Las Crónicas de El Gráfico

El antifútbol, más que mil palabras sobre el insólito plan norcoreano

El sueño de tener a un Messi propio y el plan de Corea del Norte para dominar el fútbol... a cualquier precio. Un texto de Martín Mazur.

Por Martín Mazur ·

27 de enero de 2017
Imagen
El reino del revés existe. Está en el paralelo 38, meridiano 125 al este. El lugar se llama Corea del Norte, aunque su nombre oficial también sea distinto al conocido mundialmente, con términos que también han sido debidamente puestos patas para arriba: República, Democrática, Popular. Nada de esto es cierto, por supuesto, pero eso no es novedad en el inframundo norcoreano.

El chico de la imagen pertenece a la Escuela Internacional de Fútbol de Pyongyang, único centro de reclutamiento y entrenamiento del fútbol norcoreano, que concentra casi el poder de un ministerio.

“Trabajamos para convertir a nuestros estudiantes en jugadores super talentosos que puedan sobrepasar las habilidades de hombres como Lionel Messi”, le dijo el técnico Ri Yu-ll a France Press. En el centro de formación viven unos 200 jugadores de 9 a 15 años, que se entrenan con un mix de ejercicios convencionales y otros con viejos aires soviéticos, en los que abundan la sincronización grupal con música.

“Por ahora, creo que lograremos dominar Asia y, en el futuro cercano, espero que podamos tener un dominio global”, confía el DT Ri.

¿Utopía? Por cierto que sí. Pero mientras el planeta gira según las leyes astronómicas, en Corea del Norte imperan las leyes del mundo del revés.




La temporada de fútbol se divide en tres campeonatos distintos a lo largo del año, aunque toda la competencia nace y muere fronteras adentro, sin relación alguna con los países vecinos. Con apenas 11 equipos, los torneos son cortos de verdad. “Cuesta, cuesta mucho jugar partidos, y sin jugar partidos no podemos avanzar”, admitió el nuevo técnico de la selección mayor, el noruego Jørn Andersen.

Mientras otros seleccionadores se quejan del poco tiempo que disponen con sus jugadores, en Corea del Norte sucede lo contrario: “Los jugadores de la selección están todo el tiempo conmigo: entrenamiento, entrenamiento, entrenamiento. Pero no juegan. Hay jugadores talentosos, pero no pueden irse del país, deben quedarse. Y sin competencia, cuesta crear mejores futbolistas”, explicó Andersen. 

Corea del Norte está en el puesto 122 del ranking de la FIFA, entremezclado entre selecciones de la talla de Kyrgyzstán, Canadá, Filipinas, Cuba o Níger o Georgia.

El fútbol de Corea del Norte tuvo su breve apogeo mundial en Inglaterra 66. El padre del fabricante de Messis norcoreanos, Ri Chang-Myung, fue el arquero de la selección que sorprendió al mundo al vencer a Italia 1-0 en Middlesbrough. Anteriormente, ya había logrado empatarle sobre la hora a Chile en Sunderland.

No menos sorprendente fue el arranque en los cuartos de final contra Portugal: 3-0 a favor con apenas 24 minutos en juego, hasta que un tal Eusebio rescató a su equipo con 4 goles, para el 5-3 final.

Corea del Norte no volvió a jugar un Mundial hasta 2010. La frustración acumulada en las Eliminatorias produjo escenas como la de marzo de 2005, cuando los hinchas intentaron matar a un árbitro sirio que no cobró un supuesto penal contra Irán. La violencia en el estadio Kim Il-sung (¿qué otro nombre en un país que cree en líderes supremos?) fue tan grande que obligó a la represión de las brigadas militares.




La historia en el fútbol femenino es otra. Las chicas de Corea del Norte son un claro buque insignia en el rubro juvenil de la FIFA, con una real perspectiva de dominación mundial: sobre cinco Mundiales Sub 17 jugados, Corea del Norte ganó 2, perdió una final y terminó cuarta en el otro. Argentina, por ejemplo, no logró clasificarse a ninguno.

La última victoria en el Sub 17 se dio en Jordania, dos meses atrás. Hasta allí llegó el plantel de norcoreanas. Se hospedaron en el hotel La Royale, un cinco estrellas de Amman donde también hizo base Inglaterra.

Un piso entero aparecía totalmente a oscuras. “No podemos entregar información respecto del hospedaje de Corea del Norte”, informaban amablemente los empleados del hotel. Pero sí se pudo averiguar que ciertos servicios habían sido suprimidos especialmente. Era mejor que internet y la televisión, la puerta al mundo exterior, se mantuvieran cerradas. La única comunicación posible es por teléfono o por correspondencia con sus familiares, todo bajo supervisión estatal. 

Durante tres semanas, el plantel Sub 17 se sometió a una disciplina militar: del hotel al entrenamiento, del entrenamiento al hotel; del hotel a los partidos, de los partidos al hotel.

“No hemos recibido un mensaje directo del líder supremo, pero sabemos que contamos con todo su apoyo”, respondió no sin cierta incomodidad el técnico norcoreano, Sin Jong Bok, durante la conferencia a periodistas del programa Young Reporters de la AIPS que lo obligaron a vivir los momentos de mayor zozobra en el torneo: frente a un micrófono y con su traductor/dirigente/censor al lado.

El entrenador sí explicó cuál es el modelo de fútbol norcoreano: “La mejor forma de ataque es tener una buena defensa”, dijo como si se tratara de una verdad universal. En Jordania, no hubo equipo que dominara mejor el arte de hacer tiempo, fingir lesiones y cortar el juego que Corea del Norte. En un partido contra Nigeria, las camilleras ingresaron 19 veces, aunque no hubo cambios por lesión.

Todo legal, es cierto, como la victoria en la final, por penales. Las jugadoras fueron recibidas por una multitud y marcharon por las calles de Pyongyang, hasta detenerse en las dos gigantescas estatuas de los líderes supremos, donde hicieron un ofrecimiento floral. Una escena casi calcada a la que se ve en el impresionante documental The Propaganda Game, del director español Alvaro Longoria, un verdadero portal al mundo paralelo norcoreano.




No tan legal como la victoria en el Mundial Sub 17 fue lo que pasó con la selección mayor, eliminada de Alemania 2011 y excluida del Mundial 2015 luego de que al menos cinco jugadoras dieran positivo por doping. El médico culpó a un medicamento chino hecho “con glándulas rectales de ciervos”, y que se había utilizado “para curar a las jugadoras que habían sido víctima de los rayos”. La respuesta de la FIFA fue un megapack de suspensiones y una multa colectiva de 400.000 dólares.

Casi tan burdo como este argumento pseudocientífico fue el gol que se dejó meter el arquero de la Sub 16, Jang Paek-Ho, para evitar jugar contra el campeón, Irak, en los cuartos de final de la Copa Asiática. La FIFA lo suspendió por un año y lo multó con mil dólares.

Ganar a cualquier precio, con acceso integral al Aleph de tácticas antifútbol, es una de las paradojas de un país donde tener un libro puede significar la cárcel, si uno es afortunado. Que lo diga el misionero Jeffrey Fowles, seis meses detenido por tener una Biblia. 

¿Quién paga todas estas multas de la FIFA? El gobierno, por supuesto. ¿Pero quién cobra los sueldos de los pocos, poquísimos jugadores norcoreanos que militan en el exterior? Esto mismo se preguntaron en Italia con el atacante de la Fiorentina, Song Hyok Choe, que firmó por un año y duró apenas 4 meses en Italia: una investigación parlamentaria y la casi certeza de que se estaban incumpliendo las cláusulas del embargo internacional, al financiar indirectamente al régimen del dictador Kim Jong-un, obligó a una rápida ruptura del contrato y el regreso del delantero a su país. Según el observatorio por los derechos humanos de Corea del Norte, los pocos norcoreanos que viven fuera del país deben entregar sus documentos y ceder el 70% de sus salarios al régimen.




Así, patas para arriba, en el mundo del revés, Corea del Norte avanza rumbo al sueño de tener al próximo Messi. Dentro de la lógica norcoreana, ver al verdadero Messi por televisión o seguirlo en Instagram es menos factible que tratar de crear uno nuevo.

Pero los 200 integrantes de la academia de Pyongyang saben que los privilegios se acaban de un día para el otro: “Sí, es inevitable que los jugadores sin talento sean eliminados”, explicó Ri, sin aclarar a qué tipo de eliminación se refería. En el mundo del revés, quizás sea preferible no preguntar.

.
1329

CANTIDAD DE PALABRAS



Por Martín Mazur

Nota publicada en la edición de diciembre de 2016 de El Gráfico