2008. Sergio Agüero. El potrero en la piel
El Kun atravesaba un gran presente en el Atlético de Madrid, con tan solo 19 años recibió a El Gráfico y habló de todo. La Selección, su vida en España alejado de su familia y mucho más.
Antes que nada, una primera impresión que se desprenderá de los 45 minutos de charla: el Kun sigue siendo el Kun.
Al muchachito de la película no parecen modificarle su esencia los 55 millones de euros en los que fue fijada su cláusula de rescisión a fines del 2007, ni el premio que le dio la FIFA por ser el mejor Sub-20 del año pasado, ni la creciente idolatría que despierta en la afición del Aleti que lo tiene en el altar para prenderle velas, ni liderar la venta de camisetas en las tiendas rojiblancas, ni andar con la pilcha de audaz por haber conquistado el corazón de la hija de un tal Diego Armando.
El Kun sigue siendo el Kun y bastarán un par de expresiones con su sello para confirmarlo.
Es martes a la noche, fría y lluviosa noche de martes. Recién salido de entrenarse, con los botines aún calzados, medias bajas, barba de un par de días, el Kun se acerca al vestuarios que el Atlético de Madrid posee en la ciudad deportiva de Majadahonda (no es un boliche de la costa, sino una localidad situada a 40 minutos de Madrid) y se sienta en uno de los banquitos de madera, que tranquilamente podrían ser de cualquier club de los suburbios bonaerenses.
Acaba de concluir una producción fotográfica para Sports Illustrated con su compañero de ataque Diego Forlán, el morocho y el rubiecito, una auténtica rareza para esta revista norteamericana leída semanalmente por 23 millones de personas que no tiene al soccer, precisamente, como oferta habitual. Sergio aparece acompañado por Emilio Gutiérrez, el eficiente encargado del área de Comunicación y Marketing del Atlético, que está en un rango superior a un jefe de prensa y se encarga de todo lo vinculado al Kun. De algún modo es su stopper personal.
La presencia de Emilio durante toda la entrevista con El Gráfico viene a explicar de algún modo cómo protege el club a su máxima estrella. Terminará de comprenderse su rol al final del reportaje, cuando ya en retirada, tras la andanada de preguntas vinculadas a la relación con Gianinna Maradona (ver recuadro), solicitará, con respeto y preocupación: “Oye, Diego, que si puedes minimizar este tema del noviazgo, no darle tanta cabida, mucho mejor. Sabes que aquí la prensa del corazón está esperando aunque sea una palabra de esta situación para armar un gran lío que dure toda la semana”.
Pero nos adelantamos hasta el final, y antes, la primera sensación que afloró es que el Kun sigue siendo el Kun. ¿La señal? Una pequeña consulta por las cadenitas que lleva en el cuello y en las muñecas (sólo le falta ponerse el cartelito con la leyenda “Libertad 345, oro 18 kilates”), disparan en el personaje sus deseos de contar qué significa cada una de ellas. Y lo hace con un entusiasmo más propio del amigo de la esquina que de un futbolista profesional. Y se le cae la baba al hablar de sus seis hermanos, sus dos primos que se criaron con la familia (y son casi como hermanos) y sus padres. A todos ellos los lleva simbolizados en uno de los dijes. Y este otro con el mapa de Argentina se lo regaló una chica aquí, “y mirá bien, no ves que tiene un diamantito en la provincia de Buenos Aires”, cuenta. Y no lo dirá, no hará falta: el diamantito es él.
-¿Con quién andás por acá?
-En el vestuario estamos en general con Forlán y la banda de argentinos, Leo Franco, Pernía y Maxi (por Rodríjuez). Después, ando todo el tiempo con Maxi, es con el que más estoy. Hace poco vinieron de Argentina las familias de los dos, entonces nos distanciamos un tiempo, porque tampoco daba para estar todos juntos en alguna de las casas, éramos como 20 o 25 más o menos...
-Vos aportás más...
-Sí, sí, nosotros somos algunos más.
-¿Cuál fue el máximo de gente que llegó a albergar tu casa?
-Y, habrán sido, fácil, 15 o 16. Hasta vino la perrita y todo.
-¿Habitualmente cuántos son?
-Mis viejos y mis hermanos están en Argentina, porque son chiquitos y tienen que ir al colegio. Y mis viejos tienen que estar con ellos. Acá yo vivo con mi tío y mi tía, que son los hermanos de mi mamá, y también mis primitas, los hijos de ellos. Así es en general. Ahora, mi viejo viene la próxima semana porque quiere ver el partido con el Barcelona, pero se vuelve enseguida para estar con mis hermanitos.
-¿Mandaron a tus tíos para cuidarte?
-Y, viste... mi mamá no podía venirse con todos los chicos, es un lío, y acá está bueno que alguien me prepare la comida que siempre comí en Argentina y todas esas cosas.
-¿No te enganchaste con ninguna comida de acá?
-Y... son muy ricos los jamones, allá nunca comía jamón. Siempre te pedís una entradita de jamón ibérico y está muy bueno.
-¿Y algún hábito español agarraste?
-¿Así, de palabras?
-No, algún hábito, costumbre...
-(Piensa, luego se ríe) No, papá, somos bien argentinos.
-¿Con Messi hablás seguido?
-Sí, hablamos boludeces, a veces de fútbol también.
-¿Con la Play sos el “1” del plantel?
-Hay un problema: el año pasado jugábamos porque no había salido la Play 3, y la 2 era chiquita y la llevaba a todos lados. Ahora que salió la 3 es muy grande, ¿dónde la llevás? En el bolso te pesa un montón, así que no estoy jugando demasiado con mis compañeros.
“No estoy jugando demasiado con mis compañeros”.
El concepto no sólo se detiene en el jueguito de esparcimiento sino también en el jueguito de verdad, el del verde césped. Y no por deseo del Kun, claro. El Atlético de Madrid, el tercer grande de España por títulos y seguidores, que sólo obtuvo una de las últimas 30 ligas disputadas (con Simeone de jugador), ha entrado en un tobogán del que sólo a partir del talento de Agüero puede sobrevivir. Eliminado de la Copa del Rey, eliminado de la Copa UEFA, apenas la irregularidad de sus perseguidores en la Liga le permiten aún conservar el cuarto puesto en la tabla, corte inferior que le permitirá ingresar a la próxima edición de la Champions League. Ese es el gran objetivo que le queda al conjunto del Vasco Aguirre que, como el elefante de la canción, se balancea sobre la tela de una araña.
El domingo 17 de febrero, El Gráfico estuvo presente en el Vicente Calderón, en la derrota 2-1 del Aleti con el Athetic de Bilbao. Allí se vio a un equipo casi sin luces, que por las bajas de dos valores importantes como La Perla Reyes y Simao pareció conformado por una delantera de primer nivel europeo (Agüero-Forlán), un mediocampista que entiende el juego y trata de hacer jugar a sus compañeros (Maxi Rodríguez) y nada más. Nada más.
También fue muy evidente la guerra que se ha desatado entre la comunidad del Aleti, que salta en defensa de su niño mimado, el Kun, y los árbitros. Al Kun lo tienen en la mira desde hace más de un año, cuando anotó un gol grosero con la mano ante el Recreativo. Y, se sabe: los árbitros toleran mucho más una patada criminal antes de que los humillen haciéndolos pasar por ciegos (por decirlo elegantemente).
En los últimos tiempos no sólo no le cobran faltas evidentes, sino que se las cobran a él. Y lo amonestan, y lo expulsan, hasta tal punto que en esta temporada ya sumó 7 amarillas y 3 rojas y es el más expulsado del equipo. Los hinchas del Aleti protestan ante cada infracción, están extremadamente susceptibles. En ese sentido, y también por el hecho de ser una hinchada fiel y seguidora, moldeada en el sufrimiento permanente, la comparación con Racing asoma instantánea. Al Kun no le causará mucha gracia el paralelismo, como veremos más adelante.
A los cinco minutos de partido, el Aleti se pone en ventaja por un tiro libre desde el costado que parece haber peinado el Kun, que también es el goleador del equipo en la temporada, con 17 tantos, dos más que Forlán. En realidad no la tocó, pero la hinchada del Aleti ve que sí, y comienza a entonar un canto o estribillo o vaya uno a saber cómo definirlo, que parece un redoble de tambores, todo seguidito, pegadito: “Kun, Kun, Kun, Kun, Kun”. Un monumento a la originalidad. Por supuesto, un rato antes, al anunciarse las formaciones, Agüero fue el más aplaudido, un paso adelante de su compañero de ataque, al que le gritan un no menos original “u-ru-gua-io”, “u-ru-gua-io”.
A la hora de hablar del tema, el Kun trata de fumar la pipa de la paz y no escarbar heridas sobre sus verdugos, justamente para que no sigan con la lupa sobre sus movimientos. Y hablando de lupas, si el muchacho de 19 años es habitualmente eje periodístico de los diarios deportivos españoles, al punto de que Marca –por ejemplo– le disecciona sus movimientos con videos y explicaciones bajo el rótulo de “el jugador de moda”, el affaire de su escupitajo en el choque de ida contra el Bolton inglés por la Copa de la UEFA fue de película. Según el juez de línea, el 10 había escupido al rival. Según el Kun, escupió al piso. El recurso del Aleti ante el tribunal fue presentar una imagen captada de la TV en la que se ven dos puntitos blancos cayendo al suelo. Los diarios se hicieron un festín mostrando la trayectoria del “pollito” del aprendiz de Chilavert y el Chino Benítez. Los medios le dieron la derecha al Kun, aunque también destacaron que se podría haber evitado el inconveniente.
-Anteayer fui a la cancha, ¿la gente está en guerra con los árbitros?
-Obviamente la gente, lo que ve desde afuera, es que por ahí me van fuerte y entonces, viste, se enojan tanto porque no les sacan amarilla a los defensas, pero yo nunca me metí con los árbitros, tampoco lo voy a hacer ahora. Simplemente tratan de cumplir su función y hacer las cosas bien y tratar de que yo no los engañe, ¿no? (mira a los ojos, pregunta). Porque bueno, como dije, cuando hice el gol con la mano, a partir de ahí los árbitros me tienen un poco más de punto para que no los engañe otra vez.
-¿Te pesa haber metido ese gol?
-Obviamente que no es bueno, o sea, meter un gol con la mano, pero yo siempre dije que metí la mano y lo hice pensando que el árbitro iba a cobrarla, ¿no?, porque fue muy alevoso. Yo no llegaba y si me tiraba a cabecearla me golpeaba con el palo, seguro, porque estaba al lado del palo, entonces me dije para adentro: “Meto la mano, total el árbitro la va a cobrar”. Metí el gol, miré al árbitro y vi que se da vuelta al medio del campo, ¿entonces qué querés que haga yo?
-¿No daba para decirle que lo habías metido con la mano?
-No, para nada, tenía que festejar, no me quedaba otra.
-¿Vos creés que entonces los árbitros se juntaron en la bronca y dijeron “a este pibe ahora lo vamos a joder por tramposo”?
-No sé, más que nada quieren que no los engañe otra vez, por si te tirás, esto que lo otro. Yo no quise engañar a los árbitros, fue en ese momento que se dio rápido y nada más, después siempre juego de la misma manera. Si me pegan, nunca le digo nada a nadie, los árbitros por ahí piensan otra cosa, yo creo que es porque todavía no me conocen cómo soy.
-¿Y el escupitajo del otro día?
-Se cayó un rival, y lo que hice fue escupir al piso. Justo estaba al lado del línea y pensó que lo había escupido a él o al rival, no sé, de repente veo que me hace señas con la boca, pensé que decía que le había dicho algo. Después Forlán, que entiende inglés, me dice “lo escupiste”. Y yo: “No, escupí al piso, decile”. “No, ya te echó”, me contestó Diego. No pude hacer más nada, era un danés...
-¿Sentís mucha presión sobre tu espalda, que el Atlético deposita todas las frustraciones de los últimos años en vos?
-No, yo cuando vine acá sabía lo que significaba el club, que habían pasado grandes jugadores y que hacía bastante que no ganaba nada, y obviamente cuando llega un pibe de otro país la gente piensa: “Por ahí éste nos hace ganar algo”. Nada, yo siempre con tranquilidad. Me ha ayudado mucho el club y de a poco fui aprendiendo cosas de aquí. Esto siempre se saca de once, jugando, y toda la plantilla.
-Tu primer año te costó y explotaste en esta temporada, ¿por qué?
-Vine a Madrid con confianza, apenas te fichan estás arriba. Hice una buena pretemporada y arranqué bien los primeros partidos, 2 o 3 meses, después fui bajando y ahí sentí que me costaba la adaptación, me di cuenta que era un poco difícil, que me iban llevando de a poco y me enseñaban cosas. Extrañaba Argentina, la familia y todo eso. Después, yo creo que el Mundial de Canadá me dio un envión anímico importante y en el segundo año ya decís: “Si sufrí el primer año, si ya lo pasé, ahora voy a estar tranquilo y le voy a dar para adelante, ¿por qué voy a sufrir de nuevo”. El Mundial me levantó mucho.
-¿Es muy distinto el fútbol de acá?
-Sí, mucho, sabemos que la liga española es competitiva, que hay jugadores internacionales importantes de gran nivel en todos los equipos, es una de las mejores ligas. Además, todos son equipos ordenados, en cambio en Argentina se juega un poco más abierto, con más espacio, la cancha más seca y se hace más lento. Acá las mojan antes de empezar, es costumbre, y entonces se hace el ritmo más rápido. Lo bueno es que con el pasto mojado te cansás menos, eso sí lo noté.
-¿Te pegan más que en Argentina?
-Eso es en todos lados. Si te van a querer pegar, te van a pegar. Acá hay más defensores fuertes, y cuando jugás de visitante sentís un poco el rigor, también hay más movilidad.
-¿Hay un poco más de mala intención?
-De algunos jugadores puede ser, pero como todo, si hay un defensa y dice “a éste le voy a dar”, le va a dar.
-¿Te chamuyan?
-No, acá no.
-¿Con qué equipo argentino compararías al Atlético? ¿No lo ves parecido a Racing, con gente sufrida que siempre acompaña?
-La gente muy bien, siempre alienta (arranca como en piloto automático y de a poco va cayendo en el significado de la comparación), como todo equipo, acá en la liga española los únicos que alientan todo el partido son los del Aleti y el Sevilla. Pero si querés comparar (ahora sí, se prepara para sacar la contra)... tratá de que no sea Racing, viste. Aparte ahora no estamos sufriendo (saca pecho, se envalentona, también se ríe), nosotros estamos cuartos, estamos bien, podíamos haber subido el partido pasado al tercer puesto, pero estamos bien, ¿por qué sufriendo? nada que ver. Peor es descender... como Racing, no sé, ¿cómo va Racing?
El kun mira desde la profundidad de sus ojos oscuros, chispeantes, mueve la cabeza como diciendo “¿y? ¿qué me contestás?”, apura, provoca, porque no le gustó nada el elemento comparativo, pero siempre sonriente, pícaro, con ese gesto que ni los millones ni el jamón ibérico lograron modificar.
En un rato se duchará, caminará unos pasos hasta el estacionamiento del club que parece una concesionaria de Kia (sponsor oficial de club y, por lo tanto, proveedor de vehículos para la plantilla) y quizás se detenga a 15 metros del portón de entrada, en De María, el clásico restaurante argentino donde se da cita el ambiente del fútbol, que puso una sucursal justo enfrente del campo de entrenamiento del Aleti. Si no, recorrerá las 15 cuadras que lo separan de su casa, en una zona calma donde predominan condominios de 3 o 4 pisos, porque como el mismo Kun explicará con su lenguaje baqueano “vivo acá nomas, a dos rotondas”. Allí, en su habitación, cuelga un banderín de Independiente, el cable que lo conecta a sus raíces.
Sigue hablando el Kun, a media voz, en tono suave, a tal punto que en varios pasajes hay que aguzar el oído para entenderlo.
-¿Cómo es la relación del hincha con el jugador acá, podés caminar tranquilo?
-Sí, podés andar, la gente por ahí te dice “bien, Kun” o “hay que ganar este domingo”, esto que lo otro, pero tranqui.
-Pero si vas a comer afuera, por ejemplo, ¿te dejan?
-Sí, ésa es una diferencia con Argentina, acá comés tranquilo. En Argentina vas a comer afuera y a los cinco minutos tenés a diez encima. Acá, estás comiendo y estás comiendo. No te molestan hasta que termines.
-¿Algún cantito?
-Kun, Kun, Kun. Y de a poquito se están animando con el “Agüeeeero”, “Agüeeeeeero”. Hay varios cantitos que los copiaron de allá.
-¿Tus compañeros cómo te dicen?
-Kun.
-¿Mantenés contacto con alguien de Independiente?
-El que me llama a veces es Comparada, hablo con él, le digo que les mande saludos a los chicos.
-¿Te dice que con tu plata sigue comprando ladrillos?
-¿Va bien el estadio nuevo, no? ¿Avanza? Me pone contento...
-¿Cuál es el objetivo ahora?
-Estar entre los primeros cuatro este año para entrar en la Champions y el próximo veremos, ya nos dedicaremos más a una Copa o a la Liga, iremos “a por la Liga”, como dicen acá.
-¿Leíste que Moratti, el presidente del Inter, te quiere sí o sí?
-Hasta ahora, que yo sepa, me quedo aquí.
-¿Cuántos años te gustaría jugar en Europa?
-Los que pueda, siempre dije que hasta los 28 o 29 años, si es que la cosa va bien, me gustaría estar en Europa. Y si es en el Atlético mejor, habría que ver si por ahí puedo ir un añito a Independiente y volver (mira a Emilio Gutiérrez, se ríe), no, no, era en chiste...
-La última, Kun, ¿te ilusionás con los Juegos Olímpicos? Se está armando una linda bandita...
-No pude ir al amistoso con Guatemala, pero hay buenos jugadores, vamos a ver cómo funciona el equipo, ojalá que bien.
Bien, como un duque. Así lo tienen a Sergio Leonel Agüero en Madrid. Protegido, arropado de las envidias y las venganzas.
Brilla con luz propia, como ese pequeño diamante que ilumina su medallita de Argentina. Quienes lo quieren pueden quedarse tranquilo: el Kun sigue siendo el Kun.
“Con mi suegro, todo bien”
“¿Es para mi?”, pregunta el Kun, antes de abrir el sobre papel madera. Y dos segundos después empieza a dibujar una sonrisa que no puede disimular aunque quisiera, tras leer “El Yerno de Dios” en la tapa falsa que le llevamos desde Buenos Aires (foto). Jamás dirá “cambiemos de tema”, pero el tema lo incomoda un poco y contestará en todo momento cortito y al pie, sin demasiados detalles. ¿Por qué blanqueó la relación con Gianinna? Simplifica el Kun: “Un día me llamó Benedetto para el programa de radio y me preguntó si podía decir que Diego era mi suegro. Y sí, ¿qué querés que le diga? ¿Que no era?”. ¿Qué le habrá dicho Diego en su primera vez como yerno? “Veníamos de antes, siempre bien, que estemos felices, como diría todo padre”. ¿Y alguna frase de Diego, alguna cargada al enterarse?. “No, no, la verdad que siempre bien con, con... (duda), con, con (decilo Sergio, decilo), con mi suegro (ahí está)”. ¿Gianinna vive con vos? “Ahora no, vamos a ver qué pasa”. ¿Pero siguen juntos? “Sí, sí, de novios”. ¿Nunca te dio pudor pensar que le sacabas la hija al Diego? “Yo nunca pensé que era la hija de él”. ¿Pero Diego te dio el OK? “Todavía no se habló de nada, eso se verá más adelante”. ¿Ya jugaste algún picadito con el suegro después del asado? “No, él está allá y yo acá”. ¿Y con Claudia hablás? “Sí, sí, todo bien”. ¡Otro futbolista en la casa, nooooooo!, habrá pensado. “No, me trató muy bien”. ¿Hace mucho empezaron? “Sí, sí (risas), bastante”. ¿Tus compañeros te cargan a full, no? “No tanto, acá no se meten, en Argentina sí que me cargarían”. ¿Gianninna entiende algo de fútbol? “Entiende, pero tratamos de no hablar mucho”. ¿Vos le preguntas cosas de Diego? “No, no”. Está bien, Kun, te dejamos de hinchar.
Por Diego Borinsky (2008).
Fotos: Carlos Martínez.