Las Entrevistas de El Gráfico

Pablo Ramos: “A veces quiero matar a los que critican a Messi”

El escritor argentino lloró como pocas veces cuando murió Ayrton Senna, su ídolo deportivo. En esta charla nos cuenta por qué los boxeadores “son caballeros” y recuerda su crianza en Sarandí, entre Arsenal, Independiente y Racing.

Por Redacción EG ·

18 de abril de 2016
Imagen Fórmula 1, fútbol y boxeo son las tres pasiones deportivas del autor de La ley de la ferocidad.
Fórmula 1, fútbol y boxeo son las tres pasiones deportivas del autor de La ley de la ferocidad.
Entre las portadas más lindas que tiene la literatura argentina de los últimos años está la de La ley de la ferocidad, una novela genial de Pablo Ramos. En ella, un boxeador dibujado lanza un golpe a la nada. Está solo; apenas lo acompaña la tipografía del título. Esa imagen simboliza el contenido de esa historia publicada hace casi una década. El autor cuenta su vida a partir de la muerte del padre y cómo vive las durísimas dos noches de velorio. “El asunto es así: una noche de verano, un calor insoportable, estábamos Coco, el Pelado Rojitas, Rabanito y yo, en el club Brisas, sentados como ahora estamos sentados nosotros dos. Lo jodíamos al Pelado porque había firmado con Boca, él que era hincha de Independiente, como el Diego, ¿entendés lo que te digo?”, recuerda en esas páginas su infancia a través del personaje que se cría en Sarandí.

Años después de esa y de más novelas y cuentos, Ramos recibe a El Gráfico en su casa del barrio de La Paternal, lejos de su Sarandí natal. Lo acompañan dos de sus hijos. Antonia, la más pequeña, de 2 años, será testigo de la larga charla sobre deportes. Es que Ramos los practicó y los vivió. En primera medida, es un fanático de los fierros: la Fórmula 1 lo da vueltas y Ayrton Senna es su gran ídolo. El que lo hizo llorar cuando murió, el 1 de mayo de 1994. En segundo lugar, ama al boxeo, una actividad “de caballeros”, como lo define. Después, viene el fútbol. Se jacta de haber ido a la cancha con su hermano, Gabriel y su padre a ver la mejor época del Independiente de Bochini, Galván, Larrosa y Trossero. Estuvo en Córdoba cuando el Rojo ganó el Nacional del 77 con siete hombres, ante Talleres. Defiende a Messi, admira a Riquelme y les da duro al Kun Agüero y a Di María. También a Maradona. Fue amigo de Burruchaga y como hincha de Arsenal, su club en el ascenso, cuenta aquella vez que le incendiaron un automóvil tras un partido en Mar del Plata. “Un Fiat 1500 hermoso, recién arreglado”, lamenta.

Primero, las carreras
-¿Cuál es tu deporte preferido?
-El que más me apasiona es la Fórmula 1. Me vuelve loco. Mi papá era muy fierrero. Tenía taller mecánico. Y yo siempre que pude, tuve coches buenos, deportivos. Me gastaba mucha plata en autos. Tuve un Alfa Romeo y lo fundí. Una vez llegué a Bariloche en 9 horas. Tuve coche antes que casa. La velocidad me encanta. Igual que las motos. Hasta que en el último palo que me di, le prometí a mi mamá que no manejaba más. Me encanta lo que arriesgan los pilotos. Ayrton Senna es mi ídolo deportivo. ¡Lo que lloramos con mi papá el día que murió! Además, no se quería subir a su auto. Le quisieron achacar un error y él no se equivocó. Era un tipo desesperado por ganar en su tierra. Recuerdo que el Gran Premio de Brasil lo ganó con la caja trabada en sexta. ¿Sabés lo que tiembla un coche en esas condiciones? Ahora me gusta Vettel. Soy fanático de Ferrari. Schumacher no es santo de mi devoción.

-¿Te gusta el rally?
-No. Destrozan todo por donde pasan. Matan gente. Es como la jaula de las artes marciales mixtas. Por más que emulen la realidad de la calle, no le veo gracia a que uno se tire con todo el peso de su cuerpo sobre otro que quedó nocaut. O que le peguen un codazo.

-¿Reutemann?
-Me encantaba. Mi papá me hablaba mucho de él, un tipo que corrió y llegó a la Fórmula 1 sin apoyo. Este país se debe la F1. Una vez fui a verla a San Pablo, pero no podemos viajar siempre. También me gustaría que saquen el silenciador a los motores. Cuando esos autos pasan a tu lado, no lo podés creer. Me gustan también el GP de motos y el TC, pero más la F1. Es como con las peleas del boxeo. Me encantan, pero cuando pelean los pesados, me preparo porque esa es la gran categoría. A veces voy a ver picadas a un autódromo cerca de La Saladita.

Del boxeo
-¿Quiénes te gustan del boxeo?
-Muhammad Alí, Bonavena, Monzón y Gatica. Su película me marcó. Yo me hice fanático del boxeo en la casa de un amigo de mi papá, en Florencio Varela, viendo aquella pelea memorable en la que Víctor Galíndez le ganó por nocaut a Richie Kates (EE.UU.), en Johanesburgo (22 de mayo de 1976). Yo tendría 12 o 13 años. Fue una pelea increíble. La vi y me di cuenta de lo heróico que puede ser el boxeo. Su épica no existe en ningún otro deporte. Los boxeadores son gladiadores. La esencia es la violencia, pero también la técnica y la defensa. En cambio, en el fútbol o en el básquet se matan, se quiebran, cuando su esencia no es la violencia. El boxeo es un deporte de caballeros que tiene unas determinadas reglas.

-¿El boxeo de hoy también te gusta?
-Las últimas peleas de Pacquiao y Mayweather fueron mentiras. Como la segunda de Mayweather con El Chino Maidana. Mayweather no quiere que le peguen más, ¿viste? Suelo recordar la pelea de Monzón con Benvenutti, pero no fue algo que me haya emocionado. El Roña Castro sí me llegó a emocionar. Fue el último crack que tuvimos: gordo, aún pasado de peso. De los de ahora, me gusta el Pumita Olmedo, que es amigo mío. Lo seguí mucho. Hubo un compromiso emocional. Una vez salió a pelear con un pantalón de La ley de la ferocidad. Fue emocionante el KO que le hizo al mexicano Montoya. Fue una gran demostración. Después Cuenca le ganó. Cuenca es un crack al que no le pelea nadie. Baila a cualquiera. ¡Es muy bueno! Me gustaría conocerlo. Lo admiro muchísimo. Es un fenómeno.

-¿Es lindo el boxeo desde adentro?
-Sí, es muy lindo. Yo también boxeé. Hice 10 peleas como amateur: gané tres, empaté una y perdí las otras. Soy petiso. Tengo mucha masa muscular en las piernas, pero soy petiso. El boxeo me sirvió para no tener miedo a la pelea, a que me peguen. El boxeador aprende cuando disfruta de la pelea. En esta casa le hice guantes al Pumita. Fue en un asado. Es un gran boxeador. Es muy psicológico el boxeo. Por eso es impresionante lo que hizo Alí con Foreman en esa pelea que tan bien contó Norman Mailer en su libro El combate. Me gusta, además, ver documentales de boxeo.

-¿Cómo te llevás con el fútbol?
-Soy fanático de la Selección, a la que prefiero antes que a Independiente, Racing o Arsenal. Tengo un vínculo muy fuerte con el fútbol. Me crié con Julio Grondona y su hijo, Julito, que tiene un gran corazón. En cuanto a Julio, te hablo de un tipo con el que todos los que paraban en la esquina terminaron trabajando en el club. Como mi hermano, Gabito. Don Julio lo llamaba desde Suiza para ver cómo estaba. En ese barrio sentíamos que donde no llegaba el Estado, llegaba un padrino. Don Julio es eso. Mi hermano y yo pudimos arreglar la casa de mi vieja comprando los materiales en el corralón de él. Te cuento una. Le quedamos debiendo una guita; ponele unos 15.000 pesos de ahora. Cuando la juntamos, le dije a mi hermano que le fuera a pagar. Yo estaba haciendo el guión de El origen de la tristeza, preparando el tráiler y esas cosas. También hice el de Historia de un clan, con el que me fue bien. Escribir me resulta fácil. Es lo único que me resulta fácil. Gabriel fue al corralón y la secretaria le dijo que don Julio quería hablar con él. Lo llaman de ahí mismo y le pide que le haga unos arreglos en la casa. Mi hermano le arreglaba todo en la casa de Puerto Madero. Pero en esa llamada le preguntó: “¿Tu vieja tiene plasma para ver la Copa América?”. Era en 2011, la que ganó Uruguay. “No”, le contestó. “No pagues nada. Con esa plata comprale un plasma”.

Imagen "El Roña Castro fue el último crack que tuvimos", dice cuando se enfoca en el boxeo, deporte que supo practicar. Hizo diez peleas.
"El Roña Castro fue el último crack que tuvimos", dice cuando se enfoca en el boxeo, deporte que supo practicar. Hizo diez peleas.
-¿Y qué hicieron?
-Bueno, me llamó mi hermano, me contó y le dije que sí, que compráramos un plasma. Pasaron unos meses y me llamó mamá y me dijo que tuvo una visita rara. “Vino don Julio, con el auto de la AFA”, me contó. Y también me dijo que le tocó timbre, le pidió pasar y se quedó con ella a tomar unos mates. En un momento le comentó “¡qué linda tele!”. “Me la regalaron los chicos”, le contestó, sin saber lo que había pasado. ¡Es un fenómeno! Fue a ver si habíamos cumplido. Tuvo ese detalle de ir, no por mi mamá, sino por nosotros, para ver si íbamos derecho o no. Después me atendió en su estación de servicio cuando le fui a pedir una plata para la película. Le dije: “Voy a hacer la película del barrio. Preciso 20.000 dólares para un tráiler de 6 minutos por un premio de seis millones y pico”. Cuando le di el presupuesto impreso, lo rompió delante mío y me dijo: “Sé de qué familia venís. Haceme una linda película”. Al otro día, me dio 100.000 pesos. “Al dólar oficial”, me aclaró. Yo siempre lo voy a admirar. Era muy humilde. Desde que se fue, el fútbol argentino es un quilombo. Lo extraño a don Julio. El fútbol argentino le debe a Grondona que Messi juegue en nuestra Selección. ¡Porque ya iba a jugar para España! Don Julio inventó un amistoso para evitarlo. Ningún periodista veía eso.

-¿Qué pensás de las críticas que recibe Messi en la Argentina?
-Quiero matar a quienes lo critican. ¡Ganó todo! ¡Solo le falta ser Balón de Oro de Marte! ¿Qué le falta? Yo juego bien a la pelota, por eso entiendo. Pero otros critican desde cierta comodidad. La misma comodidad que tienen los que critican la literatura. Desde ahí es sencillo, cuando todo ya pasó. Los que no tienen huevos en la Selección son el Kun Agüero, Di María... Se lesionaron siempre. Messi le puso todo. No es del estilo Maradona, que juega hasta con el tobillo hinchado. ¿Qué culpa tiene Messi si Higuain no la mete en la final? Mete 40 así todo el año y en la Selección, no. ¿Te gustaría ver a Messi del otro lado, con el 10 de la camiseta contraria? No es Maradona. Es Messi. Pero como es Messi tiene para dos mundiales más. Y entero. El mejor Messi está por venir. El que no corra tanto. Porque ahora está cambiando la manera de jugar.

Diego, el Bocha y Romario
-¿Quiénes fueron los mejores jugadores que viste?
-Diego y Romario son lo más grande que vi en la cancha. Magos, magos, magos. Messi es el jugador perfecto. Filoso. Tiene la pelota entre ceja y ceja, como los perros que corren las gomas de los autos. Es una especie de autista de la pelotita. Siempre ve la pelotita. Es la PlayStation. Diego, en cambio, es poesía. ¿Pero qué pasa? No se lo soporta más. Todos los días conventillos. Que no reconoce a los hijos, o cosas así. Otros que me gustan son Riquelme, Iniesta y Bochini.

-El Bocha te marcó, ¿no?
-¡Yo vi la gran época de Bochini! Con Balbuena, Bertoni, Larrosa, el Negro Galván, un cinco que la tenía reclara, que sabía ver el fútbol. Los amaba. Larrosa jugaba 6 puntos todo el torneo. No pasaba de eso, pero tampoco bajaba a 4. También vi a Villaverde, Olguín bajando la pelota de pecho en el área chica. Fui testigo de la mejor época de Alzamendi, pegado a la raya. Estuve en Córdoba en la hazaña del Rojo contra Talleres.

-¿Cómo te relacionabas de chico con el fútbol?
-Todos los domingos íbamos a la cancha de locales: Independiente con mi papá o Racing con mi tío y mi hermano, que me sacó un diente de una piña cuando lo cargué con aquello de “El Rojo campeón del Metro y Racing se va a la B”, en el 83. Y los sábados íbamos todos juntos a ver a Arsenal.

-¿Extrañás esos tiempos?
-No siento melancolía por aquello. Determinadas cosas hicieron que me quiera ir rápido de la infancia. La infancia feliz fue hasta mis 10 años. Cuando mi viejo fundió el taller, se vino todo abajo: la depresión de mi mamá, mi hermano y yo dejando la escuela para ir a laburar. Por otro lado, el fútbol fue perdiendo romanticismo. Se pretende una claridad institucional que es mentirosa. Solo se quiere cambiar el negocio de mano. Hoy se trata de un deporte en el que el que más arriesga es el que menos gana: el hincha. Que arriesga su pasión, su amor, a veces su físico. Como dijo el Tano Pasman: “¡Te pusiste la camiseta de Boca!”. Es lo único que me gustó de ese personaje. Se dio cuenta mientras le pasaba aquello del descenso de River. Yo ni loco me pongo la camiseta del contrario.

-¿Te gusta el fútbol actual?
-Lo veo más violento en la cancha. Solo hace falta una buena jugada, un toque, para que vuelva la magia, para que te saque una sonrisa. Soy hincha de Independiente y Arsenal, porque a uno lo seguía en la A y a otro en la B. Además eran del barrio. De todos modos, fui a ver a Racing cuando descendió, para bancar a mi hermano, que lo amo, a pesar de que me sacó el diente. Pero ojo, no me vuelvo loco por Independiente como Sacheri. En cambio, la Selección me hace putear, gritar. Me transforma: tengo que ver solo los partidos, en esa tele vieja, de tubo, que no la cambio por nada.

El gol más lindo, el gol más feo
-Me dijiste que jugabas bien.
-Cuando era chico jugaba en Arsenal. Era bueno. Me crié en ese club. Bueno, el fútbol es el barrio. Arsenal es un sentimiento de barrio. Desde que está en la A, casi no voy a la cancha. Viajé a México, cuando jugó la Sudamericana, donde casi nos matan, y nos boxeamos. Eramos 9 hinchas de Arsenal gritando goles. La policía nos hizo un círculo y casi nos matan. No siempre se la pasa bien en una cancha. Una vez le ganamos 7 a 0 a San Telmo en la isla. No podíamos salir. Nos tuvimos que ir en el micro de los jugadores tirados cuerpo a tierra mientras nos arrojaban piedras, de todo. De esas canchas vengo.

-¿Es cierto que te quemaron un coche después de un partido?
-Sí, cuando ascendimos con Alvarado, en Mar del Plata. Eramos 500 contra 25.000. ¡Casi nos matan! Cuando nos íbamos, veía cómo me prendían fuego un Fiat 1500 que me había comprado y al que le acababa de hacer la bicapa. ¡Lloraba!

Imagen Pablo Ramos también es un apasionado de la música. Es integrante de la banda Analfabetos, que suele ensayar en su casa de La Paternal.
Pablo Ramos también es un apasionado de la música. Es integrante de la banda Analfabetos, que suele ensayar en su casa de La Paternal.
-¿Cuál fue el gol que más gritaste?
-Uno de los que más grité fue el de Burruchaga a Alemania en la final de México 86. Yo lo conocía de pibe, de cuando le decíamos Fanacoa. Ese gol fue un poco de Arsenal, ¿viste? Alguna vez lo comenté con él. “No sabés, Pablo, pensé que me partían, ni quería mirar”, me dijo. Me contó que, en realidad, no quería cambiar la pierna, pero le salió así. ¡Qué golazo! Era pobre, pobre, pobre. De origen muy humilde. Igual que Pedrito Monzón, uno de los pocos que echaron en una final. Recuerdo además un gol de Bochini a Gatti, en el que a Marangoni lo voltean, y con la puntita del pie el Bocha la mete y lo empieza a gritar antes de que la pelota entrara. Gatti no lo podía creer porque no había lugar para que entrase esa pelota. Con Arsenal nos ha pasado gritar goles que no gritaba nadie, salvo los que estábamos en la cancha, porque no nos transmitía ni una radio. Nadie sabía de nosotros. Eramos los únicos en el mundo gritando ese gol.

-¿Y el más lindo?
-El gol más lindo que recuerdo es el más feo de la historia. Fue de Arsenal. Aquel en el que Martín Andrizzi se cae tres veces antes de definir por la final de la Sudamericana contra el América de México. Nunca grité un gol tan fuerte como ese. Hasta lloré. No hay verdad más contundente que un gol .

Perfil
Nacido en 1967, además de un gran escritor, Pablo Ramos está muy metido con su banda de rock, Analfabetos. De hecho, parte de la charla con El Gráfico tiene lugar entre baterías y guitarras en el living de su casa de La Paternal. Suelen presentarse por diferentes escenarios del país mezclando música con poesía.

De todos modos, sigue escribiendo. Pronto publicará un nuevo libro: Hasta que puedas quererte solo. “Consta de crónicas con una muy breve intro cada una, respecto a los doce pasos de Alcohólicos Anónimos”, cuenta. Aún disfruta del éxito que le significó ser uno de los guionistas de Historia de un clan, la serie sobre la familia Puccio.

Su último libro publicado es El camino de la luna, una selección de cuentos. Antes había publicado los relatos de Cuando lo peor haya pasado y las formidables novelas El origen de la tristeza, La ley de la ferocidad (El grupo de rock Los Tipitos hizo una canción) y En cinco minutos levántate María. Su estilo directo y duro no está exento de poesía de la buena.


El origen de la tristeza
“La película de El origen de la tristeza, calculo, se estrenará en junio. Pero se va a llamar El estaño de los peces, como era el nombre original de la novela”, revela Pablo Ramos acerca del film basado en su novela y que tuvo su primer tráiler gracias al apoyo económico del expresidente de la AFA, Julio Grondona. “Fue quien me bancó”, agrega a lo que ya había contado durante el transcurso de este reportaje. “Me iba a dar más plata y se murió. Con el adelanto hicimos el tráiler, ganamos el Opera Prima del INCAA, que nos valió 2 millones y medio de pesos, y Oscar Frenkel se puso a dirigirla. Los actores son pibes no conocidos, pibes que encontramos en Avellaneda. Yo trabajo de bombero. También trabajan mi hermano y mi mamá”, explica.

En la web ya se puede ver el tráiler como para tener una idea de en qué se basa el film. Arsenal, Sarandí, también forman parte de esa historia ambientada en el sur del Gran Buenos Aires.

Por Alejandro Duchini / Fotos: Emiliano Lasalvia

Nota publicada en la edición de marzo de 2016 de El Gráfico