Las Crónicas de El Gráfico

1964. Tokio hora 0

Como este año son los Juegos Olímpicos en Tokio queremos recordar la crónica del viaje con las desventuras de los enviados de El Gráfico y la delegación argentina para llegar a la capital japonesa en las olimpiadas de 1964.

Por Redacción EG ·

18 de enero de 2020

Señor CONSTANCIO C. VIGIL Director Ejecutivo de EL GRÁFICO 

Muchachos:

Llegamos. Me siento - quizás tendría que decir NOS SENTIMOS - como terráqueo en la luna. Ya perdimos la cuenta. No sabemos si la próxima comida será cena o desayuno. No sabemos si lo que tenemos es sueño o hambre. No sabemos (esto lo dijo el Dr .Bueno) ni siquiera si estamos casados o solteros. Salimos de Alaska hace diez horas, que para mí y algunos otros fueron interminables porque algo antes de "ver tierra",  el avión maldito (ya les contaré porqué) se movió como batidora y mi reconocida resistencia al mareo (?) quedó licuada. Nos peleamos varios por el uso  del baño: Nicolao, Bourdillón y Morello. Al principio nos daba verguenza tener que desocupar el estómago y empalidecer ante los "insensibles". Quedamos hecho tiras de hombre, ante la mirada socarrona de una serie de muchachos a quienes el baile les abría el apetito:  Van der Math pedía "more chiken" (más pollo) a los gritos, mientras los muertos mirábamos con asco la bandeja que pasaba dejando un olor que nos revolvía. El baile fue fuerte. Y sumado al cansancio de 50 horas de vuelo y esperas previas dejó en todos una sensación de postración y pesimismo.

 

Imagen En el "avión maldito" cuando aparentemente las cosas no iban del todo mal, aunque en algunos rostros el cansancio y el agotamiento habían hecho mella. Juan Dyrzka, Susana Peper, Nicolao, Rossi (delegado de basquetbol por la Confederación) y Fontanarrosa, entre otros, tratando de pasarla lo mejor posible en un vuelo bastante dificultoso… Interminable...
En el "avión maldito" cuando aparentemente las cosas no iban del todo mal, aunque en algunos rostros el cansancio y el agotamiento habían hecho mella. Juan Dyrzka, Susana Peper, Nicolao, Rossi (delegado de basquetbol por la Confederación) y Fontanarrosa, entre otros, tratando de pasarla lo mejor posible en un vuelo bastante dificultoso… Interminable...
 

Carlos Sos se lamentaba por su gente de natación: "Perdimos todo lo que habíamos hecho. Hace tres dias que los muchachos no ven el agua.Los músculos se le van a hacer "crac" en el agua" ; Bermúdez decía lo mismo por su gente de boxeo "después de un mes de darles fuerza en la concentración del Ward nos agarra este viaje..." Era el pesimismo de 50 horas plenas de tensión que hablaba.  Ya pasaría.

“El avión maldito" (no lo tomen en serio) era un avión carguero, con asientos agregados, a turbohélice (por eso no se pudo esquivar la tormenta ya que los jets las superan), con una tripulación magnífica por lo práctica, hábil y por las azafatas que cantaron, se rieron, bailaron en el medio del tumultoso, juvenil, pícaro-sin pasarse- pasaje deportivo. Los remeros Zanazzi, Meanna , Ianuzzi y Ensunza levantaron el ánimo de todo un sector del avión. Selvetti en otro sector. Susana Peper y el esgrimista Lanteri se divertían y ayudaban al traducir las órdenes por el micrófono interno. Hasta que a se cayeron de cansancio. El gran momento del viaje fue cuando sé descubrió que viajábamos con un motor menos. Allí comenzó la novela. Fue como un mal sueño. Ahora que lo hemos pasado nos provoca gracia, pero en aquel momento todos andábamos y arrastrábamos un gesto dramático. El avión no habla convencido a nadie. No tenía aspecto moderno y para salir de Miami esperamos 6 horas en el aeropuerto por aquel mismo motor que nos hizo bajar en Chicago. La tripulación nos miraba con indulgencia cuando se les pedía explicaciones y se les hacía llegar las dudas y temores.

 

Imagen Los dirigentes trataron de hablar con el embajador en Washington o el cónsul en Chicago. En ese avión no se podía seguir. Nadie quería seguir. Pero cuando la compañía anunció que el viaje proseguía, todos, excepto uno, volvieron a sus sitios... Y a volar otra vez. (Petrolini, dirigente, habla por teléfono).
Los dirigentes trataron de hablar con el embajador en Washington o el cónsul en Chicago. En ese avión no se podía seguir. Nadie quería seguir. Pero cuando la compañía anunció que el viaje proseguía, todos, excepto uno, volvieron a sus sitios... Y a volar otra vez. (Petrolini, dirigente, habla por teléfono).
 

Para ellos era cosa de todos los días. Para nosotros una cosa de vida o muerte. En Chicago, el señor Oriani, Jefe de la delegación , anuncia que había hablado con la tripulación y les había exigido cambio del avión y que pernoctaríamos en un hotel cercano al aeropuerto. Aplausos. Hombres y mujeres se tiran donde sea. Sobre los mostradores, en el suelo. Eran las dos de la mañana. El cansancio embotaba e irritaba...

Los dirigentes tratan de hablar con el embajador en Washington o el cónsul en Chicago. La compañía contestó que el avión estaba listo para partir y estaba en perfectas condiciones. Cabildeos. ¿Pero qué podían hacer los dirigentes con un contrato firmado y pagado con las más amplias seguridades dadas por la firma contratada?  Si no se seguía... ¿quién y con qué se pagaba la estada en Chicago y la contratación posterior de un avión (o dos) a Tokio? Nueva reunión entre directivos. Decisión de seguir. A la mayor parte de los muchachos les daba lo mismo. Ya no pensaban...no podían. Habían entrado en la zona de la insensibilidad, en la hora de cualquier cosa por una cama.

 

Imagen En Chicago cualquier lugar fue bueno para descansar. La orden de cuerpo a tierra fue dictada por el propio cansancio. Maletas, bolsos y todo elemento más o menos útil fue usado en la emergencia. Mostradores, repisas. Todo servía. Eso fue a las dos de la mañana.
En Chicago cualquier lugar fue bueno para descansar. La orden de cuerpo a tierra fue dictada por el propio cansancio. Maletas, bolsos y todo elemento más o menos útil fue usado en la emergencia. Mostradores, repisas. Todo servía. Eso fue a las dos de la mañana.
 

Allí comprendía a los héroes de la guerra, como se puede, por cansancio, agotamiento, abandono, poder llevar a un grupo a cualquier situación. No todos estuvieron de acuerdo. El tirador Oxobi prefirió quedarse y viajar por su cuenta. El lo podía hacer, es un muchacho pudiente y optó por cumplir con su conciencia. Otros subiéron a contramano pero sin remedio.

 La mayor parte subió contenta de poder seguir y relajarse en un asiento que si bien no era un soneto a la comodidad, por lo menos era un asiento. Hasta el Dr. Covaro, uno de los más afectados por la psicosis creada por el "avión maldito", subió convencido ya de que la tripulación no tenía cara de suicida.

 

Imagen Esos zapatos arriba de un mostrador al lado de un teléfono, con todo lo que tiene de insólito, es una evidente demostración del agotamiento que envolvió a todos...
Esos zapatos arriba de un mostrador al lado de un teléfono, con todo lo que tiene de insólito, es una evidente demostración del agotamiento que envolvió a todos...
 

Caímos desplomados y hasta Ala ka fue un placer ver a los 4 motores haciendo “rrrrr". Después no nos acordamos más que lo que pisábamos estaba suspendido a 4 mil metros de altura. No nos acordamos hasta que las turbulencias cercanas a Japón (una hora y media antes) nos los recordó ingratamente. Ya el Dr. Covaro (sin los motores en la mente) operó al doctor Garzón Funes (boxeo) por que al meter la mano en su bolso se hizo una herida sin importancia pero muy profunda en un dedo. El Dr. Covaro dijo: "lo que me faltaba... operar en el polo".

Pisamos tierra a las 17 aproximadamente. Allí estaba el legendario Japón. Mi primera impresión: una mul titud de jovencitos y jovencitas con saco negro de ribetes blancos, sonrientes, atentos, con distintivos olímpicos y otros que señalaban su idioma: English, Deutsch, Spanish,etc.  Quisimos hablar español con una muñequita qué llevaba justamente el Spanish y no nos entendimos. Terminamos entendiéndonos en un inglés cómico lleno de muecas y manotazos al aire que querían reemplazar palabras. Llegamos 155 y nos esperan otros tantos. Aquí es un síntoma. No vi nada de Tokyo todavía, pero el mostrador de la Casa de la Prensa tenía diez personas de un lado (las que atendían) y tres del otro lado.

El departamento donde vivimos es cómodo pero me hago la ilusión de ser yo mismo un gigante: todo reducido,separados por finas paredes. Se cae un peí ne y nos despertamos todos. El reloj a transistores de pared se escucha en toda la casa. Nuestra occidental manera de hablar en alta voz tendrá que apagar la bocina. De Japón nada más todavía.

 

Imagen Tito Lectoure y Carlos Fontanarrosa contemplando un paisaje totalmente nuevo e inesperado. Gran movimiento de gente por todos lados. Los Juegos Olímpicos han despertado a una ciudad de doce millones de habitantes. La foto es afuera de la impresionante piscina cubierta.
Tito Lectoure y Carlos Fontanarrosa contemplando un paisaje totalmente nuevo e inesperado. Gran movimiento de gente por todos lados. Los Juegos Olímpicos han despertado a una ciudad de doce millones de habitantes. La foto es afuera de la impresionante piscina cubierta.
 

Hablé por teléfono con la Villa Olímpica; se que están muy cómodos. Para aprender a marcar el teléfono, pedí explicaciones a un joven (uno de los diez o doce atentos y veloces que nos rodean). A su reverencia contesté con otra. Frascara le puso propina en la mano y él corrió para devolvérsela. Mi pobre vértebra pellizcada, esa que me hace entrar torcido a la Editorial, algunas veces está sufriendo la consecuencia de las respuestas a la reverencias. El comedor de los periodistas, único contacto vivo hasta ahora con Japón, está atendido por decenas de jóvenes mozos con smoking.  El nieto del emperador Hirohito, Higashikumi, de 19 años, como otros jóvenes importantes, sirve en los comedores de la Villa Olímpica. En la entrada a la ciudad por una autopista maravillosa, se insinuaba que estas Olimpiadas están en la sangre del pueblo japonés.

Todo está dado, ofrecido, para los olímpicos. No les quiero contar a ustedes los paquetes con obsequios que nos caen por kilos.  ¿Cómo volveremo con tantas cosas? Solamente el peso de los libros informativos sobre el movimiento olímpico debe andar en los 30 kilos que permite el equipaje.

Esto es poco. Disculpen. Ya les mandaré más del otro lado de estas olimpiadas. Se que les interesará aunque no sea eminentemente deportivo. Hasta ahora no vi nada. Es pero verlas.

Hasta la próxima.

Fontanarrosa.

Por CARLOS FONTANARROSA, GERARDO BONNHOFF, ADOLFO MOGILEVSKY (Enviados de El Gráfico a lo Juegos Olímpicos de Tokio 1964 )