Las Entrevistas de El Gráfico

Agustín Creevy, en primera persona

Cambió de puesto a pedido de Santiago Phelan. Fue uno de los Pampas XV que hicieron historia al ganar la Vodacom Cup. Sueña con su futuro en los Pumas.

Por Redacción EG ·

12 de julio de 2011
Nota publicada en la edición de junio 2011 de la Revista El Gráfico

Imagen NACIO en La Plata, tiene 26 años y logró la gloría con los Pampas XV
NACIO en La Plata, tiene 26 años y logró la gloría con los Pampas XV
PRESENTACION. Soy un estudiante frustrado. Estudié marketing, diseño gráfico y turismo. Y siempre dejé. Supe que mi vocación es el rugby. Debuté de ala en San Luis frente a Hindú, en 2004. Disputé tres Mundiales juveniles y tres partidos en Los Pumas. Esto último fue ante Uruguay, Japón y Samoa en la era de Marcelo Loffreda como entrenador. Jugué en dos ocasiones en el exterior, siempre en el rugby francés: Biarritz -desde que empezó el Mundial 2007, allá por septiembre, hasta principios de 2009-, y Clermont -durante tres meses, a fines de 2010-. Ahora, empezaré mi tercer ciclo en Francia, tras arreglar con Montpellier.

TIEMPO DE REFLEXION. Tuve una luxación en el hombro derecho. Quería que me lo cortaran por 30 segundos. Me operaron en julio y regresé a la actividad en diciembre de 2008. Como tenía delante a nueve jugadores de nivel en Biarritz, decidí volverme a la Argentina. Ahí Santiago Phelan me invitó a ser parte del PladAR, Plan de Alto Rendimiento que suministra becas para rugbiers, en febrero de 2009. Pero quería que me cambiara de puesto. “Te veo proyección como hooker. Te pido que hagas el esfuerzo”, me dijo. Yo jugaba de ala y no quería saber nada.

NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA. Odiaba el cambio de posición. Ya desde los 15 años me insistían con que fuera hooker. Siempre lo esquivaba. Detestaba estar adelante. Me parecía de gordo, no quería jugar ahí, y sí de tercera línea, aunque no era lo mejor por mi altura. Y pensé: “Si me lo pide Phelan, es por algo. Entonces, varío mi puesto. Si sale mal, vuelvo como tercera línea”. Ahí ya no lo veía tan mal. Intenté cambiar la figura del gordo, por la de un hooker más armado. Subí solo cinco kilos de peso, de 105 a 110, y todo fue en masa muscular. Hoy me encanta la posición. Es una de las más lindas.

LA MANO DE SAN LUIS Y DE REGGIARDO. Arranco como hooker y San Luis, mi club, me abrió las puertas para empezar a acomodarme en el nuevo puesto. Sin jugar ni un solo minuto en el club, me llamaron para el seleccionado de Buenos Aires. Era suplente, no entraba mucho y me faltaba bastante para jugar en ese nivel. San Luis fue clave porque me bancaron, al igual que Mauricio Reggiardo, que me apuntaló en cuanto al line y al scrum. No participaba de esas formaciones fijas como tercera línea. Al principio, no sabés cómo me dolía la espalda. Después, se transformó en una costumbre.

EL TRABAJO, LA BASE DEL EXITO. El line fue un tema. Mi viejo me dio la idea de encargar en un taller un aro vertical, que tiene diferentes alturas. Pedí diez pelotas en la UAR para tirar cien veces por día. Lo hacía para progresar y para que observaran mi dedicación. A uno le dan la oportunidad y no la puede desaprovechar. A la suerte la tenés que ayudar. No quería defraudar a nadie. Deseo instalarme en Los Pumas y que no me puedan sacar.

GANARSE UN RESPETO. Mi paso por los Pampas fue clave. El año pasado, el primero en el que participé en la Vodacom Cup (campeonato sudafricano de tercer rango, en el que juegan rugbiers profesionales), me asenté en el puesto. Empecé a ser confiable para la gente. Antes, me mataban. Llegaron a decir en la crítica hasta que era una falta de respeto para el puesto que me plantara como hooker, por haberme cambiado. Me entrené el doble para sacarme esa vena y en cada partido debía demostrar. La consagración vino en esta última Vodacom, en la que fui subcapitán del equipo.

NO LO SACAN NI POR PLATA. Me ofrecieron sumarme a Stormers (que cuenta con Bryan Habana, una de las figuras de los Springboks), equipo de Super Rugby, el campeonato más importante del hemisferio sur a nivel clubes, a un día de viajar con Los Pampas. Stade Français y Clermont también se habían interesado en mí. Pero opté por Los Pampas. Mi familia no entendía mucho, porque amo el rugby y competir en el Super Rugby es uno de mis sueños. Pero sentía que no era el momento, que aún debía demostrar en Los Pampas.

A MOVER LAS CABEZAS. Para la Vodacom, nos hospedamos en PUK Sports Village, el mismo complejo en el que se concentró España, el campeón del Mundial 2010 de fútbol. Cada habitación tenía la foto del jugador español que pasó por ahí. Potchefstroom, ciudad en la que hacíamos base, no estaba buena. Apenas había dos restaurantes, un shopping y dos bares. Si bien Johannesburgo y Pretoria nos quedaban a una hora en micro, elegíamos no ir, por el cansancio. Entonces, apelamos al ingenio para no aburrirnos. Marta Landajo propuso un juego de dados que estuvo bárbaro. Hasta tuvimos que amoldar un cubilete para poder desarrollarlo. Ese pasatiempo perduró, y nos hicimos fanáticos. Además, había mucho truco, otro juego de cartas llamado Uno, ping pong, dardos y Play.

Imagen CON este aro y diez pelotas mejoró la técnica para optimizar el rendimiento.
CON este aro y diez pelotas mejoró la técnica para optimizar el rendimiento.
BROMAS PESADAS. La convivencia arrancó tranquila hasta que se armó una guerra sin cuartel. Ibamos a la pileta y yo no llevaba toalla por cábala. Entonces, me secaba con la de alguno de mis compañeros. Se la dejaba, al que sea, de la misma manera que la agarraba, pero mojada. Algunos se enojaron y la ligué. Me arrebataron el colchón, la computadora y el libro de Juan Sebastián Verón, que me parece un gran líder de grupo. Además, me sacaron ropa. Y me calenté. Detecté que fueron Matías Cortese y Mariano Galarza. Entonces, con mi banda, el Canario Gosio y Maxi Nannini, planeamos una buena joda. Uno hizo materia fecal en un recipiente y lo escondimos atrás de la heladera de la habitación de los destructores de mi cuarto. ¡Se fumaron el olor durante cinco días! Mortal (risas). Y a Roberto Tejerizo, que es medio cagón, lo asustábamos. Le inventábamos que había espíritus, que se había muerto un nene ahogado, y le tirábamos agua. Un día apareció una paloma muerta con un círculo y una cruz. Le hicimos de todo. Hasta le pusimos velas en su habitación.

LAS JODAS HACEN A LA UNION DEL GRUPO. Estas bromas, al igual que el cine que armábamos, comer chocolate y jugar al ping pong, ayudaron a formar al grupo. Estuvimos 85 días concentrados y éramos una gran familia. La camaradería entre nosotros fue fundamental para salir campeón. La formación de grupo es lo primero en el rugby, por lo humano. Si vos dejás todo por mí, yo haré lo mismo por vos. Eso se notó. No nos podíamos traicionar a nosotros mismos. Incluso, los momentos más complicados, cuando se lesionaron compañeros o cuando alguien se quería volver a su casa para ver a su familia, los soportamos entre todos. Igual, como veníamos ganando, se hizo más fácil y quisimos seguir metiéndole.

ENTRENAMIENTOS CARGADOS. El día más duro de entrenamiento era el martes. En mi caso, el de los forwards y tres cuartos, era gimnasio de pesas, práctica de scrum, almuerzo, siesta, y a entrenarnos con el resto del equipo. Después, a los piletones de hielo para recuperar piernas, y luego, a la pileta con agua caliente.

MILANESAS Y PIZZAS, FUROR. Comíamos mucho pollo. Además, había arroz, pastas, verduras y ensaladas. Los primeros diez días todo perfecto, pero después no queríamos saber nada más con el pollo. Por poco casi nos salen plumas (risas). Sin embargo, el martes teníamos permitidos y pedíamos la cocina para hacer milanesas. Fuimos al supermercado y le teníamos que decir a los que nos atendían cómo cortar la carne. Al final, la terminamos cortando nosotros. Ese día salían milanesas o pizzas.

UN CUMPLEAÑOS ATIPICO. Es la segunda vez que me toca. Es una lástima no pasarla con tu familia, novia y amigos de tu club, pero los muchachos me hicieron sentir muy cómodo. Encima, me dieron regalos. El primero, una pala y una escoba, porque dicen que soy un obsesivo del orden. Y luego recibí una remera y unos anteojos. Hasta hubo torta. Así como cumplí yo, también cumplieron otros compañeros. Lo bueno es que se festejó como en casa, para que nadie padeciera la lejanía.

CULTURA ARGENTINA EN SUDAFRICA. Implementamos el tercer tiempo después de los encuentros como local. Cocinábamos hamburguesas nosotros y los rivales estaban sorprendidos. No podían creer que los agasajáramos de esa manera. Había buena onda. A todos les gustaba. Ellos son profesionales, en su mayoría, que viven del rugby, y no entendían mucho lo que es el amateurismo en la Argentina. Está bueno mostrarles el costado lindo del amateurismo, cuestión a la que nos acostumbramos de chicos y que jamás perdimos.

LOS PAMPAS NO SE COMPRAN. No cedimos nuestra condición de local en la final. Nos ofrecieron dinero por jugar en otro estadio, como previa a un partido de Super Rugby. A ellos, Blue Bulls, les complicaría jugar tras un día de viaje en colectivo. Y a nosotros no nos importaba la plata, por más que alguno la necesitaba. Queríamos salir campeones.

EL TITULO QUE ALIMENTA LA HISTORIA. Más allá de ganar todos los partidos, siempre había ese miedo a perder o a fracasar. Nunca nos la creímos, ni faltamos a un entrenamiento. Siempre nos sacrificamos y nos acompañamos en todo momento. Cuando pasamos cuartos de final, supe que teníamos equipo para seguir. Luego, vencimos a Sharks XV por bastante: 41-26. Eso fue raro, porque ellos nos habían sacado de la competencia el año anterior. Hasta nos habían cargado. No nos había gustado. Y confiábamos en ganar la final frente a Blue Bulls. Este título es muy importante para el rugby nacional. Somos el primer equipo argentino en conseguir un torneo profesional. Esto ayuda mucho para el PladAR. Es el comienzo de un largo camino para estar allá arriba con las potencias. Todavía no caigo.

SANGRE PUMA. Representar al país es un orgullo, una de las mejores cosas que me pasó en la vida. Jugar en Los Pumas es una cosa, y hacerlo en Los Pampas, otra. Los Pampas XV es un equipo argentino que se forma para afrontar la Vodacom Cup, un torneo de clubes. En cambio, Los Pumas compiten frente a seleccionados en el mejor nivel del mundo. Vestir la camiseta de Los Pumas es lo más importante que hay. Igual, es significativo ponerte cualquiera de los dos.

PROFESIONAL Y AMATEUR. Está piola ser profesional, pero no habría que perder cosas del amateurismo. Ahí juego con mis amigos, y en el otro juego con el que me toque, y siempre por la gloria. Lo mejor sería mitad y mitad. Me gustaría que la URBA se profesionalizara. Se piensa que se perderá todo lo que aprendimos. Y es mentira. Lo demostraron Los Pumas y Los Pampas, que mantienen la esencia amateur que se trae de chico. Las becas sirven para algunos pequeños gastos, pero no se vive con eso. Y uno tiene que vivir. Por eso, arreglé con Montpellier por dos años. No juego por la plata, sino por estar ahí arriba. Voy a un equipo profesional porque uno debe trabajar. Pero mi objetivo no es solo el dinero, ya que eso es una consecuencia. Lo más importante es mejorar como rugbier y triunfar, que son cuestiones que aún me faltan.

TODO POR LA CAMISETA. Al criarnos como amateurs, nosotros nos ponemos la camiseta y, si sentimos un tironcito, jugamos igual. Y cuando tengo la remera de un club profesional, juego como si tuviera la de San Luis o la de mi país. En cambio, aquellos que nacieron como jugadores rentados, padecen un dolorcito y frenan, porque se cuidan. Se acostumbraron a eso. Nosotros, no.

LECCION DE VIDA. El trabajo con Los Pampas XV me enseñó que hay que esforzarse para llegar a algo. Y se llega a todo con entrenamiento. Uno puede tener cualidades, pero no hay nada sin sacrificio, ni esfuerzo. Es vital amar lo que uno hace.

ANHELO. Deseo integrar la lista para el Mundial de Nueva Zelanda 2011. Me estoy esforzando mucho para eso. Intuyo que el objetivo del equipo será repetir el tercer puesto de la edición 2007, aunque sea muy difícil, porque éste es un conjunto nuevo. Igual, se dará el máximo para estar lo más arriba posible. Ya cumplí un sueño al consagrarme con Los Pampas XV. Ahora, iré por el otro.

Por Dario Gurevich /Foto: Emiliano Lasalvia