Las Entrevistas de El Gráfico

1940. Jorge Alberti, el gran back argentino

Borocotó entrevista a ¨La Aplanadora¨. Emblema de Huracán, donde jugó entre 1930 y 1947, un defensor impasable que repasa su mejor partido, su mejor gol y cuenta a quien admira en su posición.

Por Redacción EG ·

10 de febrero de 2020

¿Dónde va usted?... ¿Al área?... Prohibido pasar, señor... A ver los documentos. ¿No los tiene?... Pues aquí no pasa. Si quiere, pase solo..., pero deje la pelota. Los dos juntos, no hay caso...

Tiene tardes en que Alberti cuelga el cartelito: "Prohibido pasar". Marinelli le ayuda a colocarlo. A veces, Barrionuevo coloca un clavito en el travesaño y allí queda colgado, balanceándose con la brisa, coleando como barrilete compadrón. Pero, en el último match, ese que era para la sidra de fin de año, en Rosario, no pusieron el cartelito y Newell's Old Boys le hizo siete goles. Fue sin querer...

—¡Qué macana! — dice Alberti. — Habíamos escrito una linda plana durante toda la temporada y al final, ya ves: un borrón justito cuando íbamos a poner la firma...

Tiene 27 años. Es el menor de una docena de hermanos: ocho varones y cuatro mujeres. Todos del barrio y de los mismos colores futbolísticos: Huracán. Nació marcado y siguió en la ruta. Sus hermanos jugaron por Huracán y uno de ellos llegó a ser un gran back izquierdo: Agustín.

—En mi casa querían que estudiara —cuenta Jorge; — que fuera doctor. Créeme que me salvé. Con una familia tan numerosa los clientes iban a ser parientes. Con decirte que tengo quince sobrinos, ya está todo explicado. Mirá: no me acuerdo de los nombres. Los tengo numerados. Imagínate vos, yo con el guardapolvo blanco y diciendo: "Que pase el 12..."

Imagen Jorge Héctor Alberti en compañía de su hermano Agustín, que también fue un gran back de Huracán ocupando el mismo puesto. Entre uno y otro hay quince años de diferencia. Los ocho hermanos Alberti defendieron la casaca del Globito.
Jorge Héctor Alberti en compañía de su hermano Agustín, que también fue un gran back de Huracán ocupando el mismo puesto. Entre uno y otro hay quince años de diferencia. Los ocho hermanos Alberti defendieron la casaca del Globito.

Vive donde estaba la cancha antigua de Huracán. En la calle Chiclana: la cuna de "Milonguita", la de la pollera cortona y en las trenzas un rayo de sol... Por eso el crack dice:

—Yo bailaba... Un día me dí cuenta que lo hacía mal y renuncié: era un atentado a la tradición. Y me dediqué a otra cosa.

—A comer ensalada con Masantonio y Marinelli...

—¿Quién te lo dijo?...

Es el trío de la ensalada. En la concentración, cuando aterriza la ensaladera, uno del terceto pasa el rastrillo y la lleva para la punta de la mesa. Allí, Masantonio, Marinelli y Alberti se tiran aunque no hagan pie...

—Tenía, con unos amigos, una casilla en Las Barrancas porque me gusta mucho la natación.

—¿Nadas mucho?

—Nada..., nada...; pero me gusta. También me gustan las carreras de caballos y no soy jockey... Voy al hipódromo y voy a la playa... Y..., a propósito: ¿no le podrías hablar a alguno para que cambiaran las fechas de las carreras? Date cuenta que se hacen los sábados o los domingos, justo cuando uno se halla concentrado o jugando. Pedí que las hagan los martes... que tenemos franco. No es por apostar, porque eso se puede hacer de afuera... A mí me gusta ver correr, me emocionan los finales apretados de meta y ponga...

—Le voy a hablar a Leguisamo...

—No...; a ese no, que nunca lo pude acertar... Le juego siempre cuando lo lustran..., ¿lo hará a propósito?...

En la broma se me fue de la casilla aquella en Las Barrancas y se lo recuerdo. "Tenés razón: me vinieron a gambetear y salí del área... Resulta que en esa casilla teníamos de cocinero a un gran amigo: Esteban Echeverry. Un día llevamos a Bongiovanni. Una vez solamente... y última. Hizo capote. Salió con as y tres... y nos juntó las cabezas a todos. Echeverry le dijo: "Mirá, Bongiovanni: yo prefiero mantener un burro a galletitas antes que darte de comer a vos..." Imagínate que a la noche había quedado un bife nada más. Entonces, se hizo el trato. Se pondría el bife en mitad de la mesa y se apagaría la luz. El que lo agarraba a oscuras era suyo. Se hizo. Se apagó la luz. La prendimos en seguida. El bife no estaba. Bongiovanni ya se lo había tragado...

 

UNA REVELACION

Movemos el dial y volvemos a hablar de fútbol. Entonces, por primera vez le cuento algo que el mismo Alberti ignoraba y de lo cual hago revelación ya que viene al pelo. Resulta que se encontraban Racing y Huracán en la primera rueda del campeonato del año pasado. A uno, lo dirigía Mario Fortunato; al otro, Guillermo Stábile. Ambos, por separado, me confiaron un plan que yo por ética y amistad, oculté. Me confió Fortunato: "Le podemos ganar a Huracán". Le dije a Zito: "Si usted juega contra Huracán vaya a buscar a Alberti y procure gambetearlo. A Alberti le gusta mucho jugar y le va a salir al encuentro. Si de cuatro veces que lo saque del área puede eludirlo en dos, tenemos la chance de dos goles". En cambio, Stábile le había dicho a Alberti: "A Zito no le mire el cuerpo: mírele la pelota. Es la forma de quitársela porque mucho de su dribbling está en el movimiento del cuerpo". Tal es la revelación que hago ahora que esos dos hombres dejaron de entrenar los equipos de Racing y Huracán, respectivamente. Al enterarse, Alberti sonríe y me dice:

—¿Así que yo era el punto, el eje, la vedette...? ¡Caramba que habían sido sagaces estos entrenadores criollos!

—Y otra cosa más que no sabes: cuando jugabas en la segunda de Huracán y no habías llegado a ser el gran back izquierdo argentino...

—... gracias...

—...¡no te achiques que no sos traje barato... ; cuando estabas en segunda, Mario Fortunato indicó a los dirigentes de Boca de entonces que consiguieran tu pase. Ahora, le dicen.: "Tenía razón, Fortunato..." Pero es tarde... Si pudieras jugar por otro club, ¿por cuál jugarías?

—Por Huracán...

¡Lindo pial!... El barrio tira, los re-cuerdos atan... y la familia empuja. Nació siendo del Globito y aunque en el camino haya encontrado alguna bronca, siguió apegado a la querencia. Es el ombú de Chiclana. Si lo trasplantan... a lo mejor se seca.

Imagen Alberti en compañía de Mastrángelo, el back derecho que tuvo a lo largo de varias temporadas y con el cual se entendió muy bien. Una lesión perjudicó sensiblemente al derecho, alejándolo de los campos de juego.
Alberti en compañía de Mastrángelo, el back derecho que tuvo a lo largo de varias temporadas y con el cual se entendió muy bien. Una lesión perjudicó sensiblemente al derecho, alejándolo de los campos de juego.

 

GRAN CORRIDA

—¿Cuál fue tu mejor match? — le pregunto.

—No me acuerdo...; en cambio, no me olvido del malo. Fue contra Ferro Carril Oeste. De los Santos me dijo: "O vos o Moyano, uno de los dos tiene que jugar de centrehalf Y le respondí: "Desame a mí que necesito moverme un poco, correr que estoy medio pesado". Y corrí. La corrí toda la tarde. Te aseguro que Gandulla me movió; me dejó como yema batida...

—¿Y goles?

—Al Oso Díaz le hice uno de tiro libre en un nocturno en Rosario. Fue de lejos. La agarré justa. Pero el mejor se lo marqué a Aranda en la cancha de Quilmes. Perdíamos por tres a dos y faltaba medio minuto. Nos dieron un tiro libre como de treinta o más metros. La zambullí. Aranda amagó adelantarse y en ese movimiento lo sorprendió la pelota, de manera que no pudo restablecer el equilibrio. Empatamos sobre la hora

—¿Y de jugada?

—Hice uno... que casi me matan. Fue contra Gimnasia y Esgrima en nuestra cancha. Se corrió el insider izquierdo y llegó sobre la línea del comer. Forzado, casi no la pudo impulsar al arco. Como Barrionuevo estaba medio remendado de unos golpes, yo paré la pelota y le dije: "Tomarla, Bruno..." Y entró... Fue un gol de jugada..., pero en contra.

—¿Cuál es el hombre que más te gustó en tu puesto?

—Paternoster.

—¿Y tu hermano Agustín?

—No lo vi jugar... Me lleva quince años... Yo era muy pibe.

—¿Cuáles son los partidos que más te gusta ganar?

—Hubiera querido ganar el que jugamos contra Independiente en la segunda rueda. Nos habría dado mucha chance para salir campeones. Fuera de eso, siempre los partidos contra San Lorenzo tienen el adorno de la tradición y si a uno le gusta ganar, es también para que no lo carguen en el barrio. Si perdemos, imaginate, por tres goles, por ejemplo, uno va caminando y en cuanto se cruza con una barra esquinera oye que uno le grita a otro: "Che, Mingucho: te espero a las tres..." O cosas así. Pero en el año que pasó nos fue bien. Ganamos los dos partidos. El segundo, por cinco a dos. Fueron muchos goles. Barrionuevo tuvo jugadas formidables. Le sacó a Lángara goles hechos. ¡Qué bueno es el vasco!... Hay que jugar contra él para saberlo. Y derecho. Fuerte y noble. Mirá que a mí no me criaron a té con limón. Soy de los que se apilan en la mesa y no hay minestrón que me achique, pero aguantar a Lángara en un salto, y en otro, y en otro..., llega el momento en que uno va quedando como tabla de barril: arqueado. Me acuerdo que después de una de las tantas atajadas de Barrionuevo, le dijo Lángara muy cordialmente: "Chico: tú has cerrado la puerta".

—¿Con qué compañero te gustó jugar?

—He tenido muy buenos: Moyano, Mastrángelo, Marinelli...; nunca hice distingos. Con Mastrángelo jugué mayor cantidad de tiempo. Me acuerdo que siempre me decía: "Cuando nos encontremos en primera vamos a hacer una linda pareja. Verás". Y creo que acertó. Si alguna pena me significó el fútbol es lo acontecido a ese compañero. Tiene un montón de hermanitos a quien ayudar; se había casado cuando a los pocos días se lesionó. ¡Qué lástima! Se le cortó la carrera a un muchacho noble, guapo y que luchaba para todos los suyos. Sé que Huracán se portó bien con él y me informaron que ya curado volverá a practicar. Ojalá que recupere lo perdido, no para sacarle el puesto a ninguno, sino para que pueda ganarse unos pesitos que bien se los merece. Fuera de esto, me gusta mucho Marinelli. Es un magnífico compañero. Me dicen que hacemos una buena pareja.

—La mejor de club...

—...gracias, si es cierto...

—Creelo, pero no te la pillés.

—Ya soy grandecito y salgo solo de noche.

—Cuando no llueve...

Alberti se ríe porque sabe que sus pagos se inundan y si llueve fuerte los colectivos llegan hasta el umbral o hay que decirle a un pibe: "Llevame a babucha hasta el ómnibus". La idea lo trabaja, advierte que está nublado el cielo y extendiendo la mano me dice:

—Chau...; va a llover y en casa hay minestrón... A ver si me lo pierdo por culpa tuya...

Y se va este back técnico, seguro, de gran intuición, el que tiene tardes en que pone el cartelito: "Prohibido pasar".

 

 

Por Borocotó (1940).