Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: Guapos son los de ahora

A nadie le gusta arriesgar prestigio y dinero en el mundo de hoy. Quienes logran una posición de mediana comodidad, prefieren refugiarse en su quintita antes que apostar unas fichitas al cero. Pero no todos están cortados por la misma tijera. Algunos son diferentes.

Por Elías Perugino ·

31 de octubre de 2011
Nota publicada en la edición febrero 2010 de la revista El Gráfico

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Desde las batallas de la Copa Libertadores de los años 60 y 70, en el fútbol sacaron patente de guapos aquellos que ponían la suela tres centímetros más allá del límite permitido, o los que incrustaban un codo filoso en el estómago de un adversario mientras el árbitro miraba hacia otro lado, o los que -frontales y sin preámbulos- se iban directamente a las manos con cualquier rival y sin demasiados motivos aparentes. En definitiva, pegar con mala o buena leche era un sello de guapeza, sin entrar en detalles.

Tiempo después, acaso por la vergüenza que causaban las imágenes de aquellas batallas o por la prédica tozuda de cierto periodismo romántico, cambió la bocha: “Guapo es el que recibe una patada, se levanta, la pide otra vez y sigue gambeteando”, “Guapo no es el que pega, sino el que tira un caño”. Dicho en otros términos, sinónimo de guapeza era apostar a la técnica aunque llovieran los guadañazos. Sinónimo de cojones, como dicen los españoles.

A la primera vertiente se la ha desestimado y vituperado con insistencia. Los que pegan por pegar, burlándose del reglamento y de los árbitros, buscando la complicidad maliciosa de sus propios hinchas, no son guapos, sino cobardes. La traducción tribunera de 2011 sería incluso más lapidaria: son auténticos cagones. ¿Cómo calificar de viveza al indignante recurso de aguijonear a un rival con un alfiler? ¿Quién sería tan tonto de jactarse porque se dejaba crecer una uña para lastimar a los rivales?

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Al segundo perfil de guapeza no se le advierten contras. ¿Se acuerdan? ¿Les contaron? Maradona recibía mil patadas, aguantaba como un colchón y volvía a encarar. Al Beto Alonso le iban con los tapones de punta y jamás dejaba de jugar. Igual que el Bocha, Babington, Aimar, Márcico, Riquelme, Messi… Guapos de la técnica y la fantasía. Matones del toque y la gambeta. Tipos que reciben un patadón y contestan con un pase-gol.

Tal vez no hayamos tomado conciencia, porque todavía es muy reciente y nos falta la decantación que provoca la perspectiva histórica, pero es probable que Guillermo Barros Schelotto haya inaugurado otro estamento de guapeza con su conmovedor regreso a Gimnasia. El Mellizo deja su lecho de rosas para caminar descalzo por las espinas. Arriesga una carrera impresionante –aunque él no lo crea o no lo sienta así– para subirse sin salvavidas a un barco averiado que intentará cruzar el océano embravecido del descenso y la Promoción.

¿Se entiende la grandeza del gesto? Podría haberse quedado en Estados Unidos disfrutando sus últimos seis meses de profesional en la beca del Columbus, pero decidió arremangarse y ponerse en la primera fila de un combate que, de movida, parece desigual. Porque Guillermo y sus 37 años no se suman a El Expreso. Enganchan su vagón a un Gimnasia devastado por las pésimas administraciones institucionales y deportivas de los últimos años. Un Gimnasia desprovisto de estrellas que arrancará el Clausura en zona de Promoción y a ocho puntos de River, quinto empezando de abajo y a salvo de todo.

Y más que la vuelta en sí, lo que eriza la piel es el tono profético que el mismo Guillermo le imprimió a su regreso. El sentimiento, la humildad y la vocación de servicio. Antes de tocar la primera pelota, el Mellizo ya hizo un golazo. Y la referencia no apunta al que definió el increíble amistoso contra Italiano, sino a la claridad y la certeza del mensaje que bajó desde que le dio el sí a presidente Delmar, ese viejo Lobo que a los 83 años se desentendió hasta de su salud para poner su hombro en esta hora de crisis.

Lejos de tirar serpentinas y engatusar oyentes con espejitos de colores, Guillermo trazó dos diagnósticos: el del club y el suyo. “Es el peor momento de todos, nunca estuvimos tan mal. A Gimnasia lo dejaron en el abismo. Entre todos tenemos que recuperar la identidad que se perdió hace 13 años. Por mi edad, no soy un mesías ni un salvador. Lo lógico hubiera sido decirle no a la propuesta de Gimnasia, pero creo que puedo ayudar. No sé bien en qué, pero puedo ayudar. Y si no es desde dentro de la cancha, puedo poner la cara. Voy a ayudar desde el lugar que me toque estar”, razonó con la vista inyectada y con la misma firmeza que utilizó para dejarle el último mensaje a los hinchas: “Quiero que reventemos todas las canchas”. Desde entonces, el Mundo Gimnasia hizo un click. Pulverizó sus diferencias y se encolumnó detrás del Guille referente, del Melli bandera.

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Aunque el refrán sostiene que el sentido común es el menos común de los sentidos, Barros Schelotto podría doctorarse en ese rubro. Todo lo pícaro y ventajero que es a la hora de jugar, se transforma ubicación y respeto fuera del campo. Pudiendo hacerlo, en Boca jamás se aprovechó de su gigantesco status de ídolo. Cuando un técnico creyó que un jugador lo superaba en rendimiento, cerró la boca, aceptó ser suplente y se fue del club por la puerta grande, sin sembrar situaciones desestabilizadoras para el entrenador ni menoscabar los méritos de su compañero. Eso es grandeza. Eso es respeto por el club, por el plantel y por su propia dignidad. Hasta desistió de jugar en Reserva para que su presencia no le generara un clima hostil al entrenador de Primera.

Mientras Gimnasia atravesó por el tembladeral de las últimas administraciones, Guillermo sufrió a la distancia. Y si bien no echó más leña al fuego, tampoco quiso mezclarse con directivos que dañaban al club hasta dejarlo en llagas. Ahora que la emergencia es extrema y que el barranco resbaloso invita a rodar sin red, vuelve con la última cuota de su impronta de fantasía y, fundamentalmente, con el carisma y la madurez conceptual que distingue a los líderes. Pero a la personalidad de siempre le ha agregado un matiz superador: la contundencia del discurso público. En Boca, Guille hablaba con su juego y con sus actitudes. Se hacía escuchar dentro del grupo, no para el afuera. El Mellizo que volvió a Gimnasia habla para adentro y para afuera. Suelta las frases con énfasis y determinación. Acentúa lo trascendente y desestima lo superfluo. Se sube al barco con rango de capitán y espíritu de marinero. Que no se la vengan a contar los que se la dan de guapos: pase lo que pase, el profeta Guillermo piensa vivirlo desde adentro, mientras otros huyen imaginando futuras guerras. ¿Quién dijo que guapos eran los de antes? Mírenlo a Guillermo. Guapos son los de ahora…

Elías Perugino

1-“Me dejaba bien largas las uñas de los dedos chiquitos y las usaba en los partidos” (Américo Gallego, DT)

2-Guillermo lleva 20 años de carrera, en los que vistió las camisetas de Gimnasia (1 título), Boca (16), Columbus (1) y la Selección (1).

3-Las estadísticas del Mellizo en el Columbus Crew indican que ganó la liga y el premio a jugador más valioso (MVP) en 2008. En sus tres años en el club jugó 109 partidos, convirtió 35 goles y dio 48 asistencias.

4-Las estadísticas del Mellizo en el Columbus Crew indican que ganó la liga y el premio a jugador más valioso (MVP) en 2008. En sus tres años en el club jugó 109 partidos, convirtió 35 goles y dio 48 asistencias.

5-Unas 8.000 personas fueron a ver el amistoso disputado un sábado a las 9 de la mañana, ganado 2-1 por GELP, con un gol de Guillermo.

6-¿Ejemplos metafóricos de “espejitos de colores”?
• Las estadísticas
del Indec.
• Las novias de
Ricardo Fort.

7-Gimnasia y Esgrima La Plata se fundó el 3/6/1887. Además de fútbol, compite profesionalmente en básquetbol y vóleibol. Sus socios pueden practicar otras 16 disciplinas. Cuenta con sede, estadio y un predio en Estancia Chica. Y brinda educación en tres niveles: jardín de infantes, primara y secundaria.

8-A Coco Basile le conformaba más el nivel de Rodrigo Palacio y le dio la titularidad.