Las Entrevistas de El Gráfico

Teo Gutiérrez, el patrón del gol

El colombiano deslumbra con su jerarquía en un River que está haciendo historia. En el mejor momento de su estadía en el país, un mano a mano en el que repasa su infancia, revela los diálogos que mantiene con los rivales y cuenta qué le pide Gallardo. Para entenderlo un poquito mejor.

Por Diego Borinsky ·

14 de noviembre de 2014
 Nota publicada en la edición de noviembre de 2014 de El Gráfico

Imagen SENTADO en la boca de túnel, en el Antonio Liberti, como se lee al costado de su zapatilla.
SENTADO en la boca de túnel, en el Antonio Liberti, como se lee al costado de su zapatilla.
El festejo sorprendió por su simbolismo. Ya había mostrado la variedad de su catálogo. Frenar a sus compañeros para enseñarles el pasito de baile y que lo imitaran. Atravesar el ancho del Monumental con sus dedos formando un corazón (¡Ay, Di María, si lo hubieras patentado!) para ofrendárselo a su mujer. La mano detrás de su oreja derecha, un medio Topo Gigio –semihomenaje a su admirado Riquelme– para escuchar qué dicen ahora. El pum pum pum del pistolero que desenfunda para descargar su bronca contra la platea visitante. A esas celebraciones más o menos nos habíamos acostumbrado, en todo caso las podíamos esperar. Pero no ese instante sublime de comunión con el hincha que se produjo tras el 2-0 a Belgrano en el Monumental. Luego de abrazarse con sus compañeros, de compartir la alegría con ellos, de tener un mano a mano cómplice con el pibe Driussi, Teófilo Gutiérrez se quedó paradito, mirando a la tribuna, con los brazos bien abiertos. Clavó la vista en la gente, luego en el escudo, volvió arriba y otra vez al escudo. No se lo besó, ni se lo mordió, con sus manos pretendió encerrarlo, abarcarlo, halagarlo, (al escudo, a los colores, al sentimiento), un breve instante de conexión profunda que extrañó por su originalidad y por tratarse de quien se trata.

Teo es hincha de River, ya lo había confesado antes de ponerse la camiseta, hasta calzándose una vez un “modelo 86 campeón del mundo” en una tribuna de su país para empujar el deseo. Incluso contó que maldijo su suerte cuando se malogró su arribo a Núñez en 2009. Teo, también, es un personaje impredecible, que tuvo a los hinchas de River en vilo hasta el cierre del último libro de pases, con el campeonato ya en pleno desarrollo. Todos saben que Teo se quedará en el club… hasta que decida irse, como bromea resignado un riverplatense amigo en la charla de café.

Pero hoy vive un momento único con la camiseta que tanto anheló y en un estadio al que tanto respeta, porque allí mismo, una tarde de septiembre del 93, su país se puso los pantalones largos y nos los hizo bajar a nosotros (0-5), y además, “porque es un estadio donde juega la Selección, o sea, el mejor estadio”, como explica. Por eso honra con el gesto e inventa esa emotiva y profunda ceremonia.

“Es una sensación muy linda saber que estoy en River Plate, en el club más importante de Argentina. Es un privilegio jugar acá, gracias a Dios estoy en buena racha, goles son amores como lo he dicho siempre, y por eso el mensaje de ese gesto era de amor a la camiseta, entender que han pasado muchos jugadores de jerarquía y que debo mostrar toda mi calidad, ¿no?”, afirma preguntando, al día siguiente de convertirle los dos goles a Belgrano, al borde de un Monumental que irradia aún el eco de una tarde de palmas y gritos.

Teo ha sido el último en dejar el vestuario. Aunque los titulares hicieron pileta y recuperación y los que no jugaron completaron una práctica normal, de mayor extensión, Teo recién asoma su figura en el Paddock (Platea VIP al borde del campo) para dar la entrevista 2 horas y 40 minutos después de haber iniciado la jornada. Es así: a las estrellas se las debe cuidar con tales. Teo ha pasado por la pileta, luego por el hidromasaje, más tarde por el baño de hielo y, por último, por los masajes propiamente dichos. Ya casi no se ve cielo celeste y apenas quedan unos segundos para armar la foto de apertura. Por suerte el goleador viene empilchado con camisa y zapatillas multicolor, a tono con su origen barranquillero (costero), bien chévere, para que su figura resalte entre tanta oscuridad.

“Buenas noches, sí, dime cómo quieres”, se muestra solícito ante el fotógrafo y no se quejará durante la sesión, y la verdad que cuesta entender que ese mismo hombre en la cancha luego se vista de fiera y se haga odiar por casi todos los rivales. ¿Hay dos Teos en un mismo envase, acaso, o sólo será que lo provocan y él se defiende como puede?

Intentaremos conocerlo un poco más.

Imagen ANTE LA marca de Zelarrayán de Belgrano, la tarde en que volvió al equipo con dos goles.
ANTE LA marca de Zelarrayán de Belgrano, la tarde en que volvió al equipo con dos goles.
BAILA TEO, BAILA
A Osvaldo Menéndez, el encargado de prensa del plantel, lo cascotean más que al arquero de la Roma contra el Bayern Munich. River juega dos partidos por semana, la agenda es apretada, y hoy Teo sólo dará tres entrevistas: nota de tapa con Clarín, nota de tapa con El Gráfico y móvil para DirecTV. Hay que acomodar los tiempos como se puede, mientras el griterío de los pibes recién salidos del Instituto que advierten la presencia de Teo a través del ventanal semitapado por cortinas obliga a la intervención de los empleados de seguridad para que no se filtren sus alaridos. También hay unos 6 colombianos que se suman a la troupe periodística con pedidos de fotos, firmas y saludos filmados. Teo se presta con generosidad a cada requisitoria.

En la charla informal con el grabador y las cámaras apagadas, muestra su sonrisa de dientes blancos. “Hacé como le hiciste a Orión”, le pedimos para lograr un gesto simpático para la tapa, recordando su dedicatoria particular en el empate de River durante el último superclásico (se lo gritó en la cara). “No pasó nada, somos colegas, es la alegría del fútbol”, se defiende, sonriente. Le pedimos que se saque unos minutos el anillo para que no salga en la tapa, tal como juega en la cancha. “¿Pero qué dirá mi mujer? Yo estoy casado”, se queja y le recordamos que con la dedicatoria de ayer, atravesando todo el campo de juego, tiene crédito de sobra. Al finalizar con las fotos, como debe sentarse enseguida para el móvil de las 20:00, le recalcamos que nos queda pendiente la charla. “Ya está, adentro pon goles y goles”, ofrece como solución, aunque sabe que deberá quedarse. Su nuevo asesor de imagen está allí, entre otras cosas, para ello.

Pues bien, este Teo chispeante e ingenioso, ese Teo pícaro y barullero que se observa a menudo en las canchas, de golpe muta durante las notas. Cuesta arrancarle una sonrisa, cuesta sacarlo del lugar común, del tono monocorde y bajo. Como si estuviera programado para no meterse en ningún problema.

-Ese disparo de sobrepique de ayer que terminó en tu primer gol, en general suele irse a la tribuna, ¿o no?
-Sí, sí, la agarré de sobrepique, fue muy lindo por el gesto. Es muy difícil, por lo general hay que coger el timing y bueno, creo que fue un lindo centro de Carlos (Sánchez9, el gol que nos dio la tranquilidad.

-Cuando saltaste los carteles para festejar tu segundo gol, Gallardo puso una carita de “ahora lo van a amonestar”…
-Entendió, seguro entendió, él también fue jugador, porque cuando uno hace un gol, la emoción es única, y creo que esa celebración para mi mujer en el día de la madre era importante. Es lindo demostrarle el cariño y el amor, ¿no? Siempre está y se lo merece. Y al lado de ella están mis suegros, que van al estadio con la bandera de Colombia.

-¿Tenías que redimirte de algo, que cruzaste toda la cancha?
-Nada, nada, tranquilo (risas).

-¿Por qué por lo general festejás los goles con un bailecito?
-Es el folclore, la alegría. En la selección también he aprendido eso: a disfrutar cada gol, a disfrutar cada momento. Y ya es una costumbre.

-¿Es algún ritmo en particular?
-No, bailar, sólo eso. ¿Por qué te voy a echar mentiras? Siempre me gustó el baile, la champeta, una música colombiana. Siempre era de ir a los bailes.

-El colombiano lleva la música adentro...
-En Colombia la música es pasión, es alegría. Además, los costeños somos muy alegres, chévere. A veces algunos se pasan un poco de eso, pero somos así (risas).

-¿Sienten la presión de los perseguidores? Ayer entraron a jugar con los triunfos de todos ellos…
-Presión no, son grandes equipos que están jugando muy bien y han conseguido resultados importantes, pero nosotros hacemos nuestro trabajo y, bueno, sabemos que en cualquier momento van a resbalar.

-Sos el goleador del campeonato, pero peleando en desventaja, porque faltaste por ir con tu selección, ¿no te da bronca?
-Lo llevo con tranquilidad, sé que vengo haciendo las cosas bien y vamos por el buen camino. El equipo me ha ayudado a crecer y a hacer muchos goles, es muy importante que sigamos por esa senda, más allá de los récords personales, eso llega solo.

-En noviembre hay otra fecha FIFA, ¿no te da pena dejar a River por un amistoso que no aporta demasiado?
-Sí, es difícil, una convocatoria de tu país es muy linda para cualquier jugador. También sé que ya no somos uno ni dos, la vez pasada fuimos tres los convocados a las selecciones, quizás de pronto seamos cuatro, así que no es fácil, yo siempre voy a estar a disposición de todos.

-Porque el plantel de River es corto y en noviembre se empieza a definir el semestre…
-Hay que disfrutar el momento y saber que se va a dar la voluntad de Dios (con esa respuesta se quita el compromiso de la pregunta; decide Dios y listo).

Imagen PLATEA SAN MARTIN. Los suegros sostienen la bandera colombiana. A la derecha, la mujer de Teo con una de sus hijas al cuello. Gritan el gol.
PLATEA SAN MARTIN. Los suegros sostienen la bandera colombiana. A la derecha, la mujer de Teo con una de sus hijas al cuello. Gritan el gol.
MARCA DE ORIGEN
Teo Gutiérrez nació en La Chinita, un barrio –así le dicen en Colombia a las villas– de Barranquilla. En este punto y en otros vinculados a su modo de moverse en los campos de juego, donde se pelea con los rivales, traba con fiereza y también baila y exhibe una sonrisa de publicidad odontológica, se emparenta con Carlos Tevez. Da el perfil de jugador del pueblo.

Está orgulloso de sus orígenes, y lo recalca cada vez que puede, aunque de chico más de una vez se haya tenido que tirar debajo de su cama para que no lo rozara ninguna bala cuando las pandillas se ponían a dirimir sus cuestiones donde ellos jugaban a la pelota.

Para ratificar ese sentido de pertenencia, antes del Mundial, cuando no le daba entrevistas a casi nadie, le concedió una a La Garganta Poderosa, la revista hecha por jóvenes de la villa Zavaleta. No sólo eso: ante la sorpresa de los periodistas, el mismo Teo propuso ir a conocer la villa donde vivían. Tomó mate, recorrió los pasillos, se emocionó con sus interlocutores. “Pasé una hermosa infancia, llena de valores y sentimientos. Cada vez que vuelvo a Colombia voy a La Chinita, porque allí sigue viviendo mi abuelita, que nunca ha querido salir de ahí, además de muchos grandes amigos”, les contó. Y recalcó, en la misma revista en que los protagonistas abren bien grande la boca en la portada, que a los picados en las canchitas de tierra les dicen “bola de trapo”. Siguió: “De allí surgen los mejores jugadores porque ahí uno incorpora la picardía. Todo lo que sé, lo sé gracias a la bola de trapo, donde aprendí a no querer perder nunca, a crecer y a mantener abiertos los ojos. Es muy importante el lugar de dónde uno viene”.

A poco de firmar en Racing, desgranaba vivencias en las páginas de El Gráfico. “La malicia en la cancha uno la aprende en bola de trapo. Apostábamos gaseosas, panes, y a veces plata. Siempre me pongo a pensar en eso y me agrada”, aceptaba, antes de repasar un instante de los más duros, que lo marcó para siempre: “El equipo del barrio se llamaba Independiente Framy. Ganamos las semifinales pero, lastimosamente, cuando íbamos a pelear el título, mataron a un compañero. Fue duro para nosotros. Waldir era mi amigo, estaba en una fiesta, llegaron unos tipos y lo mataron. Lo habían confundido con otra persona, lo lloramos mucho”.

De muy joven, como es lógico suponer, trabajaba para colaborar con la economía familiar: los padres debían alimentar ocho boquitas. Teo trabajó cinco años en una pescadería, “arriando pescados”, como detalla. El recuerdo no sólo quedó en la mente, sino también en las manos. “Ese trabajo me dejó secuelas físicas, y ya de grande me siguieron sudando las manos. Son cosas que te pasan en la vida y que te quedan marcadas para que sigas creciendo como persona, para que nunca te olvides de dónde vienes. Aunque tengas lo que tengas, que no se te olvide tu familia, tu gente, tu barrio”.

-¿Te siguen sudando las manos? (fue la pregunta de este cronista en una nota para Fox Sports, en 2013).
-A veces sí, pero sigo pa’ lante, disfrutando. Desde niño, mi padre me enseñó a trabajar, a aprender a caminar, por dónde ir, eso es fundamental. Amo a mi padre, estoy agradecido por todo lo que me dio. Terminaba negro sudado, pero ya me gustaba tener mis cosas personales, no me importaba lo que pensara la gente, nunca me importó (en estas palabras, descubrimos esa declaración de principios que lo retrata bien en otros rubros).

-¿Es cierto que te tenías que tirar al piso por las balas?
-Sí, ahí uno tiene que estar vivo en todos los sentidos, porque te pueden hacer un daño, gente que se gana la vida de otra forma. Entraban las dos pandillas, quizás estábamos jugando al 6 pa’ 6, al bola de trapo, en la calle, y cuando escuchábamos disparos nos teníamos que tirar al suelo. Ya psicológicamente escuchabas un tiro de mecha, nos mirábamos la cara, dejábamos el balón ahí, nos escondíamos, se cerraban las puertas y nos quedábamos afuera, nos daba un poco de nervio. Más allá de esto, soy un agradecido a Dios por ser de ahí, porque me enseñaron a ser un hombre y a ganarme la vida honradamente.

-Mataron a un amigo pero te podría haber tocado a vos…
-Esas cosas te dejan muchas enseñanzas, que hoy estás y mañana no sabes, uno tiene que pedirle mucho a Dios y estar atento. Le doy gracias a Dios de poder sacarme de esos momentos y a mi madre y a mi padre por no coger otro rumbo y tener en mi mente el objetivo que tenía, porque yo quería ser un jugador profesional y sacar a mi familia adelante, ser reconocido en mi barrio, darle mucha alegría a la gente.

Teo vivió en La Chinita hasta 2009, luego se mudó. “Hay circunstancias de la vida que te permiten salir del barrio, pero siempre tienes que reconocer que naciste y te criaste ahí. Nunca te puedes olvidar del barrio”, resalta. Casado con Yeimy, tiene tres hijos: Yellou, Cristiano y Shaddai (nunca un José ni un María). “Mi hermana mayor tenía una relación con el hermano de ella, entonces mi mamá me mandaba a buscar a mi hermana. Una vez aproveché, le eché los piropos y bueno…”, repasó, y seguimos observando que sus reflejos y picardía no son trucos habilitados sólo en los campos de juego. Pero es un caballero: no le echa los galgos, le echa los piropos.

Hablando del juego, Teo cuenta con una ventaja a la hora de definir. Piensa como delantero y un poquito como arquero. Es que Teófilo, su padre, había sido portero de Junior en las divisiones menores. “Probé de arquero pero no me fue bien. Después jugué de volante, de diez, y me gustó porque tocaba muchos pases y siempre hacía goles”, destacó en su primera nota en El Gráfrico.

En los comienzos en Junior no la pasó nada bien. “Varias veces estuve decidido a abandonar –prosigue- porque no tenía oportunidades. Siempre traían jugadores, yo tenía las condiciones pero llegaban unos técnicos que no me pasaban bola. Volvía a mi casa llorando y les decía a mi mamá y a mi papá que no iba a jugar más fútbol, que no me levantaran en la mañana para entrenar pero por suerte no lo hice y fui constante. Le pedí a Dios que me diera la oportunidad. Pero no es cuando uno quiere, es cuando Dios quiere”. Y Dios, o la providencia, según la creencia de cada uno, le permitió ser una estrella del fútbol mundial: de chico se iba a subir a un inodoro que se partió imprevistamente. “Casi me corto un tendón, no sé qué hubiera pasado. Uno aprende mucho de los errores, al final me tomaron 24 puntos”.

El flechazo con River se dio en la infancia. “Mi padre no era hincha de River –reconoce– pero desde niño me decía: ‘Mirá cómo juega, lo hace bien, tiene buenos jugadores, un gran estadio, y la camiseta es diferente’. Y así me hice hincha de River, me gustaba el color de la camiseta, por la banda que tenía, que era distinta a todas. Y recuerdo bien aquellas finales con el América de Cali en 1996, tenía un equipazo”.

En 2009 los dirigentes de River llegaron a negociar con el representante de Teo para contratarlo pero al final eligieron a Fabbiani. De haber aterrizado en Núñez habría sido compañero de Gallardo, que también llegaba para iniciar su tercera etapa en el club. De hecho, el Ogro y el Muñeco fueron presentados a la vez en el Monumental. Ya tendría tiempo para conocerlo. “Lloré mucho esa vez, y luego también hubo otra oportunidad cuando estaba en Racing, no se escuchó muy fuerte, pero hubo alguna conversación. Yo tenía la ilusión y se lo decía a mi familia y a mi representante: si algún día tenemos la posibilidad de venir aquí, sería algo lindo”, se entusiasma.

Antes de ponerse la camiseta de River, visitó el Monumental por primera y única vez en su vida, con su selección, en 2009, para enfrentar a la Argentina dirigida por Maradona, en su tortuosa eliminatoria. Ganó Argentina 1-0 con gol del Cata Díaz. Teo no entró ni fue al banco, lo miró desde la tribuna. Con Racing le tocó enfrentarlo una vez en Avellaneda y luego River descendió.

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Volvemos al presente.

-Se nota que te gusta mucho jugar en el Monumental…
-Hay algo especial porque no tuve la posibilidad de jugar acá con la Selección y desde ahí me quedó gustando.

-Una manera de ser el representante de Colombia aquí.
-Exactamente.

-¿Lo conocías a Gallardo?
-No, tampoco lo había enfrentado como jugador, sí tuve la posibilidad de verlo jugar.

-¿Qué es lo que más te sorprendió de Gallardo?
-La confianza que da, y que trabaja como un técnico europeo, eso al equipo le ha venido muy bien. Va a tener mucho éxito en su carrera, aparte de gran persona es un estratega. Lo tenemos nosotros y hay que disfrutarlo.

-¿Por qué decís europeo?
-Por su manera de entrenar, por la calidad de sus trabajos. Está en todos los detalles junto a su cuerpo técnico.

-En algunas prácticas se te ve charlando con él aparte, ¿qué te dice?
-Somos buenos amigos.

-Marcelo sabe generar una relación de confianza, ¿no?
-Somos buenos amigos, somos buenos amigos (repite con una sonrisa; y bueno, serán buenos amigos, entonces).

-¿No te llama la atención que acierte en todos los cambios?
-Tiene convicción en lo que hace y en sus trabajos. Eso lo demuestra a la hora de tomar decisiones. ¿Cuántas preguntas son? –consulta, mientras mira de reojo los apuntes del periodista, no por mala predisposición, sino porque ya pasaron algunos minutos de las 9 de la noche.

-¿Que te mandaran al banco en el primer partido del campeonato contra Gimnasia lo tomaste como una penitencia?
-Lo tomé con mucha alegría (y acompaña la respuesta con una sonrisa, pícaro).

-¿Qué te dijo Gallardo cuando llegaste del Mundial?
-Nos reunimos como dos personas maduras de fútbol. El también fue jugador, sabía mi intención, yo le dije que no tenía problemas en ponerme la camiseta y jugar, pero hay códigos y cosas en el fútbol que hay que respetar.

-¿Por qué coqueteaste hasta el día que cerró el libro de pases en Europa con tu posible traspaso?
-No, después de la charla con Marcelo y con Enzo, hablé con mi representante y con mi familia, lo consulté con ellos, y decidí quedarme. Fue lo mejor.

-¿Cuál es la clave para que jueguen tan bien?
-Que nos preparamos bien físicamente y mentalmente, y que tratamos de disfrutar en la cancha. Cuando uno disfruta creo que todo fluye más rápido. Cuando tú disfrutas en la cancha, no hay precio que lo pueda pagar.

-¿Te gusta dejar pasar la pelota sin tocarla? Lo hacés seguido.
-Me encanta jugar sin pelota, eso lo aprendí de un compañero: cuando se juega sin pelota se hace más fácil porque le das todo al compañero para que pueda hacer un gol o una asistencia o armar una triangulación. Jugar sin pelota es fundamental.

-¿Hay un nuevo Teo? Hace mucho no te expulsan…
-Ni me quiero acordar desde cuándo. Estoy bien, siempre fui tranquilo.

-Igual te buscan bastante, ¿o me parece?
-Eso es parte del juego, hay que disfrutar, y tratar al rival como se merece, con mucho respeto y nada más.

-¿Te agrandás cuando te raspan?
-No me agrando, trato de disfrutar en la cancha, soy así, no es que quiero pelear con nadie.

-Salvo tus compañeros, ¿sentís que el resto no te banca?
-Bah, si me quieren o no, ustedes escriben muchas cosas que no son en realidad.

-En las notas sos muy tranquilo, ¿en la cancha se ve otro Teo?
-No me gusta perder, eso ocurre, me gusta que mi equipo gane… sin faltarle el respeto a nadie, jugando esto que es fútbol.

-¿Te gusta como juega Diego Costa?
-Me gusta Ibrahimovic.

-Te preguntaba por lo que dijo Carlos Araujo, de Lanús: que eras mala persona, que te querías parecer a Diego Costa…
-No quiero escuchar ni sé quién es el que lo dijo.

-¿No te zarpaste un poco festejando tu gol a los tiros contra Lanús?
-Hay muchos jugadores que celebran así. El gol es una sensación hermosa que nada más la entiende el que ha metido goles alguna vez.

-La última, Teo: ¿la próxima Libertadores la jugás seguro en River?
-Si el club me cumple en lo que quiero, no tengo problemas en seguir; si no, que sea lo mejor para Teófilo Gutiérrez.

Lo mejor, mientras tanto, es que el hincha de River lo disfrute. No todos los días se pueden apreciar a delanteros de semejante jerarquía. Seguramente habrá novela colombiana en el verano, pero para eso hay tiempo, ¿para qué apresurarse?

Por Diego Borinsky. Fotos: Emiliano Lasalvia. Ilustración: Gonza Rodríguez