Las Crónicas de El Gráfico

1935. Los cancheros

Por Frascara. Futbolers y boxeadores que con recursos de experiencia explotan las situaciones en el dominio del terreno y del adversario. La picardía puesta al servicio de la habilidad.

Por Redacción EG ·

03 de marzo de 2020

Millares hinchas afectuosos siguieron el domingo con ojos de admiración el andar lento y medido de la número cinco impulsada por los cracks rioplatenses de viejo cuño. Hombres cuarentones, sin velocidad y sin aliento, brindaron un espectáculo de buen fútbol. Se vieron vistosas combinaciones de las líneas de ataque y brillantes quites en las defensas. Se midió la distancia que va de la calidad de entonces al práctico apresuramiento de ahora. Hubo aplausos espontáneos, unánimes, en premio a jugadas que quisiéramos ver todos los domingos.

Todo eso lo hicieron los "muchachos de antes" recurriendo a lo único que podía quedarles al cabo de varios años de inactividad, endurecidos los músculos y amontonados los kilos: a la "cancha", denominación felizmente creada para calificar el fruto de la experiencia bien aprovechada. "Cancha", es decir, dominio del terreno, conocimiento del adversario, ingenio y rapidez para resolver las situaciones. La calidad solamente no da "cancha". Conozco futbolers y boxeadores de alta clase que, sin embargo, no son "cancheros".

 

Imagen Chiesa
Chiesa
 

Es necesario reunir una cantidad de factores, entre los cuales también entra la mentira que desorienta al adversario o lo confunde. Tener "cancha" no significa, sencillamente, conocer el pique que va a dar la pelota... El término es mucho más complejo. El jugador "canchero" es el que sabe lo que va a hacer con la redonda antes de recibirla, y es el que adivina la intención del adversario cuando es éste el que está en juego. Habilidad para colocarse, prontitud para correr a cortar un pase; sentido de la lógica y, también, de lo ilógico. Y psicología, además, para trabajar sobre el lado flaco del rival. Todo esto parece imposible de dominar y, sin embargo, hemos tenido y tenemos, así en los fields como en los rings, grandes "cancheros".

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El domingo a la mañana, en el estadio de Boca, me admiró el juego extraordinariamente eficaz de Alfredo Zibecchi, el centre hall de los poderosos combinados uruguayos de veinte años atrás. Frente a una línea relativamente juvenil, en proporción a su edad, el pelado famoso jugó sin moverse. A menudo vemos hombres que corren todo un partido sin pescar la pelota. Zibecchi, en cambio, las conseguía todas jugando al paso. Y esta actuación suya, contra lo que pudiera suponerse, no es consecuencia de su edad, sino de su calidad. Así era ya en su mejor época. Olazar y Cándido García me han dicho varias veces:

—Zibecchi tenía una colocación extraordinaria; parecía que la pelota lo iba a buscar a él. En ese partido vimos otros varios jugado-res "cancheros", como Benincasa, Romano o Carlos Scarone, como Médice, Chiesa y Onzari. ¿Quién no recuerda la regularidad de "Gomita" en su mejor época, atento siempre a las combinaciones de los rivales, y las grandes actuaciones del ala izquierda de Huracán? Onzari dominó como pocos los secretos del fútbol y cumplió mejor que nadie la misión del winger. Era de pronto el gambeteador maravilloso que en medio metro hacía un, bordado en el césped para dejarlo plantado al half, como lo vimos hacer aquella tarde del 24 con Andrade, y de pronto era la sobriedad representada en el pase exacto, en la boca del arco. No me olvidaré nunca de la primera vez que lo vi jugar a Onzari. Fue en la vieja cancha de Avenida La Plata y Chiclana en un partido contra Sportivo Barracas. Hacía poco que actuaba en primera. Me llamó la atención aquel puntero de gorrito a rayas horizontales azules y blancas, porque cada vez que recibía un pase creaba una situación de peligro en el arco adversario. Esa tarde, Huracán hizo siete goals.

Uno de ellos llevó el que luego sería inconfundible sello  de Onzari: eludió al half, se fue cerrando sobre el arco y la defensa replegándose, a la espera del shot; el winger siguió aún más, amagó el tiro y recién entonces, cuando hasta el arquero había sido engañado, hizo un medio centro bajo que recogió con toda tranquilidad un compañero para sacudir la red. Desde entonces, lo he visto a Onzari hacer esa misma jugada muchas veces y la repitió el domingo, pero nunca me impresionó tanto como en aquella oportunidad. Era novel y ya tema dominio de la cancha. Más tarde, en la gran temporada de Huracán, en 1928, el ala formada por Chiesa y Onzari llegó a ser tan buena como la famosa de Seoane y Orsi.

Es que el insider del "globito" fue un crack de alta calidad que no pasó a primer plano porque lo cubrió la sombra que proyectaba a su alrededor el insuperado insider de los rojos. Onzari dice siempre que tiene oportunidad que su gran aliado fue Chiesa y el mismo Médice puede atestiguar lo que era esa pareja. Chiesa hacía un juego sobrio y productivo, que se reflejaba en los centros de Onzari o en las famosas "filtradas" de Stábile. El centre forward tenía una particular habilidad para cortarse, pero era el insider izquierdo quien hábilmente se atraía a la defensa contraria y enviaba el pase por el blanco justo que le permitía la entrada al centre forward.

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He nombrado al negro Seoane y mal podría escribir una nota sobre los "cancheros" sin citar a quien fue un maestro en todos los aspectos del fútbol. La "cancha" con que Seoane actuaba se demuestra hasta en detalles que pasan inadvertidos. No hablemos ya de los líos que armaba en el área penal, ni de su picardía para desplazar al contrario amagando con el cuerpo. Todo eso es conocido. Hay algo más, que pone en evidencia el grado de dominio a que llegó en el fútbol. Me decía, hace poco tiempo.

 

Imagen 1929. El defensor Fernando Paternóster (Racing) trata de cruzar antes de que dispare Cesáreo Onzari (Huracán) detrás llega Guillermo Stábile. Los tres eran dueños de la idolatría popular.
1929. El defensor Fernando Paternóster (Racing) trata de cruzar antes de que dispare Cesáreo Onzari (Huracán) detrás llega Guillermo Stábile. Los tres eran dueños de la idolatría popular.
 

—Vos habrás oído decir siempre que el que patea de punta es una mula, ¿no es cierto? ¿Quién que se quiera dar de buen jugador va a decir que patea de punta? ¡Ninguno! Bueno... ¿Querés que te diga una cosa? Yo hice una punta de goals de puntazo. En esos entreveros en la puerta del arco, no hay tiempo de prepararse para shotear, ni siquiera de mirar adonde va a ir el tiro. Hay que tirar como venga. ¡Ahí es donde yo pateaba de punta! Porque la pelota, en esa forma, sale como una bala y va para donde menos puede pensarse. O sale derecha, o va para arriba, para la izquierda o para la derecha, o por ahí hace un dibujo en el aire y se incrusta en un ángulo. Ahora yo tengo a la cuarta especial de Independiente y a los pibes centrales les aconsejo: "Cuando estén en un entrevero, ¡métanle un puntazo a la pelota, sin miedo! No importa que les llamen melones."

El puesto de insider ha dado grandes cancheros. Ahora tenemos a dos bien conocidos: Lago, en River Plate, y Diego Corajudo García, de San Lorenzo de Almagro. Al forward de los millonarios se le conoce más bien como "mulero", pero no puede negarse que sus mulerías son una consecuencia de su dominio del fútbol. Con una cara de angelito que infunde piedad, arma los líos más grandes, molesta a los arqueros, estorba en los tiros libres, conversa con el referee, mira de soslayo a los contrarios. .. Pero cuando hay que tomar en serio una situación, entonces su "cancha" se ve en la rapidez con que resuelve la cuestión. Recuerdo u n a escena del partido contra Talleres, en el que debutó Perinetti. La defensa de Talleres rechazó un ataque de River, de manera que los forwards se replegaron un poco, pero inmediatamente esos shots que van a las manos del arquero. Nadie la corrió, porque no había ningún peligro. Los backs de Talleres no se movieron, seguros de que el goalkeeper la embolsaría. Y de pronto se vio a Lago que, como un aparecido, llegaba justo a tiempo para tocar apenas la pelota y desviarla hacia un costado, haciendo el goal.

Hubo estupor hasta en los mismos jugadores de River. La "cancha" le había permitido calcular que ese shot podía aprovecharse y se valió del descuido en que lo dejo la defensa rival.

Diego García está catalogado también como "mulero", pero se especializa más en trabajar sobre el buen sentimiento de los referees... Cada intervención algo recia de un adversario la aprovecha para representar la escena de un foul violento, con revolcones y dramáticos gestos. Si pasa, sigue haciéndose el lastimado; si no pasa, se levanta apurado para reincorporarse a la jugada. Pero también es "canchero" en la técnica misma del juego. —Las defensas son bravas — dice — y hay que tratar de largar pronto la pelota. Si el referee es de los enérgicos, de los que cobran cualquier jugada recia, uno puede arriesgarse a que le den un golpecito y hasta puede provocarlo enredándose con la pelota, si ve que la jugada no le va a salir bien. Pero el asunto es que cuando uno ha criado fama se ve perjudicado. A mí, a veces, me hacen foul de veras y no los cobran porque creen que hay "mula".

Desde su puesto de insider, Diego García ha hecho muchas veces ese engaño ingenioso que consiste en atraerse a la defensa, para dejar solo al winger y pasarle entonces la pelota.

—Hay que meterse en el ovillo, pero dejando el extremo afuera. Luego, dentro del área, andar despacio y seguro. De muy cerca, por ejemplo, y en un entrevero no debe patearse con fuerza y en línea recta, porque en fija que la pelota va a pegar en un contrario. Resulta mucho más mandarla por elevación, como con cuchara y junto al travesaño, todo lo más lejos del arquero que se pueda.

En la línea de San Lorenzo, como en cualquiera, siempre hace falta un hombre "canchero", como García, que no sólo juega para sí, sino que hace jugar a los demás explotando bien sus condiciones. Eso es lo que hace Roberto Cherro, el hombre más canchero de Boca. Cuando estuve conversando con él la semana anterior, me hizo esta declaración:

—Yo siento más satisfacción cuando otro hace un goal por un pase mío que cuando lo hago yo. Salgo a la cancha con el deseo de ganar los partidos, pero sin la idea del goal. A veces sucede que, durante el partido, me dan deseos de marcar un goal y entonces sí, me propongo hacerlo y no estoy tranquilo hasta que lo consigo.

Cherrito analiza a sus adversarios o, mejor dicho, juega de acuerdo con el estilo de ellos, adaptación que conceptúa indispensable.

— Figurate — dice — que contra un centre half tipo Monti no podía jugarse la mismo que contra uno estilo Zumelzú. Frente a un back de calidad hay que jugar con calidad si se quiere hacer algo y, sobre todo, no empeñarse en un duelo. En realidad, yo creo que ningún forward debe proponerse "pasear" a un back o a un half; al contrario, hay que tratar de gambetearlo solamente cuando es necesario, pero sin ir a buscarlo. El fútbol, cuanto más simple mejor. Esa es mi idea, por lo menos. Por eso me gustan los backs al estilo de Domingos.

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A propósito de Domingos, tenemos de él un recuerdo bien fresco que nos permite incorporarlo a la lista de los "cancheros". En el reciente partido de Boca con Estudiantes, el zaguero brasileño cumplió la mejor de sus performances en Buenos Aires y lo hizo con una serenidad que aumentó su eficacia. Colocado siempre, oportunísimo, veloz en el pique, ágil en el juego de alto, limpio, consiguió anular por completo casi a Zozaya y, después de cada quite, se le vio hacer un pase justo al hombre mejor colocado, según las circunstancias; unas veces cerca, a Lazzatti y a Vernieres, y otras veces a los wingers. Domingos demostró dominar su puesto con cierta comodidad y hubo ocasiones en que, estando el adversario con la pelota, se le vio parado delante de él, como si supiera que la iba a perder. Y, en efecto, la perdía para dejarla en sus pies.

En el otro extremo había otro jugador de calidad, Armando Nery, pero con la diferencia de que el platense estuvo en una tarde poco feliz. Sin embargo, tuvo oportunidad de demostrar su "cancha" en una jugada característica. En un veloz avance de Boca se produjo un entrevero; el arquero de Estudiantes quedó en un costado del arco y dejó un blanco espacioso. Sin titubear, Cusatti shoteó hacia allá y cuando la pelota llegó ya estaba Nery sobre la línea. Sin moverse, el back platense rechazó levemente con un pase a Pérez Escalá. Y a tiempo que el público lo ovacionaba, Nery salió del arco hacia su puesto andando con su habitual indolencia, en un gesto que Borocotó interpretó bien al comentar:

—Nery parece decir: "No sé por qué aplauden estos... Si yo no hice nada..."

El veterano zaguero de Estudiantes me explicó esa jugada suya, que repite con frecuencia.

—Cuando viene el avance Capuano está su el centro del arco, cuidando más bien hacia la derecha y dejando un claro en la izquierda. Yo me corro entonces hasta colocarme junto al palo, pero del otro lado; cuando veo que viene el tiro no hago más que dar un paso y estoy donde viene la pelota. No me cuesta nada rechazarla. Y es una jugada que se repite mucho, porque los forwards ven el claro que deja Capuano y se engolosinan...

En el team que la Academia tenía hasta hace unos dos años hubo una pareja brava de futbolers "cancheros": Paternoster y De Marc. El back tenía la virtud de hacer que los forwards fueran a morir en sus pies, como dominados por él. Llegaban hasta ahí, le dejaban la pelota y se iban. Luego, él, en combinación con De Mare, le iba enseñando al pibe la manera de pasear a los forwards. Invertían los papeles: de gambeteados se trocaban en gambeteadores. Y así se iban hasta el medio de la cancha. De Mare, además, aprendió otras cosas. Cuando el delantero contrario espera un centro, él le grita “¡Mia”, simulando ser un compañero mejor colocado y entonces rechaza tranquilito. Menos cuando se encuentra con un referee como Neme, que en un caso así le cobró foul... También acostumbra a detener con la mano los pases de insider a wing y, en seguida, agarrarse la cara, pero esa ya la aprendieron los referees... Y vaya, por último, una cita al más "canchero" de los jugadores extranjeros que yo he visto, dueño y señor de su zona y de la cancha: el Divino Zamora, el goalkeeper que mandaba con bien ganada autoridad y, a gritos, iba colocando a sus compañeros en la defensa como se colocan las piezas sobre un tablero de ajedrez.

BOXEADORES

Algo así como lo que pueden ser en fútbol, ahora, Héctor Scarone, entre los uruguayos, o Humberto Recanatini, entre los argentinos, era Tommy Loughran cuando llegó aquí. De su maestría de otros tiempos, esa maestría que lo había llevado al campeonato del mundo, le quedaba la "cancha", demostrada tanto en el hábil manejo de los brazos como en la serie de mañas que dominaba. Poco después de la pelea de debut, frente a Caráttoli, me decía Lectoure refiriéndose a Loughran:

—El americano éste habla el latín con los guantes.

Y el mismo Caráttoli comentaba:

—¡Es un canchero bárbaro! Las sabe todas... Trabaja con los dedos, con el revés, con los codos... ¡Te marea!

Pero no fue Loughran el único rival canchero que debió enfrentar el peso pesado platense. Tuvo, anteriormente, un adversario local, de un tipo completamente distinto al del yanqui, pero igualmente difícil para un "muchacho derecho" como es Caráttoli. Me refiero a Vicente Olivieri. Yo he pensado más de una vez en el torneo de habilidades y de mañas que hubiera sido una pelea entre Olivieri y Loughran si el argentino hubiese estado en mejor forma. El del "payaso sonriente" es un tipo de canchero completamente distinto. No explota su propia experiencia, sino la moral del contrario. A él le consta que frente a ciertos hombres habría perdido lejos haciendo una pelea simplista y recurría, entonces, a los mil ardides que su ingenio le proporcionaba, terminando por desorientar o irritar al enemigo, como pasó primero, en el Parque Romano, con el filipino Logan, y más tarde, en el Luna Park, con el propio Caráttoli. Lo más interesante es que unos días antes de su pelea con el platense, Olivieri me decía muy serio:

—¡Caráttoli es muy bueno, pero no me puede ganar! Una vez me plantó knock-out y ahora está mejor que entonces, pero yo lo conozco bien. Me voy a defender con las armas que tengo y verás que no me gana.

Efectivamente, Caráttoli no pudo ganarle, porque todas las maniobras de Olivieri tendieron, con éxito, a hacerle perder la serenidad. Y eso que no hizo tantas rarezas como contra Logan... Una "cancha" estupenda tenía el belga Armando Schackels, verdadero maestro del ring que se presentó, en los primeros matches, como un elemento mediocre, para revelarse luego en todo su valer frente al pluma Antonio Castroviejo, toda una promesa que quedó deshecha al caer en manos del veterano y habilísimo pugilista europeo.

La prueba de que el hombre "canchero" lleva una ventaja cierta nos la dio Espósito en su último combate, frente a Enrique Bolognini. Después de pelear toda la vida como su mote de bulldog le aconsejaba, Espósito varió su táctica, aprovechó su experiencia y es ahora un hombre sobrio que domina el ring y ve con serenidad las situaciones.

No es "canchero" a fuerza de mañas perjudiciales para el adversario, sino en un aspecto más simpático. Así lo vimos, por ejemplo, en esta escena de su última pelea: en un cuerpo a cuerpo, Bolognini apoyó fuertemente su cabeza en el hombro de Espósito, para afirmarse mejor; el muchacho de Caballito no hizo más que sacar el hombro, en un leve movimiento, y se vio a Bolognini salir hacia adelante, hasta tropezar con las cuerdas, como empujado con un resorte. Cancheros son, por último, en su habilidad para manejar al adversario y sacar provecho de cualquier oportunidad, Raúl Landini y Francisco Magnelli, especialmente el peso gallo, que trabaja con los antebrazos tan astutamente que coloca al adversario donde él quiere. Lo saca, lo trae, lo perfila, lo traba, consiguiendo anularlo siempre.

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Así en el fútbol como en el box, el hombre "canchero" constituye un espectáculo que provoca admiración y que, por lo general, entretiene, porque el que sabe ver aprecia en todo su valor cada una de esas pequeñas sutilezas por las que se comprueba que en todos los campos, aun en el del sport, se gana mucho con la fuerza, pero más se gana con el ingenio.

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