Las Entrevistas de El Gráfico

Mauro Obolo, en primera persona

Goleador de profesión, jugó en Vélez, Belgrano, Lanús, Arsenal, Piacenza (Italia), Burgos (España) y AIK (Suecia). También jugó en las selecciones juveniles.

Por Redacción EG ·

08 de agosto de 2011
 

 

Nota publicada en la edición julio 2011 de la Revista El Gráfico
Imagen Maduro y "más jugador", Obolo mostró su mejor nivel a los 29 años, en su segunda etapa con la camiseta de Arsenal.
Maduro y "más jugador", Obolo mostró su mejor nivel a los 29 años, en su segunda etapa con la camiseta de Arsenal.
ARRIBA TODA LA VIDA. Siempre me gustó ser delantero, incluso cuando empecé a jugar en el club de mi ciudad, Arroyito, en el noreste de la provincia de Córdoba, cerca del límite con Santa Fe. Allá me ponía la camiseta verde del Club Deportivo y Cultural Arroyito, hasta que en 1995 vino Jorge Griffa e hizo una prueba para buscar promesas. Dijo que empezaría a trabajar en las Inferiores de Boca si Mauricio Macri ganaba las elecciones y se dio todo: quedé entre los elegidos y en 1996 jugué en la Octava de Boca. Tenía 14 años. Fue el año en que las Inferiores de Boca se reforzaron con un millón de chicos: Riquelme venía de Argentinos, por ejemplo.

BOCA Y EL PRIMER GOLPE. Jugué poco en Boca, era suplente, y a veces ni siquiera eso. Los delanteros titulares eran el Chaco Giménez y el tucumano Galván. En aquel equipo también estaban Wilfredo Caballero y el Pampa Calvo. Para mí era un cambio muy brusco, porque venía de entrenar dos veces por semana en Córdoba, y si hacía frío allá no jugábamos nada, y en Buenos Aires pasé a practicar todos los días. Teníamos gimnasio, de todo. Pero también se me hizo difícil porque en Capital no conocía a nadie. Todavía no estaba el complejo de Casa Amarilla: los primeros tres meses vivíamos en La Candela, hasta que el lugar explotó de pibes y después pasamos al Parque Sarmiento, a dormir en unas cuchetas. Casi no salía de ahí. A fin de ese año me dejaron libre.

INDEPENDIENTE, NO; VELEZ SI. En enero de 1997 tuve una prueba en Independiente y me fue mal: me dijeron “Te vamos a llamar”, la típica, y no pasó nada. Me volví a Córdoba sin club, y a las dos semanas me contaron que Vélez probaba pibes. Uno de mis técnicos en Arroyito, Roberto Barreda, tenía un contacto con Aureliano Pascuttini, que era el coordinador general de las Inferiores de Vélez. Y fui otra vez a Buenos Aires y ahí sí quedé. Pasé a vivir en la pensión, debajo de la platea sur del estadio. Yo estaba más o menos formado porque en mi ciudad había tenido entrenadores que me enseñaron mucho la técnica, como Barreda y Héctor Lobo, y los chicos del Interior solemos escuchar más a los profesores. Y además, lo único que hacía era jugar al fútbol. Volvía del colegio y estaba todo el día con la pelota. Me apasionaba.

DEBUT EN EL NORTE. En el 97 empecé a jugar en la Séptima de Vélez y en el 99 di el salto a Primera: fue contra Gimnasia de Jujuy, de visitante, y ganamos 2 a 1. Jugué diez minutos y entré por el Roly Zárate. Yo tenía 17 años y estaban todos los grandes, tipos que habían ganado un montón de títulos: Chilavert, Sotomayor, Cardozo, Bassedas, Camps, Pandolfi. Me acuerdo de un par de jugadas, en una me tiraron la pelota larga y no llegué nunca, ya estaba ahogado y un defensor me sacó muy fácil con el cuerpo. Y en la otra tenía que dar un pase y pateé al arco, je. Pero yo estaba feliz y seguí en la Primera de Vélez dos años, hasta mitad de 2001.

Imagen EL GRITO de gol, una costumbre de Obolo. Después de tanto girar, su lugar en el mundo lo encontró en Arsenal.
EL GRITO de gol, una costumbre de Obolo. Después de tanto girar, su lugar en el mundo lo encontró en Arsenal.
EXPERIENCIA JUVENIL. Estuve dos años en las selecciones juveniles. Jugué el Sudamericano Sub 20 de 2001, en Ecuador. Quedamos segundos, pero igual el resultado no importaba tanto porque Argentina ya estaba clasificada al Mundial que a mitad de año se tenía que jugar en la cancha de Vélez. Estábamos el Chori Domínguez, el mismo Chaco Giménez y Mauro Rosales, entre otros, y yo jugué casi todos los partidos. Pero durante los seis meses siguientes no tuve lugar en Vélez y Pekerman no me convocó al Mundial. Había un equipazo: Saviola, el Pipi Romagnoli, Domínguez, D’Alessandro, y Esteban Herrera era el 9. Cuando termina ese Mundial, en Vélez no tenía lugar y me mandaron a préstamo a Belgrano, justo el equipo del que siempre fui hincha.

CORAZON PIRATA. A Belgrano lo iba a ver siempre. Bueno, siempre que mi viejo tenía algo de plata. Iba a la cancha en la época del Tano Spallina, el Chiche Sosa, Javier Sodero, el Luifa Artime, el Pampa Rosané. Y en 2001/02 fui jugador. Me fue bien en lo personal, la gente me quería y jugué muchos partidos, que era lo que necesitaba, pero descendimos. Eso sí que es una sensación horrible: jugar cuando estás peleando el descenso te ata, te pone nervioso. Tenés que hacer un pase de dos metros y no podés. Tenés que patear al arco y hacés todo lo contrario. Hay un compañero solo y no lo ves. Arrancamos muy bien, con tres triunfos seguidos, le ganamos a Boca en la Bombonera incluso, pero después la campaña empeoró, Carlos Ramacciotti dejó de ser el técnico y nos fuimos a la B dos fechas antes de que terminara el torneo, en un partido contra Unión, en Santa Fe. Sabíamos que teníamos que ganar para no descender, y esa presión es terrible. Perdimos 2 a 1.

PRIMER CONTACTO EN EUROPA: ITALIA. Mi pase pertenecía a Vélez, así que volví en 2002, pero me entrené una semana y me surgió una chance para ir al Piacenza, que estaba en la Serie A de Italia. Fui contento, pero me fue regular porque no jugué casi nada: cuatro partidos de entrada en la Copa Italia, hasta que nos eliminó el Chievo Verona, y un puñado en la Serie A, pero solo entrando en el final. Fui titular contra el Lazio de Crespo, Sorín y otros argentinos: ganábamos 2-0 y perdimos 3-2. No hice ningún gol en el año, pero yo no podía creer aquello: todavía estaba Roberto Baggio en el Brescia y yo disfrutaba todo. Hasta ser suplente contra Juventus y el Milan, en el Giuseppe Meazza, ya era espectacular. En mi equipo estaba Hugo Campagnaro, que recién llegaba de Morón, y ahora está en el Napoli. A él le compraron el pase pero yo me tuve que volver a la Argentina: siempre fui suplente de Dario Hübner, un tipo de 36 años que en la 2001/02 había sido el goleador del campeonato y ese año también andaba muy bien. Que un club te banque cuando no tenés continuidad es muy difícil: si hasta a Crespo se le complicó en el primer año, pero el Parma apostó por él y lo apoyó en los malos momentos. Si a un jugador como Crespo le cuesta, imaginate a mí…

VELEZ Y LANUS. Vuelvo a Vélez para la temporada 2003/2004. Arranqué bien y convertí un par de goles, pero fue un año duro que incluyó un cambio generacional y muchos chicos a cargo de Carlos Ischia. No nos fue bien, ni al club ni a mí. Había un equipo para la Copa Libertadores y otro para el campeonato. Yo estaba en el de la Copa, pero perdimos rápido y no me pude insertar en el otro, y encima me lesioné. Tenía que buscar otro club para encontrar más minutos de juego y en eso apareció Lanús: me pidió Ramacciotti, que me quería desde la época de Belgrano. Estuve a préstamo, los primeros meses fueron aceptables, sacamos muchos puntos e hice algunos goles, pero después vino Néstor Gorosito como técnico y perdí mi lugar. Las cosas se me complicaron más porque cuando volví a Vélez tampoco me tenían en cuenta. Había que buscar otro club.

SEGUNDO CONTACTO EN EUROPA: España. Para la 2005/2006 me fui al Burgos, de la Segunda División B, o sea la tercera categoría de España. Tenía ganas de jugar y me tenía fe para volver a Europa: creía que si andaba bien me podrían ver dirigentes de categorías superiores y empezar una nueva carrera en España. La Segunda B es un campeonato muy difícil, dividido en zonas, y el Burgos jugaba con equipos del norte de Castilla más los del País Vasco, así que había mucho juego aéreo y mucha fricción. Era muy bravo, porque yo voy bien de arriba, pero a los delanteros siempre nos conviene el toque por abajo. En otras zonas del campeonato, como las del sur, juegan más al pase y menos al pelotazo. Igual me fue bien porque jugué todo el año, hice 10 goles y clasificamos a los playoffs, aunque quedamos eliminados en primera ronda. Allá jugaba con otro argentino, Gustavo Sever, que este año jugó en Acassuso. El problema fue que después de aquel torneo no salió nada más en Europa y tenía que volver a Vélez; pero el técnico, que era Miguel Angel Russo, no me quiso. De hecho, ni siquiera me dejaron entrenar. Me dieron el pase libre y llegué por primera vez a Arsenal. Era para la temporada 2006/2007.

ARSENAL, CAPITULO UNO. Gustavo Alfaro era el técnico e hicimos una campaña bárbara, de más de 60 puntos, y clasificamos para la Libertadores; y la Sudamericana, que después el club terminaría ganando (en diciembre de 2007). Compartía la delantera con Lucas Valdemarín, Santiago Raymonda y el Papu Gómez. Al principio se me complicó un poco porque venía de jugar en la Tercera de España, y acá hay mucho más nivel y más ritmo, pero después anduvo todo muy bien. El tema fue que a dos fechas para que terminara el torneo el club no me hacía ningún ofrecimiento concreto para retenerme, le pregunté a mi representante qué hacíamos y él me dijo que la única oferta era de Suecia, del club AIK de Estocolmo. Era un interés por mí y por Valdemarín, con quien había jugado en las Inferiores de Vélez. Lo pensamos y fuimos: con Lucas somos muy amigos, de hecho soy el padrino de su hijo. Tiene 32 años, pero se acaba de retirar del fútbol.

TERCER CONTACTO EN EUROPA: SUECIA. Estuve dos años y medio y fue una experiencia bárbara, a tal punto que tenía decidido quedarme un tiempo más. Fui campeón dos veces, de la Liga y de la Copa de Suecia, y hasta estuvimos cerca de jugar la Champions League, pero perdimos en el último partido contra el Hapoel Tel Aviv. El campeonato sueco se juega de marzo a octubre, y después estás cinco meses sin jugar porque las canchas quedan congeladas, pero igual seguís entrenándote, salvo en diciembre, que es el mes de las vacaciones. En los equipos rivales estaban Henrik Larsson, que venía de jugar en el Barcelona, y Anders Svensson, el que nos hizo el gol de tiro libre en el Mundial 2002. Yo no sabía bien qué me iba a encontrar en el campeonato de Suecia, pero llegamos con Lucas y en el primer partido ya nos gritaban “Ar-gen-tina, Ar-gen-tina“. Los hinchas se portaron un fenómeno desde el comienzo y me adapté bastante rápido, pese a que el invierno es durísimo: a las 3 y media de la tarde ya se hace de noche. El club nos puso una traductora y al final ya hablaba y leía sueco bastante bien: incluso en los reportajes que me hacían en la tele los respondía en su idioma. El AIK es el club más popular de Suecia y en los buenos momentos iban 25 mil personas a la cancha, así que eso también ayudó a que estuviera muy contento: llegamos cuando el equipo andaba mal, peleando el descenso, y después lo sacamos campeón por primera vez en 10 años, por eso al final ya era medio referente del equipo. Hasta hubo un rumor acerca de que me querían nacionalizar para la selección de ellos, pero no pasó de ahí. Estaba bien, vivía en Estocolmo, a cinco kilómetros del centro y quería quedarme, pero apareció Arsenal, me quiso comprar el pase y el AIK aceptó.

ARSENAL, CAPiTULO DOS. Volví en enero de 2010 y Arsenal me hizo un contrato por tres años. Con el tiempo valorás estar en un club donde los dirigentes cumplen lo que te prometen. Hoy me siento muy a gusto, y ahí está una de las explicaciones de por qué este Clausura 2011 fue mi mejor temporada: nunca había hecho 8 goles en un torneo. Además les convertí a Boca y a River y me siento un jugador con más experiencia, que sabe un poco más cómo manejar el cuerpo y el ritmo del partido. Lo bueno es que trato de aprender a cada rato y por eso miro todos los partidos que pasan por tele: de Martín Palermo aprendí siempre, hasta la noche de su despedida en la Bombonera. Me encantaba ver sus movimientos, su sacrificio, las ganas de hacer un gol que tenía. Esas cosas también suman para que entre todos los compañeros hayamos conseguido el objetivo de Arsenal, que era muy difícil, pero lo conseguimos: evitamos la Promoción.

Por Andrés Burgo / Foto: Emiliano Lasalvia