Las Crónicas de El Gráfico

Aprender del rugby para no verla ovalada

POR JUVENAL. Si los futbolistas asimilaran algunos fundamentos del rugby (No ponerse offside, no quejarse, seguir cada jugada hasta el final, atacar y defender en bloque) seguramente saldrían ganando.

Por Redacción EG ·

06 de agosto de 2018
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Imagen Argentina al ataque contra Bélgica en el campeonato Mundial de 1986. La va llevando Diego Armando Maradona, apoyado a su izquierda por José Luis Cuciuffo y Jorge Valdano.
Argentina al ataque contra Bélgica en el campeonato Mundial de 1986. La va llevando Diego Armando Maradona, apoyado a su izquierda por José Luis Cuciuffo y Jorge Valdano.


Hace alrededor de veinticinco años, un entrenador del Club Atlético Banfield se dirigió a las autoridades del San Albano, de Lomas de Zamora, para pedirles 18 o 20 pibes que jugaran en la primera de rugby del colegio (menores de 18 años).

-Los entreno seis meses, armo un equipo de fútbol, desafío a la primera de Boca y le gano...

-Pero mire que algunos no saben ni pegarle a la pelota, le advirtieron.

-No importa. Eso se enseña. Pero los fundamentos del rugby aplicados al fútbol pueden hacerlos invencibles.

La idea quedó en eso. En idea. Los proyectos, en el fútbol argentino, tienen tanta durabilidad como la luz de un fósforo.

Más de una década atrás, en General Madariaga, se armó un excelente equipo de fútbol con varios jugadores de rugby que viajaban los fines de semana, jugaban los domingos por la tarde y se volvían para Buenos Aires los domingos por la noche.

Ese cuadro fue dos años campeón. Cada vez que uno de los rugbiers chocaba, un rival iba al suelo. Cada vez que uno de los rugbiers caía, se levantaba, se sacudía la tierra y seguía jugando. No protestaban, no lloraban, no se enojaban, no se desconcentraban, aceptaban el golpe y el revolcón como una incidencia más del partido. La experiencia quedó ahí, sin pasar de la etapa experimental.

Es tanta la distancia que separa a los dos juegos nacidos a la sombra de Cambridge? Dicho de otra forma, ¿no hay fundamentos del rugby que podrían ayudar al mejor funcionamiento de un equipo de fútbol?

Los pibes entrenados para jugar al rugby manejan cinco o seis principios ideales para que se los aplique con éxito en el adiestramiento del futbolista.


Están preparados física moral y mentalmente para hacer un trabajo en equipo, donde todos defienden y todos atacan.
Aprendieron a jugar sin la pelota. Hay pilares de un conjunto que no la tocan en todo el partido y se van felices porque los suyos ganaron por 20 puntos de ventaja.
Absorben choques, golpes y caídas sin problemas, como parte ineludible del juego y la lucha.
Saben jugar sin ponerse offside, generalmente detrás de la pelota. La pena por intervenir en el juego, estando delante del balón, es bastante grave, un penal contra su equipo, Si los contrarios tienen un buen pateador, son tres puntos seguros.
Por lo tanto, conocen los fundamentos del ataque con apoyo.
No esperan la pelota, van a luchar por ella


¿Cómo pueden aplicarse estos principios al fútbol? Nada resulta más ilustrativo que la referencia con casos prácticos, al alcance de cualquier observación

Jugar sin la pelota. En el tercer gol de Racing a Rosario Central, que Marcelo Alejandro Delgado señaló después de cruzarse de izquierda a derecha dejando un par de rivales en el camino, el autor contó con el apoyo de un compañero que corrió 40 metros sin tocar la pelota ni soñar con que se la pudieran pasar. Fue Tito Pompei, quien arrancó vacío a la izquierda de Delgado generando un movimiento de distracción que favoreció la entrada franca del goleador hacia su objetivo.

  Si tienen buena memoria, todos recordaran que en el fantástico segundo gol de Diego Armando Maradona a los ingleses en México 86, la maniobra triunfal del Diez tuvo el permanente acompañamiento de Jorge Valdano por la izquierda. No necesito pasársela, pero su compañero funcionó como elemento de distracción, y Diego pudo usarlo para amagar frente a sus rivales antes de gambetearlos.

Si tienen mejor memoria podrán recordar que en los goles de Mario Alberto Kempes durante el Mundial de 1978 era fundamental el arrastre de marcas que provocaba Leopoldo Jacinto Luque, arrancando vacío para limpiarle el terreno de avance.

En cambio, cuando a un futbolista se la tiran para adelante o una punta y no se arrima ningún compañero – ta como suele sucederle al Burrito Ortega en River o en la Selección Nacional -, ese jugador es un paria dentro de un cuadro que ignora el significado de la palabra solidaridad.

 No ponerse en offside. Si Sergio Daniel Martínez hubiera tenido nutrición rugbística, con seguridad no le habrían cobrado casi diez offsides contra Olimpia en Asunción del Paraguay, por la Supercopa. Y con haber usufructuado algunos de esos diez ataques perdidos por esa falta de concentración del uruguayo, Boca podría haberse vuelto con el triunfo y media clasificación en el bolsillo Manteca Martínez no es el único que va al offside como gato al bofe. Los ejemplos sobran en nuestras canchas, aunque el suyo fue el caso más flagrante y evidente de esta temporada.

Juego en equipo. Cuando los posibles receptores del que la viene trayendo están detrás del balón, facilitan la acción, porque así permiten jugar lateralmente o en retroceso. Primera e importante consecuencia, ese equipo deja de jugar al pelotazo, táctica en la que se incurre inevitablemente cuando varios de sus integrantes están delante de la línea de la pelota. Segunda consecuencia: el receptor se encuentra con el balón en condiciones de ventaja, visión frontal respecto del campo oval, espacio para controlarla y jugarla, y sin necesidad de perder tiempo en darse vuelta y encarar hacia adelante.

Hubo una época, cuando Ricardo Enrique Bochini manejaba el fútbol de Independiente, en que los Rojos atacaban de esa manera: jugando con el que viene, no con el que va. Por eso, sus intentos ofensivos resultaban irresistibles.

En el rugby, cuando en un equipo sus integrantes se van cediendo la ovalada en pases retrasados, hay más chances de llegar a apoyar el try en el ingoal adversario. En el fútbol, los cuadros que atacan de esa forma consiguen poner un atacante en posición de gol frente a los palos rivales con tanta facilidad como frecuencia. Newell's 1987/88, cuando salió campeón dirigido por José Yudica, fue un gran ejemplo de ese estilo de fútbol claro, neto y limpio

Ataque con apoyo. Es un principio básico del rugby, juego donde ningún jugador con la pelota en su poder queda abandonado a su suerte, porque inmediatamente recibe el apoyo de sus compañeros para ofrecerle alternativas de pase o presión inmediata para recuperar la pelota si llegara a perderla. Debería ser también una premisa fundamental del fútbol. Así jugó Argentina bajo la dirección de Carlos Salvador Bilardo en el Mundial de 1986 y por eso resultaba un adversario tan difícil de enfrentar o superar.

Pensar solamente en jugar. Los jugadores de rugby atienden a una sola preocupación, jugar el partido pensando en el beneficio de su equipo. Por eso, cuando reciben un golpe, los chocan y caen, o sufren algún tackle de esos que pueden derribar un árbol, no gastan tiempo en mirarlo feo al que los golpeó, en reclamar el auxilio del árbitro o en buscar revancha o en cualquier otra actitud que pueda desviarlos de su objetivo básico. De esa manera, no pierden la concentración y están siempre preparados para volver a intervenir en el juego con decisión y seguridad.

Con los futbolistas suele ocurrir lo contrario. Por pelearse con los contrarios o el juez, se olvidan de algo fundamental: que el partido continúa. Así, suelen dejar que se les escapen oportunidades inmejorables, por no estar concentrados en el juego. Como le ocurrió a Claudio Paul Caniggia cuando Boca empató con San Lorenzo en la Bombonera. Diego Maradona luchó para recuperar una pelota, la ganó y, cuando sacó el pase en dirección de Caniggia, todo el estadio vio como este último perdía una excelente oportunidad de ataque porque estaba en otra cosa tratando de convencer al juez sobre una supuesta falta previa en su contra. Hasta la hinchada boquense mostró su fastidio con Caniggia.

Esta historia ocurrió hace 27 años en Montevideo. Estudiantes de La Plata enfrentó por las finales de la Copa Libertadores de América 1968 al Palmeiras de Brasil. Iba perdiendo como local y dio vuelta el partido en cinco minutos finales electrizantes, con un golazo de La Bruja Verón y otro del Bocha Flores. Pero volvió derrotado de San Pablo. Había que jugar el bueno en Montevideo. Se concentró en Los Aramos, el campo de entrenamiento de Peñarol "No lo veía bien de ánimo al equipo", confesó luego su técnico Osvaldo Zubeldía. "Como si hubiera dejado el alma en la noche de San Pablo. Necesitaba una motivación especial. Llovió y nos entrenamos en el Centenario con cancha embarrada. Tomé la decisión que otras veces me había dado resultado: los hice jugar un partido de fútbol con pelota de rugby. Corrieron y se divirtieron como locos, jugando recuperaron la dinámica y la capacidad de lucha que parecían haber perdido. Cuando terminó el entrenamiento no tuve dudas, mi equipo era el futuro Campeón de América". Y así fue: Estudiantes ganó la final 2-0. Crease o no, eso ocurrió hace 27 años en Montevideo.

 

JUVENAL - 1995

 

TAMBIÉN LECCIONES REGLAMENTARIAS

EI rugby también podría aportar muy buenos ejemplos reglamentarios para ayudarnos a conseguir un fútbol mejor ¿Qué pasa en un partido de rugby cuando un equipo castigado con un penal interpone una protesta? Es sancionado con un penal más cercano a sus palos. Esto es: si fue a 30 yardas, por la protesta se corre la ovalada a 20 yardas, lo que aumenta la posibilidad adversaria de anotar tres puntos. ¿Cómo podría trasladarse ese ejemplo al fútbol? Muy sencillo: cuando los jugadores de un equipo castigado con tiro libre cerca de su área penal se ponen a menos de 9,15 metros de la pelota, el árbitro estaría facultado para obligarlos a colocarse a 15 metros de distancia. Si no lo hicieran, amonestación y expulsión, por fin, el tiro se ejecutaría con el rival más próximo a 20 metros del balón. Si se tomaran medidas así de neto corte rugbístico, veríamos tiros libres con barreras que respetan la distancia exigida.

Otro tema reglamentario: un rugbier que agrede a otro puede ser penado con hasta un año de suspensión. ¿Qué tal si en el fútbol se aplicaran esos parámetros disciplinarios? ¿Seguiría la violencia en nuestras canchas o los cultores del codazo alevoso y la patada sanguinaria se llamarían a sosiego? Es para pensarlo.