Las Entrevistas de El Gráfico

Silvio Romero, un delantero atrevido

Desde chico era un delantero encarador e incisivo, parecido al que se luce en Lanús. Asentado a los 26 años, cuenta el fallido que lo depositó en Instituto, su inicio prematuro y su despegue en Primera, la estabilidad y la brillantez conseguida con Guillermo como técnico, y su sueño: jugar en la Selección.

Por Darío Gurevich ·

21 de enero de 2015

Imagen INTIMO. En su departamento disfruta de ser una de las figuras de Lanús y del torneo local.
INTIMO. En su departamento disfruta de ser una de las figuras de Lanús y del torneo local.
UN ERROR INVOLUNTARIO le modificó el destino. Tendría que haber enfilado para Barrio Alberdi, pero una decisión intrascendente lo condujo hacia Alta Córdoba. El niño representaba a su escuela, Luis Manuel Robles, en la Liga Intercolegial de Fútbol Infantil, que disputan los colegios privados de Córdoba, y un conocido de su padre insistió para que se probara en Belgrano. Como Ramón levantó el pulgar, llevó a su pibe junto a un amiguito al testeo, justo cuando el Pirata se medía ante La Gloria.

“Avisamos que veníamos a la prueba y pasamos para el vestuario. Mi papá entró y me vendó, como también hacían otros mayores para cuidar a los chicos. Cuando llegó el momento, repartieron los pantaloncitos y las camisetas y era la ropa de Instituto. ¡Nos habíamos equivocado de vestuario! Bueno, ya estábamos ahí… Cuando terminamos de jugar, le explicamos al técnico lo que nos había pasado y nos dieron la libertad para elegir. Como me recibieron bien y había pegado buena onda con los chicos, arranqué en Instituto a los siete años”.

A Silvio Romero le surge la risa contagiosa y la mirada pícara, distendido en la intimidad de su departamento, tras contar la curiosa anécdota que lo marcó. Nacido y criado en Yofre Sur, barrio de clase media de Córdoba Capital, retrocede aún más en su línea de tiempo para desembocar en el origen de su devoción por el fútbol. La responsable: su abuela, Elda, que le obsequió un objeto preciado sin saber qué depararía el futuro.

“Me regaló una pelota a escondidas. Tenía dos o tres años y por lo que me comentaron, el resto de los nietos no había ligado nada… ¿Por qué lo hizo? Ni idea… Cuando me preguntaban, no decía quién me la había dado –anticipa, mientras mira otra vez con astucia–. Yo era tranquilo y quería jugar siempre con la pelota, que fue mi primer juguete. No la soltaba ni para dormir. Pateaba por todos lados, rompía cosas, y adonde íbamos nos armábamos un partidito con mis primos, Franco y Rodrigo. Los tres andábamos de acá para allá, con la pelota o con las bicicletas”.

En su barrio, se frustraba cuando caía la noche o se pinchaba el “fútbol” (por la pelota), ya que el picado se cortaba. Amigo de sus amigos de toda la vida, como el mencionado Franco y Elvio que figuran entre los destacados, pintaba como un delantero osado desde su infancia, sea en cancha de 7 –donde se lucía en la Liga Intercolegial– o de 11 –en la que quedó para luego progresar en las inferiores de La Gloria–. “De chico jugaba mejor que de grande. A los 9 o 10 años, marcaba diferencias por mi técnica. Era hábil y rápido; nunca fui de pisarla, encaraba hacia el arco e iba a los bifes”, admite.

Imagen "HASTA 2018 tengo contrato con Lanús", cuenta el cordobés que, según trascendió, Boca monitorea.
"HASTA 2018 tengo contrato con Lanús", cuenta el cordobés que, según trascendió, Boca monitorea.
Apoyado por su papá y su mamá, Silvia, cumplidor tanto adentro de la cancha como en la primaria y en la secundaria -la cual terminó-, se perfilaba para transformarse en futbolista profesional. La rompía como pocos y se cuidaba como muchos. Mientras sus amigos de la adolescencia salían, él se guardaba sin remordimientos. “No me molestaba ni sentía que hacía un sacrificio enorme, porque sabía que jugaría al otro día. De alguna manera, ya me iba haciendo un poco jugador”, asevera.

Tras disputar un puñado de partidos en Sexta y Quinta de Instituto, Ariel Cuffaro Russo lo subió a la Primera a los 16 años y lo hizo debutar en el fútbol argentino a los 17, en la derrota 1-0 ante Argentinos en marzo de 2006, cuando el equipo se sostenía en la A. “Entré en el segundo tiempo y jugué 25 minutos, pero me fui caliente porque perdimos. A esa edad no sos consciente de lo que vivís y de lo que puede llegar a venir. Me pasó todo muy rápido”, argumenta.

A los pocos meses, heredó el descenso a la B Nacional y continuó remándola desde abajo. Todavía acomodándose en el plantel superior, sus compañeros Daniel Jiménez, referente histórico del club, y Jorge Carranza lo guiaban. A esa altura, Silvio mostraba sus condiciones en sociedad, lo que le había valido algún que otro moretón. “Me acuerdo de que se había suspendido un partido de Reserva y, para no perder ritmo, se había armado otro, con público, entre los chicos del remanente de Primera. Bueno, encaré tres veces a un duro central, creo que era el uruguayo De Souza, y lo dejé mal parado. Ahí me dijo que jugara más tranquilo porque había gente. Como seguí igual, me levantó por el aire”, blanquea y se ríe.

El único revés deportivo lo padeció cuando el entrenador Jorge Ghiso le avisó que no lo tendría en los planes. “Fue doloroso; hubo un cambio de dirigencia y de cuerpo técnico, yo ya tenía dos años y medio en Primera, había logrado continuidad y un nivel aceptable, había convertido goles, y me sentía tranquilo porque había rendido… Pero después entendí que pasaba algo raro, porque me quedé a pelearla, Jorge me volvió a poner y no me sacó más. Aprendí mucho con él, me enseñó movimientos, como las diagonales, y anduve muy bien. Entonces, me parece que no me querían los dirigentes… Fue confuso, nunca me terminó de quedar claro”, sentencia.

Lo cierto es que aquel sinsabor lo fortaleció. Este gambeteador elevó su juego, despegó y descolló desde 2008 hasta mediados de 2010 en la B Nacional. “¿Qué enseñanza me dejó mi etapa en Instituto? -repite en voz alta la pregunta-. Que hay que ser perseverante en la vida”.

-¿Qué conservás de ese delantero picante que eras en La Gloria?
-La movilidad y la viveza para pescar algún rebote o sacar ventaja de alguna situación. Espero mantener todo esto porque es lo que me hace jugar en Lanús.

“HOLA, LUIS ZUBELDIA habla. ¿Me conocés?”.

El cordobés se dirigía hacia un amistoso de pretemporada, cuando se produjo un breve contacto telefónico con el entrenador de Lanús, que lo llamaba con la intención de incorporarlo. Por supuesto, Romero ni la tocó en ese partido de invierno. “Hablamos sobre temas puntuales: dónde me gustaba jugar, cómo me movía, qué haría en tal situación… Por suerte, se resolvió todo rápido y me sumé al club a los tres o cuatro días. A Luis le encanta charlar sobre fútbol, es obsesivo con lo que quiere y le llega al jugador. Nos mostraba imágenes de Brasil del 70, a mí me dio en video un partido amistoso entre Argentina y Japón, y me hacía ver cosas que yo no me daba cuenta. Si se dormía el 3 rival, por ejemplo, te preparaba siete imágenes en las que ocurría eso y te convencía de que tenías que picar ahí”, asegura.

Pese a que había delanteros de nombre en el plantel granate, Romero era titular con Zubeldía. Sin embargo, la primavera duró hasta que Luis se marchó. En consecuencia, Gabriel Schurrer agarró como técnico, y Silvio pasó a alternar en el equipo. A mediados de 2012, Guillermo Barros Schelotto asumió como cabeza de grupo y lo reactivó, al margen de que al principio del ciclo aguardaba su oportunidad.

“El y su cuerpo técnico lograron que mi rendimiento sea muy bueno y me sacaron un plus porque empecé a meter más goles. Esto se debe también a que el equipo incrementó las situaciones de gol”, se sincera de primera, sin rodeos.

Imagen SU CARRERA registra tres clubes: Instituto (2006-10), Lanús (2010-13 y 2014) y Rennes (2013-14).
SU CARRERA registra tres clubes: Instituto (2006-10), Lanús (2010-13 y 2014) y Rennes (2013-14).
-¿Cuál es el concepto de Guillermo que más te sorprendió?
-El hecho de intentar, de proponer el uno contra uno sin importar si la pierdo, porque en la que pase, la jugada debe terminar en gol mío, del 9 o de otro compañero. Con otro técnico, si encaro cinco veces y la pierdo en todas, capaz que me mira mal… Mientras que con él no, te levanta el pulgar de todas maneras. Esa libertad está buena porque no te limita.

-En limpio, no existen indicaciones tan terminantes con este cuerpo técnico…
-No, ellos me piden que tire diagonales, que sea alternativa de pase, que habilite a un compañero, que insista por más que no salga, que busque desequilibrar en el mano a mano, que vaya por afuera pero que si puedo ir por adentro, me mande.

-¿El sistema que Guillermo utiliza le cabe perfecto a tu juego?
-Sí, porque es ofensivo, pretende atacar con mucha gente; su esquema base es el 4-3-3 y los tres delanteros no los negocia. Entonces, esa vocación ofensiva que tenía como jugador es la misma que muestra como técnico. Para mí, está bueno porque puedo jugar por afuera o por adentro, y porque hay dos acompañantes más como mínimo. Lanús tiene una idea y un estilo de juego que no cambia: sale a proponer, a ser protagonista, sea local o visitante.

-¿Qué debés pulir?
-El juego aéreo y la incidencia en el partido porque debo participar en el desarrollo durante más tiempo. Eso se puede dar al encontrar más rápido la pelota y los espacios, sin entrar en lagunas.

-En 2013-2014, jugaste poco en Rennes, de Francia, y no estuviste en la conquista de la Sudamericana 2013, pese a haber competido ante Racing en el cruce inicial. ¿Te arrepentís por haberte ido?
-¡No! Un título internacional es hermoso, pero jugaba en Europa, lo máximo. Si bien mis compañeros, el cuerpo técnico y el club vivían un momento de gloria, estaba feliz por eso y por seguir mi carrera allá. Por más que haya participado frente a Racing, no gané la Copa. El mérito es de los muchachos.

-Regresaste a mediados de este año tras el préstamo, y el equipo alternó malas y buenas. ¿Qué saldo arroja el balance del segundo semestre de 2014?
-Positivo, porque mantuvimos la vara alta. Haber perdido la Recopa Sudamericana y la Suruga Bank, nos golpeó y nos dolió mucho, como también haber sido eliminados rápido de la Sudamericana. Pero nos repusimos al hacer un gran campeonato local, y el grupo se queda con eso: haber salido adelante. Pelear el torneo local seguido no es fácil y nosotros lo conseguimos. Esto se logró por la constancia en el trabajo, porque Guillermo encabeza un cuerpo técnico excelente, que tiene a un preparador físico exigente. Por eso, el equipo llega con pilas para afrontar lo que sea.

-¿Les robaron la final de la Suruga Bank?
-Sí, no fue penal, se ve claro. Es difícil jugar una final en un país extranjero, contra un equipo y con un árbitro que son de ahí. Nosotros no podíamos comunicarnos con el árbitro, ellos sí y encima no entendíamos qué se decían. Perdimos por un fallo arbitral.

-En cuanto a lo futbolístico, ¿River se para por encima de Lanús?
-River está un escalón arriba sobre el resto, marcó tendencia. Jugó un gran torneo y mereció ganar casi todos los partidos.

Amante del cuarteto, le gusta el grupo La Fiesta y se reconoce pleno en lo laboral y en lo afectivo. Goza de su dulce presente en el Granate, a fuerza producciones sensacionales que engalanó con un piso de nueve goles en el Torneo de Transición 2014, y de su feliz relación con su hijo de cinco años, Benjamín, y con su pareja, Sara. A los 26 años, Silvio Romero aspira a crecer aún más. Si bien lo seduce retornar al fútbol europeo, lo moviliza jugar en la Selección. ¿Gerardo Martino lo convocará? Por lo menos, atrevido es.

Por Darío Gurevich. Fotos: Emiliano Lasalvia   

Nota publicada en la edición de diciembre de 2014 de El Gráfico