Las Crónicas de El Gráfico

El 1%, más que mil palabras sobre la humildad de un grande

¿Quién tiene más vuelo? ¿El arquero, el delantero o el jugador que sueña con cambiar el mundo del fútbol?

Por Martín Mazur ·

02 de octubre de 2017
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Ojos bien abiertos, Joe Hart vuela espectacularmente para una atajada descomunal. Suspendido en el aire, y también con los ojos bien abiertos, Romelu Lukaku parece haber cabeceado a quemarropa, contra el poco feliz esfuerzo de su marcador.

Pero las apariencias engañan. El delantero del Manchester United en realidad nunca llegó a impactar la pelota: su imponente físico muestra la fortaleza de su salto, pero no de su cabezazo. El arquero del West Ham desactivó la ocasión con una salvada acrobática digna del vóley, palma abierta de abajo hacia arriba, lejos de Pogba y Ogbonna, que también miran. De fondo, no hay un solo hincha que se atreva a pestañear. Se mezclan expresiones de sorpresa y de angustia. Se ven brazos cruzados, algún puño cerrado en el aire, manos en los bolsillos o en el mentón. Y un teléfono celular que registra la acción desde el ángulo superior derecho del cuadro. Comparado con la escena que se viralizó sobre Messi en el Barcelona-Real Madrid del mes pasado (donde en la tribuna había tantos teléfonos como cabezas), el público de Old Trafford tiene más hinchas genuinos y menos turistas.

Pero en esta foto hay definitivamente un turista. Acaso es el último personaje que veríamos, el que aparece fuera de foco, aunque sea jugador. Se llama Juan Mata, tiene la número 8 y es el verdadero protagonista de la historia.




Mata tiene 29 años. En su carrera se inició en el Real Madrid, pasó por Valencia, Chelsea y Manchester United. En su vitrina personal abundan los títulos internacionales: un Mundial (2010), una Eurocopa (2012), una Champions League (2012) y dos Europa League (2013 y 2017). Su fascinación por lo internacional viene desde antes de que supiera que se convertiría en futbolista. En la escuela secundaria, Mata era uno de los especialistas en responder preguntas de interés general. Con el equipo de su escuela ganó una competencia regional, en Castilla y León, y luego viajó a Austria, Alemania, Liechtenstein y Suiza. “Ver cómo la gente vivía en otros sitios me dio una perspectiva distinta del mundo. E inmediatamente supe que quería ver más. A los 15 años, el fútbol me dio esa chance”, cuenta. Su familia, especialmente su abuelo, lo seguía en cada entrenamiento. Hasta que llegó el ojeador del Real Madrid dispuesto a contratarlo. El viaje de Mata en el fútbol se hacía realidad.

Pero además de títulos y fama, Mata tiene, también, tiempo para reflexionar. Lo contó en The Player's Tribune, la plataforma donde los jugadores escriben en primera persona:

“Pensé todo lo que el fútbol me había dado. Y pensé cuál quería que fuera mi legado. Sé que fui muy afortunado en haber tenido las oportunidades que tuve, y que no todos tienen una familia como la mía. Y sabía que quería hacer algo más. Quiero asegurarme de que todos los niños tengan una chance. Por eso, empezando desde hoy, estaré donando el 1% de mi salario a Common Goal, un fondo colectivo manejado por la prestigiosa ONG Street Football World, que apoya a la caridad en todo el planeta. Es un pequeño gesto que, si es compartido, puede cambiar el mundo”.




La publicación se producía en un momento bisagra para la historia del fútbol: el pase de Neymar al Paris Saint-Germain, por una cifra récord de 222 millones de euros, y con un salario estimado en 31.200.000 euros anuales, unos 600.000 semanales. Los reflectores de los medios estaban en el brasileño y en los grandes protagonistas del mercado –con creciente inflación incluso antes del efecto Neymar–, pero Mata jugó su partido desde su humilde lugar: un video en India en el que se enfrenta solo a un equipo de niños y niñas de la zona. Y obviamente, pierde, porque solo nunca se puede ganar.

“Una de las cosas que he aprendido en el fútbol es que se necesita un equipo para hacer realidad tus sueños. Vivimos permanentemente con esta idea en el campo, pero no lo vemos suficientemente en el área social. Common Goal está creando un modo colaborativo para que el fútbol devuelva algo a la sociedad. Es la forma más efectiva y sustentable de conseguir un impacto social en el largo plazo y en un plano global. El fútbol tiene la fuerza para conseguirlo, pero debemos actuar juntos. Les pido también a mis colegas que se unan y logremos formar un equipo titular de Common Goal. Juntos podemos crear un movimiento basado en valores compartidos, que puede transformarse en integral para la industria del fútbol, para siempre. Soy el que lidera este esfuerzo, pero no quiero estar solo”, explicó Mata.




A los pocos días, le llegó el mensaje de un tal Mats. Era Hummels, el defensor del Bayern Munich, que se sumaba al proyecto Common Goal y también comenzaba a donar el 1% de sus ingresos mensuales. Ni siquiera lo conocía personalmente, salvo por algún enfrentamiento en la cancha. “En cuanto lo escuché, supe que quería ser parte de esto”, dijo el alemán. Y explicó. “Siento que podemos hacer más para conectar las ganancias crecientes en el fútbol con un propósito más profundo. Esto fue lo que me impactó de Common Goal. A través de ese 1%, estamos construyendo un puente entre el fútbol y el impacto social en todo el mundo. Por eso me sumo y por eso invito a otros a que llevemos al fútbol a un siguiente nivel”.

El efecto en cadena de una propuesta semejante podría ser demoledor. Mata sabe que si se suman más futbolistas, el siguiente paso será llegar con ese 1% al resto de los actores: clubes, federaciones, agentes, derechos televisivos, grandes sponsors. Algo tangible, mucho más duradero que un posteo en Instagram. Mata tiene 4,8 millones de followers en la red social, muchos de los cuales son los grandes futbolistas. Así como acumula likes, el objetivo del español es acumular colegas que se sumen a su iniciativa.

En el verano europeo, mientras muchos de sus seguidores más famosos paseaban por islas paradisíacas, Mata viajó a Mumbai, India. Lo contó también en The Player’s Tribune: “Fuimos a una villa miseria en las afueras de la ciudad, y al principio se hizo muy difícil comprender ese grado de pobreza. Ningún niño debería vivir así. Al ver esas condiciones, mi ánimo estaba por el piso. Pero luego empezamos a interactuar con esos chicos. Su inglés no era muy bueno, y no estoy seguro de que todos supieran que yo era un futbolista, pero nos comunicamos a través de las risas y del fútbol. Si yo reía, ellos reían. Si yo corría, ellos corrían. Sabían que yo quería ayudarlos, y se palpaba esa energía intangible en el aire. Así como yo llené a mi abuelo de vida, a través de mi carrera, estos chicos me dieron vida a mí. Por eso pido a mis colegas que nos ayuden”.




La imagen simboliza algo más. Mientras los futbolistas suelen estar en el aire, hay uno que tiene los pies sobre la tierra. No aparecerá en las grandes fotos, y cuando lo haga, quizás esté en puntitas de pie y fuera de foco. No será el centro de atención. Salvo que los medios, que lamentablemente también suelen estar en el aire, decidan que lo sea.

Aquí podríamos haber hablado de Lukaku y del fenomenal arranque del Manchester United de Mourinho (el partido contra el West Ham terminó 4-0, con dos de Lukaku), pero el protagonista a gritos de la foto es el número 8, esos 61 kilos fuera de foco que esperaban tímidamente un rebote fuera de la medialuna. Ese hombre, que debió ser la portada de todos los diarios, apenas, con suerte, coleccionó recuadritos.

Parte de la culpa radica en la valorización que se les da a las noticias: a la curiosidad minúscula se la intenta transformar por la fuerza en historia del día, mientras las verdaderas historias quedan replegadas como curiosidades minúsculas. Se habla primero de lo que vende y no vende, en lugar de lo que importa y lo que no. Y lo irrelevante termina ganando por goleada. Por eso, Juan Mata y el clickbait nunca serán amigos.

Protagonista de la historia del mes, y quizás del año, este es un pequeño homenaje a su iniciativa de 1%. Para cambiar el mundo (no sólo del fútbol) de a un uno por ciento a la vez.

Por Martín Mazur
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Nota publicada en la edición de Septiembre de 2017 de El Gráfico 

 

 

 

 

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