Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: Bombitas y Bombazos

Al ritmo de las botineras y vedettongos, el fútbol argentino no distingue lo importante. Se debate sobre romances volátiles y se minimizan denuncias acerca de irregularidades en la Selección

Por Elías Perugino ·

16 de noviembre de 2011
Nota publicada en la edición octubre 2011 de la Revista El Gráfico

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Uno nunca sabe hacia dónde lo conducen los caminos del periodismo. Ingresa a la profesión en un rubro que le resulta más o menos interesante –supongamos Deportes– y después trata de surfear la ola evitando la mayor cantidad de chapuzones posibles. A veces resulta sencillo mantenerse en la huella que a uno le suena más cómoda. Pero no siempre es así y hay que mimetizarse para tocar otra cuerda, porque uno, básicamente, es periodista en su acepción más integral. Esos cambios de frente pueden abrirles la puerta a panoramas profesionales más auspiciosos todavía. Sobran ejemplos de periodistas que arrancaron cubriendo partidos de ascenso y hoy son referentes insoslayables en la arena política. Tanto como sobran los ejemplos de aquellos que trastabillaron cual Tandarica en sus sketches y metieron una sabia marcha atrás en sus carreras.

Quien más, quien menos, ha tenido sus experiencias. Este humilde columnista, sin ir más lejos, alguna vez puso el pie en Policiales de un diario ya desaparecido, tecleó discretamente en un periódico de Economía y hasta tuvo el privilegio de compartir los escritorios de Información General de la vieja La Razón con maestros entrañables como Michi Ruiz y Justo Piernes. Pero lo más divertido, lejos, fueron las seis temporadas chapoteando en el mundo del espectáculo, repartidos entre la irrepetible revista Tele Clic y la producción de El Periscopio y El Paparazzi, algo así como los embriones soft de lo que hoy es Intrusos. Muy divertido porque, veinte años atrás, las figuritas de turno eran más elípticas que directas, más irónicas que descarnadas, más reservadas que desatadas. Y porque a uno, también con veinte años menos, lo motivaba infinitamente más una nota con Karen Reichardt que un 100x100 a Diego Latorre. Aunque, pensándolo bien, este sentimiento se mantiene inalterable...

En aquella época, las revistas eran del corazón –ahora también lo son, pero de corazones apuñalados– y en los programas de la tarde se charlaba sobre los estrenos teatrales, los vaivenes del rating y los romances que tanto sensibilizan a las amas de casa. Nada de bailarines que detallan aromas no deseables de sus amantes ocasionales. Nada de actrices embarazadas que andan a los besos con un tercero en la vía pública y encima se enojan porque les toman una foto. Nada de videos escandalosos en épocas de cosecha de la vid en un valle californiano.

¿Qué pasó en ese tiempo? ¿Se canibalizó el periodismo? No. Los tipos siguen igual. Preguntan parecido a aquellos años y ponen el micrófono. Los que abren las puertas inmensas de su intimidad, y vomitan sus bajezas, y delatan barbaridades, y perpetran traiciones, y exprimen la desgracia ajena en beneficio propio, son los famosos. Dispuestos a todo por una foto más, una nota más, un minuto más en pantalla. Porque en el mapa actual de la farándula, a mayor exposición, mayor recaudación. El morbo, parece, conduce a los espectadores hacia los teatros como un arriero a su rebaño. El morbo, dicen, detiene el dedo del zapping en el mismísimo epicentro del bardo. Y rating es igual a éxito y dinero, aunque el precio de esa mediatización sea carísimo.

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Las figuritas del fútbol están cada vez más mimetizadas con la “perfumada colonia artística”, como se decía en la época de Radiolandia. La ecuación es simétrica: existen las botineras porque hay vedettongos, si se nos permite el bautismo. En las concentraciones –lo confiesan los propios players– se estudian más “rivales” sintonizando Intrusos que viendo al Cai Aimar en su sección “Goles sin secretos”. Y en las peluquerías donde se producen las damas en cuestión ya no interesan tanto los canales de música; la prioridad de frente a los LCD es individualizar las caritas que aparecen en los partidos de Fox Sports, ESPN o TyC Sports, presas que más tarde pueden cruzarse en un vip. Ya lo dijo el gran Coco Silly: “Si quiero saber qué refuerzos contrató Huracán, voy a Esperanto y les pregunto a las chicas; saben todo”.

No es taaaan grave que se agite el avispero por los enredos de Wanda –Wanda Nara y Maxi López, cero relación con la película–, el admirable buen gusto de los delanteros de Boca, la volatilidad del corazón de un defensor de San Lorenzo o la dieta de pizza hot que seguiría medio plantel de River, algo que verdaderamente rompe los moldes porque, históricamente, la pizza es un alimento más vinculado a la idiosincrasia xeneize. Grave, gravísimo, es que se tomen a la liviana, como vaporosos romances de primavera, gruesas acusaciones como las que disparó Diego Armando Maradona desde su exilio dorado en Dubai.

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Había sucedido cuando acuñó aquello del “café veloz”. Y el escenario se repite ahora que el entrenador del Al Wasl escupió lava al afirmar que entre Carlos Mac Allister, Sergio Batista y José Luis Brown habrían tejido un andamiaje de coimas para incorporar jugadores a la Selección. ¿Se entiende la dimensión de la denuncia? ¿Cómo es posible que la AFA no haya iniciado una investigación profunda para deslindar o asignar responsabilidades? De ser cierto, lo que reveló Maradona configuraría el acto de corrupción más degradante en la historia del fútbol argentino. ¿Y cuáles fueron las réplicas de semejante terremoto mediático? Una breve aparición pública del Colorado exigiendo la retractación, otra de similares características del Checho y un pedido de aclaración más sanguíneo y desesperado del Tata.

Lógico: son los acusados directos y necesitan que sus nombres se limpien lo más rápido posible. Pero… ¿qué le hace pensar a la AFA que no tiene vela en este entierro, que puede mirar hacia otro lado como si el episodio se hubiera escapado de una delirante película de Adam Sandler? La Selección es una institución nacional que fluctúa bajo su órbita. Dejar librada la explicación al presumible resentimiento crónico de Maradona ya suena como un mal chiste. Más que separarla del conflicto, sitúa a la AFA en un escalón de repugnante connivencia. Desde el día de la denuncia hasta hoy, sus abogados tendrían que habernos hastiado de tantas acciones para esclarecer el caso. Sin embargo, desde Viamonte al 1300 se calla con el mismo silencio con que se contempla el accionar de Hinchadas Unidas Argentinas, una célula que, lejos de desactivarse, contrataría refuerzos.

Si Maradona ladra por resentimiento, allá él con sus odios retroactivos. Importa cuánto hay de verdad en sus palabras, quiénes son honorables y quiénes son horrorosos. Y que estos paguen con toda la dureza que admite la ley. No hay resquicio para tomarse las cosas en gracia. El límite de la gracia llega –y hasta por ahí nomás– a esas historias de botineras y vedettongos con que se divierte Jorge Rial todas las tardes. El resto no es joda..


Por Elías Perugino

1-Entre otros, Nelson Castro, Alfredo Leuco y Julio Blanck incursionaron en el periodismo deportivo.

2-Por aquellos años, la rubia de Fanáticas formaba una dupla mortal con María Fernanda Callejón en Peor es Nada, el programa de Guinzburg y Fontova.

3-Fundada por Julio Korn en 1934, Radiolandia fue una revista de espectáculos de notable suceso entre los años 40 y 70. Llegó a vender 450.000 ejemplares semanales.

4-Vedettongos: dícese de los futbolistas que se dedican a la captura serial de botineras.

5--Siguen “viento en popa” (copyright Luis Pedro Toni) los romances Pablo Mouche-Luli Fernández y Darío Cvitanich-Cechu Bonelli.

6-“Para jugar con Australia te daban un café veloz”, disparó Diego en alusión al Repechaje para el Mundial 94. Desde la AFA minimizaron la denuncia, igual que el DT Basile.

7-Maradona dixit: “Mac Allister me vino a ofrecer cometas por jugadores. El ya tenía arreglado con el Checho y con Brown las cometas si ellos se hacían cargo de la Selección”.

8-Al parecer, próximamente se sumaría Rafa Di Zeo (excapo de La 12) a las huestes de H.U.A.)