Las Crónicas de El Gráfico

"¡Seguí así que vas bien!". Por Borocotó

Geniales recuerdos de Borocotó y su breve paso por los cuadriláteros. “Yo tuve mi cuarto de hora de boxeador. En ese corto período de mi vida pugilística aprendí muchas cosas: sobre todo a ligarla.”

Por Redacción EG ·

17 de febrero de 2020

(La foto de portada corresponde a José María Gatica en su pelea con Ángel Olivieri de 1951)

Yo tuve mi cuarto de hora de boxeador. (Si llegan a ser veinte minutos, todavía estaría haciendo la plancha.) En ese corto período de mi vida pugilística aprendí muchas cosas: sobre todo a ligarla. Felizmente para mí y mi familia, me retiré a tiempo: justo con la última biaba, cuyos golpes continúo sintiendo al evocarlos. Sin embargo, aquél berretín de adolescente me ha dejado recuerdos similares a los que tendrán todos, boxeadores activos y retirados que dieron sus primeros pasos y recibieron los primeros golpes en el local mistongo del club del barrio. No olvidarán éstos a aquellas buenos muchachos, verdaderos hinchas sacrificados, que los "dirigieron" en las primeras peleas. Mejor dicho: que intentaron hacerlo sin conseguirlo por carecer de la experiencia necesaria.

Momentos antes de entrar al ring se nos daba el masaje de práctica con la embrocación compuesta de yemas de huevo, aguarrás y otros menjunjes que despedían olor fuerte y penetrante. Después, ya en el ring, llovían los consejos: "

Empezá a pelear despacio.

Estudia al adversario en el primer round.

 Pega de izquierda y cuídate con la derecha.

No bajés la guardia.

Tené cuidado al salir de los “clinchs", no vayas a hacerlo con los brazos caídos.

No te pongas nervioso que vas a ganar fácil.

 ¡Es una uva el adversario!

Swing de izquierda y cross de derecha.

Después de mandar el derechazo, con la mano izquierda, te cubrís el mentón por si te llegan a cruzar.

No te pongas nervioso.

Y seguían las recomendaciones. Eran tantas y tan grande la pavura que resultaba imposible retener alguna. En esos instantes las piernas tiemblan y la nerviosidad consume energías. La noche anterior casi no se ha dormido. En los ratos en que se ha conciliado el sueño, se ha soñado con peleas y mas peleas. Ya en el ring  se sufre un martirio que se prolonga indefinidamente y que tan sólo tiene unos pocos segundos de duración. Se escucha un rumor lejano y pasan ante la mente en vertiginosa sucesión rostros de familiares y amigos, mientras uno intenta darse tranquilidad riéndose, haciéndose el despreocupado, hablándose bajito...

 

¡SEGUÍ Así QUE VAS BIEN!

Por fin empieza la pelea y los primeros tortazos van devolviendo la tranquilidad. Si no se tiene la desgracia de sentir los golpes y la lucha se va desarrollando pareja, la nerviosidad cesa y uno comienza a desarrollar su  juego aunque inferior al que siempre se ha evidenciado en el club. Se están pensando los golpes por adelantado, como si se jugara al ajedrez. Cuando el gong suena y uno se dirige a su rincón, por primera vez en la noche escucha el estribillo: "Seguí así que vas bien"

Se ha vuelto al córner con menos cansancio del que se ha partido, pero los segundos no entienden y comienzan con los esponjazos, con el buche de agua y la rajita de limón para la boca, con los masajes a las piernas y la barriga, todo lo cual predispone a restar la parte de tranquilidad que han proporcionado los primeros biabiazos.  Y antes de sonar la campana se escuchará como síntesis de todos los consejos recibidos en ese minuto: "Seguí así que vas bien".

Esa expresión es el grito de aliento, es la inyección de fe. Como uno no tiene exacta idea de la forma en que se va desarrollando el match, a menos que lleve una enorme superioridad o esté recibiendo una biaba formidable, el "Seguí así que vas bien", le da la medida de su propio desempeño. Ya entonces se mira al contrario con aire sobrado, con cierta superioridad que emana directamente de las palabras escuchadas en el córner. ”Si así voy bien — se dice uno-  puedo  ir mejor". Y si se tiene la suerte de aplicar un buen golpe que hace gritar a la hinchada, cuando regrese al rincón, no sólo le dirán "Seguí así que vas bien", sino que le agregarán: "Vas ganando flojo". Pero a esta altura de la pelea, como han ocurrido tantos acontecimientos imaginativos, se ha perdido la noción del tiempo. Se han peleado  dos rounds de dos minutos y ya parece que viene el último, cuando  en realidad faltan tres más. “¿Falta mucho?” –se insinúa al director de  la pelea, como al descuido, tratando que no sospeche  que  uno está deseando que termine la cascada. — “Es el ultimo. Apurá  aquí porque a lo mejor te roban la pelea”

 

¡ESE ÚLTIMO ROUND!

El debutante sale del córner dispuesto a aumentar la ventaja que cree llevar, a fin impresionar  a los jurados en forma que no vayan a cometer el delito de dar un mal fallo. La esperanza ha abierto sus puertas: dentro de dos minutos se acaba la pelea. Invade una alegría no  confesada. Ya se tiene ganado  el combate. Se goza por anticipado de la recepción que harán los amigos, de la alegría de los hermanos y la de los viejos que siempre se la habían protestado, contra "el juego del bos", como le llamaba la vieja. Aquel es una papa y el adversario una uva.  Ya está en casa. ¡La biaba que ligó! Y es tanto el aturdimiento que no se sospecha la cantidad de rounds ni se advierte que el juez, al reiniciar el combate, no llama al centro del  ring para el saludo de práctica.  Por lo general, el contrario ha recibido las mismas instrucciones de apurar por ser el último round, y se viene como una fiera. Ya entonces no cabe duda que la cosa termina junto con esos dos minutos. Pero vuelve a  sonar el gong y. . . el segundo se había equivocado: falta otro round. Pero no importa. Cada vez existen mayores probabilidades de triunfo, "Vas ganando a puntos pero tenés que robar lejos para que te den el fallo. Seguí así que vas bien".

 

el error de los jurados

 Termina ese round y se vuelve a escudar lo mismo. Termina el otro y se repite la situación. Recién cuando el juez llama al saludo es cuando se tiene la certeza de que es último round. ¡Cuánto ha durado la pelea! El debutante no puede suponer que sólo han transcurrido ocho minutos de combate descontando los de descanso. Le parece que lleva toda esa noche dando y recibiendo piñas.  Pero, ¡qué fenómeno!: estaba más cansado en el primer round que en el quinto. Ahora está sobrándose, pleno de energías y con la pelea ganada porque siempre le han dicho "Seguí así que vas bien" Yaestá el chivo en el lazo.

 Al fin, termina. La gente aplaude y el debutante se cree dueño de todas las ovaciones. Ni por casualidad reparte un cachito ellas con el rival . Ha ganado la pelea: no le cabe la menor duda. En el corner le pregunta al segundo principal:

 — ¿Gané?

— Para mí ganaste lejos, pero todos jurados son unos chorros...

En eso le levantan la mano al contrario.

—  ¡No te dije? —exclama haciéndose el  furioso el segundo principal del debutante.—  ¡Te robaron la pelea!...

 

BOROCOTÓ (1929)

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