mejor delantera del mundo, esa que, entre otros gratísimos momentos, nos regaló un histórico 4-3 sobre Brasil.

Y más… Los futbolistas argentinos se destacaron en las principales ligas de Europa y hasta algunos enganches dieron cátedra en Brasil. Creció el entusiasmo por la Copa Argentina, un torneo perfectible, pero motivante para clubes de todas las categorías e indudablemente federal. Con o sin el premio de una vuelta olímpica, se encumbraron equipos como Vélez, Lanús, Racing y Newell’s, sustentados en proyectos serios que potencian el protagonismo ofensivo y la revalorización de las divisiones inferiores. El modesto Arsenal edificó su año soñado[3]. Luego de un gerenciamiento ejemplar, Belgrano se consolidó en Primera. River regresó a la categoría que jamás debió abandonar. Dos equipos argentinos protagonizaron las finales coperas. San Lorenzo recuperó su predio de Boedo. Bianchi y Ramón regresaron a Boca y River. La Brujita Verón inició su proyecto como manager de Estudiantes. El Cholo Simeone reverdeció su leyenda en el Atlético de Madrid con dos títulos[4] y –junto a Marcelo Bielsa, Jorge Sampaoli, Gustavo Costas, Antonio Mohamed y José Pekerman, entre otros– elevó las acciones de los entrenadores argentinos en el exterior. Y, por si fuera poco, la fábrica de cracks no detuvo su marcha: Centurión, Vietto, Paredes, Peruzzi, Mugni, Melano, Botta, Pol Fernández…

Y más... Los deportistas argentinos completaron un ciclo olímpico con mayor apoyo estatal e imaginan ensanchar la base de la pirámide de cara a los Juegos de Río. Luego de 64 años[5], el taekwondista Sebastián Crismanich logró un oro individual para Argentina. Germán Lauro y Federico Molinari disputaron finales históricas[6]. El handball tuvo su bautismo olímpico. Braian Toledo se codeó con los monstruos de la jabalina y está listo para el salto de calidad. Del Potro emocionó con su medalla ante Djokovic, tras la épica batalla con Federer. Las Leonas surfearon con éxito su período de transición. La Generación Dorada no necesitó una medalla para inflarnos el pecho. El remo y el yachting ratificaron su jerarquía histórica…
Y más… Magistral y admirable, Maravilla Martínez paralizó el país como en las épocas de Monzón y reinstaló al boxeo argentino en el escalón supremo. Omar Narváez sumó más defensas con pasmosa naturalidad. Lucas Matthysse se coronó con autoridad. El Chino Maidana dio espectáculo y va por más. Regatas Corrientes se quedó con la Liga Sudamericana de Básquetbol. A imagen y semejanza de la Liga Nacional, el vóleibol consolidó los cimientos de la suya. El hóckey local disfrutó de tremendas finales masculinas y femeninas. El TC cumplió 75 años y vivió otra temporada apasionante…

Y más episodios destacados... Los Pumas debutaron en el Rugby Championship, el torneo más fuerte del planeta, que los tendrá como animadores permanentes, con la expectativa de crecimiento que eso significa. En busca de más oportunidades para los tenistas locales, Argentina fue sede de tres Challengers[7]. El ATP de Buenos Aires amplió su convocatoria de figuras con las presentaciones de David Ferrer, Nicolás Almagro, Stanislas Wawrinka, Gilles Simon y Kei Nishikori. Guido Pella se adjudicó el Master de Challengers. Como rúbrica del año tenístico, Roger Federer desembarcó por primera vez en el país y disputó dos inolvidables exhibiciones con Del Potro…

Sin embargo, algo duele. Pega abajo. Hierve los nervios. Genera impotencia y vergüenza. Empaña el disfrute y hasta provoca escozor por el hecho de tener que recalcarlo una vez más. Pero es la batalla que queda por librar, lo que nos toca.

El 2012 fue otro año dominado por la violencia y la impunidad en el fútbol, acaso el espejo más cruel y descarnado de nuestro tejido social y cultural. Se sucedieron con repugnante frecuencia las batallas entre barras, y hasta entre diferentes facciones del mismo club. Dentro o fuera de las tibias listas de admisión, se movieron por los estadios y sus adyacencias como si les pertenecieran. Apretaron a presidentes y a delegaciones adversarias. Amenazaron de muerte a jugadores propios y extraños, trompearon a guardias privados[8], mantuvieron el descaro de sus negociados.

Complacientes o directamente ineptos, los operativos de seguridad fracasaron rotundamente. Una vez más, el hincha común, o el simple transeúnte de cualquier calle del país, contempló con asombro e indignación cómo los móviles policiales escoltaban a los energúmenos, para luego desaparecer en el momento de las batallas campales o de sus arranques delictivos. ¿El Estado? No interviene con la firmeza y la determinación que debería. ¿Los dirigentes? Se dividen entre los conniventes, los que se lavan las manos mientras reclaman la intervención del Estado y Javier Cantero, un Quijote desguarnecido, huérfano de apoyo, que señaló el camino que nadie está dispuesto a seguir.

Mentira que nada empaña los logros y el crecimiento del deporte argentino. Si el equipo de Copa Davis no sutura el frente interno y eso nos aleja cada vez más de la ensaladera, mala suerte. En el fondo, es un matiz digerible. Si nos damos cuenta de que los funcionarios nos mintieron al prometer que la Fórmula 1 y el MotoGP tendrían una fecha en nuestro país para 2013, mala suerte. Tomamos nota del artilugio de falsedad e imaginamos que esa desilusión se licuará algún día. Pero la violencia y la impunidad no son licuables ni digeribles. Mientras los vándalos jueguen de titulares y ganen sus partidos, no habrá disfrute pleno. Eso no lo tapan ni 90 goles de Messi, ni una piña de Maravilla, ni todos los triples de Manu.
Arranca 2013. Los responsables disponen de otra oportunidad para redimirse. Anímense de una vez.

Por Elías Perugino

TEXTOS AL PIE

1- Imposible enumerarlos en un espacio tan pequeño. Destacamos uno: mayor cantidad de goles en un año calendario (90 hasta el cierre de esta edición).

2- Sabella juntó a Di María, Messi, Agüero e Higuain. Les dio rodaje permanente, y el equipo se moldeó a partir de ellos.

3- Arsenal logró su primer título local, el Clausura 2012, y completó el año con la Supercopa Argentina. Hasta entonces, ostentaba dos títulos, pero internacionales: la Copa Sudamericana 2007 y la Copa Suruga Bank 2008.

4- Como jugador colchonero, el Cholo había obtenido una Liga y una Copa del Rey. En 2012, ya como entrenador, festejó la UEFA Europa League y la Supercopa de Europa.

5- En Londres 1948, habían ganado una medalla dorada Delfo Cabrera (maratón), Rafael Iglesias (boxeo, categoría pesados) y Pascual Pérez (boxeo, categoría mosca).

6- Lauro fue sexto en lanzamiento de bala, mientras que el gimnasta Molinari terminó octavo en anillas.

7- Los tres torneos se disputaron en San Juan (ganó Thiemo De Bakker), Villa Allende (Guillaume Rufin) y Buenos Aires (Diego Schwartzman).

8- Durante el River-Boca del Torneo Inicial, la barra xeneize atacó salvajemente a guardias privados del club local.