Las Entrevistas de El Gráfico

Carlos Arano, bonus de confesiones

Chiche describe más experiencias de su carrera: desde su infancia hasta estos días, en los que se encamina a cumplir 16 años como profesional.

Por Darío Gurevich ·

05 de mayo de 2015
Imagen Chiche Arano, un símbolo de Huracán, en lo alto de la tribuna.
Chiche Arano, un símbolo de Huracán, en lo alto de la tribuna.
A LOS CINCO AÑOS, iba a la platea de damas del Cilindro de Avellaneda con mi vieja y uno de mis hermanos, que tiene un año menos que yo. Mi viejo quería ver el partido tranquilo e iba solo a la platea, y a mi hermano mayor lo llevaba un amigo de él a la popular. Después de algunos años, no aguantamos más con mi hermano y nos empezamos a tirar para la popular. Como nos escapábamos seguido, mi vieja nos tuvo que dar vía libre.

RACING GANO la Supercopa en el 88, y nos fuimos con una familia amiga en un rastrojero hasta Ezeiza para recibir a los jugadores. Hacía muchísimo frío, y el capo de la barra, que era El Pantera, estaba en cuero, como se lo veía siempre en la cancha, y no lo podíamos creer. Yo tenía ocho años, y el festejo fue increíble. Tardamos un montón en llegar con la caravana hasta Avellaneda, la Avenida Mitre desbordaba de gente, y mis hermanos y yo nos paramos en los ventanales de la vieja sede para celebrar.

MI IDOLO era Rubén Paz, por su calidad, por los goles que metía; me sorprendía. Nos sacamos una foto en la pileta del club, cuando él jugaba en Primera y yo tenía seis años; y le volví a pedir otra cuando me lo encontré hace poquito, y ya tengo 34 años. Nos abrazamos, nos dimos un beso, y si bien se puso contento, le dio un poco de vergüenza. Pero, bueno, soy hincha también.

A MI VIEJO siempre le gustó el fútbol, pero no me obligó a jugar, sino a estudiar. Quería que tuviera una buena educación para que aspire a ser un profesional. Pero yo tenía pasión por el fútbol. Igual, además de ser apasionado, era constante, me cuidaba, me comportaba como un profesional cuando todavía no lo era, y tuve suerte. Por todo eso, llegué a Primera. En inferiores, fui suplente durante muchos años y tuve la fortuna de no quedar libre… Yo me entrenaba muy bien, nunca hice un problema, y los entrenadores me dejaban en los planteles por otras cualidades, más allá de las que podía tener como jugador. Era volante por izquierda, jugaba a veces de enganche, pero como no había un 3, ocupé esa posición un año. Y ahí se produjo todo: Gustavo Costas me dirigió en inferiores, se decretó el cierre del club, salimos campeones en Cuarta, y Gustavo, que ya era el entrenador de la Primera,  me hizo debutar en 1999.

CUANDO SE ANUNCIO el cierre de Racing, nos movilizamos a la sede del club con mis hermanos y mi viejo y nos quedamos como hasta las 4 de la mañana. Cantamos, reclamamos para que reabrieran el club, y a partir de ahí fuimos a todas las movilizaciones que se hicieron. Mientras seguía entrenándome en inferiores, sin saber qué pasaría con el club. Como Racing estaba cerrado, no podíamos entrar. Estábamos a la deriva. Fue un momento triste.

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EN ITALIA, no jugué. En 2003, el Siena me compró y, después de haber hecho la pretemporada, el entrenador que me había pedido no me puso ni un partido en seis meses. Luego, pasé al Perugia y al técnico, Serse Cosmi, no le gustaban los argentinos. Entonces, jugué sólo un partido en seis meses. ¿Qué enseñanza me dejó aquella experiencia? A jugar de otra manera, por lo que viví en los entrenamientos. El fútbol italiano es más físico respecto del argentino, la pelota está mucho por el aire y los volantes tienen más dinámica. Encima, compartí plantel con monstruos: Enrico Chiesa y Tore André Flo en el Siena, y Fabrizio Ravanelli en el Perugia.

CUANDO NO JUGAS, aprendés a tener paciencia, a no fastidiarte y a trabajar en silencio. Un día podés estar muy abajo y otro, ser parte del equipo. Por eso, cuando te va mal, tenés que hacer silencio; y cuando te va bien, debés ser más humilde que nunca.

EL CHOLO SIMEONE, cuando me dirigía en Racing, le dijo al grupo: “Se juega como se entrena”. Eso me quedó para siempre. Si te entrenás mal, seguro tendrás un mal partido.

SI ME LO CRUZO a Gabriel Brazenas, le pediría explicaciones sobre lo que pasó. Seguramente, no me podrá decir la verdad, no me podrá mirar a los ojos. No me molesta que haya tenido un mal partido, porque eso le puede pasar a cualquiera, pero sí me duele que me haya robado la gloria. En 2009, salir campeón era único, tocar el cielo con las manos, sobre todo por cómo jugábamos.

RIVER ES demasiado grande; entonces, te genera muchísima exposición. Y cuando descendimos, no quería cruzarme con nadie. La gente andaba por la calle nerviosa, por ahí insultando, y traté de cuidar a mi familia: no mandé a los chicos al colegio por tres o cuatro días y nos quedamos en casa para estar tranquilos.

RAMON DIAZ no me tuvo en cuenta en River. Me dijo en la cara que no me tenía en los planes para su proyecto. Eso lo entendí de buena manera, lo que no me quedó claro es por qué me dejó a mí y a otros dos compañeros entrenando solos durante seis meses. Esa parte nunca me cerró, porque él fue jugador, tiene a un hijo que también lo fue, y uno se tiene que poner en el lugar del otro. Igualmente, no me fui mal de River, yo tengo palabras de agradecimiento para la institución, más allá de lo que la gente opine.

OJALA HAYAMOS RECUPERADO la identidad de Huracán. Los hinchas confían en nosotros y al equipo se lo ve sólido y seguro. Ya ganamos dos títulos, y yo sueño con ganar más.

SI TUVIERA QUE ACONSEJAR a un chico, le diría que se cuide en la vida privada, que trabaje a morir, juegue seguido o no, y que nunca baje los brazos, porque el fútbol tiene muchas idas y venidas. Esta carrera no es cómo empieza, sino cómo termina. Entonces, hay que tener constancia y fortaleza mental.

ME GUSTA BROMEAR. En el Huracán de 2009, hacíamos maldades con el Gato Esmerado… Federico Nieto traía unas zapatillas gastadas y lo cargábamos: “Esas zapatillas no son para un jugador profesional. Se las tenés que regalar a un chico de inferiores”. Como no se las cambiaba, lo amenazamos: “Si las volvés a traer, te las vamos a quemar”. ¿Qué hizo Nieto? Nos desafío. Entonces, las tiramos en el medio del vestuario y se las prendimos fuego al grito de “dame fuego, dame, dame, fuego”. No se enojó, porque el que avisa, no traiciona. Ese día se fue en ojotas (risas). La buena onda, la buena vibra, es fundamental para trabajar bien.   

SOY ENTRENADOR RECIBIDO. ¿Cómo jugaría mi equipo? Ojalá tenga a un enganche, un conector entre los volantes y los delanteros… Me gusta la idea de tener la pelota para defenderme con ella, y quiero que mi equipo sea agresivo para atacar, como el River de Marcelo Gallardo. ¿Qué le diría al 3? Los defensores le tienen que dar seguridad al equipo y si pueden trepar, mucho mejor. Eso servirá para abrir la cancha; los partidos son muy cerrados, y yo creo mucho en el 2-1 por afuera. Por eso, los laterales tendrán libertades para atacar.

Darío Gurevich. Twitter: @dariogurevich
Fotos: Emiliano Lasalvia

Bonus web perteneciente a la edición de El Gráfico de mayo de 2015 

 

 

 

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