Las Crónicas de El Gráfico

1932. De barricada

Desde las páginas de El Gráfico, el ilustre periodista Borocotó solicita a los celebérrimos hinchas que se apiaden de los fotógrafos, que se volvieron blanco fácil de los naranjazos que parten de las gradas.

Por Redacción EG ·

08 de marzo de 2019

En nombre de la Sociedad Recreativa Chasiretes Unidos del Sur y del Norte vengo a pedir ante los celebérrimos hinchas futbolísticos un poco de respeto para con aquellos que, apostados junto a los arcos, esperan las escenas que han de grabar en sus vírgenes placas. No hay derecho, compañeros, a que se les trate de lechuzas a quienes concurren a los estadios a cumplir una misión encomendada por el periodismo que constituye el cuarto poder (no entra ni delante de Atlanta).

No tienen ellos especial interés en que un cuadro determinado pierda, y cuando se reúnen más en un arco que en otro, es porque buscan la conveniencia de luz que habrá de facilitar su tarea. No son lechuzas aunque algunos tengan caras de ello. Son unos pobres muchachos que no saben hablar otra cosa que de trabajo y que cumplen la misión peligrosa y trascendental de darles a los hinchas aquella foto que certifica de manera irrefutable el goal hecho de off-side o con la mano. Son los mismos que solazan vuestros envenenados espíritus con las fotografías que engalanan las páginas de diarios y revistas. Son unos mártires y unos sacrificados. Si la Liga Argentina piensa hacer un monumento en memoria del referee desconocido, bien puede encargar dos para honrar con uno el recuerdo del chasirete muerto en su campo de batalla.

Y bien, compañeros, correligionarios, amigos y malandrines: en nombre de la Sociedad Recreativa Chasiretee Unidos del Sur y del Norte, pido que no los carguen más a naranjazos, o que, por lo menos, tiren las naranjas chupadas y no enteras como lo hacen ahora que cuestan noventa la docena. Por la economía y el amor al prójimo inclino humilde-mente mi cabeza pidiendo respeto para con los chasiretes. He dicho.

Al tiempo que el orador inclinaba la cabeza, le fajaron un naranjazo en el melón.

 

BOROCOTÓ (1932)

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