Las Crónicas de El Gráfico

El fuego, más que mil palabras sobre la pirotecnia del Partizan

Una parada en el estadio del club más pirotécnico de Europa, cuyas tribunas suelen transformarse en una dantesca fiesta de llamas y humo.

Por Martín Mazur ·

04 de julio de 2017
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Hoy hay que gritar / si la vuelta quieren dar / hoy hay que gritar / si la vuelta quieren dar… El hombre del megáfono que aparece entre el resplandor de las bengalas es uno de los Grobari, los hinchas del Partizan. El día más esperado ha llegado. Con apenas un punto, el equipo de Belgrado conseguirá una nueva Liga de Serbia. Será la octava en los once años de historia, desde la separación de Montenegro en 2006. Y en las tribunas habrá fuego. Como siempre y como nunca.

No hay tribuna más pirotécnica ni incendiaria que la del Partizan. Se encienden bengalas cuando hay fiesta. Y se incendia cuando hay guerra. En esta última temporada fueron testigos sus archirrivales del Estrella Roja: el sector visitante del estadio Marakaná corrió serios riesgos de transformarse en cenizas. Pero los ultras del Partizan seguían dentro, quemando asientos, banderas y camisetas rivales, con el odio propio del que sin dudas es uno de los cinco clásicos más calientes de Europa, porque no se trata sólo de fútbol (ni de básquet, el otro deporte símbolo en el que también sobran chispas y fuego), sino de sentimientos mucho más profundos.


       

Cinco llamas, como las que aparecen en la foto, le dieron forma al primer escudo del Partizan: por entonces aparecía una estrella con las iniciales JNA (Ejército Nacional de Yugoslavia) y las cinco llamas simbolizaban los pueblos de Yugoslavia: serbios, croatas, eslovenos, macedonios y montenegrinos.

El Partizan es uno de los clubes que tiene que ver con la historia europea: se formó en 1945, meses después del final de la Segunda Guerra Mundial, y tuvo un rápido crecimiento y aceptación entre las repúblicas de la Yugoslavia socialista del Mariscal Tito. Al fin y al cabo, fue Tito quien lideró ese mismo ejército durante la Segunda Guerra, cuando aún se llamaba Ejército Popular de Liberación y de los Partisanos de Yugoslavia y luchaba contra las fuerzas invasoras del Eje.

“La mayoría de nosotros éramos generales jóvenes que jugábamos y amábamos el fútbol. Nos juntamos y decidimos fundar un club. Jamás hubo discusiones sobre el nombre: éramos partisanos, y la cosa más natural era llamar a nuestro club Partizan”, recordó Peko Dapcevic en una carta que homenajeaba el 50° aniversario.

No había club más integrador ni mejor símbolo de esa Yugoslavia que el Partizan. Y el éxito llegó desde el primer año, cuando el club se quedó con el doblete de la recién creada Liga y la Copa de Yugoslavia. Cinco años después de su nacimiento, el Partizan abandonó la estrella roja de su escudo (que a pesar de ser un símbolo del comunismo, también era un símbolo del club archirrival) y se independizó del Ejército, aunque su estadio aún se conoce popularmente como el JNA.

Siempre con una gran vocación internacional y mirando activamente al exterior, jugó su primer partido contra el CSKA de Moscú poco después de su creación, participó en varios torneos del viejo bloque socialista antes de la creación de las Copas de Europa, y en el invierno europeo de 1954 hizo un recordado tour por Sudamérica. La visita incluyó una parada en Argentina y partidos amistosos contra Racing, Newell’s y River, con árbitros ingleses. En Avellaneda, Racing lo venció 2-1, con un gol de Boyé a 8 minutos del final. La visita a Rosario fue más dura: 4-0 con dos goles sobre la hora de Carranza y Belén. El tercer partido en River fue el que dejó mejor recuerdo: Mihailovic venció a Amadeo Carrizo a los 18 del primer tiempo y puso a su equipo en ventaja, hasta que a los 39 empató Walter Gómez. En el segundo tiempo, un tal Omar Sívori reemplazó a Evaristo, pero el Partizan aguantó el empate. Fue el debut del Cabezón en la Primera de River, que por el campeonato se produjo el 4 de abril de ese mismo año, contra Lanús.

Por entonces, el Partizan no era sinónimo de blanco y negro, sino de rojo y azul. Fue en 1957 cuando Umberto Agnelli, el dueño de la Juventus, les regaló camisetas blanquinegras y el club las adoptó como uniforme oficial. “Fue en otra gira por Sudamérica. Los italianos habían quedado muy sorprendidos con nuestro estilo y recibimos dos juegos de camisetas. Estábamos tan encantados con la calidad y los colores que pedimos usarlas en todos los partidos”, recordó el delantero Stjepan Bobek (425 goles en 476 partidos).




El fútbol del Partizan, especialmente bajo la tutela del húngaro Illés Spitz, empezó a pegar fuerte en toda Europa: así llegaron victorias resonantes por la Copa de Europa que recién nacía: 3-0 al Real Madrid, 5-2 al Sporting de Lisboa, 2-0 al Manchester United.

En 1966, el Partizan se convirtió en el primer equipo detrás de la Cortina de Hierro en disputar una final europea: fue la Copa de Europa contra el Real Madrid, en Heysel, Bruselas. Perdió 2-1.

La filosofía del Partizan también se tradujo en la formación de futbolistas. Su escuela fue una de las pioneras en tratar de formar atletas a todo nivel, no sólo en la parte técnica. En 2015, el Observatorio Internacional del Fútbol (CIES) ubicó a su academia como la segunda de Europa, superada únicamente por la del Ajax: 74 futbolistas de las 31 ligas europeas habían salido de las inferiores del Partizan, contra 77 del club holandés y muy por delante de clubes como el Barcelona, con 57.

Uno de los productos del Partizan, Andrija Zivkovic, fue precisamente quien le dio el primer título mundial en fútbol a Serbia: el campeonato FIFA Sub 20 de 2015 en el que venció a Brasil en la final.




Por supuesto que las bengalas y otros artefactos pirotécnicos están prohibidos en Serbia, pero el folclore del fútbol como excusa para todo no sólo funciona a la perfección en Argentina. En las tribunas del Partizan se han visto pancartas y banderas que defendían a criminales de la guerra de los Balcanes, como Radovan Karadzic.

No fue la única polémica del Partizan en los últimos años. Por deudas acumuladas y manejos financieros oscuros, la UEFA lo había suspendido por tres años de cualquier competencia europea, pero la aceptación de un plan de pagos le devolvió su full status poco antes de que se produjera el sorpasso al Estrella Roja, en el último tramo del campeonato, gracias al impulso goleador del brasileño Leonardo (25 años, 24 goles).

El mayor punto de convencimiento llegó tras la victoria contra el Rad de Belgrado. Ese día, otro brasileño del Partizan, Everton Luiz, salió llorando como un nene. No soportaba más los gritos de monos que le habían propinado los hinchas locales. “Cada vez que tocaba la pelota me hacían esos gestos y sonidos. Insultándome todo el partido. Pero no dejaré ni al Partizan ni me iré de Serbia. Amo a este país y a su gente, por eso lloré”.

Luego llegó el 3-1 de visitante contra el Estrella Roja, con un estadio que estuvo cerca de arder. Entre fuego, humo y bengalas, el partido estuvo interrumpido varios minutos, hasta que los jugadores pudieran volver a ver.

Como club más pirotécnico de Europa, el Partizan dio un nuevo paso en términos de fuego y color: para celebrar la consagración del 21 de mayo, el estadio se transformó en un gigantesco anillo de fuego. Las bengalas, encendidas estratégicamente a lo largo de toda la circunferencia, le dieron luz al anochecer de la capital serbia. Ahora, el fuego del Partizan llegará a la Champions League.

Por Martín Mazur

 

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Nota publicada en la edición de Junio de 2017 de El Gráfico