Las Crónicas de El Gráfico

1959. Brasil-Uruguay, fútbol y barbarie. Por Panzeri

Los 22 jugadores de Uruguay y Brasil, protagonizan la pelea más violenta registrada en un Sudamericano. “El partido tuvo dos extremos: el fútbol más puro y la barbarie más pura en la era civilizada…”

Por Redacción EG ·

03 de diciembre de 2019

Los únicos calificativos justicieros para esta vergüenza en forma de batalla salvaje y bárbara de supuestos civilizados pueden ser aquellos que años ha registraba la crónica policial que informaba de encuentros callejeros, de preferencia noctámbulos, entre patotas de gente de mal vivir.

Aquí no hay forma de localizar culpabilidades originales. Aquí no hay atenuantes para nadie. Aquí no hay inocentes.

Aquí hay solamente 22 culpables. 22 jugadores de fútbol dignos de haber sido detenidos en masa por la policía y alojados donde se destina a los estafadores y delincuentes. Ellos estafaron y delinquieron. Le faltaron groseramente el respeto a miles de aficionados que pagaron más de dos millones de pesos... no para verlos trenzarse en campal batalla de puñetazos, puntapiés, cabezazos.

No hay debilidad del juez donde localizar el origen de semejante bochorno para la sociedad misma, puesto que esto ya pasa de una simple vergüenza para el fútbol siendo que el futbolista es el usufructuario de una de las más lucrativas profesiones que ha dado en encontrar el mundo moderno.

Imagen Fue un partido intenso entre dos rivales históricos con una gran rivalidad. Tan solo nueve años atrás, Uruguay le ganó el Mundial a Brasil en su propia casa.
Fue un partido intenso entre dos rivales históricos con una gran rivalidad. Tan solo nueve años atrás, Uruguay le ganó el Mundial a Brasil en su propia casa.

Dentro de la consigna de "sacar" partidos el juez chileno Sr. Robles pudo haber domado a la tormenta con un par de expulsiones inmediatas a los primeros asomos que se tuvo de este pugilato generalizado de 22 futbolistas mezclados con unas 400 personas, incluidos suplentes que daban tanto como los titulares, fotógrafos que al tiempo que tomaban notas no escatimaban su identificación como representantes del periodismo gráfico de Brasil o Uruguay, particulares que no faltan jamás, etc. Una decisión así (que en nuestra platea creímos corresponderle a Djalma Santos y Escalada en la primera brusquedad ostensible) pudo haber atemperado la tormenta. Nunca impedirla.

Imagen El partido entre uruguayos y brasileros se disputó el 26 de marzo de 1959 en el Estadio Monumental. Fue perteneciente a la quinta fecha, el Sudamericano lo disputaron las selecciones de: Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Paraguay y Bolivia. El campeón finalmente fue Argentina.
El partido entre uruguayos y brasileros se disputó el 26 de marzo de 1959 en el Estadio Monumental. Fue perteneciente a la quinta fecha, el Sudamericano lo disputaron las selecciones de: Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Paraguay y Bolivia. El campeón finalmente fue Argentina.

Los dos equipos entraron "a eso". A darse. Brasil incluyó a Almir por su condición de "guapo". Lo creyó necesario para jugar con Uruguay y su sombra de "guapo". En la antesala del partido Uruguay pensaba en sus agallas de Maracaná. Entraron a eso y a eso llegaron cuando quisieron llegar, no cuando la presión de la caldera lo indicó. La caldera ya estaba en su máxima presión al comenzar el match. Fueron "a eso".

Unos con complejo de amargos que anhelaban mostrarse superando el complejo, otros con envalentonamiento de guapos empeñados en demostrar que eso les alcanzaba "para ganarles a estos macacos".

Y llegó el momento que esperaban los dos: el momento en que Almir va al encuentro de una pelota que también pretende Leiva, este llega primero y chocan Almir, Leiva y Silvera. El choque va acompañado de patadas del brasileño, llega Pelé a intervenir y detrás de éste aparece Goncalves para "intervenirlo" a Pelé con otras patadas. A las que Davoine agrega las suyas.

Imagen Terminante documento gráfico de la actitud de Mario Américo, el masajista brasileño que atacó a William Martínez y lo derribó.
Terminante documento gráfico de la actitud de Mario Américo, el masajista brasileño que atacó a William Martínez y lo derribó.

Parece ser la consigna pública esperada en secreto: espontáneamente combustionan en todo el resto del campo tantos combates como binomios de uruguayos y brasileños haya. Invaden los suplentes para sumarse al redil. Masajistas y asistentes. Es su único acierto: abandonar los sitios que ocupan entre las personas para sumarse al núcleo salvaje que combate como los pueblos bárbaros por sus más bajas pasiones. El espectáculo emula aquel de hace 13 años: allí mismo, bajo el sol de un domingo iluminado con tristeza. Todo se confunde. No hay tiempo de seguir una alternativa del pugilato porque más allá hay otra más horrenda. Todos se pegan con cuanto tengan a mano, todos corren, unos despavoridos, otros amenazantes. Con lo que vemos nosotros el vecino reconstruye lo que no pudo ver. Con lo que ve el vecino nosotros completamos lo que nos faltó mirar. Así en todo el estadio. Así se van sabiendo los pormenores sádicos de la cuestión: que el masajista negro Américo descargó toda su "simpatía" tratando de herir a William Martínez, que Bellini perdió dos dientes, William Martínez uno: al mismo Martínez le rompen la testa con patadas a renglón seguido de la puesta de espaldas que le hizo Mario Américo, que "El Diamante Negro", Leónidas Da Silva saltó de su cabina radial para sumarse al pugilato...

 

Imagen Tristes imágenes, jugadores por el piso, otros tirando patadas.
Tristes imágenes, jugadores por el piso, otros tirando patadas.
 

 

Imagen Golpes de puño entre uruguayos y brasileros.
Golpes de puño entre uruguayos y brasileros.
 

22 minutos dura el proceso en sus tres fases: ejecutiva, consultiva e higiénica (expulsiones).

Se reanuda el partido, todo tiende a superarse y parece superado cuando aquél termina por reloj.

¡Ilusos todos!

Con el pitazo final el bochorno que faltaba: "el del estribo". Bellini va hacia algún lugar donde reunirse con sus alborozados compañeros y cuatro jugadores uruguayos a un solo tiempo caen sobre él con tomas y vuelos de catch. Uno de sus agresores se pone tan perfectamente en horizontal a casi dos metros de altura, que con ambos pies logra darle en pleno rostro al capitán brasileño y derribarlo. Cuando BeIlini va a levantarse un trompis le recuerda su destino inicial. Más allá Demarco y Sacia descargan puños sobre Didí y nueva batahola va a generalizarse cuando la calma gana a la inconsciencia. Pero no termina allí. Bajo la indignación colectiva que no vacila en señalarlos cobardes agresores dentro de un pleito terminado, los uruguayos abandonan la cancha salpicados de rechiflas de público argentino y turistas brasileños. Tornan a sentirse "guapos" y lejos de apagar la grita desapareciendo por el túnel, ellos permanecen en agresiva actitud acompañada de obscenos gestos. En otros casos en ostentosas alusiones a sus gloriosas "celestes" por ellos deshonradas.

Imagen En el suelo el zaguero uruguayo perdió un diente y sufrió una herida cortante en el cuero cabelludo y otras menudencias...
En el suelo el zaguero uruguayo perdió un diente y sufrió una herida cortante en el cuero cabelludo y otras menudencias...

 

Imagen Algunos jugadores pedían calma.
Algunos jugadores pedían calma.
 

El partido tuvo dos extremos: el fútbol más puro y la barbarie más pura en la era civilizada. Aquélla es la barbarie.

Este es el fútbol: 30 minutos iniciales muy bien jugados. Iniciados con una demostración personal de Pelé que casi atonta: cuatro "muelles" seguidos con un mismo bote contra el pecho: como sólo pueden hacerse con un resorte debajo de la camiseta. Y en ese ritmo se sigue: ritmo de calidad.

 

Imagen La policía debió interceder, un hecho bochornoso.
La policía debió interceder, un hecho bochornoso.
 

Hay una cosa hermosa en el partido: respeto de calidades por ambas partes. Más temor acusa Uruguay por la de Brasil, puesto que regala el medio campo para cuidar más celosamente la defensiva. Por eso el ataque uruguayo llega muy disperso al área brasileña. Y sus intentonas suponen demasiada carrera personal para la entrada de Sasía, Borges o Escalada. Demarco está mucho abajo y Douksas casi totalmente abajo, puesto a centrehalf para que Gonlalves haga de segundo zaguero. Uruguay le teme a la lentitud y falta de estado cie William Martínez. Brasil juega tocando muy bien la pelota, que casi siempre pone en profundidad Didí y casi siempre se llevan en corto y con mucho cambio Pelé y Almir.

 

Imagen El gol de Uruguay, convertido por Escalada.
El gol de Uruguay, convertido por Escalada.
 

Imagen Desde otro ángulo, el gol uruguayo a Brasil. Convertido a los 36 minutos del primer tiempo.
Desde otro ángulo, el gol uruguayo a Brasil. Convertido a los 36 minutos del primer tiempo.

Pero como la defensa brasileña es mala, muy mala, y Formiga está lejos de ser patrón en la media cancha que regala Uruguay, ocurre que si Didí es sorprendido en el ataque el contraataque uruguayo tiene una inmensa tierra fértil y muchas calles por donde llegar a destino. Un destino que por dos veces salva angustiosamente Castilho en su mejor actuación del campeonato. El partido está más para Brasil por su ventaja territorial. Pero no está ni un ápice menos al alcance de Uruguay en cuanto a calidad. Douksas pone tantas como Didí. Se ratifica allí tan admirable jugador como aborrecible mal educado más tarde. Pensamos en la platea un título para la nota: "Isto é o futebol". Cuando más feliz se nos ocurre la 'frase estalla el antifútbol.

Imagen Segunda batalla campal al finalizar el partido. Didí fue atacado por Sasía y De Marco y luego repelió la agresión. Aquí lo vemos saltando sobre Roque Fernández, el 17 suplente y otro uruguayo incógnito. Los brasileños recibieron mucho, pero no dieron menos.
Segunda batalla campal al finalizar el partido. Didí fue atacado por Sasía y De Marco y luego repelió la agresión. Aquí lo vemos saltando sobre Roque Fernández, el 17 suplente y otro uruguayo incógnito. Los brasileños recibieron mucho, pero no dieron menos.

Cuando creíamos terminado el fútbol, el fútbol reaparece. Y lo hace en su plenitud, sin fricciones, sin más brusquedades que alguna muy natural del juego. Se vuelve a ver rodar la pelota, se toma a jugar bien, especialmente bien, con el gran mérito que supone para los dos equipos desplegar un juego tan veloz como acertado en el pase a pesar del mucho mayor terreno a recorrer que impone la disminución a 18 de los jugadores encargados de transitar por un terreno hecho para 22.

La movilidad no exenta de calidad en el juego largo (no está en el andar cortito) del eje delantero Valentim, que substituye a Coronel en los papeles y a Almir en la cancha, decide el partido a favor de Brasil. Ese hombre termina con el resto de aire de la defensa uruguaya al mantener para Brasil una superioridad numérica de atacantes que no resiente su poder defensivo al jugar Douksas ahora más retrasado que nunca y hacer posible la prescindencia de un extremo zaguero por parte de los campeones del mundo.

Imagen Iba lindo el partido antes del lío. Se jugaba bien y los ataques de los uruguayos eran incisivos. Castilho jugó hasta ese momento su mejor partido. Lo vemos sacando dos remates de Escalada y Sasía, cuando ya el gol estaba en la garganta de los uruguayos; atajadas soberbias de Castilho, que después de la gresca debió ser reemplazado.
Iba lindo el partido antes del lío. Se jugaba bien y los ataques de los uruguayos eran incisivos. Castilho jugó hasta ese momento su mejor partido. Lo vemos sacando dos remates de Escalada y Sasía, cuando ya el gol estaba en la garganta de los uruguayos; atajadas soberbias de Castilho, que después de la gresca debió ser reemplazado.

Estos se sobreponen al contraste inicial de un golazo de Escalada entregado por Didí y que el negro de Nacional para en el aire de izquierda y con la misma pierna sin bajarla clava en un rincón. Brasil da allí una prueba convincente de tranquilidad, Mantiene fe en el fútbol y no desespera como contra Bolivia o Perú en la búsqueda del gol por choques.

Imagen El segundo gol brasileño. Una jugada personal de Pelé terminó en medio centro pasado hacia la derecha, con previa mala salida de Leiva. Valentim le puso cómodo el cabezazo y William Martínez, el hombre de la cabeza herida, nada pudo hacer para impedirlo.
El segundo gol brasileño. Una jugada personal de Pelé terminó en medio centro pasado hacia la derecha, con previa mala salida de Leiva. Valentim le puso cómodo el cabezazo y William Martínez, el hombre de la cabeza herida, nada pudo hacer para impedirlo.

 

Imagen Muy buena jugada personal de Valentim fue el tercer gol brasileño. Entró por la izquierda en jugada personal, eludió a William Martínez y shoteó antes que llegara Silvera, venciendo las manos de Leiva después de contener éste sobre la línea.
Muy buena jugada personal de Valentim fue el tercer gol brasileño. Entró por la izquierda en jugada personal, eludió a William Martínez y shoteó antes que llegara Silvera, venciendo las manos de Leiva después de contener éste sobre la línea.

Lo sigue esperando, no buscando. Y los goles llegan. Merecidos, precisos, casi brillantes como el tercero, todos con rúbrica de Valentim.

Imagen Celebran los brasileros, que un año atrás habían sido Campeones del Mundo en Suecia.
Celebran los brasileros, que un año atrás habían sido Campeones del Mundo en Suecia.

Ha ganado la calidad, eso no se pone en duda. Una calidad mayor y más constante a la que hasta aquí había demostrado Brasil, una calidad muy propiciada por la propia calidad del adversario ratificando aquello muy viejo del fútbol: "quien sabe jugar lo hace mejor contra quien sepa jugar".

 

 

Por Dante Panzeri (1959).

Fotos: Alfieri, Pellizzeri, Rainoldi, Bianco.